Ella pudo acercarse sigilosamente hasta ellos, pero en cuanto abrió la boca para interrumpir de forma irónica al distraído vigilante, los matones no dudaron en tomar sus armas y lanzarse contra ella. Tres de ellos se quedaron haciendo un gran esfuerzo por mantener a su compañero suspendido en el aire mientras parecía estar haciendo algo bajo el puente.

El sujeto que estaba más cerca de ella se voltearía para golpear a la kunoichi, siendo que esta ya había decidido golpearlo en caso de signos de violencia. El resultado sería que ambos se golpeasen a la vez, aunque el daño causado por la kunoichi claramente sería mayor debido a su técnica.

El resto que se encontraban a unos cinco metros de donde se desarrollaba la acción de inmediato se pondría en alerta al escuchar el ruido y ponerse en guardia para atacar a la joven, siendo que uno se desabrochó de una cadena que llevaba a manera de cinturón y la lanzó con presteza a las piernas de la kunoichi con la intención de derribarla, mientras que el otro quién también portaba una cadena se echó a correr a su vez en contra de la chica dispuesto a golpearla. Un cuarto desenvainaría el filo de lo que lucía ser una garra de triple hoja en su mano diestra, echándose también en carrera para atacar a la joven con toda la malicia del mundo.

Había logrado llamar la atención de al menos la mitad del grupo.

Aquellos hombres estaban sin duda más que preparados para un enfrentamiento. Seguramente debido a que los trabajadores ya les habían plantado cara más de una vez en busca de evitar un estropicio mayor. Reaccionaron más rápido de lo que Lyndis había esperado, pues parecían estar bien organizados y cada uno tenía su papel.

Tras intercambiar un puñetazo con aquel matón, Lyndis aprovecho el momento para seguir hostigándolo buscando sacarlo de la escena lo antes posible, cuanto más rápido fuera eliminándolos más fácil seria seguir combatiéndolos hasta el punto de amedrentarlos. Le dirigió una patada baja que los más expertos de Taijutsu reconocerían con facilidad como un Konoha Reppu, rematando la faena con otro puñetazo directo contra su pecho ahora que al caer no podría defenderse.

— Una pelea de cuchillos, una pena por vosotros que haya traído mis puños — añadió con una aguda sonrisa de afilados dientes.

Unas cadenas volaron contra ella que interceptó en el suelo con uno de sus brazos, enrollándose en el derecho. Una segunda cadena procedente de un tercer matón volaría contra ella golpeándola sin problemas en el rostro con uno de los pesos y finalmente, un cuarto se abalanzaría sobre ella con unas peligrosas garras. Intentaría usar el brazo que tenía rodeado de cadenas para defenderse, y así evitar los cortes producidos por garras ante una improvisada malla hecha de ferreas cadenas.

Los hombres no dudaron en enfrentarse a la kunoichi, aunque quizá se sintieron un poco sorprendidos cuando esta misteriosa joven contratacó rápidamente revelando su estatus de shinobi.

El sujeto se sintió aturdido por el eléctrico puñetazo de la joven, y antes de poder siquiera quejarse del dolor fue derribado por la patada giratoria de la chica. Nuevamente, justo antes de soltar un quejido, un sendo golpe en su tórax acabó por ahogar toda posible oposición de su parte, dejándolo sin aire mientras sus ojos se iban hacia atrás y las extremidades extendidas como una estrella de mar atropellada.

A los demás no les pasó desapercibido esto. Puesto que el sujeto de la garra fue además interceptado cuando la kunoichi aprovechó la cadena del otro para usarla a su favor, pese a que el golpe de la cadena de uno había logrado impactar en su rostro, ella seguía en pie de guerra.

El sujeto de la garra en reacción usaría su otro brazo para sujetar de inmediato el brazo de la chica y replegar el otro para ahora intentar atacar directamente al rostro de la joven sin ninguna consideración. El tipo de la cadena al unísono intentaría lanzar un nuevo azote, esta vez buscando impactar el costado de la chica.

El que se había quedado desarmado aparentemente estaba confundido, sin saber como entrar al combate, pero aún así se acercó corriendo y rodeando al grupo con tal de quedar parado atrás de la kunoichi.

Mientras toda la faena se desarrollaba, la otra mitad del grupo estaban empezando a intentar subir a su compañero de nuevo, tirando de las poleas a toda prisa.

Sin lugar a duda parecían tener bastante experiencia en combate aquellos matones, en combate actuaban medianamente organizados a diferencia de a la hora de cometer vandalismo donde parecían tener mucho más claro sus objetivos y papeles seguramente. El trabajo de los obreros por detener sus ataques nocturnos no tuvo que ser fácil, y si no estuvieran tan cansados tras una larga jornada de trabajo, seguro que eran más que capaces de repelerlos con algún que otro herido en sus filas.

