Juro observó, con cierto reparo, el espectáculo que estaban montando aquellos hermanos. Lejos de sentirse intimidados o molestos, estaban encantados: al fin y al cabo, tenían una nueva presa con la que jugar.

« Si ni si quiera les he dicho a quien estoy buscando » — protestó para sí, pero comprendió que aquellos dos no le iban a dar la oportunidad de hablar. Querían que jugar a su juego. Probablemente, el otro camino le llevaría a otra parte recóndita de la ciudad, o incluso lo alejaría de la zona buscada. Con sus sentidos de orientación, probablemente, no se daría cuenta hasta haber perdido mucho tiempo.

Se planteó el utilizar una cortina de humo para escapar, pero entonces, echaría a bajo su coartada, y encima, probablemente no encontraría el lugar por sí solo.

Suspiró. Tenía que jugar. No había otra salida.

Durante el siguiente rato, Juro se exprimió las neuronas en busca de algo. Necesitaba una pregunta para encontrar el camino. ¿Y si le preguntaba simplemente a uno si el camino que guardaba era el correcto? No, claro que no. No podría diferenciar cuál era el que mentía y cuál era el que decía la verdad. Tampoco podía preguntarle si mentía o no a uno de ellos, puesto que habría desperdiciado su pregunta y no habría otra. Entonces... ¿Cuál era la verdadera respuesta? ¿Y si le estaban mintiendo y en realidad era un truco? ¿Y si no había solución correcta y tan solo había que escoger un camino?

Juro se dejó caer sobre la mesa de invitados, mientras seguía pensando. Lo que más le enfurecía es que, probablemente, los hermanos lo estaban disfrutando: como cazadores, les encantaba ver a sus presas indefensas.

« Quizá simplemente podría preguntarle a Datsue » — reflexionó para sí. Pero descartó el pensamiento al instante. Él estaba ocupado, haciendo una prueba más importante, y probablemente solo le distraería. Además, cada vez se estaba convirtiendo más en un asunto personal. Nadie podría ayudarle, ni él ni su alumno. Tenía que sacarlo él solo.

Observó los rostros de aquellos dos. Rebosaban de picardía. ¿Cómo descubrir cuál era el que mentía?

¿Cómo?

¿Cómo?

....

Un momento...

¡Eso es! Juro abrió mucho los ojos y se levantó al instante de la mesa. Era como si la inspiración lo hubiera golpeado. ¡Ya lo tenía! Se dedicó unos segundos más a pensarlo antes de lanzarse, pero no había duda. Sonrió para sí. Realmente, no necesitaba averiguar cuál era el que mentía. Solo tenía que hacer la pregunta correcta.

Avanzó hasta uno de ellos, el del camino de la derecha.

— Aquí tengo mi pregunta — murmuró Juro, para luego soltarla de golpe —. Si le preguntara a tu hermano cuál es el camino correcto, ¿Qué camino diría?

Datsue frunció el ceño y se rascó la nuca, nervioso, ante la nueva prueba que le proponían. Le encantaban los acertijos y resolver problemas a fuerza de pura lógica —no por nada se había especializado en fūinjutsu—, pero tras una noche en la que apenas había dormido, sabía que no estaba al cien por cien. La mente no dejaba de ser un músculo y, agotada, no rendía como debía.

«Pero yo estoy acostumbrado al cansancio», se animó a sí mismo. «Por más de un año seguido mis horas de sueño han consistido en levantarme empapado en sudor veinte, treinta veces por noche por las pesadillas creadas por Shukaku. He pasado cuatrocientas noches peores que esta, y aún así he conseguido rendir en mi trabajo. Vamos, solo piensa…»

Empezó a jugar con las cadenas intentando buscar una forma más óptima de unirlas entre sí. Primero trazó una línea con ellas. Luego sacó un trozo de cadena y la puso a un lado. Ese trozo tenía tres eslabones. Tres, como tres debían ser los cortes que como máximo podía permitirse para superar aquella prueba. Tres…

«¡Lo tengo!», supo de pronto. Sin perder más tiempo, Uchiha Datsue abrió los tres eslabones de un mismo trozo de cadena y, luego, los usó como punto de unión para las otras cuatro cadenas. Tres anillos abiertos; tres anillos cerrados.

—Aquí tengo mi pregunta —murmuró Juro, para luego soltarla de golpe—. Si le preguntara a tu hermano cuál es el camino correcto, ¿Qué camino diría?

