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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Aquel día de verano el calor alcanzo su punto máximo, al igual que la humedad. La villa entera parecía estar enfrentada a los vapores de un sauna, y las personas que no estaban descansando se encontraban buscando alivio en la playa. Era una de esas jornadas donde la temperatura resultaba tan agobiante que la gente se veía inducida a permanecer quieta sin hacer nada, pero para un ninja el trabajo jamás termina, sin importar las condiciones climáticas.

Cuando en el periódico decía que para los próximos días se esperaba que un frente húmedo llegara acompañado de una ola de calor, esperaba que lloviera e hiciera sol alternadamente, no que la aldea se convirtiera en un caldo humeante

Kōtetsu no consideraba que el calor fuese tan malo, en su aldea también había temporadas cálidas, pero aquella humedad desbordante le resultaba nueva e incómoda. Se había vestido con una camiseta azul sin mangas y de cuello corto, y con unos pantaloncillo blancos holgados. Todo ataviado de algodón ligero, con su cabello bien recogido en una fina coleta, y aun así se encontraba sudando constantemente con el solo hecho de caminar. Sin embargo, estaba determinado a pedir una misión aquel día. Ya llevaba un tiempo postergándolo por motivos ajenos a su control, pero ahora sin duda lo haría... aunque sintiese que estaba por derretirse.

La visión que tuvo cuando llego al edificio del Uzukage no fue muy alentadora: La calle de enfrente estaba desierta y el aire cerca del suelo estaba tan caliente que daba la impresión de fluir como un líquido. Mientras caminaba por el puente, se atrevió a colocar la mano sobre una de las partes metálicas, y encontró que estaba tan caliente que le dejo la mano enrojecida.

Aquel día el sol estaba enojado, y todos los habitantes de Uzushiogakure estaban sintiendo su ira en carne propia, literalmente.

Hola, Buenos días —saludo, en cuanto entro a la solitaria recepción. Tomo un pequeño pañuelo y se limpio el sudor del rostro antes de continuar hacia la barra—. Mi nombre es Hakagurē Kōtetsu y vengo a solicitar una misión.
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#2
Aquel día era demasiado caluroso, seguramente antes de salir de su casa debería haber mirado el termómetro para asegurarse de que estaba bien alto, con suerte sus vestimentas típicas eran frescas. Justamente hoy utilizaba su típico vestido blanco con el símbolo tanto de Uzushiogakure como de su clan bordado en las telas.

Sus manos sudaban cuando tomaba los trámites que tenía que rellenar, incluso cuando enrollaba los pergaminos; sin embargo tenía que hacerlo, era su deber como secretaria en aquel edificio.

Suspiró y se retiró el cabello carmesí que la caracterizaba de un manotazo, tomando una pequeña goma de su muñeca para hacerse una coleta simple y alta. Sin embargo, cuando terminó y quiso volver a ponerse manos a la obra, un chico joven apareció frente a ella con alguna que otra gota de sudor surcándole su piel oscura.

Buenos días, joven Hakagurē. — Saludó la mujer dejando a un lado los papeles que tenía que rellenar y fijándose en el chico de cabellos blancos. — Espere un minuto. — Pidió mientras buscaba en uno de los cajones de la recepción hasta dar con una pequeña lista donde estaba enmarcada la fecha 217. — Es usted genin, por lo cual imagino que querrá una misión de rango D, bien, tengo aquí una que ha sido tramitada esta mañana, le cedo el pergamino.

Con delicadeza volvió a abrir el cajón y dejó la lista que había cogido antes, luego abrió el de abajo, donde había una serie de pergaminos bien doblados y tomó uno con un gran sello donde podía leerse claramente una "D" en rojo.



Misión Rango D


Peticionario: Akamane Kageru
Lugar: Costas del Remolino
Solicitud: La zona sur de las Costas del Remolino a cada día que pasa está más sucia sin saber muy bien por qué, tanto que las personas han dejado de frecuentarla. Por ello se pide ayuda a los jóvenes con poca experiencia para ayudar al anciano Kageru a realizar su labor mientras busca un sucesor como encargado del mantenimiento de la playa.

