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Lo último que esperaba el Yotsuki tras entrar a la taberna, era hallar una turba enfurecida que no dudó en apuntarle todos y cada uno de ellos con armas propias o improvisadas.
"Oh por Amenokami."
Lejos de alarmarse, entrecerró los ojos y analizó la situación, comprendiendo que era obra de las habladurías de aquel niñato que no debía tener un par de años menos que él. "Fantástico" Se cruzó de brazos mientras notaba la incredulidad de los aldeanos.
"Bueno. Creo que por una vez en la vida me puedo alegrar que no me tomen en cuenta por mi edad " No quería tener que lidiar con los pobladores por una confusión. Si bien mantenían la guardia alta, le dieron el beneficio de la duda y le exigieron su identidad. "Sólo hay una opción."
—Yo soy...
Se llevó la mano al equipaje, tomando el pergamino de la misión rápidamente. Entonces, dió un giro de trescientos sesenta grados sobre el eje de su pie izquierdo, rematando la voltereta con un pisotón del pie diestro, levantando la punta de la bota mientras estiraba la pierna diestra y flexionaba la rodilla izquierda. Abrió entonces el pergamino y lo tomó con la mano zurda, pasando su brazo detrás de la nuca mientras lo sujetaba, dejando que el escrito con el sello de la Arashikage quedase extendido al lado de su rostro. Para rematar, la mano diestra cubrió la mitad de su rostro, dejando que sus dedos se intercalaran con sus cabellos de colores.
—King Rōga~ Sonreiría. —Y he venido para encontrar al culpable de las desapariciones— Retomaría una postura más normal, esperando que los sujetos bajasen las armas.
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Roga se cruzó de brazos, analizando cuidadosamente la peliaguda situación que le rodeaba. Y entonces, sucedió algo que ninguno de los allí presentes, ni siquiera el aterrorizado chiquillo, podría haber esperado. El shinobi cogió algo de su equipaje que disparó las alarmas de los parroquianos, pero antes de que nadie moviera siquiera un músculo, giró rápidamente sobre una de sus dos piernas, remató la graciosa pirueta con un puntapié y flexionó la rodilla contraria. Entonces mostró lo que había cogido: un pergamino que ahora desplegaba con su brazo estirado mientras se tapaba de forma dramática el rostro con la mano libre.
Ninguno de los allí presentes bajó ni un centímetro las armas. Se habían quedado, literalmente, paralizados, con la boca abierta de par en par y ojipláricos contemplaban, sin comprender qué acababan de ver, al esperpéntico personaje que se había presentado en su lugar de culto de aquella manera.
Sólo al cabo de varios largos minutos, el tabernero se aclaró la garganta y balbuceó:
—K... K... ¿Kingu Roga? —malpronunció. Y, ahora sí, todos bajaron las armas—. ¿Y... y, perdona, qué dices que has venido hacer?
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20/08/2019, 16:57
(Última modificación: 20/08/2019, 17:02 por King Roga. Editado 2 veces en total.)
Cómo esperaba dentro de su mente, todos los presentes quedaron atónitos ante su presentación. "Oh, lobo. Tu presencia una vez más a demostrado ser una llave hasta la victoria. ¡Agraciados aquellos que se maravillan ante tu espectáculo!" Aunque luego se le marcó una vena al escuchar como mancillaban su apellido.
—¡ES KINGGGGGG!— Alegó apretando los dientes, enfatizando la última letra.
Luego de ello, se permitió carraspear antes de proseguir con la conversación, cruzándose de brazos mientras observaba fijamente al tabernero.
—Y tal y cómo mencioné antes, he venido aquí expresamente por el asunto de las desapariciones misteriosas— Tomó el pergamino, enrollándolo y caminando lentamente hasta estar a una distancia prudente para extendérselo y que el tabernero pudiese verlo . —Los habitantes de Yukio hicieron una petición en conjunto a Amegakure para investigar esto, ¿cierto? Pues aquí me tienen— Agitó su cabeza un poco para reacomodarse el fleco.
