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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Ranko asintió. Era incierto cuánto tardarían en llegar a las minas, pero era mejor ir preparados. Kazuma razón con respecto a ello. La chica, sorprendida por el uso de Fuuinjutsu del peliblanco, hizo algo similar, pero guardó las dos botellas de agua, las nueces y las frutas deshidratadas que acababa de comprar en su mochila. Asintió de nuevo.

¡En marcha!

A pesar de la poca experiencia que Ranko tenía al suroeste del continente, y de que no era la mejor leyendo mapas, no debería de costarles mucho trabajo llegar a las minas. La razón era que el río serviría como una guía enorme. Sólo había que seguirlo hacia el norte. Fácil. ¿No?

”Sí, fácil” quiso pensar la chica.

Comenzaron a caminar y el primer obstáculo se hizo claro para Ranko: la arena. Sus pies, acostumbrados a caminar sobre tierra y hierba, se sentían ajenos a aquel suelo tan blando e inestable. No era algo terrible de andar, pero sí era incómodo.

Tardaron algunos minutos en cruzar a la zona oeste de Inaka. Pasaron por encima del puente y luego viraron al norte, siguiendo aquel calmado cauce. La vegetación era muy escasa, y casi ponía triste a la kunoichi, tan familiar con las plantas. El sol se alzaba inclemente a su derecha, punzante como los cactus que le daban la bienvenida. Ranko no sabía si echarse alguno de los kimonos de su mochila encima o no. ¿Si se cubría, le daría más calor por estar cubierta o menos calor por estar protegida del sol? Debían de haberles enseñado eso en la Academia...

Creo… Creo que extraño el Bosque de Hongos… —Le comentó la de la trenza a su amigo, con una risita nerviosa. Ella intentaba no acelerar mucho su paso para no dejarlo atrás.
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#17
Al principio la caminata era como una excursión, casi como un paseo, pues durante las primeras horas de la mañana el desierto es benevolente. Sin embargo, a medida que el día maduraba el sol pasaba de ser el cálido rey de los cielos a ser un tirano implacable. Pero la incomodidad no estaba solo arriba, la arena era algo nuevo para ambos ninjas. Dentro de su propio elemento, los densos bosques y las ramas de los árboles, moverse les era fácil; pero aquel terreno blando y cambiante hacia que cada paso costase el doble de esfuerzo, dificultando la marcha.

Creo… Creo que extraño el Bosque de Hongos… —Le comentó la de la trenza a su amigo, con una risita nerviosa. Ella intentaba no acelerar mucho su paso para no dejarlo atrás.

Este sitio no esta tan mal —comento, mientras trataba de mantener el paso—, tiene su propia belleza, de un modo brutal y agotador.

La marcha se mantuvo sin mayor problema, siempre siguiendo la ribera del río. Para cuando llego el crepúsculo y habían recorrido lo que podría juzgarse como medio camino, se hizo el momento propicio para descansar. Kazuma señalo unas palmeras cerca la ribera del río que parecían formar un perímetro.

Lo primero era hacerse con fuego, para calentarse y mantener alejadas a las bestias. Al principio podrían bastarse con una pequeña llama, pero pronto el helado soplo de la noche les obligaría a incrementar el tamaño de la fogata. Luego, podrían sacar la comida y alimentarse un poco.

Hyakunen me no mezameni yobarete… Otoko tachi wa mukau, toki no suna wo kaeru journey —canturreo Kazuma mientras entre dos de las palmeras ataba un par de cuerdas, sobre las que iría estirada una lona—. Kusari no you tsuranaru…

Tardo más de lo esperado haciendo nudos y verificando la solides de las plantas que hacían la veces de viga, pero al fin consiguió tener listo su versión de un nido.

¿Qué tal? —dijo a Ranko en cuanto hubo terminado—. No es la hamaca más bonita del mundo, pero servirá.

»Y tu… ¿vas a dormir en el suelo? —pregunto a su compañera.
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#18
Era raro escuchar la palabra “belleza” al lado de “brutal y agotador”. Pero Kazuma era un poeta, así que Ranko le concedió aquel punto con una risita.

Me pregunto si… Si estas plantas florecerán e-en algún momento… —Una flor en un desierto. Eso sí le parecería poético.

