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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Hacía varios días, un encargado del hospital de Amegakure había ido al edificio de la Arashikage, y en la propia recepción había solicitado a un grupo de genins con un propósito muy sencillo y claro. No había sido una visita muy especial, de hecho había sido una más del montón. Decenas de visitas así tenían lugar día si y día también. Era la vida en la villa, lo que le daba movimiento al mundo shinobi.

A la tarde de ese mismo día, un mensajero llevaría un pergamino a cada partícipe de la asignación. No era algo para cumplir de inmediato, el mensajero les especificaría a cada uno que debían presentarse en el sitio —El hospital— al día siguiente, a media mañana.

El contenido del pergamino era...



(D) Sanidad patas arriba


Publicada en: Amegakure
Solicitante: Encargado de recepción: Akimichi Idemitsu
Lugar: Hospital de Amegakure

Idemitsu, como encargado de la recepción, así como otras asignaciones exteriores del hospital, solicita la ayuda por parte de un pequeño grupo de genins para limpiar y ordenar varias salas y quirófanos del hospital. Los frentes abiertos en la guerra, han dejado una gran deficiencia de personal, y por tanto es necesario un poco de ayuda.

La mañana siguiente, despertaba cómo no lluviosa y magnífica. No hacía ni frío ni calor, que al fin y al cabo, era todo lo que se podía desear.





Tomo ésta trama como narrador y sin recompensas.
1
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#2
Amanecía como cualquier otro día en la residencia Yamanouchi, entre el sonido de los platos siendo presentados en la mesa familiar y el olor a café. Pero aquel no iba a ser un día común y corriente, no. Aquel era un día en el que había que atender su deber como ninja y reportarse a trabajar.

El día anterior había recibido la notificación de que debería reportarse a prestar servicio en el hospital de la aldea. Lo cuál fue un poco inesperado para la kunoichi pero tampoco fue una noticia que la atrapase con la guardia totalmente baja.

El pergamino era lo suficientemente claro para dar un buen pantallazo de lo que cabía esperar. No era precisamente su trabajo soñado, quizás su tipo de misiones iba un poco más allá de un encargo tan básico, pero para mojar los pies en el sistema realmente estaba bien.

Partió de su hogar después de alimentarse adecuadamente y haberse preparado con todo su equipo, hasta con su espada. Nunca se sabía que podía llegar a pasar.

Sorteó las calles de la aldea esquivando los charcos y las multitudes, abriéndose paso hasta llegar a su destino. De esa manera, de acuerdo a lo indicado, la kunoichi encapuchada haría acto de presencia en las inmediaciones del hospital a media mañana.

Con permiso.

Exclamaría ingresando en las instalaciones del edificio, bajándose luego la capucha develando su frente protegida por la bandana de la aldea.

Con su azul mirada buscaría hacer contacto visual con el recepcionista.
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#3
Lo primero que vería la chica al atravesar el umbral de la puerta sería una gran sala. Enorme, dantesca más bien. Un centenar de sillas a un lado, de plástico y bien sencillas, pero no carentes de comodidad. Al otro lado, pues un poco más de lo mismo. Habían un pasillo central libre de sillas, que daba de forma directa hacia el mostrador, donde el recepcionista aguardaba. Las paredes eran azuladas, y el suelo y techos de color blanco, además de tener una claridad envidiable proporcionada principalmente por unos enormes ventanales.

En la sala habían numerosas personas. Todas y cada una de ellas de su madre y de su padre, y con dolencias y heridas de diferente índole. Por así decirlo, era una reunión de lo más variopinta, y no programada. Cada cuál esperaba su turno, y por lo que se podía apreciar, todos habían sido atendidos en recepción, pues el pasillo central estaba libre.

El hombre que había tras el mostrador era bastante grande y orondo. Podría pesar cerca de los cien kilos, con una estatura no superior al metro cincuenta. Era calvo, con una barba bastante amplia y desaliñada, de color anaranjado. Vestía de blanco, un uniforme para los interinos bastante común y sencillo, con el símbolo de la lluvia en azul a la altura del corazón.

