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—C-cada vez le agarro más gusto a viajar en tren. Me siguen pareciendo un tanto... ahm... mágicos, creo —dijo con una risita mientras la mole de hierro comenzaba a moverse — C-creo que la última vez que estuve en uno fue... ah... fue cuando regresé del Valle de los Dojos en verano, cierto... —la sonrisa de Ranko desapareció por un momento cuando recordó aquello.
Lyndis por su parte estaba incrédula una vez estuvieron en el interior del vagón desde que se sentó y hasta un buen rato después seguía mirando la buena calidad de la primera clase. Unas finas cortinas completamente innecesarias por las que sin ningun problema entraban los rayos del sol, asientos acolchados y bastante mullidos que resultaban muy cómodos a la hora de sentarse. Incluso la parte del pasillo tenía una especie de moqueta. La joven le resultaba algo incómodo tanto lujo ¿y si se cargaba algo por error y luego tenía que pagarlo? De hecho ¿CUANTO dinero tenía Ranko si había comprado dos billetes en primera clase como si tal cosa?
Una vez sentada, siguió un poco inquieta, escuchando de rebote lo que le estaba comentando Ranko.
— Uhm... El valle de los Dojos — respondió terminando de recolocarse y por fin devolviéndole la mirada a Ranko. — Oh, claro. Por eso me sonabas de algo, fuiste una de los participantes — apuntó levantando un índice. — Los combates fueron de lo más interesantes, hasta qué... Bueno — Se apoyó sobre una de sus manos que esta a su vez tenía el codo sobre uno de los reposabrazos. — ¿Que siquiera se sabe de lo acontecido? Ha pasado ya un tiempo y no dejo de escuchar tantas especulaciones y teorías locas, que ya no se ni que es información oficial y que no. — agitó con suavidad su mano, visiblemente molesta por aquello.
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Ranko notó, entre los ratos que alternaba su mirada entre Lyndis y la ventana, que la peliplateada no se encontraba del todo cómoda. Tal vez se lo imaginaba, pero quería salir de toda duda.
—¿Te-te encuentras bien, Lyndis? —Sin darse cuenta, Ranko se sonrojó levemente. ¿Ella le recordaba? Era de suponer que aquella tragedia recorriera todo el mundo, pero que la joven la recordase hasta el punto de hacérsele familiar... se le hacía curioso —. Oh, eso... Fue... Un grupo terrorista atacó al terminar el Torneo de los Dojos. No sé qué querían exactamente. Sólo sé que mu-mucha gente murió. Yo casi muero, enterrada ju-junto a unos amigos, pero... ¡bueno, heme aquí!
Ranko sonrió, luego alzó y flexionó su brazo, como para mostrar sus ánimos. Sin embargo, sus ojos se notaban ligeramente amargos, como si el sobrevivir al ataque no hubiese sido suficiente. Como si cada mañana luchara intensamente para convencerse de que no había podido hacer más. Como si sintiera culpa de no haberlo podido evitar.
—Heme aquí... —repitió con menos ánimos. Su brazo bajó y su mirada se desvió al paisaje que se movía rápidamente hacia atrás. Luego regresó sus orbes miel hacia su compañera.
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¿Un ataque terrorista, eh? ¿Pero por qué o a consecuencia de qué? Por una parte había oído que fue a causa de una deuda no saldada por parte de los máximos exponentes de la villa, otra gente decía que el objetivo era mandar un mensaje de que no eran tan fuertes como ellos pensaban, y que no deberían darse aires de grandeza, incluso escuchó la locura de que era para intentar implantar un nuevo régimen, pero que fallaron estrepitosamente. Solo los causantes sabían el por qué, o incluso parte de ellos tampoco, siendo involucrados en algo más grande que no conocían o que serían incapaces de comprender.
— Pero sobreviviste, porque eras fuerte. O porque alguien fuerte lo hizo — respondió cruzándose de brazos, y frunciendo un poco el ceño mirando al suelo. — Igual que lo hizo Kenzou en su momento. Si salvo a tanta gente, es porque era fuerte. Los fuertes son los que sobreviven si, pero están para proteger y ayudar a los débiles ¿si no que sentido tendría todo este sistema de las misiones?— giró la cabeza, para observar el paisaje por la ventana, cruzando también una pierna por encima de la otra.
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Ranko apreció las palabras de Lyndis. Sí, ella era fuerte. Tenía que serlo, tenía que convencerse de ello.
—Gracias, Lyndis. ¡Ti-tienes razón! Los que tenemos la suficiente fuerza hemos de proteger a los demás. Y si no la tenemos... bueno... ¡habrá que entrenar más! Eso siempre ha sido... Siempre ha sido mi... sueño —Ranko se rascó la nuca, un tanto avergonzada, aunque no tanto como lo estuvo la primera vez que lo dijo. Su vista cayó al suelo, pero sus labios se curvaron en una sonrisa llena de esperanza—. Ser una heroína. S-s-sé que suena algo tonto es solo que... Siempre he querido ayudar a quien pueda.
Levantó la mirada hacia el rostro de Lyndis una vez más, y entonces, repentinamente, se puso a buscar algo en su mochila. Sacó un pequeño paquete envuelto en tela. Lo desenvolvió y lo mostró a su compañera. Era una pila de seis galletas grandes y redondas. Parecían tener nueces,
—Mi madre insiste en darme comida para mis misiones. No me quejo, me gusta mucho. Tal vez así evite que nos comamos la dichosa croqueta —Rió mientras tomaba una galleta —. ¿Quieres? Mamá no es tan buena cocinera como lo es peleadora, pero las galletas le salen bastante bien.
