El muchacho se encontraría con un puesto callejero de perros calientes, siendo que la carretilla del encargado tenía un toldo para poder cubrirlo de la llovizna y así poder asar las salchichas, chorizos y longanizas. El aroma de los embutidos a las brasas envolvería sus fosas nasales, mientras el alegre dependiente parpadeaba y entrecerraba los ojos al verle acercarse.

—¡HALA!— Continuó parpadeando, pues al parecer era el propio humo del carbón lo que le estaba molestando. —¿No eres de por aquí verdad? Hum, y yo que creí que por fin iba a tener un cliente y resulta que sólo es un extranjero perdido...— Pensó en voz alta sin importarle mucho la opinion de Kouji. —¿El centro? ¡Estás parado aquí mismo! Esta sitio es la Plazuelo del Progreso, y pues, la construcción está ocupando toda la sección noroccidental— Le dio la vuelta al asado. —¿No quieres comprar uno? No es bueno vivir la vida con prisas— Levantó una longaniza con la pinza y se la puso delante de la nariz.

— Es mi primera aquí, la verdad. — Respondió simplemente al vendedor, encogiéndose de hombros. « ¿Esto es el centro? » Se cuestionó, pues aquel sitio era contrario a su intuición del centro de una ciudad en desarrollo, a su parecer, activo y bullicioso.

— Es que no tengo hambre ¡Muchas gracias! — Declinó la oferta (y el consejo también), exponiendo las palmas de las manos y con una sonrisa… aunque en el fondo, el olor de la parrilla sí había despertado su apetito. — Adiós. — Levantó la mano como despedida y se dio la vuelta para retornar al sitio hasta donde siguió los vestigios de sus sospechosos.

Echó mano sobre su porta armas y extrajo su brújula para validar el sentido que seguiría. « Sector noroccidental ¿No? … » Memoró la dirección que, según palabras del parrillero, lo conduciría a la zona de la construcción. Fue así como terminó yendo tras la pista que se desviaba al norte, pues creía que el sector de la construcción podía ser el foco estas actividades bochornosas. Mientras andaba, prestaba atención a los alrededores con la esperanza de sacar algún dato relevante.

Las huellas finalmente desparecieron y el rastro no se volvió más que un rumor que fue dispersado por la lluvia, poco a poco el silencio se fue acentuando y las desperdigadas casas iban disminuyendo en cantidad. Al seguir aquella ruta Kouji estaba saliendo del pueblo para ir a una zona menos acogedora. Ya fuera del territorio citadino, ni siquiera la hierba prevalecía, sino que un gran lodazal se extendía al frente. Si seguía por ese camino, más pronto que tarde divisaría algunas casetas rústicas fabricadas de madera, muchas con varios materiales de construcción apilados cerca de estas.

Era posible apreciar las vías a medio construir, pero lo que definitivamente no podía ignorar era la locomotora negra que se hallaba varada sobre los rieles. Pronto, escuchó un gran traqueteo además de relinchos, pudiendo observar a un gran grupo de caballos tirando de lo que era un vagón, además de varios hombres arreando y verificando la operación.

Además, había varios obreros en la misma zona, construyendo algo que parecía ser una torre alta, montando algunas placas metálicas onduladas, las cuales poco a poco iban formando un cilindro.

Poco a poco, la pista que motivaba su búsqueda desapareció, sin embargo, continuó avanzando por el mismo camino. Se apartó cada vez más de los suburbios y dio con terrenos inundados donde una extensa superficie de pantano se interponía. Sin pensarlo demasiado, sorteó este obstáculo usando la técnica de caminata sobre el agua, y continuó en línea recta como si nada. Eso sí, prestaba atención al terreno donde se movía, tratando de encontrar alguna evidencia de los perseguidos desvelada sobre la espesa capa de inmundicia.

De nuevo, el chico notaba los aires rurales de ese poblado en la forma de las construcciones sencillas que se esparcían a lo amplio, pero al ver el paso de la ruta de ferrocarril, se percató de que era todo lo contrario. « Este debe ser el asentamiento del que me habló...» Esa era la impresión que le daban las viviendas, que también podían ser almacenes para los insumos de la construcción. « ...Y ese puede ser el tanque de agua » O así interpretó el propósito de aquella torre en construcción.

