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Antes de retirarse la anciana les hizo entrega de una pequeña muestra, con la condición de que reuniesen una flor adicional para reponerla. La mujer pelirroja encargada de supervisar la misión les estaba esperando con la solicitud de una pequeña búsqueda secundaria. Kazuma reviso sus notas, en busca de la hierba de la cual le estaban hablando. Y por lo visto resultaba algo fácil de cumplir, por lo que no vio problemas en acceder.
—Entendido —respondió ante las palabras de ánimo—. Nos marchamos.
Y sin decir más se puso en camino hacía el cercano bosque, pensando en cuál sería la mejor forma de proceder con su labor.
—No parece haber posibles complicaciones, según lo dicho por la señora de las hierbas —recordó, tratando de aclarar el panorama—. Tomando eso en cuenta, ¿no creen que sería conveniente dividirnos las labores?
El de mayor fuerza hacia el hoyo y el de mejor ojo arrojaba las semillas: siendo que eran varias plantas las que se tenían que buscar, terminarían más pronto si dividían sus fuerzas. Ya que Etsu y su perro formaban un equipo de buena experiencia, era factible que fueran más rápido por su cuenta si se trataba de buscar la más esquiva de las hierbas.
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Nadie se opuso a la petición extra de Komachi, y los cuatro partieron de Kusagakure rumbo al sur. El primero en hablar fue Kazuma. No parecía preocupado por la misión de búsqueda, y sugería dividirse las tareas. Ranko asintió detrás de todos.
— ¡S-sí! C-creo que Inuzuka-san podría… ahm… podría alcanzar las más difíciles… Son las que están… uhm… más lejos. Su olfato es excelente. ¿No? —Se sorprendió de lo fácil (bueno, fácil no, menos difícil) que era hablar con Etsu y Kazuma, pues su previa interacción con ambos le había dado ya cierta confianza. Aunque casi no lograba hilar una oración completa sin dudar o titubear — . S-si Inuzuka-san-tachi están de acuerdo… Sólo si les… ahm… parece bien… Ellos podrían ir por las taidoka, mientras… ahm… mientras Hanamura-san y y-yo vamos a por las que están más cerca.
Por un lado, le daba pena quedarse solo en compañía de Kazuma, por otro, era una persona menos con quien interactuar. Ya sabía que Etsu era un shinobi más fuerte que ella, y confiaba en que le costaría mucho menos seguirle el rastro a la flor. El chico de las rastas aceptó alegremente, tomó tanto la bolsa para guardar la taidonka como el pañuelito con la muestra, y se apresuró a acelerar el paso junto con su hermano casi gemelo, alejandose y desapareciendo entre los árboles a lo poco.
Ranko se dirigió al peliblanco entonces.
— Hanamu… Ka-Kazuma-san —Se corrigió, pues recordó que el chico le había pedido que le llamara de manera menos formal — . ¿Hacia… Hacia dónde de-deberíamos…? ¿Por dónde…? ¿Cu-cuál es el rumbo que deberíamos…. Seguir?
La kunoichi sentía que podía seguirle el ritmo al otro genin, al menos por el momento, y estaba lista para emprender carrera si era necesario.
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—Desde aquí, hacia el sur y un poco hacia el este —aseguro, recordando el camino que había seguido durante su primera misión—. Conozco una zona que sería buena para comenzar la búsqueda.
Kazuma se pondría en marcha, contando con que su compañera le siguiera el paso. El lugar del cual hablaba no estaba muy lejos de la aldea, pero resultaba una pequeña laguna verde en donde la flora crecía furiosamente. Allí había encontrado las hojas de la esquiva y rarísima camellia sinensis, por lo que intuía que debía de ser un lugar tan bueno como cualquier otro para buscar hierbas raras. En cuanto llegasen al borde del sitio, un poco falto de aliento, dispondría de la información que había anotado para establecer un plan de trabajo:
—Bien estas son las que tenemos que buscar —aseguro, sentándose en el suelo y ordenando frente a él las notas que había tomado durante la charla con la anciana—. Siendo que Etsu-san fue en busca de la taidonka, quedarían cuatro más para nosotros.
»¿Cómo crees que deberíamos proceder con la búsqueda, Ranko-san?
