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Finalmente escuchó algo que le devolvió el alma al cuerpo, parecía que había pasado una eternidad desde que había hecho su pregunta o se había comunicado con su compañero. Pero finalmente estaba ahí. Estaban en el mismo canal, la información era demasiado pobre para la situación que estaban afrontando.
—Tratemos de lograr una entrevista con el alcalde lo antes posible en ese caso.
Contestó el médico, asintiendo con un leve gesto de su cabeza. Mogura, a pesar de escuchar el comentario sobre le nombre del alcalde, no pudo evitar considerar igual de curioso aquel dato, no le decía mucho realmente.
Terminó de beber su té caliente de la mejor manera que pudo, afuera Yuuki se esforzaba porque el carro no volcara y la misión terminase antes de siquiera comenzar. Desde su lugar y a través del vidrio observaba el paisaje que la Ciudad Fantasma ofrecía, sin poder evitar recordar aquella jornada que le mereció la promoción a chuunin.
«¿Será necesario pasar por algo parecido para ascender una vez más?»
No pudo evitar pensar en ese asunto, la paga de un chuunin era suficiente para vivir de manera cómoda. Pero no tenía pensado llevar una chapa plateada el resto de su vida.
El traqueteo del carromato cambió a una melodía de la autoría de la propia cochera a medida que las ruinas de la ciudad eran dejadas atras y en su lugar un ambiente mucho mas ameno se perfilaba en el horizonte.
—¡Por fin! —
La noche ya había caido para cuando llegaron a la posta, pero aun había tiempo para darse el lujo de elegir un lugar para pasar la noche. Yuuki quería ir a un lugar, lugar que a ojos del Kaguya era un robo.
No parece tan caro realmente.
No pudo evitar pensar el médico. La alternativa que planteaba su compañero era mas barata pero el establo no era el adecuado y posiblemente estaría lleno a esas horas. Para el médico la opción estaba mas que clara.
Aunque realmente tenía otra cosa en mente desde el momento en que se vieron las luces de la propia aldea.
—Kurogane-dono.
La llamó mientras asomaba su rostro fuera del carro para verla directamente.
—¿Sería posible pasar por la residencia del alcalde antes de elegir un hospedaje?
Esa era la elección de Mogura.
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3/09/2019, 18:22
(Última modificación: 3/09/2019, 18:42 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Un silencio denso y trufado de confusión se hizo en el carro cuando, para sorpresa de cochera y chuunin, Manase Mogura decidió pasar olímpicamente de la discusión en la que le habían pedido mediar, para formular una petición de lo más extraña. El primero en contestarle fue el jovencito Hidamaru, que haciendo gala de esa cortesía que tanto se estaba esforzando en mantener delante de su compañero, aventuró con voz tímida.
—Ehm... Manase-san... ¿Para qué quieres ir a casa del alcalde de Yukio? —pestañeó un par de veces hasta que lo entendió—. Creo que te has confundido de lugar, nuestro cliente y contratista es el alcalde de Villa Hokubu, un pueblo más al Norte. Pasaremos aquí la noche, pero mañana por la mañana partimos hacia nuestro destino, al que deberíamos llegar a mediodía.
Yuuki, por otro lado, se estaba conteniendo las ganas de mofarse del chuunin. «Tanta pompa, tanto honorífico y tan estirado que es, el tipo, y no tiene la deferencia ni de leerse el pergamino de misión...» No verbalizó sus pensamientos, aun así, pues sabía que un conflicto con un chuunin de su Aldea podía acarrearle muchos problemas; sobretodo uno que parecía ser tan puntilloso y cabroncete como Mogura. Así pues, la cochera se limitó a arrear a las bestias, y el carromato puso rumbo al famoso hotel Hogar y Brasa.
Tras unos minutos por las calles de aquella ciudad con aires de pueblecito, llegaron al alojamiento, un edificio de una sola planta que seguía la tónica de Yukio y con una arquitectura tan trabajada como la de las demás casas. Por su fachada había numerosas ventanas, de las que en algunas surgía una cálida luz anaranjada. La puerta principal era grande, situada tras un porche, de doble hoja de madera con dos ventanales a través de los cuales se podía intuir una modesta recepción. Hidamaru se apeó del carruaje, con su petate al hombro, y se dirigió hacia el interior. Una vez Mogura hubiese hecho lo mismo, la cochera arrearía a los caballos hacia los establos, donde esperaba poder ubicarlos.
