Datsue negó con la cabeza, incapaz de aguantarlo más.

—Eri, dile la verdad. De nada sirve ocultárselo hasta el día final. Debe estar preparada.

Desvió la mirada de Eri a Hana, serio. No, no era simple curiosidad. No, no estaba simplemente recelosa. La verdad era que…

—Escucha, Hana. Ya sabes lo que ha pasado entre Kusagakure y Uzushiogakure —apoyó las manos en los hombros de ella, y echó un rápido vistazo a la puerta para comprobar que no había nadie. Bajó la voz—. A mí me tienen amenazado de muerte, ¿comprendes? Escucha, Hana. Te diremos lo mismo que a Reiji. Si te toca enfrentarte a Ranko, vas a tener que hacerlo. Ya sabes el qué. Y que parezca… un acci…


—Que noo, coooñooo. ¡Qué era broma! —exclamó, dándole una sonora palmada en el hombro mientras se descoyuntaba de la risa—. ¿Pues por qué iba a querer saberlo yo también, Hana? ¡Mera curiosidad, mujer! ¡Te preocupas demasiado! —le hizo ver, sin poder evitar carcajearse de nuevo.

Ah, aquellas nuevas generaciones. ¡Qué dramáticos que eran!

El ambiente se puso incluso más tenso cuando Hana aclaró de qué conocía a Ranko.

—No, por nada, curiosidad. Sé que Ranko parece una buena chica, es solo que, bueno, estoy recelosa por los recientes acontecimientos con Kusagakure, nada más.

—Eri, dile la verdad. De nada sirve ocultárselo hasta el día final. Debe estar preparada.

Hana tragó saliva y observó como Datsue se le acercaba con total seriedad para plantarle las manos en los hombros y bajar la voz, lo cual solo añadía siniestricidad al asunto. Ella solo asintió para aclarar a su Jounin que entendía la situación de tensión que vivían ambas villas.

—. A mí me tienen amenazado de muerte, ¿comprendes? Escucha, Hana. Te diremos lo mismo que a Reiji. Si te toca enfrentarte a Ranko, vas a tener que hacerlo. Ya sabes el qué. Y que parezca… un acci…

Se quedó helada al ver el rumbo que tomaba la conversación pero si Datsue se lo pedía, tendría que... No, no podía hacerlo. ¿Qué culpa tenía Ranko? Es más, ¿podría hacerlo siquiera? La última vez que se habían visto ya era una kunoichi bastante más preparada físicamente que ella y, bueno, mentalmente también, pero eso tampoco tenía mucho mérito.

Por suerte, antes de que Hana tomase demasiados pensamientos homicidas, Datsue se retractó.

—Que noo, coooñooo. ¡Qué era broma! ¿Pues por qué iba a querer saberlo yo también, Hana? ¡Mera curiosidad, mujer! ¡Te preocupas demasiado!

El rostro de Hana pasó de la estupefacción a la vergüenza con algo de ira. Le devolvió la palmada en el hombro con un puñetazo que le dolió más a ella que a él en el hombro de Datsue.

— ¡Me lo había creído! ¡Datsue! Algún día me dirás algo así de verdad y dudaré. Pero, bueno, ¿es cierto que te han amenazado de muerte?

Algo había oído, pero no era capaz de visualizar a una villa perdiendo los papeles hasta tal punto de provocar una guerra por matar a un ninja de otra villa solo por ser jinchuriki. Los contras eran bastantes más que los pros. El bijuu reaparecería cabreado, empezaría una guerra internacional y seguramente una villa acabase arrasada.

—Eri, dile la verdad. De nada sirve ocultárselo hasta el día final. Debe estar preparada.

El corazón de Eri dio un vuelco cuando sintió la seriedad de Datsue, a quien miró justo después de pronunciar aquello. ¿Ocultar? ¿El qué? No había nada que le estuviera ocultando a la chiquilla. Hasta que habló de Kusagakure y su ruptura de la alianza, donde él estaba en peligro constante si se cruzaba con algún kusajin. Claro que, en ese caso, Ranko entraba dentro del rango de kusajin y, por ende, Datsue estaba en peligro.

Y ya no solo eso, los abucheos del torneo hacia los jinchūrikis o cualquier que no fuera de su aldea demostraba que no estaban por la labor de tener solo combates amistosos.

—A mí me tienen amenazado de muerte, ¿comprendes? Escucha, Hana. Te diremos lo mismo que a Reiji. Si te toca enfrentarte a Ranko, vas a tener que hacerlo. Ya sabes el qué. Y que parezca… un acci…

—¿Un accidente? Acaso est- —pero fue cortada por la carcajada por Datsue.

Lo fulminó con la mirada mientras explicaba que era mera curiosidad también.

