Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
— Simplemente pon la mano sobre el sello, aplica algo de chakra, y podras comunicarte con nosotros — respondió replicando lo que el mismo estaba comentando, pero sin llegar a utilizar chakra.
Al igual que él, no parecían estar muy convencidos de separarse, pero así se evitarían levantar sospechas al pasar de un lado a otro si en el primer burdel no encontraban ninguna pista. Pero, por otro lado, también evitarían perder más tiempo y arriesgarse a que alguien más pudiera desaparecer sin dejar rastro alguno.
— Bien, pues decidido. Cada uno irá a un local distinto, y a la mínima que el asunto se os complique, emplearéis el sello para avisarme. Si llegáis a estar en peligro, haced uso de vuestro repertorio para defenderos
· · ·
La noche ya había avanzado, y el atardecer quedaba a varias horas. Pero las calles del Barrio Rojo, estaban igual de iluminadas que con el primer rayo de sol, tal vez incluso más por la gran variedad de colores y centelleantes destellos. En la entrada del Caldero Caliente, Ryu esperaba a los dos genin de los que era responsable, vistiendo un kimono rojo con detalles de dragones negros y otros colores a su alrededor, tanto los cuernos como su cola eran más que visibles, al igual que algunas escamas de sus mejillas y brazos. Y aún con todas, llamaba la atención de los transeuntes de una forma que no era la esperada para alguein con ese aspecto.
Tanto mujeres como hombres cuchicheaban cuando pasaban cerca de él intercambiando bonitas palabras sobre aquel chico.
· Carisma 80
+
¤ Atractivo natural (coste de 1 punto)
Por la suavidad de tu piel, el color de tus ojos o las formas de tu cuerpo, tienes un cierto atractivo ligeramente superior al de los demás, que podría suponerte una ventaja en determinadas situaciones sociales, o que podría suponer la pequeña diferencia entre un intento fallido de seducción o un éxito. Este mérito es incompatible con feo y desfigurado.
Toshio hizo un saludo militar bastante relajado en cuanto el Chūnin tomó una decisión.
— Entendido, senpai.
y con esa decisión Kurogane Toshio murió... y Saikyō Tsuyoi, el gran cocinero, nació. Se trataba de un joven en sus veinte con el pelo rojo y un flequillo que le tapaba el ojo izquierdo. En la cabeza llevaba puesto un gorro negro inclinado hacia la izquierda con un pin amarillo de una carita feliz en el lado izquierdo. Vestía un chaleco rojo abierto sin nada más debajo para mostrar los músculos de su torso y brazos y llevaba unos pantalones cortos negros que le llegaban hasta la rodilla. Al fin y al cabo, en la cocina hacía mucho calor y tenía que ir bien fresco. Para terminar con el traje, Tsuyoi se guardó un secretito en la garganta: 10 agujas que no dudaría en disparar a traición si la cosa se torcía.
En cuanto se encontró con Ryu en el lugar acordado, Tsuyoi se acercó a él con la mano en alto, saludando alegremente.
— Bien, pues decidido. Cada uno irá a un local distinto, y a la mínima que el asunto se os complique, emplearéis el sello para avisarme. Si llegáis a estar en peligro, haced uso de vuestro repertorio para defenderos
Hana asintió, con un total confianza en que el Chunin supiese lo que estaba haciendo porque ella no lo sabía. ¿Podría hacerlo? Realmente creía tener las habilidades pero nunca las había puesto en practica en una misión de verdad. De hecho, nunca las había necesitado en una misión hasta ahora.
Moku Aoi era una chica bajita, con unas largas coletas azules y un kimono de colores violaceos una talla más grande de lo que debería. Calzaba unas sandalias de madera y miraba a todos lados con nerviosismo. Era una pobre huerfana que se había mantenido haciendo todo tipo de trabajos de limpieza y cocina. Su voz sonaba infantil e inocente.
