Datsue fue directo, claro y muy conciso.

—Kurama está espiando las reuniones de los bijūs.

Juro alzó las cejas, pero no dijo nada. Era sorprendente, pero no imposible.

El marionetista sabía de lo que hablaban. Después de todo, tiempo atrás, los dos se habían enfrentado a una Ayame poseída por su bijuu, que había afirmado que todos los bijuu, incluso dentro de ellos, tenían reuniones periódicas, dónde Kurama había empezado a ausentarse. Ahí, debían hablar de todo, incluso de ellos.

— En teoría, es un buen plan. Pero en la práctica, el bijuu y yo no tenemos mucha relación que digamos. No sé exactamente qué busca, además de destrozarme. ¿Cómo voy a conseguir que me haga caso? — murmuró, a sabiendas de que el bijuu le estaría oyendo. Quizá. Probablemente —. Espera, ¿Cómo diablos sabes esto? ¿Y dices que te encontró un General?

Ahora Juro sí que tenía curiosidad. Tenía a Datsue ahí delante, vivito y coleando. Eso quería decir que, o bien había conseguido huir, o había asesinado con éxito a un general de Kurama. Una proeza increible.

Ya, lo entendía.

—Bueno, al menos sabes que no quería colaborar con Kurama, ¿no? Quizá eso por el momento sea suficiente —dijo, intentando verle el lado positivo—. Pues lo sé porque… Porque Sasaki Reiji me lo contó. Y es mejor que sea él quien te cuente cómo lo sabe. Porque además tiene otra cosa que decirte. Algo importante. —Algo que, quizá, mejorase la relación entre Juro y Chōmei—. Así que cuando vuelvas a pasar por la Espiral, avísame por el sello-comunicador. Reiji es un Genin de mi Villa, y por norma general no puede escaquearse del país demasiado a menudo.

Por supuesto, siempre había excepciones. Y seguramente el encuentro con Juro, debido a su importancia, era una de ellas. Pero Datsue ahora era jōnin, y había visto los peligros que acechaban tras las fronteras. Confiaba en Reiji, pero prefería no enviarle demasiado lejos.

Juro preguntó por lo obvio.

—Sí, sí. Me encontró un General, sí —respondió—. No tienes nada de qué preocuparte. Me lo cargué, por supuesto. Ahora solo tenemos que preocuparnos de los siete restantes —dijo, como si eso ya fuese poca cosa y no la amenaza más grande a la que se habían enfrentado jamás.

Juro alzó las cejas cuando escuchó el nombre de aquella persona. Sasaki Reiji. No, no tenía ni idea. Si tuviera su cara delante, lo habría reconocido como uno de los chicos a los que se enfrentaron sus compañeros durante el caos que hubo en el examen chunin (hace ya una eternidad). Aun así, aquello habría estado fuera de contexto.

— A no ser que mi bijuu cambie de opinión. En ese caso, supongo que estoy jodido — Juro se encogió de hombros, pero acabó por estar de acuerdo con Datsue. Al fin y al cabo, eso era lo mejor que tenían.—. Está bien. Te avisaré, entonces. Si es algo urgente, intentaré ir lo antes que pueda.

Unas intenciones verdaderas, que, lamentablemente, serían frustradas más adelante.

« Sasaki Reiji. Debo recordar ese nombre » — se recordó así mismo

—Sí, sí. Me encontró un General, sí. No tienes nada de qué preocuparte. Me lo cargué, por supuesto. Ahora solo tenemos que preocuparnos de los siete restantes

No lo dudaba. Sabía del poder de Datsue. En el fondo, se sintió un poco mejor: Había esperanzas. Si el Uchiha se había cargado a uno, también podría con más. Puede que al final, pudieran terminar con la amenaza de Kurama después de todo. Solo esperó no tener que enfrentarse cara a cara con uno pronto.

— ¡Joder! ¡Buen trabajo! — exclamó —. Cuentame, ¿Cómo era? ¿Qué poder tenía? Quiero saber a qué clase de enemigos nos enfrentamos.

Bueno, si su bijū cambiaba de opinión, entonces sí, estaría bien jodido.

—Hmm… Lo único que puedo decirte es que quizá estaría bien que le llamases por su nombre, y no como bijū. Es como si a mí me llamas humano. Queda raro. Y en verdad no es tu bijū, simplemente está encerrado en ti.