Entre una conversación y otra, el tiempo en el tren se pasaría volando, y no les sorprendería verse pronto en la estación de Tane-Shigai.
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— Ser una heroína... En verdad suena bien — apoyó un codo sobre uno de los reposa-manos, y luego apoyó la cabeza sobre la mano del mismo brazo, mirando por la ventana. — Al menos es algo más realizable, terrenal y posible que convertirse en una "Diosa" — soltó una carcajada algo avergonzada.
—Mi madre insiste en darme comida para mis misiones. No me quejo, me gusta mucho. Tal vez así evite que nos comamos la dichosa croqueta —Rió mientras tomaba una galleta —. ¿Quieres? Mamá no es tan buena cocinera como lo es peleadora, pero las galletas le salen bastante bien.
— Oh, claro por supuesto — se inclinó un poco hacia delante para coger una, y después darle un pequeño mordisco. — Yo también suelo llevar algo de comida siempre encima. Tengo algunos bollos de carne ¿quieres? — acercó su zurrón, poniendolo entre sus piernas para abrir y rebuscar en él, ofreciendole un panecillo blanquecino, el cual todavía conservaría un suave calor en su centro.
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—¿Una... diosa? ¿Por qué lo dices? —La diferencia entre una heroína y una diosa era abismal, ¿por qué mencionarla?
A Ranko le alegró que Lyndis aceptara su galleta, y tomó, con una gran sonrisa, uno de los bollos. Lo mordió.
—Ejtá ueno —dijo sin esperar a tragar —. Parece que además de e-entrenar, podríamos tener competencias de comer.
Ranko rió. No se había dado cuenta, pero había reído mucho ese día, aunque no llevaban mucho tiempo, como si estuviese en compañía de una vieja amiga.
Después de algunas horas más de plática, el tren llegaría a la estación de Tane-Shigai poco antes de mediodía, sin problema alguno.
—Si-siento que el viaje se hizo más corto. ¿Acaso el ferrocarril fue más rápido? —se preguntó la de la trenza con un dedo en el mentón mientras se levantaba y tomaba su equipaje —. ¿Lista para seguir, Lyndis?
Ranko sonreía y hablaba con muchos ánimos. ¡Demasiados para una misión tan boba como cargar una croqueta, al parecer!
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Lyndis decidió ignorar la pregunta de Ranko, pese a que tenía los pies bastante en la tierra sus aspiraciones no eran de este mundo, así que mejor no indagar más en ello salvo que más adelante su nueva amiga insistiera.
Entrenar y comer, sonaba bastante bien para ella. Era algo simple, humilde y entretenido. Cuando volvieran tal vez podría preguntarle de quedar algún día en el estadio para hacer combates de entrenamiento, con suerte le superaba el ritmo y podría avanzar a pasos agigantados.
Para cuando llegaron a su destino, Lyndis ni se había percatado y se encogió de hombros ante la pregunta que le hizo Ranko. Después la siguió, afirmando con la cabeza, ya que todavía tenía la boca llena de galletas. Recogió con algo de prisa el macuto, entre sus dos brazos y la seguiría corriendo poniendosé la mochila a la espalda, agarrando la única asa con una de sus manos.
— Oye en serio ¿de qué están hechas? ¿llevan algo en especial? Porque están deliciosas — reafirmó una vez estuvieron más tranquilas en el andén, dispuestas a andar. Lyndis estaba ligeramente ruborizada y curiosa, observando la galleta que le quedaba todavía.
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Ranko soltó una risilla.
—S-se supone que son de avena, pero estoy segura que madre le añade cosas que no debería. Cosas más… dulces. No me quejo, para nada.
Con todo su equipaje al hombro, Ranko asintió en dirección a Lyndis emprendieron la caminata.. La estación quedaba al sur de Tane-Shigai, así que caminaron rumbo al norte. No tardarían mucho en divisar los edificios entre los árboles. Ranko sacó el pergamino de nuevo y releyó la dirección que se encontraba al final.
—N-no recuerdo la última vez que vine aquí… —comentó la de la trenza mientras subían las escalinatas en los árboles para alcanzar el nivel de aquella ciudad tan curiosa —. M-mi familia tiene una casa en Notsuba, a-aunque padre quería conseguir un lugar aquí también… Se siente familiar, supongo, venir de un bosque a otro. Sería interesante vivir e-en los árboles, supongo.
Con la dirección en mano, Ranko tuvo que preguntar a varias personas, pues no estaba acostumbrada a andar en una ciudad sin calles y aquellos puentes entre los árboles se le hacían curiosos, pero al final dieron con una estructura enorme que parecía una colmena. No era tan imponente como el edificio del señor feudal, pero se notaba más extravagante. Era evidentemente una construcción humana y no la obra de avispas gigantes. Las puertas y ventanas estaban cerradas.
—Vive… ¿vive en un panal? —preguntó la castaña, más que curiosa. Miró a Lyndis con afable sonrisa, concediéndole el honor de tocar a la puerta —. ¿Estás lista para no comernos una croqueta?
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