Tras dejar a uno de los bandidos fuera de combate, Lyndis sonrió con confidencialidad cometiendo posteriormente un error, y dejando que el matón que portaba unas afiladas garras la apresara del brazo encadenado, buscando golpear con estas mismas su rostro. Lo que le faltaba, más cicatrices de guerra por si los ojos de mapache y la enorme cicatriz de su ojo izquierdo no fueran suficientes. Consiguió esquivar casi al límite aquellas peligrosas cuchillas, cortándole tan solo un par de cabellos y haciéndole una pequeña herida en su mejilla izquierda, pero estar tan centrada en estas no le permitió percatarse del golpe que recibió en el torso por parte de otro conjunto de cadenas.

Dejó escapar un quejido de dolor, haciéndola fruncir el ceño y atacando por reacción al más cercano, queriendo tan solo separarse y mantener algo de distancia. Le propino un fuerte cabezazo más propio de una bestia que de un shinobi, buscando que este se separará de ella y retrocediendo un par de pasos. Tras la breve pausa, notó el escozor de la herida de su rostro, pasó el dorso de la mano para borrar rastro de la sangre y se percató del cuarto que parecía algo desorientado intentando rodearla para buscar su oportunidad, por lo que decidido reubicarlo en la pelea de la mejor manera posible.

Las chispas del torso de la joven desaparecieron, y esta se abalanzó sobre el desarmado lanzándole una patada alta giratoria, que culminaría en el suelo con otra baja también girando sobre ella misma tanto si la primera acertaba, como si no lo hacía.

— ¡Joder, como echaba de menos una buena pelea! — añadió con su amenazante sonrisa.

El sujeto de la garra se quedó algo tonto ante el cabezazo de la chica, pues no esperaba que esta reaccionara tan rápido. Se quedó simplemente atontado por subestimarla.

Sin embargo, mientras esto sucedía, los otros hombres que se hallaban en el puente soltaron un silbido llamando a sus compañeros. No parecía que se fueran a unir a la pelea.

La kunoichi entonces se apartó de sus atacantes y contraatacó por su cuenta. El sujeto que se había colocado tras ella en vano intentó bloquear las sendas patadas giratorias que le obligaron a caer completamente derrotado ante el dolor. Sin embargo, ambos de sus colegas más temprano que tarde ya habían emprendido la huida, no sin antes que el hombre de la kusari intentó lo mismo que su compañero no hizo con antelación: Lanzar la cadena a las piernas de la joven para así al menos atrasarla en la persecución.

Ellos parecían querer unirse a sus amigos en el puente, emprendiendo carrera sin importarles sus dos compañeros caídos en combate. Sin embargo, si ella se acercaba, notaría un ruido extraño. Un acelerado tictac proveniente desde la parte baja del puente.

Los bandidos no perdían ni un segundo, reorganizándose y cambiando su patrón lo más rápido posible. Seguramente tenían hablado y pactado de antemano que hacer en el caso de que las cosas se torcieran y no fueran como tenían planeado. Un sonoro silbido pareció detonar algo en especial, puede que una llamada para replegarse ante la aparición de la kunoichi. La joven frunció el ceño, no estaba dispuesta a dejar escapar a nadie y menos después de haber podido tumbar a dos.

Uno de los que todavía se mantenía en pie, y que por suerte para él todavía no había recibido la furia de sus golpes, lanzó a la carrera de ella unas cadenas directamente hacia sus piernas. Le asustaba un poco destrozar parte del puente tras ver el duro trabajo de los obreros durante todo el día, pero si rompía una parte de este a cambio de salvar todo su trabajo sería un precio menor.

Las piernas de Lyndis se energizaron, deteniéndose un instante para coger un fuerte impulso que destruiría parte de las tablas en las que estaba en ese instante para salir disparada contra aquel tipo evadiendo su arma. Buscaria derribarlo con un placaje aprovechando el impulso usando su hombro, y lo tiraría al suelo puede que chocando contra las barandillas, terminando de haber recortado toda la distancia con los que habían bajado por las cuerdas. Acto seguido, el brillo de sus piernas desaparecería para dar lugar a otro en uno de sus puños, que iría directo a la cara de aquel mismo hombre.

— ¡Os doy un último aviso, u os detenéis ahora mismo, o no pienso tener clemencia con vosotros! — gritaría agarrandole de la camisa, preparada para soltar otro puñetazo.

El hombre cayó sin más. El golpe en su espalda tras el gran salto de la kunoichi fue algo que no pudo prever en ningún momento, sumado al estruendoso puñetazo lleno de rabia propinado por la chica. La sangre no tardó en brotar, pero el hombre aún así apretaba los dientes. Miró al lado, estaban justo sobre las tablas del puente, en uno de los soportes.