—Me cago en todo lo cagable, Datsue, ¡tus bromas parecen demasiado verdad cuando las cuentas tú! —exclamó, ceñuda—. Además, parte de eso es cierto, solo espero que no busques problemas con ellos porque te conozco, y eres capaz de eso.

Dejó aquello en el aire, como con el problema de Yui, o con Ayame, o con la mitad de Ōnindo.

— ¡Me lo había creído! ¡Datsue! Algún día me dirás algo así de verdad y dudaré. Pero, bueno, ¿es cierto que te han amenazado de muerte?

Eri le hizo señas, dándole a ver que obviamente sus palabras tendrían repercusiones mientras señalaba a Hana.

—¿Tú también, Eri? —rio, a veces le asombraba que todavía pudiese colar trolas como aquella después de todo lo que había hecho en el pasado—. ¡No podéis ser tan crédulos!

Pero dentro de toda mentira —de las buenas, al menos— se esconde una pequeña verdad. Hana apuntó hacia ella, y Datsue vio con el rabillo del ojo a Eri haciéndole señas para que tuviese cuidado.

—Bueno, no me han amenazado de muerte, exactamente —rectificó—. Pero me han prohibido atravesar sus fronteras. Así que, si quiero, yo qué sé, hacer una visita a mis padres, que viven allí, pues me tengo que joder porque a la hija de puta de la nueva Morikage le ha salido del coño —soltó, mascando cada palabra con una inusitada rabia que le pilló por sorpresa incluso a él. Y no toda iba dirigida a Kintsugi. Ni siquiera la mayor parte—. En fin, no importa —añadió, cuando suspiró y contó hasta tres, en un intento por restarle importancia.

—Bueno, no me han amenazado de muerte, exactamente . Pero me han prohibido atravesar sus fronteras. Así que, si quiero, yo qué sé, hacer una visita a mis padres, que viven allí, pues me tengo que joder porque a la hija de puta de la nueva Morikage le ha salido del coño

— ¿Eres del País del Bosque? ¿Cómo acabaste en Uzushiogakure entonces?

La curiosidad de la uzujin tomó las riendas, obviando el claro sentimiento de odio que había despertado en Datsue hablar de la Morikage.

— ¿Y quien sabe lo de tus padres? ¿No estarán en peligro?

Ahora pasaba a la preocupación. Ya era raro que los padres del jinchuriki de Uzushiogakure estuviesen viviendo en el País del Bosque, pero si además ahora Kusagakure perseguía a los jinchurikis... Bueno, no era descabellado que si se enteraban tomasen cartas en el asunto.

Datsue la llamó crédula, ella le sacó la lengua. Lo era, sí, y con él más, así que tendría que apechugar con ello. ¡Ella no podía remediarlo! ¿Y si un día contaba la verdad? Tendría que comerse todas las mentiras posibles solo por si acaso.

—Pero me han prohibido atravesar sus fronteras. Así que, si quiero, yo qué sé, hacer una visita a mis padres, que viven allí, pues me tengo que joder porque a la hija de puta de la nueva Morikage le ha salido del coño—fue lo que dijo Datsue tras rectificar, volviendo a recibir una mirada de censura por parte de Eri.

Sin embargo, la Uzumaki no le reprendió con palabras. No quería que, en un territorio neutral, se pusiera a la Morikage como acababa de hacer Datsue. No porque no quisiera que lo dijera sobre ella, sino porque tenía miedo por su amigo.

Hana, por su parte, habló a través de su curiosidad.

—¿Eres del País del Bosque? ¿Cómo acabaste en Uzushiogakure entonces?—cuestionó—. ¿Y quien sabe lo de tus padres? ¿No estarán en peligro?

—Ellos no son jinchūrikis... —dijo la chica—. Espero que la Morikage tenga un poco de sentido común y no la tome con tus familiares, no es plan tampoco de hacerles daño solo para llegar hasta ti, me parecería inhumano.

Datsue aprovechó que Hana disparaba una pregunta tras otra para no responder, deliberadamente, a las dos primeras. La tercera le dejó desconcertado. La cuarta fue un golpe directo a la sien, de esos que dejan la carne medio adormilada antes de sentir el dolor.

Eri, en un intento por quitarle hierro al asunto, añadió más leña al fuego. Poco sentido común e inhumano era precisamente los adjetivos que mejor definían a Kintsugi. Al menos, en opinión del Uchiha.

