— No... no ha sido por eso. Es que me siento muy bien cuando estás cerca y no he podido evitar... llamarte. Ha... ha sido un poco raro, entiendo que no quieras pero... — alzó los brazos en dirección a Ren, pidiendole gestualmente que le devolviese el abrazo que le había arrebatado.

Sonrió y entendió en el momento aquella sugerencia, por lo que le dio otro abrazo con un amplia sonrisa; poco después, Nanashi y Oda entrarían por la puerta.

— Te lo dije; lo supe desde aquel día en la enfermería

—Vale, te debo una comida — le respondió casi gruñendo. — En fin, en otro orden de cosas; nos ha comentado el enfermero que ya puedes salir. Pero como te desmayaste la última vez, tenían que asegurarse, simplemente te dormiste del propio cansancio.

— ¿Has oído eso, Imouto? ¿A dónde vamos? — volvió a sonreír cálidamente.

Hana aceptó el abrazo que ella misma había pedido. Sí, esa calidez era realmente embriagadora. Entonces entraron Oda y Nanashi y por algún motivo se avergonzó de que las encontrasen así, abrazadas. No era para tanto si lo pensaba, pero sus mejillas ya brillaban.

— ¿Has oído eso, Imouto? ¿A dónde vamos?

La sonrisa tan agradable de Ren y la atenta mirada de los adultos no ayudaba a que se relajase.

— Lo-lo que quieras, onee-chan.

Empezó a toquetearse nerviosamente uno de los mechones que le caían por encima de la mejilla, mientras se debatía entre seguir mirando a Ren y maravillandose y apartar la mirada para ver si conseguía que se le bajase la sangre de las mejillas.

Tras ello, soltaría a Hana y daría un salto de la cama.

— ¡Voy a cambiarme, en seguida vuelvo! — dijo corriendo con la bata ondeante al cuarto de baño con algunas piezas de ropa entre sus brazos.

Oda y Nanashi recogerían algunas de sus pertenencias; les tocaba otra vez hacer el camino de vuelta en el tren, que ya comenzaba a ser bastante pesado.

— Cuídanosla ¿vale? — dijo el adulto de barba irregular, dejando unos billetes sobre una mesita cercana; y poco después, saldría Ren vestida nuevamente con una sonrisa de oreja a oreja. — No es mucho, pero os valdrá para que os divirtáis un rato.

— Siiii~

— Cuídate tu también — diría con su áspera voz mirando a Hana y levantando suavemente una mano, con una sincera sonrisa, que parecía más bien cargada de pena; pero era debido a su edad y que no solía utilizar esa expresión muy amenudo.

— Cuídanosla ¿vale?

Hana asintió levemente. Le daba la sensación que ambos hombres habían malinterpretado por completo lo que habían visto. Solo era un abrazo fraternal, Ren no sentía nada más por ella, ya se lo había recordado varias veces. Varias veces que Hana se había pasado de la raya y Ren le había hecho ver lo incomodo que era para ella.

Quiso decirlo en voz alta, que solo eran hermanas. Pero no pudo, no... no podía. No estaba segura de por qué, tal vez estaba demasiado avergonzada de que lo pensasen o no quería cerrarse puertas ella misma. Ay, dios, no... no...

— No es mucho, pero os valdrá para que os divirtáis un rato.

Ahí sí que quiso negarse, no necesitaba dinero, no podía aceptarlo. Pero Ren siempre iba cinco o seis pasos por delante, Hana sencillamente reaccionaba a la velocidad de un elefante ciego y cojo. La rubia no haría más que esperar a que su hermana tomase la iniciativa, si abría la boca no estaba segura de que saliesen palabras.

— Siiii~

— Cuídate tu también

Volvió a asentir, sin saber qué decir. ¿De verdad Ren no se daba cuenta?

Completamente embriagada por el sentimiento de euforia, tras coger el dinero y sus pertenencias; cogería con sutileza la mano de Hana, arrastrándola con destino al exterior del edificio.

