Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Por lo general el verano suele ser la estación de mayor actividad en Uzushio, al menos en lo que a la población joven se refiere. Muchos aprovechan las vacaciones para descansar, otros disfrutan del clima cálido paseando por la playa, algunos simplemente salen de viaje y se dedican a sus pasatiempos.
Aunque suele ser un tiempo de esparcimiento, llegan a haber jóvenes que por una u otra razón se ven obligados a buscar trabajos de medio tiempo, en la mayoría de los casos para ayudar con los gastos del hogar. El Ishimura era parte de esa juventud que incursionaba en el campo laboral, pero en su caso no era por alguna necesidad económica puesto que ya tenía bastante dinero.
El hecho es que resultaba ser un chico muy curioso, siempre buscando aprender algo nuevo de algún oficio que le permitiera adquirir algún conocimiento o experiencia útil. Por esta razón tenía como meta el encontrar y dominar algún trabajo durante sus vacaciones. Hacia lo mismo todos los años, y en vista de que su maestro aprobaba aquella iniciativa, tenía libertad para administrar su tiempo en las labores escogidas.
En el verano del año doscientos, luego de haberse graduado de la academia de las olas logro conseguir un interesante trabajo en el Jardín de los cerezos.
—¡KAZUMA! Ya te he dicho que no te quites el uniforme —exclamo mientras fruncía el ceño.
—Lo siento Tafuna-san, pero es que está haciendo demasiado calor —argumento mientras acomodaba la brida del caballo y bajaba del carruaje.
Tafuna era un hombre de aspecto rudo y curtido que se tomaba muy enserio su trabajo. Y debía de ser así, pues era el jefe de un servicio de paseos en carruaje cuyas rutas abarcaban todo el Jardín de los cerezos. Pero ser el líder de un prospero negocio no era su única cualidad, pues en Uzushio difícilmente se podía encontrar a alguien más versado en materia de caballos y en vehículos de madera.
—Por cierto—dijo mientras se acomodaba el sombrero y chaleco reglamentarios—, el caballo necesita agua y la carroza tiene un poco astilladas las ruedas, la ruta doce tiene una parte donde el adoquinado ha empezado a levantarse dejando al descubierto grava y rocas. Eso resulta terrible para los vehículos de suspensión frágil.
—Entiendo, hare que alguien se encargue de eso luego, por ahora puedes descansar y comer algo, pero estate atento, que seguro llegan cliente en cualquier momento.
Haciendo caso de las palabras de su jefe, el joven de piel morena fue a sentarse en un banquillo que se encontraba a la sombra de un árbol cercano. Tomo un poco de agua y se recostó a ver pasar la nubes mientras esperaba que le asignaran algún cliente con ganas de pasear.
El sol estaba en su máximo esplendor aquel día de verano en la Villa Oculta del Remolino y Eri había tenido la poca suerte de haber tenido que salir a realizar un trabajo para su querida vecina que llevaba una tienda de ropa en el centro de la villa, ropa no muy casual pero que causaba furor en la mayoría de señoras mayores. Así pues, tenemos a una Eri vestida de una forma un tanto peculiar: Un vestido corto, de mangas largas y transparentes y a su vez de falda pomposa que le llegaba por las rodillas a la chica de cabellos azules, de un color azul pálido, con un lazo azul oscuro en su parte trasera, donde terminaba su espalda, además de unas sandalias blancas y unos guantes del mismo color, y como accesorios, una cinta azul oscuro en su cabello junto con una rosa artificial del mismo tono que la cinta y un parasol blanco.
¿Y a qué venía todo esto? Fácil, no es que necesitase dinero, ya que gracias a lo que le dejó en herencia su abuelo Genza puede vivir del cuento perfectamente, pero era una ninja de Uzushiogakure al fin y al cabo, y ayudar a los demás era su deber, aunque la gente no entendía bien su significado, y otros simplemente explotaban a los ninjas del remolino. Esto es lo que explica como nuestra protagonista de esta pequeña historia iba vestida de esa forma en pleno verano: su vecina le había contratado para pasearse por la villa así vestida haciendo publicidad a su tienda de ropa. Con suerte pudo atarse su portaobjetos en el muslo izquierdo, junto con su bandana, aunque no sabía con exactitud si podía darle un uso o no, siempre tenía que llevarlo encima.
