"Juro que al regresar, si lo vuelvo a ver, Lobo le va a romper la nariz a ese hijo de puta". Y si algo se tomaba muy en serio, era sus promesas. Alguien iba a pagar los platos rotos.

La noche había caído de nuevo, pero una vez Shirogane no estaba presente. "¡AHHHHHHRRGGG! Esto te pasa por confiar en alguien más, desde un principio debiste ceñirte al plan y hacerlo sólo sin depender de una fuente externa. Es tu problema y tú lo arreglas". Se trató de convencer.

Sin embargo, un aullido llamó su atención calando hasta sus huesos como el propio frío de la montaña. "Shit". Apretó los dientes y los puños. "No puedo permitir que ese desgraciado continúe con sus rituales macabros. ¿Planea bajar hasta el pueblo una vez más?". De inmediato hizo un sello, formando un clon a su lado. Esperaba poder recuperar ese poco chakra luego, teniendo todo preparado de antemano. "No me va a agarrar con la guardia baja dos veces". Cazar o ser cazado, a eso se resumía.

Ordenaría al clon ir por delante, tratando de buscar el origen del aullido. Él por su lado esperaría un poco más a ver si el lobo se asomaba a su posición. En caso de que no apareciese, simplemente se limitaría a seguir el rastro dejado por su copia para cubrir la retaguardia. No más tiempo perdido, no más dudas. Era hora de poner punto final a todo.

1 AO

Rōga creó un clon junto a él, y lo mandó a adentrarse en la espesura del bosque mientras él se quedaba en la retaguardia.

La réplica tuvo que andar un centenar de metros antes de que los árboles comenzaran a rodearle. La luz de la luna fue engullida por la hojarasca de los pinos nevados, que se alzaban a su alrededor como colmillos hacia el cielo oscuro. Y no tardó en escucharlo. Primero fue un crujido a su izquierda. Después a su derecha. El sonido de algo olisqueando al aire y después una risilla ronca. Algo salió entre los árboles, arrastrando algo peludo con él. ¿Hombre o bestia? Era muy difícil discernirlo. Era al menos dos veces más alto que él y, desde luego, cuatro veces más corpulento. Todo su cuerpo estaba cubierto de un denso pelaje pardo, pero caminaba a dos patas. Lo que debían ser sus brazos terminaba en unas peculiares y terribles garras y su rostro no era plano como el de cualquier ser humano, sino que se comenzaba a afilarse como el de una bestia.

—Sabía que vendrías —dijo, y su voz sonó como un grave gruñido que se calaba hasta lo más profundo del ser. Sonrió, dejando a la vista una hilera de colmillos afilados como cuchillos—. Sabía que vendrías... ¿Pero por qué no das la cara con tu verdadero yo?

Le tiró lo que llevaba arrastrando directo al pecho, con tal fuerza que sin duda desbarataría el clon en caso de impactar. Un cuerpo pesado, cubierto de pelo plateado bañado en sangre.

—¡¡TE ESTOY ESPERANDO, CACHORRO!! ¡¡TSUKIHIME PIDE TU SANGRE!!

Tuvo que adentrarse al bosque para buscar el aullido, siendo que quizá se estaba adentrando en las fauces del lobo, por irónico que sonase eso. Ruido a su costado, luego en dirección contraria, ladeando su cabeza cada vez que percibía un movimiento. Le rodeaba, era veloz, parecía regodearse con él. Entonces lo vio, algo que no era ni humano ni animal; simplemente un monstruo. Pero aún ante la horripilante criatura que se alzaba enorme ante él, no sintió temor, no se inmutó. Casi podía agradecer que se hubiese mostrado, hasta que una frase hizo click en su cerebro.

"Wait a motherfucking second. ¿Cómo sabe que soy un clon?" No tendría para pensar la respuesta pues de inmediato el hombre lobo le arrojó un cuerpo que llevaba arrastrando.

