Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Apenas era mediodía cuando los jóvenes genin llegaron al lugar indicado a la hora indicada luego de un arduo y complicado viaje por el País del Viento. O quizás no tan arduo realmente, ahora que existían los ferrocarriles.
Dos días atrás, tanto Himura Ren como Tsukisame Takumi recibieron una carta directamente en la puerta de sus casas, citándolos a Inaka para encontrarse con Kabin Yasahiro, su cliente, quien aparentemente había insistido en contratar un ninja de cada aldea de la alianza Tormenta-Espiral.
Para los ninja fue realmente fácil reconocerse entre sí, pues eran las únicas dos personas que se encontraban en aquella calle, frente a aquella casa, justo en ese momento.
Bueno, ellos y un señor que parecía dirigirse al mismo lugar, conduciendo un carruaje con techo que era llevado por dos dromedarios.
(C) Frágil, pero fuerte
Publicada en: Uzushiogakure y Amegakure Solicitante: Kabin Yasahiro Lugar: Inaka
Kabin Yasahiro es un artesano de renombre, famoso por sus vasijas, que se dice que son de las de más alta calidad en todo Oonindo. Hace dos meses recibió un pedido de varias de dichas vasijas y hace apenas un par de días que las terminó. Pero como siempre sucede con sus obras, Yasahiro teme que se haya corrido la voz y que sus vasijas acaben destrozadas, o mucho peor: robadas.
Junto al pergamino está adjunto un mapa con la localización de Yasahiro y su cliente, que están en Inaka y en un pueblo del País del Rayo, respectivamente.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
El viaje en ferrocarril fue una delicia para ella como siempre, el traqueteo de las ruedas para ella era algo especial, haciendo que un largo viaje se tornara en algo efímero. Sobre todo disfrutaba cuando se trataba una locomotora, siendo robusta y bastante imponente, echa de algún tipo de acero y generalmente oscura con detalles de algún color, el simple hecho de verlas le impresionaba y encandilaba. Tal vez si no tuviera aquella manía con los samurais, habría decidido volverse maquinista de una locomotora.
Caminó por las calles mientras portaba en su mano un pequeño mapa, buscando la calle indicada. Le costó un poco avanzar por un lugar tan desconocido para ella, pero gracias a algunas indicaciones que pidió y que era capaz de interpretar hasta cierto punto los mapas, consiguió llegar al que parecía su destino. Una de sus manos se aferraba al asa de su mochila en forma de tiburón, la que usaba de pingüino estaba sucia, mientras que en la otra mano, seguía portando aquel papel; alzando la mirada ante aquella puerta dubitativa de si había tenido éxito, por lo que se abstrajo del exterior, sin darse cuenta de su compañero hasta que esté llamara su atención.
Esta pregunta le asaltaba continuamente la cabeza, confiaba en sus capacidades y daría lo mejor de sí, pero aquel temor ahí estaba. Y para más inri en su primera C se tenía que dirigir, no solo a su ciudad natal, sino directamente a la misma zona de la ciudad en la cual él vivió en su infancia. «Me acuerdo que madre habló alguna vez sobre este tal Kabin Yasahiro, esperemos que no le suene mi apellido...»
Se pertrechó bien si tenía que ir a Kaze no Kuni, junto a su ropa habitual se llevó también un sandogasa y un pañuelo palestino para protegerse del sol y del viento arenoso; llevaba también un petate con un par de odres de agua y algo de carne seca y dátiles.
Llegó entonces a la puerta de Yasahiro y se encontró a una joven obnubilada frente a ella. El kazejin se tuvo que ajustar las gafas, pensando que podía ser un efecto del sol veraniego que caía sobre las desérticas calles de Inaka, pero no, estaba frente a Himura Ren.
—¿Ren-san? —Preguntó mientras se subía ligeramente su sombrero y bajaba su pañuelo, dejando su cara al descubierto. —¿Estás aquí también por lo de la misión?