—¡Ya nadie puede detenerlo aunque quisiéramos!— El hombre entonces, intentó aferrarse a la kunoichi ya sea con las manos o con las piernas. Así tuviera que meter sus dedos en los ojos de la chica para intentar dejarla ciega, simplemente ahora no quería soltarla. —¡Esta vez no será sólo un segmento! ¡SINO TODO EL PUENTE!— Diría, intentando ganar más tiempo para que el resto de sus colegas quisieran huir.

Los otros cinco a lo sumo voltearon de reojo, pero ninguno quiso regresar a por él, salvo uno de los bandidos que parecía más joven de lo normal.

—¡DAIDOJI!— Gritó a viva voz.

Otro de sus colegas lo tomó del hombro, y lo forzó a seguir corriendo.

— ¡Maldito bastardo! — La joven reaccionaria rapido agarrandole de las muñecas, para evitar que sus manos llegaran aún más cerca de sus ojos. — ¿¡Que mas os da un puente!? ¡Si sois bandidos, lo tendréis aun más facil intentando cobrar un peaje a la gente que pase! ¡Destruir este puente es una completa gilipollez! ¿¡Que coño acabaís de hacer ahi abajo!? ¡Dimelo o te prometo que te quedarás la vida entera bebiendo por una pajita!

Los ojos de la joven se tornaron mas agudos si podía ser, y tanto el iris como las pupilas parecían casi desaparecer en el blanco de sus ojos de la rabia que la ahogaba. Lo sostendría por el cuello de la camisa mientras le amenazaba con el brazo contrario en soltarle otro golpe.

El hombre encaró las amenazas y el golpe de la chica pese a todo, con estoicismo.

—Sí. Simples bandidos. Es mejor que sigan creyendo eso...

Y no hubo más tiempo para intercambiar palabras.

De pronto hubo un tremendo estallido debajo del puente que mandó a volar tanto a la kunoichi como al bandido. Lyndis no fue golpeada directamente por el explosivo, sino por los propios escombros del puente que salieron volando junto a ella. No era algo que ella no pudiera resistir, pero aún así ahora empezaría a caer hasta los árboles y rocas que estaban debajo de ella. El cuerpo inmóvil del sujeto caía en la otra dirección siendo que ella podía observar que no parecía moverse en lo absoluto.

Con lo mallugado que ya estaba tras la paliza, la explosión hizo algo más que dejarlo inconsciente.

— ¿Que?... — se preguntó ante aquellas palabras, y antes de poder reaccionar, todo saltó por los aires.

Una fuerte explosión en la estructura básica del puente lo quebraría prácticamente entero, cayendo a la parte inferior del puente chocaria con algunas ramas mientras caía, y con dificultad intentaría quedarse en uno de los arboles mientras su velocidad disminuía y estos la golpeaban.

Conseguiría caer sobre una rama bastante gruesa, y soltaría un quejido de dolor al golpearse contra ella, aferrandose con ambas manos, y quedando colgada de este.

— Joder, joder ¡Joder, maldito cabronazo! ¿¡Hasta el puto punto de morir por la causa!? — gatearía sobre la madera, quedando sus piernas y brazos colgando mientras avanzaba hasta quedarse en una posición más segura.

Tras el gran esfuerzo y tomar un pequeño respiro, la adrenalina se suprimiría, lo que la obligaria a sentir aún mas intensamente el dolor así como una fuerte sensación de mareo por la que casi pierde el equilibrio y cae al agua.

— No he conseguido defender el puto puente, y el enorme estruendo habrá alertado a los operarios. ¡Maldita sea, porque coño solo han mandado a una puta genin aquí!— Golpearía la pared de roca, mientras alzaba la vista para ver como el puente se desmoronaria.

Con algo de suerte, los trabajadores podrían evitar que los que quedaban, y si estaban en ese lado, huyeran de la escena pues estarian bastante malheridos y los superaban ampliamente en numero. Descendió la mirada, donde vería el cuerpo de uno de aquellos bandidos sobre las ramas de otro arbol al otro lado del rió. Desde allí no podría discernir si estaba con vida, pero si lo estaba seguro que alguien podía sacarle información mas que suficiente, y si no, a lo mejor alguien podría reconocer en cadaver tras un informe y estudio exhaustivo. Por lo pronto, necesitaba recuperar el aliento, la cabeza todavía le daba vueltas.

El golpe la había dejado más que mallugada, sino entumecida.

Trozos de madera y metal pasaron por delante de sus ojos, salpicando al caer al río que estaba bajo sus pies. Si miraba arriba, un tramo entero había sido víctima del bombazo, causando que si antes era difícil pasar por la improvisada pasarela, ahora era simplemente imposible. Sin embargo, para su buena o mala suerte, no todo el puente había explotado y caído como vaticinó el bandido. Eso sí, el daño fue demasiado considerable en esta ocasión.