Rōga se limitó a dar un salto lateral dos metros a su izquierda para esquivarlo, que de igual forma no podía brincar demasiado lejos. Sin embargo, por el rabillo del ojo vio pasar de largo el bulto de pelo plateado y sangre. "I see..." Se dijo ya asentando los pies en el suelo. Todo tenía sentido ahora, creyó entender. No podía explicar el sentimiento que se apoderó de su alma. ¿Ira? ¿Frustración? ¿Tristeza? No era ninguna de esas, porque eso implicaría que se sintiese mal, y él no estaba experimentando nada de eso. De hecho, era cómo si le hubiesen quitado un peso en el pecho.

—Thanks — Contestó, ignorando todo el discurso y las provocaciones del contrario mientras sacaba un par de kunai replicados de su portaobjetos. —Ahora sé, que no tendré remordimientos — Sonrió ligeramente flexionando las rodillas listo para realizar algún movimiento de ser necesario.

Alguien que era capaz de alzar la mano contra su manada, contra su familia, le daba un terrible asco. Antes había dudado de si podría ser capaz de arrancar una vida, pero aquel sentimiento se disipó junto a sus demás emociones. Ahora sólo quedaba la calma, y el deseo de matar.

Una certeza de que iba a suceder, porque él así lo decidió.

"Si sabe que soy un clon quizá no muestre todas sus cartas para destruirme. El verdadero Lobo debe saber lo que yo sé, pero también podría intentar desgastarlo un poco y causar algo de daño para recabar información".


El real aguardaba, pero sabía que no podía quedarse estático mucho tiempo tampoco o el frío acabaría haciendo estragos. "Maldición, ¿y si Shirogane únicamente me estaba dando atol con el dedo?". Bufó dejando salir un vaho gélido por su boca. "Odio esta sensación de mal presentimiento." Se encaminó hasta los lindes del bosque, adentrándose lentamente y con mucha cautela, siendo silencioso y estando atento a su alrededor mientras seguía las propias pisadas de su imagen replicada.

Rōga esquivó el cuerpo arrojado con un salto lateral, y este cayó pesadamente al suelo levantando tierra y polvo. Rebotó una única vez antes de quedar completamente inmóvil. Era el cuerpo de un lobo de pelaje plateado. Presumiblemente muerto.

Era el cuerpo de Shirogane.

Si el shinobi no pareció dar muestras de haberlo reconocido y, concentrado en la batalla que se le venía por delante, sacó tres kunai del portaobjetos.

Chigetsu ensanchó aún más su sonrisa y volvió a olfatear el aire.

—Eso es... ¡Eso es, acércate! ¡¡Acércate hasta que pueda hincar los colmillos en tu tierno cuellecito de cordero!! —clamaba, extendiendo los brazos a ambos lados de su cuerpo. Cerró entonces un puño armado de garras y, sin necesidad de sellos, lo estampó con todas sus fuerzas en la tierra. El suelo aulló de rabia y se abrió. La grieta, armada con rocas afiladas como colmillos, avanzó a toda velocidad hacia la réplica de Rōga.

Sujetando ambos kunai en la diestra, aguardaba la ofensiva rival para moverse en consecuencia. Y así como pidió se le concedió, aunque debía admitir que no fue lo que esperaba. "What the actual fucking hell?" No reconoció la técnica hasta que el otro la ejecutó. Ya había visto a Ranko usar partir el suelo en su contra, pero nunca antes conoció a alguien que pudiese utilizar ninjutsu sin sellos y eso era un grave problema.

Aún así, no tenía tiempo para preocuparse.

¿Quería que el Yotsuki se acercara? Pues él iba a enseñarle que tan mala idea era aquello. Sólo tenía un camino para esquivar la técnica del hombre lobo y ese era hacia adelante. Si, por loco que sonase. El clon flexionó las piernas y saltó esperando evitar la rotura del suelo mientras iba con la pierna al ristre. Pero la cosa no se acababa ahí, porque a mitad de recorrido lanzó los dos kunai al pescuezo de su contrincante con muy mala, sirviendo de antesala para asegurar la consiguiente patada voladora.