Observaciones: Corre un rumor de que alguna criatura marina ha incrementado también el miedo de aquellos que frecuentaban la playa, por eso se pide especial precaución a aquel que vaya a aceptar dicha esta misión.
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#3
A su saludo respondió una mujer de cabellos rojizos, que ocupaba su tiempo organizando el papeleo. Se le veía seria y diligente, pero sin duda se encontraba agobiada por el abusivo calor que mermaba las fuerzas de todos aquellos que no contaban con la fortuna de tener un día libre. La mujer comprobó su rango y procedió a entregarle un pergamino rojo con una misión que se ajustase a su nivel de experiencia.

Bien, justo lo quería”, se dijo al ver que era una misión de rango D.

Con seguridad, a algunos jóvenes precoces les parecería insultante el que les asignaran trabajos de tan bajo calibre. Pero Kōtetsu se sabía falto de aquel orgullo ninja que empujaba a la gente a solicitar más de lo que quizás pudiese manejar. Para él cualquier trabajo resultaba ser una oportunidad para aprender sobre la villa, y eso estaba bien para alguien que necesitaba con urgencia aquel conocimiento.

Muchas gracias. Que tenga buen día —dijo, con una leve reverencia que provoco que algunas vergonzosas gotas de sudor se desprendieran de sus sienes.

Decidió retirarse antes de que le llamasen la atención por ensuciar las baldosas del suelo con sus fluidos corporales. Se detuvo un instante en la puerta, un tanto temeroso de volver a enfrentarse a la luz de aquel astro inclemente. Finalmente salió a la calle, lugar donde se atrevió a abrir el pergamino para revisar su contenido. Tuvo que entornar los ojos para poder leer con tanta luz, pero las órdenes y el cometido le resultaban claros.

Bien; dicen que la juventud es verano, que el verano es playa y que la playa es diversión

Se permitió sonreír, sintiéndose optimista sobre lo venidero. Por un instante pensó en sentarse a esperar que pasara un coche que le llevase a la playa, pero con semejante calor terminaría derritiéndose sobre aquellos bancos de piedra caliente. Aguardo de pie por unos minutos, hasta que se dio cuenta de que con aquellas temperaturas nadie correría el riesgo de matar a sus caballos poniéndolos a dar vueltas por la villa.

Se ajusto el calzado, se limpio el sudor de la frente, se coloco su bandana, para demostrar que estaba en servicio, y se encamino hacia la playa. Sabía que llegaría empapado en sudor y un tanto cansado, pero eso no hizo mella en su determinación. Claro, lo que no sabía era en qué condiciones estaría la playa para cuando llegase, o lo que se encontraría en ella en cuanto pusiera un pie allí.

Ya sabré que me depara la suerte en cuanto llegue al sitio” —Y se mantuvo repitiendo aquello hasta que hubo llegado a su destino.
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#4
Muchas gracias. Que tenga buen día

No se preocupe joven, mucha suerte y tenga cuidado con el sol, hoy pega muy fuerte, le recomiendo utilizar algo de crema solar para evitar quemaduras. — Musitó con voz alegre mientras volvía a sus quehaceres. — Que tenga un gran día.

Sus ojos volvieron a posarse en el papel que tenía en frente mientras tarareaba en voz baja una pequeña canción típica de su villa que todo el mundo solía conocer, seguramente a Kotetsu incluso se le hizo familiar.

Cuando el joven de cabellos claros hubo llegado a su destino, lo que pudo vislumbrar fue una playa de arenas claras característica de Uzushiogakure, sin embargo, esta estaba repleta de latas de bebidas azucaradas, bolsas de plástico, alguna que otra sandalia y porquería variada, dando un aspecto horrible a lo que era seguramente una playa fantástica, faltaba decir, claro, que en la playa no había nadie.

A pocos metros de la posición de Kotetsu se podía vislumbrar una pequeña casa hecha puramente de madera clara, de una habitación, máximo incluso dos.

Si el genin decidía acercarse, allí leería Kageru justamente al lado de la puerta.


Voy a cambiar el nombre de la misión a uno más apropiado y a mover el tema a las Costas del Remolino, así estará mejor.
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#5
Luego de una extenuante, pero no desmoralizante, caminata, se encontró a si mismo frente a la gran playa de Uzushiogakure, tarareando una canción que insistía en repetirse una y otra vez en su cabeza.

Esto no es lo que esperaba…”, pensó mientras observaba sus alrededores.