Era importante que Juro entendiese esto. Después de todo lo que había vivido con Ayame, Kokuō y el propio Shukaku, había pasado de un lado de la barrera a la otra. De odiar a los bijūs, a entender que cada uno tenía su propia personalidad y que se les podía respetar. Por eso sabía que, de estar él en la posición de Chōmei, no le haría maldita gracia oír al tipo que lo mantenía encerrado llamarle su bijū, como si fuese de su maldita propiedad.

Respecto al General, en verdad había poco que comentar.

—Bueno, este en concreto tenía una máscara blanca con una equis en el centro tapándole la boca. Típica mascarilla de los que no quieren contagiar o ser contagiados, ¿sabes? Tenía una risa horrorosa, y blandía un hacha con la que era capaz de provocar grandes explosiones de la nada. Era fuerte, sin duda, pero lo más peligroso de él eran sus técnicas. También se manejaba bien con el Doton, hasta el punto de saber reducir su peso corporal para poder levitar.

¿Se olvidaba de algo? Juraría que no.

— Lo recordaré — Era consciente de que aquella criatura no era de su pertenencia. Pero también de que su actitud ante él no era precisamente amable. Sí, combatir el fuego con fuego no era muy buena idea, pero a veces no le salía llamar por su nombre al ser que desde que había entrado en él le había amenazado con descuartizarle.

En fin. Apartó esos pensamientos, antes de que el bijuu pudiera llegar a relacionarlos con alguna clase de provocación.

Juro escuchó con atención las palabras de Datsue. Desde luego, sonaba como un enemigo peligroso. Muy peligroso. No tenía ni idea de qué clase de gente se unía al ejército de Kurama, pero, todo fuese dicho, no debía de ser muy cuerda. En concreto, la persona que le describía Datsue parecía una completa lunática.

— Gracias por la información. Desde luego, no debió de ser una experiencia bonita — suspiró Juro —. ¿Qué ocurrió cuando te lo encontraste? ¿Cómo reaccionó...Shukaku? ¿Estuvo de tu parte, o de la suya?

Le había costado un poco recordar el nombre, pero el mismo Kokuō lo dijo en aquel día. Es por eso que aún no lo había olvidado.

Datsue esbozó una media sonrisa al oír la pregunta.

—De la mía, por supuesto. Shukaku y yo compartimos cierto rechazo hacia Kurama. Compartimos algo más que eso —añadió, enigmático—. Me ayudó a luchar contra el General y derrotarlo. También Hanabi, pues tuve la suerte de estar con él durante ese encuentro. Y también acudieron en la ayuda Daruu y Ayame, gracias a ese sello-comunicador que te puse hace tanto tiempo.

»Se ve que al final resultó de utilidad, ¿hmm? Aunque espero que tú nunca lo llegues a necesitar.

Juro se quedó con la boca abierta cuando escuchó al Uchiha. Al parecer, el bijuu había colaborado con él en el momento de la verdad. Odiaba a Kurama, por las razones que fueran.

« ¿Cuándo llegue el momento? » — ¿Le ayudaría? ¿O estaría solo?

No lo tenía seguro. Desde luego, la criatura no le tenía ningún aprecio. ¿Cuánto le tenía a su hermano? Es cierto que no parecía tener deseos de unirse a él y más después de lo que había afirmado. Pero aun así...

— Me alegro de que tuvieras a tanta gente para darte asistencia. ¡Incluso del Shukaku! La técnica que has creado es genial y te puede sacar de muchos apuros — murmuró Juro —. Veo que estás tan preparado que los generales no tienen ninguna oportunidad. ¡Espero que te ataquen todos a ti!

Juro se ruborizó en cuanto abrió la boca. En su cabeza, había sonado mil veces mejor.

— O-osea, quiero decir... no a la vez, claro, ni si quiera de dos en dos... como tienes más ayuda y poder, pensé... Ya sabes, ojala no ataquen a ninguno y nos dejen en paz de una vez... — Juro se puso tan rojo que le era imposible sostener la mirada —. L-lo s-siento... espero que me hayas entendido bien.

Datsue rio, quitándole importancia al comentario de Juro.

—Te he entendido bien, te he entendido bien —dijo, tranquilizando a un Juro que se había puesto todo rojo—. Pero quizá un día Daruu y Ayame no puedan acudir en mi ayuda. O quizá Kurama ya esté preparado para tal eventualidad, y nos manden varios Generales de golpe —negó con la cabeza—. No, no nos podemos confiar —aseveró.

