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La muchacha asintió, con brillante determinación en sus ojos. Si Kisame quería ir al grano, eso era justo lo que ella pretendía hacer. Con un gesto le pidió que la siguiera hasta un callejón cercano, lejos de miradas indiscretas y del tránsito de la puerta del hospital.
—Soy Yamanaka Ōmei, aunque intuyo que eso ya lo sabes. He visto cómo trincaste a ese palurdo de Keisuke, así que debes estar al corriente de todo —escupió sin preámbulos—. Te seré clara: sí, he sido yo quien ha estado atormentando a esa vieja bruja, y también quien se ha dedicado a... redistribuir su riqueza. Pero déjame que te diga una cosa antes de que te hagas ideas equivocadas: esa arpía tiene más dinero del que se pueda llegar a gastar en cien vidas.
La kunoichi se cruzó de brazos.
—Comprendo que es tu deber ponerle fin a esto, y yo no te lo voy a impedir, pero quiero que entiendas por qué lo hice antes de tomar una decisión —tomó aire—. Kobayashi Koe es dueña de muchas empresas aquí en Amegakure, y en muchos sectores distintos. Prácticamente tiene un monopolio para ella sola, así que eso le permite hacer lo que le dé la gana con sus empleados. Sube precios cuando hay escasez y los baja cuando la competencia intenta vender, durante el último año les bajó el sueldo a sus trabajadores tres veces, tres, para repartirse más beneficios a final de año con sus inversores. ¿Y las condiciones de trabajo? De lo peor, te lo aseguro. Largas horas, pocas vacaciones...
Parecía que la Yamanaka sabía bien a quién había estado jodiendo. Tenía los deberes hechos.
—Hace cosa de un par de meses se le fastidió un negocio de importación de calabazas en Yachi, así que para compensar pérdidas hizo despidos masivos en la plantilla. Gente currante, que vivía al día, cuyo único sustento provenía de ese trabajo. Y esa vieja hija de puta ni siquiera les miró a la cara antes de ponerles de patitas en la calle —agregó, apretando los dientes. Parecía que aquel tema la había tocado muy de cerca—. Así que sí. Yo la estuve jodiendo con esas "voces", yo le estuve robando. Pero no para mí, ¡no! Para esos trabajadores a los que ha dejado en la estacada.
»Yo vestí esta bandana para hacer justicia.
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4/05/2020, 17:06
(Última modificación: 4/05/2020, 17:07 por Taka Kisame. Editado 1 vez en total.)
Entendía lo que quería decir... Tanto, que no pudo evitar comprenderla a pesar de ser alguien totalmente egoísta. No fue por los sentimientos de la kunoichi, sino porque lo que esa señora hacía estaba mal. Ellos habían sido contratados para acallar las voces, los robos no estaban reportados, así que simplemente se limitaría a hacer su trabajo y dejaría a un lado esa cuestión, como si no supiera nada de nada. Asintió a sus palabras, manteniendo la compostura y decidió exponerle lo que haría.
-No sé de qué robos me hablas, yo de eso no sé nada... He sido contratado para acallar las voces que la atormentan y eso haré... Tú eres la culpable de ellas y Keisuke es tu cómplice y seréis acusados de eso. -Dijo con tono frío, pero guiñándole un ojo esbozando algo que, si se fijaba muy mucho podría llegar a parecer el amago de una sonrisa que se borró en una milésima de segundo -Puedes acompañarme o esperar a que te detengan -Terminó dado la vuelta antes de comenzar a caminar hacia la casa de Kobayashi.
Caminaría hacia la casa de Kobayashi, tanto si la shinobi le seguía, como si no. Tenía que avisar a Karamaru de las novedades e ir al edificio de la Arashikage para reportar esto. Simplemente llamaría a la puerta y cuando el mayordomo y jefe de servicio abriera, le pediría que hiciese salir a Karamaru y a su mapache. Una vez estuvieran fuera, caminaría junto a él hacia el edificio.
-Keisuke es cómplice... Tuve que perseguirle y hacerle parar por las malas. Ahora está en el hospital con un tobillo roto, por otro lado, tengo a la culpable de las voces... Creo que deberíamos reportarlo lo antes posible y luego decírselo a la señora pero... Una vez formalicemos los papeles, no quiero ninguna reacción violenta de esas que suele tener... La culpable es una hermana de clan tuya, Yamanaka Ōmei ¿Qué te parece? -Le propuso mientras caminaban tranquilamente, ocultando deliberadamente lo del robo.