Claro. Pase, pase señorita. —Contestó el hombre, alzándose un poco sobre el mostrador. —En cuanto esté aquí su compañero, podrán pasar a la acción. Hay bastante trabajo, pero no es urgente. Si bien quiere esperar sentada, puede hacerlo. No creo que tarde en llegar su compañero.

El hombre retomaría su posición acomodada en la silla, si es que la chica no tenía alguna otra pregunta o cosa que decirle. Y tras ello, pasarían unos cuantos minutos, quizás unos cinco minutos. Unos minutos que realmente pasarían livianos, pues el flujo de gente entrando y saliendo en las salas de cura o tratamientos era bastante rápido.

Un chico aparecería por recepción pasado ese tiempo. Un chico bastante pequeño, de ojos celestes y cabellera azabache. Su cabello estaba bastante alborotado, como si recién se hubiese despertado de una intensa borrachera, y aunque de tamaño dispar, en general tenía una longitud corta. Tenía unas ojeras bastante pronunciadas, y bastantes pecas entre la nariz y los ojos. Vestía una camiseta de mangas cortas de tono blanco, con el símbolo de la lluvia en negro a mitad del pecho. Los pantalones eran anchos y cortos, de color negro también. Y calzaba unas sandalias shinobis de tono negro, acompañando al conjunto en armonía de no colores. Tenía atado al pantalón un portaobjetos, con un único pergamino pequeño en su interior. En el brazo derecho tenía atada la bandana de Amegakure, y a la espalda tenía una especie de bulto atado con vendas, y unas tiras de pelo en lo más alto.

El chico caminaría hasta el mostrador, y alzando la mirada sobre éste, aclararía la voz para reclamar la atención del recepcionista. —Buenos días, soy Ichikawa Arata, y vengo por la misión de limpieza.

Exactamente, ese parecía ser su compañero de actividades. Ese tipo peculiar, que quizás podía recordar de su promoción, pues tenían incluso la misma edad. Toda una casualidad.

El hombre asomó por encima del mostrador de nuevo, y realizó una leve reverencia, en la medida de lo posible. —Perfecto. Buenos días a ambos, y ya que están los dos aquí, podemos comenzar con la tarea.

»Por favor, acompáñenme. —Solicitó el hombre, tras haber saltado al suelo desde el asiento. Tras el mostrador, terminó por rodear el mueble, y señaló una puerta lateral de la sala. En la misma puerta de la entrada, había un cartel que ponía: Solo personal autorizado. Se podía sobreentender, que en ésta ocasión estaban autorizados.

Antes siquiera de emprender el camino, el chico observó por un instante a la kunoichi. Pareció dudar por un instante... ¿La conocía o no? Pero al final, terminó por hacer lo más sensato. —Me llamo Ichikawa Arata, encantado. —Se presentó formalmente a su compañera.

Podrían emprender el camino, acompañados evidentemente del hombre. Éste sería el primero en transvasar la puerta, dejando la misma aguantada para que pasasen ambos chicos. Se trataba ahora de un pasillo largo y amplio, de colores similares a los de fuera. Blancos techo y suelo, y azulado las paredes. En éste pasillo había al menos diez salas a cada lateral, cada una señalizada en la entrada como Quirófano "X", donde esa X era el número que tenía asignado. El hombre tomó un manojo de llaves del bolsillo, y abrió la puerta más cercana. En éste caso, no tenía un cartel de quirófano, éste estaba señalizado como Cuarto de limpiezas.

Aquí podrán encontrar todo el material de limpieza que necesiten, así como un grifo y un desagüe para cambiar el agua del cubo. Yo tengo que esperar fuera, porque soy quien atiende a las personas que lleguen, así que podrán trabajar a su ritmo. Eso sí, revisaré que todo quede bien cuando estén listos. Todos éstos quirófanos han sido usados, y necesitan una desinfección correcta, así que usen guantes por favor. Y no escatimen en cambiar el agua todo lo necesario, por favor, que la vida de personas dependen de la higiene que se conserve.

El chico afirmó con un gesto de cabeza, parecía tenerlo todo claro.
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#4
Los ojos de la kunoichi verían, mas bien no observarían, las inmediaciones del hospital. Aquel monumento a la salud que constituían una instalación edilicia del porte del hospital de la aldea, ciertamente escapaba un poco al entendimiento de una persona tan joven. Para ella era un hospital, con sus salas, pasillos y personas. Había nacido en una época más tranquila a la que estaban viviendo y por ello quizás no terminaba de comprender lo magnifico de aquel templo.