En cuanto la vio, lo primero que hizo fue acercarse a la locomotora. Si bien solo estaba merodeando, hizo una pausa de algunos minutos para reponer fuerzas, sacando de su mochila un envase con las croquetas de calabaza que había empacado en su casa. Mientras las comía con desgana, se permitió detallar bien aquella máquina, repasando con la mirada cada tornillo al descubierto.

¿A caso estaba en elaborando una complicada conjetura que la relacionaba con el sospechoso que seguía? En lo absoluto. Era simple e inocente interés; desde siempre, las máquinas y la tecnología despertaban su interés fácilmente, y no muy seguido -si no nunca- tenía la oportunidad de dar con un ejemplar como el que tenía en frente.

Supuso que los hombres ya habrían notarían su presencia en las inmediaciones de la obra y se esforzó por terminar los insípidos bollos, ahora menos distraído por su afición. Mientras, se mantuvo observando los alrededores, viendo lo que parecían ser actividades de un día normal de trabajo, pero tratando de encontrar algo fuera de lo usual.

Mientras Kouji descansaba, uno de los obreros dejó su puesto y se acercó poco a poco, dejando que sus gruesas botas dejaran marca entre la suciedad y el lodo. El hombre en sí mismo no estaba tan mugriento, pues de una u otra forma la llovizna servía de paliativa limpieza en aquel sitio. Vestía un overall impermeable en color azul, con una camisa gruesa de manga larga debajo y un extraño casco anaranjado. Tenía un bigote tan poblado como el País del Bosque y una nariz achatada en color rosa que le hacía destacar bastante. Sus ojos eran enormes y vivarachos, negros pero alegres.

—¡Oi oei! Eh, muchacho. Esta es una zona de riesgo, que hay hombres trabajando. No deberías estar por aquí— Pese al regaño, su tono era el de un bonachón alegre, siendo que el grueso labio inferior de aquel hombre parecía formar una gran sonrisa. —Estos jovenzuelos de hoy en día... ¿Eh? ¿Eso es una bandana?— señalaría su placa en cuando se percató de ella.

Al enterarse de que uno de los obreros de dirigía hacia él, devoró el último bollo de calabaza tan rápido como pudo, pero no lo suficiente; tras el saludo el trabajador tendría que esperar algunos segundos para que el de Amegakure terminara de tragar una gruesa porción de croqueta.

— Okumura Kouji, Genin de Amegakure.— Acotó justo después de que él detallara el símbolo de la aldea que resaltaba en su frente. —Lamento interrumpir su labor, estoy investigando unos reportes de maltrato a perros, que son encontrados gravemente heridos en los alrededores de la Villa Odei. — Durante la explicación mantenía al frente la mirada, sin llegar a empatizar del todo con el alegre carácter de aquel hombre. — De acuerdo a las pistas que he seguido hasta los momentos, me parece que revisar este sector podría ayudarme a responder quienes están lastimando a los perros. —

— ¿Usted ha escuchado algo sobre todo esto? —

—¿Investigación? Pues yo te miraba más echando una merienda que trabajando— Bromeó.

El sujeto escuchó atentamente las explicaciones del joven, aunque algo de escepticismo empezó a brotar en sus ojos conforme iba avanzando e inquiriendo en el asunto. Se quitó el casco y se empezó a rascar la nuca mientras alzaba la ceja.

—¿Me estás diciendo que eres un shinobi de la lluvia alguien de este asentamiento puede ser el culpable?— Sus pjos parpadeaban con extrema incredulidad. —No es por nada pero me resulta un poco difícil creerye, quiero decir, conozco bastante bien a mis compañeros. ¿Por qué alguien en este asentamiento haría tal cosa? No sé realmente que clase de pistas son las que te han hecho sospechar, cómo te digo, este pueblucho desaparecerá al tiempo que se concrete el ferrocarril.

»Realmente no sé nada, te lo juro.

