Mientras los otros dos miembros de su equipo revisaban las vidrieras con joyas y la parte trasera del mostrador una segunda vez, Ayame se agachó junto al cadáver y trató de abrirle la mano. Aunque presentó algo de resistencia, el agarre cedió y la palma de la mano abierta de la mujer mostró lo que a todas luces era una conexión con el caso anterior: una medalla en forma de anillo, con dos kunai cruzados.

Los músculos, contraídos ya por el rigor mortis, se resistían a ser movidos, y Ayame se vio obligada a forcejear con la mano de la mujer durante unos instantes.

«Ay, lo siento mucho...» Pensó para sus adentros, sintiéndose sucia y miserable al manipular de aquella manera un cadáver. Sin embargo, cualquier paso que les llevara a encontrar una pista que les ayudara a dar con el paradero del asesino estaba bien encaminada. Cualquier cosa en tal de que aquel monstruo no siguiera matando.

Afortunadamente, la resistencia terminó por ceder y Ayame consiguió abrirle la mano. Tal y como sospechaba, sí que había algo entre sus dedos. Algo que la dejó estupefacta.

—Esto... chicos... —llamó a sus compañeros, tomando el objeto y reincorporándose con lentitud. Aún sin apartar los ojos de él, como si temiera que fuera a desvanecerse en cualquier momento, se lo mostró a ambos: una chapa dorada con dos kunai cruzados dentro de un anillo. Idéntica a la que habían encontrado el día anterior—. Algo me dice que no es una simple chapa. Y desde luego podemos olvidarnos de que fuera un recuerdo especial del señor Takahashi... O bien estas dos personas estaban relacionadas con esta medalla de alguna manera, o bien el asesino nos está dejando su marca personal como una firma...

¿Pero por qué haría algo así? ¿Qué querría conseguir dejando esas chapas por ahí?

Pero Ayame llamó la atención de los dos muchachos, que presto acudieron a contemplar el hallazgo. La chapa de los kunai cruzados volvía a aparecerse ante sus ojos como un augurio que sólo podía significar una cosa.

—De modo que los crímenes están relacionados —asintió Kori—. Un asesino en serie que deseara firmar —Pronunció la palabra como si cada letra que la formaba le produciese un profundo rechazo— sus crímenes no escondería la chapa que encontramos el otro día al fondo del cajón de las especias. No. Estas dos personas estaban relacionadas, y creo además que Goruden-san sabía lo que estaba a punto de suceder y quiso dejarnos esta pista. Y si le dio tiempo a cogerla, es que cuando el asesino apareció por la puerta lo reconoció al instante. ¿Pero qué relación tiene la dueña de una joyería con el dueño de un restaurante de fideos?

»Los dos son establecimientos del Distrito Comercial. Muy bien. ¿Se conocían, quizás? ¿Amigos? Daruu, tú has estado más veces en el restaurante de Takahashi-san. ¿Sabías de la relación de estos dos? ¿Tenía algún amigo que frecuentase el local?

Daruu estaba absorto en sus pensamientos, acariciándose la barbilla mientras observaba aquella chapa, buceando en su memoria y tratando de averiguar dónde había visto aquél símbolo. ¡Maldita sea, ya lo había visto antes! Cuando Kori le preguntó directamente, este dio un respingo.

—¿Eh? ¡Ah! No, qué va. Era un viejo huraño. Hablaba lo justo. "¿Qué quieres?", y "Son 50 ryos".

—De modo que los crímenes están relacionados —asintió Kōri, validando la nueva teoría—. Un asesino en serie que deseara firmar —aquella última palabra fue pronunciada como si cada letra se atascara en su garganta— sus crímenes no escondería la chapa que encontramos el otro día al fondo del cajón de las especias.

«Es cierto...» Asintió Ayame.

—No —continuó Kōri—. Estas dos personas estaban relacionadas, y creo además que Goruden-san sabía lo que estaba a punto de suceder y quiso dejarnos esta pista. Y si le dio tiempo a cogerla, es que cuando el asesino apareció por la puerta lo reconoció al instante. ¿Pero qué relación tiene la dueña de una joyería con el dueño de un restaurante de fideos? Los dos son establecimientos del Distrito Comercial. Muy bien. ¿Se conocían, quizás? ¿Amigos? Daruu, tú has estado más veces en el restaurante de Takahashi-san. ¿Sabías de la relación de estos dos? ¿Tenía algún amigo que frecuentase el local?

Daruu, junto a ellos, pegó un respingo; como si hubiera estado pensando en otra cosa hasta el momento.

—¿Eh? ¡Ah! No, qué va. Era un viejo huraño. Hablaba lo justo. "¿Qué quieres?", y "Son 50 ryos".

