Todo el mundo, incluyendo al mismo Yasahiro y Ryo empezaron a rebuscar por todo el lugar por las vasijas. Encontraron una cada uno relativamente rápido.

Ren encontró una preciosa vasija con el número cuatro dibujado en rojo en la tapa, que estaba decorada con un majestuoso y amenazador dragón chino que se enrollaba en esta, dando la apariencia de que si dicho dragón llegase a apretar un poco más la vasija acabaría explotando en mil pedazos.

Pero por su puesto, solo era un dibujo y eso no podía pasar.

Takumi, por su parte, encontró una vasija con el número tres dibujado en azul en la tapa, que estaba decorada con un conejo en una pradera que parecía estar huyendo asustado de algo que no podía verse en la imagen, aunque por la sombra que había sobre el conejo debía tratarse de algo grande.

Sin importar qué tan grande fuese el otro animal, de alguna manera el kazejin podía estar seguro de que el conejo era lo suficientemente rápido para huir.

— Así es. —Respondió Kabin a Ren mientras se agachaba a recoger una vasija con un perro que parecía aullar a algo a su derecha.

— ¡Encontré una! —Exclamó Ryo, alzando una vasija con un perro que parecía aullar a algo a su izquierda.

» Todas tienen una pareja, exceptuando la número cinco, que es solo una, y las número uno. —Le quitó la tapa a su vasija, mostrando en esta el número uno dibujado en negro—. Que son tres

Tras encontrarla y examinarla un poco más entre sus manos, la dejo en el centro de la sala en el lugar más despejado que pudiera encontrar. Las vasijas parecían de lo más normal para ella, bastante comunes y no llegaría a pagar una gran suma de dinero por una sola de ellas. Tal vez era incapaz de apreciar el arte de la alfarería o tal vez, y solo tal vez, eran vasijas de lo más común incluso para su creador. De vuelta al lugar por donde estuvo rastreando, no consiguió encontrar nada más, por lo que pasó a la siguiente estantería; y fue allí, en el escalafón más bajo tras una caja de madera, donde encontró la siguiente vasija.

— ¡Tengo el numero seis! — Avisó levantando ligeramente la voz para que todos los presentes le escucharan pero sin llega a ser un pronunciado grito.

Haciendo algo de espacio y levantandose del suelo con la nueva en la mano, se acercó para dejar en el centro la nueva vasija, y ladeó la cabeza buscando a uno de sus clientes; en concreto el transportista, quien parecía tener haber tenido experiencia con que Kabin olvidaba donde dejaba las mercancías.

— ¿No habrá alguna que otra también dentro de las cajas? O incluso dentro de otra vasija más grande... Vasijas dentro de una vasija dentro de otra vasija... — Dijo girando la cabeza, mientras contemplaba una tan grande y ancha en un rincón de la saa, que le llegaba un poco más alto del pecho. — Sería una curiosa matrioshka...

Kabin les explicó a los genin y a Ryo lo de las vasijas, iban por parejas exceptuando las que poseían el número cinco y el uno, siendo una y tres vasijas respectivamente. Además parecía que todas en conjunto deberían formar alguna especie de historia o similar, un trabajo que llenó de orgullo al shinobi al ver que en su madre patria pese a la complicada situación política, económica y social se creaban obras de arte tan bellas.

—¡Tengo el numero seis! —Exclamó Ren.

—¿Pero no eran hasta el número cinco? —Preguntó asustado de que hubiera más vasijas de las esperadas y que al pobre anciano se le hubiera olvidado la cantidad total del envío.

Aun así siguió buscando por la sala y encontró uno de los recipientes marcado con el número cuatro.

—¡Aquí está! —Celebró. —Esta pareja debería estar completa ya. —Dijo mientras la colocaba esta recién encontrada vasija junto a su hermana.

—¿No habrá alguna que otra también dentro de las cajas? O incluso dentro de otra vasija más grande... Vasijas dentro de una vasija dentro de otra vasija... Sería una curiosa matrioshka...