—¡¡¡YOSHA!!!


Rōga percibiría un tirón en su chakra cuando el clon realizó aquella técnica. "¿Lo encontró y está peleando?" Era la única explicación que se le ocurría para la leve disminución de sus reservas de energía. "Shit." Lo malo de tener una réplica tuya que pensase como tú, era que pensaba como tú. Ciertamente le preocupaba que su copia haya dispuesto combatir directamente, pero debía confiar en que no malgastase sus de por sí limitadas energías. "No me dio tiempo a regenerar el gasto del clon, esto está mal." Aceleró un poco el paso para alcanzar la zona dónde le creía podrían estar combatiendo. No quería que fuese su enemigo el que lo encontrase primero.

La réplica de Rōga saltó por encima de la técnica de Doton, y el suelo siguió resquebrajándose por debajo de sus pies como una fiera sedienta de sangre. Lanzó dos kunais, seguidos de una patada voladora reforzada con chakra que le lanzó a toda velocidad contra la bestia. Y el hombre lobo torció aún más su sonrisa. Con un ronco gruñido, se agachó para esquivar los dos proyectiles, y después arrastró los talones sobre la tierra y giró sobre ellos para evitar la patada voladora, pero antes de que Rōga llegara al suelo, lanzó su zarpa hacia delante y agarró al muchacho por el pescuezo en el aire.

—¡¡¡WAAAAAAAAAAAARRRRGHHHHH!!!

Con una fuerza sobrehumana, el hombre lobo lanzó al clon contra el árbol más cercano. El cuerpo del muchacho chocó con brutalidad contra la corteza, y el árbol emitió un crujido nada agradable cuando su corteza se agrietó y se aplastó bajo su peso. La réplica se deshizo en una nube de humo, y el hombre lobo lanzó un aullido, agudo como sus colmillos sedientos de sangre.

—¡DA LA CARA DE UNA VEZ, CONEJITO!

—Fuck— Exclamó por instinto cuando los recuerdos de su clon llegaron hasta él.

"Ehhhhhhhh eso no estuvo bien, que desperdicio." Había mandado un clon eléctrico y eso implicaba un poquito de gasto adicional, pero con sus limitadas reservas eso era un sacrificio muy grande. "Estúpido clon." Aunque siendo que era una réplica de él mismo, no esperaba que actuaran de otra forma. Lo que sí, ahora entendía bien el porqué Shirogane no había llegado a su prometido encuentro. "En qué momento lo habrá interceptado..." Quizá había sido su culpa tardarse demasiado. Estaba metiendo mucho la pata y estaba saliendo todo muy caro.

Se detuvo a reflexionar. Estaba a unos cincuenta metros de dónde su clon había desaparecido. "Lobo no puede pelear como siempre lo hace contra ese malnacido." Se quedó, pensativo, ignorando el hecho de que el sujeto gritase para llamarlo. "¿Tendré que recurrir a ello?" Se dijo con pesadumbre, mientras repasaba si tenía algo que le ayudase. El tipo lo había tratado de conejo. "Si este tipo supiera..." Río. Él conocía a una Princesa Conejo, que le enseñó a cuidarse de uno. Juntos habían compartido anécdotas y sueños bajo la luna, y por ello no podía permitir que aquel tipo manchase el nombre del astro nocturno. La luna sangrienta que veneraba no era la misma bajo la cuál había prometido cantar y luchar.

¿Que diera la cara? "Haha sí como no." Que se jodiese.

Dejó su equipaje en las raíces de un árbol y se subió a al mismo. ¿El plan? Pensar en un plan era algo que no se le daba bien. El gran error de Lobo ha sido tramar demasiadas cosas, this is the end. Será con estilo." Al final iba a pasar de largo de los estratagemas complejos.

Sin preocuparse en lo más mínimo y tranquilo como si nada estuviese pasando, comenzó a cantar a capella ahí en medio de la soledad del bosque en lo alto del tronco.

