Yōgi estaba dormido, embutido en su pijama de alguna tela mucho más suave que nada que fuesen a tocar los ninjas en semanas. Por suerte, las raciones estaban encima de una mesa debidamente preparadas y no tuvieron problemas en encontrarlas.

Kyo les saludó una vez salieron, estaba en la puerta de la tienda, haciendo guardia. Les observó en silencio dirigirse a la puerta de la cueva.

En la puerta de la cueva todo seguía como antes, aquella niebla extraña se mantenía baja de momento, probablemente gracias a que el aire exterior la disipaba un poco. Una vez en la entrada verían que era un pasillo, por lo menos hasta donde alcanzaba la vista. Un pasillo que bajaba lentamente en linea recta. Los respiradores parecían funcionar, claro que, de momento, no habían metido la cabeza de lleno en aquel veneno gaseoso.

Un ligero sentimiento claustrofóbico recorrió su cuerpo. La niebla no ayudaba con la atmósfera, y le hacía sentir que saldría algún monstruo de la nada. Aunque, claro, si eso sucedía, lo patearía en la cara sin pensarlo.

”Para ser un conejo, nunca había estado en un túnel…” tragó saliva, nerviosa.

Kazuma le hizo relajarse con la imitación de algún villano dando lo que sonaba como el mejor giro de trama. Ranko rió, olvidándose momentáneamente de la gravedad de la situación. Era mejor ir de buenas al infierno. Se unió al juego por un rato.

—Crees que el bosque es tu aliado, pero meramente lo adoptaste —dijo Ranko, con voz igual de grave, imitando la voz de algún villano que había leído en algún manga hacía algún tiempo —. Yo nací en él, dejé que me moldeara.

Rió de nuevo. Ahora aquel lugar no se notaba tan tétrico. Peligroso, sí, y aquella nube que los tragó al descender lentamente en aquel túnel no presagiaba nada bueno. Pero ya no tenía miedo.

Kazuma miro hacia la oscuridad, luego hacia las provisiones que llevaba y entonces se dio cuenta de aquello que iban a necesitar.

—Espera un poco —le dijo a su compañera mientras corría a unos de los fuegos del campamento.

Necesitarían de luz en medio de aquella oscuridad, por lo que llevar una antorcha encendida era lo mejor por el momento. No sabía cuánto duraban ni estaba seguro de cuantas había entre las provisiones, pero esperaba que le alcanzaran.

—Ahora, si, vamos —dijo mientras comenzaba la marcha hacia la oscuridad, cargando en alto una pequeña llama que en comparación era minúscula, casi ridícula.

Kazuma encendió una antorcha, lo cual era algo completamente logico, pues en apenas dos pasos estarían en penumbra y a los diez en plena oscuridad, sin una fuente de luz estarían aún más perdidos.

Conforme pasaban los minutos y se adentraban más y más, no parecía que hubiese más caminos que el que estaban siguiente, recto y descendiente. Ni una sola bifurcación, ni siquiera un obstáculo o un recoveco por el que poder pasar. Las paredes eran roca solida y el techo, aunque alto, era visible.

El gas ya cubría toda la estancia, desde casi un metro por encima de sus cabezas hasta el suelo, por lo que los respiradores serían puesto a prueba. Y de momento, ninguno de los dos parecía tener problemas para respirar.

Al cabo de un rato, cuando el pasillo dejó de descender y empezó a avanzar en llano, también se estrechó, así que tendrían que ir de uno en uno y con poco espacio para maniobrar.

El trayecto comenzó con un descenso prologado, tan largo que para cuando terminó y llegaron a lo plano ya no se podía ver la luz de la entrada. Era claro que estaban en otro entorno. La máscara parecía estar funcionando bien contra la densa niebla purpurea que yacía amontonada a su alrededor, aunque hacia poco o nada contra el desagradable olor.

«Este lugar huele a trasero de mula», pensó, deseando pronto acostumbrarse hedor.

Luego de un rato de marcha, llegaron a un estrecho pasillo, tanto como para solo permitir el paso de uno a la vez. Kazuma se detuvo a un lado y le ofreció a Ranko la vanguardia; no porque fuese un caballero, sino porque en caso de algo inesperado ella tendría las manos libres para intentar defenderse.

«Pero si algo viniese por la retaguardia…», se preocupó, aunque de inmediato desecho el pensamiento por considerarlo poco probable.

En retrospectiva, Ranko se preguntaría si había riesgo de que el gas fuese infamable. Pero en ese momento sólo se alegró de que al peliblanco se le hubiese ocurrido iluminar el camino.

—Oh. ¡Gracias, Kazuma-san!

No solo la visión se redujo, pues aparte de estar bajando en un largo pasillo pronto se vieron cubiertos de aquella niebla venenosa, sino los sonidos también. En lugar del viento del desierto y el rasgar de la arena, se escuchaban los pasos de los genin, acompañados sólo del sonido de sus respiraciones. Por un momento, Ranko se preguntó si el gas había afectado sus oídos.