Aquello le produjo un leve escalofrío al kazejin. «Espero que a Yasahiro no le haya dado por hacer vasijas así... Solo nos traería más trabajo entre todo este caos...»

Luego de buscar durante un rato, Ren encontró una vasija muy simple que parecía ser hecha por un novato incluso ante los ojos de una persona como ella que no sabía reconocer el arte.

—¿Pero no eran hasta el número cinco?

— Así es. —Repitió Yasahiro, mientras cogía otra vasija con un perro aullando y el número uno grabado en su tapa—. Deja eso donde estaba, por favor, y no. No hay ninguna en una caja. En esas están los trabajos de mi alumna.

Al tomar la segunda vasija con el número cuatro dibujado en rojo, Takumi pudo ver que esta tenía dibujado un poderoso tigre en ella. El tigre rugía al cielo como si estuviese retando a un dios a bajar y enfrentarse a él, confiado de que le podría ganar sin problemas.

El tigre casi conseguía intimidarlo a él, pero un simple dibujo no podría hacerle daño ¿verdad?

Ryo, por su parte, encontró la última de las vasijas con el número uno grabado. Al ponerla junto al resto todo el mundo pudo notar como entre las tres formaban un dibujo de tres perros aullándole a la luna, transmitiendo un sentido de unidad que hacía extraño el imaginárselos separados una vez ya se les había visto juntos.

Ahora solo les quedaban cuatro vasijas antes de poder empezar con el transporte.

Avergonzada ante su error, olvidando momentáneamente que las vasijas debían estar marcadas del uno al cinco y no más allá de este, la apartó a un lado para Yashiro, a lo mejor querría conservarla él o su aprendiz. Continuó mirando de arriba abajo la estantería, dando apenas un par de pasos buscando las vasijas. Se fijó en las que ya habían agrupado, intentando buscar al menos un diseño parecido a las que había juntas en el suelo, girando con suavidad algunas para verlas por completo.

Una de estas parecía compartirlo, por lo que la recogió de una de las rendijas altas de la estantería sin mucho problema. Alzó la tapadera, buscando algún número y por lo menos esta vez, pareció haber acertado.

— Tengo una con el numero dos — dijo sosteniéndola con ambas manos con cuidado mientras se acercaba para dejarla con el resto de sus "compañeras" antes de volver a seguir buscando aquellas piezas de cerámica.

Al principio a Takumi no le hacía mucha gracia tener que preparar el pedido y buscar por toda la sala, pero a cada vasija que encontraban más ganas tenía de contemplar la obra completa. No cabía duda de por qué Yasahiro tenía esa fama.

La amejin encontró una vasija con el número dos, ya quedaban pocas y por fin podrían comenzar el viaje. El kazejin siguió buscando y no muy lejos de donde encontró la última pieza estaba otra con el número tres en ella.

—Número tres completo. —Dijo mientras depositaba el recipiente recién encontrado junto a los otros. —Sólo nos quedan dos, ¿no? —Preguntó al maestro artesano.

Entre todos consiguieron encontrar las últimas cuatro vasijas que completaban la colección.

Ren encontró una vasija con el número dos dibujado en verde. En ella pudo ver un precioso paisaje de un bosque en el que había un lago.

A pesar de la pacífica imagen que se le presentaba, la chica no podía quitarse la impresión de que algo, no sabía el qué, andaba mal ahí.

Takumi, por su lado, encontró una vasija con el número tres dibujado en azul. En ella pudo ver a un enorme buey persiguiendo algo que no se podía ver en la imagen.

¡Si llegaba a alcanzar cualquier cosa probablemente la haría trizas! Pero no parecía ser capaz de alcanzar aquello que estaba persiguiendo.

Ryo, el transportista, acabó por encontrar la otra vasija con el número dos dibujado. En ella, una cabra se encontraba pastando al lado de un lago.