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La mujer había dado su brazo a torcer, al menos un poco, y terminó por dar una preciada muestra de taidonka. Por suerte o por desgracia, la muestra les costaría un ejemplar mas a recabar. Pero bueno, era un precio realmente bajo en comparación a todo el tiempo que podrían ahorrar buscando la hierba. Por suerte o desgracia, el equipo contaba con dos buenos sabuesos. Ahora, era cuestión de tiempo que encontrasen las muestras que necesitaban.
Con un último empujón, la madre de Ranko incitó a los chicos a que no perdiesen demasiado tiempo en su labor. Se trataba de una misión oficial, sin límite de tiempo. Pero una cosa no llevaba a la otra, el tiempo es oro. Justo antes de lanzar a los jóvenes a correr, lanzó una última solicitud. La mujer entregó a su hija una bolsa mas, y pidió que le trajesen también a ella unas muestras de las llamadas baiko.
Etsu no tardó en confirmar la petición, a pesar de no haber sido directamente a él a quien se lo solicitasen. Eran un equipo, y como tal aceptaron el encargo adicional. Ranko hizo un inciso en el mismo camino, al igual que Kazuma. Lo más fácil para recolectar las plantas a toda velocidad sería dividirse las labores. La idea era muy buena, y la kunoichi destacó que Etsu podía buscar las supuestamente mas complicada de todas, gracias a su olfato no le costaría demasiado. Etsu lo confirmó, la idea era muy buena, y ahorrarían mucho tiempo. Además, así podría poner todas sus fuerzas en hacer su tarea lo más rápido posible.
Sin demora, tanto Etsu como Akane se pusieron en marcha, corriendo a toda mecha dirección al corazón del bosque. Se perdieron entre los árboles, dejando de lado a Ranko y Kazuma, al menos de momento. Una vez llegó a una zona profunda del bosque, tomaría la muestra de la taidonka y la olió en pos de descifrar su inconfundible fragancia. Akane también hizo lo mismo, y tras ello, la volvería a guardar en el pañuelo.
—Que olor mas... peculiar... —se quejó a Akane.
Y cual sabueso de caza, el Inuzuka y su gemelo comenzaron a olisquear el entorno, en pos de encontrar un buen rastro. Contaban con una gran ventaja, y pensaban usarla a su favor.
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Ranko seguiría a Kazuma al mismo ritmo, quedándose siempre detrás de él. Disfrutó, no obstante, el estar de paseo de nuevo en el bosque. Como cualquier kusajin, se sentía tan agradable estar rodeado de tanto verde y café, y sentir el olor a verde y otros colores. Aunque la kunoichi sabía un poquito de flores, gracias al interés de su madre por mantener el jardín de la familia en perfecto estado, no sabía qué tan fácil o rápido sería conseguir hierbas.
Después de un buen rato de correr, arribaron a un pequeño lago no muy lejos de la aldea. Entre respiros, Ranko sonrió ampliamente. Era un lugar hermoso para un paseo matutino. O vespertino. Tal vez hasta nocturno. La chica haría una nota mental para regresar al lugar alguna otra vez.
Kazuma se había puesto a acomodar sus notas frente a sí, sentado, mientras Ranko admiraba el oasis.
”No, oasis es solo cuando está en medio de un desierto, ¿no? Éste es solo un lago… un lago muy bonito.”
En cuanto el peliblanco le preguntó su opinión en cuanto a la manera de comenzar la búsqueda, la Ranko torpe sustituyó a la Ranko maravillada.
— Ah-ahm… Ehm… —La chica quiso acercársele y asomarse para leer las notas, pero sintió que estaría invadiendo la privacidad de sus hojas de papel, y decidió valerse de sus propias memorias sobre las hierbas — . Po-podríamos… ¿Qué dijo Taitama-san acerca de…? ¿Dónde es que…? ¿Dónde crecen? Una… Una era fuera del camino, creo… Y otras… ¿cerca de la costa?
» Podríamos ir… Ahm… Seguir un poquito hacia el… el este. Creo.
Aquel lago, rodeado de hierbas y plantas de manera tan armoniosa, le recordaba de cierta manera al jardín de la familia Sagisō, por lo que se sentía relativamente en calma. A simple vista, no había ninguna de las plantas de la misión en el sitio, aunque Ranko debía revisar con más detenimiento si no quería perderse alguna.