Al cabo de un tiempo, el descenso se detuvo y el túnel se tornó horizontal, pero más estrecho de lo esperado. Kazuma se ofreció a ir detrás y Ranko aceptó. Caminó por delante, aunque al instante se notó que no era tan buena idea: La kunoichi era más alta que el espadachín, y al avanzar una larga sombra se vertía sobre el camino a seguir. Ranko, frunciendo los labios, comenzó a caminar de costado, intentando darle espacio a la antorcha de proyectar su luz de mejor manera, aunque no era lo óptimo.

Una idea surcó su cabeza de repente.

—E-espera, quiero averiguar algo… A-ahora que no hay problemas cerca.

Ranko hizo cuatro sellos y luego un gesto a Kazuma para que se girara e hiciera la cabeza a un lado. Esto con el objetivo de escupir una roca que cayera detrás de él. Pronto, la roca se transformaría en una copia idéntica de Ranko tras el peliblanco. La chica había hecho el Iwa Bunshin para descubrir algo más de su funcionamiento, y que tal vez pudiese utilizarlo a futuro. ¿Necesitaría un clon de rocas respirar? ¿O podría hacerlo aparecer con un respirador de roca? Nada mejor que la experimentación para conocerlo.

”Mejor gastar un momento en descubrirlo en calma, a llegar a un momento crítico y averiguar que no funciona a como esperaba…”


Estado de Ranko
CK: – –
Técnica usada: Doton: Iwa Bunshin no jutsu x 1 [Ninjutsu elemental]

Aquel corredor, largo y estrecho, era un lugar incómodo para transitar.

Mientras caminaban, algunas preguntas se agolpaban en la mente Kazuma: ¿Que tan antiguo era aquel sitio? ¿Qué era lo que extraían allí? ¿Qué era y de donde venía aquel gas venenoso? Le pareció que todo aquello era digno de ser investigado con detenimiento.

Al cabo de un rato, Ranko llamo su atención para comprobar algo, la teoría del clon. Una roca cayo tras él y en unos instantes había tomado la forma de su compañera. No importaba cuantas veces viera aquello, el crear clones le seguía pareciendo algo extraordinario.

Ranko no veía donde pisaba, al menos no claramente porque tapaba la mayor parte de la luz, que provenía de la antorcha que portaba Kazuma. Entre eso y la leve niebla toxica podría haberse pasado varios billetes de cinco millones de ryos y no haberse enterado. Entonces detuvieron la marcha y Ranko decidió crear un clon de tierra detrás de Kazuma para que cubriese la retaguardia.

El clon apareció y les miró. No paso nada espectacular. Pero claro, para saber si el veneno actuaba o no, el clon tendría que decirles algo y los clones de tierra no tienen una conciencia propia. Tampoco podrían apreciar si le hacia daño porque el veneno actua de dentro hacia fuera. Así que tendrían que suponer a ciegas o esperar a ver si con el tiempo el clon llega a su limite de daño recibido y se deshace.

El clon se miró a sí mismo de arriba a abajo, se encogió de hombros y alzó un pulgar mientras hacía un gesto de “Creo que todo está bien”. Ranko se llevó las manos a la cadera, medio satisfecha. Eso tendría que bastar.

—Parece que funciona… —dijo la chica en voz baja, y se dispuso a continuar.

Sin embargo, apenas y podía hacerlo. Sólo no se chocó con una pared porque, bueno, aparte de que el camino estaba recto, podía ver parte del techo y la parte superior de las paredes. Debajo de eso, su sombra, aunándose al gas, bloqueaba su visión, como si caminase en el abismo. Se detendría y giraría hacia su amigo.

—Kazuma-san… Ahm… Creo que esto no va a funcionar… C-creo que deberías ir delante para iluminar el camino apropiadamente. No puedo ver la mitad de bien… —Era o ver el túnel relativamente bien o arriesgarse a toparse con algo sólo por tener la opción de una ofensiva pronta —. ¿Y-y si el bandido plantó una trampa e-en el suelo?

Ranko se pegaría a la pared, apretándose lo suficiente para dejarle pasar al peliblanco y evitar ser quemada por la antorcha. El clon de roca seguiría detrás, mirando de vez en cuando hacia atrás, hacia la oscuridad y las sombras proyectadas en aquel ominoso gas.

Kazuma levanto la mano y saludo al clon como si fuese una visita. Luego, atendió a lo dicho por su compañera, aceptando pasar al frente para llevar la antorcha. No había reparado en lo de la altura, aunque luego de moverse frente a Ranko se le hizo claro, hasta gracioso.

—Una trampa… —repitió, lentamente—. No hay forma de saberlo, además de que esta niebla no deja ver mucho... Pero si podemos tener listo un Kawarimi o un Shunshin creo que estaremos bien.

Al final la parte más difícil de la misión puede que fuese el enfrentarse a la incertidumbre, a esa tención que dificulta el correcto pensar cuando se camina hacia lo desconocido. Le hubiese gustado pedirle a su compañera que estuviera atenta ante la más mínima irregularidad; pero aquel no era el bosque, donde una rama rota podía indicar el camino, era un sitio donde cada metro era un avance hacia lo nuevo y lo desconocido, y donde solo había neblinas y sombras que nada decían.

