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Los guijarros y el polvo que caían eran muestra de lo agitadas que se habían puesto las cosas en la parte superior del risco. Etsu estaba pasando un rato difícil, y Ranko se apresuró a ir en su auxilio.
Kazuma subió de último, manteniendo la calma y procurando no caer. Lo primero que hizo fue asomar la cabeza, y atestiguar incomodo como una piara de jabalíes hostigaba a sus compañeros. No le costó mucho el reconocer al jabato que antes había sido su rehén; ni a su ruda madre que parecía desear un trozo más del peliblanco.
—¿Y… Y ahora? —pregunto la muchacha.
—Pues, huimos, ¿no? —propuso el peliblanco, sin atreverse a subir el resto de su cuerpo—. No tiene sentido pelear con esto animales… Si tan solo pudiéramos abrirnos camino hasta llegar a los arboles…
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16/04/2019, 22:40
(Última modificación: 16/04/2019, 22:40 por Inuzuka Etsu.)
El aquelarre de puercos con afilados colmillos ya lo tenían mas que claro. Querían esas malditas y sabrosas flores, musgos, plantas... lo que fuese que oliese tan bien. Y el fin normalmente justifica los medios, así que estaban en todo derecho de atacar a los humanos. Por si fuera poco, estaban en su territorio, y eso que habían recogido les pertenecía por derecho y sangre.
Quizás exagero.
Fuere como fuere, no titubearon en atacar. Etsu evadió a un primer jabalí, saltando por encima de éste con una acrobacia sin floritura alguna. Tan solo quería esquivar la embestida. El animal continuó su carrera con furia, creyendo que lo iba a arrastrar consigo hasta el abismo, o bien le iba a quitar las flores. Sin embargo, tuvo que retener precipitadamente su embestida al verse al borde del acantilado.
Akane entre tanto aún conservaba las distancias, observando cómo los otros dos miembros del equipo terminaban la labor. Se habían dado prisa, y habían terminado lo antes posible. En cuanto lo hicieron, comenzaron a subir.
Etsu quedó de nuevo ante colmillos. Su amenaza no sirvió ni para anuncio de crema hidratante. Los cerdos no parecían tan amedrentables como los monos...
«Mierda... ésto no funciona...»
Pero en ese instante, una bombilla se iluminó en su cabeza. Tenía una nueva y brillante idea, una que posiblemente le llevase a poder salvaguardar la situación con los cerdos sin hacerles daño. El chico sonrió ante el peligro que acechaba de nuevo, ahora en éste caso eran dos — Vamos, vamos cerditos... el Inuzuka deslizó su mano por su flanco, buscando su portaobjetos. Palpó, la deslizó un poco mas, y volvió a palpar.
— Mierda... —volvió a palpar una vez más — mierda, mierda... —volvió a intentarlo, mientras que una gota de sudor tan fría como el corazón de tu -ex se deslizaba por la sien del rastas — MIERDA.
«¡LA MADRE QUE TE PARIÓ! ¿¡A QUÉ NINJA SE LE OCURRE SALIR DE CASA A UNA MISIÓN SIN PILLAR SU EQUIPO!?»
A la mierda la idea de plantarle un sello con sonido a uno de los animales en una acrobacia y luego activarlo para que todos se asustasen. Sin duda, tener que tomar la misión con tan poca premeditación había sido de lo peor...
Tomó aire, e intentó conservar la calma. Tras de él, los chicos acababan de subir. Ranko, apenas subió, fue embestida también por otro de los animales. En ese instante, los dos que habían frente a Etsu corrieron como alma que lleva Satán. El chico corrió apenas un par de pasos, y plantó la suela de su bota sobre el hocico del primer jabalí, con ello y con el impulso del mismo animal, saltó lo suficiente como para adelantarse un par de metros y evitar mayores peligros.
Ranko preguntó qué debían hacer ahora, a lo cuál Kazuma respondió francamente. Debían huir, y dejar de lado la pelea con los animales. Tan solo necesitaban una manera de llegar hasta los árboles, o de evitar el grueso de animales.
— Akane tiene el resto de hierbas. Huid vosotros, ¡yo los entretengo! —aseguró el Inuzuka, mientras rápidamente tomaba una apariencia mucho mas asalvajada.