El paseo de la kunoichi por toda la villa fue un espectáculo digno de ver, así cuando recorrió más de la mitad de Uzushio, llegó al Jardín de los Cerezos en busca de algún lugar para descansar sus agotados pies, ya que las malditas sandalias eran muy incómodas. Así, una vez allí, divisó a un joven de más o menos su edad tumbado sobre un banco a la sombra de un árbol, y pensó que ese lugar podría ser perfecto para descansar, ya que los demás bancos estaban situados al otro lado del paseo, y, por ende, recibían todos los rayos del sol.
Así terminó acercándose al joven de tez morena, que le sonaba espantosamente familiar.
- Buenas tardes, ¿importaría si me sentase a su lado a descansar? - Se quiso pegar en la frente con la palma de la mano por el modo en que habló al chico, las ropas extrañas le estaban afectando más de lo normal, solo esperó a que el chico no se riese de ella o algo parecido.
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23/09/2015, 17:14 (Última modificación: 23/09/2015, 17:18 por Hanamura Kazuma.)
El día era caluroso, quizás demasiado aun para ser verano, pese a eso había una brisa muy suave y confortante en aquel enorme parque. Más aun donde se encontraba sentado Kazuma. Ahí viendo las nubes pasar lentamente mientras el correr del viento mecía su melena. Estaba tan cómodo que no pudo evitar bajar su sombrero y echarse a dormir.
El sueño no le duraría mucho puesto que mientras se encontraba apaciblemente recostado, una voz le saco de su estado.
—Cielos, disculpe es que me he quedado dormido —dijo mientras se enderezaba, puesto que por la forma de hablar se imagino que sería una señora que necesitaba sentarse.
Al principio no pudo ver la cara de la persona que le había hablado, pues el cabello se había desparramado sobre su cara mientras descansaba. Aun así pudo notar las ropas que traía, era un traje típico de las señoras a las cuales les gusta vestir elegante.
Mientras se acomodaba el cabello se hizo a un lado para que pudiera tomar asiento.
Le tomo un momento, pero para cuando se había acomodado el sombrero se giro hacia la persona que estaba a su lado. Tremenda fue se sorpresa cuando pudo ver a una chica elegantemente vestida y que era poseedora de una cabellera color azul.
De algún modo le resultaba tremendamente familiar.
«Espera» —fue lo que pensó.
En aquel momento una fugaz imagen de un puño acercándose a su cara paso su mente. Claro resultaba ser aquella chica que lo había golpeado en el estadio de celebraciones. Rápidamente desvió la mirada y fingió no haberla visto al rostro, mientras inconscientemente se frotaba la mejilla donde le habían golpeado.
La chica suspiró cuando se dejó caer en el banco, justo al lado del chico que acababa de incorporarse para quedar también sentado. Llevaba un sombrero por el cual no se le distinguía el rostro, así que no identificó al joven con alguien que ella pudiese conocer, además, tampoco se rió por sus modales.
''¿No será que me ha tomado por una mujer mayor?''
La vena de su frente se hinchó, al igual que su moflete izquierdo, pero luego dejó pasar todo el aliento, provocando así otro suspiro por parte de su boca. Miró su ropa para ver si estaba en perfectas condiciones y no encontró ningún rasguño, por lo que sonrió orgullosa de su trabajo. Prefería pensar en positivo antes de recordar todo lo que le quedaba por recorrer. Así cuando echó la vista hacia arriba, encontró un carruaje seguido por varios caballos y se quedó fascinada, aunque por otra parte parecían gastarle una broma pesada: ella estaba vestida con ropas antiguas y de repente se le invoca delante un carruaje, que se utilizaba en la antigüedad... Sospechoso.
''Demasiada casualidad.''