Mientras tanto, los hermanos Inuzuka no perdieron tiempo y se adentraron más que los otros dos genin en el Bosque de Hongos. Estando acostumbrados a Kusagakure y al País del Bosque, tal vez los chicos estaría también acostumbrados al olor del bosque. Humedad, clorofila, un ligero toque de podredumbre. Unas cuantas cucharadas de flores, y otras más de especias silvestres. Muchos rastros de animales grandes y pequeños.
Ni Etsu ni Akane sentirían aroma similar a la taidonka, al menos por el momento. Sin embargo, le haría falta avanzar un poco más, pues recordaría que la flor crecía cerca de Tane-Shigai. Tal vez había sido una buena idea, pues se estarían dividiendo casi un tercio del Bosque de Hongos a explorar entre dos.
Sin embargo, al avanzar hacia el suroeste, hacia la ciudad, sintió algo a la distancia. Parecía que alguien estaba friendo tocino muy lejos hacia el sur. Era algo mucho muy sutil. Si alguien estuviese ligeramente resfriado, o si fuese sin prestar atención al olor del bosque, posiblemente no habría percibido tal olor. Si Etsu revisaba sus cosas, vería que tendría la muestra de la taidonka y una sola bolsa de cáñamo. Si se encontraba con más de una de las flores, o bien tendría que arreglárselas para llevar algunas fuera de una bolsa, arriesgándose a dañarlas, o podría regresar luego a por ellas junto con Ranko y Kazuma.
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Ya se lo esperaba, que la timidez de Ranko se interpusiera en su capacidad de expresarse.
—Ya veo…
Era extraño pensar que dos seres habitasen el mismo cuerpo, pero en el caso de aquella muchacha de ojos melíferos era así: había una que era frágil y tímida cual flor nocturna, cuya voz era tan tenue e insegura como una llovizna en el desierto; y debía, por tanto, haber otra fuerte y decidida, una guerrera en su totalidad.
—El ninja en ti dice al sur, ¿he? —sugirió, mientras que se levantaba—. En el bosque podríamos buscar la rafure y la baiko. Luego, cerca de la costa buscaríamos niratsubu y mannerikko.
En aquel instante mientras señalaba sus notas, tuvo una idea un tanto cruel: Juro ya le había mostrado que, si bien se consideraba un pacífico y simple chico de campo, también tenía las cualidades para ser un guerrero y tomar decisiones. Aprender aquello requirió de unas cuantas situaciones incomodas y peligrosas, pero fue un mal necesario.
—Entonces… Te sigo, Ranko —informo mientras le ofrecía sus notas, para que las administrara según su criterio—. Ya tomaste la primera decisión, así que cuento contigo para que cumplamos esta misión.
¿Qué pretendía? Empujar a Ranko a una situación real, donde ella fuese quien guiaba y tomada decisiones ¿Era algo cruel? Si, y también necesario. ¿Pudo haber dicho o pensado que aquello le dolería más a él que a ella? Sí, pero hubiera sido una rotunda mentira. ¿Le parecía divertido? Al margen de verla extraviada en su propio ser, si, le resultaba entretenido.
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Tensos como un huevo en una feria de la batidora, los chicos continuaban dando todo de sí para encontrar la hierba que tenían por encargo. Tras haber olisqueado el espécimen, sendos Inuzuka intentaron encontrar algún rastro de la susodicha, pero no tuvieron demasiado éxito en ello. La hierba, o bien estaba a leguas de la zona que exploraban, o bien estaba demasiado camuflada entre los mil y un olores del bosque de setas. De hecho, por un momento hasta le pareció a Etsu que había un fino rastro de tocino. TOCINO. ¿¡TOCINO!?
El rastas buscó a su hermano con la mirada, y éste ya tenía la boca chorreando de babas. Si, sin duda ese olor también había llegado a la nariz de Akane. Fue entonces que Etsu lanzó su índice hacia su hermano, con una mirada iracunda, llena de determinación.0
—NI —pausa intencionada —SE —de nuevo pausa para los anuncios —TE —si, otra pausa, ¿por qué no? —OCURRA.