—Bienvenidos a Hogar y Brasa, pasen, pasen —un muchacho de unos veinte años, cabello rubio y ojos azules saludó enérgicamente a los dos chuunin cuando éstos atravesaron el umbral de la entrada—. ¿Van a ser dos? Tenemos una oferta especial para parejas que... —el recepcionista se puso colorado al darse cuenta de su atrevimiento—, de habitación doble, quiero decir. Por si quieren aprovecharla...
Hidamaru le restó importancia al asunto con un ademán de su mano diestra, huesuda pero curtida por el entrenamiento.
—Nada nada, no se preocupe, en realidad somos tres. Nosotros y una compañera, que está aparcando el carromato. Serán tres habitaciones —afirmó, para luego guiñarle un ojo con complicidad a Mogura—. Paga Amegakure no Sato, jeje.
«¡Qué bocaza la mía! A este tío tan estirado probablemente no le va a hacer ni pizca de gracia, ¡y eso que sólo hablaba en broma! Espero que no se le ocurra ponerme una queja cuando volvamos a la Villa...»
—Muy bien señores, entonces necesito que me rellenen estos formularios con sus datos para tenerles registrados, y que abonen las habitaciones de antemano. Serán noventa ryos por persona.
Resignado al oír el fatídico precio, el Kaguya tomó una de las hojas de papel que el recepcionista les ofrecía, un bolígrafo, y empezó a escribir. Sobre la mesa de la recepción había dos formularios más —los datos a rellenar en simples en extremo— y dos bolígrafos para Mogura y Yuuki.
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La cochera no le respondía, nadie decía nada. El médico parecía haber pasado demasiado tiempo guardado en ese carro y parecía haber olvidado como era el plan de viaje.
Manase Mogura no tenía ningún asunto con el alcalde de Yukio. Claramente se había equivocado de lugar. Mientras escuchaba las palabras de Hidamaru su mirada no se apartaba de la cochera, estaba haciendo uso de cada uno de los músculos de su rostro para que su expresión no cambie. Pero lo cierto era que le hubiese gustado que se lo trague la tierra en ese preciso momento.
—No dije nada. Cualquiera de las dos opciones estará bien.
Contestó y se volvió a meter al carro.
Más tarde se detendrían en un lugar, no estaba seguro de cual era y todavía sentía suficiente vergüenza como para que eso no le importe en lo absoluto. Una vez su compañero hubiese descendido del vehiculo, juntaría sus cosas y le seguiría. Mientras ellos ingresaban al edificio el carro continuaría su camino, posiblemente los establos.
En efecto el lugar al que habían sido traídos por la cochera no era otro que el que ella quería. Un joven los recibió y juzgó rápidamente que la dupla era una pareja que buscaba una habitación para pasar la noche, aunque igual de rápido se comió la lengua y no dijo nada más sobre el tema.
El agua tardó en llegarle al tanque de Mogura, para ese entonces Hidamaru ya había solucionado el asunto y explicó lo que querían como servicio. Ante aquel comentario y gesto que había dedicado a su persona no pudo evitar esbozar una sonrisa un tanto forzada. Realmente quería terminar el día de una buena vez.
—Muy bien señores, entonces necesito que me rellenen estos formularios con sus datos para tenerles registrados, y que abonen las habitaciones de antemano. Serán noventa ryos por persona.
Se apresuró a tomar su billetera y tomar el billete mas grande que cargaba consigo, uno que sería capaz de cubrir el costo de las tres habitaciones.
—Pagaré las tres habitaciones con esto.
Le dijo al recepcionista para luego tomar el boligrafo y comenzar a llenar la planilla con sus datos.
—Pueden... pagar la cena si lo desean.
Agregó mientras miraba ligeramente a su compañero.
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3/09/2019, 19:37
(Última modificación: 4/09/2019, 10:36 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
«¡Arrea!» Si algo no habría esperado nunca Hidamaru de su recién conocido compañero de misión, eso era que sacara aquel billetaco y sufragara los costes del alojamiento de esa noche para el trío de Ame. No por nada, sino porque esos gastos estaban cubiertos por la gerencia de la Villa, y serían desembolsados a Mogura cuando terminase la misión. Aun así, Hidamaru apreció en ese gesto un intento de tender puentes, de hacer pelillos a la mar, de borrón y cuenta nueva... De modo que respondió con otra sonrisa y un agradecimiento, mientras terminaba de rellenar su propia hoja de datos personales.