Por algún extraño malentendido cultural, el joven pueblerino esperaba ver un mar brillante y arenas claras, hermosas mujeres tomando el sol y hombres compartiendo bebidas heladas. Inclusive esperaba ver a niños correteando de un lado a otro, jugando con pelotas y construyendo castillos de arena… Pero no, la playa estaba desolada. El único rastro de que allí hubo otras personas eran las demenciales cantidades de desperdicios diseminados por todos lados. Inclusive esperaba poder respirar la brisa salina, pero el viento no soplaba, y el único olor era el de la variedad de desechos en descomposición.

Se quedo unos minutos caminando por el borde asfaltado, tarareando tranquilamente, sin llegar a pisar la arena, como digiriendo la magnitud de la tarea que tenía por delante. De pronto, su vista dio con una pequeña edificación de madera que parecía estar operativa. Decidió acercarse para ver si podría encontrar allí al peticionario de la misión.

Así que... Kageru”, leyó aquellas palabras que yacían grabadas a un lado de la puerta.

¡Buenos días, ¿se encuentra el señor Akamane Kageru?! —grito frente a la casa, pues temió que si golpeaba la puerta la estructura entera se viniese abajo.
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#6
Una voz como lejana, procedente del mismísimo desierto pareció llamarle y sacarle de su pequeño letargo. El anciano cano se levantó del roído sofá donde se encontraba dormitando y recordó que estaba en la casa de la playa donde custodiaba las arenas que le tocaba y no en un paraíso rodeado de mujeres y viviendo su jubilación como Kami-sama mandaba.

El hombre tenía el cabello corto y cano, numerosas arrugas se arremolinaban por su cara sin su consentimiento mientras que sus ojos, grises; permanecían casi cerrados por los años que acarreaba encima. Vestía una camisa de manga corta sencilla y unos pantalones cortos azules.

Tosió y se levantó tomando un pequeño bastón para sujetar su viejo y cansado cuerpo, ya curvado por los años de dedicación que le había donado a aquel lugar, luego se arrimó a la puerta y la abrió un poco para que los rayos del sol no se colasen por entre la madera y lo matasen de un golpe de calor.

¿Sí? Soy yo. — Tosió el anciano. — ¿Qué pasa? ¿Qué quieres? — Preguntó mientras dejaba un espacio lo suficientemente grande para que Kotetsu pasase. —No te quedes ahí que te va a dar algo, pasa, pasa.
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#7
Una figura anciana y encorvada le recibió, tosiendo mientras aseguraba ser la persona por la cual había clamado. Sintió la necesidad de presentarse y explicarse allí mismo, pero el anciano le invito a pasar para que se protegiera de los inclementes rayos solares.

Con permiso —dijo el muchacho, adentrándose en las sombras.

Observo a quien le había recibido, y no puedo evitar notar que hasta hace poco estuvo durmiendo. Aquello le parecía increíble; alguien dormitando con semejantes calores en un sitio tan cerrado como ese. Aquel señor se veía cansado y con pocas ganas de atender cualquier asunto que amenazase con restarle aun mas fuerzas, por lo que decidió ir al punto y cumplir con su deber.

Buenos, días. Mi nombre es… Kōtetsu. —Estuvo a punto de pronunciar su apellido, pero, dada la fama de su familia entre la población mayor, prefirió guardárselo—. Soy el ninja a quien se le ha encargado el atender su petición.

Hizo una leve reverencia y saco del bolsillo de su pantalón cortó el pergamino que le habían entregado. Se lo ofreció al peticionario con un poco de vergüenza, pues al estar tan cerca de su piel durante todo el camino el documento se había humedecido.
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#8
El anciano le regaló una ojeada de arriba a abajo, y una sonrisa cansada se dibujó en sus labios.

Vaya, joven Kōtetsu, es un placer. — Dijo el anciano mientras volvía a tomar asiento. — Es una gran noticia saber que alguien ha venido tan pronto después de que este pobre anciano haya enviado la solicitud esta misma mañana. — Suspiró mientras hacía un gesto para que volviese a guardar el pergamino, fiándose del genin. — La eficacia brilla en Uzushiogakure.

Asintió varias veces mientras se cruzaba de brazos, luego volvió a toser varias veces, jadeo otra y tomó aire.

No te preocupes, el trabajo no va a ser muy duro, solo recoger la basura que últimamente se ha ido acumulando en nuestra preciada playa. — Explicó. — En mi juventud era yo quien se encargaba de mantenerla, pero desde que este hombre solo es un viejo pellejo ni si quiera puede salir a recoger una triste lata, ¡incluso me ignoran cuando les regaño! Vaya.