— Bu-buenos días, Ryu-san. — hizo una muy pronunciada reverencia a su superior al verlo.
Cruzado de brazos, observó a ambos genin de arriba abajo. Hana parecía una persona completamente distinta, no solo en su aspecto físico, también parecía comportarse de una forma realmente distinta a la que había observado en tan poco tiempo. Toshio, sin embargo, aunque con la ropa tenía un aire distinto en su personalidad, no parecía haber cambiado nada. Tampoco es que lo necesitara, si nadie le conocía, no tenía por qué fingir una personalidad y aspecto distinto, a diferencia de Hana, quien si tenía problemas con la fama que cargaba a sus espaldas.
— Vaya, habéis hecho un buen trabajo — dijo con una mano dentro de su kimono, apoyada sobre el obi mientras con la otra se acariciaba la barbilla. Miró a Hana de arriba abajo, y después pasó a Toshio, al que se le quedó mirando un rato largo de manera incómoda—. Dios, ese gorro es ridículo. ¿De dónde lo has sacado? ¿Estaba siquiera entre lo que os ofrecí?
Se arqueó de nuevo, poniéndose derecho y observando todavía a Toshio con una ceja alzada.
— ¡Claro que estaba entre los que me ofreciste! —Le replicó Toshio—. Pues si no lo quieres, ahora es mío.
Notó entonces a una chica extraña que se había acercado a Ryu. No tenía ni idea de quién podría tratarse ni de lo que quería. Probablemente se trataba de alguna especie de informante, un topo, o simplemente una amiga.
«¡Qué linda!»
Fuera cual fuese el caso, el chico pensó que lo más adecuado era presentarse de forma agradable.
— Ey~ ¿qué tal? —Le tendió la mano de forma amigable—. Yo soy Kurogane Toshio, mucho gusto. ¿Eres amiga de Ryu?
— Ey~ ¿qué tal?Yo soy Kurogane Toshio, mucho gusto. ¿Eres amiga de Ryu?
Aoi se quedó un momento muda, dedicandole una mirada confusa a Toshio. ¿Estaba actuando? ¡Ni siquiera se había cambiado el nombre! Era cierto que tal vez no lo necesitaba, pero ¿y si le reconocían? No es que Kurogane Toshio fuese el nombre más común del continente.
— E-encantada, Toshio-san. El gorro te queda... curioso. — la chica se sobresaltó de repente, dandose cuenta de que tenía que presentarse ella también. — Yo soy Moku Aoi.
Hizo una leve reverencia, meneando las coletitas con el movimiento.
La mirada del chunin se alternó entre ambos genin, parpadeando un par de veces. ¿De verdad Toshio no se había dado cuenta? ¿O simplemente estaba haciendo un poco el tonto? Quiso pensar en lo segundo. Dios, quería creer que era lo segundo y que no era tan estúpido.
— Moku Aoi ¿y cual es tu historia? — dijo acariciándose la barbilla, dispuesto a escucharla.
Después de que esta terminara, simplemente miraría a Toshio, haciendo un leve gesto con las cejas, levantándolas y moviendo hacia delante un poco la cabeza para indicarle que ahora le tocaba a él contar sobre el falso personaje que se había inventado. Solo esperaba que de verdad no fuera a utilizar su auténtico nombre. Hana podía llegar a tener problemas con eso, por ello había cambiado radicalmente de arriba abajo, pero el pelirrojo no sufría de una fama similar a la de la rubia, por lo que aunque no necesitaba un cambio tan profundo, lo preferiría en cualquier caso.
¿Historia? ¿Qué historia? ¿Necesitaba una historia? ¡Pues era huerfana! ¿Qué más necesitaba una sirvienta de credenciales? Se puso a pensar tan rápido como pudo, jugueteando con sus dedos y bajando la mirada.