Ayame se llevó una mano al mentón, pensativa.

—Es mucho suponer pero... ¿quizás serían familia? ¿Marido y mujer, quizás? —se encogió de hombros, consciente de que se estaba dejando llevar demasiado por la imaginación. Pero en aquellos instantes, en los que no tenían más pistas que aquellas medallas, realmente no podían recurrir a otra cosa que no fuera la imaginación—. Sea como sea, si el señor Takahashi y la señora Goruden de verdad estaban relacionados entre sí y se conocían, podríamos ir descartando la idea del asesino en serie. Esto se parece cada vez más a algún tipo de ajuste de cuentas... ¿Pero por qué?

Daruu se dio la vuelta y salió del local, pensativo y malhumorado. Algo dentro de él le estaba haciendo señales con luces de neón, pero él no paraba de darse la vuelta e ignorarlas.

Kori, por otra parte, se rascaba ahora la parte derecha de la cabeza, apoyando el codo sobre la mano del brazo contrario, pensando sobre la hipótesis que estaba construyendo junto a su hermana.

—El asesino ha salido a encontrar a dos personas con una chapa con dos kunai cruzados, y ha acabado con sus vidas. Si esta mujer no tiene la chapa en la mano por accidente, es que el emblema es importante. Sin embargo, no conozco o no recuerdo ningún símbolo similar.

—A mí me suena de algo, me suena mucho —dijo Daruu, elevando la voz desde fuera—, pero por más que intento recordar de qué, no lo logro.

—Quizás deberíamos abandonar la escena y empezar a buscar información sobre este símbolo. Está claro que el asesino sabe cubrir sus rastros. Por ahí no lo vamos a pillar. De todas formas, tampoco estaría mal comprobar si hay algún desperfecto en los alrededores, como en aquél callejón. ¿Qué opináis?

Daruu parecía ofuscado por algo. No dejaba de moverse de aquí para allá, y al final terminó por salir de la joyería de una manera similar a como lo había hecho Ayame el día anterior. A la kunoichi por su parte, que seguía discutiendo nuevas hipótesis con su hermano, no le pasó desapercibido aquel hecho, pero no pudo hacer más que cambiar el peso de su cuerpo de una pierna a la otra.

—El asesino ha salido a encontrar a dos personas con una chapa con dos kunai cruzados, y ha acabado con sus vidas —decía Kōri, pensativo—. Si esta mujer no tiene la chapa en la mano por accidente, es que el emblema es importante. Sin embargo, no conozco o no recuerdo ningún símbolo similar.

—A mí me suena de algo, me suena mucho —escucharon a Daruu, desde el exterior—, pero por más que intento recordar de qué, no lo logro.

—Quizás deberíamos abandonar la escena y empezar a buscar información sobre este símbolo. Está claro que el asesino sabe cubrir sus rastros. Por ahí no lo vamos a pillar. De todas formas, tampoco estaría mal comprobar si hay algún desperfecto en los alrededores, como en aquél callejón. ¿Qué opináis?

—Supongo que sí... No creo que aquí vayamos a encontrar nada más relevante para la investigación —suspiró Ayame, guardándose la medalla en el portaobjetos y encaminándose hacia la puerta junto al Jōnin—. Pero hay algo más que me preocupa... Si el asesino está yendo detrás de personas con esta chapa, temo que pueda haber más que la tengan... Porque eso significaría que ellos serían las próximas víctimas —agachó la cabeza, apesadumbrada—. ¿Pero qué puede significar como para que merezca derramar tanta sangre? Daruu-kun —le llamó la atención, volviéndose hacia él—. ¿De verdad no recuerdas dónde lo has visto? ¿En un dibujo, en un libro, en la tele...?

Daruu miró a los ojos de Ayame y negó con la cabeza, apartando luego la mirada hacia abajo y hacia un lado y dando golpes impacientes con el pie al cemento de la calle. Volvió a negar con la cabeza, chasqueó la lengua y se alejó dando prácticamente pisotones.

—¡No! ¡No me acuerdo! Maldita sea... —se quejó—. ¡No sé qué haréis vosotros, pero yo me voy! No pienso parar hasta que averigüe donde he visto la chapa.

Visiblemente molesto, se cruzó de brazos y continuó el camino, sin molestarse siquiera en ponerse la capucha para protegerse de la lluvia. Se sentía un lastre para la misión. Si tan sólo pudiese bucear en sus recuerdos hasta encontrar el símbolo...

Pero Daruu negó con la cabeza, apesadumbrado y profundamente irritado. Apartaba la mirada. Su pie no paraba de dar golpecitos en el suelo, como si pretendiera taladrarlo. Y chasqueaba la lengua con evidente ofuscación.

