Antes de contar la historia que se avenía con la interrogante de Riko, Shida le pidió al muchacho que le siguiera el paso. Lo primero que hizo fue acercarse hasta la puerta de entrada, girar la llave en el picaporte, y cerrar con seguro. Luego volteó el cartel de abierto, para aclarar que cerraban por el resto del día.

Habiéndose asegurado de que nadie les perturbaría, regresó hasta los pasillos aledaños y cruzó la recepción hasta aventurarse a una habitación acogedora que parecía ser más una especie de oficina personal. El interior constaba de un escritorio, varios archiveros cargados de polvo y papeles que pertenecían asumiblemente a sus registros contables, títulos de propiedad y menesteres similares.

Shida se acercó a la cafetera y comenzó a preparar dos té.

—Una bitácora del pasado. Cientos y cientos de páginas con locaciones arcaicas en donde Yama-Uba ocultó las armas que profanó de la tumba de grandes guerreros. Fue colgada por ello, allá en la época del inicio, antes de que se erigieran las primeras cinco Aldeas. Era una leyenda, hasta ahora.

El viejo le pidió que le siguiera antes de comenzar a explicarle nada a Riko, por lo que el muchacho obedeció, siguiéndole hasta la puerta, donde echaría la llave y pondría el cartel de cerrado para que nadie les molestase mientras trataban de convertir al Kaguya en un buen provecho para las subastas.

Después se internaron en la tienda y entraron en una pequeña habitación que Riko supuso que sería la oficina de la tienda, donde se hacía todo el papeleo y demás trámites y Shida se acercó a una cafetera y empezó a preparar un par de bebidas.

—Una bitácora del pasado. Cientos y cientos de páginas con locaciones arcaicas en donde Yama-Uba ocultó las armas que profanó de la tumba de grandes guerreros. Fue colgada por ello, allá en la época del inicio, antes de que se erigieran las primeras cinco Aldeas. Era una leyenda, hasta ahora.

Riko abrió los ojos de par en par, si aquello era cierto, aquello tendría un valor incalculable, el que se hiciera con él podría conseguir un montón de antigüedades de un valor similar o incluso superior, por lo que, sin duda, aquella subasta estaría repleta de gente con la intención de hacerse con aquella bitácora.

El pelinegro tragó saliva.

—Y me imagino que el valor que puede alcanzar en la subasta es bastante alto, ¿cierto? — Preguntó rápidamente. —Bien, ahora que ya sé cuál es nuestro objetivo en la subasta, empecemos con las clases. — El joven estaba dispuesto a ayudar a Shida a conseguir aquel objeto, por lo que haría todo lo posible.

Nunca había estado en una subasta, ni si quiera había visto como funcionaba, por lo que lo primordial era empezar por ahí, así que lo preguntó directamente.

—¿Cuál es el funcionamiento de la subasta?

—Y me imagino que el valor que puede alcanzar en la subasta es bastante alto, ¿cierto?

—Su valor final dependerá de muchos factores, pero sí, estimo que la primera oferta será bastante alta —se dio vuelta y alcanzó hasta la mesa las dos tazas, una para él y otra para Riko. Luego tomó asiento—. lo primero que tenemos que hacer es tantear el terreno. Ver quiénes acudieron, ya que no siempre somos los mismos, y codearse un poco con ellos. Hacerles saber que estás ahí y que vas en serio. Claro que mientras te sacas un poco el rabo, con todo el perdón de la palabra, has de tener el oído bien fino para ver qué se le escapa a los otros. Aunque por lo general se es bastante cauto en esta etapa inicial donde compartes un par de copas y poco más.

»Lo interesante viene después. Por lo general, toda subasta tiene una programación que se respeta a rajatabla durante la noche. No la conoces hasta que empieza el evento. Se presentan varios objetos y dejan para último lo más importante, en éste caso, el Grimorio. ¿Hasta ahí, me sigues? —se aclaró la garganta y bebió un sorbo de su té.

El viejo confirmó sus sospechas acerca del precio que aquel objeto en concreto podría llegar a alcanzar en la subasta, siendo éste tan valioso, imaginaban que se llegaría a pagar bastante por él y, por lo que Shida decía, la primera oferta que se hiciera por él sería bastante importante.

El hombre acercó las tazas a la mesa y se sentó junto a Riko, que agarró la suya y la palpó para ver si estaba demasiado caliente para probarla del tirón.