Miró los pantalones del chico cuando desplazó la vista del carruaje, seguido por su camisa, para terminar en sus... ¿Ojos grises? ¿Pelo blanco?
-¿Ka-Kazuma-san? - Preguntó, dándose cuenta de que su compañero de promoción se encontraba sentado a su lado, sobándose el lugar donde recibió el golpe que ella misma le propinó. -¡L-Lo siento! No sabía que eras tú... - Susurró, apenada, mientras sus mejillas adoptaban un color carmesí y desviaba la vista hasta el carruaje. ¿Qué haría él allí? ¿Sería el dueño del carruaje?
Pero la verdadera pregunta para ella era...
¿Por qué se comportaba así?
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La situación se había tornado un poco incomoda, pues aquel viejo truco de fingir que no se habían visto no había funcionado. La chica más que incomoda parecía sorprendida, quizás por que encontrarse de aquella manera era algo extraño.
—Eri-dono —dijo él—, yo tampoco había notado que eras tú —por un momento tuvo que morderse la lengua para no preguntar el por qué de sus ropas.
Aunque lejos de parecerles repelente, los atuendos de la chica resultaban bastante agradables a la vista. El Ishimura siempre había gustado de las ropas tradicionales, a pesar de que por experiencia sabia que podían llegar a ser muy incomodas, más aun las de mujer.
«Que incomodo. No es que me lleve bien con ella, pero tampoco quiero ser grosero. Digo ambos somos ninjas de la espiral… Pero aquel golpe me dolió bastante, aunque bueno… Casi todo el mundo termina queriendo golpearme cuando le estoy conociendo»
El silencio se extendió un poco más. De alguna manera, lo tranquilo que se encontraba el ambiente le acentuaba bastante. Solo se podía escuchar el correr del viento, el cantar de algunas aves y el suave rumiar de un caballo cercano.
—Esto… —dijo tratando de romper el silencio—. Y ¿qué te trae por aquí? ¿Has venido a tomar un paseo en carruaje o algo así? —Pregunto, mirando hacia el frente mientras que con un dedo enrollaba uno de los largos mechones que caían desde su patilla.
Miró al chico de cabellos blancos que se encontraba a su lado, al parecer tampoco la había reconocido en un principio, y no le culpaba, con las pintas que llevaba cualquiera podría reconocerla... Suspiró y miró hacia los cerezos que se encontraban en el otro lado del jardín. Y pensar que tenía que recorrerse todo el jardín con esas pintas... Tenía las mismas ganas ahora mismo de pasear por todo el jardín como de que la picara una avispa en un ojo, vamos, ninguna.
Así cuando el de ojos grises la cuestionó el por qué de su llegada al jardín, se le encendió la bombilla.
''Podría tomar un carruaje para recorrer todo el jardín...''
Era perfecto, tenía las ropas antiguas, junto con el carruaje tirado por caballos... La publicidad perfecta para cualquier mujer, hombre, pareja, anciano o anciana que quisiese vestirse con aquellas telas incómodas. Sonrió ante su ocurrencia y se pegó en la palma de su mano derecha con el parasol que llevaba cerrado en su mano izquierda. Además, durante un rato podría descansar y si el carruaje lo permitiese, quitarse esos zapatos tan incómodos y poder ir descalza durante unos minutos.
-En verdad estoy aquí por un encargo... Pero, ya que lo dices, me encantaría dar una vuelta en un carruaje, ¡nunca subí en uno! - Levantó la voz, emocionada. Aunque rápidamente se escondió entre sus manos, avergonzada y de nuevo sonrojada. No quería actuar como una niña pequeña de nuevo, y menos en frente de Kazuma.
Así, después de unos minutos para serenarse y volver a su tono de voz normal, volvió a hablar. -¿Sabes dónde está el encargado de los carruajes? - Preguntó con la duda pintada en el rostro. - Aunque no sé si tengo suficiente dinero... - comentó más para ella que para su compañero, mientras hacía caer su labio inferior, haciendo un puchero. Suspiró, no había traído mucho dinero pensando que no iba a tardar tanto en recorrer la villa, qué ilusa.