—Pues mi hermano solo habla mentiras, por lo que te diría que el camino correcto es el de la derecha —respondió el gemelo, comprendiendo el fin del juego.

Con aquello dicho ya quedaba en claro cuál era la puerta correcta: si aquel seleccionado era el mentiroso, diría lo contrario que el verdadero, señalando el camino erróneo; mientras que, si era el honesto, previendo la mentira de su hermano, indicaría cual sería el falso camino que aquel indicaría… Por lo que al final el verdadero camino era el contrario al señalado, aquel que iba por la izquierda.

Los hermanos seguían bebiendo té y comiendo panecillos, contentos de haber jugado un poco: por lo general, los problemas de la gente común no solían valer lo suficiente como para detenerse y pensar un poco. Entonces, con una actitud más amable, dispondrían de su tiempo para responder las preguntas que Juro quisiera hacer, al menos hasta donde fuese pertinente.


Ignorando por completo al equipo de asistentes, la jueza se dedicó a recorrer las mesas y evaluar a aquellos que habían completado la prueba. Sin embargo, algunos parecían tener la solución correcta (una cadena completa y continua) y aun así rechazo sus trabajos sin dar mayores explicaciones, mientras que en otros se detenía y manejaba la cadena como estudiándola por unos instantes.

—Bien… —murmuro en cuanto vio la cadena de Datsue.

La tomo entre sus manos y la sacudió, escuchando su tintinear, para luego deslizar cada uno de los eslabones entre sus manos. Cuando estuvo satisfecha, saco un diminuto y delgado cincel, de algún material extremadamente duro, y rayo en la superficie de cada eslabón un número del uno al 15. Luego se dirigió al participante.

—Esta cadena puede soportar 150kg, pero la voy a hacer soportar 300 o hasta que se rompa —sentencio, como si repasara la metodología de un experimento—. Tiene dos formas de pasar la prueba, conseguir que con esos 15 eslabones soporte ese peso, o, en su defecto, predecir con exactitud cuál será el eslabón que fallara… Puede valerse de cualquier método a su disposición, pero sin utilizar más material que el de la cadena.

Y así, sin más, dejo a Datsue con la parte final de la prueba. De alguna manera le pedían que levantase 300kg con una cadena que podía soportar 150kg, valiéndose de cualquier método, pero sin utilizar otra materia que el de la propia cadena. La otra opción era predecir como fallaría la cadena, lo que parecía más un callejón sin salida.

En cuanto escuchó la respuesta, Juro supo que sabía hacia donde tenía que ir: el camino de la izquierdo.

No supo si fue suerte o una verdadera habilidad, pero en cuanto descubrió que podía usar la honestidad o falsedad del uno contra el otro, el juego había terminado. Fuera quien fuera, el camino contrario iba a ser el correcto. Pudo respirar un poco más aliviado, viéndose ganador de aquella pequeña prueba.

Pero era consciente de que nada de eso había terminado. El peligro seguía en pie y tampoco podía fiarse de esos dos que tenía delante.

— Ahora que ya conozco que es el camino de la izquierda, me gustaría hablar — comentó Juro. Sintió ganas de saber lo que habría pasado si hubiera recorrido el de la derecha, pero sabía que había cosas más importantes —. Busco a alguien importante. Un pez gordo, quizá. El tipo de persona que contrata gente y luego se deshace de ella. Sin escrúpulos. Alguien con un motivo en contra de la competición de herrería que ahora mismo está sucediendo y que desea sabotearla a cualquier costa.

» Sé que se esconde por esta zona. También que lo habéis visto, pues ha tenido que pasar por este mismo camino.

Alguien poderoso que tuviera facilidad para deshacerse de sus empleados y que, además, tuviese motivo para sabotear la competencia. Para los hermanos, ese perfil podría incluir a muchísima gente.

—Puede que tengamos una idea —respondió uno de los hermanos.

—Aunque no muy clara —agrego el otro.

—Ser seleccionado juez de la competencia representa un gran honor… y ganancias.

—Tanto buenos como malos desearían un puesto.

—Así que, si se es más malo de “normal”, es natural querer vengarse si no fue honrado.

—Hay mucha gente así.

—Pero si pudiéramos decir que uno de ellos destaca, seria aquel —dedujo uno.

—Sí, ese sujeto inquieto, él, aquel guardaespaldas tramposo —añadió el otro.