— Nee, nee ¿Qué hacemos? ¿Hay algún lugar del valle que quieras visitar? Yo apenas he visto más allá de los dojos en este tiempo — se inclinaba hacia delante, sin perder su sonrisa.

— Nee, nee ¿Qué hacemos? ¿Hay algún lugar del valle que quieras visitar? Yo apenas he visto más allá de los dojos en este tiempo

Sonrió dulcemente al ver la emoción de su hermana por hacer algo con ella. Le hacia sentir especial y todo. Sin embargo, negó levemente.

— Primero deberíamos ir a por comida, aunque sea para llevar. No quiero que te vuelvas a marear solo salir del hospital, tómatelo con calma.

Le recordó con dulzura sin dejar de mirarla. La última vez tuvo que cargar ella con Ren para llevarla a su habitación y como se desmayase del todo, dudaba poder llevarla ella sola.

— Primero deberíamos ir a por comida, aunque sea para llevar. No quiero que te vuelvas a marear solo salir del hospital, tómatelo con calma.

— Mmhmhm... De acuerdo — respondió pensativa, con una mano en el mentón, mirando al cielo azul. — Compramos unos bentos, algo de beber y vamos a... — volvió a hacer el mismo gesto, dubitativo.

Al no haber salido salvo a algún dojo cercano y el estadio; realmente no sabía que más había. Recordaba aquel lago por el que estuvieron pero seguro que el Valle de los Dojos tenía mucho más que ofrecer aparte de ese lugar; el problema, es que por conocer o saber, no tenía ni un mapa del pequeño país.

— Mmhmhm... De acuerdo. Compramos unos bentos, algo de beber y vamos a...

— ¿Quieres que busquemos algún sitio por las Cordilleras con buenas vistas? Nos sentamos y hacemos un picnic tranquilamente.

No había ido ni una sola vez, pero todos los catalogos de turismo decían que había algunos sitios con vistas preciosas. No es que fuese muy partidaria de ir a esos sitios, las vistas solo impresionaban porque eran grandes y ellas pequeñas en comparación. Pero estar en un sitio así con Ren, sonaba algo atractivo. Ambas sentadas sobre la hierba compartiendo bentos e historias, risas y caricias.

Y paró el tren de pensamiento allí, esperando la respuesta de su hermana.

— Oh, suena realmente bien; entonces está decidido — dijo golpeando sus propias manos, una cerrada y la otra extendida.

Nada más salir, aprovecharía para comprar un par de bentos en un puesto no muy alejado del edificio. La caja de Hana, tenía pequeños detalles de pétalos de cerezo por la cubierta que daban la sensación de girar alrededor de una espiral rojiza justo en el centro. La de Ren por otro lado, tenía olas pintadas con un estilo tradicional por los bordes, y al igual que la de Hana, tenía el emblema de su villa correspondiente, cuatro lineas ligeramente gruesas con un color azul apagado.

El vendedor añadió que dichas fiambreras, eran de sus productos más solicitados durante la época de los combates; y es que quien no querría un recuerdo sobre su villa favorita.

— Oh, suena realmente bien; entonces está decidido

Ren tomó la iniciativa yendo a por bentos mientras Hana esperaba sentada en un banco. Su corazón pareció poder descansar unos segundos antes de que su hermana volviese, entonces volvería a latir rápido viendo que le había comprado la fiambrera más bonita del mundo.

— Gracias, nee-chan. — abrazó su fiambrera con ternura. — ¿Vamos?

Lo preguntó por preguntar, porque ya estaba andando en dirección a las Cordilleras.

Asintió y en un momento la cogió de la mano, riendo tontamente sin perder la sonrisa ni la mirada sobre ella; dejo que Hana tomara la iniciativa pensando que ella sabría por donde debían ir hasta aquellas montañas. Un camino, sendero, o algo, ya que a la joven Ren se le iban los ojos de un lado a otro todo el rato, al observar samurais o dojos pasando al lado de ellas; pero aun con todo eso, no se separaba de Hana.