—¡No! ¡No me acuerdo! Maldita sea... —se quejó—. ¡No sé qué haréis vosotros, pero yo me voy! No pienso parar hasta que averigüe donde he visto la chapa.

Y con aquellas palabras, Daruu se cruzó de brazos y echó a andar en una dirección en concreto. Y Ayame, que se había mantenido pensativa durante los lamentos de su pareja, tuvo una repentina revelación. Y aún así se mostró insegura cuando se adelantó y le retuvo sosteniéndole por el brazo.

—¡Espera, Daruu-kun! —le llamó, y tragó saliva con evidente incomodidad. Le miró un instante a los ojos, pero terminó por apartar la mirada y morderse el labio inferior—. Quizás... quizás hay una manera de hacerte recordar... —insinuó, intercambiando el peso de una pierna a otra. Lo que estaba a punto de sugerir no era nada agradable tratándose precisamente de alguien tan cercano para ella como era él, pero si no había alternativa... Si no había otra manera mejor de avanzar en la investigación—. Conozco una técnica. Una técnica ilusoria... de interrogatorio.

Volvió a clavar sus iris en él, castaño contra violeta.

—La técnica de la marcha atrás en el tiempo... ¿La conoces?

Sí. Era tal y lo que parecía. Ayame estaba proponiendo interrogar con genjutsu a su propia pareja.

Aunque Ayame llamó a Daruu, éste no se dio la vuelta sino que siguió caminando en linea recta, malhumorado. No fue hasta que escuchó su voz ya muy atrás, en la distancia, cuando se paró en seco. Se dio la vuelta lentamente, los ojos muy abiertos.

—Oh, no. ¡Desde luego que no! A mí no me vas a hipnotizar con eso, ¡no!

Se dio la vuelta, y comenzó a correr. A huir. «¡Tiene que ser una sensación muy desagradable, quita, quita!»

Kori-sensei le puso la mano en el hombro a Ayame, y esbozó una leve sonrisa al tiempo que formulaba el sello del Carnero con la otra.

—Sí.




Tres sombras habitaban la penumbrosa Pastelería de Kiroe-chan, un sitio tranquilo donde podrían sacarle provecho a la sugerencia de Ayame. Habían dispuesto un par de sillas, una para la ejecutora del Genjutsu y la otra para la víctima, que refunfuñaba malhumorado con un moratón en la mejilla.

—Venga, Daruu-kun. No te enfades. No te estabas quieto, así que tuve que placarte.

—Ñiñiñí ñiñiñá... ¡Vamos, acabad con esto ya!

Y allí estaban ahora, en la ahora vacía y cerrada Pastelería de Kiroe-chan. Después de que Kōri consiguiera retener a un notablemente irritado Daruu, necesitaban de un lugar calmado y vacío de ojos ajenos en el que pudieran llevar a cabo el interrogatorio. La pastelería de la madre de Daruu, desde hacía varios meses cerrada a cal y canto, era una de las mejores opciones que tenían, por lo que acudieron allí.

Habían dispuesto dos sillas, una enfrente de la otra. Daruu, ahora con un feo moratón en la mejilla, se sentaba en una de ellas, Ayame en la otra.

—Venga, Daruu-kun. No te enfades. No te estabas quieto, así que tuve que placarte —se excusó Kōri.

Pero el chico no estaba por la labor de colaborar por las buenas.

—Ñiñiñí ñiñiñá... ¡Vamos, acabad con esto ya!

Ayame se removió inquieta en su asiento.

—Créeme que a mí tampoco me hace gracia esto, pero creía que era la mejor opción... —murmuró, apesadumbrada, antes de alzar una mirada cargada de culpa hacia él. Respiró hondo y cuadró los hombros—. ¿Listo? Voy a empezar... Ahora relájate e intenta no resistirte.

Ayame entrelazó las manos en una secuencia relativamente larga de sellos: Perro, serpiente, buey, pájaro y tigre.

—Jigyaku no jutsu —pronunció, clavando los ojos en los de Daruu.

Expandió su propio chakra hacia él, suave, lento, rítmico como un péndulo. Poco a poco, Daruu iría sintiendo una profunda somnolencia. Los párpados le pesaban. Las manos le pesaban. La cabeza le pesaba. El sueño que sentía era irrefrenable y no había manera de resistirse a él. Terminaría durmiéndose, y Kōri, cerca de él, vigilaría que no corriera el peligro de caerse de la silla.

—Estás sumergiéndote en tus recuerdos —habló Ayame—. Retrocedes en la bruma del tiempo. Un día... una semana... un mes...

»Ves un símbolo... Dos kunais cruzados, el uno sobre el otro. ¿Dónde te encuentras?