—No está bien que digas eso, no tenemos pruebas de que hizo trampa en el juego —interpuso, conciliador.

—¿Cómo qué no? No hay manera de que supiera la respuesta exacta de acertijos que jamás habíamos usado con nadie —matizo indignado.

—Si, ese sujeto era misterioso, más de lo que suele ser “normal para un ninja”.

—Hasta donde sabemos, él y su jefe utilizaban un teatro como punto de reunión.

—El lugar está a un kilómetro siguiendo el camino de la izquierda, y solo abre de noche.

—No sabemos mucho más… es muy bueno borrando sus huellas o es que nadie recuerda lo que hace.

—No sabemos si es a quien busca, pero es el tipo de sujetos que “huele” a problemas.

—Similar a usted…, sin ofender.

Si Juro no tenía más preguntas que hacerles, podría retirarse o continuar su camino. El mentado teatro no abriría sino hasta tarde en la noche, mientras que su paso por allí era reconocido: no tendría que enfrentar la prueba de nuevo para moverse libremente por aquel corredor.

Datsue se quedó meditando aquel nuevo acertijo por un largo rato. Tenía dos opciones: descubrir el eslabón que partiría primero; o hacer algo para que soportase al menos trescientos kilos. Para resolverlo con la primera opción, pensaba Datsue, tendría que descubrir el eslabón que más veces había sido rayado por la jueza. Aquel, suponía, sería el primero en ceder ante el peso. Para resolverlo por la segunda opción, tendría que ingeniárselas para que aquella cadena soportase el doble de peso.

«Hmm… Quizá podría dividir la cadena en dos. Después de todo, al ser solo una cada eslabón debe soportar los trescientos kilos. Pero dividida en dos, o incluso en tres, los eslabones tan solo necesitarían soportar la mitad, o incluso la tercera parte del peso total».

No obstante, adivinar cuál sería el eslabón en romperse sonaba más arriesgado… y divertido. Así pues, trató de analizar cada eslabón, contando el número de rayaduras que tenía cada uno. Buscaba el que más tuviese, aunque en caso de empate por arriba estaría jodido.

Luego de revisar las cadenas de todos los participantes, al menos las de aquellos que ya habían resuelto el acertijo, la jueza pidió a los asistentes que llevasen al campo el material para la siguiente etapa. Así, los encargados comenzaron a montar sobre una especie de carro variedad de pesos que iban variaban entre 5 y 10 kilogramos.

Pero antes de comenzar quería echar un último vistazo a las estaciones de trabajo.

—Parece que se ha decantado por adivinar —dijo en cuanto vio que Datsue examinaba los eslabones, aunque un tanto ensimismada—. Pero… no creo que sea conveniente pensarlo mucho, los números que escribí no significan nada en particular.

»Diría que esta parte en sí misma no es un acertijo; después de todo, la adivinación y el azar no existen y las respuestas correctas pueden ser las más deshonestas y de sentido comun.

Datsue tendría que pensar si aquello le servía de respuesta o tomaría la otra opción, al menos tenía que hacerlo antes de que el carrito de pesos llegase a su puesto.

Juro escuchó aquel curioso diálogo entre los dos hermanos: ambos afirmaron la identidad sujeto como un guardaespaldas "tramposo", quizá por haberles superado en ingenio en pruebas anteriores. El marionetista ya imaginaba que aquel al que buscaba habría sido capaz de superar esta prueba y probablemente, algunas más complejas. No se enfrentaba a alguien precisamente idiota.

« Desear el puesto de juez. Tiene sentido » — En el diario se había mencionado que aquel hombre parecía no tener un solo objetivo, sino muchos. Lo que quería era sabotear la competición. Quería vengarse. El vengarse por haberle sido denegado el puesto de juez, en realidad, tenía lógica.

No pudo evitar sonreír ante la última acusación de los hermanos.

— Gracias por la información — Ya no tenía nada más que decirles —. Tened un buen día.

Juro era consciente de que aún quedaba mucho para la noche, y que su única pista era aquel teatro. El tiempo apremiaba y no podía permitirse pasar todo el día ahí dando vueltas. Era arriesgado y además, muy sospechoso.