Rápido como un demonio, el chico avanzó hacia el pequeño jabato sin dilaciones. Para cuando lo tuviese a mano, lo cogería con fuerza. No para hacerle daño —ni mucho menos—, si no para que no se escapase en lo que durase su improvisado plan. Con el jabato entre brazos, correría hacia un flanco, buscando que los animales lo buscasen a él y no al resto del grupo.
Si de algo entendía, era de instinto animal... y aunque la barriga tiene una gran capacidad de seducción, el sentido paterno siempre gana en esa guerra. El sentimiento más fuerte. Escuchar al pequeño gritar focalizaría toda la atención en él...
Más le valía estar atento, pues sabía lo que se le venía encima.
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Kazuma dijo lo que Ranko suponía: tenían que salir pitando de ahí.
Etsu parecía querer usar algo que portaba en el cinto, pero que no encontraba.
”Oh… Espero que no se le hayan caído las hierbas…” pensó la kunoichi, algo alterada las palabras poco profesionales que profería el de las rastas.
Sin embargo, el Inuzuka tomó las riendas. De manera similar al peliblanco, hacía ya un buen rato, Etsu raptó al jabato para después emprender carrera hacia un lado. La cría, que previamente había estado tranquila por el efecto de la baiko, parecía estar recuperando su actuar normal, y pronto comenzó a chillar y a sacudirse, intentando zafarse de las garras del humano.
”¡Ay! ¿Por qué todos hacen eso? ¿Es día de secuestrar cerditos?”
Muchos pensamientos pasaron en un segundo por su mente..
”Podría ayudar usando clones y distrayendo a los jabalíes. O podría usar mi Nikkaidō para cegarlos. Pero… ¿funcionaría con jabalíes? Tienen una narizota… ¿y si nos siguen por olor? ¡Deberían de enseñarnos esto en la Academia! Además… Inuzuka-san es mucho más rápido y fuerte que yo… Posiblemente pueda dejarlos atrás con más facilidad… ¡Debería de seguir lo que dice!”
— ¡E-entendido!
Cuatro de los jabalíes guarrearon y emprendieron el intento rescate de la cría, corriendo a toda velocidad tras Etsu. El quinto seguía olfateando hacia el acantilado, pues Kazuma no había subido del todo. El animal se acercó al borde, gruñendo e intenando atacar al peliblanco tan pronto como lo tuviese al alcance. Ranko pensó un segundo antes de actuar.
— ¡Kazuma-san! ¡Tendrá que subir rápido! —Dio un salto hacia el jabalí, asió sus patas traseras y rápidamente tiró de ellas. No tenía la fuerza suficiente para levantarlo o moverlo, solo quería distraerlo de Kazuma y el olor de las hierbas. El jabalí chillaría e intentaría patear a Ranko, pero ella ya habría retrocedido un poco. El animal se viraría para encararla — ¡Ahora!
Esperaría a Kazuma antes de emprender la retirada y seguir la instrucción de Etsu. Mientras tanto, el Inuzuka sería perseguido con furia por los otros cuatro jabalíes, aunque demostraría ser lo suficientemente ágil como para estar fuera de su alcance.
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Etsu, el más experimentado del grupo, determino el convertirse en carnada para permitir la salida de sus compañeros. Confiando en que el Inozuka sabía lo que hacía, Kazuma se dispuso a seguir el plan. El único problema era que había un jabalí con su enorme trompa pegada al borde del risco, esperándole.
El animal no parecía dispuesto a ceder, por lo que el peliblanco tomo su kunai y se preparó para tratar de disuadirlo. Estando en eso, Ranko le llamo, para luego incordiar al jabalí. La distracción fue suficiente como para que el muchacho se impulsara y subiera rápidamente.
—¡Vámonos de aquí, compañera! —llamo mientras comenzaba a correr hacia la arboleda, esperando llegar antes de que las bestias se reagruparan.
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Sin saber que había copiado la estrategia de su compañero, el chico de rastas tomó al pequeño jabato y empezó a correr como si no hubiese un mañana. Al principio el pequeño cerdo estaba calmado y manso, pero la situación no tardó en cambiar en cuanto lo tuvo en brazos. El condenado comenzó a chillar, tanto o mas de lo que sonaría un altavoz a pleno oído, e intentar de zafarse de la presa que el Inuzuka le mantenía. Por si no fuese poco, tras de él habían salido a la carrera cuatro jabalíes, que buscaban rescatar a la cría.