Aunque era difícil saber el qué, algo parecía andar mal ahí.

Y por último, Yasahiro encontró la única vasija sin pareja, una que tenía el número cinco dibujado en dorado. En ella estaba dibujado un imponente león que, desde lo alto de una montaña, miraba el paisaje frente a él.

No. No solo miraba el paisaje. El animal estaba observando todo lo que ocurría en su territorio. Observaba el lago donde pastaba la oveja. Observaba al tigre retando al dragón y a los tres perros viajando juntos.

Aunque claro, era muy complicado diferenciarlo todo sin haber visto antes el resto de vasijas, pues desde tan alto era demasiado complicado diferenciar al resto de animales.

— ¡Eh! Con esa son todas ¿no? —Preguntó Ryo.

El anciano asintió.

— Así es. Esta es la última. —Respondió el anciano mientras la movía junto al resto—. ¿Por qué no ayudan a Yamamoto-san? Iré a buscarles algo de beber mientras tanto, que seguro que estarán sedientos.

Por suerte para ambos, no tuvieron que rebuscar mucho más entre la gran multitud de objetos que había en la sala. Ryo y el anciano artesano consiguieron encontrar las dos vasijas restantes. La joven kunoichi pudo apreciar aquel extraño cuadro formado por las vasijas, no era una experta en temas de arte, pero le pareció de lo más curioso. Después, apoyaría para cargar las vasijas con cuidado, limitándose a llevar solo una en cada uno de esos cortos viajes, para ofrecerla y que la colocasen de la forma más adecuada que el transportista pensara.

Poco después, cuando el anciano volviera, le agradeceria muy seguramente junto a su compañero las bebidas que trajera, aceptando sin protestar lo más mínimo. Aceptó una pequeña lata de un zumo hecho puramente con melocotón con un sabor muy suave y esperaría al lado del carro, haciéndole un suave gesto con la mano libre a Takumi pidiendo que se le acercara

— ¿Hasta dónde debíamos escoltarle? Ya se me ha olvidado — le murmuró cuando ambos estuvieran un poco apartados, se negaba a preguntar a sus clientes pues quedaría en bastante evidencia; dándole no solo un poco de mala fama a ella, sino a su aldea también. Aunque aquello último, le importaba un bledo.

Por fin reunieron toda la colección de vasijas y ahora que se encontraban juntas el kazejin pudo admirar la obra de arte en su plenitud. Entonces ayudó a colocar todas las vasijas en el carro de Ryo junto a su compañera y aceptó de buen grado el té que Yasahiro trajo junto con una gran variedad de bebidas y agradeció la hospitalidad del anciano artista.

Ya afuera, cerca del carro, la amejin le hizo un leve gesto al genin del Remolino para que se acercara.

— ¿Hasta dónde debíamos escoltarle? Ya se me ha olvidado. —Le susurró.

—Si no recuerdo mal era un pueblo del País del Rayo, lo debería indicar en el mapa la localización exacta. —Respondió en el mismo tono que su compañera. —Pero eso es ya más cuestión de Ryo que es el transportista, nosotros al fin y al cabo solo tenemos que proteger la mercancía.

Esperaba no tener muchos problemas durante el viaje, vale que Yasahiro es uno de los mejores artistas del país, pero tanta paranoia para transportar un pedido le tenía con a mosca detrás de la oreja.

Una a una, los jóvenes fueron colocando las vasijas en su sitio con la ayuda del transportista antes de partir, dando inicio a su misión. Ya fuera, luego de que su cliente los despidiera y les deseara suerte en su viaje, el transportista fue a desatar el carro mientras los genin se secreteaban un par de cosas.

— ¿Ya estáis listos chicos? ¡Subid! Que el viaje va a ser largo.