El obeso y enano recepcionista, vestido de blanco al igual que ella, se alzaría por encima del mostrador para recibirla, advirtiendo que la misión iba a tener inicio en cuanto su compañero de equipo se manifestase en el lugar.

¡Esperaré por este lugar, gracias!

Exclamó con servicialidad para luego realizar una reverencia, acto seguido tomaría asiento. Realmente no estaba cansada ni mucho menos, pero una voz en su interior le decía que aprovechar ese instante de reflexión previo a iniciar las tareas del día sería una buena decisión.

Al cabo de un rato no muy largo, un muchacho ingresaría en la escena. No muy alto, ojos de un color similar al suyo y cabello tambien oscuro. Al contrario que ella, llevaba el pelo como sea que tuvo ganas de amanecer ese día aparentemente, lo cual le triggereaba algo en su interior, pero que no iba a admitir tan pronto.

Pareciera que no tuvo la mejor noche de su vida...

Se apresuró a juzgar por las pintas que cargaba.

Si algo le llamó la atención fue el particular lugar donde cargaba su bandana, pero más aún le llamó la atención el petate que llevaba en la espalda, era raro, ligeramente inquietante.

¿Qué es eso?

Se preguntaba mientras se levantaba de la silla y se aproximaba hasta la recepción.

Ichikawa Arata era el nombre de aquel joven, le sonaba, seguro que si. Las casualidades de la vida le habrían hecho coincidir en el pasado durante su paso de la academia probablemente, aunque no podía decir que llegasen a trabar alguna clase de amistad.

Ante la orden, la kunoichi siguió al calvo por aquella puerta lateral. Cruzando el portal solo apto para personal autorizado.

Soy yo quien está encantada de conocerte, Ichikawa-san. Mi nombre es Yamanouchi Moguko. ¿Será posible que hayamos coincidido en nuestro paso por la Academia?

Correspondió su formal introducción con una reverencia y una amable sonrisa, siempre dispuesta a construir un nuevo puente y ofrecer su amistad.

Los guiaron hasta su estación de trabajo, un ala del hospital con al menos 20 salas por lo que cabía esperar y un checkpoint, la sala de limpieza, la consigna que se les dio era bastante sencilla. Dejar el lugar brillando de limpio y de esa forma salvar vidas de las infecciones de un espacio no esterilizado.

Haremos nuestro mejor esfuerzo.

Dijo con una ligera sonrisa en el rostro.

Seguidamente examinaría el arsenal a su disposición, la protección disponible y finalmente a su compañero.

¿Cómo te gustaría que procedamos, Ichikawa-san?

Una pregunta sencilla, que quizás no necesitaba hacer pero que tampoco quería dejar escapar la oportunidad de realizar.
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#5
Moguko preguntó tras la presentación con su compañero si era posible que hubiesen coincidido en la academia. El chico aún meditaba sobre ello, aunque no lo pareciese. Se encogió de hombros, y terminó por dar a entender que no lo recordaba.

¿Puede?.

Tras ingresar en el área de trabajo, y que el hombre dejase clara las instrucciones, quedarían solo los trabajadores de limpieza: Los genin. La kunoichi examinaría el arsenal de material de limpieza, casi a la par que su compañero. En ése cubículo parecía haber de todo... guantes, monos de trabajo, botas, mascarillas, redes para pelo, todo tipo de líquidos para limpieza de suelo, varios desinfectantes, lejía, detoll, escobas, fregonas, cubos, recogedores, trapos, bayetas, spray para limpieza general, limpiacristales. En fin, que había de todo, o casi.

La morena preguntó al chico cómo prefería proceder, y éste quedó observando por un instante el final del pasillo. —Creo que lo mejor sería empezar por el final, para tener limpio de final a principio y no pisar o ensuciar sobre nuestros pasos. Pero creo que antes deberíamos echar un ojo a las salas, para ver cómo anda la cosa.