«¡Corre, corre, coooooorre por tus muertos Etsu!»
Etsu corría bien rápido, más de lo que muchas personas podían llegar a correr... pero eso no sería suficiente, tras de él no habían personas, si no jabalíes de un tamaño atroz. Los malditos corrían como si la vida les pendiese en ello, y guarreaban anunciando sus claras intenciones. Para el rastas, las intenciones de los animales no iban de buenas.
El sonido de la cacería del humano cada vez era mas cercano, tanto que realmente al chico apenas le quedaban un par de metros de ventaja en carrera. Para nada eso era suficiente, unos segundos mas corriendo así y los tendría encima. Echó un ojo atrás, y evidentemente ahí los tenía, a los cuatro.
«¡La madre que me trajo!»
Corrió a todo pulmón, y apenas dados un par de pasos mas en carrera, tomó impulso y saltó hacia detrás. El salto, potenciado con algo de chakra generó el suficiente impulso como para que el Inuzuka pasase sobre los cuatro jabalíes. Éstos ya estaban tan cerca del chico, que arremetieron contra el aire, buscando cargar sobre el rastas. Pero no lo lograron, por poco.
La carrera de nuevo se disponía, en ésta ocasión para el lado contrario.
Por suerte, había ganado el tiempo suficiente como para que el resto de chicos se librasen de un último jabalí y corriesen hacia los árboles. Etsu comenzó a dejar lentamente al jabato en el suelo, esperando que los mayores no se abalanzasen demasiado rápido sobre el.
Estaba preparado para afrontar otra acometida de la piara de jabalíes, y sin el jabato a cuestas, podía esquivar y moverse mucho mejor. Si tenía la suerte de que le seguían aún a él, podría salvar algo mas de tiempo para el equipo. Así podía quedar esquivando acometidas un buen rato, o eso pensaba. En la siguiente embestida de la piara, Etsu saltaría de nuevo, ésta vez totalmente en vertical, para caer sobre el lomo de alguno de ellos, y agarrarse a éste.
Sí, se podría decir que Etsu estaba como una cabra. Pero bueno, lo importante era ese tiempo que estaba ganando para sus compañeros.
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Kazuma logró subir aprovechando la distracción provocada por Ranko. Antes de que el jabalí atacara de nuevo, ambos genin ya corrían hacia los árboles. La de la trenza no dudó en saltar hacia los árboles y proseguir su huida en las alturas. El peliblanco lograría llegar también, mas el animal les seguiría el paso por tierra.
Por otra parte, el jabato sería puesto en libertad a una modesta distancia de allí. De los cuatro jabalíes que perseguían a Etsu, solo uno, la madre de la cría, se quedó detrás para atenderla. Los otros tres siguieron al de las rastas como si su vida dependiera de ello. Sin embargo, no contaban con que su enemigo humano tuviese aires de vaquero, y saltaría encima de uno de ellos.
El corcel porcino ahora corría de manera un tanto errática, pues su objetivo ya no estaba frente a él. Daba saltos cada tanto, tratando de derribar al Inuzuka. Las otras dos bestias parecían algo confundidas, y no sabían si atacar a su compañero o no. No obstante, ninguno dejaba de correr. El chico tal vez no lo sabía, pero los cerdos no estaban lejos de llegar al punto del agotamiento.
Ranko ya no podía ver a Etsu, pero, si se enfocaba un poco (lo cual era difícil al intentar huir), podría escuchar los guarridos de los jabalíes que perseguían a su amigo. El último jabalí seguía detrás de ella y Kazuma.
— ¡I-Inuzuka-san nos quiso… da… dar tiempo! ¡Pero no p-puedo evitar pensar si… si podemos ayudarle! —Ranko alzó la voz en dirección a Kazuma. Sabía que Etsu era más fuerte que ellos dos, y estaba casi segura de que podría apañárselas sin tanta dificultad. Mas no se le quitaba la espinita de la preocupación.
”Me pregunto si deberíamos emprender el camino de regreso a la aldea… Así, aunque nos sigan los jabalíes, tendremos refuerzos. ¿No?” Imaginó a su madre lanzando a los jabalíes por los aires.
