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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El rugido de un aguacero torrencial apabullaba las calles del distrito comercial desde tempranas horas de la madrugada. Aún los locales estaban cerrados, pero muchos de ellos se estaban preparando para iniciar otro día de trabajo.

Una anciana miraba por la ventana de la tercera planta de uno de esos edificios, sentada en el borde de una cama y en silencio, mientras la luz del día se abría paso lentamente aquella mañana particularmente gris de Amegakure.

—Hoy va a ser un buen día, ya verás.— Dos, tres, cuatro; las luces de neón se encendían tímidamente, una a una, a lo largo del bulevar. —¿Lo escuchas? Es el cielo que lo dice a gritos.— La mujer giro la cabeza, regalando una sonrisa de complicidad medio escondida entre sus cabellos de nieve a su nieto, que estaba detrás de ella. Él estaba de pie sobre una silla tratando de alcanzar una caja mediana guardada en una despensa alta.

—Eso espero. Aún así… — Se permitió una pausa mientras sostenía la caja y bajaba de la silla. —No tiene que ver con la misión. — Con el hecho de que ese día fuera a llevar a cabo su primera misión como shinobi, quería decir.

Con un suspiro, Kouji dejó la caja en el suelo y correspondió el gesto sin mucho ánimo.

—Me preocupa la tía Natsuho. Creo que está molesta conmigo desde que le dije que no podría ayudarla más en la tienda, además, no sé si ella pueda atender el negocio sola.— Retomo su labor, e inspeccionando su contenido, comenzó a clasificar unas piezas de mercancía que debía entregar como recado esa mañana.

—Ella debe entender que ahora eres un Genin y ahora te debes a tu aldea.— Volvió su rostro a contemplar el diluvio que acontecía fuera de su hogar. —Kouji, sabes muy bien que ellos no entienden la responsabilidad y el honor que implica ser ninja. Simplemente no lo ven.— Replicó la abuela, con un deje de aplomo. Mientras tanto, el chico de cabello oscuro ensimismado en su búsqueda.

«¡Aquí está!» El muchacho acababa de encontrar su encomienda: una complicada pieza mecánica con la forma de una lata de refresco, pesada para su tamaño.

—Ahora anda, que se te va a hacer tarde.— Se levantó de su asiento y presionó al muchacho para que partiera prontamente. Claramente notó que, a pesar sus consejos, su nieto no se desligaba del todo de sus responsabilidades anteriores. —Le pediré a tu hermana que haga ese recado cuando despierte.—

—Hmmm… pues vale.— Se incorporó para poner en su sitio la caja tan pronto como pudo y dejó el repuesto sobre un mesón. No estaba seguro de si era buena idea dejar a su hermana pequeña encargada de ese asunto, pero lo que estaba claro es que no le llevaría la contraria a la veterana ex-kunoichi.

—Ya me voy.— Tomó su portarmas, amarró la bandana con el símbolo de su aldea alrededor su cuello, y despidió a su abuela con un abrazo antes de salir a la calle.

Iba con ropa bien abrigada como de costumbre, con una gabardina encima que poca protección le brindaba contra las recias gotas de lluvia que persistían durante su camino al edificio de la Arashikage. Se abrió paso hasta salir del distrito comercial, donde recién comenzaba aparecer algo de gente transitando por las calles. Así, dio marcha hacia la parte central de la aldea donde, la imponente figura de la torre adornada con criaturas del averno se materializaba para este novato de genin luego de varios minutos.

Fue allí, dentro de ese vestíbulo amplio y acogedor, que se percató de lo empapada que estaba su ropa por el mal tiempo. Hizo como pudo para escurrir agua en la entrada antes de atravesar el salón en busca de un encargado que le otorgara su primera misión.

—Buenos días.— Saludaría a quien le atendiera en ese momento. —He venido a solicitar una misión.— Kouji no conocía demasiado ese edificio ni sabía si allí mismo recibiría lo que pedía, aun así, creía que aquella persona podía orientarle mejor.
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#2

Tomo esta misión con Hueco de Narrador.