—Gracias, Manase-san.
Al poco apareció Yuuki, y allí adentro —a salvo del frío y las inclemencias del tiempo que, incluso en Verano, eran propensas a azotar aquellas tierras— se colocó junto a Mogura para rellenar su propio formulario. Si el chuunin sentía la tentación de espiar por el rabillo del ojo lo que estaba escribiendo la cochera, averiguaría algunos datos realmente interesantes —esto es, para cualquier vieja chismosa—. Pero, ¿se arriesgaría a ser cazado y al daño que quedar como un metiche haría a su imagen pública?
Sea como fuere, el recepcionista quedó más que satisfecho de aceptar el pago único de Mogura, devolviéndole el cambio justo para quedarse con un total de doscientos setenta ryos por las tres habitaciones. Luego le dio a cada uno su respectiva llave, les indicó que las estancias se ubicaban en el pasillo Este, números siete, ocho y nueve respectivamente, y les deseó una feliz estancia.
—Uf, estoy molido. Ir en carruaje es más cansado de lo que parece —terció Hidamaru, petate al hombro, mientras caminaban hacia sus habitaciones.
Yuuki le lanzó una mirada fulminante.
—Oh, vaya, siento que mi carruaje no haya sido de su agrado, Kaguya-dono —acompañó la fingida disculpa con una ridícula reverencia y una buena dosis de retranca—. ¡Para el viaje de vuelta me aseguraré de que vayas en el banco del conductor, verás qué bien!
El aludido no tardó en soltar una risilla nerviosa y tratar de cambiar de tema, consciente de que su imprudente lengua acababa de jugarle otra mala pasada. ¿Es que aquel muchacho nunca daba una a derechas?
—Bueno, ejem, ¿qué os parece si nos vemos en el comedor para cenar en media hora? No voy a deshacer el petate, pero sí quiero darme una ducha primero.
La cochera asintió, conforme.
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—Gracias, Manase-san.
Parecía que el gesto que había tenido el médico fue bien recibido por su compañero. Eso le alegraba, no siempre la gente se alegraba de que le invitaran cosas.
La cochera ingresó en el recinto momentos después, se puso a su lado y comenzó el check-in. Una mirada rápida podría bastar para saber más sobre la fémina, data sensible que quizás no revelaría en una conversación normal. Pero lo cierto era que no estaba muy interesado en eso.
Mogura guardó el cambio del billete en su billetera y la llave de su habitación, la 7.
Camino a las habitaciones, la cochera y su compañero tuvieron un intercambio de comentarios con respecto al viaje que no dejaba de evidenciar que tenían una relación de un buen tiempo atrás, o como mínimo una relación bastante fuerte. No pudo evitar sentirse ajeno a la escena, aunque pensaba como Hidamaru, no tenía intención alguna de soltar su comentario. La otra alternativa que tenían de viajar era a pie y eso los tendría aún en el camino.
—Bueno, ejem, ¿qué os parece si nos vemos en el comedor para cenar en media hora? No voy a deshacer el petate, pero sí quiero darme una ducha primero.
El médico le miró y pensó un segundo en como hacer para declinar la oferta de la manera más educada que tuviese en su repertorio. Pero por alguna razón, quizás queriendo enmendar las cosas, simplemente dijo:
—Me parece bien, nos vemos ahí.
Y siguió su camino a su habitación.
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Así, cuando Mogura acudiese a su cita —si es que hacía honor a su fama de shinobi recto y disciplinado, porque dejar en la estacada a Hidamaru y Yuuki sería un gesto gravemente desconsiderado— vería el salón de cenas del hostal repleto de gente. Parecía que, incluso en Verano —o tal vez especialmente en esa época— Yukio recibía un buen flujo de visitantes, ya fuesen turistas o ciudadanos preocupados por sus propios negocios, que venían a la ciudad norteña a nutrirse de materiales, contactos y a saber qué más. El lugar era amplio, o al menos más de lo que podía imaginarse viendo el hotel al completo desde fuera. En la pared opuesta a la entrada estaba ubicada una gran chimenea que ardía con un suave y placentero crepitar, todo un hogar acogedor, y calentaba la estancia de forma que ni siquiera hacía falta llevar abrigo dentro. Las mesas estaban dispuestas de forma más o menos organizada, tableros circulares rodeados de un número variable de sillas y repletos de comensales; aunque algunas todavía estaban libres.