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De los cuatro jabalíes gigantes que tenía al acecho, solo tres se lanzaron al ataque para cuando el Inuzuka soltó al jabato. La última, o último quedó resguardando al joven. Pero los tres mencionados se lanzaron al ataque como almas guiadas por el diablo. Ofuscados, iracundos, coléricos, biliosos, atrabiliarios...
Pero no contaron con la astucia del rastas. Que saltó sobre el primero en lanzarse a colmillear, tomándolo cual corcel. Bueno, mas que corcel lo tomó como a un toro bravo. Una bestia que comenzó a despotricar guaridos y dar brincos sin control alguno, buscando zafarse del chico que tenía a su lomo.
Quizás en otro tipo de situación el Inuzuka habría disfrutado de la experiencia, pero tenía bien claras las prioridades, y el riesgo que corría su vida. Sin demora, realizó una serie de sellos de mano, arriesgando a caerse de manera realmente funesta. Al concluir la serie de sellos, y bajo la incordiada mirada de los otros jabalíes que no sabían muy bien cómo actuar, el chico salió por los aires a causa de uno de los brincos del animal sobre el que estaba. Etsu cayó a peso de plomo entre los jabalíes gigantes, una presa fácil...
Al menos eso parecería por unos instantes, unos segundos cruciales que quizás le daban una oportunidad de oro.
¡PLUFF!
De pronto, el chico se convertiría en un pobre tronco de madera tras una leve cortina de humo. El verdadero ya estaría corriendo hacia el grupo, y con suerte habría dejado atrás al resto de animales embistiendo al tronco confundiendolo con él. Al menos eso esperaba...
Ahora, tocaba darse prisa, mucha prisa.
Por desgracia, en realidad estaba realmente cansado, y seguramente su ritmo de carrera no sería tan bueno al que el resto podía estar llevando. El Kawarimi tenía sus riesgos, y bien que lo sabía el Inuzuka.
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Etsu demostró que no solo era Akane quien tenía ideas geniales, pues hizo gala de sus habilidades con el ninjutsu. Después de cabalgar al marrano mientras hacía sellos, el chico de las rastas cayó al suelo, quedando levemente detrás de los jabalíes. Las bestias giraron tan bruscamente como pudieron, para luego lanzarse sobre su sospechosamente inmóvil presa. Al llegar a él descubrieron el truco.
¡PLUFF!
Los jabalíes gruñirían y chillarían, y uno le daría un tope con su hocico al tronco que el Jutsu de Sustitución de Etsu había dejado detrás. Los animales girarían, confundidos. Tenían mala vista, pero les era muy claro que eso no era lo que habían estado persiguiendo. Después de unos segundos, parecieron recuperar un levísimo aroma que las hierbas cargadas por Akane habían dejado atrás.
Pero era muy tarde ya: ¡Etsu estaba demasiado lejos! Los animales guarrearon y dieron patadas, pero no tenían ni la energía para alcanzarlo ni la habilidad para rastrear las hierbas por mucha distancia. Dieron la vuelta y se perdieron entre los árboles, regresando a su territorio en busca de comida.
Sin embargo, a cierta distancia quedaba un jabalí que continuaba una obstinada persecución detrás de Ranko y Kazuma. La chica había subido a los árboles, mientras que el peliblanco seguía por tierra. Ella seguía preguntándose si regresar o no para ayudar a el tercer miembro del equipo.
”Inuzuka-san, ¿será que…?”
Volteó para intentar ver al de las rastas a la distancia, pero lo que vio le hizo soltar un grito en automático. Tal vez a otra persona le hubiese soltado una carcajada.
— ¡Kazuma-san!
El genin había tropezado, tal vez con una raíz. Quizás en su calma eterna, Kazuma se había distraído lo suficiente como para dejar de prestar atención por un segundo al camino. El jabalí no perdió oportunidad y se lanzó al ataque con sus colmillos. Afortunadamente, el hueco en la ropa del chico sirvió de algo: el afilado diente pareció deslizarse dentro de él y, al levantar el hocico, lanzó a Kazuma por los aires, despojándolo de un pantalón hecho trizas. Se golpeó contra el suelo con fuerza, quedando a varios metros por delante del animal, el cual se preparaba para un segundo ataque.