Si aceptaba, simplemente terminarían el trayecto para hacer el reporte pertinente.
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La Yamanaka esbozó una sonrisa triste. Pese a que en un primer momento había atisbado algo de empatía y comprensión en el rostro normalmente poco expresivo de Kisame, toda ella se vio pronto arrastrada por una oleada de frialdad determinante, como una ola que se llevara consigo los restos de algún naufragio varados en una orilla lejana. El genin no tardó en recoger la confesión de su compañera ninja para emitir una sentencia: culpable. Y tampoco demoró en anunciar que informaría de todo aquello.
Ōmei suspiró. Era consciente de sus malos actos y desde el primer momento había temido que llegaran a justo eso: sus compañeros shinobi investigando el asunto. Una treta como aquella jamás habría podido llegar muy lejos, menos todavía en cuanto los ninjas de Ame se metieran por medio, pero es que no había sido la calculada razón la que había movido su mano. Sino un sentimiento profundo de querer hacer justicia, a su modo si era necesario.
—Es tu deber. Lo entiendo —respondió la Yamanaka, cabizbaja. Haberse hecho a la idea de que ese momento llegaría y haber imaginado cómo afrontaría sus consecuencias no le hizo el trámite más fácil—. Si no te importa, esperaré en casa. No sé qué va a pasar conmigo así que preferiría dedicarle este rato a mi familia.
Y con aquellas palabras, sin que Kisame quisiera hacer nada por detenerla, la genin se marchó.
El joven Taka volvió a la mansión Kobayashi un rato después, ya bien entrada la noche —eran casi las doce—. Allí le esperaba la señora, brazos en jarra, junto con su tanuki y Karamaru. El Yamanaka parecía bastante abstraído de la situación, cuando Kisame le informó de sus hallazgos, se limitó a asentir y seguirle la corriente. Kobayashi Koe, por su parte, exigió a viva voz saber cómo andaban las pesquisas.
—¿¡Y bien, ninja!? Debo deducir por el hecho de que esta noche no haya venido ningún espíritu a atormentarme que has solucionado este entuerto, ¿es así?
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Se detuvo unos instantes y se dio la vuelta para mostrarse educado, mordiéndose la lengua ligeramente. Seguramente él hubiera hecho algo similar a la chica, pero su deber era cumplir con lo que la Arashikage decía. Con los robos estaba de acuerdo, pero el hecho de molestarla porque sí no era justo. Se acercó unos metros a ella para no alzar mucho la voz y asintió con suma educación, tratando de ser breve y conciso.
-Así es. Ahora iremos a hacer el reporte pertinente al edificio de la Arashikage, probablemente esta noche o mañana por la mañana tendrá noticias... Felicite a Yamato por su colaboración de nuestra parte... Tiene un jefe de servicio excepcional Kobayashi-sama. -Dijo con educación antes de hacer ademán de irse -Me encargaré de que le hagan llegar un informe con lo ocurrido y si eso no es posible, lo haremos nosotros mismos. Pase una buena noche y gracias por su hospitalidad -Concluyó antes de voltearse para irse.
Ahora, tenía que buscar la manera de echarle el marrón de explicarle lo ocurrido a otro, o simplemente buscar la manera de hacerlo sin molestarla demasiado. Pese a haber cumplido la misión exitosamente, sabía que la mujer podría reaccionar de forma agresiva como era común, solo porque alguien le llevase la contraria... Caminó junto a Karamaru hasta el edificio, donde, sin mas preámbulos, se dirigió a quien estuviera haciendo la guardia en la recepción donde habían recibido el pergamino de parte de aquellos peculiares hermanos y colocó las manos sobre el mostrador.
-Hemos cumplido con éxito la misión en el domicilio de la señora Kobayashi. Tengo las confesiones de la culpable y del cómplice, así como sus nombres. Querría hacer el reporte pertinente y solicitar instrucciones posteriores pues la cliente no ha sido informada de los hechos concretos. Ella estaba convencida de que era una maldición y personalmente no he querido comprobar cual sería su reacción al saber que se trataba de una shinobi de la aldea y uno de sus empleados. -Dijo sin tapujos, había que ser claro si quería hacer las cosas correctamente.