Ya tengo otra misión en curso, así que yo no cobro recompensa de esta.

Era temprano en la mañana, siendo que el joven protagonista de esta historia decidió partir a primera hora del amanecer, aún cuando el sol siempre se mantenía oculto atrás de las perpetuas nubes que adornaban el cielo de la Tormenta.

No había señales en el cielo para adivinar la hora, pero el tic tac del reloj de la pared indicaban que habían pasado tres minutos desde las seis de la mañana. Por ende, no había demasiados transeúntes aún en el sitio. Más que pereza a madrugar, era miedo. La disciplina era vital para todo ninja de la lluvia, más sin embargo, los que eran conscientes y precavidos de la leyenda, temían encontrarse con el Fantasma de la secretaría y evitaban rondar en las horas de obscuridad.

Era por ello que Kouji sería de los primeros en llegar.

Del otro lado del escritorio, le esperaría un muchacho de piel oscura y músculos marcados, con unos ojos azulados y enigmáticos como el cielo que siempre se esconde en Amegakure. Era Yuki Yuko, aunque sabemos que lo Yuki se le acababa en el apellido.

Él chūnin le recibió con una sonrisa y alzando la ceja. No recordaba haber visto a Kouji antes, además de que parecía bastante mayor respecto a la edad de los genin promedio con los que solía tratar.

—Bueno bueno, ¿qué tenemos aquí?— dijo alegre. De inmediato se agachó para buscar algo en los cajones del escritorio, sacando un folio con varios documentos dentro. Este tenía el símbolo de la aldea de la lluvia al frente, además de que podía leerse la palabra Expedientes en la portada. —Creo que nunca te había visto por acá. Yo soy Yuki Yuko, ¿cómo te llamas?— preguntó sin perder el tono jovial, a la expectativa de la respuesta del recién llegado.

Debía cerciorarse de algo antes de poder entregarle un pergamino.
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#3
Allí estaba, frente al escritorio de Yuko que lo examinaba desde que llegó al sitio. Percibió ese gesto de su parte, mas fue incapaz de percatarse que tenía que ver con su avanzada edad con relación a su trayectoria como shinobi en ese momento.

—Bueno bueno, ¿qué tenemos aquí?—

Sin la cortesía de corresponder su tono amistoso, Kouji se limitó a acomodarse unos mechones de cabello húmedo que se le escurrían por la frente con la mano. No pudo evitar notar la aparición de lo que parecía ser los expedientes con información de los ninjas los ninjas de la aldea.

—Creo que nunca te había visto por acá. Yo soy Yuki Yuko, ¿cómo te llamas? —

—Soy Okumura Kouji.— Levantó la mano como saludo, acompañada de una sonrisa y una actitud un poco más relajada. —En general conozco poca gente de la aldea.— Confesó, y no podía ser de otra manera: como había interrumpido su formación en la academia continuamente y estaba fuera de Amegakure seguido, apenas se relacionaba con sus compañeros y eran pocos quienes lo recordaban, incluso en su propia promoción.

—Hace poco salí de la academia y por eso quisiera empezar a tomar misiones.— Dijo, rascándose la nuca. En otra situación, posiblemente habría omitido ese detalle, pero sospechaba que Yuko pronto confirmaría esa información con los documentos que tenía en sus manos. Veía venir esa conversación recurrentemente, aquella en la que le echaban en cara el tema de su edad.

—Supongo que tendré que venir por acá más seguido de ahora en adelante— Se encogió de hombros, esbozando una sonrisa torcida, ya con un poco más de confianza.

—¿Todo en orden?— Se refería al expediente.
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#4
En cuanto Yuko escuchó el nombre del nuevo, de inmediato pasó su mano para abrir el folio y dirigirse a la sección donde deberían estar los apellidos con letra O. Mientras buscaba, prestaba atención a las palabras de Kouji, quién se limitaba a explicar que en efecto era un recién graduado pese a su edad y que no tenía demasiadas amistades dentro de la aldea. Yuko entonces encontró el expediente del muchacho y leyó algunas cuantas anotaciones que tenía en él respecto a su estadía en la casa de estudios.

