Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Saori asintió ante las indicaciones de Himeko, que le aseguraba que el funcionamiento era el mismo, por lo que, pasando antes por el taburete en el que estaba la jarra de agua para refrescarse un poco, se puso manos a la obra,
Oteó un poco el lugar para ubicar el cesto en el que depositar las berenjenas, uno algo más alto que el de las calabazas, lo cual, viendo que había mas del doble de las primeras, era lógico.
El joven se colocó el sombrero de paja, ajustándoselo y colocándolo en la posición más cómoda para él, se acuclilló y comenzó con su nueva tarea: recolección de berenjenas.
Puso de nuevo las tijeras a la altura que él pensaba era la apropiada, a apenas un centímetro o dos de la hortaliza en sí y apretó para cortarlo y separar así la primera de ellas, intentando no chafar la berenjena ni dejar que cayera al suelo con todo su peso. Una vez lo consiguiera, repetiría lo mismo con otras dos berenjenas más, para aprovechar cada viaje al cesto con la mayor cantidad de ellas posibles y así optimizar el trabajo.
Tras hidratarse lo suficiente para continuar con su misión de terminar la recolección de hortalizas, Saori procedió a su siguiente cometido: las berenjenas. Sus ahora nuevas mejores amigas, las tijeras; para cortar la primera.
Dificultad: 10.
Se suma +1 a la tirada de Saori porque tiene Fuerza 15.
Roll 1d20+1: 15. ¡Supera!
Saori cortó la berenjena tal y como había planeado, yendo a por la segunda y, tras ello, unas más para llenar sus manos y llevar la mayor cantidad posible al cesto para ahorrar viajes innecesarios. Desde su posición, Himeko sonreía orgullosa.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Y sí, consiguió que las berenjenas se separaran de su lugar, cortando tres o cuatro cada vez antes de llevarlas todas de una al cesto que, poco a poco, se iba llenando, animando al Sarutobi cada vez que se acercaba a soltar lo recolectado.
—¡Creo que le estoy cogiendo el tranquillo, ¿eh?! — Dijo el joven, con una sonrisa de oreja a oreja al ver que su trabajo estaba siendo productivo, al menos, para él. —¿Qué te parece, Himeko, tengo madera para esto o no? — Bromeó.
Mientras hablaba no paraba de trabajar, acuclillado frente a su única razón para vivir en aquel momento, las berenjenas, separando una tras otra del tallo con las tijeras y depositándolas en el cesto, de una manera casi mecánica.
Himeko negó con la cabeza con una sonrisa cansada ante las insinuaciones de Saori sobre ser bueno en aquel trabajo. Veía su técnica, y comprobó que, pese a hacer lo mismo que con las calabazas, con las berenjenas no había tenido ningún problema. ¿Acaso le faltaba algo de fuerza? Ella no tenía mucha, pero se las apañaba.
—Con un poco de esfuerzo, niño, todo es posible.
Y la mujer terminó de coger la última naranja del árbol, acercándose a Saori para tendérsela.
—¿Te apetece algo de comer? —preguntó, tomando asiento en el propio suelo y sacando otra de su bolsillo derecho—. Al final, esa bruja tenía razón.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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Saori asintio ante la frase de Himeko, que no podía tener más razón, todo se conseguía con esfuerzo, o al menos, eso era lo que todo el mundo pensaba en el mundo shinobi, si no, ¿para qué iban a entrenar todos los días?
El joven siguió con su trabajo, tomándoselo cada vez más en serio, dejando de lado la pereza que le había dado realizar aquella misión cuando le entregaron el pergamino, dándose cuenta de que había tenido una reacción infantil y que toda misión se merecía poner todo su empeño para completarla.
—¿Te apetece algo de comer? — El Sarutobi alzó la mirada para detenerse en los ojos de la anciana, y pasar después a la naranja que ésta le ofrecía, tomándola rápidamente, dispuesto a pelarla para comerla. —. Al final, esa bruja tenía razón.
Saori miró nuevamente a Himeko, mientras trataba de pelar su naranja, sentándose en el suelo, imitando a la mujer.
—¿A quién te refieres con ''esa bruja''? ¿A tu hija? — Se atrevió a preguntar el joven, intuyendo a lo que se refería la anciana, viendo que era cierto que le empezaba a costar realizar aquel tipo de tarea.
—Sí, mi hija decidió que cuando mi marido enfermó yo no debía quedarme aquí sola encargándome de todo —explicó, refunfuñando. Luego sus ojos se tornaron un poco más oscuros de lo normal—. Si esa enfermedad no hubiera atacado a mi pobre marido...