Ren la volvió a coger de la mano y ambas se fueron en dirección a las cordilleras como si no fuesen más que dos niñas que acaban de salir de clase y buscan un lugar tranquilo en el que pasar la tarde, merendando despreocupadamente.

Esa inocencia que le transmitía Ren era algo que no había sentido con nadie más. Esa capacidad de sonreír sin preguntarse por qué, por eso siempre que miraba a su hermana tenía una sonrisa de oreja a oreja, incluso una risa tonta. ¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no dejarse llevar? Era tan liberador dejar atrás todo el mundo, lleno de maleantes y conflictos y bañarse tranquilamente en la calma de Ren.

Por inercia, se fue a una parte cercana al Lago Partido, y una vez suficientemente cerca de las montañas, señaló un lugar alto, desde donde poder ver por lo menos la mayor parte del valle.

— ¡Vamos allí, Ren-nee-chan! — dijo señalando el lugar.

Obviamente tendrían que caminar un buen trecho para llegar a esa altura, pero Hana estaría estirando de la mano de Ren todo el camino.

Asintió sin el más mínimo indicio de duda cuando señaló al un elevado lugar; relativamente cerca de ellas, se hallaba el Lago partido. Ren no pudo verlo desde su ángulo, pero si lo hubiera hecho habría comenzado a ponerse nerviosa sin saber muy bien porqué; hubiera soltado la mano de Hana y se negaría a mirarla a la cara.

Los senderos a la zona más alta, estaban adornados por Toriis separados por varios metros; pero ellas tomarían uno de los multiples desvios a medio camino, para ir hasta donde Hana pidió.

Tuvieron que dar una buena vuelta, tal vez hubiese sido mejor idea simplemente seguir rectas. Pero la ladera que había justo delante del sitio era de pendiente demasiado pronunciaba, aun siendo ninjas, podrían haber dado un paso en falso y haber rodado todo el camino hasta abajo. Mejor dar una pequeña vuelta y subir por caminos más seguros.

Tendrían que atravesar unos cuantos matorrales para llegar, pero valdría la pena. La vista era impresionante. Podían ver Sendoshi, el estadio, el bosque sesgado y, obviamente, el Lago Partido.

— Mira, Ren. Si te fijas puedes ver Nishinoya. — Hana señalaba al lado izquierdo y sí, se veía algo, podía ser Nishinoya o una mancha de su pupila.

El trocito de tierra en el que se encontraban estaba limitado por una bajada pronunciada a un lado y matorrales en el contrario. Era relativamente llano, inclinado levemente hacia los matorrales. Hana se acercó al borde del llano, donde empezaba la bajada y se sentó, dejando colgar las piernas, sin temerle a la caida.

— ¡Mira! Las personas que cruzan al Lago parecen hormiguitas. — volvió a señalar el paisaje, por suerte, esta vez sí se veía perfectamente el lago.

A diferencia de Hana, a ella le costó un poco más atravesar aquellos malditos setos; una de las ramas la golpeó incluso, y la tiro hacia atrás mientras ella hacia un cómico sonido. Pero la vista mereció la pena; Ren camino lentamente hasta quedarse al lado de Hana.

El valle se extendía frente a ellas, pudiendo contemplarse en todo su esplendor hasta donde alcanzaba la vista; los pequeños dojos individuales esparcidos por sus prados, el Gran estadio el cual se veía tan pequeño desde allí. Los edificios destinados a cada villa apenas eran divisibles y mucho menos distinguibles, pero si Hana decía que aquel era Nishinoya, quien iba a ser ella para discutírselo; una gran masa de agua también era distinguible, se trataba del Lago Partido donde estuvieron hace unos días, y que Ren recordó con total claridad.

Como se había comportado como una imbécil integral, lo recordaba a todas horas sobre todo cuando estaba con Hana, pero en aquel momento ese recuerdo fue más duro, como ella aun así la perdonó y paso un día fantástico a su lado. Y aquel interminable instante que sucedió sobre el puente del lago, mientras su pulso se aceleraba.