Su sentencia había sido clara, muy clara.
—Tenemos una misión entre manos, y es la prioridad absoluta. Después te compraré todo el tocino y todas las mierdas que quieras, pero lo primero es lo primero. ¿Vale?
Akane no respondió, no hacía falta. El trato era mas que justo, y sabía que tras una misión terminada con éxito, su hermano no faltaría a su palabra. Cada cuál tenía sus objetivos. Teniendo eso claro, podían dar comienzo de nuevo a la caza de las malditas plantas. Akane, el más inteligente del dúo, recordó a Etsu que debían ir casi hasta la ciudad de Tane-Shigai, en las cercanías era donde podían encontrar la planta.
—Diablos, tienes razón...
No había tiempo que perder, de nuevo levantaron la carrera, dirección a la ciudadela. Estaba claro que por el camino irían rastreando, como bueno sabuesos. Pero en cierto momento, Etsu cayó en algo... tan solo tenían una bolsa, y con un poco de suerte encontraban mas de las necesarias, o incluso de otras especies que necesitaban. Eso podría ser un verdadero fastidio, pues no tenían método de tomarlas, no al menos sin riesgo a perder los especímenes.
Pero bueno, ya se preocuparía mas tarde de ese asunto. De momento, lo primordial era encontrar las difíciles.
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La cabeza de Ranko estalló. No literalmente, pero parecía que estaba a punto de hacerlo. Kazuma había sugerido que ella guiara la misión, o al menos la parte de los dos. La kunoichi comenzó a balbucear mientras apretaba sus brazos contra su estómago y se encogía de hombros, como si quisiera hacerse pequeñita.
De repente le dio la espalda al peliblanco y se llevó las manos a la cabeza.
”¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!”
— Y-y-yo n-n-no… No est-t-toy segura. —dijo quedamente, volteándose hacia él de nuevo, aunque con la mirada en el suelo. El que Kazuma hubiese dicho que contaba con ella le ponía un peso emocional muy grande sobre sus hombros emocionales.
”¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!”
— Pe-pe-pe-pero pu-puedo… Puedo in-in… —Los nervios la hacían tartamudear más que nunca, y temblaba ligeramente. Era su primera misión, nunca antes había formado parte de un equipo, y mucho menos había liderado a otros — . Intentarlo.
”¡Es parte del entrenamiento! ¡Sí! ¡Necesitas ejercer tu voluntad para poder ser una mejor shinobi! ¡Las leyendas no se hicieron leyendas tartamudeando! Creo… Bueno, el punto es que debes hacerte cargo. Tanto como te sea posible.”
Tragó saliva. A pesar de haber pensado de manera inspiradora, sus acciones seguían siendo tímidas. Respiró profundamente.
— No. L-lo haré. —Ranko no sonó decidida. Al contrario, su voz se quebró como si fuese a estallar en llanto.
Esperaría entonces a que Kazuma se pusiera de pie y comenzaría a “guiarlo”. Caminaría primero, luego aumentaría la velocidad hasta un trote ligero, yendo hacia el sur. Era un área no tan tupida como otras del bosque.
— Ka… Kazuma-san. ¿Po-podría ver sus…? Ah… ¿Notas? —La chica no recordaba todos los detalles acerca de las hierbas. Esperaría a que el peliblanco se las prestara antes de acelerar más o de cambiar dirección.
Mucho más al sur, ligeramente al suroeste, los hermanos Inuzuka habían elegido ignorar el aroma a tocino. Notarían que el olor se hacía suavemente más intenso de manera gradual, casi tan gradual como el cielo se torna oscuro al pasar de tarde a noche. No obstante, no alcanzaban a percibirlo de manera demasiado fuerte. Parecía que su sentido desarrollado del olfato jugaba taimadamente en su contra: no habrían captado tal olor a tal distancia sin él.
Conforme avanzaban rumbo a la urbe, los árboles se hacían más altos, los troncos más gruesos y los hongos sobre éstos más voluminosos. No estaba demasiado lejos de Tane-Shigai, pero aún le haría falta mucho camino.