Ranko aterrizó entonces entre ambos, golpeando el suelo con las palmas, después de haber hecho sellos en el aire.
— ¡Doton: Doryūheki!
Un muro, adornado como de costumbre con el emblema de la familia Sagisō, surgió velozmente del suelo. Un instante después, se escuchó el golpe de la masa porcina contra la tierra. Ranko, por su parte, no perdió tiempo y, con el rostro totalmente enrojecido e intentando no mirar a la parte baja del cuerpo de su compañero, lo levantó y, apoyándolo en su hombro, se alejó tan rápido como pudo.
”NO ES MALTRATO ANIMAL SI EL ANIMAL SE GOLPEÓ A SÍ MISMO” pensó la chica una y otra vez mientras corría a duras penas con Kazuma.
Afortunadamente, la fuerte embestida del jabalí le había dejado un dolor de cabeza tal que le hizo desistir de la caza. No estaba acostumbrado a darse tan de repente con muros de tierra. El animal se alejó tambaleante hacia el suroeste. Ninguno de los presentes lo sabría nunca, pero ese jabalí se recuperó del golpe al día siguiente y tuvo una descendencia larga y próspera, de cierta manera, pues la mitad de su prole fue consumida por algunos de los locales.
Regresando al presente, Etsu no tardó en alcanzar a la Ranko apresurada y al Kazuma semidesnudo. La chica, entre la emoción y la pena, no pudo decir mucho antes de ponerse en marcha hacia la aldea.
— ¡Ho… Hola!
Hacía falta prácticamente nada para cumplir su misión.
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El genin se había aprovechado de todas y cada una de sus ventajas como tal ante los animales, y se la había jugado a éstos con un jutsu realmente eficaz. La contraparte era ese cansancio que provocaba realizarlo, aunque por otro lado, podía lidiar con ello. Al menos por el momento. Habiendo dejado así a los cerdos gigantes atrás, el Inuzuka corrió a toda velocidad hacia el grupo. Bueno, tanto como a toda velocidad... a tanta velocidad como sus pulmones ahora le permitían. Con garras y movimientos casi de animal, recortó tanta distancia para con ellos como le fue posible.
Al rato, lograría ver al grupo a unos cuantos metros de distancia. La kunoichi llevaba sobre ella a Kazuma cual saco de patatas, y a su lado tenía a Akane. Por un instante, pudo respirar con algo de tranquilidad. Pero lejos de eso, se impulsó con mas fuerza, en pos de recortar la escasa distancia.
Lograría así el Inuzuka llegar a ponerse a la par del grupo, y ver con sorpresa una situación de lo mas... rara. Kazuma era llevado por la kunoichi, pero eso no era todo. El genin no tenía pantalones, estaba en ropa interior, al menos en lo que respecta a su vestimenta inferior. La chica al verlo saludó, tensa como un calcetín sin cambiar en una semana. No era para menos, la verdad es que era una situación de lo más surrealista... ¿qué había pasado ahí?
—H-hola... —contestó en respuesta, con una gota de sudor frío como el corazón de una ex- bajando por su sien.
—¡Ababaur!
—Perfecto, no esperaba menos de tí, hermano —contestó al can, que aún conservaba su propia apariencia.
»Esto... —volvió su mirada hacia Ranko —además del pantalón, no habrá perdido nada más, ¿no? aún tenéis todas las plantas, ¿verdad?
Debía saberlo, no quería hincar el dedo en la llaga, pero... al menos debía preguntar sobre eso, por el bien de la misión.
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La pregunta de Ranko tomó por sorpresa a Kazuma, quien no podía decidir cuál sería la respuesta correcta: Etsu era el más experimentado de los tres, así que si había un problema con el que no pudiese lidiar ellos quizás fuesen más estorbo que ayuda. Por otra parte, no era lo más adecuado abandonar a un compañero a su suerte si algo se podía hacer al respecto.
El cuestionamiento saturo de tal manera su mente, que no reconoció a tiempo una raíz que le hizo tropezar y dar de cara contra el suelo. Aquella brecha fue bien aprovechada por el jabalí que le perseguía; pues le ensarto a través de las rasgaduras en la ropa y le ondeo como si su cuerpo fuese una ligera bandera, para después arrojarlo por los aires con severa agresividad.