—Pues, salvo por tu irregular estancia en la Academia, todo bien— se encogió de hombros y cerró el documento, procediendo a guardarlo nuevamente en su sitio. —Despreocúpate, ya verás que con el tiempo vas a acostumbrarte al ritmo que tenemos aquí— le guiñó el ojo. —Ahora lo importante...— Empezó a rebuscar entre los distintos pergaminos marcados con la letra D. Sin embargo, en algún momento, pareció enarcar una ceja. —¿Sabes? En otros casos te hubiese mandado a cosechar calabazas a Yachi, pero creo que tengo algo más interesante para ti— De pronto se giró y pasó de la D a la C, tomando un pergamino del montón. —Échale un ojo y luego me dices— le aventó en las manos el escrito.



(C) Malas Pulgas


Publicada en: Amegakure
Rango recomendado: Genin
Nivel recomendado: -
Solicitante: Masanori Kowa
Lugar: Villa Odei, Tierras de Llovizna.

Recientemente en Villa Odei, algunos padres de familia sospechan que se están llevando a cabo peleas de perros ilegales por parte de algunos adolescentes rebeldes, pero sin saber la localización exacta del sitio. El señor Kowa, alcalde del lugar, solicita que se de con el lugar donde presuntamente se están realizando estas actividades y se rescate a los animales. Sin embargo, una de las condiciones es que se realice sin el uso de violencia, ya que también se cree que uno de los involucrados es el hijo del propio Kowa. De preferencia, se debe hacer entrar en razón a los chicos.

—Hubo muchas discrepancias a la hora de clasificar esta misión. El cliente perjuraba que no era peligroso, que sólo se trataban de unos jovenzuelos malcriados. Sin embargo se determinó que aún así podía existir riesgo al estar participando en una actividad ilícita. No son bandidos ni nada, pero juntalos en grupo y quién sabe— Se cruzó de brazos y se recostó en el asiento. —¿Te ves en capacidad para manejarlo? Yo soy de los primeros en velar por la seguridad de los novatos y no te lo daría si no te creyese apto, pero la decisión es tuya— sonrió afable mientras alzaba ambas cejas en gesto cómplice.
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#5
Tras comprobar la identidad del solicitante, el moreno procedió a ofrecerle una misión aparentemente un poco fuera de lo usual. Kouji atrapo el pergamino que le arrojó desde su puesto, ya claro del todo en que al tío que le estaba atendiendo, las formalidades no le daban frío ni calor.
Así, se tomó su tiempo para leer los detalles de la misión y a la par, escuchaba los comentarios de Yuko. Cuando terminó de leer, solo le tomó un par de segundos contestar.

—Si solo se trata de adolescentes, no debería ser peligrosa.— Acotó, enrollando nuevamente el manuscrito con las indicaciones.

—Quizá podría complicarse por el asunto de los perros, porque podrían ser agresivos…— Terminó la frase con una pausa de algunos segundos, mientras decidía mentalmente entre devolver el pergamino o guardarlo dentro de su portaarmas… entonces, tuvo una idea, y pudo reunir suficiente confianza para decir: —Aun así, me veo capaz de tomarla.—

—¿Sabes cómo podría hablar con el señor Masanori?— Inquiriría, después de la respuesta del Yuki ante su decisión de aceptar el encargo.
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#6
—Me agrada tu confianza— le señaló con el dedo y asintió con la cabeza. —Pero a veces los imprevistos pueden superar las expectativas, aún teniendo precauciones tomadas— se cruzó de brazos. —Por poco y la asignan cómo D, pues el solicitante no quería pagar el costo de un rango más elevado. Dependiendo de cómo se den los hechos puede que aún así surjan problemas con los honorarios...— Dijo con franqueza. Si debía guiar a aquel muchacho, al menos sería sincero y realista.

»Eso ya te corresponde a ti. Nunca son muy específicos con las instrucciones pues se da por sentado que por ser ninja tenemos que saber hacer las cosas. No sé, la gente cree que somos omnisapientes o algo así, pero la falta de sentido común de los clientes a veces complica las cosas más de lo que debería. Usa el túnel para ahorrar tiempo, ya de ahí te toca encontrar la localidad por tu cuenta.

