Había pasado una semana, el tiempo que habían estipulado para reencontrarse en el lago de Shiona. No habían estipulado si sería de mañana, tarde o noche, por lo que Ren había salido el día anterior y durmió en una posada cercana. Le había costado horrores conciliar el sueño la noche anterior de los nervios, pero cuando lo consiguió durmió como un tronco; y sin embargo, se levantó con extremada puntualidad cuando la luz del día empezó a entrar en su habitación y el ruido de actividad llegaba a sus oídos.

Compró algo de comer, lo primero que vio que le pudiera gustar cuando salió del hostal en una tienda cercana y después se dirigió con paso ligero hasta el lago de Shiona, comiendolo por el camino. Una vez allí, simplemente se quedaría a esperar pasar el tiempo hasta que Hana apareciera.

Llevaba una kasa de bambú sobre la cabeza con forma de cono esférico estirado, vestía con una camisa interior negra de cuello alto y sobre esta una de color azul apagado que se solapaba un lado por encima del otro. Sobre este, un haori negro largo y en un lateral se vería su daisho compuesto por una uchigatana y una wakizashi. Llevaba un obi también de un color oscuro, con una cuerda azul a modo de refuerzo, la cual tenía el nudo a un lado y podía verse el resto sobrante de la cuerda así como las dos orejas del nudo; colgado de este y en el lado opuesto, llevaba una pequeña bolsa colgada en la que guardaba algunas monedas y en la parte posterior de ese lado una cantimplora hecha con una calabaza. Sus manos estaban cubiertas por la camisa interior negra que llegaba hasta el final de sus manos, metiéndose entre los dedos anular y corazón. También tenía un hakama de un color oscuro algo más claro, pero bajo este llevaba los pantalones normales de un ninja y las zapatillas negras y blancas que carecían de cuerdas o similares para ser llevadas. Finalmente, a su espalda parecía llevar una bolsa grande y un palo que sobresalía por el lateral.

Con todas las de la ley, parecía una samurai extraviada del país de Acero o de otros ciudadanos más tradicionales del país de la espiral.

Pero para cuando Ren llegó. Hana ya estaba ahí.

Estaba sentada en el borde del lago, con los pies metidos en el agua. No estaba sentada sobre la tierra y el cesped, sino sobre una enorme tela de cuadros rojos y rosas. A un lado tenía las sandalias altas que había vestido hasta ahí y al otro una enorme cesta de mimbre. Sus ropas eran mucho más elegantes de lo habitual. Se trataba de un kimono blanco con los bordes y el interior rojo carmesí. El cinto que llegaba para agarrarlo también era del más puro blanco. Se veía de sobra que la tela era de la mejor calidad. El pelo lo llevaba recogido en un elegante moño con su habitual horquilla floral, con el añadido de llevar una flor de cerezo en el lateral. No lleva todo el pelo recogido, sino que tenía un mechon a cada lado de la cabeza, planeadamente sueltos.

Su mirada, a diferencia de la de Ren, no estaba buscando nada. Estaba clavada en la isla que había en el centro del lago, mientras sus manos acariciaban su bandana, que descansaba en su regazo.

Tras dar un par de vueltas mirando los alrededores, se acercó a encarar el lago, para buscar con la mirada en los alrededores a Hana. No tardó mucho en encontrarla, pues estaba relativamente cerca de ella. Fue entonces cuando sintió que el corazón le dio un vuelco al verla, como si se hubiera vuelto a enamorar por primera vez de ella. Estaba increíblemente radiante, no era solo que la ropa hacía juego con ella, sino que sobre todo resaltaba su belleza natural; hasta su peinado parecía acentuar sus facciones naturales. Era como ver a una delicada princesa de alta cuna pasar el rato simplemente en el lago como un capricho.

Ren se llevó una mano al rostro, haciendo algo de presión en sus ojos para buscar desaparecer el hechizo que sentía que había caído sobre ella al verla. Agitó levemente la cabeza un lado a otro y tomó aire profundamente, como si lo que buscara fuera valor para declararle sus sentimientos; aunque lo que buscaba era simplemente mantener la compostura ante ella.

— ¿Estás sola, princesa? ¿Que hace una belleza como tú, sola en un lugar como este? — dijo la cosa más cliché posible que se le pasó por la cabeza cuando se acercó lo suficiente a ella, pues no la tenía en su sitio para intentar mantenerse en condiciones frente a ella, mientras levantaba su gorro de paja levemente con una de las manos usando el pulgar e índice.