Pero antes de que el señor cano siguiese hablando y probablemente quedarse sin voz, una dulce voz apareció de espaldas al joven de cabellos blancos. Si Kōtetsu se giraba, podría ver a una joven de su edad seguramente, de cabellos largos y rizados, color rojo intenso, y unos ojos tan claros que parecían grises; ataviada por un bikini del mismo color que su cabellera y una fina chaqueta de color blanco. Lo más característico, a parte de su destacable delantera, era la belleza natural que tenía, haciendo que cualquier movimiento o frase fuese un regalo de los dioses.

Abuelo... ¡Oh! Perdón, no sabía que tenías visita. — Murmuró mientras enrojecía.

Pasa, Kaede, pasa, me vienes de perlas.

¿Qué ocurre? — Preguntó ella pasando directamente a la casucha. — Estaba en la otra playa, pero venía para saber cómo te encontrabas.

Tu anciano abuelo está bien jovencita, pero quiero que guíes al joven genin aquí presente por la playa y le digas lo que tiene que hacer con la limpieza, lo hablamos el otro día.

Oh, claro. — Asintió la joven de forma enérgica. — Ven conmigo, esto...

Esperó para conocer el nombre del desconocido y comenzar con la explicación.
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#9
Luego de la breve presentación, el anciano le miro con detenimiento. Una sonrisa se dibujo en su rostro mientras buscaba donde sentarse para descansar su fatigado cuerpo. Puede que fuera por la perspectiva de recibir ayuda, pero Akamane se estaba comportando de forma bastante amable, alabando la eficiencia del sistema de misiones al responder a su reciente llamado.

Parece ser un encargo bastante sencillo”, concluyo el Hakagurē, luego de escuchar que era lo que tendría que hacer en aquel sitio.

El señor estaba a punto de caer en una evocación de su juventud y Kōtetsu estaba a punto de quedarse escuchando, pero una melodiosa voz les interrumpió. Ambos se giraron para ver quién era la recién llegada. Grande fue la sorpresa del peliblanco al ver que se trataba de una muchacha pelirroja, ataviada con un traje de baño bastante moderno y poseedora de un aspecto agraciado capaz de dejar con la boca abierta a más de uno.

Formidable… Es como si el verano de Uzushio hubiese tomado la mejor forma humana”, pensó, impresionado por la belleza de aquella desconocida.

La jovencita volvió a hablar, y revelo que se trataba de la nieta de Akamane. El anciano la invito a pasar y ella le explico que estaba en una playa cercana, pero que se había acercado para saber cómo se encontraba, un acto noble considerando lo peligroso que podía ser aquel calor para alguien entrado en años. Le fue dada la buena noticia de que su abuelo se encontraba bien, y por las mismas se le pidió que hiciese de guía en la labor que el joven genin tenía por delante.

Oh, claro. — Asintió la joven de forma enérgica. — Ven conmigo, esto...

Mi nombre es Kōtetsu, y estaré bajo tu guía durante mi misión —respondió con serenidad y una leve sonrisa, tratando de no mirar durante demasiado tiempo a la jovencita—. Es un placer, Kaede-san.
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#10
El placer es mío, Kōtetsu-san. — Hizo una leve reverencia. — Este trabajo es fácil, yo misma lo hacía cuando no había tanta, pero desde que la gente comenzó a destrozar nuestras playas es un trabajo que sola no puedo hacer, lamentablemente.

Mientras explicaba, la joven se dirigía hacia uno de los muebles que tenía el anciano en aquella casita. Abrió un armario y sacó un paquete de bolsas de basura de color azul oscuro y una pica para recoger la basura sin tener que tocar directamente el desecho.

Este será tu equipamiento. — Explicó mientras le tendía las bolsas y la pica. — Toma también unos guantes, por si acaso con esto—señaló la pica—. No puedes recogerlo.

Tomó unos guantes de color grises y se los acercó al de cabellos blancos. Luego se fue directa hacia la puerta y de un simple movimiento de cabeza se despidió de su anciano abuelo para dirigirse a la playa que el shinobi tenía que limpiar.