Tomó un trago a su copa y desvió la mirada hacia Kazuma. ¿Qué tal le iría en su particular empresa?

Kazuma llego a aquel rebaño de féminas bellas y perfumadas con determinación, aunque estas parecían no tener mucho interés en él. Solo una, un poco divertida por lo fuera de lugar que se veía, le siguió el juego.

—Hola, soy Kazuma —dijo con suavidad de hombre precavido, mientras señalaba con la mano la mesa—. Quería saber si tú y algunas amigas quisieran acompañarnos un rato; solo para charlar y relajarnos un poco.

—Hola, soy Hitomi —respondió, imitándole con humor—. Eres un poco lindo, pero la verdad es que el ambiente luce un poco sombrío en aquel sitio.

La muchacha, rápida y astuta, observo con atención los rostros de Juro y Datsue; y aunque no sabía leer los labios, las expresiones serias y un tanto preocupadas le decían que era mejor mantenerse a distancia.

—De todas formas, es inusual ver a un ninja tan joven por aquí, ¿a que han venido? —inquirió, apuntándole con unos ojos azules y oscuros, de mirada expectante.

—Bueno, yo solo soy un genin, pero mi sensei y su amigo son jōnin —confeso con humildad—. Estábamos en la competencia y pensé que probar un lugar de estos sería una buena manera de celebrar.

Los ojos de Hitomi brillaron, y una de sus amigas cercanas le recordó algo sobre un ninja musculoso que había conseguido una victoria en la primera competencia del Tetsu no Chōsen. No necesitó mucho más para decidirse. Además, su experiencia con galanes y mentirosos le decía que aquel muchachito de ojos grises no mentía y no tenía malas intenciones.

—Mis amigas y yo teníamos planeado pasar una noche de chicas, ¿sabes? —alego, jugando con un mechón de su cabello castaño—, pero como me los has pedido tan amablemente, creo que podríamos acompañarles un rato… Aunque será mejor que no nos aburran ni intenten nada raro.

—No te preocupes, mi sensei y, por extensión, su amigo, son gente honesta y genial; seguro nos la pasaremos bien —aseguro con convicción.

La muchacha rio con fuerza ante el hecho de que una declaración tan seria se oyera en un lugar como aquel y por un motivo tan banal. De alguna manera, le resultaba refrescante en medio de tanta perfidia y apariencia. Le tomo por el brazo y le llevo, junto con un pequeño sequito de señoritas, hasta la mesa.

Con la confianza que solo puede conferir el saberse atractivas ante cualquiera, las muchachas se acomodaron en la mesa. Se limitaron a dejar sonrientes “con permiso” como pago por su enérgica intromisión. De tal manera que, antes de darse cuenta, cada uno de aquellos ninjas estaba flanqueado por dos hermosas mujeres.

—He vuelto… con éxito —informo Kazuma cuando estuvo sentado y vio aquella media luna de asientos llenos a su máxima capacidad.

—¿Qué tal si son los chicos quienes se presentan primero? —propuso Hitomi, tomando la iniciativa.

Dejando a un lado la verguenza, las palabras de Datsue llegaron al marionetista, quién solo pudo asentir. Sí, era perfectamente consciente del peligro que corrían, pero también de que no se iba a echar atrás ahora.

— Sí. Nos cuidaremos las espaldas y acabaremos con Kurama — afirmó el chico, más que dispuesto a pelear.

Sin embargo, algo incluso más improbable que la aparición de un general irrumpió en su pequeña conversación. Kazuma resurgió de la muchedumbre y la barra. Juro pestañeó, y de repente, tenía a dos mujeres a su lado, al igual que Datsue. La verdad es que pasar de hablar de Kurama a aquella situación, era, cuanto menos, variopinto.

Juro miró a Datsue fijamente, con una mezcla de sorpresa e inquietud. No es que rechazara la compañía, pero aquella irrupción era... simplemente demasiado.

— Ya lo veo, Kazuma-kun — Juro se lo guardó para sí. Estaba delante de su alumno, y al fin y al cabo, le parecía estupido el rechazar la compañía. Al fin y al cabo, solo estaban hablando. No habían venido con ninguna otra intención —. Hola a todas. Me llamo Juro. Soy un shinobi que está por aquí de paso junto con su alumno para ver la competición de herrería que se celebra.