Tras sentenciar aquello, algunos otros genin iban llegando al edificio.

—Bueno, yo debo seguir trabajando. Mucha suerte— Se despidió de forma coloquial alzando la mano y sacudiéndola de lado a lado.
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#7
—Entiendo, lo tendré en cuenta.— Respondió cuando el de ojos azules le aconsejó tomar suficientes previsiones y aclaró el asunto del pago. En ese momento no parecía preocuparle mucho ese último detalle. Todavía tenía alguna pregunta más, pero se abstuvo de retenerlo por más tiempo viendo como la gente comenzaba a ingresar al vestíbulo.

—Gracias Yuko, hasta luego.— Guardó el pergamino entre sus pertenencias, para luego despedirse correspondiéndole con el mismo gesto.

A continuación, se abrió paso por el salón y salió del recinto, encarando la lluvia en el exterior como si realmente no estuviera ahí. Caminando por el centro de la aldea, requería realizar un par de preparativos antes de partir al tunel. De momento, sus pasos tenían como objetivo llevarlo al hospital de la aldea.

En primer lugar, sabía que necesitaba una forma de neutralizar a los perros sin lastimarlos en caso de que estos lo atacaran; esa era su mayor preocupación.

Pero… ¿Qué estaba tramando Kouji?

Aún tenía en mente aquella idea concebida en el edificio de la Arashikage justo antes de aceptar la misión, y no era otra que tratar de conseguir algo de tranquilizante para lidiar con aquellos animales.

Con suerte, su madre estaría presente haciendo su turno guardia. Si accedía a colaborar con él no le costaría tanto conseguir a alguien que lo ayudara a preparar la dosis acorde para un perro y le facilitara algunas ampollas… o al menos eso esperaba.

Una vez en el lugar buscaría a la kunoichi médico o algún encargado que pudiera dar a conocer su paradero.
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#8
Las dudas de Kouji no le permitieron plantearle su inquietud a Yuko. Sin embargo, aunque lo hubiese hecho, no es que en la armería de la aldea guardasen anestesia de ese tipo en general, por lo que de todas formas lo hubiesen terminando mandando a conseguirlo a otro lado de todas formas.

El joven se encaminó al hospital en búsqueda de su madre o de algún otro profesional en el campo. Sin embargo, el tipo de sedante que se utilizaba para los humanos era distinto al que se utilizaba en veterinaria. Pero, para su buena fortuna, el joven genin no tardaría en encontrar a su madre que por suerte no estaba atendiendo ninguna emergencia en esos momentos. Parecía ser un día calmo en el hospital de Amegakure y algunos de sus trabajadores podían darse el lujo de darse un desvío de sus actividades sin que acarrease alguna consecuencia negativa.

Sería justamente en la recepción del hospital donde encontraría a su madre, cerca de algunas enfermeras que estaban platicando tranquilamente en el sitio. Quizás podrían darle alguna buena indicación.

—Ay, el otro día me quedé sola en el turno de la noche. Hubo un fallo con las luces del pasillo del segundo piso y sentí que alguien venía en la dirección contraria... Tragué saliva y me adelanté, ¡cuando de pronto algo me saltó y me agarró de la cintura!— Explicaba una jovencita de las que laboraba en el sitio. —Era el anciano que no tenía su silla de ruedas a la mano y se salió de su habitación arrastrándose, vociferando que su cama estaba incómoda.

La otra chica presente rió.

—Mira el lado bueno, pudo ser peor. Imagínate que te hubieses topado con Zetsuo-san en el corredor— Rió la otra mujer.
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#9
En el hospital no tuvo muchos problemas para encontrar a su madre, que estaba en el recibo con dos enfermeras. Mientras caminaba por el pasillo no pudo evitar escuchar sus chismes, pero ya frente a ellas lo disimuló estoicamente.