—. lo primero que tenemos que hacer es tantear el terreno. Ver quiénes acudieron, ya que no siempre somos los mismos, y codearse un poco con ellos. Hacerles saber que estás ahí y que vas en serio. Claro que mientras te sacas un poco el rabo, con todo el perdón de la palabra, has de tener el oído bien fino para ver qué se le escapa a los otros. Aunque por lo general se es bastante cauto en esta etapa inicial donde compartes un par de copas y poco más.

»Lo interesante viene después. Por lo general, toda subasta tiene una programación que se respeta a rajatabla durante la noche. No la conoces hasta que empieza el evento. Se presentan varios objetos y dejan para último lo más importante, en éste caso, el Grimorio. ¿Hasta ahí, me sigues?

El pelinegro iba haciendo notas mentales según el viejo hablaba, tratando de recordar todo aquello, que parecía ser un resumen muy básico del funcionamiento de aquellos eventos.

El joven asintió.

—Sí, creo que hasta ahí, bien. — Expresó. —Es decir, que nosotros tenemos que hacernos notar en el momento de compartir copas, charlar y demás, y luego en la subasta propia, lo que nos interesa es esperar hasta que salga el objeto que queremos, ¿no es así?

—En efecto, aunque no podemos ser tan obvios. Pujaremos donde tengamos qué, para guardar las apariencias. Todos lo harán —dijo, como si aquello fuera sumamente obvio—. tendremos grandes contendientes. Gente igual de adinerada aunque con menores pretensiones en el Grimorio de Yama-Uba. Entenderás que no me complace que alguien se lo lleve a su masión sólo para dejarlo dentro de una vidriera a coger polvo por toda la eternidad tal y como lo ha hecho hasta ahora, ¿no te parece?

—En efecto, aunque no podemos ser tan obvios. Pujaremos donde tengamos qué, para guardar las apariencias. Todos lo harán. tendremos grandes contendientes. Gente igual de adinerada aunque con menores pretensiones en el Grimorio de Yama-Uba. Entenderás que no me complace que alguien se lo lleve a su masión sólo para dejarlo dentro de una vidriera a coger polvo por toda la eternidad tal y como lo ha hecho hasta ahora, ¿no te parece?

El Kaguya asintió, era lógico que no fueran a pujar única y exclusivamente por un objeto, pues eso denotaría el valor que éste tenía para ellos y quizá alguien que no estuviera tan interesado en él, empezaría a mostrar más interés en adquirirlo.

—Lo entiendo, Shida-san. — Dijo el chico. —¿Cuáles cree usted que serán nuestros mayores contendientes a la hora de adquirir el Grimorio?

Aquella pregunta era vital, si conocía quiénes eran, en el momento de la charla y las copas, podría recabar la mayor información posible de ellos y saber cuánto sabían y cuánto dejaban de saber sobre el valor real del Grimorio, o al menos, del valor que el propio Shida le atribuía.

Shida arrugó el semblante cuando Riko le preguntó aquello. ¿Que a quiénes debían tomar en cuenta?

Porqué no mejor a quién.

—Hay una que me preocupa por sobre el resto. Se llama Tonemi. Una habilidosa carterista que forjó su fortuna a costa de sus cuatros maridos y que los encantó a todos con sus grandes atributos. Todos ellos muertos en extrañas circunstancias, si me lo preguntas. En fin, que esa mujer no encontró otro hobbie mejor que el de coleccionar arte. Está de más decir que su interés no se quedó en cuadros famosos y menesteres de ese estilo —refunfuñó, rencoroso, y volvió a beber de su té tras un tendido silencio incómodo—. ah, y mi ex-esposa. Aunque es un detalle sin importancia.

Pues ... no. No lo era. ¿De quién había aprendido a moverse en el mundo del coleccionismo?

Evidentemente, de él. Era el creador de ese monstruo; pensaba.

El Kaguya escuchó a su improvisado maestro en el arte de las subastas, sabiendo entonces que, de quien más había que preocuparse era de la tal Tonemi, que había forjado su fortuna a raíz de haberse casado en numerosas ocasiones y que entonces se dedicaba al coleccionismo de arte, y entonces hizo una breve pausa mientras daba un sorbo a su té, algo que el pelinegro imitó, no sin antes soplar un poco.

—. ah, y mi ex-esposa. Aunque es un detalle sin importancia.

Y Riko tuvo que ponerse la mano delante de la boca para evitar escupirle todo el líquido a su cliente en la cara, y con ello vino un ataque de tos irremediable cuando el té se le fue por mal lado.