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Luego de la pregunta de Kazuma, la jovencita parecía haberse relajado un poco. Incluso pudo notar un ligero matiz de emoción en su ser al hablar sobre subir a un carruaje. Aquello le hizo recordar cuando de muy chico se había montado en un carruaje a pasear por primera vez.
—Claro, el encargado… Ya lo busco —Dijo mientras se levantaba y caminaba hacia el lugar donde aparcaban los carruajes.
—TAFUNA-SAN…
Casi al instante de entre los vehículos surgió aquel hombre al que estaba buscando.
—¿Qué sucede? ¿Ya terminaste de descansar?
—Si… Pero venía a decirte algo ¿Ves a esa chica de por allá? —pregunto mientras apuntaba hacia atrás con su pulgar—. Quiere tomar un paseo en carruaje pero según dice no tiene mucho dinero. Si me lo pides la puedo correr del lugar.
—Serás tonto muchacho —contesto mientras le deba un coscorrón—, ¿no ves la manera en que esta vestida? Seguramente se trata de una chiquilla perteneciente a una familia adinerada que anda de escapadas por ahí. Lo cual es bueno para nosotros, no creo que tenga que recordarte lo importante que es mantener nuestra imagen ¿cierto? —pregunto mientras ponía sus manos en los hombros del peliblanco y hacía un gesto un poco aterrador.
—Vale, entiendo… Bueno la dejo a tu cargo entonces —aseguro mientras se volteaba para irse.
—Nada de eso ¿tú la conoces cierto? —pregunto mientras lo sujetaba por el cuello del uniforme.
—Esto… Más o menos.
—Con eso me basta. Ahora acomoda tu uniforme, pon una sonrisa, haz algo con tu cabello y muéstrale los carruajes que tenemos disponibles. Dile que no se preocupe por el dinero, que el día de hoy es gratis para la gente de apariencia tan agraciada y elegante.
—Vale, no la haré esperar mas entonces —dijo mientras suspiraba.
Le tomo unos dos minutos, pero recogió su cabello en una coleta, escondió lo mechones rebeldes en su elegante sobrero y sacudió y puso en su lugar cada botón y bolsillo de su uniforme. Todo eso para luego dirigirse hacia donde se encontraba Eri.
Luego de explicarle a la muchacha lo dicho por su jefe, procedió a tomarse su trabajo enserio.
—Sea bienvenida a nuestro lugar de servicio. Por favor acompáñeme para mostrarle las opciones de paseo disponible —Dijo mientras hacia una elegante reverencia, pues Tafuna se encontraba vigilándolo.
Eri vio como su compañero de promoción llamaba a un hombre adulto que salió de entre los carros y se fue a hablar con él. Extrañada, miró hacia ellos intentando poder escuchar parte de su conversación, pero no tuvo éxito, por lo cual suspiró y comenzó a jugar con su parasol, abriéndolo y cerrándolo, como si fuese lo más entretenido.
''Al menos esto me da un poco de aire y me refresca...''
Al cabo de unos minutos notó como el Ishimura volvía con una coleta hecha y mucho más arreglado que antes, e incluso más formal, puesto que su contestación fue lo más formal posible dentro de las pocas palabras que habían intercambiado desde que se conocían, inclusive llegaron a no hablarse después del puñetazo que le propinó. Un sonrojo repentino volvió a instaurarse en los mofletes de la joven huérfana, que disimuló abriendo de nuevo su parasol y colocándoselo por detrás de su cabeza.
-Vaya... Con que tu eres el encargado de dar paseos por los carruajes, entonces no será un paseo para nada aburrido. - Añadió con una sonrisa, intentando ser amable, puesto que no quería tener más problemas con Kazuma. Respetaba al chico y su arte con la espada, cosa que había visto en un número reducido de ocasiones y a ella le encantaría aprender, sin embargo era negada para ese arte... Por lo cual disfrutaba solo con verlo y el de cabellos blancos era un genio en ello. -Pero... ¿Y el dinero?- Añadió un poco apenada, sin dinero, le hacía sentir bastante mal no poder pagar la vuelta en carruaje.