—Disculpen…— Buscó el mejor momento para interrumpir su conversación. ----Buenos días.— Les saludo previendo el hecho de que a su madre le extrañara su presencia en aquel centro médico ese día.

—Quería saber si pueden ayudarme con cierto asunto para una misión que me encargaron…— Extrajo el pergamino entre sus pertenencias y lo desenrolló para mostrar la reluciente insignia de la aldea como sustento de sus palabras.—… veran, el objetivo es controlar unas peleas de perros ilegales y poner a salvo a los animales. Sin embargo, es posible que estos sean agresivos y pueden salir lastimados si me veo obligado a usar la violencia. Por eso, pensaba que sería más sencillo aplicarles algún tipo de tranquilizante para retenerlos, solo en caso de que la situación se saliera de control.—

—¿Podrían ayudarme a conseguir algunas dosis por favor? — Preguntó, alternando sus ojos entre las tres mujeres que se hallaban frente a él, ciertamente buscando algún signo de complicidad de parte de su familiar.


Si quieres rolear a la madre de Kouji puedes hacerlo libremente, porque la personalidad de ese NPC no la tengo definida. Puede ser dulce, exigente, sobreprotectora, antipática o lo que quede mejor… no tengo problema con que para efectos de la misión la interpretes como gustes.
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#10
A diferencia de las otras dos jovencitas, la más veterana escondía mejor sus emociones, que no por ello estaba menos divertida con aquel asunto que comentaban. Era simplemente, más elegante que ellas.

—No necesitas encontrarlo en un sitio oscuro para que su cara te de miedo...— Comentó lacónica la médica, torciendo el cuello para notar la presencia del recién llegado que no le era para nada ajeno. —Oh, Kouji. ¿Qué te trae tan temprano por aquí?— Preguntó con cierto tono de confusión en su voz, ya que se suponía ese día era la primera misión de su hijo.

Las otras dos chicas acallaron, un poco apenadas por los comentarios que habían hecho delante del jovencito. Por el nivel de confianza, dedujeron que era justamente algún familiar.

—Vaya, la verdad es que tenemos algo complicado entre manos— se llevó los dedos pulgar e índice al mentón mientras sonreía. En cierta manera, le habían asignado una tarea un tanto compleja al joven, pero de todas formas se mostraba entusiasmada al ver cómo lo estaba manejando el genin. —Hitomi, ¿alguna idea de dónde pueda estar Karaga?— Preguntó a una de las enferneras.

—Debe estar desayunando en la oficina, su turno no comienza hasta las siete— Indicó la muchacha.

—Perfecto— Posó su vista nuevamente en Kouji. —Karaga es una experta veterinaria, así que ella podrá ayudarte. Pídele ayuda diciendo que necesitas un préstamo especial. Normalmente no se permite el manejo de sustancias por shinobi que no son médicos, pero yo me encargaré de litigar con la administración para que te lo den en comodato excepcional. Muéstrale el pergamino y dile que vas de mi parte, no se negará— Sonrió con confianza.

—Allá en el muro hay un mapa del hospital para que puedas guiarte— Complementó la otra chica.
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#11
Atendió las indicaciones de su madre hasta la última palabra. Afortunadamente, ella le brindaba su apoyo en esta oportunidad.

—¡Gracias!— Correspondió con la misma sonrisa reluciente, adoptando sin querer el mismo lenguaje corporal su progenitora, como si de genética se tratase.

Seguidamente, se giró rápidamente hacia el mapa del hospital y se puso delante para detallar donde estaba la oficina de Kuraga, la veterinaria de la que le habían hablado. Luego de fijarse cómo llegar a donde se supone debía estar, iría por ese camino y trataría de encontrarla una vez alcanzara el lugar.
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#12
—Adiós, y buena suerte— Contestó la mujer a la despedida.

Las otras dos muchachas parecían comentar algo respecto al genin en voz baja, pero entonces la mujer les vio de reojo. No fue una mirada amenazante, ni siquiera de enojo. Simplemente, bastó con posar sus iris en aquellas dos enfermeras para que estas guardasen silencio y dejasen de murmurar. Aquello era quizás lo que se le llamaba tener una presencia imponente.