Esta será tu zona, hay una línea que yo misma he dibujado a unos metros más allá. — Explicó mientras señalaba hacia el este. — Allí estaré yo recogiendo y refrescándome un poco para no morir abrasada, tu deberías hacer lo mismo. — Guiñó su ojo derecho mientras se alejaba. — ¡Buena suerte!
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#11
La muchacha realizo una educada reverencia y procedió a contarle al peliblanco el porqué de aquella misión. Le aseguro que aquel trabajo fue, en otro tiempo pasado, mucho más sencillo, lo suficiente como para que ella pudiera encargarse por cuenta propia. Sin embargo, ahora, y en plena ola de calor, resultaba un trabajo demasiado duro como para que una sola persona pudiese cumplirlo.

Ya veo, claro, es imposible que una señorita y un adulto mayor puedan con semejante tarea”.

Mientras se explicaba, Kaede iba buscando los implementos que ambos necesitarían para limpiar la playa. A Kōtetsu no le extraño que le dieran una bolsa para guardar y unos guantes de protección, pero le llamo la atención aquel curioso instrumento compuesto por una vara de madera con una punta delgada y afilada.

Jamás había usado uno de estos —admitió, mientras observaba el artilugio con infantil curiosidad—. Parece una especie de arpón, solo que es mucho más pequeño. ¿Servirá para cazar cangrejos o pequeñas presas en la orilla?

Mientras seguía con aquella duda, la muchacha se encamino hacia la puerta, y con un simple gesto se despidió de su abuelo. El propio Hakagurē necesito de unos segundos para volver a la tierra y marchar tras Kaede, pues esta logro embelesarle con aquel inocente movimiento, un movimiento donde su cabello oscilo con elegancia y su rostro se expreso con dulzura.

Necesito mantenerme concentrado en el trabajo —pensó mientras caminaba detrás de Kaede—, pero con esta chica por aquí eso será un poco difícil”.

Incluso, el solo hecho de caminar tras de ella le provocaba cierta satisfacción y un embriagante divagar de la mente. Era como quedarse viendo el suave y armónico ir y venir del oleaje en la cadencia de sus pasos.

Esta será tu zona, hay una línea que yo misma he dibujado a unos metros más allá.

¡Claro, claro, por supuesto! —respondió con torpeza, volviendo de golpe a la realidad de su tarea.

Le fue explicado cual era la sección de playa cuyas arenas debía de asear, y también le fue recomendado que se refrescara para no sufrir de lleno las inclemencia del clima veraniego, aquel calor abrazador y agresivo. Para finalizar, la jovencita se despidió con una linda voz de complicidad y con un guiño de sus bonitos ojos que, pese a no notarse en su rostro impasible, consiguió que las mejillas de Kōtetsu se sintieran un poco más cálidas.

Entendido… —respondió mientras la veía marchar, suponiendo que ya no habría nada que le distrajera de su cometido.

Sin espera mucho mas, comenzó a recoger cuanta basura había alrededor suyo.
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#12
El genin se quedaría con las ganas de saber para qué se utilizaba aquel artilugio que, como bien le habían dicho; servía para recoger la basura de las arenas que formaban una gran parte de su villa. Kaede se despidió y se marchó a recoger y limpiar su parte de la playa mientras Kotetsu se disponía a empezar a limpiar la suya.

Cuando comenzó seguramente se daría cuenta de lo que las palabras tanto de Kaede como del anciano habían significado: aquella playa era un completo desastre.

Numerosas colillas de tabaco estaban tiradas a lo largo de la playa, bolsas de plástico del Mercakunoichi, botellas de agua vacía, latas de refresco a medio terminar o incluso vacías, otras tantas llenas de colillas...

La orilla, por su parte, tenía bolsas de basura navegando por ella sin saber si estancarse en la arena o seguir con el apacible baño que se estaban dando, incluso, para la desgracia de Kotetsu, había en aquel agua casi cristalina objetos de uso femenino que mejor no deberíamos mencionar.

En resumidas cuentas: Kotetsu tenía que hacer un milagro para que esa playa fuese lo que era de verdad y no un vertedero de arena.
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#13
Como se suele decir en el ámbito de los guerreros: No se sabe que tan grande y fuerte es un oponente hasta que uno se encuentra justo frente a él. Justo aquello sucedía con el joven de ojos grises, que de lejos juzgo el problema como algo simplemente grande; fue un juicio que se quedo corto por un amplio margen: La playa se encontraba atestada de basura de todo tipo, como si un huracán hubiese volcado, justo en la costa, un barco lleno de desperdicios.