Por suerte para los ninjas no encontrarían trampas de ningún tipo. El pasillo seguiría un par de cientos de metros más hasta llegar a un punto en que se ensancharía y empezaría a ascender.

En cuanto subiesen un poco por la rampa se darían cuenta de que la niebla se iría volviendo más fina hasta desaparecer por completo. El momento en que la niebla venenosa dejase de ser visible, la rampa acabaría y el pasillo volvería a ser recto y con una anchura suficiente para que andasen los dos uno al lado del otro.

De nuevo, no parecía que hubiese ninguna bifurcación ni camino secundario de ningún tipo, solo un pasillo recto.

«¿La niebla se ha ido?», se extraño.

La ruta parecía consistir en solo un enorme e interminable pasillo que, en el tramo donde estaban, se ensanchaba lo suficiente como para permitirles caminar con un poco más de libertad.

—¿Qué piensas, Ranko-san? —interrogo mientras caminaban—. Uragiri-san dijo que había muchos caminos aquí dentro, creo que pronto deberíamos ver bifurcaciones…

Aquel hombre también había dicho “Si pierdes de vista la entrada, es improbable que la vuelvas a encontrar”. Eso lo recordaba bien, pero no le pareció propicio repetir aquello.

Ranko estaba tan desconcertada como Kazuma. Habían bajado y luego subido, y la niebla había desaparecido al terminar el tramo. Ahora tenían más espacio que antes. ¿Cuál había sido el punto del descenso anterior?

—S-sí… Pensé que una mina bajaría constantemente para… pues… minar. E-esperaba encontrar cosas más… mineras. ¿Y si… Y si nos las pasamos?

Ranko se llevó el dedo al mentón. ¿Qué tal que las entradas habían quedado ocultas por la niebla, y habían estado demasiado enfocados hacia adelante como para ver los huecos en las paredes? ¿Sería posible? Por otro lado, se suponía que sólo había una entrada/salida, así que las bifurcaciones debían estar más adelante, ¿no?

—Aunque no vi ninguna bifurcación… Sí, tal vez vienen pronto. A-al menos el camino de vuelta será recto. Hasta… hasta el momento…

No había mucho más que hacer, además de seguir adelante. Si Kazuma no objetaba, continuarían caminando en aquella esfera de luz que proyectaba la antorcha. No queriendo repetir un posible error, Ranko comenzaría a fijarse en las paredes, buscando alguna posible vía alterna o bifurcación.

Mientras tanto, la Ranko de piedra les seguía unos metros por detrás, y continuaba dado vueltas cada tanto, intentando estar preparada para un ataque por la retaguardia. Aunque claro, era mucho más difícil ver en aquella oscuridad tras la sombra de los genin reales.

A pocos minutos de empezar a andar por aquella nueva sección completamente recta y sin veneno verían en la lejanía un obstaculo en el camino y una leve luz al final del pasillo visible. Hasta que no estuviesen a pocos metros de él no reconocerían que se trataba de un cuerpo o de una persona extremadamente quieta que no da signos de respiración alguna.

(Percepción 20) Si entonces miraban al suelo, se darían cuenta de que en algún momento habían pisado un charco de sangre sin darse cuenta ya que detrás suyo había todo un reguero de huellas de sus propias sandalias.

Delante de ellos se abría una enorme galería cuyo techo tenía diversos agujeros por los que entraba algo de luz natural. El cuerpo estaba justo en lo que podría considerarse la puerta de dicha galería así que apenas recibía luz, si querían investigarlo tendrían que usar la antorcha.

El cuerpo mostraba signos de haberse arrastrado varios metros, estaba boca abajo y tapado con una enorme capa negra, solo se le veía la cabeza, las manos y las piernas que sobresalían de la capa. El rastro de sangre empezaba con un enorme charco donde había empezado a arrastrarse, el que habrían pisado los ninjas sin darse cuenta, hasta donde estaba ahora tirado.

En la mano derecha, estrujado con fuerza, sujetaba un trozo de papel que parecía tener algo escrito. En la izquierda, un pergamino cerrado que parecía tener años de antigüedad por el estado en el que se encontraba.

En cuanto viera el cuerpo, Kazuma le haría una señal con la mano a Ranko para que se detuviera. Delante de ellos estaba lo que parecía ser un cuerpo inerte, iluminado por la luz natural que se colaba a través de unos agujeros en el techo. Acerco la antorcha al suelo e ilumino los pies de ambos. Inmediatamente se hizo visible una especie de sendero de sangre que ellos habían pisoteado.

«Y aquí es donde todo comienza a ponerse feo», dedujo.

Lo siguiente era avanzar hacia el cuerpo para investigarlo. Kazuma se fue por un lateral, esperando que su compañera fuese por el lado contrario para rodear. Hizo un gesto de espera con la mano, mientras que con la otra elevaba en alto la antorcha. Luego utilizo aquella mano libre para extraer de su portaobjetos un shuriken, una estrella de acero que arrojaría contra el presunto cadáver. La intención era obvia, sino se movía podían proceder.