Suspiró.
—Pero es cierto que estoy mayor y que necesito algo de ayuda. Así que gracias, chico, realmente es bueno saber que contamos con ninjas como tú en esta aldea.
Le dio un par de golpecitos en la cabeza y luego, en silencio, continuó con su naranja, pelándola y comiéndola tranquilamente, sin ninguna prisa.
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El joven escuchó a Himeko con toda su atención, dejando la naranja en un segundo plano, y, cuando la mujer terminó, podría notar como la cara del Sarutobi se había ensombrecido. Podía entender a la hija de Himeko, pero también sabía que la mujer no se había tomado la decisión de su hija de buenas maneras.
—No hay nada que agradecer, es parte de nuestro trabajo. — Diría Saori, llevándose la mano al pecho. —No dudes en buscar nuestra ayuda, de verdad.
El genin, entonces terminó de pelar su naranja y se puso a quitar los hilillos blancos que habían quedado pegados a los gajos, que no le gustaban nada.
— Oye Himeko... — No tenía muy claro cómo empezar lo que quería decir. —Si no es indiscrección... ¿Cuál era la enfermedad que tenía tu marido?
Himeko sonrió a las palabras de Saori. Era demasiado orgullosa, pero también demasiado mayor como para seguir enfadándose por cosas así. Terminó de pelar su naranja a la par que el joven genin y se la comió tranquilamente, pero ella no le quitó nada a su fruta.
—A la próxima vez, ya sabré a quien llamar —afirmó la mujer, llevándose un pedazo de naranja a la boca.
El tema de conversación giró hasta toparse con uno un poco delicado para Himeko, quien suspiró con cierta pena, cerrando los ojos y dejando caer su rostro.
—Hace unos tres años, mi marido comenzó a tener ciertos problemas... Con la memoria —volvió a suspirar—. Ahora ya solo... Se acuerda de ciertas cosas como su casa, esta tienda y... ya.
Se llevó una mano a sus ojos, incapaz de contener un par de lágrimas rebeldes.
—Disfruta de tu juventud, joven Saori, porque cuando llegues a mi edad será más difícil hacerlo.
No fue un reproche, sino todo lo contrario. Himeko le dio una suave palmada en la cabeza y se reincorporó de nuevo, sujetándose la espalda.
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El Sarutobi escuchó con total atención toda la historia de la mujer, y no le hicieron falta más palabras para comprender la enfermedad a la que Himeko se refería y, sin duda, aquella era una gran putada, tanto para el que la sufre, como para la familia, pero, rápidamente, la agricultora trató de quitarle hierro al asunto, no sin antes limpiarse un par de lágrimas, tratando de darle un pequeño consejo a Saori.
Éste asintió enérgico, sabiendo que la mujer tenía razón y no podía perder el tiempo, la vida estaba para vivirla, y no para estancarse en cosas que no tienen tanta importancia.
Pero justo, en aquel instante, en el que ambos iban a reanudar sus labores, el joven cayó en la cuenta de algo.
—Oye, Himeko, tu marido... ¿No se llamará Hiroshi, por alguna casualidad? — Preguntó recordando al anciano que se había encontrado a la entrada de la tienda, que actuaba con cierta peculiaridad que, sabiendo la dolencia del marido de Himeko, podía cuadrarle.
—Oye, Himeko, tu marido... ¿No se llamará Hiroshi, por alguna casualidad?
Himeko se giró a mirar a Saori a los ojos, sus orbes, cansados, se entrecerraron por culpa de una pequeña sonrisa que intensificó las arrugas arremolinadas cerca de aquel lugar. Una sonrisa triste, agotada, pero una sonrisa al fin y al cabo. Podría significar que, aunque las cosas se pusieran difíciles, siempre había un camino hacia delante, o simplemente quería ser cortés.
Aquello se lo dejó a Saori, a quien no contestó su pregunta, solo le acarició la cabeza por encima de su sobrero antes de irse a continuar con su cosecha.
—Termina con los pimientos y podrás irte.
No quedaban muy lejos, solo a unos cuantos metros. Tendría que repetir lo mismo que había hecho con las berenjenas, con suerte.
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La respuesta de Himeko no fue verbal, pero fue suficiente para que el genin entendiera lo que quería decir, se dejó acariciar la cabeza, algo encogido y entonces, asintió ante las palabras de la mujer, que le pedía únicamente terminar su trabajo recolectando los pimientos y, tras esto, podría dar por finalizada su primera misión, lo cual, sin duda, le aumentó la moral.