Etsu se daría cuenta de que el olor perdía fuerza lentamente. Quien sea que hubiese estado friendo tocino, había quedado atrás. Curiosamente, el chico no había percibido aquel característico e igualmente delicioso sonido que desprende la carne contra el aceite.
De repente, sintió algo familiar en su nariz. Un levísimo rastro dulce y amargo: la esencia de la taidonka, o al menos eso parecía. Era ínfimo, pero, al haber estado expuesto a él recientemente, lo reconocería. Tendría que detenerse un momento para olfatear bien. Si lo hacía, notaría que provenía del sur-sureste. Tendría que girar un poco hacia la izquierda, alejándose unos grados de la dirección hacia Tane-Shigai, más hacia el corazón del Bosque de Hongos.
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Y allí estaba la tormenta emocional que estaba esperando; Ranko demostraba tener la determinación suficiente como para querer, aunque primero tuviera que luchar contra los diablillos de la inseguridad que hacían desastres dentro de ella.
—No. L-lo haré. —Ranko no sonó decidida. Al contrario, su voz se quebró como si fuese a estallar en llanto.
—Está bien, sé que puede hacerlo —le confirmo, mientras que le miraba con los ojos de alguien cuya tranquilidad se fundamentaba en creer que todo saldría bien.
—Ka… Kazuma-san. ¿Po-podría ver sus…? Ah… ¿Notas? —pregunto, procediendo como era adecuado.
Claro, aquí tienes. —Y le entrego las notas que había tomado: como lucían las plantas, donde encontrarlas y como tenían que ser extraídas y transportadas.
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Kazuma le pasó amablemente las notas. Ranko las tomó con mano levemente temblorosa mientras tragaba saliva.
”Tranquila, tranquila, tranquila. Tú puedes, tú puedes, tú puedes. No es como que vayas a guiar a Hanamura-san a un ACANTILADO POR ERROR ¡AH NO PUEDES GUIAR AL EQUIPO RANKO AAAAAAAAH!” Su rostro se mantenía estable, con cierto grado de incomodidad tal vez familiar para Kazuma, pero su interior ardía de ansiedad. Leyó rápidamente lo escrito por el pelirrojo. Le costaba un poquito enfocar su vista en sus trazos.
— O-o-ok. Ra-rafure, lejos de árboles grandes. Olor amargo. Mannerikko e-es un mu… musgo muy duro, sobre las rocas. Nira… Niratsubu, flores… b-blancas con estambres… ahm… gruesos. Ambos cerca del… de la costa.
No leyó sobre las baiko ni las taidonka, pues creyó que les bastaba buscar dos lugares primero. Podrían pasar su atención a las otras una vez encontradas las primeras. O si lograban reconocer bien el lugar donde crecían. Ranko alzó la vista hacia las copas de los árboles, intentando localizar áreas donde el cielo se viese sin obstáculos.
— T-tal ve-vez si… Quizá si en… Si encontramos… Si buscamos claros… Lugares donde lo-los árboles no… Donde no estén tan… tan… juntos. ¿C-cree que encontremos… rafure? ¿Es no-normalmente Ha… Kazuma-san muy atento al camino?
Tal vez fuese una pregunta rara, mas personalmente creía que ella no era del tipo rastreador. Tal vez el peliblanco sí lo fuese. Seguiría yendo hacia el sur, pero sin aumentar el paso demasiado, pues quería escuchar la opinión del chico.
Aquel rastro de la taidonka que los Inuzuka habían percibido se desvaneció. Había sido algo pequeñísimo, pero estarían casi seguros de que sí era la flor deseada. Si intentaban olfatear, no lo sentirían más, como si el origen de tal esencia hubiese sido borrada de la existencia. Percibiría solamente el olor del bosque, y un creciente olor a otros animales.
A pesar de ello, tendría idea de hacia dónde se había encontrado el olor previamente. Haría falta si era más que eso, una idea.
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En la búsqueda de la hierba, y con el olor de la misma aún muy presente en las fosas nasales, sendos Inuzuka avanzaron a la par que olfateaban como buenos sabuesos. Estaba claro que tarde o temprano —y esperaban mas bien que fuese temprano— terminarían por encontrar algún rastro, y por efímero que fuese, sería suficiente para saber que estaban en la zona al menos. Era un plan simple, a la par que infalible. A veces las cosas mas sencillas son las más precisas.