Confiado en que al menos, conociendo el camino podría volver más facilmente, Juro se dio la vuelta y se dirigió al lugar donde su atacante esperaba que estuviera: el estadio. Con nada más que hacer, lo único a lo que podía dedicarse era velar por la seguridad de Datsue y ya de paso, observar si veía algún movimiento fuera de lo común, hasta que fuera la hora necesaria para seguir la pista y sorprenderle en el teatro. Con el camuflaje activo por la técnica no sería un blanco tan evidente, y sino, esperaba estar preparado.

Datsue se rascó la cabeza, dubitativo. Tenía varias opciones que creían ser correctas, pero la certeza absoluta no estaba con él. Y eso, le molestaba.

«Será mejor que me ponga a trabajar y vaya a lo seguro», pensó. Así pues, tomó la determinación de dividir la cadena en tres —de cinco eslabones cada una—, y soldarlas para que las tres cadenas quedasen pegadas entre sí. La había transformada en una cadena triple, vaya, más corta pero más gruesa, que si no estaba confundido soportaría la nada desdeñable cifra de 450 kilogramos. De sobra para pasar la prueba.

Luego de que Datsue tomase su decisión, la jueza se acercó a su lugar de trabajo, seguida por el carro con los pesos. Examino la cadena múltiple del participante y luego procedió a colgarla de una viga preparada para la ocasión. Poco después comenzó a añadirle peso, colgándolos en distintos eslabone hasta que corroboro que los 300 kg que tenía a la mano yacían en el aire.

—Felicitaciones, ha aprobado —dijo mientras anotaba algo en una libreta que llevaba consigo—. Me gustaría darle los resultados ahora, pero hay otro asunto que debo atender.

Su rostro pareció ensombrecerse un poco mientras dedicaba una mirada inquieta al resto de los participantes. Entre ellos, había uno cercano al puesto de Datsue. Momentos antes hubiese sido fácil ver como se enfrentó al reto de predecir que escalón fallaría: como si fuese más un saboteador que un herrero, o quizá ambos, tomo una lima y la apunto hacia un eslabón al azar, allí se dedicó a reducir el área donde había hecho la soldadura. “Si no puedo saber cuál eslabón fallará, determinare yo mismo cual será”, le dijo a la jueza. Esta asintió y acepto su método.

—¿Ha notado algo raro en la competición de hoy, alguna incomodidad? —le pregunto de pronto al Uchiha, aunque luego le quito importancia—. No es nada, es solo que… el desempeño general ha sido menor a lo previsto.

Mientras se retiraba, el de Uzu podría escuchar como un participante se quejaba de un dolor de cabeza, mientras que otro le afirmaba que por alguna razón había tenido problemas para concentrarse y recordar.


Para cuando Juro llegase a la plaza, la prueba habría terminado y los participantes estarían recogiendo para retirarse mientras el público se dispersaba. Allí, si buscaba, no le costaría mucho encontrar a Datsue.

Cuando llegó a la plaza, el espectáculo había terminado. Juro sintió una presión en el pecho considerable, ¿Y si había llegado tarde? ¿Y si habían saboteado a Datsue mientras él no estaba? La información que había obtenido, desde luego, era útil, pero no sabía que clase de precio había pagado por obtenerla.

Sin el camuflaje puesto y ya con su apariencia normal, el muchacho avanzó por el estadio hasta que logró alcanzar al Uchiha que, al igual que el resto de participantes, estaba recogiendo.

Puede que pareciera una actuación arriesgada, pero Juro no creyó que hubiera ningún peligro. Al fin y al cabo, su enemigo ya sabía cómo eran físicamente y que los dos estaban relacionados, y por alguna razón estaba bastante seguro de aquella persona que perseguía no actuaría fuera de la competición, especialmente frente a dos shinobis preparados que podían defenderse y que ahora mismo no tenían ninguna distracción.

Buscando el momento oportuno, se acercó disimuladamente al Uchiha para hablarle, como el que tiene una conversación tranquila con alguien con quien se acaba de encontrar.

— ¿Cómo ha ido? ¿Has notado algo diferente? ¿Alguien actuando de manera rara? — le preguntó Juro, en voz baja pero con una expresión tranquila.

«Ah, ya veo… Así que estaba en lo cierto», se dijo, al ver cómo algún concursante simplemente había dañado uno de los eslabones para así poder adivinar la respuesta. De todos modos, había acertado a su propia manera, y no merecía la pena lamentarse.