Se sentía bastante... incómodo. Demasiada atención para un chico sencillo y humilde como él. Esperó que Datsue reconsiderara su recelo inicial (al fin y al cabo, estaban hablando, no tonteando) y se llevara su atención de alguna forma.

«¿Qué coño…?» ¿Cómo narices había conseguido Kazuma que aquellas chicas se sentasen a hablar con ellos? Entre cualquier grupo de amigos, aquello sería considerado como una jodida proeza. Definitivamente había subestimado a aquel chico que a simple vista no lucía demasiado… carismático.

«Aunque ahora que lo pienso, el gerente comentó que ellas trabajaban para él». Exactamente, ¿con qué función? ¿Atraer clientela? ¿Dar conversación? ¿Algo… más allá?

Supuso que para presentarse no necesitaba saberlo.

—¿Presentarme? Bah, ¿qué gracia hay en ello? —dijo, cambiando súbitamente de idea—. Os propongo otra cosa: juguemos. Juguemos a adivinarlo. ¿Qué me decís? —preguntó, mirándolas una a una, y deteniéndose un poco más en la de ojos azules. La más atrevida—. Además, conmigo será fácil, porque… Bueno, todas habéis oído hablar de mí. Aunque todavía no os hayáis dado cuenta, ya sabéis quien soy.

Sonrió. Dejó que la sorpresa, o la incertidumbre por no saber si estaba bromeando o no con ellas, inundase sus rostros. Solo entonces continuó.

—Va, gana la primera que acierte mi nombre o uno de mis tantos apodos. Os suelto unas pistas. Soy… —«Hmm…»—. Soy un ninja cuyos ojos se vuelven rojos cuando se emociona. Soy... Soy un ninja solitario, pero antaño, cuando hablaban de mí, siempre me veían acompañado. —«Venga, ahora un poquito más fáciles. Muy críptico estoy siendo»—. Soy aquel que asesinó a un Uzukage que nunca mereció ser Kage, ni uzujin. Soy… Soy aquel que se enfrentó a Aotsuki Ayame en el Examen Chūnin y apagó la bijūdama que esta le lanzó como si no fuese más que la llama de una vela. Y, por encima de todo, soy un ninja humilde al que no le gusta llamar la atención —sonrió, con claro sarcasmo.

»¿Quién soy?

Las muchachas se sintieron expectantes ante las palabras de Datsue, sin embargo, la fama es distinta según la parte de la sociedad en la que se asiente. Entre los ninjas y las aldeas, puede que el Uchiha fuese famoso; pero entre un grupo de chicas cuyo mundo se limitaba a la fiesta y otras actividades de civiles, era poco el alcance que tenía.

—¡Yo sé quién eres! —chillo emocionada la chica que yacía a su izquierda, una rubia de piel muy bronceada y de aspecto enérgico.

¿Había algo más veloz que un ninja mensajero corriendo a toda velocidad? ¿Algo que se extendiese con la furia y el alcance de una epidemia? Por supuesto que sí, y eso eran los rumores. Si Datsue hubiese sido otro participante más, es posible que la gente ni siquiera recordase su rostro; pero resultaba que había ganado en la competencia, que era el cotilleo de toda la ciudad en aquel momento. Hubiese sido inconcebible que el nombre de uno de los ganadores no se hubiese filtrado. Quizá por ello dicen que la historia siempre recuerda a los vencedores.

—Eres Datsue-kun, fuiste uno de los ganadores de la primera prueba de la competencia —afirmo emocionada—. ¿Verdad que tengo razón?

—¿Enserio? —pregunto a Juro una morena que estaba a su lado derecho, linda; pero con unos ojos negros que parecían capaces de juzgar y destrozar con una mirada—. Ese sujeto estaba hablando como si fuera mucho más famoso.

Juro suspiró, aliviado, cuando vio toda la atención centrada en Datsue. Así tenía que ser. Él prefería, bueno, pasar mucho más desapercibido. La atención le molestaba y le inquietaba. Se sentía mucho más torpe, estúpido y lento cuando todo el mundo le estaba mirando. Además, no quería hacer nada mal delante de su alumno.

« Si estas chicas han oído hablar de los Uchiha o de los líos de nuestra aldea, entonces yo soy el Kage » — pensó para sí.

Sí, Datsue era conocido, pero por su mérito más cercano: el haber pasado la primera ronda. Una chica, sin embargo, se dirigió ante él, inquisitiva. Parecía haber escuchado.