Pronto escuchó gritos en las alturas, reconociéndolos como los operarios de la construcción.

Aparentemente uno de los bandidos en la parte superior había despertado, y ahora trataban de apresarlo.

Por otro lado, el resto de la pandilla huyó fácilmente, siendo que no había forma para los empleados de perseguirlos.

Pronto, una voz de las alturas llamó a Lyndis.

—¡Kunoichi-san! ¡Kunoichi-san!

Se retorcería un poco más del dolor, llevando una mano a su costado. ¿Y ahora que hacía? Estaba demasiado magullada para intentar escalar la pared por su cuenta, aunque con algo de control del chakra, podía hacerlo sin mucho problema; en la academía le enseñaron a aplicar una capa de chakra sobre sus pies, matenerla de forma uniforme, y sin problemas podías escalar casi cualquier terreno.

Pero el dolor seguramente le haría perder la concentración, y todavía estaba la posibilidad de que fuera atacada o se derrumbara algo sobre ella. Lo mejor era esperar a recuperar un poco el aliento, y...

—¡Kunoichi-san! ¡Kunoichi-san!

— ¡Aqui! ¡Estoy aquí! — Gritó zarandeando la mano que no tenía apoyada sobre su abdomen para intentar ser más visible en la oscuridad de la noche. — ¿¡Teneis una cuerda o algo!? ¡Necesito ayuda!

O esa era otra muy buena opción

—¡ESTÁ VIVA!— Vitoreó la voz del chico de la cena. —¡En un momento vamos!— Dijo la voz que desde las alturas hizo eco, siendo que la kunoichi escuchó como los pasos se alejaban corriendo.

El humo del explosivo aún se disipaba, y algunos trozos y rocas aún caían, pero por el momento el puente parecía haber soportado mucho mejor de lo esperado el embate de aquella improvisada e inesperada bomba. Todos los que habían estado al otro lado del puente habían huido, pero parecía que los trabajadores atraparon a los que previamente Lyndis logró noquear.

Pronto, escuchó pasoso volver, justo cuando algo largo caía desde las alturas hasta su posición.

—¡No tenemos sogas pero si encontramos un cable lo suficientemente largo!— Dijo el muchacho.

Pronto, la silueta robudta del capataz se asomó.

—¿¡Puedes amarrarlo a tu cintura!? — Puso ambas manos al lado de su boca para dirigir el sonido de su voz. —¡Cuando tú nos digas tiraremos para subirte!

Lyndis suspiró aliviada ante la respuesta de una voz conocida, y dejó chocar su cabeza contra la pared de rocas. En demasiada teoria, podría haber sido una misión sencilla; si no eran muy organizados, o no eran muchos podía haberse ocupado de ellos sin muchos problemas, pero aquello la sobrepaso. Llevaba bastante tiempo sin hacer nada que no fuera entrenar un poco para mantener algo de cuerpo físico, por lo que la mayor parte, estaba ayudando a su madre con su pequeño negocio de costura.

Debía prepararse para un futuro, incluso para la misión más simple pensó. Ya se lo comentaron en la academia pero parece que ya se había olvidado de aquellas advertencias. Incluso la más sencilla de las misiones, podía volverse bastante peligrosa si metías las narices donde no debías.

Poco después, la misma voz la volvió a llamar, y un cable caería delante de ella el cual agarró dando un suave tirón con la mano que no tenía sobre el costado. A pocos metros de ella, todavía estaba uno de los matones, puede que desmayado, aunque la realidad era un poco distinta.

— ¡¡Eh!! ¿¡Me escuchas!? ¡¡Aquí abajo hay otro de esos bandidos, parece que esta inconsciente!! ¡Deberíamos subirlo también!— Gritaría en respuesta. — ¿¡Le intento atar y lo subís!? — Añadiría esperando cualquier respuesta posible.

—¡Espera que necesitaremos más gente! ¡Tú átalo como puedas entre tanto!— respondió el sujeto.

Seguía escuchando el ajetreo en las alturas, pero aparte de pensar en como traer al sujeto de su lado, su propia posición no era tan favorable.

El humo se estaba dispersando, pero un crujido en el puente anunciaba un mal augurio. No era seguro si los trozos del puente iban a seguir desprendiéndose o no pese a que lucía estable la estructura a simple vista. Pero la vista es engañosa.

Otra viga suelta se desprendió del puente y cayó golpeando el árbol donde Lyndis se encontraba, que si bien no lo tumbaron, si que lo desestabilizaron. Las raíces empezaron a separarse y ahora la rama donde ella se había posado se estaba inclinando peligrosamente en dirección al río sin poder soportar por mucho tiempo más su propio peso.