La pregunta de la jueza le pilló por sorpresa. Tanto, que cuando supo qué responder esta ya se había ido. Cuando Juro llegó a su lado y le realizó exactamente la misma pregunta respondió con lo que había pensado previamente:

—Lo único raro fue que no pasó nada raro —replicó, con franqueza—. Al menos hacia mi persona. Escuché a alguno quejarse de un dolor de cabeza o de que tenía problemas para recordar. No he visto qué pasó, pero los dos sabemos a quién suena eso.

El hecho de que no hubiesen intentado hacer nada contra él quería decir que le respetaban. Le respetaban lo suficiente como para no volver a usar un simple truquillo barato. Pero, si el tramposo seguía adelante en el concurso, podía dar por hecho que volverían a jugársela. Solo que, esta vez, irían con todo.

—Lo único raro fue que no pasó nada raro. Al menos hacia mi persona. Escuché a alguno quejarse de un dolor de cabeza o de que tenía problemas para recordar. No he visto qué pasó, pero los dos sabemos a quién suena eso.

Juro se llevo una mano al mentón, pensativo. Antes, había creído que solo estaban saboteando a Datsue, pero ahora parecía pasar justo lo contrario. ¿Trataban de incriminarle quizá? No, probablemente no. Puede que simplemente hubieran utilizado unos trucos de bajo nivel o que hubieran decidido esperar. Lo cierto es que, fuera lo que fuera, el marionetista pudo suspirar tranquilo, sabiendo que había ganado un poco más de tiempo.

Ahora, la cosa recaía en sus manos.

— Lo que más me preocupa es que pueda hacerlo con esa discreción. Ten los ojos abiertos, quizá intenta que te confíes. — admitió, para luego contarle lo que él había recabado, en voz aún más baja y con cuidado de que no hubiera nadie escuchando —. He conseguido algo de información investigando en el diario que encontramos. He tenido que hacer un poco de exploración e interrogar a ciertas personas, pero he encontrado un lugar: un teatro.

»Ahí el guardaespaldas se junta con su cliente, probablemente de noche, puesto que es cuando abre. No sé con qué frecuencia, pero diría que lo hacen bastante. Por lo que me han dicho, creo que es un hombre. Iré hoy para ver si hay suerte y puedo espiar su reunión

No pensaba hacer ninguna estupidez y desde luego, jugarse la vida. Recuperar toda la información posible y si era posible, pararle los pies al tipo en cuestión. Pero era consciente de que era un acto peligroso y que necesitaría toda su pericia para sobrevivir a una aventura semejante.

Datsue asintió, complacido por la información que había recabado Juro.

—Está bien. Si pasa algo, ya sabes que tienes el sello de comunicación para informarme. De hecho… Deberíamos renovarlo, por si acaso —dijo, pues ya había pasado casi un año desde que se lo había colocado. Ya sería mala suerte que les dejase de funcionar durante aquellos días.

Si Juro se lo permitía, desharía el sello que le había colocado de la hermandad y le pondría uno nuevo, en la exacta posición y con el mismo número. El siete.

—Vale, ahora sí. Y, Juro… ten cuidado.

Tras la despedida, el Uchiha, con ojos abiertos —esto es, con el Sharingan activado—, regresó a su posada para descansar. Todavía le quedaba una prueba más…

… y esperaba que esta vez fuese también la última y definitiva.

— Tienes toda la razón. Ya va siendo hora de renovar — Juro le permitió realizar el proceso de sellado sin rechistar.

Puede que no hubieran usado demasiado ese recurso, pero le parecía de lo más útil. En un primer momento, no había confiado en Datsue, pero poco a poco estaba empezando a hacerlo de verdad. No solo por la conexión que compartían como contenedores de los bijuu, sino porque estaba generando una verdadera simpatía en él.

— Gracias — dijo, tanto por el sello como por sus palabras. Le dedicó una sonrisa —. Tu descansa y prepárate para la prueba. Puedes confiar en mí.

Datsue se marchó y Juro, tras unos segundos, decidió hacerlo también. Él no tenía tanta prisa, puesto que lo que quería era que el tiempo pasara rápido. Necesitaba que se hiciera de noche.

En caso de faltar mucho, optaría por regresar a la posada, descansar un poco y ver cómo estaba su alumno, sí es que seguía por ahí. Sino, daría un paseo. De cualquier manera, su objetivo estaba claro: poco antes de que la noche entrara completamente, el marionetista recorrería las mismas calles que había caminado esta mañana, ignorando en este ocasión el reto de los hermanos que ya había completado, y se dirigiría al famoso teatro.