14/01/2023, 21:25
El fulgor de una atronadora mañana lluviosa no era más que el anuncio de un día común en las tierras de la tormenta. Lucían en perfecta simbiosis el agua, el viento y los rayos, aunque éstos últimos fuesen efímeros cuál estrella fugaz. El graznido de los cuervos retumbaba incluso más alto de lo normal, en lo que éstos revoloteaban aleatoriamente alrededor del torreón de Amegakure con más prestigio, el de la vidrieras más importantes.
—Supongo que era de esperar... —Se dijo a sí mismo el titiritero.
El chico tampoco estaba extrañado ante la situación. Había sido citado para un nuevo encargo, una nueva misión. En ésta ocasión no sólo compartía aventura con la señorita Moguko, si no que también tendrían entre filas a un supuesto experto en Fuinjutsu. Al menos eso decía el pergamino que tenía entre manos.
Por el momento, tan solo él esperaba bajo el amparo que le proporcionaba el techado pasado el umbral de la puerta. Tenía en la mano siniestra un paraguas, el cuál aún no había abierto, pues tenía que esperar al resto de imtegrantes de la misión. Seguramente no faltaba mucho para ello, los shinobis suelen ser de todo menos poco puntuales. Al menos eso dicen en los libros.
Frente a Arata, una cortina de agua actuaba como pantalla de cine para un espectador sin demasiada prisa por salir de la sala.
—Supongo que era de esperar... —Se dijo a sí mismo el titiritero.
El chico tampoco estaba extrañado ante la situación. Había sido citado para un nuevo encargo, una nueva misión. En ésta ocasión no sólo compartía aventura con la señorita Moguko, si no que también tendrían entre filas a un supuesto experto en Fuinjutsu. Al menos eso decía el pergamino que tenía entre manos.
Por el momento, tan solo él esperaba bajo el amparo que le proporcionaba el techado pasado el umbral de la puerta. Tenía en la mano siniestra un paraguas, el cuál aún no había abierto, pues tenía que esperar al resto de imtegrantes de la misión. Seguramente no faltaba mucho para ello, los shinobis suelen ser de todo menos poco puntuales. Al menos eso dicen en los libros.
Frente a Arata, una cortina de agua actuaba como pantalla de cine para un espectador sin demasiada prisa por salir de la sala.