—También, me encontré con alguno de sus paisanos que estaba emigrando al sur, diciéndome que viniese aquí porque quizá usted pudiese brindarme su colaboración al ser una de las personas que más información logra obtener acá en el pueblo— Obviamente lo dijo de una manera mucho más cortés que el viejo amargado aquel. —Sin embargo— Su vista pasaría al niño. —Cuando venía hasta aquí, este enano salió corriendo de la nada a querer atacarme con un palo, vociferando que yo era un monstruo y el culpable de lo sucedido.
»Esto ya es más curiosidad mía, pero tengo muchas ganas de saber cómo mierda llegó a esa conclusión.
Y a pesar de su forma de hablar y de tener en mano el pergamino que le certificaba, ya se estaba esperando poca o nula cooperación por parte de aquellos sujetos. "Lo veo venir..."
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El irritado grito de Roga corrigiendo su nombre mal pronunciado sobresaltó a los presentes, que dieron un pequeño bote en el sitio. Y no sería ante la posterior explicación sobre lo que estaba haciendo en aquella ciudad, cuando los parroquianos bajaron al fin sus armas. Aunque muchos de ellos intercambiaron miradas nerviosas, inquietas. Era evidente lo que estaba pasando por sus mentes: "¿Este crío? " "¿Han mandado a este crío a resolver nuestros problemas?" ¿Es que no se dan cuenta de la gravedad del asunto?"
Y el tabernero era uno de ellos. Sombrío, bajó la mirada hacia el chiquillo, que seguía abrazado a sus piernas y con un gesto de su mano le hizo despachar. El niño, que aún miraba a Roga con ojos entrecerrados cargados de desconfianza, abandonó la seguridad de la figura adulta y subió con parsimonia los escalones que debían conducir al primer piso de la taberna. Su menuda silueta no tardó en fundirse en la oscuridad.
—Mis disculpas, Roga-san. Komaru aún no es más que un niño, y su desbordante imaginación no hace más que meterle en líos. Más tarde tendré una buena charla con él —se excusó, inclinando la cabeza. Le hizo una señal con la mano, invitándole a acercarse—. A modo de disculpa, déjame invitarte a una comida. Si de verdad vienes de Amegakure has debido recorrer un largo trecho hasta ahora.
La mayoría de los allí presentes había vuelto ya a sus asuntos, aunque alguna mirada seguía pendiente de aquel muchacho que apenas parecía sobrepasar quincena.
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Aquel recelo, aquella incertidumbre y las miradas que juzgaban la situación. Se llevó los dedos al entrecejo. "Lobo debes calmarte, aunque admito que es difícil ignorarlos. Lo sabes, sabes que ellos viven un mundo muy distinto al tuyo." Pero eso no quitaba que fuese extremadamente molesto. "Tan urgidos estaban de ayuda y cuando la tienen todavía se ponen con moños." Chasqueó la lengua moviendo sus globos oculares de izquierda a derecha para observar a sus alrededores.
Finalmente observó al tabernero que se mostraba algo alicaído o decepcionado, aunque no por ello el Yotsuki pareció inmutarse al inicio. "Bah, uno no puedo trabajar tranquilamente así." Ahora conocía el nombre del chuiquillo, pero este seguía mostrando desconfianza ante Rōga. "No sé porqué presiento que ese mocoso puede serme de ayuda." Le siguió con la mirada mientras el niño parecía subir hasta su habitación."No ser escuchado por los adultos es frustrante, ¿verdad?" Aunque aquello no lo decía por él mismo.
No respondió de inmediato la propuesta del tabernero, en su lugar estaba pensando en cómo iba a lograr ganarse la confianza de la gente. Podría demostrarles con buena actitud y profesionalidad de lo que un shinobi entrenado era capaz, cumpliendo diligentemente la labor para obtener la aprobación de los habitantes de Yukio, o... "Nah." Podía montar un espectáculo siendo él mismo.