— Bu-bueno... — carraspeó un poco, recuperando su tono de voz normal — Bueno, nací aquí en Tanzaku Gai. Mi-mi madre trabajaba la mayor parte del día y a mí me crió mi abuelo. A pesar de las horas que echaba, mi mamá me enseñó a leer y escribir cuando fui mayor y yo... yo me encargaba de limpiar la casa y hacer las comidas. P-pe-pero...
La voz empezó a temblarle y tuvo que hacer un esfuerzo por contener las lágrimas antes de seguir.
— Mi mamá murió en un accidente hace unos meses y yo... tengo que llevar dinero a casa para mi abuelo. Pero no sé hacer nada más que limpiar y cocinar. Así que estoy buscando trabajo de sirvienta del hogar o de ayudante de cocina o de lo que sea.
Levantó la mirada justo al final, con los ojos brillantes por las lágrimas que no había dejado ir para mirar tanto a Ryu como a Toshio, esperando su reacción.
Cuando Moku Aoi levantase la mirada luego de contarles su historia, se encontraría con Toshio limpiándose las lágrimas mientras apretaba los dientes. Parecía ser impresionantemente sensible con esas cosas.
— Joder...
Tardó varios segundos en reaccionar luego de que Ryu le indicase que le tocaba a él hablar de sí mismo.
— ¿Ah? ¿Yo? —Dijo, antes de apuntarse a sí mismo con el pulgar. Tardó otro segundo en entender que lo que quería Ryu no era precisamente su historia de verdad—. Yo soy Saikyō Tsuyoi. Soy cocinero. Te explicaría mi historia, pero eso sería una pérdida de tiempo. ¡Dejaré que mi comida hable por mí!
17/06/2022, 19:21 (Última modificación: 20/06/2022, 11:58 por Zhaoren Lyndis. Editado 1 vez en total.)
La historia de Hana parecía más que convincente, hasta el punto que emociono al estúpido de... Hasta el punto que emocionó también a su compañero de misión. Por otro lado, la del pelirrojo no era nada, era sencilla, con una frase final para darle énfasis y poco más. Bueno, cuantos más detalles das en una historia, más dudosa puede volverse, así que tal vez no estaba mal. Pero que fuera tan poca cosa, hacía dudar un poco a Ryu.
— Bien, bien. Creo que entonces está todo más que listo. Seguidme — dijo convencido, y dándoles la espalda para comenzar la marcha.
Las luces del inmenso barrio rojo danzaban de un lado a otro, algunas producidas por bombillas y carteles luminosos, así como otras más clásicas de linternas de papel. Las calles parecían tener un tono entre rojizo y anaranjado, y estaba casi completamente abarrotado, por lo que en cuanto el chunin se dio cuenta, decidió no perder de vista a ambos genin. Aunque la mayoría de los locales eran burdeles, también había algunos locales de restauración a la vez que puestos de comida. La mayoría del gentío, ni prestaba la más mínima atención al grupo, salvo alguna persona esporádica que se giraba para mirar al chico de los cuernos por su desentone, aunque las vistas se quedaban posteriormente por su preciosa cara, y las que no, caían sobre el pelirrojo quien también parecía levantar los ánimos con su apuesto rostro.
Tras cerca de un cuarto de hora caminando, llegarían hasta un local llamado El Diamante Rojo. Desde lejos parecia una casa tipica de aquellos distritos con varias decenas de habitaciones. La entrada estaba expuesta a la calle, y una señora mayor bastante bajita estaba sentada sobre un cojín atendiendo a los clientes.
— Vaya, vaya, ¿qué hace una jovencita como usted trabajando aquí? ¿Es tu madre quien se ocupa del local, no? ¿Puedo hablar con ella?
— ¡Ohohohoh! ¡Que cosas tiene! ¡Yo soy la dueña! — dijo agradecida por los cumplidos.