Saori buscó su próximo objetivo con los ojos y, cuando los encontrara se acercaría, primero, al taburete donde se encontraba la jarra de agua, dando un buen trago para hidratarse y, después, con las tijeras en la mano, se dispondría a realizar la misión que afrontaba, los pimientos.
Repetiría el procedimiento que había seguido con las berenjenas, esperando que fuera algo más o menos parecido, ya que no eran muy diferentes visualmente, por lo que acercó las tijeras al tallo y trató de separar el primero de los pimientos.
—¿Meto los pimientos en el mismo cesto que las berenjenas? — Se le ocurriría preguntar en un momento al joven, al no haber recibido instrucciones al respecto.
—Espera, Saori —pidió la mujer al escuchar la pregunta del genin, quien, con rapidez, dejó lo que estaba haciendo y fue a por una de las cestas que reposaban apiladas en uno de los rincones de la huerta.
Lo tomó como si no llevara nada y lo dejó al lado del chico para que le resultara más sencillo meter las verduras.
—Mételos ahí, luego ya nos encargaremos de llevar todo.
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El joven obedeció, sin dudar, ante la petición de la mujer, y observó cómo se acercaba a las cestas que se encontraban en un rincón, y se la acercó a Saori para facilitarle el trabajo, lo cual era de agradecer, ya que empezaba a encontrarse cansado y los brazos comenzaban a dolerle después de todo el movimiento que les había dado aquel día.
—Mételos ahí, luego ya nos encargaremos de llevar todo.
Saori asintió, aunque no tenía del todo claro cómo iban a mover los cestos llenos, sobre todo el de las calabazas, teniendo en cuenta que él no había sido capaz de mover ni una sola por sí mismo, pero aquel era un problema del Saori del futuro, por lo que, de momento, se centraría en su tarea actual.
—¿Cada cuanto tiempo tienes que hacer la recolección? — Preguntó, interesándose por el funcionamiento de la huerta de Himeko. —¿Y siempre tienes plantadas estas verduras y hortalizas o haces una rotación?
Mientras charlaba, seguía con su labor cosechando los pimientos, pero, sin duda, se encontraba mucho más cómodo que al principio, lo que facilitaba que se le soltara la lengua y saliera a flote su curiosidad.
Saori dedicó su atención a los pimientos tal y como lo había hecho con las anteriores cosechas. Sin embargo, mientras lo hacía, le preguntó un par de cosas a Himeko.
Dificultad: 10.
Se suma +1 a la tirada de Saori porque tiene Fuerza 15.
Roll 1d20+1: 19. ¡Supera!
Tal y como si hubiera nacido para aquello, Saori se dedicaba a coger pimientos sin problema, dejándolos en su cesta y volviendo a su labor sin cansancio alguno. Himeko lo miraba con una sonrisa.
—Cada nueva estación plantamos nuevas semillas, algunas tardan más y otras menos, pero depende siempre del tiempo —explicó, señalando sus cultivos casi recolectados—. Solemos especializarnos en un par cada estación para proveer siempre con lo mismo y no perder clientes, así que se puede decir que esto es nuestra especialidad.
Señaló las diversas cestas que ya se hallaban recogidas y las que Saori había llenado. Sin duda, a pesar de que no había una amplia gama de hortalizas, sí que había sido una cosecha abundante de las que ellos habían recogido.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Y, de repente, quizá porque había cogido algo de práctica con sus labores anteriores, la recolecta de los pimientos se le hizo mucho más fácil, era como si llevara toda la vida haciendo aquello, lo cual, en el fondo, le hizo sentir orgulloso y, aunque intentó no mostrarlo, le fue imposible que no se le escapara una sonrisilla mientras llevaba las verduras a la cesta.
—Cada nueva estación plantamos nuevas semillas, algunas tardan más y otras menos, pero depende siempre del tiempo. Solemos especializarnos en un par cada estación para proveer siempre con lo mismo y no perder clientes, así que se puede decir que esto es nuestra especialidad.
El joven escuchó a Himeko sin perder el ritmo de trabajo pue, a pesar de que finalmente sle estaba resultando entretenido, quería terminar pronto.
—¿Y qué tipo de clientela tenéis? — Y salió a la luz su lado empresario, sí, uno muy poco desarrollado pero que, al fin y al cabo, estaba ahí. —¿Os centráis más en venta para tiendas, restaurantes y eso, o es más para personas individuales?