Hana estaba seria. Mirando al lago con gran pesar, como si su mente no estuviese ni aquel momento ni en aquel lugar. Todo eso cambio en cuanto escuchó la voz de Ren. Se volteó a mirarla con una afable sonrisa. Aún se la veía algo apagada, pero no podía evitar sonreír cuando la morena estaba cerca. La miró de arriba abajo, con esa indumentaria de samurai vagabunda.

— Esperando a mi fiel guardiana. Dijo que nos encontrariamos en este lago en este mismo día. De mientras que aparece, ¿quiere usted, oh, extraña samurai, sentarse conmigo? — dijo sonriente y sobreactuando mientras apartaba la cesta de mimbre para dejarle espacio a Ren a su lado. — Sientese y contemple el lago, ¿no es hermoso?

Gran parte de sus preocupaciones se habían desvanecido con la sola presencia de Ren, pero seguía agarrando la bandana en su regazo con fuerza.

La sonrisa tonta que tenía en los labios paso a una breve carcajada, terminando de quitarse el sombrero de la cabeza, para mostrar su cabello recogido en una coleta baja.

— Joder, Hana. Si vienes tan guapa y me sigues el rollo de esa forma, no puedo mantener la compostura — añadió sentándose a su lado, y poniendo en el lado contrario al que estaba Hana, flexionando las rodillas y pasando a abrazárselas apoyando la cabeza en esta para mirarla embobada. — No estoy hecha de hielo, ¿sabes?

Hana sonrió al ver como Ren perdía por completo el hilo de lo que estaba intentando representar.

— Deja de hacer la tonta y sientate bien. Quiero abrazarte. — le pidió con cierto tono de suplica.

La morena rio, sentándose a su lado con una pierna flexionada y la otra extendida, arqueándose hacia Hana para darle un dulce y simple beso en los labios.

— Espero no haber hecho esperar demasiado — dijo pasando a deslizar una mano sobre la de Hana para acariciar el dorso de su mano, mirando entonces a esta y viendo la bandana que tenía entre ellas. — No tengo ni idea de lo que nos va a deparar esta decisión, como de duro sera esto, pero... Pero una cosa tengo segura, y es que te seguiré hasta el final del mundo, si eso implica hacerlo arder hasta los cimientos

La mirada de Ren fue pasando de las manos y la bandana al lago, después al cielo y finalmente a los ojos de Hana, a los que miraba con una sonrisa que irremediablemente le aparecía en los labios cada vez que se fijaba en su rostro por más de un segundo.

Tras el beso, Hana le agarró el brazo a Ren para abrazarlo con los suyos, entrelazando los dedos con los de Ren. Apoyó su cabeza en el hombro de la morena y se quedó mirando al lado.

— Cuando Shiona murió, realmente no pensé que nada fuese a cambiar. — empezó a decir con la mirada clavada en el monumento en el centro del lago. — Todo lo que había conocido era la paz. La paz de Shiona. Pero, las elecciones se descarrilaron y empezó una batalla campal en la aldea. Zoku se alzó con el poder, después crearon a los jinchurikis y todo fueron problemas. Después todo se calmó y pensé que solo había sido un traspie. Pero no.

Apretó levemente la mano de Ren.

— Uno de los jinchurikis se rebeló y hubo más problemas. Finalmente, Datsue llegó al poder. Y pensé, ahora sí que se acabó. Pero... No me sentí segura al verle llegar. No era Shiona, no buscaba la paz. — se detuvo un segundo antes de subir la mirada a Ren, estaba al borde del llanto. — Lo que vamos a hacer, ¿está bien? No sé si me merezco tanta felicidad.

— No lo sé, la verdad. Lo único que sé, es que estoy dispuesta a morir por tí — respondió reposando su cabeza sobre la de la rubia. — En Amegakure también solo parecen conocerse tiempos turbios... Hubo un buen periodo de paz, pero eso fue hace casi 100 años, así que solo sé de ese periodo de paz de lo que hay escrito, no como realmente fue. Después un conflicto de hermanos asesinándose mutuamente y otro supuesto periodo de paz por una larga temporada, para ser interrumpido por otro golpe de Estado mediante un asesinato y finalmente, que la actual kage asesinando a quien lo perpetró. A él, a cualquier implicado y a cualquier otra persona que guardara algo de relación con el asesino, sin importar el grado de consanguineidad, si realmente sabían algo o su edad

Ren alzó la mirada, con una expresión algo más neutral.

