Seguí a Toba hasta el interior del hotel, adentro percibí que carecía de lujo alguno, una recepción simple y paredes de madera, no había retratos, flores, candelabros, ni nada que se le pareciera, tampoco alfombras, el suelo eran baldosas grises y desgastadas, todo el lugar parecía frío y viejo.

«Supongo que no estará mal para una noche» traté de ver el lado positivo, no es que dormir afuera estuviera mal, pero dormir bajo un techo y en una cama cálida era mejor, aunque no fuese muy cómoda. Preferí mantenerme en silencio, no hablaría ni diría nada, aun estaba avergonzada por lo que acababa de ver y peor aún, porque me consiguieran casi con uno de esos en la mano.

Seguí con la mirada al hombre que lucía de blanco, nos guió hacia las escaleras mientras sostenía en sus manos un par de llaves, la caminata no fue muy larga porque rápidamente nos detuvimos frente a una puerta que tenía el número 33 estampado —. Como usted diga— asentí. Luego le vi perderse en el interior de su habitación.

—Sí, espero no esté muy lejos— dije con sinceridad, mis esmeraldas se posaron en la cicatriz de aquel hombre, era grande y casi que me saludaba en la cara, ¿cómo no la había visto? —. Debió dolerle mucho— mencioné mientras acariciaba con timidez mi rostro, en el lugar en donde debería yacer la cicatriz.

Y de esta forma, ambos se adentraron en sus respectivas habitaciones para disfrutar de una noche de descanso pero sin lujos. La cama era pues eso, una cama, sin más. La habitación era tan simple como el resto del hotel. Disponía de un baño con una ducha sencillita. La verdad es que el dueño no se había gastado demasiado dinero.

No pasaba nada raro durante aquella noche. Al menos no en la habitación de la muchacha y pudo descansar tranquilamente.

···

Al día siguiente Mei no despertaría con los primeros rayos de sol colándose por su ventana. Oh, no. Ella todavía estaba en lo más profundo de sus sueños, estirada sobre su cama. Toba estaba aporreando su puerta con la esperanza de que la muchacha pudiese escucharle.

— ¡Maldita sea, estúpida niñata, despierta de una puta vez! — vociferaba el hombre desde el otro lado de la puerta.

No obtuve respuesta por parte de señor, por lo que no indagué nada más, le seguí hasta mi habitación en silencio, el interior no era la gran maravilla, tenía justo lo necesario «No se que podía esperar...» una vez dentro me dediqué a quitar todas las impurezas de mi cuerpo.

«Creo que es hora de descansar, pero antes...» abrí la puerta del cuarto, y me asomé por el pasillo, todo parecía normal, caminé por él, dando una ronda por las cercanías, por puro protocolo, al no encontrar nada volví y me acosté.


PAM

PAM

PAM

— ¡Maldita sea, estúpida niñata, despierta de una puta vez! —

Abrí los ojos, el sol me escandiló, los cerré instintivamente, sentía los párpados pesados y la flojera se negaba a abandonar mi cuerpo.

PAM

PAM

PAM

«¡Ay dios, ay dios! ¿Qué hora es?» salté como un resorte de la cama con la cobija enrollada en mi cuerpo —. ¡V-Voy!— respondí un poco nerviosa mientras corría de un lado a otro para alistarme —¡en un minuto estoy afuera!— ¿habia dicho uno? lo más probable es que fueran dos, tres, cuatro o hasta cinco...

Quince minutos más tardes me encontraba saliendo de la habitación con mi mochila, algunos mechones de mis cabellos humedecidos y mi típica fragancia —¿Cómo amanece hoy, Toba-san?— pregunté con una sonrisa en mi rostro, tenía que mostrarme amable y apenada —. Espero que por mi culpa no nos retrasemos mucho, perdí un poco la noción del tiempo, pero ya estoy lista.

— Joder, ya era hora

Toba estuvo a punto de proponer tirar abajo la puerta por si había pasado algo, pero Mei con su amanecer disipó duda alguna, simplemente se había quedado enganchada con las sabanas. Toba agradeció a los trabajadores del hotel por la ayuda y les dijo que ya podían irse pues se había arreglado el entuerto.