Empezó a negar con la cabeza tan pronto el trabajador defendió la inocencia de sus colegas en todo ese asunto. Dejó que terminara de hablar y en seguida procedió a explicarse mejor. — Le creo, señor… ¿? — Entrecerró los ojos y mantuvo la mirada sobre él, incitándolo a que completara la frase con su nombre. — Parece que todo esto tiene que ver con jóvenes de la villa que están llevando a cabo peleas de perros por… “moda”, supongo. — Claramente no se esforzó mucho en dar un matiz de seriedad a sus palabras.
— Aunque, para ser honesto, tengo mis reservas.— Confesó, encogido de hombros y exponiendo las manos.

— Estoy revisando las afueras del poblado porque se sabe de varios casos que tienen eso en común. En concreto, estoy aquí porque todo este problema apareció poco después de la construcción del ferrocarril y estoy seguro que debe haber alguna relación.— Con sus palabras buscaba justificar su presencia en aquel sitio — ¿Seguro que no ha visto chicos reuniéndose por esta zona o algo fuera de los común?— Se mantuvo atento a su reacción, esperando que con esa pequeña dosis de contexto aquel hombre pudiera identificar algo.

—Oh, lo lamento. ¿Dónde dejé mis modales? Me llamo Kuwaragashi, pero puedes llamarme sólo Kuwa— Se limitó a reír, que ya estaba acostumbrado a que su nombre fuera problemático de pronunciar para los demás. —¿Jóvenes?— el rostro del hombre pasó a una expresión un tanto más seria, siendo que sus comisuras bajaban más y más con cada palabra de Kouji, hasta que finalmente su sonrisa desapareció totalmente.

—La verdad, me has agarrado con la guardia baja con eso— El hombre frunció el ceño y agachó la vista al suelo. —¿Los jóvenes de los cuales tienes sospechas, son de Villa Odei?— Realmente conocía la respuesta a la pregunta, pero la formuló de todas formas para convencerse a sí mismo de lo que acababa de escuchar. —La verdad, algunos de los chicos se han animado a trabajar aquí con nosotros, pero lo que me estás contando me supera... Realmente no quiero desconfiar de ninguno de ellos pues he convivido y tanto con ellos en este proyecto.

Suspiró.

»Si sigues vagando por aquí no vas a tardar en encontrarte con alguno de los muchachos, aunque segeuramente el resto de mis colegas te pedirán explicaciones al respecto. Te dejaré dar tus vueltas, pero ten cuidado con las obras.

El hombre ahora lucía entre triste y confundido.

Su respuesta fue simplemente asentir hasta que Kuwaragashi comenzó a explicar el por qué de su repentina decaída.

Kouji no supo que decir al respecto, solamente se llevó una mano detrás de la cabeza por un momento para rascarse la nuca, algo incomodo.

— Muchas gracias… — Tras una corta reverencia estuvo a punto de irse, pero al ver el estado de ánimo que tenía tras su conversación, sintió la urgencia de decir algo. — No se desanime, no seré duro con ellos. Son solo unos chicos y a esa edad cualquiera comete errores. — Dijo trantando de aminorar el efecto de sus palabras anteriores, y si no agregaba nada más, echaría a andar para seguir su propio camino.

Merodeando por el lugar, trataría de eludir la mirada de los trabajadores más adultos a fin de ahorrarse el tener que explicar por, al menos, cuarta vez de que iban sus andanzas ese día. Así, se enfocaría en identificar a los más jóvenes antes de acercarse para interrogar.

—Bueno, ten suerte...— Se despidió el triste trabajador.

En las inmediaciones alguno que otro trabajador le observaría de reojo, aunque quizá por su aspecto poco llamativo la mayoría de los hombres no notaría su presencia o simplemente le ignorarían. Buena o mala suerte. Cómo fuese, la mayoría de los presentes estaban demasiado ocupados como para distraerse.

Sin embargo, en algún momento se toparía con un grupo en especial que estaba armando escándalo alrededor de un tonel metálico. Si se acercaba, notaría un grupo de al menos cinco personas, siendo tres jóvenes y un hombre ya maduro entrado en sus cuarenta. Un muchacho de cabellos y ojos violetas estaba disponiendo su codo por sobre el tonel a al unísono que el mayor de todos los presentes. Ambos apretaron las manos, mientras un tercero de los muchachos contaba hasta tres, dando inicio a un pulso mientras el otro par silbaba aupando a su colega más joven en aquella disputa de fuerza.