—Creo señor, que quizá no debería desestimar la imaginación de su hijo, por inverosímil que sea— Alzó un dedo y negó con él de lado a lado. Luego, see llevó ambas manos a la cintura y observó firmemente a todos aquellos que hubiesen querido dedicarle una mirada indiscreta. —OIGAN— Quiso llamar la atención de los comensales. —Ni piensen que me voy a hacer la vaca, que me di cuenta perfectamente de que no tienen ni una pizca de esperanza en mí. ¿No querían ayuda? Pues la tendrán. Pero deben saber que las cosas no siempre son lo que aparentan...— Dio un salto girando sobre sí, haciendo tres sellos manuales a la vez. Una nubecilla de humo le cubriría por un instante, siendo que cuando sus pies tocaron nuevamente el suelo estos sonaron como tacones.
»Las apariencias pueden engañar~
La voz suave y coqueta de una jovencita terminaría la frase.
De pronto tendrían ahí a una chica de aproximadamente quince años. Tenía botas de vaquero negras con perlas doradas, una falda blanca que le llegaba hasta por encima de las rodillas, una blusa de tirantes celeste y guanteletas negras también adornadas con perlas. Vestía un collarín celeste y su rostro, oh su rostro; una linda e inverosímil versión femenina del Yotsuki con matices de inocencia, con el cabello hasta poco abajo de la espalda. Conservaba el color de ojos y cabello, incluyendo las mechas decorativas.
—Y pues ya que lo mencionó, no me caería mal algo ligero tras el viaje— Nuevamente habló al tabernero, flexionó la rodilla izquierda levemente, apoyándose sobre la punta del pie, llevándose dos dedos de la mano diestra a la diestra mientras ponía ojos de ternura. —¿De casualidad tendrá batido de chocolate?— Inclinó suavemente su cabeza.
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Pero antes siquiera de aceptar la invitación del tabernero, Roga se giró para dedicarles a todos los presentes unas palabras cargadas de determinación. Y, con uno de aquellos esperpénticos movimientos suyos, el shinobi saltó y girando sobre sí en el aire, el muchacho se vio envuelto por una nube de humo. Los parroquianos volvieron a levantar las armas, entre exclamaciones de alarma; pero, apenas unos segundos después, todos se habían quedado boquiabiertos de asombro.
Donde antes había un estrafalario muchacho con aires de grandeza, ahora había una jovencita adolescente vestida de forma igual de estrafalaria: botas vaqueras, falda blanca, blusa de tirantes y guantes negros; muchos de ellos adornados con perlas doradas. Aquella era nada más y nada menos, que una versión femenina y coqueta del King Roga que había atravesado las puertas.
—Un... ¿batido de chocolate? —preguntó el tabernero, parpadeando con genuina incomprensión. Sin embargo, no tardó en recuperarse de la impresión. Terminó por encogerse de hombros y se dio la vuelta. Aunque se había sorprendido por la súbita transformación de la kunoichi, no parecía que sus encantos hubiesen calado demasiado hondo en él—. Pero déjame decirte una cosa, Kingu Roga: ¿Acaso no sabías dónde venías? Esa ropa es de lo más inapropiado en estas tierras de nieves eternas. De hecho no sé ni cómo demonios has llegado hasta aquí así vestida —añadió, señalándola con un gesto de cabeza cuando se dio la vuelta y posó sobre la mesa un vaso y la botella de batido de chocolate.
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—Es Kinggg...— Siseó, esta vez sin alzar la voz. Fue más bien algo delicado.
"No salió cómo lobo planeó pero está bien así. Con que te tengan un poco más de confianza es ya mucha suerte." Sonrió y avanzó para tomar asiento, cruzando las piernas mientras observaba el vaso con su batido. Dejando además su mochila y sis cosas al lado de la silla.
—Pues ese es otro buen ejemplo de que no es bueno dejarse llevar por primeras impresiones— Tomó el vaso empleando todos sus dedos y dio un sorbo suave. —Créame cuando le digo que no tengo frío— Después de todo, aquella era una simple transformación. Tras esa fanfarria tenía mucho más tela de la que le gustaría por cortesía de su madre, aunque era obligatorio de todas formas. —Y por eso mismo, es que me intriga de especial manera la situación que ocurre acá— Sujetaba el vaso con las yemas de sus dedos, mientras apoyaba el codo del brazo contrario en la mesa y dejaba que la mitad de su rostro se sostuviera en su mano. —Antes de venir acá, me enteré que hace unos días encontraron a uno de los desaparecidos totalmente despedazado...— Su mirada se mostró más sombría. —En la medida de lo posible, necesito detalles bastante minuciosos sobre cada uno de los casos antes de empezar con la pesquisa— Bebió nuevamente de su vaso. —Sé que es incómodo hablar de esta clase de cosas, pero ya que me dijeron que usted era uno de los más enterados en este asunto, le agradecería que contestara mis preguntas.