—¿Cómo que un detalle sin importancia? — Preguntó el joven alarmado. —Eso quiere decir que tienen conocimientos parecidos sobre el mundo de las subastas, ¿cierto? Eso puede ser una desventaja... — Meditó el joven.

Se dio un par de golpecitos en el pecho, para que se le pasaran los restos del ataque de tos.

—¿Cuánto sabe ella acerca del valor del Grimorio?

Kitama Shida infló los cachetes como un crío y se cruzó de brazos.

—Pues, digamos que tanto como yo. O más. No sé, esa mala hierba es bastante astuta y tenía buen oído para todo. Siempre presente en todas mis negociaciones, aprendiendo mientras me chupaba la existencia, la pasta y alguna que otra cosa más rígida en mi juventud. ¡Es una vampira!

—Pues, digamos que tanto como yo. O más. No sé, esa mala hierba es bastante astuta y tenía buen oído para todo. Siempre presente en todas mis negociaciones, aprendiendo mientras me chupaba la existencia, la pasta y alguna que otra cosa más rígida en mi juventud. ¡Es una vampira!

Sin duda aún había rencores entre ellos, o al menos, por parte de Shida, que no dudaba en despotricar de su ex-mujer, pero aquello preocupó en sobremanera al Kaguya, que se había llevado la taza a los labios, sin beber y agarrada con ambas manos, tratando de pensar en cómo abordar aquella situación.

—¿Cree que nos va a complicar demasiado el trabajo de conseguirlo? — Preguntaría refiriéndose al Grimorio. —Tenemos que pensar algo para quitarnos el problema de encima.

—¿Cree que nos va a complicar demasiado el trabajo de conseguirlo?

—Y un huevo. Sí.

—Tenemos que pensar algo para quitarnos el problema de encima.

—Buena esa idea, Riko. ¿Pero ... en dónde la enterramos?

Riko asintió ante la afirmación de que la mujer iba a ser un grano en el culo para su objetivo, el Grimorio de Yama-Uba, pero las palabras de Shida, en un todo de broma, le habían dado una idea, aunque aquello le quitaría tiempo de instrucción.

—¿Sabes dónde se aloja? ¿Si viene acompañada, tiene guardias...? — Empezó el joven, algo inseguro. —Quizá, y sólo si usted quiere, podría hacer que Tonemi no pudiese asistir a la subasta. — Diría encogiéndose de hombros.

No es que tuviera un gran plan, pero si conseguía retenerla en el lugar donde se estuviera hospedando durante la subasta, no podría causarles problemas mayores, y así su misión sería un éxito, que era lo que más le importaba en aquel momento.

El uzujin pudo comprobar como los ojos de Shida, desolados, se llenaban de vida. Una luz perenne se despotricó en su semblante revitalizándolo en el acto. Todo gracias a la idea de Kaguya Riko.

—Oh, Riko-kun. ¿Harías eso por mí?

O quizás no por aquel viejo maltrecho, sino por los billetes que no se iba a ganar si fallaba aquella maldita misión. Fuera una o la otra, Shida-sama estaba encantado con la propuesta del joven genin. Así actúan los ninja, pensó.

Desde el primer momento supo que su idea había calado hondo en el viejo Shida, cuyos ojos se iluminaron con la ilusión de un nuevo método para hacerse con el Grimorio, mucho más sencillo si su ex-mujer no aparecía por la subasta.

—Oh, Riko-kun. ¿Harías eso por mí?

El peliblanco aún estaba algo dubitativo, a fin de cuentas aquello no dejaba de ser una misión de rango D, por lo que tampoco quería complicarse demasiado la vida.

—Tendríamos que planearlo muy bien, asegurarnos de que no tiene seguridad y de que no va a ser un trabajo demasiado complicado, entonces... podríamos intentarlo. — Se limitó a decir, encogiéndose de hombros.

Desde luego que aquello solo iba a ser una vía algo más rápida, pero Riko no iba a jugarse el cuello, al más mínimo indicio de peligro, abortaría y seguiría con el plan básico de la misión, intentar ganar la subasta de forma tradicional.

El viejo sonrió plácidamente.

—Muchacho, harías bien en saber que todo, absolutamente todo; es complicado cuando se trata de una mujer. Y más aún, de esa demonio. Pero despreocúpate, sé dónde vive. No tiene guardias, pero sí un mayordomo. Aparte de eso no creo que sea demasiado... trabajo.