El camino era cansado, pero se mantuvo constante. La arena le disgustaba a Ranko más y más a cada paso. Era tosca, áspera e irritante, y se metía por doquier. El río al lado del cual caminaban parecía mantener el aire lo suficientemente fresco como para no agobiarlos demasiado. Entre alguno que otro comentario, las sombras se acortaron y alargaron, hasta que el sol fue cayendo en el horizonte. Coincidieron en que era momento de parar la marcha por la jornada.

Ranko asistió al peliblanco, buscando entre la escasa vegetación las suficientes ramas para hacer una hoguera. No había mucho de dónde escoger, y le llevó algunos minutos hacerse de la madera necesaria. Cuando la hubieron adaptado al sorpresivo frío que había en el desierto, y Ranko alistaba su bolsa de dormir, se escuchó en el mini-campamento la voz de Kazuma, quien canturreaba algo sobre hombres haciendo un viaje en las arenas del tiempo. Por alguna razón le sonó a una canción bastante masculina. La chica sonrió.

Ca-Canciones a la luz de la hoguera… S-suena genial —Entonces, la kunoichi vio lo que su amigo había estado preparando: una especie de hamaca entres las palmeras . ¡Woah! ¡Kazuma-san, es genial! Yo… —Miró a su bolsa de dormir, sobre la arena, entre maleza y una palmera joven. No sabía cómo el espadachín había logrado construir eso. Tal vez le preguntaría después —. S-sí. La arena no está caliente a esta hora. ¡Qué interesante la noche en el desierto!

Ranko echó un vistazo en derredor. La luna y las estrellas se notaban hermosas, más que nunca, en especial porque no había nubes que las cubrieran. La temperatura había bajado bastante, al punto en que Ranko se había echado otra muda de ropa encima. Algo que también se le hacía extraño era la ausencia de sonidos de animales. ¿Dónde estaban las aves? ¿Las bestias? Sabía que había criaturas en tal bioma, ¿cuándo las vería? Algo le molestaba.

¿Cree Kazuma-san que haya que hacer guardias? —preguntó casi sin querer.
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#19
No creo, estamos en un lugar recóndito y el fuego mantendrá lejos a los animales —aseguro mientras se acomodaba en su lecho colgante—. Aun así, es mejor dormir con las armas a mano.

Dijo aquello y acomodo su ninjato, de manera que si llegase a necesitarlo lo tuviese al alcance de un simple movimiento. Sabía que lo ideal hubiese sido que alguien mantuviese una guardia, pero solo eran ellos dos y lo que llevaban de viaje no les había permitido descansar adecuadamente. Además, el día siguiente prometía ser igual o más duro, por lo que un descanso completo les ayudaría bastante.

El desierto es bonito durante la noche —dijo mientras se mecía, dejando que una de sus piernas colgara mientras seguía con su vista el recorrido de la luna—. De donde vengo jamás se ven las estrellas, por lo que el firmamento me sigue pareciendo algo sorprendente.
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#20
Ranko concordó con Kazuma y acomodó a Higanbana, su wakizashi, a su lado. Luego miró por largo tiempo al firmamento.

S-sí. No me molestaría pasar otra noche bajo este cielo. A-a pesar de la arena”Oh, sí. El pueblo de Hanamura ¿Lo extrañará?” La chica recordó una historia antigua sobre esperanzas y perseverancia hasta el infinito, y susurró algo que había leído en ella —. Todas las luces del cielo son estrellas.

Se quedó pensativa por un buen rato. ¿Qué sabía de las Minas de Akuma? Al parecer eran peligrosas. Sentía que aquel momento de fría belleza nocturna era como el respiro antes de zambullirse. ¿Les esperaba algo tan malo si una de las paradas que hacían era así de relajante? ¿Sería un destino tan terrible como el calor del mediodía en aquellas tierras? ¿O sería algo sencillo de resolver, y el punto del viaje eran los amigos hechos en el camino.

No le quedó más que tomar el manto estrellado como un buen agüero, y suspiró a la noche.

De-Descansa, Kazuma-san. Espero que tu ha-hamaca esté cómoda.

Y cerraría los ojos.

Si nada interrumpía el descanso de los genin, Ranko se despertaría ante la primera luz, difuminando la oscuridad de un levísimo amarillo y naranja, para calentar como hacía todos los días. Esperaría un instante antes de despertar al peliblanco, si es que estaba despierto aún, lo saludaría y tal vez desayunarían algo. La chica se llenaría de ánimos para caminar una vez más bajo el sol, acompañado del poeta y el río.
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#21
Kazuma despertó poco después que su compañera, saludo, dedico algunos minutos a estirarse y luego se sentó a desayunar. Visto de mañana el desierto era un lugar bastante bonito, era como si el sol fuese de oro líquido y se desparramase por el azul lienzo del cielo. Y pensaba en quizá si era así, pues el que fuese un precioso metal fundido explicaría los abominables calores de las horas diurnas.