''Sin embargo ha dicho que podía...'' Se recordó mentalmente.
Se levantó y pegó unos suaves golpes a las telas de su falda, sacudiendo el polvo que pudo haberse instalado en ella y se colocó a su lado, esperando a que la guiase para observar cuales eran los modelos de carruajes disponibles, aunque esperaría a la contestación del Ishimura sobre el problema del dinero.
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A pesar de que le estaban ofreciendo un paseo gratis, la jovencita parecía renuente a aceptarlo. Kazuma supuso que aquello era normal, tener un poco de timidez al sentir que estas tomando un servicio por el cual no estabas pagando.
—No te preocupes por eso… Mi jefe dijo que sería buena publicidad, y si él dice que está bien es que está bien —Aseguro él tratando de ser lo más cordial posible.
Luego de resolver aquel asunto la chica parecía más dispuesta a seguirle, aun así mantenía cierto aire de timidez a su alrededor.
El peliblanco se acerco hacia lo que parecía ser una gaceta. Ahí intercambio saludos con otro joven, luego de una cestilla que decía verano tomo un impreso similar a un mapa. Inmediatamente se lo ofreció a la joven que le acompañaba, para que luego de que esta lo tomara pudieran seguir con su camino.
—Esta es una guía con las rutas de verano. Puedes escoger cualquiera de ella para el paseo.
Ya teniendo la posibilidad de elegir qué camino tomar solo les quedaba elegir el vehículo que les llevaría. Teniendo esto en cuenta el de ojos grises se acerco hasta donde había un grupo de carruajes aparcados, y emulando a un guía turístico saco un pequeño libro de su bolsillo, que iría leyendo a medida que caminaba.
—Aquí es donde aparcamos las carrosas y las ordenamos según su tipo y utilidad. Se diferencian en la ocasión para usarlas, comodidad y en ornamenta o lujo. Tomando en cuenta esos estándares abría una que es la más rara, cómoda, exclusiva y lujosa de todas —aseguro aquello para al finalizar sus palabras apuntar hacia un lugar apartado.
En el sitio señalado se podía apreciar un enorme carruaje que tenía el tradicional rojo que representaba a la villa, además de muchos adornos dorados que con toda seguridad eran de oro. El nivel extremo de lujo era apreciable desde lejos.
—Se trata de la carroza personal de la Uzukage. Para ser más preciso se trata del vehículo que solo puede usado por y para el Kage. Aun así no pertenece a Shiona, ella tiene un carruaje propio, aunque claro no se acerca al lujo de este. A pesar de su apariencia tiene cerca de unos doscientos años, ya que este fue un regalo para el primer Uzukage.
—Se suele utilizar cuando viene el señor feudal o cuando el líder de la aldea necesita dar algún paseo. Actualmente mi jefe es el que está a su cuidado y es el único capacitado para manejarlo. Por lo que está totalmente fuera de nuestro alcance.
—Aun así —dijo mientras retiraba la lona encima de un carruaje cercano—. Es tu primer paseo en coche y además es gratis, por lo que creo que podemos darnos el lujo de tomar este.
En cuanto la cubierta termino de caer se pudo apreciar un carruaje que a pesar de no poder competir con el del Kage, seguía siendo en extremo lujoso. De alguna manera también tenía un diseño bastante tradicional que armonizaba bastante bien con el traje de la señorita. También parecía ser ideal para el verano, puesto que tenía una capota plegable y a cada lado un abanico que parecía tener la función de agitarse a si mismo mientras las rueda girasen.
—¿Qué te parece? —pregunto mientras esperaba que la chica ya estuviera un poco mas ansiosa por ir de paseo.
El de cabellos blancos comenzó a explicar a una Eri más tranquila debido a la no necesidad de pagar el viaje en carruaje, así prestó total atención a las indicaciones del Ishimura, ignorando que el joven en verdad no quería pasar ese voltio con la kunoichi.