La caída no basto para dejar inconsciente al peliblanco, pero se había hecho sangre y su cabeza daba vueltas hasta el punto de no poderse poner en pie. Por suerte para él, tenía quien le defendiera de una bestia que no creía en aquello de no atacar a un oponente caído: Ranko se interpuso entre ambos cuando el jabalí ya había iniciado la carrera para dar el golpe de gracia, y le detuvo al cortar su camino con un enorme muro de tierra.
— Eso… gracias —alcanzo a decir, mientras se alejaba del sitio apoyado en el hombro de Ranko.
— Hola —escucho decir a Etsu cuando se lo encontraron, momento para el cual su cabeza comenzaba a dejar de retumbar.
— Hola, Etsu-san… Es genial que haya salido ileso de semejante persecución.
— Esto... —volvió su mirada hacia Ranko — además del pantalón, no habrá perdido nada más, ¿no? aún tenéis todas las plantas, ¿verdad?
— ¿De qué pantalón hablas? —pregunto extrañado, mientras se giraba hacia una Ranko que, sonrojada, evitaba verlo.
Le basto con mirar hacia su parte baja y comprobar que lo peor no era el hilillo de sangre que recorría sus blancos cabellos, sino que su blanco fundoshi había quedado en total e impúdica exhibición.
— … Esto es un poco incómodo… —aseguro, mientras se quitaba la camisa para amarrarla alrededor de su cadera e improvisar una especie de falda—. Pudiste haberme dicho antes, Ranko-san.
Su aspecto no resultaba nada alentador, pero un par de pieza de ropa y un poco de sangre eran un pequeño precio si se trataba de haber conservado las hierbas necesarias para completar la misión.
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Hubo un breve intercambio en el que Kazuma admiró que Etsu hubiese salido vivito y coleando de los jabalíes, y en el cual el peliblanco mencionó lo incómodo que era ir sin pantalones. Le reprochó amigablemente a Ranko el no haberle mencionado su semidesnudez con anterioridad. Sin embargo, antes de que todo se pusiera tranquilo, el Inuzuka mencionó algo vital. Ranko sintió como si todo el cabello se le erizara.
”Las… hierbas…”
En la prisa por ayudar a Kazuma, no se había dado cuenta de ello. ¿Había el chico amarrado las bolsitas a su cinto? Porque, como notó la chica en ese momento, después de un penosísimo y brevísimo vistazo a la parte inferior del cuerpo del peliblanco, también su obi había desaparecido.
— Oh, no… —Se detuvo en seco y agitó la cabeza lentamente, como derrotada — . Ha… ¡Hay que volver! ¡Hay que volver ya! Kazuma-san, ¿puedes moverte bien?
Su intención era dejarlo descansando justo en aquel lugar, y salir volando hacia atrás, en la dirección de la que venían. Tenían que darse prisa, pues no sabía si los animales seguirían rondando el lugar, o si se habrían retirado. Por ello, Ranko no pensó siquiera en una estrategia o algo similar. Posiblemente lo ideal sería que Etsu, siendo tan buen rastreador, se lanzara en una última búsqueda relámpago. Pero Ranko no reflexionó en ello, ni se le ocurrió, pues quería regresar y encontrar las hierbas que Kazuma tenía a la de ya, sin perder tiempo.
”¿Es posible que el pantalón de Kazuma camufle las bolsas? Tal vez con su… ¿olor? ¡Ay qué cosas más feas dices, Ranko! ¡Aunque espero que así sea!”
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Parecía que lo peor ya había pasado, y la cabeza del peliblanco dejaba atrás el mareo y la confusión; pero, de pronto, Ranko se mostró en extremo preocupada.
—Oh, no… —Se detuvo en seco y agitó la cabeza lentamente, como derrotada —. Ha… ¡Hay que volver! ¡Hay que volver ya! Kazuma-san, ¿puedes moverte bien?
—Espera, Ranko-san, ¿Qué es lo que sucede? ¿A dónde hay que volver? —pregunto con cierto nerviosismo.
Aun no estaba seguro de que ocurría, per la reacción de su compañera resultaba preocupante.