—¿Enserio?Ese sujeto estaba hablando como si fuera mucho más famoso.

Su mirada asustaba y parecía llegar hasta el alma, pero Juro trató de no acongojarse. Le regaló una cortes sonrisa.

— Datsue-san es muy famoso en el mundo shinobi, pero entiendo que no todos los rumores llegan a todas las partes del mundo. Todo lo que ha dicho son hechos importantes que pasaron en nuestras aldeas. Creeme, es muy talentoso, tanto en el mundo ninja como en el de la herrería.

Le dedicó una mirada de soslayo a Datsue y luego, se encogió de hombros. Que el chico se vendiera como quisiera, él no iba a negarselo.

«El ganador… ¿de la primera competencia?» El Uchiha se quedó a cuadros. ¿Por eso lo reconocían? No por liquidarse a un jodido Uzukage del demonio. Ni por ser el Hijo del Desierto. O tan siquiera por bajarse a un puto General, no. Le reconocían por… por un concurso.

Juro, por otra parte, aseguraba que entendía que no todos los rumores llegasen a todas partes del mundo. Y sí, Datsue lo entendía también. De hecho, no estaba molesto. Quizá antaño lo hubiese estado, cuando tenía mucha tontería en el cuerpo y demasiado orgullo. Pero no ahora. Ahora solo estaba decepcionado.

—¿Cómo si fuera mucho más famoso? —dijo Datsue, repitiendo las palabras de la chica morena. No, no Datsue, sino…

«¡¡Shukaku!! ¿Q-qué coño…?»

—¿¡Cómo osáis!? ¿¡Cómo os atrevéis!? ¿¡Acaso no sabéis quién es!? ¡¿Acaso no sabéis quién SOY YO?! —Sus ojos brillaban, dorados, clavándose en las pupilas de cada una y cada uno como si ellos fuesen la cena y él estuviese muy, muy hambriento—. Preguntad a vuestros ancestros, pues ellos sí sabrán. Preguntad a vuestro instinto primitivo, ese que ahora os grita al oído que huyáis. Preguntad a vuestros genes, porque ellos, en el fondo, sí saben. Transmitido de generación en generación, ¡por lo que os conviene!

»Soy el mayor depredador de la humanidad. Soy el Padre del Desierto, Dios del Fūinjutsu, y el más grande de los Bijūs. ¡Soy el Gran Shukaku, y este de aquí es mi Hijo! ¡Más os vale recordarlo, o será lo último que olvidéis!

»¡JIA JIA JIA JIA JIAAA!

Y así, de la nada, Datsue recuperó su cuerpo. Sus ojos volvieron a ser los suyos. Sus labios volvieron a obedecerle a él, y solo a él. Y suya era también la responsabilidad de explicar qué cojones había pasado. En verdad, en aquellas circunstancias, el Uchiha tenía tan solo dos opciones. O afrontaba la situación como un hombre, yendo de frente, o…


O sí, se intercambiaba con el Kawarimi no Jutsu por una mujer de cabello tintado en rosa que acababa de aparecer por la entrada y desaparecía de allí cagando leches.

—¡¡¿¿EEEEEEEHHHHHHH??!! —chilló la mujer que acababa de caer sentada en la silla en la que momentos antes se encontraba Datsue. Mitad anonadada, mitad asustada de que se estuviese volviendo loca.

De Datsue ya no había ni rastro.

Primero se hizo presente la confusión, la inseguridad de saber si los sentidos mienten o si solo ha sido la imaginación. Cuando continuo, cuando sus ojos pasearon por la mesa, llego el miedo; aquel que hurgaba en los instintos y encendía todas las señales de alarma. Y para cuando las palabras cesaron, apareció el pánico y todas las acciones que este suele provocar.

Comenzaron a escucharse chillidos y algunas de las chicas incluso se levantaron como pudieron y se alejaron corriendo. Para ellas, simples civiles, aquello había sido poco menos que un horror como el de aquellas historias de antaño. El propio Kazuma tardo un poco en reaccionar, pues aquello le había dejado helado. El caos que comenzaba a extenderse basto para despertarle y hacer que se largase de allí.

«¿Qué ha sido eso?», se preguntó mientras atravesaba la puerta y el largo pasillo que daba a la calle.

Se tomó unos segundos para recuperar el aplomo, para centrar su mente en lo importante. En ese momento lo único que quería era esperar a Juro y hacerle la pregunta que seguro este estaría esperando.