Si su compañera aceptaba, ambos avanzarían hasta el final. El chico iba abriendo las puertas que veía a su paso, echándole un rápido vistazo al interior de las mismas. La mayoría tenían camas de operaciones, con bastante sangre aunque habían varias en que la sangre ni se apreciaba. Seis de las habitaciones tenían aún hasta los instrumentos de cirugía sin esterilizar, en un mero cuenco metálico. En do salas, había fango y numerosas huellas, como si las victimas hubiesen sido recuperadas y operadas de urgencia. Y en la sala más interior a la derecha, había incluso un balde con sangre, que olía como mil demonios.

Uffff... ¡que peste!. —Se quejó el chico, cerrando rápidamente la puerta.

»Para ésta vamos a necesitar incluso mascarilla. A saber cuánto tiempo lleva esa sangre ahí.

»¿Pillamos material y empezamos por éstas salas?. —Preguntó, refiriéndose a las últimas.
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#6
Realmente ese deposito de limpieza era un autentico arsenal, había todo lo que dos genin encargados de limpiar veinte salas podían llegar a querer.

Arata propuso arrancar desde el final para no pisar lo que habrían limpiado.

Es una persona sensata.

Concedió asintiendo con un leve gesto de su rostro mientras sostenía su mentón con una mano.

Me agrada la idea, veamos que tenemos que hacer.

Contestaría para luego seguir a su compañero hasta el final del pasillo. Aprovechaba de echar un ojo a cada puerta que este iba abriendo, era una suerte de bingo morboso lo que estaban haciendo, realmente parecía haber cada cosa que ponía aprueba la resistencia de los estomagos de la gente . Pero a fin de cuentas un quirófano era eso.

Pero realmente el balde de sangre ponzoñoso fue casi demasiado para la kunoichi. Quien tuvo que retirarse al pasillo conteniendo la respiración unos segundos.

¡Ugh...!

Exclamó regresando su desayuno a su lugar para luego reincorporarse.

Ojala hubiese ahorrado más para comprar un respirador...

Decía mientras asentía a su pregunta y empezaba a empinar para la sala de limpieza. Se quitaría su capa y sus guantes de abrigo para reemplazarlos por un delantal y guantes de látex, más adecuados para el trabajo que estaban por realizar. Se armaría de un cubo con agua limpia, un par de paños y un trapeador.

Esto nos va a tomar un buen rato...

Pronosticó con cierto realismo un tanto pesimista. Esa experiencia cercana con el balde de sangre la había dejado un poco tocada.
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#7
Coincidiendo en opinión, o mejor dicho en reacción, el dúo de genins casi echan de su estómago el desayuno. Por suerte, ninguno llegó a tanto, simplemente tuvieron el impulso casi irrevocable de hacerlo. La chica dijo que ojalá hubiese ahorrado lo suficiente para comprar un respirador, la verdad es que uno de esos en éste tipo de situaciones podía ser realmente genial. Pero ahora mismo, de lo que disponían era lo que tenían encima, y lo que había en el cuarto de limpieza.

Los chicos regresaron tras ver la tarea que tenían por delante hasta el cuarto de limpieza, donde la kunoichi fue la primera en armarse con una buena protección. Lo primero que hizo fue quitarse la capa y los guantes, y tras ello tomó un delantal, guantes, un cubo con agua limpia, un trapeador y varios paños. El chico sin embargo, no tomó nada, se desplazó hacia un lateral y se quitó su "mochila", dejándola a su vera en el suelo.

Creo que deberíamos ponernos una mascarilla, al menos tapará un poco el olor ese tan desagradable. —Comentó, en lo que su atención se fijaba en su bolsa de vendas.

El chico comenzó a destapar poco a poco, venda a venda, lo que había estado portando hasta el momento. Para cuando terminase, podría verse que ese bulto con pelos y vendas era un títere con forma humanoide. Hecho principalmente de madera, pero con algunos rasgos de persona como los ojos, y los labios, el títere se mantuvo en el suelo inerte.

Espero que no te moleste si lo hago mientras practico mis habilidades.