El primero en entablar con su compañera fue el kazejin, que de hecho fue el único en percatarse que no estaba solo en aquel lugar, pues Ren todavía estaba fijándose demasiado en sus propias cosas como para prestar atención a su alrededor.
Pero la amejin no tendría mucho tiempo para contestarle a su compañero, pues al escuchar la parte de "estar aquí por lo de la misión", el mismo señor que se les estaba acercando antes levantó su brazo, saludándolos.
— ¡Hey! —Saludó, con una sonrisa enorme sonrisa en el rostro—. ¿Sois vosotros los ninjas que me ayudarán con el transporte?
El hombre que les hablaba era relativamente alto y moreno, con los ojos marrones y el pelo de color castaño oscuro, que parecía parecía intentar alejarse de su cabeza formando montones de pinchos que iban a todos lados.
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— Oh, pero si eres... — Giró la cabeza cuando vio que la llamaban, pero no pudo gesticular ni una sola palabra más para responder al que parecía ser su compañero durante aquella misión.
Un hombre bastante alto de color oscuro tanto en la piel como ojos y cabellos los llamó mientras se acercaba. Supuso que sería quién había pedido la supervisión de los dos genins, con la esperanza de que le echaran una mano.
— Sí, supongo que somos los dos — añadió esbozando una leve sonrisa a Takumi. En parte se sentía un poco aliviada, no era un completo desconocido.
Solo lo conocía de aquel combate que tuvieron en el torneo, apenas pudieron intercambiar palabras salvo durante la batalla. Tras lo acontecido en los estadios, la inmensa mayoría de los ninjas los mandaron de vuelta a sus correspondientes aldeas. Bueno, tiempo tendrían de hablar sobre aquello, seguramente durante y tras la misión.
—Oh, pero si eres... —Parecía que la amejin se acordaba de él.
—¡Hey! —Saludó el hombre que transitaba la misma calle que ellos dos mientras se aproximaba a ellos. —¿Sois vosotros los ninjas que me ayudarán con el transporte?
El señor seguramente sería el mismo Kabin Yashiro o alguno de sus ayudantes, era la viva imagen de un kazejin pese a que su pelo pareciera un erizo de mar.
—Sí, supongo que somos los dos. —Le confirmo su compañera de misión.
La verdad es que era un alivio trabajar con alguien conocido, pese a que "conocido" signifique en este caso que se habían dado de hostias en el Torneo hacía unas pocas semanas.
—Tsukisame Takumi, encantado. —Se presentó formalmente junto con una reverencia.
— ¡Yamamoto Ryo, mucho gusto! — afirmó el hombre con jubilo.
— Yo soy Ren, Himura Ren — dijo con una sonrisa contagiada por aquel hombre, llevándose una mano abierta al pecho.
— Creo que os he visto en algún lado...¿Nos conocemos?
Ante aquella última declaración, Ren miraría a Takumi como si intentara buscar respuestas en él, con el ceño fruncido en gesto de desconcierto; se encogería entonces de hombros y soltaría una suave carcajada.
— No lo sé. Pero desde luego yo si que me acuerdo de que este me destrozara bien las pantorrillas en el torneo con unas cuchillas — rió. — Aunque siendo justos... Yo también creo que me excedí cuando golpee aquella marioneta.
Apenas había pasado tiempo de su pequeña aventura en el estadio; pero aunque hubieran pasado varios meses se hubiera disculpado igualmente por aquello, reamente ambos estaban siendo llevados por el momento del combate, pero una vez acababa, Ren volvía a ser tan buena que era tonta, como siempre.
—Creo que os he visto en algún lado...¿Nos conocemos? —Preguntó.
Ren miró al kazejin buscando si a él se le ocurría de qué le podían sonar a Ryo, pero al no tener ni la más remota idea y se limitó a encogerse de hombros.
—No lo sé. Pero desde luego yo si que me acuerdo de que este me destrozara bien las pantorrillas en el torneo con unas cuchillas. —Aunque por la risa de su compañera Takumi se imaginaba que iba de broma no pudo agachar la cabeza levemente. —Aunque siendo justos... Yo también creo que me excedí cuando golpeé aquella marioneta.