—Sí, ya, a ti no te hace gracia, si claro, pero es la mejor opción. Ya. Tú no estás a punto de ser hipnotizada por capricho, ¡sabes!

—Sabes perfectamente que no es por capricho, Daruu-kun —rebatió Kori, cruzándose de brazos.

—Y tú cállate, que a ti también te sonaba y no estás siendo hipnotizado.

—Pasaré por alto esa insumisión soberbia una sóla vez, Daruu-kun.

—Ñañaña.

—¿Listo? Voy a empezar... Ahora relájate e intenta no resistirte.

Daruu sonrió, burlón.

—¡Sí, claro! —dijo, tonto—. Porque si me resistiera, ¿podrías? ¡Carapapa!

Pero Ayame acababa de formular el último sello, y pronto lso ojos de Daruu perdieron el brillo y la mueca burlona pasó a ser una cara de total seriedad. Balanceando la cabeza de un lado a otro, acabó por dormirse.

—Estás sumergiéndote en tus recuerdos —habló Ayame—. Retrocedes en la bruma del tiempo. Un día... una semana... un mes...

»Ves un símbolo... Dos kunais cruzados, el uno sobre el otro. ¿Dónde te encuentras?



—En la ca... en la calle... —contestó Daruu con voz de ultratumba.

—Maravilloso. Muy preciso.

La técnica de hipnosis dio resultado, y Daruu no tardó más que unos pocos segundos en sucumbir a ella. Ayame suspiró, entre aliviada y ligeramente fatigas. Era la primera vez que empleaba aquella técnica, descontando las múltiples prácticas que llevó a cabo cuando estaba aprendiendo a dominar la.

Sin embargo, no todo iba a resultar tan sencillo como aparentaba. Y la respuesta del dormido Daruu llegó:

—En la ca... en la calle... —murmuró su voz apagada.

—Maravilloso. Muy preciso —apuntilló Kori.

Y Ayame chasqueó la lengua. Al menos sabían que Daruu había visto el símbolo en la calle, con eso podrían tachar algunas hipótesis. Ahora les quedaba saber dónde estaba exactamente o qué significaba.

—Muy bien, estás en la calle y ves el logo de los dos kunais cruzados —continuó Ayame, midiendo cuidadosamente las palabras a emplear—. ¿Pero dónde está situado ese logo?

Daruu, como un muerto viviente, gruñó de forma apática mientras su cerebro trataba, a toda velocidad, de averiguar la respuesta a la pregunta de Ayame. Asintió, como queriendo decor tranquila que ahora te digo dónde. Y contestó:

—Encima de la puerta.

Daruu asintió, o más bien cabeceó en sueños.

—Encima de la puerta —respondió.

Y Ayame, impaciente, se sentó en el borde de la silla y se inclinó hacia él.

—¿Es un letrero, Daruu-kun? —insistió, con el corazón galopante de la emoción. Sentía que estaba muy cerca, ¡lo tenían al alcance de la mano!—. ¿De qué es esa puerta, Daruu-kun? ¿Llegaste a entrar?

Daruu asintió con la cabeza.

—Sí, es un letrero.

—¿De qué es esa puerta, Daruu-kun? ¿Llegaste a entrar?

Daruu apretó los párpados con fuerza un momento, recordando.

—Sí, sí que entré. Es la puerta de una taberna. He ido muchas veces, la hidromiel pluvial de ese sitio es la mejor. —Sonrió de forma tonta, casi como si se le fuese a caer la baba—. Es la taberna de los kunai cruzados, la mejor de Ame. Un sitio oscuro y tranquilo, casi sin alboroto, tranquila, al que van los ninja después de las misiones, de modo que tampoco suele haber problemas. Me encanta.

—¡Oh, es cierto! —Kori cayó en la cuenta—. Alguna vez he estado allí.

—Allí me encontré con Kaido-kun. —Ahora que ya no lo necesitaban, el joven parecía haberse soltado, y no dejaba de hablar—. Allí, tomando una jarra de hidromiel... cada uno, ¿eh? No comparto jarras con pescados... eh... por dónde iba. Ah, sí. Tomando una jarra, escuchamos a unos ninjas hablar de unos saqueos en Yukio, y de los rumores sobre un monstruo, uno grande peludo y blanco. Bueno, total, que acabamos yendo a Yukio a buscarlo, porque el monstruo era nuestro amigo —lo conocimos en el Valle de los Dojos, se llama Hibagon—, y...

—Ya basta. Ayame, para la técnica. Tengo curiosidad por la historia, pero si algún día nos la cuenta debería ser por voluntad pro

»...entonces nos alojamos en el Patito Frío y luego al día siguiente subimos a la mon

—Párala ya, Ayame.