»Sé que acabo de llegar, pero me interesa dar prioridad a esto lo más pronto posible. Cualquier retraso podría significar que alguien más corra peligro.
Se acomodó su fleco multicolor deslizando sus dedos entre los cabellos, esperando la respuesta del tabernero.
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Roga volvió a corregir la pronunciación de su apellido, pero el tabernero agitó una mano en el aire, restándole importancia al asunto. No parecía que tuviera demasiado interés en corregirse en breves. De hecho, cuando le aseguró que no estaba pasando frío, el hombre no pudo sino observarla con cierto escepticismo, pero terminó encogiéndose de hombros.
—Como quieras pero, si me permites un consejo, lo primero que haría en su lugar, señorita, sería buscarme algo de abrigo. Estas tierras no son para ir enseñando cacho, el frío no tendrá piedad y te aseguro que sus mordiscos son como colmillos. No es la primera vez que tenemos que amputar algún miembro a algún loco inconsciente que se cree que puede domar a la Reina del Hielo.
Sin embargo, parecía que Roga no mentía cuando decía que había venido a investigar las desapariciones. El tabernero pegó un largo y tendido suspiro.
—Oh... Así que te has encontrado con Yarou... —dijo, con la mirada perdida en algún punto en el techo—. Su hijo fue la última víctima... la tercera hasta ahora. Pobre muchacho... —Con otro hondo suspiro, el hombre se tapó los ojos y hundió los hombros, completamente abatido—. Antes de él fueron un pobre vagabundo al que conocía toda la ciudad y... y... mi hija... No... No hemos encontrado sus cuerpos aún, pero si el chico de Yarou acabó así...
El hombre se sumió en un profundo silencio durante varios largos segundos. Para cuando volvió a levantar la mirada no había ni rastro de lágrimas en sus ojos, ni flaqueza en su voz.
—Todos ellos desaparecieron por la noche, uno cada semana. Con la última víctima ya tuvimos bastante, así que se decretó un toque de queda para antes de que se ponga el sol. Pero mucho nos tememos que no sea suficiente, que sigan desapareciendo más y más personas...
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—No tengo intención de pelearme por el cariño de esa señora~ Dijo coqueta.
Estaba más que consciente de los problemas del frío y sus consecuencias. Pero no tenía porque explicárselo a aquel sujeto pues sólo alargaría la conversación de forma totalmente innecesaria. Sería un esfuerzo futil y que además echaría abajo su actual fachada. Simplemente ignoró el comentario y dió otro sorbo a su batido de chocolate.
"Lobo tendrá que ser creativo."
El hombre procedió a dar una explicación más larga sobre lo acontecido, siendo que las piezas poco a poco iban encajando. "Ahora entiendo porqué el niñato estaba tan envalentonado." Suspiró mientras su bebida poco a poco se iba terminado. "Desapariciones sistemáticas... Aunque algo no encaja en el patrón, pues no parece tener un tipo de víctima específica." Observó con calma al tabernero.
—¿Dónde fue la última vez que vieron a las víctima antes de su desaparición? Necesito saber quién fue el último que contactó con cada uno de ellos y a qué lugar se dirigían antes de que ocurrieran los hechos— No quería ahondar en la herida de aquel hombre, que pese a no mostrar una tristeza a primera vista si era posible sentir su melancolía al actuar. —También quiero saber; ¿algún médico hizo autopsia del cuerpo del muchacho que encontraron? Las condiciones de muerte pueden ser claves para descifrar los motivos del o los responsables. En caso de que su respuesta sea afirmativa, me gustaría poder localizar a la persona que se encargó del entierro para poder hablar.