— Pues date prisa y arreglate lo más rápido que puedas. Te estaré esperando en el carro y si no estás en 10 minutos te dejo aquí

Tras aquella amenaza, el hombre abandonó el pasillo para cumplir con su palabra.

— Joder, ya era hora se quejó desde el otro lado de la puerta al escuchar mi respuesta — Pues date prisa y arreglate lo más rápido que puedas. Te estaré esperando en el carro y si no estás en 10 minutos te dejo aquí — sentenció con autoridad.

Suspiré desde el interior de la habitación, tenía que hacer algo para solventar ese detalle al dormir, pero desde la infancia había tenido ese problema y nadie lograba dar con una solución, ni siquiera yo misma.

Terminé de vestirme lo más rápido posible y metí mis pertenencias en la mochila de sopetón, amuñuñandola toda en el interior del bolso. No dudé en bajar con pasos rápidos mientras arreglaba algunos mechones de mi cabello. Una vez fuera buscaría a Toba con la mirada y me acercaría hasta él.

Y al cabo del rato, la muchacha apareció.

— ¿Te sacaste ya las malditas legañas? ¡Dios mio..! Vamos, sube de una vez y vámonos de aquí

El día no había empezado de la mejor de las maneras, ni mucho menos y Toba estaba notablemente irritado. Es muy posible que solo hiciera falta una chispita para encender la mecha que le haría estallar, como si de una peligrosa bomba se tratase.

— ¡Vuelvan pronto! — exclamó uno de los trabajadores del hotel desde la puerta, agitando su mano diestra al aire mientras se despedía.

—Las lagañas, los mocos y la cera— dije jocosa para ver si pasaba el mal rato que había ocasionado, esperando que el anciano no se irritara aún más, sí es que eso era posible. Subí rápidamente como Toba había pedido y me puse lo más cómoda que pude.

Sacudí mi brazo despidiendome del trabajador, aunque por mi mente nunca estaría la idea de volver a quedarme en ese hostal...

—Y entonces... Lleva un gran encargo ahí atrás...— dije como quien no quiere la cosa, y sobre todo para conversar un rato, solo para hacer más ameno el viaje.

Ambos estuvieron charlando durante un rato sobre nada en concreto y sobre muchas cosas. Obviamente, Mei tuvo que hacer frente a los borderios constantes de Toba. Y bueno, en otras noticias el cielo seguía siendo azul.

Después de varias horas de viaje por las planicies, el camino se estrechó, formando una especie de cañón sobre el que se divisaba una especie de neblina que no permitía ver qué había en el horizonte. El caballo denotaba algo de nerviosismo, pues relinchaba más de lo habitual y se le veía algo tenso, pues Toba le tranquilizaba pasando su mano por el lomo del animal.

— Vamos, vamos, solo es un poco de niebla

Pero el animal no parecía estar demasiado conforme.

— No me gusta esto, kunoichi. Pero solo hay ese camino. Estate bien atenta

Así pues, en contra de sus deseos, Toba dio un golpe de riendas y el animal avanzó aunque falto de decisión.

La charla transcurrió tal y como esperaba, Toba-san no dio tregua en un buen rato, pero finalmente terminó desistiendo y el tema de mi llegada tarde pasó al olvido, luego se posó en la mesa tópicos más banales y absurdos, nada interesante, nada anormal, nada relacionado al encargo que teníamos a nuestras espaldas...

«A la final ha sido inteligente y cambió el rumbo de la conversación sin soltar ni una palabra...»

El paisaje siguió cambiando según avanzabamos hasta que un estrecho nubloso se presentó frente a nosotros, el primero en advertir el peligro fue el caballo que relinchaba cada dos o tres pasos, mientras que su dueño intentaba calmarle y obligarle a seguir su rumbo, para ese momento mis ojos estaba posados en la neblina en si, miré a los alrededores buscando algo fuera de lo normal, miré hacia atrás y entonces permití que mi energía se pasease por mi cuerpo con fluidez.

—No hay nada que temer— dije con seguridad, esperando trasmitir la misma seguridad, aunque yo no estaba tan segura de que realmente fuese así.

«Pendiente Mei, pendiente, ojos abiertos, mente fría, oidos alerta»

Kikaichuu no Jutsu Activo