Bien, es hora de ponernos en marcha —diría luego de haber recogido todo.

La marcha fue tal como había sido el día anterior, con un paisaje que parecía exactamente el mismo. El tiempo paso lenta y calurosamente, pero la incipiente visión de las montañas al norte les marcaba el buen camino. Finalmente, en un atardecer rojizo, llegaron a su destino, las Minas de Akuma.
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#22
Adelante.

Y con decisión, iniciaron la segunda parte de al travesía rumbo al norte. Aunque pronto se volvió hastío. A pesar de lo hermosa que era la noche desértica, el paisaje bajo el sol no era para nada del gusto de la de la trenza, quien se cansó de ver los mismos arbustos, las mismas palmeras y las mismas dunas a la distancia. Definitivamente habría muerto perdida en la arena si no tuviese un río que indicase la senda.

”Debo de pensar en positivo, sí. ¡Es entrenamiento! Un terreno difícil como la arena definitivamente servirá de ejercicio para piernas. Sí. Entrenamiento.”

Las sombras se alargaron y el cielo se enrojeció. Después de pasar a una buena distancia de un enorme lago, y de pasar de largo el puente a la ribera este del río, vio montañas a la distancia y algunas estructuras en sus faldas.

¡Al fin, gracias a los cielos! A-allí debe ser, ¿no, Kazuma-san?

Y con decisión renovada, anduvieron en dirección a las Minas.
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#23
El camino de tierra paralelo al rio estaba bien marcado, sin duda era la única ruta minimamente transitada de aquella zona. Y conforme ambos ninjas se acercaban a las Minas no tardarían en encontrarse un obstaculo en dicho camino. Un obstáculo en forma de niño que no llevaba al metro y medio de altura, de hecho, estaba casi un decimetro por debajo.

¡Eh! ¿Donde vais, vosotros? No se puede pasar de aquí, dad media vuelta de inmediato. — les gritó en cuanto entraron en su campo de visión.

Llevaba el pelo corto, puntiagudo, de color amarillo brillante. Vestía un yukata de cuerpo entero de color azul claro con detalles blancos, dos katanas atadas al obi que sujetaba el yukata por la cintura y las tipicas sandalias que usaban los shinobi. A pesar de que su apariencia era de todo menos intimidante, su voz les sugería que se lo pensasen dos veces. Era profunda y su tono confiado.

Ni Ranko ni Kazuma podían determinar si el chico llevaba más armas o qué katanas en concreto llevaba en la cintura, deberían acercarse bastante más. (Percepción 20)


Ya estoy aquí. Masterizo con mi cuenta porque me da pereza hacerlo con Sama-Sama y así evito equivocarme en próximas ocasiones. Ya sabeis como va esto, 72 horas cada uno y nadie resultará herido.


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#24
Kazuma primero escucho el grito y luego, recién, fue que reparo en la presencia de aquel guardián en miniatura.

Saludos, venimos de Kusagakure y se nos ha llamado para cumplir con una misión en las minas —contesto, manteniendo la distancia para no dar la impresión de agresividad.

Pensó que aquello resumía bastante bien que hacían allí, sin tomar en cuenta el inmenso viaje y todo lo visto.

Se le ve bastante tenso, tu también dile algo Ranko-san —pidio en voz baja, recurriendo a su amiga, a quien consideraba la mejor imagen que ambos podían presentar.
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#25
Un pequeño les salió al paso ("¿O ya estaba allí? ¡Ay, no puedo creer que no lo haya visto antes con tanto espacio libre! ¿Será uno de esos espejismos?") ante la sorpresa de la kunoichi, prohibiéndoles el paso. Aunque Kazuma les presentó, instó a Ranko que también le dijera algo.

S-sí, ahm… Di-disculpa. Somos Sagisō Ranko y Hanamura Kazuma, y-y como Kazuma-san dice, solamente vinimos a-a cumplir una misión. U-un encargo. En cuanto terminemos, nos retiraremos.