Aunque su voz fuese suave y armoniosa, sus palabras contrastaban con una seriedad que más que ser fría, reflejaban algo de incertidumbre. "No puedes permitir que haya una nueva víctima estando tú aquí. Debes moverte y actuar rápido para desenmascarar al culpable." Bebió lo último del vaso.
—Quiero hablar también de mi hospedaje, en caso de que la investigación se alargue demasiado. ¿A qué hora tienen el toque de queda? Entiendo que no es grato tener que quedarse encerrados con el miedo no es una manera grata de vivir.
En realidad, ya estaba maquinado su siguiente jugada.
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—No parece haber un patrón claro —respondió el tabernero, agitando la mano en el aire—. El pobre vagabundo siempre dormía en la calle, al amparo de uno de los puentes de la ciudad. El chico de Yarou volvía de cazar y mi... mi hija venía de... de una fiesta de una amiga —culminó, carraspeando para evitar que su voz se viera ahogada por el llanto—. Sólo el chico de Yarou apareció. Los otros dos... siguen desaparecidos, me temo.
Con el gesto experto de quien lo ha hecho centenares de veces, el tabernero se sirvió un vaso con el licor de una botella que Roga no llegó a leer. Pero el tufo a alcohol llegó hasta su nariz. Se lo bebió de un solo trago y después de sacudir la cabeza, prosiguió:
—Shi. Shi fue el que se ocupó del cuerpo del chico. Un buen médico, todos en el pueblo le conocen, pero mantuvo los detalles al respecto en la más estricta privacidad. Me temo que tendrás que ir a hablar con él si quieres saber más. Vive justo detrás de esta taberna, así que no tiene pérdida.
»En cuanto a tu hospedaje, puedes quedarte aquí el tiempo que desees, kunoichi-san —concedió, inclinando la cabeza—. Si de verdad vas a ayudarnos... si de verdad eso va a ayudar a recuperar a mi pequeña Ari... —susurró, y volvió a servirse un nuevo trago—. El toque de queda es a partir de las ocho de la tarde. Intenta no saltártelo si puedes evitarlo, lo último que queremos ahora mismo es que nuestra única esperanza también desaparezca.
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"Su modus operandi está claro: Desaparecieron cuando no había testigos y se encontraban en solitario, aún cuando las ubicaciones fuesen distintas. No parece que las víctimas tengan una conexión en específico para que fueran atacados. Además, parece ser que la "presa" de esta semana aún no ha sido cobrada... Lobo va hilando las cosas." Se llevó un dedo a los labios, pensativo.
El aroma del fuerte alcohol le inundó las fosas, aunque no le molestaba del todo, se permitió alzar la ceja por la hora a la que el señor le había dado por beber. "¿Por qué alguien mantendría en secreto los resultados de la investigación?" Aquel detalle era cuanto menos curioso, haciéndose la idea de que si de por sí los pobladores eran recelosos con él, iba a tener que trabajar aún más duro para lograr que el mentado médico escupiera la sopa sobre lo sucedido. "Y tampoco puedes venir y mantener el Henge hasta que te explote la cabeza, lobo." Suspiró y trató de no sonreír ante la situación, guardándose para sus adentros la diversión. "Para colmo se llama Shi el tipo." Se mantuvo estoico ante las últimas indicaciones del tabernero.
No dijo nada cuando el hombre volvió a beber, recurriendo a la bebida para calmar aquella esperanza de ver nuevamente a su hija. "Aún sabiendo lo del otro muchacho... No. Lobo no va a echar leña al fuego. Sé franco." Posó ambas manos suavemente en la mesa y se levantó lentamente sin apartar la mirada del fondo vacío de su vaso donde alguna vez hubo batido de chocolate.
—Al contrario... ¿Sabe?— sonrió para luego girar suavemente su cuello hasta posar sus ojos en el tabernero mientras reclinaba la nuca hacia atrás, dejando que su fleco se escurriera en su rostro. —Acaba de darme una maravillosa idea—. Se irguió y se cruzó de brazos. —¿Sería tan amable de prepararme una habitación y algo de almuerzo? Comeré al regreso, pues planeo ir a hablar con el médico que vive acá atrás. Aunque, necesito hacerle una última pregunta: ¿Conoce a alguien que tenga razones de peso para salir en la noche aún con el toque de queda? Alguien que por trabajo o similar podría arriesgarse. Si sabe de una persona que llegase a ese extremo también me gustaría que me indicase dónde vive para poder hablar— Sonrió con confianza mientras pasaba su mano tras su cabello, acomodándolo para que este nuevamente cayera suavemente.