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Kazuma se alegró de que Etsu hubiese salido ileso de tanto animal y tantos colmillos. Pero realmente no era momento de celebrar nada, al menos no aún. Todavía podían estar tras ellos los jabalíes, y no debían subestimarlos. Nunca se debe subestimar a un animal. Sin embargo, la pregunta de Etsu dejó al chico confuso. No parecía haberse dado cuenta hasta el momento de que había perdido el pantalón. Pero mas grave aún, Ranko se dio cuenta de un hecho muy importante... las hierbas no estaban, puesto que las tenía atadas Kazuma a su obi.
El mundo se le vino abajo, sobre todo al ver la reacción de Ranko. Etsu palideció, tanto o más que un camaleón en mitad de la nieve.
Etsu no fue menos que la chica, y retomó el camino de regreso. Era posible que ella supiese el sitio donde Kazuma perdió la bolsa, así que en ésta ocasión ella era la estrella del equipo. Sin demora, y retomando los pasos de la huida, el equipo se enfrentaría de nuevo a los animales. Tan solo esperaba que no tuviesen de nuevo que hacerlo, que tan solo estuviesen por la zona y pasasen de ellos...
De ilusiones se vive.
—¿Recuerdas donde fue, verdad? —preguntó en lo que retomaban camino.
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— ¡Las hierbas! ¡C-creo que cayeron con tu pantalón! —contestó a Kazuma toda prisa.
Sin dejar de tener a Kazuma apoyado contra su hombro, Ranko dio la vuelta y emprendió el camino de regreso junto con Etsu y Akane. El de las rastas le preguntó entonces dónde había sido.
— Venimos del sureste. ¡Deben de estar por allá! —La kunoichi levantó un brazo y apuntó con su índice en la dirección que acababa de mencionar. Quería correr tanto como pudiese y asegurar las hierbas, pero no quería dejar tirado al peliblanco. Menos ahora, que parecía desubicado y más distraído que de costumbre.
”Debió ser el golpe… ¡Y está sangrando! Por más que quiera cumplir la misión al cien por ciento de eficacia, sería desalmado dejarlo a su suerte en este estado… ¡Resiste, Hanamura-san!”
— ¡I-Inuzuka-san! —Algo se le ocurrió de repente a la chica. No le gustaba la idea de separarse de nuevo, y menos el hacer que Etsu corriera de nuevo después de haber sido perseguido por los jabalíes. Pero era necesario, y es que estaban ya tan, pero tan cerca de lograr su encomienda — . ¿P-podrías rastrear el pantalón de Kazuma-san a como hizo con la… la taidonka? ¡Las hierbas deberían de estar cerca de su prenda! Además, hice un muro de tierra con Doton en el área. ¡Será mucho más rápido si Inuzuka-san o Inuzuka Akane-san va a por las bolsitas! ¡S-sólo no se arriesgue si ve a los jabalíes!
Tiempo después se enorgullecería de su reacción y pensar, mas en ese momento solo había espacio en su mente para las prisas.
Pensamientos (Plum) ✧ Diálogos (PaleVioletRed)
Nivel: 10
Exp: 396 puntos
Dinero: 1950 ryōs
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—¡Las hierbas! ¡C-creo que cayeron con tu pantalón! —contestó a Kazuma toda prisa.
—Las hierbas… —musito.
Entonces el mundo se recompuso con la violencia de un torrente helado, como el que golpea al ebrio que del puente cae al rio. Entre el golpe y la huida no había reparado en que se suponía que tuviese las preciadas hierbas con él.
Kazuma sintió la necesidad —y también la responsabilidad culposa— de salir corriendo a recuperar el objeto de su misión, pese a que aún no estaba lo suficientemente lucido como para volver sobre sus pasos. Por suerte para todos, Ranko tomo la iniciativa contra la problemática y le encargo a Etsu el que se adelantase y rastrease el olor de la prenda perdida por el peliblanco.
—Estaré bien, Ranko-san —afirmo, mientras se separaba de ella y tomaba aire—. Sigamos a Etsu-san.
No estaba seguro de que tan cierto era aquello de que estaría bien, sobre todo teniendo en cuenta que recién notaba que estaba sangrando; pero al menos podía mantenerse aparentemente tranquilo y funciomal.
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