Y señoras y señores, la fina lluvia que había comenzado hacía apenas unos minutos, se había ido convirtiendo en un diluvio digno de un párrafo bíblico en el que algún Dios enfurecido quería acabar con la existencia sobre la faz de la Tierra, pero, como buenos shinobis que eran, tanto Nabi como Riko aguantaban estoicamente el chaparrón mientras éste último trataba de explicarle los motivos de aquel fuego al hombre que allí también se encontraba.

No fue muy difícil de convencer, bien por las bandanas que ambos jóvenes llevaban anudadas al cuello, detalle en el que no había caído llevaban la bandana de la villa anudada de igual forma. Y tal como vino, el hombre se fue, apurando su paso por la lluvia que le estaba empapando.

No está mal saber que hay gente que se preocupa al ver un fuego.

Bueno, tenía parte de razón el rubio, que, tras estas palabras, y claramente condicionado por la lluvia, decidió que era momento de dar por finalizado aquel desafortunado encuentro, aunque, al final, no había sido tan malo como pintaba que sería.

— Lo mismo digo, Nabi. —

Se despidió el rastas cuando el Uchiha ya se había marchado, iniciando una carrera hacia su casa, esperando que sus padres le recibiesen con una toalla y algo caliente para beber, si no, nadie le iba a librar de un buen trancazo.