Sentado en su asiento, Ryo invitó a los chicos a sentarse junto a él antes de empezar con el viaje, pero tanto si subieron como si no, unos metros más allá encontraron a una chiquilla con una cesta tapada con un trapo blanco que se acercaba a ellos. Iba tapada de pies a cabeza con ropas de colores pastel y un turbante que le cubría toda la cara, a excepción del ojo derecho, que era rojo como la sangre.

— ¡Hola! —Saludó alegremente al verlos—. Pensaba que no los alcanzaría.

La muchacha, que era algo menor que Ren, se acercó con un par de pasitos al carro, haciendo que Ryo se detuviese.

— Soy Nikaido Rei, alumna de Kabin-sensei. Sois los ninja que llamó ¿verdad? —Preguntó, mirando a Takumi y a Ren—. ¿Me podríais hacer un favor?

Ryo le hizo una invitación para que ambos genin se subieran al carro al lado de él. Ren prefería ir tumbada, por lo que se subió a la parte trasera donde todavía quedaba hueco al lado de los jarrones, los cuales estaban atados con las paredes del carromato para evitar que estos se movieran demasiado y que se golpearan dejando fisuras o directamente rompiéndose.

— Yo me quedaré aquí atrás, así además puedo mirar por si alguien nos sigue o algo — respondió a su cliente, dejándole la parte delantera a Takumi; no estaban muy alejados entre ellos, así que podrían hablar sin problemas desde allí.

Pero antes siquiera de poder arrancar la caminata tuvieron que detenerse a pocos metros de donde empezaron. Ren asomó la cabeza suavemente desde atrás, y poco a poco mostrando el resto del cuerpo para quedar de rodillas con las manos apoyadas en la madera.

— ¡Hola! Pensaba que no los alcanzaría. —La muchacha, que era algo menor que Ren, se acercó con un par de pasitos al carro, haciendo que Ryo se detuviese.— Soy Nikaido Rei, alumna de Kabin-sensei. Sois los ninja que llamó ¿verdad? —Preguntó, mirando a Takumi y a Ren—. ¿Me podríais hacer un favor?

— Uuhm... ¿Si? — respondió mirando a Takumi, de forma insegura. — Pero estabamos ya apunto de irnos; la misión es lo más importante, blablabla y todo ese rollo — ahora estaba ligeramente recostada sobre el lateral, moviendo una mano hacia los lados en clara observación de que todas esas directrices le parecían un coñazo; los ninjas estaban para ayudar, así que si te tenías que desviar un poco del camino para ayudar a otra persona... ---- Pero cuéntanos, y si podemos, dalo por hecho — sonrió dulcemente cruzada de brazos, apoyándose sobre sus propios brazos y estos todavía sobre el lateral del carromato.

—¿Ya estáis listos chicos? ¡Subid! Que el viaje va a ser largo. —Les informó Ryo.

La amejin se acomodó en la parte de atrás del carro junto a las mercancías, no vendría mal que alguien vigilara que no les pasase nada.

—Yo me quedaré aquí atrás, así además puedo mirar por si alguien nos sigue o algo. —Dijo ya desde la parte trasera del carromato.

Takumi se situó junto al conductor y comenzó a mentalizarse de todas las horas que le esperaban en aquel asiento, siempre y cuando no tuvieran algún problema inesperado. «Mejor no pensar en ello.» No habían llegado al final de la calle siquiera cuando una joven ataviada con ropajes típicos kazejins que únicamente dejaban mostrar uno de sus ojos se paró a la altura del grupo.

—¡Hola! Pensaba que no los alcanzaría. —Ryo detuvo el carro junto a ella. —Soy Nikaido Rei, alumna de Kabin-sensei. Sois los ninja que llamó ¿verdad? ¿Me podríais hacer un favor?

¿La alumna de Yasahiro? ¿Y quería un favor? La verdad es que Takumi no entendía muy bien lo que estaba pasando, pero no podía negar que sentía un mínimo de curiosidad por lo que podría ser aquel favor.