Conforme estaba planteado, sucedió.
En cierto punto del bosque de setas, el can encontró un rastro de la taidonka. Avisó de inmediato al rastas, que rápidamente se tornó hacia Akane. Pero por suerte o por desgracia, el rastro se desvaneció tan rápida y fugazmente como había aparecido.
— ¡Tsk! —chasqueó la lengua el de orbes verdes — tiene que estar cerca entonces, hermano. Busquemos por la zona, y el primero en encontrar de nuevo el rastro avisa. Hagamos un círculo, de no mas de veinte metros o así, ¿va?
— ¡Wuuf!
Si, ambos estaban de a cuerdo. Lo más lógico en ese mismo instante era buscar un poco mas por la zona, aunque fuese en pos de encontrar una taidonka solitaria. Siempre se ha dicho, que menos da una piedra. Pobres usuarios de Doton...
Sin premura, ambos genin salieron corriendo en direcciones opuestas, buscando trazar tras ello media circunferencia, rastreando los alrededores. Era sencillo, debían encontrar de nuevo la zona desde la que había provenido ese peculiar aroma de la planta. Por muy escondida que estuviese, no podría engañar a ese par de sabuesos. Al menos eso esperaba el Inuzuka de ojos verdes.
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—T-tal ve-vez si… Quizá si en… Si encontramos… Si buscamos claros… Lugares donde lo-los árboles no… Donde no estén tan… tan… juntos. ¿C-cree que encontremos… rafure? ¿Es no-normalmente Ha… Kazuma-san muy atento al camino?
—Lo cierto que no soy muy buen observador —respondió, dejando en claro sus limitaciones—. Pero, en teoría, si tenemos paciencia y caminamos lo suficiente podremos encontrar algunos claros.
Además de lo limitado de sus sentidos, no estaba seguro de que hubiese una forma de hallar un claro en el bosque, como si lo había para hallar un río o una dirección. De lo que si estaba seguro era de que tampoco les serviría dar vueltas en círculos, por lo que tendrían que planear con cuidado la forma en la que iban a moverse.
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Aunque tardaron un poco, los Inuzuka reaccionaron al olor y se dispusieron a tratar de averiguar de dónde había provenido. Se separaron y trazaron un círculo de búsqueda. Quien se acercase más hacia el sur lo notaría de nuevo: un tenue, bastante sutil aroma a taidonka. Sin embargo, éste desaparecería de nuevo. Parecía que alguien había espolvoreado aquella esencia de manera bastante poco generosa, como si hubiesen esparcido media cucharadita para todo el bosque.
Quien fuese hacia el sur la olería una tercera vez, y tal olor desaparecería. Y no habría rastro visual alguno entre los arbustos o los hongos del suelo. Si seguían avanzando por tierra, en dirección al sur, encontrarían esporádicamente aquellos rastros casi imperceptibles. Sin embargo, el aroma no se hacía, al parecer, ni más fuerte ni más frecuente.
Los árboles crecían a su alrededor, y por momentos los hongos parecían marquesinas de gigantes. Las partículas de taidonka se mezclaban de vez en cuando con otros olores del bosque, como era de esperarse, y a veces costaría percibirlo. Pero, por más que lo sintieran cada tantos minutos, los Inuzuka no podrían distinguir en qué dirección cardinal se encontraría la flor. Es más: cuando percibían el aroma, lo podían sentir en cualquier dirección a su alrededor. Era como si fuese una flor fantasma y hubiese solo una por kilómetro cuadrado. Podía sentir su presencia, pero no la localizaba en el suelo.
Más hacia el norte y un poquito hacia el este, Kazuma confirmaba algo que Ranko temía.
”Dos ninjas no-rastreadores en una misión de rastreo… Creo que fue una mala idea dejar ir a Inuzuka-san. ¡Oh! ¡Debimos haberle dicho al hermano de Inuzuka-san que nos acompañara a nosotros! ¡¡Oooh!! ¡Debimos de habernos separado en equipos de un Inuzuka-san y uno de nosotros dos! ¡Habría sido mucho mucho más eficiente! Qué tonta eres, Ranko, debiste de haberlo pensado antes…” pensaría la chica, haciendo un levísimo mohín.