Tomó el mapa que éste le proporcionó, aunque no tenía ni idea de como leer uno. Ya le preguntaría sobre el recorrido que más abarcaba el jardín, puesto que a más duración, mayor era la publicidad. Suspiró mientras intentaba andar de puntillas, los talones la estaban matando.
"Espero que no tardemos mucho en elegir el modelo..."
Pero sus deseos no fueron escuchados, y el Ishimura comenzó a explicarle el primer modelo de carruaje del que disponían, alegando que era el más elegante y caro, y la de cabellos azules no lo iba negar, ya que el color oro y el carmesí quedaban demasiado bien juntos.
-Vaya, quién fuera kage... -Soltó al aire, con tono de admiración.
Así pasaron hasta llegar al que al parecer usarían, y que Eri, personalmente, gustaba más. Algo extravagante, pero acorde con sus ropas. Levantó el pulgar a modo de respuesta a su pregunta y sin dudarlo más se acercó a él, dispuesta a subirse y descansar de una buena vez.
Pero sus modales fueron más rápidos, así que antes de poner un pie en él, preguntó. -¿Importaría si me subiese ya...?
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Estando satisfecho con su pequeña guía turística, al joven peliblanco solo le quedaba preparar las cosas para el paseo. Y la chica que le acompañaba también parecía estar ansiosa por ponerse en marcha, puesto que daba la impresión de quererse subir al vehículo a la brevedad.
—Adelante —respondió mientras tendía una mano para ayudar a que la dama de cabellos azules subiera.
En cuanto la ahora clienta estuviera acomodada en el carruaje, Kazuma procedería a mover el mismo hacia la parte de afuera, mientras que unos silbidos le hacía señas a un señor que se encontraba en los establos cercanos.
Mientras sacaba el carruaje del andén, aquel sujeto de antes traía consigo a un enorme caballo. Un animal de gran aspecto, enorme y de pelaje negro azabache. Luego de unos minutos acomodaron las riendas que necesitaba el conductor.
Por la costumbre había hecho todo aquello en silencio, pues necesitaba concentrarse en los detalles. Después de todo se trataba de una carroza lujosa y de un caballo sumamente caro, por lo que no podía permitirse errores o descuidos.
—Ya casi estamos listos —aseguro mientras se marchaba hacia un cubículo cercano donde permanecería por unos minutos.
Tenía un comportamiento un poco sospechoso, pues del cobertizo salió arrastrando una enorme y misteriosa caja, que con mucho esfuerzo subió al carruaje. Ante la mirada de aquella chica aseguro aquel cajón con unas cuantas correas. De alguna manera parecía encajar a la perfección puesto que quedo empotrado y fijo.
Luego de todo aquello, tomo un pañuelo y seco el sudor de su frente. Acaricio un poco al caballo y de un ágil salto subió a su posición de cochero.
—Ya está todo listo. Solo falta que me indiques que ruta quieres seguir, aunque bien podríamos improvisar si bien te parece.
- Está bien, cuando todo esté listo, tómate tu tiempo. - Aseguró la kunoichi quitándose los zapatos y moviendo los dedos de los pies como si no los hubiese movido en la vida. Suspiró de placer, tenía demasiado dolor en ellos y necesitaba descansar un poco. Miró atentamente como Kazuma se encargaba de poner todo en orden y le dio un poco de pena. ¿No debería ayudarle? Suspiró, no podía, si no terminaría rompiendo o manchando esas estúpidas ropas.
Cuanto más se miraba a sus ropas, más odiaba a la mujer a la que le estaba haciendo el favor.
Observó el gran caballo de piel oscura que sacó del establo, era precioso. Su pelaje, negro azabache, brillaba con el sol, haciendo al carruaje parecer incluso más lujoso de lo que ya era. De nuevo el malestar se instauraba en su cuerpo... ¿Debería irse y no hacer al peliblanco pasar por eso? No, ya no podía, estaba todo montado.
''¿Sabrán esto los chicos?''