—Uuhm... ¿Si? —Respondió Ren no muy segura mirando al kazejin, el cual le respondió encogiendo los hombros pues tampoco tenía mucha idea de que hacer. —Pero estabamos ya apunto de irnos; la misión es lo más importante, blablabla y todo ese rollo. Pero cuéntanos, y si podemos, dalo por hecho.

—Mientras no nos lleve mucho tiempo ni nos desvíe de la misión no debería de haber ningún problema, ¿no? —Dijo mirando a Ryo, al fin y al cabo el era quien llevaba el carro y tampoco le podíamos hacer esperar de más.

Aunque no podían verla sonreír bajo el turbante, la chica pareció alegrarse mucho por la respuesta de los ninja.

— ¡Tranquilos, no tendrán que desviarse! Es que...

Dejó la cesta en el suelo un momento y, con la misma mano —Que ahora que se fijaban es la única que tenía—, sacó una cartita de entre sus ropas para dársela a Ren.

— Hice un par de esas vasijas y es la primera vendo una. ¡Por eso quiero hacerle llegar una carta de agradecimiento! —Les dijo—. ¿Podéis hacérsela llegar, por favor? Yo hice las de los perros.

Ryo miró a Takumi, que estaba sentado al lado suyo, y se encogió de hombros. No parecía tener ningún problema con eso.

Ren aceptó un pequeño papel de la joven, manteniendo una expresión ligeramente sorprendida. La volteó un poco observando que se traba de una pequeña carta sin más.

— Hice un par de esas vasijas y es la primera vendo una. ¡Por eso quiero hacerle llegar una carta de agradecimiento! —Les dijo—. ¿Podéis hacérsela llegar, por favor? Yo hice las de los perros.

— En ese caso, no creo que tengamos ningún problema con entregarla — respondió con una calida sonrisa, conmovida ligeramente por el empeño que mostraba en su trabajo la joven.

Por lo que decía, era la primera vez que conseguía vender una; seguramente porque su maestro pensaba que había alcanzado un buen nivel para vender sus productos, o tal vez llevaba ya un tiempo intentando vender alguna y por fin lo había conseguido. Fuera cual fuera el caso, mostraba bastante entusiasmo, al fin y al cabo era su primera venta por lo que seguro que la recordaría por siempre en el fondo de su corazón.

Aquel sentimiento era algo con lo que la kunoichi empatizaba, siempre recordaría la primera vez que Oda le escupió en la cara una taza de café a Nanashi, quejándose de que el café que hacia, sabía a esparto y que el de Ren era el más delicioso que jamás había probado; por lo que desde entonces siempre era la encargada de hacer aquel mejunje, y con cierto éxito.

—¡Tranquilos, no tendrán que desviarse! Es que... —Dejó la cesta en el suelo y sacó una carta de entre sus ropas para entregársela a Ren.

En ese momento Takumi se dio cuenta de que a la chica le faltaba un brazo, era una pena que la pobre en su condición tuviera que estar trabajando para poder sobrevivir. Esa era la vida que le esperaba a los habitantes del Viento, si no nacías en el seno de una de las familias nobles te tocaba luchar por sobrevivir y salir adelante; él lo sabía mejor que nadie.

—Hice un par de esas vasijas y es la primera vendo una. ¡Por eso quiero hacerle llegar una carta de agradecimiento! ¿Podéis hacérsela llegar, por favor? Yo hice las de los perros. —«Ayy que mona...»

—En ese caso, no creo que tengamos ningún problema con entregarla. —Respondió rápidamente la amejin.

Ryo tampoco parecía tener problema alguno con entregar la carta así que había consenso.

—Tu tranquila que la entregaremos sin lugar a dudas. —Afirmó. —Y por cierto, hiciste un muy buen trabajo, las vasijas son preciosas. —La felicitó con una sonrisa.

Ahora ya parecía que tenían todo listo para partir de viaje, uno que se preveía muy largo.