— ¿¡Usted!? Imposible, es demasiado joven para esto
— ¡Vaya! ¡Tenemos a un auténtico bribón aquí! — se tapó con su kimono de colores rosados y morados el rostro, algo avergonzada. — Si tuviera unos cuarenta años menos, no duraría en filtrar con usted, ¡pero sus encantos no le servirán para que le haga un descuento! Aunque con esa cara y ese cuerpo... No puedo negar que alguna de las chicas o chicos se niegue a darle uno. ¿O no preferiria mejor trabjar aquí?
En la barandilla del piso superior, varias personas vestidas con kimonos, observaban con una deseosa mirada al chico de cabellos oscuros.
— ¿Y si mejor trabaja aquí? Seguro que acabas siendo bastante solicitado
— Oh, gracias por la oferta, lo tendré en cuenta. Pero no, vengo para intentar buscarle trabajo a estos mocosos — dijo señalándolos, o más bien apuntando al suelo. — Seguro que le pueden ser de utilidad.
— Uuuhm... No sé, no sé... ¿Qué podríais aportarme más allá de vuestros cuerpos? Tengo ya más que suficientes orian, aunque uno más no me vendría mal
Toshio sonrió. ¡Claro que estaba todo más que listo! Se esforzó al máximo en ser lo más creíble posible, a pesar de que actuar no era lo suyo. Solo había un pequeño problema con todo aquello...
— Oye, oye, oye ¿cómo que "seguidme"? ¿No vamos a esperar a Hana?
Pasase lo que pasase, el chico seguiría a su superior. Si podían permitirse dejar a Hana de momento era porque algún plan tenía, o quizás luego la acompañaría a otro local o... algo. No le dio demasiada importancia entonces, realmente, pero le pareció realmente extraño.
Al llegar a un local llamado El Diamante Rojo, Ryu se acercó a una señora mayor para hablar con ella. La conversación estaba llena de adulaciones y halagos varios, todo con el objetivo de acabar ofreciendo a los chicos como empleados.
Tsuyoi no dudó en ser el primero en hablar, apuntándose a su pecho descubierto mientras sonreía con confianza.
— Cocino de muerte. —Dijo, orgulloso—. Podría explicarte lo bien que se me da, pero si tienes una cocina, puedo demostrártelo.
— Oye, oye, oye ¿cómo que "seguidme"? ¿No vamos a esperar a Hana?
Aoi solo le dedicó una fugaz mirada de incredulidad. En su mente visualizaba un reloj de arena, vaciandose con cada palabra del pelirrojo. En uno de sus apoyos de madera tenía grabado "Confianza en Toshio" y solo disminuía.
No es que hubiese engañado a un conocido que no sabía del truco. Toshio la había visto coger la ropa y la peluca y ahí estaba genuinamente confuso. Era demasiado crédulo. Lo cual, era incluso irónico que lo dijese ella. ¡Pero había limites!
— Uuuhm... No sé, no sé... ¿Que podriaís aportarme mas allá de vuestros cuerpos? Tengo ya más que suficientes geishas, aunque uno más no me vendría mal
— Bu-bueno, sé limpiar, cocinar, coser, remendar, planchar, hacer la colada y cualquier tarea del hogar, en general. — intentó sonar desesperada y nerviosa, mirando al suelo al acabar.
Toshio seguía siendo mucho más directo y confiado, mientras que ella actuaba más discreta y nerviosa. Aunque tal vez los nervios fuesen genuinos.
Toshio era imbécil. Así, sin más vueltas de hoja pensó Ryu cuando vio que no reconoció a Hana. Para el chunin todo el disfraz de Hana así como su historia rozaban el sobresaliente, pero al ver la actuación del pelirrojo le hizo creer que tal vez se estaba equivocando.