Se preguntó mentalmente imaginándose como Nabi, Juro y Yota estaban subidos a un carruaje, bueno, luego la imagen se distorsionó de tal manera que Juro estaba montado en el caballo mientras le pegaba latigazos al animal para que acelerara el paso mientras que ambos rubios saltaban dentro del carruaje. Rápidamente negó con la cabeza, mejor disipar esos pensamientos antes de que fueran a peor. Kazuma ya se había posicionado como cochero, y la joven huérfana podía ver su espalda totalmente. No le gustaba que le diesen la espalda, pero era lo que tocaba.
-Oh, vaya, pues... ¿Recuerdas mi sentido pésimo de la orientación? Pues... Si podemos improvisar, muchísimo mejor. - Sugirió mientras se rascaba la nuca, un poco nerviosa por la situación. - O si no, la que tu elijas por mí basta, ya que seguramente te sepas todos los recorridos, Kazuma-san. - Volvió a sugerir, esta vez con una sonrisa pintada en el rostro, aún sin que el de ojos grises pudiese verla. Sus ganas de partir eran enormes, pero todo venía a su tiempo.
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La jovencita de cabellos azules parecía estar más aliviada una vez subida al carruaje. Por un instante al mirarla de reojo, el Ishimura pudo comprender un poco el por qué. Si bien la ropa de Kazuma era un uniforme sencillo y elegante, podía llegar a ponerse bastante incomodo, por lo que tomando en cuentan todos los atavíos que cargaba encima, aquella chica debía de estar un poco cansada.
—Me parece bien, supongo que improvisaremos.
Luego de decir aquello, dio una pequeña sacudida a las riendas para que el animal supiera que tenía que avanzar. Inmediatamente así lo hizo, con un paso elegante y relajado. Cuando el animal llevo el vehículo hasta el camino que debía tomar, comenzó a caminar con un poco más de entusiasmo, como si el mismo quisiera pasear.
—Tranquilo chico, se que tienes tiempo sin salir pero necesito que lo tomes con calma —le dijo al caballo, con una voz suave que transmitía serenidad.
En cuanto la velocidad de la carroza se estabilizo, el joven peliblanco tiro de un pequeño hilo que resultaba ser el seguro de los abanicos. Inmediatamente iniciaron un movimiento oscilatorio bastante suave que provocaba una brisa suave y relajante. Lo mejor era que como había dos de estos aparatos, la corriente venia de ambos lados, encontrándose en el lugar donde debían de estar sentados los pasajeros.
—Bueno ya que es un día un poco caluroso creo que primero deberíamos pasar por la zona donde están las fuentes.
Y con eso dicho encamino el coche hacia el sitio seleccionado.
Vio como Kazuma hacía todo el trabajo y además, como había hablado al caballo cuando éste se emocionó al salir por fin del lugar donde al parecer llevaba mucho tiempo. La muchacha de cabellos azules sonrió y bufó apartándose el poco pelo que se había instaurado en su visión, nublándole la tan agraciada vista que encontraba en aquel recorrido por el Jardín de Cerezos tan característico de su villa.
Gracias a su sombrilla, más el techo que llevaba incorporado el carro y los abanicos, Eri comenzaba a sentirse mucho mejor. Y aprovechó para admirar la belleza de su al rededor. Es verdad que en primavera los árboles estaban muchísimo más bonitos, pero en verano las sombras que creaban sus hojas y sus flores junto con sus pétalos recreaban un ambiente fresco y agradable, haciendo que el calor que llevaba soportando desde que había comenzado su paseo disminuyese casi por totalidad.
Entonces paró su vista en Kazuma y notó como él no corría su suerte. Mordió su labio inferior, ojalá él pudiese sentirse como la joven kunoichi. Observó su sombrilla y así se le ocurrió una idea. Aprovechó que el asiento donde ella viajaba no estaba muy lejos del asiento del cochero, por lo que se acercó quedando sentada justo en el borde de su propio asiento y le estiró la sombrilla abierta a Kazuma para que éste pudiese refugiarse de los rayos del sol. No sabía si el chico le gustaba o no estar bajo la influencia del Astro Rey todo el rato, pero sabía que podía hacer daño a la piel si no se tomaban las medidas adecuadas.