— Realmente no se a quien se le ocurrió la buena idea de que Yui fuera la actual Arashikage; quiero decir... Lo que hizo fue horrible, no es lo que debería ser la figura del máximo dirigente y representante de la aldea... Pero supongo que una dictadura del miedo funciona bastante bien. Al fin y al cabo, lo ha hecho durante estos años... — Su tono seguía siendo neutro, incluso con un toque burlón en algunas partes como en su última frase. — Supongo que de esa forma evitas rebeliones, traidores y demás, a la vez que demuestras la fuerza de la aldea, y esa es la fama que nos hemos acabado ganando los ninjas de Amegakure.

Hana le apretó el agarre en el brazo. Si Ren no hubiese estado ganando fuerza esa ultima semana, hubiese llegado a hacerle daño.

— No quiero que mueras por mi. Vive por mi. Tengamos una granja, pollitos, vaquitas y una familia. Pero no quiero tener que morir por una estupida guerra, ni tener que luchar. Quiero despertarme cada día a tu lado, en calma. — le dijo, con una lagrima cayendole por la mejilla.

— Precisamente por eso, seguiré haciéndome fuerte — respondió dedicándole una suave sonrisa. — Si blando mi espada es por tí, por protegerte, y por el futuro juntas. Y a la vez, mi motivo por el que no volver a blandirla, es ese mismo; que no vuelva a hacer una necesidad por la que desenfundarla

Acarició su cabeza, dándole un beso en la frente, para después rodearla con el mismo brazo que paso por su pelo, frotando con suavidad el hombro.

Hana sonrió y se dejó hacer, acomodandose contra Ren.

— Sobre todo, intenta mantenerla escondida, que tenemos que intentar parecer civiles. Por eso me he puesto este kimono. Podemos decir que soy de una familia rica y tú eres mi guardaespaldas, que nos hemos tenido que exiliar por la guerra. ¿Qué te parece?

Explicó levantando las mangas para enseñarle lo bueno que era el kimono.

— Es el kimono de boda de mi madre. Lo cosio para hacerlo de mi talla. Aunque ahora me va algo corto. Supongo que habré crecido más de lo que ella pensaba. — comentó viendo que le iba algo corto en las piernas.

— ¿Entonces mejor no deshacernos de las bandanas? — Preguntó dudosa, llevándose una mano a la ropa, cerca del pecho para buscar la suya. — Yo tengo mis dudas... No sé si va a ser mejor quedárnoslas o no; por un lado, puede que nos sirva para abrirnos algo de paso en algunos sitios pero, por otro lado... Sería más fácil encontrarnos si las llevamos; aunque cambiemos de apariencia, como sugeriste, podrían pensar que las hemos robado a otros ninjas o algo. Así que no sé qué hacer exactamente con la mía.

Ren observó su placa metálica, pensativa y dándole muchas vueltas a cuál era su mujer opción.

— No, las bandanas tienen que desaparecer. Cualquier caso que tengamos que usarlas, será resoluble con un buen katanazo volador giratorio. Seguro que sabes hacer algo así con chakra, ¿no? — comentó con una peqeuña risa, que desapareció poco después. — Ese es el problema. Deshacerme de la bandana, en el lago de Shiona... Siento que estoy traicionando su legado, su paz...

Volvió a bajar la mirada a la bandana, acariciandola suavemente.

— Si, algo así creo que sé — rio levemente buscando seguir destensando el ambiente.

Pero Hana seguía con dudas, y Ren se negaba a presionarla. Volvió a apoyar la cabeza sobre la de Hana, dejando que esta lo hiciera sobre su hombro.

— Para eso tendrías que arrebatar el puesto al actual Kage. No es la paz del mundo que ella ansiaba pero... Estas buscando tu propia paz, ¿no? Si acabamos en algun pequeño pueblo o similar e intentas buscar la tranquilidad de sus conciudadanos y quien pase por allí, estarías también buscando la paz de Shiona... No es una gran escala, pero es lo que a lo mejor esta a tu alcance... — Sintió entonces que de alguna manera estaba menospreciando los esfuerzos de Hana; no quería decir que no pudiera llegar a ese puesto, todo lo contrario, no conocía a nadie seguramente más capaz que ella. — Osea... N-No quiero decir que no puedas es solo que... M-Mejor me callo.

Rio una vez más tontamente, avergonzada por sus propias palabras con las que tanto le costaba expresarse.