—Tomé tu mano durante la secreta puesta de sol, la balada antigua se repite como si diera vueltas el romance de la vida. Siempre quiero cantar para ti llenando las noches tristes de calor encontrando el amor. Mientras las margaritas florecían la blanca luna brillaba, con tus susurros comienza una historia eterna...

El clon de Rōga desapareció, y el bosque volvió a sumirse en un profundo silencio, sólo roto por los resoplidos de Chigetsu. Quien olfateaba el aire como un depredador acechando a su presa. Lo sentía. Podía sentir la adrenalina en sus venas, la sed de sangre de sus colmillos. La luna pedía su sacrificio, y él estaba más que dispuesto a complacer a su diosa de la noche.

—Vamos... sal de una vez... Ven a jugar... —siseaba, con la saliva empapándole la barbilla.

Fue entonces cuando lo escuchó. El conejito se había convertido en un pajarillo y ahora cantaba desde lo alto de un árbol. Una canción de amor, nada menos.

—¡Ja! ¡Estúpido! —bramó el hombre lobo, posándose sobre sus cuatro patas para abalanzarse sobre el árbol en el que estaba apoyado Rōga, levantando la tierra tras su paso.

Y justo antes de llegar hasta él se paró sobre sus patas traseras y lanzó su brazo derecho frente a sí en un arco. Las garras de sus dedos liberaron varias ondas de energía roja como la sangre que impactaron contra el árbol, desgarrándolo. El tronco, malherido, se vio arrancado de cuajo y comenzó a caer a plomo. Y Rōga caería con él, y Chigetsu le estaría esperando en el suelo.

Se relamía de sólo pensarlo.

El hombre lobo rápidamente llegó, y corrió a toda velocidad buscando al cachorro haciendo gala de una fuerza y velocidad por mucho muy superiores a las de él. "Alguien aquí, eligió la presa equivocada." Increíblemente, estaba confiado.

Todo, o nada. Vencer o morir. A eso se resumía los siguientes segundos. Y sin embargo, estaba completamente seguro, de que no se había equivocado. Siempre había sido así, apostado a las maniobras arriesgadas y suicidas. Esa siempre había sido su manera de hacer las cosas. ¿Acaso era de los que deseaban morir de forma gloriosa? ¿De los que se arriesgaban todo por cumplir el objetivo? "Un fin." No, porque él tenía una meta. No un sueño, porque iba a hacerse realidad. Y los objetivos no se cumplían estando muerto. Por eso luchaba, peleaba por vivir y por ello no temía a una nimiedad como ser lastimado.

Y por eso, cuando Chigetsu se frenó y se plantó frente al árbol el Yotsuki tiró de un hilo despegando el sello puesto en su equipaje y un estallido de rompió el silencio del bosque nocturno. A falta de práctica en el bukijutsu había tenido que improvisar, pero aquello fue el aperitivo; planeaba servirle el plato fuerte justo en ese mismo instante así tuviese que metérselo en el hocico a la brava. ¿Quería bajarlo? No era necesario. Él mismo se había tirado en caída libre a toda velocidad con un kunai en la mano derecha, la contraria en puño y la pierna izquierda recubierta de electricidad argéntea, atravesando el humo justo tras el estallido para finiquitar en una sola jugada a aquel que renegó de su humanidad antes de siquiera darle tiempo a arrepentirse por meterse con el Rey Colmillo de Lobo.

Extrayendo todo el chakra de su cuerpo más allá del límite, en aquella apuesta no tendría segundas oportunidades.

Tal era la sed de sangre del hombre lobo, que no fue siquiera capaz de pensar que algo andaba mal en la aparente pasividad del shinobi. Por eso, concentrado como estaba en su presa, pasó completamente por alto la mochila que estaba posada en la base del árbol. Y, sobre todo, pasó por alto la nota explosiva pegada a la mochila y que estalló ante un simple gesto del genin.

—¡¡¡WAAAAAAAAAAAAAAAAAAARGH!!!