—T- tranquila, eso tenía fácil arreglo, no deja de ser madera. —Contestó ligeramente nervioso.
Vale que había sido un combate en un torneo y nadie tenía malas intenciones en él, pero no debía de ser agradable que te apuñalaran y te envenenaran la verdad.
—Puede ser que nos viera en el Torneo de los Dojos, combatimos ahí en la segunda división. —Intentó dar respuesta a Yamamoto. —Si no puede que alguna vez me hayas visto por aquí, suelo venir mucho a Inaka.
— ¡Es verdad, del torneo! —Exclamó el hombre al recordar a los chicos—. Hicisteis un buen combate, los dos.
El hombre se acercó a ambos y le puso una mano en el hombro a cada uno, sonriendo ampliamente.
— Me alegro de que hayáis salido de esa. ¡Yo casi no lo cuento! —Dijo—. Con vosotros acompañándome no tendremos ningún pro...
La puerta de la casa fue abierta hasta la mitad desde dentro por un anciano muy moreno, de ojos azules y de pelo largo y canoso, que los observó durante unos segundos.
— ¿Sois los ninja que contraté? —Preguntó el anciano, inseguro—. Enseñadme el pergamino.
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— Me alegro de que hayáis salido de esa. ¡Yo casi no lo cuento!Con vosotros acompañándome no tendremos ningún pro...
La kunoichi torció un poco el gesto, perdiendo parte de aquella tonta risa que se le formaba habitualmente. Se acarició uno de sus hombros con suavidad y trago con dificultad su propia saliva; aquel comentario le recordó lo desagradable que había sido aquella reciente experiencia. ¿Cuanto había pasado? ¿Una semana, tal vez menos? Y ahí estaba, de nuevo, en una misión que a lo mejor le suponia la diferencia entre la vida y la muerte si se torcia lo más mínimo. En el momento del torneo, el valle era sin duda alguna el lugar más seguro de todo Oonindo, y sin embargo, un par de mal nacidos entraron por la puerta grande reventando en su mayor parte el estadio, y dejando atrás una larga estela de sangre y muertos.
— ¿Sois los ninja que contraté?— La voz de un anciano la recupero de sus breves pensamientos; la puerta de la casa donde estaban todos los presentes se abrió dejando ver al hombre de avanzada edad que preguntó sin claramente fiarse de los genins—.Enseñadme el pergamino.
— Oh claro. El pergamino de la misión — dijo casi para si misma murmurando y buscando en un pequeño portaobjetos que llevaba en la parte trasera de su torso; seguramente Takumi llevaría uno bastante parecido si no igual. Lo mostró, dejando caer suavemente un par de centímetros del contenido, mostrándoselo al anciano.
—Me alegro de que hayáis salido de esa. ¡Yo casi no lo cuento! Con vosotros acompañándome no tendremos ningún pro...
Pero no acabó la frase ya que la puerta de la casa frente la que estaban se abrió y un hombre mayor se asomó mirando a los genins.
—¿Sois los ninja que contraté? Enseñadme el pergamino.
—Oh claro. El pergamino de la misión. —Dijo la amejin enseñando el suyo.
Ese debía de ser Kabin Yasahiro y se le notaba muy desconfiado, pero debía de ser algo normal en el momento en que tu trabajo es un bien de lujo. Por lo que Ryo debería de ser el encargado de transportar las vasijas con los dromedarios.
—Así es. —Le confirmó al anciano. —Tsukisame Takumi, genin de Uzushiogakure, es todo un placer. —Dijo mientras sacaba su pergamino del portaobjetos y se lo presentaba a Yasahiro.
Ambos genin le mostraron el pergamino a su cliente, que acabó abriendo del todo la puerta de su casa luego de echarles un largo vistazo.
— Muy bien, pasad, pasad. —Les dijo Kabin, permitiéndoles el paso—. Gracias por ser tan puntuales.