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Kisame y Karamaru —la famosa DobleK de Amegakure, al menos en sus respectivas casas— dejaron allí a la señora Kobayashi, con un palmo de narices y sin aclararle ni una maldita cosa sobre el caso que supuestamente habían resuelto: ni qué era lo que había estado pasando en realidad, ni quién era el responsable, ni cómo lo habían descubierto. La pobre señora —metafóricamente hablando, claro— estaba tan estupefacta a aquellas horas de la noche que ni siquiera fue capaz de rechistar, y tuvo que limitarse a ver cómo los dos genin se alejaban calle arriba, en dirección a la torre más alta de la Villa; el Edificio del Arashikage.
La mítica torre les recibió con la apariencia que podía esperarse a aquellas horas de la noche, ya entrada la madrugada. La mayoría de las luces estaban apagadas y apenas un tenue resplandor delataba que la recepción seguía abierta; aunque no formaba parte del horario oficial, todos los ninjas de la Lluvia sabían que el Fantasma del Edificio del Arashikage pasaba la noche allí...
Kisame, no sin antes hacer acopio de voluntad, entró en el Edificio. Halló a Uchiha Kenshin detrás del mostrador, ojeando distraídamente un periódico con su único ojo medio sano. El veterano apenas levantó su paupérrima vista del diario para recibir el reporte de Kisame; como respuesta, se limitó a inclinar la cabeza hacia un taco de pergaminos en blanco, un tintero y pluma, que podían ser usados para escribir el informe.
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Rellenó el informe con la mayor brevedad posible y tratando de hacer una caligrafía legible y clara. El mensaje fue conciso, revelando así a los culpables de aquel entuerto y evitando el tema de los robos. Su excusa era que habían sido contratados para acallar las voces únicamente, así que simplemente escribió eso haciendo mención especial a su percance en aquel callejón del Distrito Comercial.
A pesar de que el buen hacer siempre estuviera por encima de las normas, debía cumplir con su deber y a su juicio, molestar de aquella forma a alguien no era algo que se mereciera. Cuando terminó el informe, se lo tendió al Uchiha mientras asentía. Conocía lo que se decía de aquel hombre así que no quiso intercambiar más palabras, solo hizo su trabajo de la mejor de las formas y, antes de irse, decidió despedirse de forma educada.
- Buenas noches Kenshin-senpai, me retiro a descansar... Mañana por la mañana informaré personalmente a la señora Kobayashi de lo ocurrido, creo que ya no son horas de ir a molestar... Hasta mas ver. -Dicho esto, salió del edificio tras una educada reverencia. Se despidió de Karamaru con la mano también, antes de hacerle una última aclaración - Ha sido un placer trabajar contigo Karamaru-kun. Mañana mismo iré a informar a la señora Kobayashi. Descansa -Y se fue caminando en dirección a su casa.
A la mañana siguiente, después de llevarle las medicinas a Kata-sama, la anciana que siempre le había criado se encaminó hacia la residencia de la clienta para informarle exactamente de lo mismo que había reportado en el informe. Trataría de ser correcto y tener las mejores formas posibles pues no quería ningún arranque de ira por su parte. Probablemente eso le costase el empleo a Keisuke, pero ese no era su problema... Alguien tan maleducado como él no merecía un puesto de trabajo, por explotadora que fuese la jefa.
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El bueno de Kisame redactó un informe que no tenía para nada mala pinta, y más considerando que era su primero. Había descrito los hechos de forma clara y concisa, sin entrar en valoraciones personales, y todo cuanto Arashikage-sama necesitaría saber estaba ahí... ¿Todo? Ah, nuestro amigo genin había omitido la parte en la que Yamanaka Ōmei y Keisuke se habían confabulado para robar las obras de arte y otras piezas de incalculable valor de la residencia Kobayashi.
A la mañana siguiente, la señora Kobayashi no recibió al ninja. Estaba jodidamente disgustada por que se hubiera marchado la noche anterior sin decir "esta boca es mía", así que delegó en el jefe de servicio Yamato para recoger el mensaje. Probablemente no le haría ninguna gracia saber que uno de sus empleados estaba siendo cómplice de una genin de la Aldea que le atormentaba, aunque no le costaría ahondar en los motivos. Al fin y al cabo, la gente poderosa e influyente como Kobayashi Koe no alcanzaba semejante posición sin ganarse muchos —muchos— enemigos por el camino.
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