Puede que no sea un combate, pero de todas formas será un formidable desafío para superar”, pensó mientras su vista se perdía en las sucias y calcinadas arenas.

Se coloco los guantes y comenzó limpiando el área alrededor de donde se encontraba de pie, agachándose y levantando con la mano todo aquello que encontraba, y arrojándolo a la gran bolsa que le habían dado. Después de un caluroso rato, comenzó a sentir molestias en la espalda debido a aquel repetitivo movimiento de inclinarse y sujetar. Decidió probar con aquella vara puntiaguda que aseguraban hacia el trabajo más fácil. Le tomo algunos minutos de observaciones, ensayo y error, pero, finalmente, se dio cuenta de que podía utilizar aquella punta metálica para ensartar objetos y recogerlos sin tener que agacharse.

Que practico”, se dijo a sí mismo al sentir como se facilitaba un poco su tarea.

De a poco comenzó a rodearle un círculo de arenas blancas y limpias, como originalmente debían ser. Su trabajo comenzaba a dar frutos y resultados, además de las abundantes emanaciones de sudor de su cuerpo y el curioso olor a piel caliente que le estaba envolviendo.
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#14
Kotetsu comenzaba poco a poco a hacerse con la playa que ya volvía a recobrar aquel color claro que la caracterizaba después de que el joven genin recogía cada colilla, cada trozo de basura de entre sus arenas.

Y cuando por fin se había habituado a utilizar el utensilio que le habían otorgado, fue cuando de repente apareció algo que no dudó en atacarle cuando intentó pincharle para recogerlo, seguramente porque lo había confundido con una bolsa rojiza o una lata de algún refresco.

Era ni más ni menos que un cangrejo que ahora se encontraba moviendo sus pinzas en señal de odio hacia el chico de cabellos claros, claramente enojado por haber sido atacado, dispuesto a atacar en cuanto Kotetsu volviera a acercarse.
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#15
Su duro trabajo estaba rindiendo frutos, o arenas blancas en su caso. El terreno a su alrededor comenzaba a verse mucho más limpio y decente con cada gota de sudor que caía por sus sienes. No pudo evitar que en su rostro se dibujara una suave sonrisa al ver lo bien que estaba avanzando el trabajo, mas por momentos sentía la necesidad de arrugar la nariz, pues la gran bolsa negra que iba arrastrando comenzaba a emanar un vapor cálido y hediondo.

La gente debería ser más respetuosa con la naturaleza”, pensó mientras alzaba la nariz para captar un poco de la reconfortante brisa marina.

Se tomo unos segundos de paz y continuo con su trabajo, pinchando con su arpón cuanta basura se encontrase en el camino. Ahora su ritmo era mucho mejor, pues ya se encontraba habituado a aquel instrumento de recolección. Sin embargo, en el momento en que iba a recoger una gran bolsa roja, tuvo que detenerse. La pincho y se dio cuenta que era extrañamente dura, por lo que hizo un segundo esfuerzo y la pincho con más fuerza, pero era resistente como una piedra y no se dejaba penetrar.

A ver. Qué raro… —Se agacho para recogerla con la mano.

De pronto la bolsa se agito y comenzó a moverse, perdiendo su cualidad de objeto inanimado. A su alrededor, de la arena se levantaron varias patas huesudas, largas y puntiagudas. Resulto ser un caparazón con dos enormes apéndices que parecían fauces capaces de cortarle un dedo, una criatura de movimientos y apariencia extrañas.

¡Un cangrejo! —exclamo, sorprendido por tal hallazgo en tan sucio lugar—. Pero es enorme, comparado con uno de rio… Y mucho más agresivo también.

El joven de cabellos blancos tuvo que retroceder, para que su mano no quedase atrapada en aquellas intimidantes pinzas rojas. Lo toco con la punta de su pincho un par de veces, preguntándose si aquella enorme especie se podría comer. Al cangrejo no le gusto aquello, quizás fue por eso que de un momento a otro capturo la pica del muchacho, aprisionándola ferozmente y alzando su otra pinza por si intentaba atacarle por otro flanco.

¡Oye, que lo vas a romper! —dijo el joven, al notar la gran fuerza de la criatura—. Vamos, devuélvemelo que lo necesito, pequeño rufián.
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