Cómo fuese, Kouji para ese momento ya habría empezado a buscar la oficina de Karaga. No tardaría demasiado en llegar a su destino, pues tras caminar por los pasillos la mayoría de los cristales de las puertas tenían las luces apagadas. El cuarto que tenía un letrero con la inscripción Inuzuka Karaga era el único que se hallaba iluminado a esa hora. Además, el olor a café se escapaba desde la entreabierta puerta de la oficina.

Dentro, parecía haber dos voces platicando. Una, femenina, la otra... era difícil describirla. Sonaba cómo a un hombre, pero tenía algo rasposo y extraño en su tono.

—La administración debería darnos un anexo mucho más grande en el hospital para poder trabajar— Decía la voz de una mujer ya madura.

—¿Trabajar? Tú haces de todo menos trabajar en este sitio— Contestó alguien con un tono extraño.
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#13
Delante de la única puerta entreabierta en el pasillo, escuchó claramente la voz de la que debía ser Karaga.

— Permiso.— Anunció su presencia con un poco antelación, luego abrió la puerta un poco más para encarar a los que estaban en la sala. —¿Es usted Karaga?— Preguntó solo para confirmar. En ese caso de ser afirmativo, proseguiría.

—Vengo de parte de la doctora Okumura Naobu.— Aclaró ante todo, manteniendo un tono respetuoso y asertivo como de costumbre. —Le pedí me facilitara algunas dosis de tranquilizante para perros y me ha referido a usted para que me ayude, por favor. Tiene que ver con esta misión...— Acotó, mostrando el pergamino de la misión con el sello distintivo de la aldea. Si necesitaba inspeccionar mejor el documento, se lo cedería sin problemas.

—Está relacionada con unas peleas de perros clandestinas que debo detener, para evitar que los animales salgan lastimados...— Si su lenguaje corporal le indicaba algún tipo de negativa frente a la petición, tomaría la iniciativa ofreciendo estos detalles a fin de demostrar sus verdaderas intenciones. — pero es posible que traten de atacarme a mi, y usar la violencia para controlarlos puede empeorar la situación. Pensaba que sería más sencillo aplicarles algún tipo de tranquilizante para retenerlos, solo en caso de que las cosas se saliera de control.—

—La doctora ya se está encargando del papeleo en la administración.— Finalizó, rogando que la veterinaria colaborara con su causa.


Naobu -> El nombre de la madre de Kouji. Ahora es canon (?)
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#14
Al entrar, encontraría a la mencionada mujer y a un acompañante que no era del todo inesperado, pero eso no lo volvía menos curioso. Se trataba de una mujer ligeramente morena, con cabellos rizados y rebeldes. Portaba los clásicos colmillos rojos del clan Inuzuka en ambas mejillas, mientras sus ropas constaban de sandalias ninja, pantalones pirata, una blusa de tirantes negra y una bata médica. Vaya, algo poco usual para lo que debería ser un empleado de sanidad. Ella estaba sentada frente a un escritorio, aunque no parecía haber más objetos que la jarilla con su cafeínica bebida. Y sin embargo, era su compañero el que más desentonaba. No era una persona, sino un perro. específicamente un dóberman de gran envergadura que medía casi metro cincuenta a la altura de la cruz. Este portaba además un collar azulado con el símbolo de la lluvia bordado en él. Este estaba plácidamente recostado en un sofá para animales en una esquina del sitio.

—¿Huh?— La mujer se giró sobre su silla de oficinista, sin siquiera soltar su taza de café. —¿De parte de Naobu?— enarcó la ceja mientras le daba un sorbo a su humeante bebida.

—Joder con algunos humanos. Si quieren ganar dinero viendo sangre, pues que se den en la madre ellos mismos— Increíblemente, el perro habla con gran fluidez el idioma, que no con ladridos o sonidos extraños. —Que mala maña de embarrar a otras especies en sus asuntos— El can estiró las patas.