El aullido del licántropo brotó desde sus fauces y ascendió hasta la luna, buscando el socorro de su madre. Envuelto en humo, cenizas y llamas, el cuerpo del lobo había salido despedido varios metros a causa de la violenta explosión. Irónicamente, fue aquello lo que le salvó de la patada envuelta en rayos del shinobi, porque el impacto del Amejin rompió la tierra a su alrededor y la hizo temblar con tal violencia que Chigetsu se tambaleó momentáneamente.

Pero, desde luego, no pensaba dejar pasar la oportunidad que el error garrafal del genin le había proporcionado.

Con un agudo aullido, Chigetsu apareció en apenas un parpadeo frente a Rōga. Con su diestra agarró con brutalidad al muchacho del cuello, levantándolo en el aire y estampándolo contra el suelo; y las zarpas de su diestra refulgieron bajo la luz de la luna cuando las dirigió contra su rostro.

—¡¡¡MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!

Sin embargo, calculó mal las distancias. Únicamente la onda expansiva había logrado impactar en su rival, pero no por ello iba a perder la cabeza. Era como si se hubiese desconectado de lo que representaba el peligro, aún agotado y sin poder recurrir al chakra estaba sereno. Con la confianza de quién no va a perder. Por suerte, tenía una contingencia por si acaso, una muy burda, pero la tenía.

Antes de poder ver nada el hombro lobo lo tomó del cuello y lo alzó, pero en ese mismo instante la mano izquierda del Yotsuki se movió hacia al suelo para estallar una bomba de sonido así fuese reventándose sus propios tímpanos en el proceso. Ya se le estaba volviendo una costumbre aquella maña. Pero lo importante era que con eso lograría que el loco lo soltase, que si bien terminaría en el suelo de todas formas, no sería azotado. Eso sí, tuvo que soltar el kunai y llevarse las manos a las orejas apretando los dientes ante el estruendoso chillido que lo dejó totalmente atolondrado. Sin embargo era necesario para poder continuar con el juego. Ahora tocaba apostar, con las cartas marcadas.

Chigetsu tomó del cuello a Rōga y lo alzó en vuelo. Sin embargo, el shinobi de Amegakure aún guardaba más ases bajo la manga, casi de forma literal, y la bomba sonora que lanzó contra el suelo pilló al hombre lobo completamente desprevenido y se vio obligado a cambiar sus planes. Movido por el más puro de los instintos, lanzó al shinobi contra el suelo con todas sus fuerzas para después taparse sus sensibles oídos.

—¡¡¡GYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!

El aullido de la bestia se sumó al infernal chirrido del artefacto. Sacudía la cabeza, visiblemente aturdido, pero sus ojos no tardaron en buscar a su presa con sed de sangre entre ásperos gruñidos.

—Maldito... ¡¡¡MALDITO!!! ¡¡¡DEJA DE RESISTIRTE Y ENTREGA TU SANGRE A LA LUNA!

Y, aprovechando la desaventajosa posición del muchacho después de haberlo lanzado contra el suelo, volvió a estampar su pierna contra el suelo. La tierra volvió a retorcerse y agitarse, quebrándose en forma de rocas afiladas como colmillos deseosos de probar la sangre del shinobi.

Aturdido, no pudo sino caer al piso con brutalidad casi a los pies de su enemigo. El monstruo aulló de dolor nuevamente y entonces, lo comprendió. Aquel no era un monstruo, era un pobre imbécil que dependía del miedo de los demás para sentir que su vida valía algo. ¿Qué le diera su sangre a la luna? "..." No podía sino sentir asco de aquel mequetrefe. Aquello no era una cacería, era una ejecución, y él no entendía su papel. Y en honor al significado de la palabra Yotsuki, iba a callar de una vez por todas a ese infeliz que profanaba a aquel astro.

Apuntó con su mano diestra, señalando a Chigetsu. Aún cuando el suelo se partió y las rocas impactaron todo su cuerpo, levantándolo, desgarrando sus ropas y magullando todo su cuerpo, su mano no se apartó. Y la luz de luna iluminó los vidrios de sus gafas. El monstruo, era aquel que debió sentir temor. Temor de los desafiantes ojos afilados que se veían a través del cristal, temor de alguien que elevaba las comisuras de sus labios, de aquel al que no importaba cuantas heridas o dolor sufriese su cuerpo, jamás se rendiría. La diferencia en la confianza de cada uno, radicaba en el cómo veían a su oponente.