—Pues yo… —Joder. ¡Joder! ¡No lo había pensado! ¿¡Cómo coño no lo había pensado!? Sintió una agobiante presión en el pecho, y su mente era un hervidero en busca de opciones—. En teoría nadie sabe que vengo de allí. Aparte de vosotros solo lo sabe Hanabi, cualquier Jōnin que haya leído mi expediente, Akame…

Pero nadie más. ¿Nadie más? La imagen de cierto hombre con ojos bicolor llenó su retina. Yubiwa. ¡Yubiwa lo sabía! Y si aquel cabronazo lo había sabido…

… ¿quien le decía que se había guardado aquella información para él solo?

—Ellos no son jinchūrikis... . Espero que la Morikage tenga un poco de sentido común y no la tome con tus familiares, no es plan tampoco de hacerles daño solo para llegar hasta ti, me parecería inhumano.

Empezó a darse cuenta de que igual había abierto un cajón bastante peligroso al ver la expresión de Datsue. Quería confiar en la palabra de Eri, pero... ¿no era eso precisamente lo que se hacía con los familiares? Tomarles de rehenes para presionar a Datsue.

—. En teoría nadie sabe que vengo de allí. Aparte de vosotros solo lo sabe Hanabi, cualquier Jōnin que haya leído mi expediente, Akame…

— Akame es un exiliado y... em... yo hablé con él en Los Herreros, se me había olvidado comentaroslo. — apuntó Hana algo nerviosa por como podían reaccionar.

No es que se le hubiese olvidado, es que hasta hacía muy poco ni siquiera sabía qué cara tenía Akame. Y lo cierto es que ahora solo recordaba las heridas. ¿Era rubio? No, era más bien del montón, del montón normalito. Si no fuese por la cicatriz, tal vez ni lo hubiese reconocido.

Por la expresión del chico supo que no había hablado de la mejor forma posible. Se encogió sobre sí misma y desvió la mirada mientras el Uchiha contestaba a sus preguntas.

—En teoría nadie sabe que vengo de allí. Aparte de vosotros solo lo sabe Hanabi, cualquier Jōnin que haya leído mi expediente, Akame…


Tan solo la mención de su nombre hizo que su sangre comenzase a hervir. Al final, tras haber sido alguien que ni la iba ni venía, se había convertido en alguien al que había terminado por odiar. Odiaba también el hecho de que se le escapara de las manos aun sin haberlo visto. Gruñó, no quería saber nada de Uchiha Akame.

— Akame es un exiliado y... em... yo hablé con él en Los Herreros, se me había olvidado comentaroslo.

Eri levantó su rostro de golpe, mirando a Hana con preocupación.

—¿Hablaste con él? —preguntó, incorporándose de la cama a pesar del dolor—. ¿Cuándo? ¿Qué te dijo? ... ¿Por qué no me lo dijiste? —ella le había confiado su misión, le había hablado de lo mal que lo había pasado y... Y ella le había omitido esa información.

De pronto, se sintió dolida, pero no de forma física. Su pupila había optado por no contarle nada a cerca de aquello, y eso, en su pecho, la oprimía.

—¿Cómo dices?

La súbita revelación de Hana eclipsó, como la luna al astro rey en ocasiones excepcionales, la preocupación de Datsue por sus padres. La noticia le pilló tan con la guardia baja que su cuerpo ni siquiera supo cómo reaccionar, como el púgil que ha caído en la lona y ni siquiera siente dolor, pues las pocas neuronas que le quedan despiertas están demasiado ocupadas intentando descifrar qué cojones había pasado.

Sus preguntas salieron de los labios de Eri. Lo agradeció. No sabía si le quedaba voz para hacerlo él mismo.

—¿Cómo dices?

—¿Hablaste con él?. ¿Cuándo? ¿Qué te dijo? ... ¿Por qué no me lo dijiste?

Se llevó la mano a un mechón de pelo que caía por su mejilla para tranquilizarse, pero solo consiguió ponerse más nerviosa. Ambos Jounin estaban pendientes de ella, Eri había sonado entre preocupada y decepcionada, lo cual fue un pinchazo en el corazón de Hana. Lo último que quería era empeorar a su sensei, que tenía que recuperarse. Tendría que aclararlo todo rápido.

— No, yo no sabía que... No le dije... Él... — tosió para aclararse la garganta y los pensamientos. — Fue hace medio año casi. Estaba en los Herreros, de paso, es decir, de paso en los Herreros, no en los Herreros de paso para verle. No, le encontré de casualidad. O se me acercó él.

Miraba a una y otro cada vez más nerviosa hasta que tuvo que parar para serenarse.

— No sabía quien era. No había visto nunca a Akame hasta entonces. Básicamente nos encontramos, bueno, se chocó conmigo, ahora creo que lo hizo a proposito pero entonces pensé que había sido un accidente. Fue educado y amable aunque tenía momentos en los que se salía de sus casillas o lo sacaba yo. Yo pensaba que era un pobre civil. Se aprovechó y me pidió que entregase un mensaje en la villa. Fui una ingenua.