Hana (Carisma 60): ✓
Toshio (Carisma 20) + Algo a lo que llamaremos "presentación": X
— Vaya... Pobrecita... — dijo posando una mano sobre su propia y arrugada mejilla. La anciana se levantó, permaneciendo algo encorvada, por lo que era un poco más baja que la genin.— Está bien, quédate con nosotros. Si sabes apanártelas tan bien le podrás quitar algo de peso al resto. Le prometo que estará en buenas manos, y si no tienes donde quedarte tenemos habitaciones de sobra, pequeña
Alternó la mirada entre Ryu y Hana al final, y posteriormente le tendió una mano a Hana para que si la aceptaba avanzar al interior.
— Muchísimas gracias, señora, no sabe cuanto se lo agradezco — dijo obrando una reverencia. — Por favor, ten cuidado Aoi. Y si necesitas cualquier cosa, escribeme
Ryu la despedia moviendo ligeramente la mano con una sonrisa de oreja a oreja, pero en cuanto desaparecieron de vista las dos mujeres, agarró de la oreja a Toshio y lo arrastró hasta un callejón oscuro, al que las luces del distrito llegaban con dificultad.
— ¿¡Pero se puede saber que haces!? ¡¿Qué clase de presentación es esa?! ¡Mira lo bien que lo hizo Hana, aprende para la próximma! — le gritó exasperado, apretando los puños para contenerse las ganas que tenía de cruzarle la cara.
Tal y como se lo esperaba, Tsuyoi simplemente no podía competir con Aoi de ninguna de las maneras. Era más respetuosa y más mona que él, y no había ninjutsu en el mundo capaz de competir contra eso. Fue una derrota total.
El Kurogane levantó ambos pulgares, sonriéndole a su compañera.
— ¡Mucha suerte!
Allí se quedaron un momento parados, hasta que Ryu, con toda la confianza y la mala leche del mundo, le cogió de la oreja y lo arrastró hasta un callejón para echarle la bronca. Parecía muy enfadado y el gesto no había hecho más que enfadar también el Kurogane, quien a punto estuvo de ser el primero en lanzar un puñetazo.
Su vista bajó al puño del chūnin, que se estaba conteniendo muy fuertemente para no cruzarle la cara a Toshio, quien le mantuvo desafiante la mirada durante unos segundos antes de simplemente suspirar y quitarse con ambas manos la mano de Ryu, que no le había soltado la oreja.
— ¿Tienes un peine? —Le preguntaría, antes de quitarse el gorro y lanzárselo al pecho—. Guárdamelo. Me flipa ese gorro.
Entonces, empezaría a peinarse el pelo hacia atrás, con calma, como si no hubiesen acabado de gritarle. Toshio sabía la clase de persona que era y sabía que no solía tomarse las cosas muy en serio, y cuando no lo hacía podía llegar a ser bastante tonto. Un imbécil total. Completamente gilipollas, vamos, pero no era... bueno. También era lo que venía después de gilipollas.
Es por eso que decidió tomárselo en serio, pues con lo enfadado que parecía Ryu todo aquello tenía que importarle bastante. No era el momento de ser lo que venía después de gilipollas.
Ahora que sus ojos y su rostro estaban completamente al descubierto, su mejor carta estaba sobre la mesa.
— Venga, vamos al otro local. —Le dijo, con simpleza, antes de empezar a salir del callejón—. Habría sido un desastre si me hubiesen pillado allí junto a ella. Tenemos un plan ¿recuerdas?
— Está bien, quédate con nosotros. Si sabes apanártelas tan bien le podrás quitar algo de peso al resto. Le prometo que estará en buenas manos, y si no tienes donde quedarte tenemos habitaciones de sobra, pequeña
Aoi mostró una alegre sonrisa por primera vez, dirigida a la señora.
— S-Sí, me esforzaré, señora. — aceptó la mano de la mujer para después hacerle un breve asentimiento a Ryu como respuesta. — Muchas gracias por todo.
Sería lo último que oirian de ella. Aoi se giraría para encarar su misión y su destino. Así como el lugar al que entraba, cualquier dato podía ser tremendamente valioso.