—¡Manase-san!
Hidamaru le llamaba desde el otro extremo del salón, en una mesa de cuatro asientos muy cerca de la chimenea. A su lado, Yuuki degustaba un vaso de pinta repleto de cerveza espesa y negra, que ya iba por la mitad. Si el chuunin se acercaba y tomaba asiento, ella le saludaría distraídamente con una inclinación de cabeza.
—We, qué hubo —la cochera se dirigió a él en términos demasiado jocosos, pero rápidamente esbozó una sonrisa y negó con la cabeza—. Tranquilo, Manase-san, sólo estaba tomándote el pelo.
Parecía que Yuuki era más guasona de lo que en un principio había aparentado, o tal vez simplemente estaba echándole joda al chuunin para comprobar hasta dónde llegaba su actitud formal en el trabajo. Allí, junto a la lumbre y con una pinta de cerveza negra entre las manos, era el lugar idóneo para relajarse; quizás Mogura no lo viera así, no obstante.
—¡Buenas noches! —antes de que ninguno de los tres amejin se diera cuenta, un muchacho joven y de porte orgulloso se había plantado junto a ellos. Vestía el uniforme de empleado del Hogar y Brasa y llevaba un bloc de notas en la mano, un bolígrafo en la otra y tres menús encuadernados en cuero bajo el brazo. Sus ojos, oscuros y vivaces, recorrían los rostros de los clientes con excitación.
—¿Qué van a tomar de beber? —antes de que pudieran responder, el mesero les fue dejando a cada uno un menú, con gestos enérgicos—. Les voy dejando las cartitas y así me piden luego la comida, para que vayan pensando. ¿Otra cerveza para la señorita?
Yuuki soltó una risilla.
—Ay, no, no, quita. Si todavía me queda más de la mitad. Luego ya te pediré otra.
Hidamaru, por su parte, parecía a punto de pedirse otra de aquellas pintas oscuras y repletas de alcohol fermentado... Pero sus ojos pasaron fugazmente por el rostro de Mogura, y al final se decantó por un té verde muy caliente, para combatir el frío.
—Estupendo, un té verde muy caliente. ¿Y el caballero? —quiso saber el mesero, volteándose hacia el chuunin médico.
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Parecía que el médico se había tomado su tiempo, pero finalmente acompaño a los demás con su presencia en el salón. Se notaba que el verano causaba esa diferencia de un par de grados de temperatura que a lo mejor solo los autóctonos y algunos visitantes frecuentes podían percibir. El lugar rebozaba con vida y el ambiente caliento también resultaba acogedor.
La dupla que lo acompañaba estaba ubicada al otro lado del salón, cerca del fuego. Mogura avanzó en la dirección de estos cuando fue llamado con un gesto de mano.
El médico llevaba un atuendo mucho más relajado ya a esas alturas del día, como si fuese un oficinista luego de su jornada del trabajo, a punto de sentarse a beber con sus colegas. Ya no tenía puesto su chaleco de vestir, el abrigo lo había dejado en la habitación pues la temperatura no lo justificaba, tan solo su camisa, corbata y el chaleco militar bajo el brazo como si fuese un saco que ya no tenía ganas de cargar puesto.
La manera de hablar de la cochera lo tomó ligeramente por sorpresa, pero probablemente por el cansancio que cargaba del viaje. No demoró mucho más en esbozar una ligera sonrisa y asentir ligeramente con la cabeza mientras tomaba asiento, colgando antes el chaleco en el respaldo de la silla.
—¡No pasa nada! Disculpen la demora.
Exclamó el médico segundos antes de que se manifestase el mozo.
Yuuki estaba mas que conforme con su elección de bebida, no se le podía negar después de semejante día de trabajo. El médico había posado sus ojos sobre la pinta de la cochera, y estos solo se movieron cuando el Kaguya pidió su bebida.
—Supongo que es un poco temprano todavía para algo más fuerte, que sean dos de ese té.
Comentó y ordenó con una ligera sonrisa al muchacho, sonrisa que luego derivó en un pequeño suspiro volviendo la mirada a su compañero. Le habría costado rechazar un poco de alcohol a esas horas.
—Kurogane-san, has visitado este lugar en el pasado ¿no es así? ¿Qué recomendarías del menú?
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