Kazuma sonrió cuando el mercader verifico que el contenido del maletín estuviese completo, le agradaba aquella sensación de logro luego de una misión.

—Entregad esto al regresar a vuestra aldea. Supongo que habéis cumplido la misión. —Le dijo, y sus ojos fueron a parar a la herida que tenía el chico en el hombro. El espadachín sabía que la había provocado él mismo, pero todavía era demasiado orgulloso como para disculparse directamente—. Tenemos vendas, si las necesitas.

—Gracias, tomare unas cuantas —dijo el peliblanco antes de dedicarse a buscar las vendas.

La herida no era muy profunda y, por suerte o habilidad del atacante, no llegado al hueso. Aunque era cierto que le dolía, para tratársela adecuadamente tendría que esperar hasta llegar a Inaka, donde podrían suturársela. Para ese fin, le vendría bastante lavarse la herida y hacerse un vendaje bien apretado.

—Entonces, con esto hemos terminado —concluyo mientras se guardaba el pergamino firmado—. En cuanto a Uragiri-san… Imagino que tendrán que hablar sobre lo sucedido. ¿Está bien si lo dejamos aqui?

"Ah... Kazuma-san y yo necesitamos anteojos..." pensó la kunoichi con aire derrotista al escuchar dónde habían encontrado el objeto.

Yōgi confirmó que el contenido del maletín estaba completo, y su hermano le entregó a Kazuma el pergamino donde marcaba la misión como completa, además de ofrecerle vendas para tratar su herida. Ranko suspiró de alivio. Una encomienda más para su historial.

—Fue un gusto trabajar con Yōgi-san. ¡E-espero que le quede u-un buen sabor de boca de los shinobi Kusajin! S-si a Kazuma le parece podría ayudarle a ve-vendarse la herida, si Yōgi-san me regala un poco de agua para lavársela, p-por favor...

Si se lo otorgaban, se pondría a atender el corte. Intentó recordar si Kyo se había disculpado por haber herido al peliblanco o no. Entre ratos, miraría tímidamente a la alta mujer pelirroja.

—Ahm... Violeta-senpai... Regresará c-con nos... nosotros a Kusagakure, ¿n-no? —Ranko se sentía más apenada que nunca.

Kazuma rápidamente encontró las vendas en uno de los sacos que le indicó Kyo.

—Entonces, con esto hemos terminado. En cuanto a Uragiri-san… Imagino que tendrán que hablar sobre lo sucedido. ¿Está bien si lo dejamos aqui?

Kyo se cruzó de brazos, mirando a Uragiri con odio.

— Sí. Nosotros nos encargaremos de él. —Dijo, pero rápidamente se corrigió al darse cuenta de que había sonado mucho más agresivo de lo que pretendía—. Quiero decir, lo llevaremos con las autoridades.

Mientras tanto, Ranko se dirigió a Yōgi.

—Fue un gusto trabajar con Yōgi-san. ¡E-espero que le quede u-un buen sabor de boca de los shinobi Kusajin! S-si a Kazuma le parece podría ayudarle a ve-vendarse la herida, si Yōgi-san me regala un poco de agua para lavársela, p-por favor...

El hombre dejó de bailar de repente, como si hubiera recordado que en la habitación habían más personas aparte de su maletín y él.

— ¡Sí, sí! ¡Si ya sabía yo que tenía que daros una oportunidad y confiar en vosotros! —Exclamó el Yōgi, alegre.

— Hay más cantimploras en ese saco. Podéis tomar cuantas queráis. —Añadió Kyo, apuntando a uno de los sacos mientras regresaba con su hermano.

Si Kazuma así lo permitió, la kunoichi se pondría a atender el corte de su compañero, pero no perdió la oportunidad de mirar también a su nueva compañera para preguntarle si regresaría a Kusagakure.

De brazos cruzados, la mujer se lo pensó un par de segundos antes de suspirar.

— Sí... —Terminó por responder la pelirroja, con una leve sonrisa que iba dirigida a los genin—. Pero antes quiero visitar mi aldea para saber cómo están mis padres.

Luego de haber pasado tanto tiempo sellada... realmente le preocupaba saber si se encontraban bien.

» Podemos hacer la mitad del camino de vuelta juntos y... luego nos veremos en Kusagakure.

Con eso, el grupo de ninja pudieron emprender su viaje de vuelta a casa en cuanto se lo propusieron, sabiendo que al regresar a Kusagakure, lo harían habiendo hecho un buen trabajo y limpiado el buen nombre de su aldea, aunque fuera solo un poco.

Kazuma permitió que su compañera le ayudase a limpiar y vendar la herida. No sería algo muy elaborado, pero le mantendría bien hasta que consiguiese un médico; aunque no habia mucho que hacer respecto al dolor.

—Ahm... Violeta-senpai... Regresará c-con nos... nosotros a Kusagakure, ¿n-no? —Ranko se sentía más apenada que nunca.

—Sí... —Terminó por responder la pelirroja, con una leve sonrisa que iba dirigida a los genin—. Pero antes quiero visitar mi aldea para saber cómo están mis padres.

»Podemos hacer la mitad del camino de vuelta juntos y... luego nos veremos en Kusagakure.

—Me parece bien —asintió.

Le parecía natural que Violeta quisiese tomarse su tiempo, después de todo el mundo ya no era como antes, cuando la habían encerrado. Además, no tenía inconveniente en que los acompañara, pues ya la misión estaba concluida y ella había pasado a ser una compatriota más, tan libre y autónoma como cualquiera…, al menos tanto como lo podía ser un ninja.

—Como dice mi colega, ha sido bueno trabajar con usted, Yōgi-san. Siéntase libre de solicitar los servicios de Kusagakure en el futuro.

»Suerte y éxito en los negocios —diría a modo de despedida mientras comenzaba a marcharse, pero esperando a sus compañeras.

A Ranko le alegró que Violeta decidiera regresar con ellos, aunque iría primero a revisar algunas cosas. La joven kunoichi asintió, comprensiva. Después de que la herida de Kazuma quedase limpia y decentemente vendada, se despidieron de Yōgi, agradeciendo el trabajar juntos y deseándole lo mejor en sus negocios.

El camino de regreso le pareció mejor a Ranko que el de ida, pues a pesar de que seguían bajo el ardiente sol y sobre la tortuosa arena, les acompañaba aquella mujer pelirroja. La charla entre los tres fue muy amena, y Ranko deseó que hubiese seguido hasta casa, pero su senpai tuvo que separarse de ellos.

Con una pequeña promesa de reencontrarse en la aldea, la ojiazul partió. Kazuma y Ranko siguieron su viaje, con una misión cumplida en la bolsa, un corte en el historial y una aliada más.

—F-fue divertido, ¿no, Kazuma-san? Creo que aprendí algo muy importante sobre mí e-en esta misión —Suspiró al bajar del tren y se mordió el labio. ¿Qué iba a decir? ¿Que parecía que le atraían las mujeres fuertes y atléticas? —. Odio la arena.