Ranko mostró sus palmas, declarando sus intenciones de no pelear, y dio un par más de pesados pasos hacia adelante. Alcanzaba a ver que estaba armado, así que no se confió del todo. No se acercaría a menos de cinco metros del chico.

N-no traemos problemas. ¿C-c-cómo te llamas?

Si había algo mejor que arreglar las cosas a golpes, era discutirlas. ¿No? Tal vez podrían convencerlo de dejarlos pasar sin problemas.
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#26
El espadachín escuchó lo que los ninjas tenían que decir y relajó la posición al instante. La información que le estaban dando los muchachos coincidía con la que tenía él. Tenían que llegar unos ninjas de Kusagakure con una misión y ahí estaban. Todo encajaba. Sin embargo, mantuvo una mano apoyada sobre el mango de una de sus espadas.

Bien, os estaba esperando. En marcha, no hay tiempo que perder. — y sin cruzar una sola palabra más, se puso en marcha, siguiendo el camino que él mismo les había interrumpido.

Confiaba en que los ninjas le siguiesen, vigilandolos de reojo por si intentaban cualquier cosa.


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#27
Kazuma se giró hacia su compañera y alzo los hombros, parecía que la cuestión sería tan fácil como seguirle. Aun así, se veía aquel chico se mantenía receloso; pues de tanto en tanto se echaba un vistazo de sospecha hacia atrás, y en cada una de las ocasiones se encontraría con el rostro sereno, casi de sueño, del peliblanco, también el de su amiga.

¿Cuántos años crees que tenga? —le pregunto a Ranko mientras seguían al chico—. Se me hace raro dejar a alguien tan… joven vigilando.
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#28
El joven parecía ser un guardia de las Minas, posiblemente un aliado del comerciante Yōgi. Les indicó que lo siguieran mientras relajaba su guardia. Ranko también perdió tensión, y le dedicó otra reverencia.

M-Muchas gracias.

El camino era más fácil aún, pues tenían un guía además del caudal a su diestra. Si el chico volteaba a verlos y la kunoichi se daba cuenta, le sonreiría con timidez. Dejaría por supuesto, algunos metros de distancia, pues no quería que el niño se sintiera atosigado o bajo presión. Kazuma entonces le hizo una pregunta sobre su intuición acerca del niño.

N-no sé —La de la trenza no era buena para calcular edades. La chica intentaría bajar la voz para no parecer grosera ante el mencionado —. ¿Diez? ¿Doce? Aunque… Ta-tal vez es un niño muy poderoso.

Nunca se debía juzgar la fuerza de un contrincante por su apariencia. Ranko se imaginó al chico, mucho más joven, entrenando intensamente bajo el sol del desierto. Después de un momento, la de la trenza se aventuró a intentar charlar con su guía.

Di-disculpe… C-creo que no escuché su nombre…
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#29
El guardia les oía murmurar a sus espaldas pero sencillamente les ignoraba. Para cuando Ranko le preguntó por su nombre ya estaban en lo que parecía a todas luces un campamento improvisado.

Había un total de tres tiendas en un pequeño terreno llano que se hallaba antes de una leve bajada que llevaba a una de las entradas a las minas de Akuma. El lugar del campamento era perfecto para ver aquella entrada. Una de las tiendas era el doble de grande que las demás y era hacia la que se dirigía el muchacho.

Di-disculpe… C-creo que no escuché su nombre…

No os lo he dicho. — aclaró parándose en la puerta de la tienda.

Pero justo entonces salió un hombre joven con una capa de piel que no pegaba ni con cola en aquel lugar. Era rubio y tenía el rostro inmaculado, pelo largo y cuidado, recogido en una cola de caballo. Ojos azules y penetrantes. Dio un aplauso y se dirigió al otro muchacho. La ropa bajo la capa era sencilla, una camiseta de manga corta y unos pantalones cortos, ambos blancos e igual de inmaculados que su higiene personal.

Muy bien, Kyo. Campeón. — le dio una palmada en la espalda y se dirigió a los ninjas. — ¿Sois los ninjas de Kusagakure? — preguntó frotándose las manos.


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#30
Efectivamente —contesto el peliblanco haciendo una reverencia—. ¿Y usted es…?

Parecía bastante obvio que aquel debía ser quien les había solicitado para una misión, Yōgi el comerciante; pero ya había aprendido por las malas que, aunque algo fuese muy simple y evidente, dejarlo sin cuestionar podía fastidiar todo lo que viniese después.
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