"Tendrá que ser, esta misma noche. No puedes aplazarlo, lobo." Ya tenía maquinado su plan de acción, solo necesitaba afinar los detalles.
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El tabernero asintió.
—Claro, tenemos una habitación en el piso de arriba lista para ser usada. Está subiendo las escaleras, al final del pasillo, no tiene pérdida —dijo, al tiempo que sacaba una pequeña llave desde debajo de la barra y se la tendía sobre la madera. Después caminó hacia la cocina para pedir un par de bocadillos y una botella de agua, y mientras regresaba, el hombre se mesaba la barba, con gesto pensativo—. Que yo sepa, no. Todo el mundo conoce el toque de queda, y después de dos desapariciones y una muerte, dudo que nadie se quiera arriesgar a retar a su suerte...
Algunos minutos después, la comanda estaba lista, y el tabernero se lo presentó a Roga en forma de dos paquetes alargados envueltos cuidadosamente y una botella.
»Ten mucho cuidado ahí fuera, y no te retrases.
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—Hoooo...~ Dijo con una sonrisa que intentaba disimular su decepción. —Habrá que improvisar entonces— Murmuró en voz baja. "Supongo que tendré que darle una presa distinta a nuestro culpable, pero no será la que espera..." Creía haber encontrado un equilibrio entre la paciencia y la rapidez de ejecución, su plan debía ser preciso en su ejecución, ya sea a corto o largo plazo.
Al tiempo agradeció con una sonrisa y tomó las preparaciones ofrecidas por el tabernero.
—Volveré antes del toque de queda... Aunque, si el responsable se llega a encontrar conmigo, va a terminar arrepentido de meterse en mi camino— Añadió con un gran tono de confianza y una sonrisa enorme que no encajaba para nada con la apariencia de chica dulce que intentaba aparentar.
Inmediatamente saldría de la taberna, siendo que para cuando saliese y cerrase la puerta tras de sí el humo le cubriría de nuevo y la transformación se desvanecería, dejando nuevamente a la vista al joven y enano cachorro de lobo. "Bien, hora de visitar a ese tal Muerte-san" Echaría a andar nuevamente, buscando la vivienda del mentado médico o por lo menos algún letrero que le indicara cuál era su consultorio.
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King Roga salió de la taberna y recuperó su apariencia normal. Su intención estaba clara, encontrar la vivienda de Shi pero... ¿dónde estaba dicha casa? El tabernero se lo había dicho; pero, quizás por la tensión de mantener la transformación, o quizás por la concentración para retener toda la información, le habían hecho olvidar por completo la dirección en la que debía dirigirse para encontrarse con el médico encargado de la autopsia.
En aquellos momentos se encontraba frente a la puerta de la taberna, en la plaza de adoquines con un enorme abeto en su centro. Cinco callejones se bifurcaban a partir de su centro, en todas las direcciones y entre ellos había múltiples tiendas que vendían todo tipo de enseres: desde ropa de invierno hasta herramientas de lo más variopinto.
Ahora... ¿Hacia dónde debía ir?
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Creía que iba a ser fácil, pues sólo estaba a la vuelta de la taberna, ¿verdad? "Ay madre..." Pero en cuanto salió y divisó aquella plazuela con el montón de callejones delante de sí. "¿Cómo pude ser tan despistado?" Se llevó a mano a la cabeza y se rascó la nuca mientras suspiraba, dejando que su aliento se congelara al contacto con el ambiente. "No te compliques tanto la vida." Empezó a caminar.
Se acercó entonces a una de las ventas de la plaza, la primera que tuviera a la mano y preguntaría a quién quiera que fuese el dependiente.
—Buenas tardes, ¿me podría indicar dónde se encuentra la vivienda del Doctor Shi? No me ubico muy bien por aquí— Diría con tono suave.
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