—Ya Ryogaku, que si se trata de sacarse los ojos a uno mismo, eso también lo hacen— La mujer agitó la mano para restarle importancia al asunto mientras reía, para luego desviar su atención a Kouji, atendiendo el resto de su explicación. —Pasemos contigo— Tomó otra taza para servir café, aunque no le echó azúcar. En su lugar, la colocó en una esquina y la señaló, dejando entrever que quería que el genin la tomase, sin siquiera ofrecérsela cómo tal. Básicamente, le estaba condicionando a aceptarla.

—Okumura Kouji, ¿no?— Relajó sus gestos. —Qué formalismo el que tienes para referirte a tú mamá, ¿o es que piensas que es poco adecuado que elle te esté ayudando con esto?— sorbió otro poco. [color=olivedrab}—A ver, que cuando ella negocia algo, lo consigue. ¿Sabes? Es una excelente diplomática, siempre le he dicho que debería meterse más a la política que a la medicina pero bueno, ella sabrá. Así que no te puedo dar un no por respuesta, que prefiero evitarme charlas innecesarias después—[/color] terminó finalmente con su café para luego abrir un cajón de su escritorio con tres frascos.

—Normalmente, esto se inyecta y actúa en unos minutos tras entrar al torrente sanguíneo. Sin embargo, si lo das a beber seguirá funcionando, pero tal vez tarde mucho más en hacer efecto ya que se absorbe mucho más lento. Causará una anestesia general que durará unas tres horas si fue directa y una si fue diluida. Cada dosis puedes diluirla e agua para que sean dos, pero sabes las consecuencias. Ya te dí las instrucciones, tú sabrás cómo usarlos como mejor te convenga— Inmediatamente le entregó los tres frascos.


¤ Sedante para cánidos
- Tipo: Consumible
- Tamaño: Pequeño
- Requisitos: -
- Precio: -
- Uso: Anestesia general en caninos
Frasco con un líquido verdoso que puede ser ingerido o inyectado. Su uso es principalmente quirúrgico, por lo que no es demasiado rápido en su actuar. En su lugar, al hacer efecto proporciona bastante tiempo de inconsciencia en el animal usado. Está destinado para perros, lobos, zorros, etc. Su uso en otras especies únicamente causará somnolencia acentuada, pero sin llegar al estado de inconsciencia. Cada recipiente tiene tres dosis directas, o seis si se diluye. Una dosis completa será efectiva en dos turnos, mientras una diluida en seis. La duración es de tres horas en una dosis directa y de una hora si es la versión diluida.

Kouji Adquiere tres frascos de Sedante para cánidos.
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#15
El Genin, que al momento de entrar a penas prestó atención al hecho de que solo había una persona en el consultorio, quedó perplejo cuando el descomunal dóberman simplemente se dignó a manifestar su opinión sobre la situación en la que se había metido aquel pichón de shinobi. Nunca había visto o siquiera oído hablar de animales con la capacidad de articular lenguaje y ese lo tomó totalmente desprevenido. Volviendo su cuerpo hacia la medico, salió de su asombro solo cuando ella llamó su atención y, aún un poco distraído por lo anterior, aceptó la taza entre sus manos sin darse cuenta. Luego asintió para confirmar su identidad.

—Nada que ver— Contestó sin reparo a la pregunta desafiante. —No iba a asumir que sabías que ella es mi mamá. Es todo.— Echó un largo sorbo de café, con cuidado de no quemarse. Una vez lo probara, ni se daría cuenta de que no tenía azúcar; probablemente disfrutaba más el aroma y el calor que le brindaba aquella bebida en las manos que ingiriéndola.

«Ni me lo digas...» Asintió con cortesía, dejando escapar una pequeña sonrisa cuando trajo a colación la destreza de verbo de la que hacía gala su progenitora. Seguidamente, escucho con mucha atención la explicación, tratando de retener cada detalle. Acto seguido tomó los frasquitos.

—Una cosa más...— Intervino mientras buscaba un lugar seguro entre las cosas de su portaarmas para guardar el sedante. —¿Podrías darme una jeringa o algo para administrarla, por favor?— De nuevo se empinó la taza en los labios con premura.
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