Suspiró.
— Ti-tiene razón, Kazuma-san. Pa… Pacientes, pacientes. Y caminar, sí. —dijo con suavidad mientras asentía y se llevaba el puño al mentón.
Encontrar un claro en el bosque no era tan atípico como encontrar un oasis en un desierto ( ”¡Hey! ¡Esta vez sí usé bien la palabra!”), pero sí era más fácil ver un oasis a la distancia que un espacio sin muchos árboles en un bosque. La velocidad de Ranko bajaría un momento en lo que decidía hacia dónde ir. Luego aceleraría en cuanto escogiese. Haría esto unas dos o tres veces más, intentando ver entre los árboles algún área donde éstos se hiciesen menos densos, mas no podría distinguirlo bien.
El camino se hacía irregular cuanto más se alejaban de la senda, mas no tuvieron mucho problema en seguir con su excursión. Después de varios minutos de estar tanteando una dirección, verían frente a sí, a varios metros de distancia, un movimiento entre los arbustos. Sería uno repentino, no muy violento, pero lo suficientemente notorio como para que lo captasen los ojos de ambos genin.
Ranko desaceleró. Ya había estado en el bosque con anterioridad, y ya se había topado con ruidos que parecían extraños inicialmente, y solo había que ser precavido ante ellos. El movimiento pasó de un arbusto a otro. Cuanto más se acercasen a él, más escucharían algo reconocible.
Un leve pero agudo gruñido porcino.
— Oh. —soltaría la kunoichi, sin más.
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Etsu no llegó a tomar demasiado claro qué sucedía. Era como un maldito circo de olores, en el que el aroma que buscaba iba y venía como bien le venía en gana, sin llevar a ninguna parte concreta. El dúo de genin había ido buscando alrededor de la zona, e incluso se había dispuesto hacia la zona sur. Pero el rastro era mas inestable que una pelota de golf en una prensa. Era casi de chiste, pues para cuando percibía el olor, éste se esfumaba y volvía solo para cachondearse del buen y desarrollado olfato Inuzuka.
— ¡Me cago en mis muelas! ¿qué coño pasa con ésta planta fantasma?
Akane lo miró, torciendo el gesto. Mas tras escuchar a Etsu, recordó algo importante. Las plantas que buscaban no estaban a ras de suelo, y era por eso y no por otra cosa que solo llegaban hasta ellos míseros aromas esporádicos. Tenía sentido, esos resquicios de olor era lo poco que caía desde las alturas y llegaba en plena condición.
La misión era la prioridad, y no fue por otra cosa que no jugó con la mente de Etsu. De darse otra situación, se habría divertido viendo cómo el de orbes verdáceos se tiraba de los pelos intentando descifrar el misterio. Pero en ésta ocasión, lanzó rápidamente la información. Su premio también aguardaba, y cuanto antes terminasen, antes podría disfrutar de todos esos manjares y golosinas que quisiera.
Etsu chasqueó los dedos, e inmediatamente lanzó su dedo acusador al can, con una sonrisa burlona — desde luego... se nota quien es el hermano inteligente, cabroncete... jajaja.
Sin demora, el chico se lanzó en un salto contra el árbol mas cercano, en pos de subir su superficie hasta las ramas mas altas. Era muy posible que allá encontrasen lo que había venido buscando, tal y como le había recordado Akane.
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· Des 45
· Per 20
—Ti-tiene razón, Kazuma-san. Pa… Pacientes, pacientes. Y caminar, sí. —dijo con suavidad mientras asentía y se llevaba el puño al mentón.
Kazuma se sintió un poco mal por aquel golpe al ánimo de su compañera, pero aquellos reveses y limitaciones eran algo cotidiano en las misiones. En aquel momento se le hacía presente aquella anónima frase que aseguraba los problemas eran parte constante de los deberes.
Los jóvenes se movían a través del bosque, esperando que la inevitabilidad del azar les llevara a encontrar un claro. En cierto momento un movimiento extraño entre los arboles capturo su atención. Kazuma se detuvo y observo los alrededores, como buscando algún otro ruido.
—¿Qué es eso? —pregunto al no poder escuchar bien.
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