-Deberían poner también sombrillas para los cocheros. - Opinó la peliazul mientras daba vueltas a su sombrilla. Pintó en su cara una jovial sonrisa y miró al corcel que tiraba del carro, ojalá pudiese también protegerle a él del sol. Cuando descansasen, se encargaría ella misma de darle de beber. - Oye, Kazuma-san, ¿por dónde están situadas las fuentes del jardín? - Preguntó con inocencia.
Y lo cierto es que no tenía ni idea.
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El sol tenía la típica intensidad de verano, proyectando una luz fuerte y calurosa. Todo un problema para las personas de piel sensible o los amantes de no sudar. Sin embargo a Kazuma eso no le molestaba mucho, a él le gustaba poder sentir los rayos del sol en su oscura piel, la cual tenía gran resistencia a quemarse por la sobre exposición.
«El clima está bastante agradable, pero me siento un poco incomodo con este uniforme»
El camino era sencillo, pero de todas formas necesitaba estar atento a todo. Puede que fuese un ninja bien entrenado, pero aun seguía siendo un novato en aquello de manejar carruajes. Quizás fue por su misma concentración que por un instante olvido donde estaba.
—Espera Nao… —se quejo levemente cuando vio que una sombrilla le cubría.
Sin embargo no se trataba de la preciada Naomi, ya que necesariamente era obra de la chica de cabellos azules a la cual estaba paseando. El Ishimura se planteo el decir que no hacía falta, pero la jovial actitud de la chica le hizo reaccionar de una manera más educada.
—Digo... Gracias. —dijo mientras acomodaba el parasol en un soporte para que le seguiera cubriendo sin necesidad de que nadie lo sostuviese.
«Supongo que está bien, después de todo no sería bueno si me insolara» —pensó él, mientras le daba razón de ser al acto de la jovencita.
Eri había preguntado en donde se encontraban las fuentes, lo cual resulto ser una duda bastante oportuna pues un poco más adelante en el camino se encontrarían con una plaza llena de lo que parecía ser veneros.
—Esta es la plaza de las fuentes —aseguro mientras hacia un gesto con la mano para abarcar la totalidad del sitio—. Yo diría que este es uno de los lugares más frescos del jardín.
Resultaba ser como había dicho. En aquel sitio el aire cargaba consigo un leve roció, producto de las elegantes y ornamentadas fuentes que allí funcionaban. El lugar no era demasiado grande, pero aun así tenia variedad de fontanas que emulaban desde pequeños geiseres hasta manantiales.
En el centro del aquel lugar se encontraba la más curiosas de las fuentes. Misteriosa por el hecho de que a pesar de ser la menos ornamentada, era la más grande y justamente la más atrayente puesto que hacía de centro de la plaza.
—En verano este suele ser un sitio bastante visitado por el espectáculo que ofrece —dijo mientras señalaba una fuente que estaba abarrotada de aves cantoras en lo que parecía un frenesí de serenatas de apareamiento.
—Pero sin lugar a dudas diría que este es uno de los lugares preferidos por los jóvenes amantes. De noche se suelen encender lámparas de aceite en los alrededores, creando una atmósfera de luz tenue. Por otro lado, el suave arrullar del agua, sumado a la gran cantidad de luciérnagas doradas, le dan un aspecto como de cuento. Y como si eso fuera poco, desde el claro que se forma se puede apreciar la luna en todo su recorrido por el cielo nocturno.
Mientras decía aquello, Kazuma no podía evitar sentir un leve brote de orgullo, puesto que se había expresado tal cual Tafuna le había enseñado. Le había costado aprenderse todo aquello del pequeño libro que resultaba ser una especie de manual del guía del Jardín de los cerezos.
«Aunque pensándolo bien, no he tenido la oportunidad de dar un paseo por esta zona de noche… El jefe dice que aquel espectáculos de adolescentes y hormonas embravecidas es demasiado para un chico como yo…» —pensó él, mientras que su joven mente no daba con lo que le habían querido decir.