Luego de que ambos genin entrasen a la casa, Ryo, a quien no le habían nada para identificarse, entró tras ellos. Allí se encontraron con la sala de una humilde casa desordenada y completamente repleta de distintas vasijas, a excepción de una enorme mesa con unas herramientas ya preparadas y lo que parecía ser una vasija a medio hacer.
El anciano se llevó una mano al mentón y miró a su alrededor.
— Lo primero que tendréis que hacer es encontrar las vasijas y ayudar a Ryo a cargarlas en el carruaje. —Si miraban a su alrededor, los chicos notarían que encontrar unas vasijas allí sería prácticamente como encontrar una aguja en un pajar—. Serán fáciles de encontrar. Son solo diez y tienen un número del uno al cinco en la tapa.
El transportista miró a los genin antes de mirar a su alrededor y resoplar.
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— Muy bien, pasad, pasad. —Les dijo Kabin, permitiéndoles el paso—. Gracias por ser tan puntuales.
— Yo soy Ren, Himura Ren. Asi que supongo que usted... — tras atravesar el marco de la puerta, su voz fue bajando en tono poco a poco al ver el tremendo caos del niterior. — Kabin
— Lo primero que tendréis que hacer es encontrar las vasijas y ayudar a Ryo a cargarlas en el carruaje. —Si miraban a su alrededor, los chicos notarían que encontrar unas vasijas allí sería prácticamente como encontrar una aguja en un pajar—. Serán fáciles de encontrar. Son solo diez y tienen un número del uno al cinco en la tapa.
«¿Qué serán fáciles de encontrar? ¿¡No deberían de estar ya en su sitio, listas para que nos las llevásemos!?» Su mirada recorrió con lentitud toda la habitación, aquel pequeño taller seguramente sería también parte de su casa. El por donde empezar era la pregunta clave, y tras compartir una mirada con el transportista que suspiró como si tuviera ya experiencia; o con aquel artesano, o con gente de ese estilo, la kunoichi miró a Takumi para encogerse de hombros. Tal vez no tuviera telepatía pero pudo leer un claro "Pues tendremos que jodernos" en la expresión de la conocida genin de otra villa.
— Supongo que tendremos que empezar por algún lado asi que... — Dijo acercándose a una de las esquinas de la habitación, donde parecía haber menos caos. — ¿Comenzamos por aquí mismamente, y vamos poco a poco? Con suerte, no nos llevará todo el dia... — Añadió con una leve sonrisa, mostrando entre sus manos una de las vasijas con el número cuatro. — Con números del uno al cinco, y eran diez. Supongo que serán parejas de estos.
El anciano les dejó pasar a su casa, Ryo incluido. Era una casa estándar de Inaka, pero estaba patas arriba con infinidad de vasijas por todas partes. «Ahora no me siento tan mal por tener un poco desordenado el taller de las marionetas la verdad...».
—Lo primero que tendréis que hacer es encontrar las vasijas y ayudar a Ryo a cargarlas en el carruaje. Serán fáciles de encontrar. Son solo diez y tienen un número del uno al cinco en la tapa.
Yasahiro podría haber preparado el envío, pero mejor que trabajen los genins... Takumi tampoco quiso decir nada, al fin y al cabo no dejaba de ser trabajo. Su compañera le miró y se encogió de hombros, a lo que el kazejin le respondió levantando las cejas con incredulidad. Entonces la amejin se dirigió a una esquina a ver si con algo de suerte encontraba algo ahí.
—Supongo que tendremos que empezar por algún lado así que... ¿Comenzamos por aquí mismamente, y vamos poco a poco? Con suerte, no nos llevará todo el día...
—Yo empezaré por otra esquina, así barreremos más espacio en menos tiempo. —Dijo mientras se dirigía a la esquina adyacente.
No tardó mucho más en encontrar una vasija con un número tres marcado.
—Con números del uno al cinco, y eran diez. Supongo que serán parejas de estos.
—Seguramente, yo ya tengo una con el tres. —Dijo mostrando a la morena su hallazgo y, a la vez, pudiendo observar que esta tenía otra de las vasijas que estaban buscando.