—SHUT UP!

Rōga nunca estuvo a su merced, ¿cuando el condenado es el que le levanta la mano al verdugo? Estando tan cerca, no había tiempo para titubear. Su mano se recubrió de electricidad, una espada afilada se extendería en la dirección a la tráquea sanguinario hombre lobo, pero esta vez no tenía contemplado dejarlo volver a hablar. "No, NOT AGAIN." Sus planes no eran solo intentar atravesarle un punto crítico, sino previendo que el otro pudiese intentar una última maniobra para rehuir de la parca, agitaría la mano en un único tajo con toda la intención de cercenar su cabeza.

Con el cuerpo destrozado, con sus reservas de energía desapareciendo. Jugó su carta comodín, siendo su alma embravecida lo único que le quedaba.

Las rocas desgarraron las ropas de Rōga, causándole severas heridas por cortes, arañazos y contusiones. Era el momento de terminar con todo aquello.

—¡¡¡GYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAUUUUUUUUUUUUUUUUUHHHHHH!!!

La bestia aulló, victoriosa. La mano del shinobi se vio envuelta de electricidad plateada. Y la luz de la luna refulgió en respuesta en las sedientas garras de su hijo, dotándolas de un brillo antinatural, dotándolas de una peligrosidad aún mayor si cabía.

El desenlace ocurrió prácticamente al unísono: Chigetsu lanzó sus dos garras hacia delante para apuñalar y abrir en canal el abdomen del muchacho, y la lanza de electricidad surgió de la mano de Rōga. Las garras atravesaron ropa, piel carne... y entonces una cabeza salió volando en el aire antes de rebotar una única vez contra la nieve, profanándola de carmesí. El cuerpo aún tardó un par de segundos en terminar de caer, como una marioneta a la que hubiesen seccionado los hilos de golpe.

Y entonces, el silencio de la noche en el bosque. No hubo más aullidos. No hubo más cánticos sanguinarios a la luna. Todo había acabado.

La bestia de Yukio ya no existía. La luna había perdido a su hijo.

No hubo nada más que decir. Hubiese gritado de dolor, pero el sabor a líquido metálico se quedó ahogado en su garganta cuando aquel hijo de puta usó su último aliento para enterrarle las uñas. La sangre de ambos tiñó la nieve. El Yotsuki, tirado entre el manto níveo, lo supo: la misión estaba cumplida.

—He, ¡he!— Apenas pudo reír. Si, aún a sabiendas de que pese a que Chigetsu no llegó a sacarle las tripas, sin duda alguna esa puñalada iba a terminar arrancándole la vida. No quedaba nada más por hacer. Su cuerpo no podía sacar más chakra, aunque de todas formas de nada iba a servirle. Estaba solo en las faldas de Tsukima, ahí de donde muchos exploradores nunca habían vuelto.

"Al menos, no rompiste tu promesa." Se llevó la mano a la frente y con esfuerzo se levantó las gafas, quería ver con sus propios ojos la luna plateada. Lo único que lamentaba, era no haber podido salvar a la tendera y a Shirogane antes, pero al menos el resto de Yukio iba a estar en paz. "Y no podré volver para darle un puñetazo en la nariz a ese imbécil..."

Hubo silencio.

"Mierda, si te mueres, quedarás como un mentiroso. Aún tienes muchas cosas pendientes" Con lentitud se encorvó para intentar incorporarse, no quería acelerar el desangramiento. El dolor era un infierno y apretó los dientes, mientras un hilo rojo caía desde la comisura de sus labios, volvió a recostarse en la nieve. "Shit..." Sonrió. Pese a que no era el mejor de los finales, no se sentía triste. Había vivido sin arrepentimientos, siempre a su manera.