Se había comido la mitad de las cosas por ir rápido e intentar explicarlo todo, esperó a ver como reaccionaban antes de seguir perfilando, si es que hacia falta.

Datsue se quedó tenso, esperando por la misma respuesta que esperaba la Uzumaki, a punto de levantarse de la cama para comenzar a zarandear a su pupila. Le dolía el pecho y notaba que le faltaba el aire solo por haber descubierto que la chica había visto a quien había estado buscando durante medio año.

Se habían encontrado en Los Herreros «Muy cerca, ¡joder!» Ella rebuscó por casi todo Ōnindo en vano, y Hana lo encuentra de casualidad en el País de la Espiral. «Seguro que fue porque él quería que sucediera», gruñó a su pensamiento, no muy contenta con lo que estaba escuchando.

— No sabía quien era. No había visto nunca a Akame hasta entonces. Básicamente nos encontramos, bueno, se chocó conmigo, ahora creo que lo hizo a propósito pero entonces pensé que había sido un accidente. Fue educado y amable aunque tenía momentos en los que se salía de sus casillas o lo sacaba yo. Yo pensaba que era un pobre civil. Se aprovechó y me pidió que entregase un mensaje en la villa. Fui una ingenua.

—¿Y no se te ocurrió decirme nada cuando te confesé por qué me había ausentado tanto tiempo? —preguntó, ceñuda—. ¿Qué fue lo que te dijo? ¿Qué mensaje tuviste que entregar? —prosiguió con el interrogatorio.

¡¿Medio año atrás?! ¡¿Tanto tiempo?! ¿Sin contar nada? Datsue refrenó las ganas de cantarle las cuarenta. Le costó, vaya si le costó. Probablemente, la única razón que le hizo conseguir su objetivo fue porque Hana seguía soltando información. Información de lo más valiosa. Al parecer, Akame había perdido su habitual calma, porque era muy raro en él que le sacasen de sus casillas. Pero no solo eso. Quiso usar a Hana de mensajera.

Datsue abrió la boca, pero Eri habló primero. De nuevo, formulando las preguntas que le ardían en la garganta. Refrenó sus ganas de añadir nada más. Solo así conocería las respuestas cuanto antes.

«Akame enviando un mensaje... Pero, ¿qué cojones? ¿De qué? ¿A quién?»

—¿Y no se te ocurrió decirme nada cuando te confesé por qué me había ausentado tanto tiempo?. ¿Qué fue lo que te dijo? ¿Qué mensaje tuviste que entregar?

Hana empezaba a rozar el llanto por la presión que sentía de ambos, la hablada por parte de Eri y la psicologica por parte de Datsue, que no le cabían más expresiones faciales ni miradas.

— ¡Que yo no tenía ni idea de cómo era Akame! Si no llega a ser por ti ni siquiera sabría que sigue vivo, hasta que no vi los carteles de búsqueda no podía reconocerlo. — se detuvo un momento para contener las lágrimas. — Me-me dijo que le dijese a una tal Yume que se encontrarían en unas ruinas que había cerca de allí el día de su cumpleaños.

Sabía que iba a parecer una boba y una estúpida por haber hecho eso, pero no esperaba esa reacción por parte de Eri y Datsue, que siempre iban de adultos maduros y calmados. Hana había subestimado hasta qué punto les tocaba en lo personal aquel tema, sobre todo teniendo en cuenta que sabía que Eri estaba deprimida por no haber encontrado a Akame. Igual era un poco ingenua.

Hana parecía azorada por la atención que estaba recibiendo además de los rostros ceñudos y preocupados de sus compañeros. Eri, al notar como estaba de afectada, suspiró con pesadez, intentando serenarse antes de que su pupila se echara a llorar.

— ¡Que yo no tenía ni idea de cómo era Akame! Si no llega a ser por ti ni siquiera sabría que sigue vivo, hasta que no vi los carteles de búsqueda no podía reconocerlo. Me-me dijo que le dijese a una tal Yume que se encontrarían en unas ruinas que había cerca de allí el día de su cumpleaños.

Quiso rebatir aquellas palabras, quiso decirle que ella había visto los carteles antes de que ella le confesase todo aquello, momento idóneo para decírselo, pero prefirió morderse la lengua. Estaría dolida con Hana durante un tiempo, pero esperaba que se pasara pronto. No quería que se pusiera a llorar sin cambiar de opinión y defendiéndose como podía.

—¿Le entregaste el mensaje a esa tal Yume? —esperó, y luego, se giró a Datsue—. ¿Tú la conoces? ¿Qué crees que le querría decir?