El chico tomó una de las mascarillas y se las puso, tras ello tomó un par de trapos y un spray de limpieza general, así como un bote de desinfectante. Casi todo, salvo el bote de desinfectante, lo puso al lado de la marioneta, y tras ello sacudió su mano hacia la misma, lanzando unos hilos de chakra casi imperceptibles. El títere casi pareció dar un salto, como si algo le hubiese llevado a la vida repentinamente. El títere levitó rápidamente, recogiendo los trapos y el spray de limpieza. Con un gesto de mano por parte del chico, la marioneta caminó a su vera, en lo que se dirigían hacia las últimas salas.

¿Comenzamos con la de la izquierda? —Que era la sala enfrentada a la que tenía el balde de sangre.
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#8
Los chicos regresaron tras ver la tarea que tenían por delante hasta el cuarto de limpieza, donde la kunoichi fue la primera en armarse con una buena protección. Lo primero que hizo fue quitarse la capa y los guantes, y tras ello tomó un delantal, guantes, un cubo con agua limpia, un trapeador y varios paños. El chico sin embargo, no tomó nada, se desplazó hacia un lateral y se quitó su "mochila", dejándola a su vera en el suelo.

Lejos de imitar a Moguko, el muchacho actuó de manera totalmente independiente, tenía sus propios medios para lidiar con aquella clase de situaciones aparentemente.

Aligeró su carga y se dispuso a deshacerla de su envoltorio mientras le advertía a la kunoichi sobre usar mascarilla. Cosa que se le había pasado totalmente, aunque no del todo.

Oh, es verdad. Me quedé pensando en el respirador y al final no me he puesto mascarilla...

Se aproximó hasta un cajón donde estarían almacenadas y se colocó una. Como resultado de la diferencia de temperatura y prácticamente al instante, sus lentes se empañaron. Se los quitaría entonces durante un instante, donde quedaría completamente ciega, para limpiarlos y volverselos a poner.

Para cuando hubiese recuperado la visión, su azulada mirada vería aquel muñeco de madera que buscaba emular una figura humada, armado con elementos de limpieza. Como si la cosa no fuese lo suficientemente macabra.

Wow...

Exclamó con asombro. Era extraño, si. Pero no dejaba de resultarle tremendamente interesante la marioneta que había metido al hospital aquel muchacho.

Creo que no me va a molestar si nos ayuda a terminar más rápido.

Diría detrás de la mascarilla para luego dejar escapar una leve risa.

Asentiría con un gesto de su cabeza a la invitación de su compañero.

Hmm... ¿Qué vas a hacer con esa marioneta?

No pudo evitar preguntarle. Era un poco obvio que la entidad estaba siendo manipulada por él por medio de aquel vinculo de chakra, pero aún así quería invitarlo a que demuestre su competencia como marionetista. A fin de cuentas era la primera vez que veía uno en persona.
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#9
Con la sugerencia del marionetista, la chica no tardó en ponerse la mascarilla, tal y como también hizo él mismo. Lamentablemente, la combinación de mascarilla con gafas era realmente tediosa, una carrera sin control por la calle de la amargura. Casi al instante, las lentes se le empañaron, obligándola a quitarse las mismas para darle un rápido limpiado.

Para cuando se quiso dar cuenta, ya tenía a su lado al títere totalmente armado para combatir la suciedad. Eso le robó un gesto de asombro, aunque terminó por aceptar que si eso le ayudaba a terminar más rápido las tareas, no tenía ningún problema. El chico afirmó con la cabeza, no tenía dudas al respecto. El títere le ahorraría al chico mucho tiempo, pues aunque tuviese una forma humanoide, podía desplazarlo rápidamente de un lado a otro en lo que éste limpiaba. En conclusión, podía usarlo como una fregona o mopa a distancia, con una velocidad muy superior a la propia. Pero en realidad no lo hacía solamente por ahorrar tiempo, si no por practicar. Si quisiese ahorrar tiempo, sacaría también a su homóloga, la cuál tenía sellada en un pergamino que guardaba en el portaobjetos.

Seguro que nos ahorra unos minutos, o algo más que eso.

Caminaron hasta la sala del fondo a la izquierda, y la chica preguntó qué podía hacer con esa marioneta. El chico sería el primero en entrar en la sala, seguido de su trozo de madera con apariencia humana. Seguramente les seguiría la chica, entrando en último lugar. La sala de quirófano era posiblemente de las menos sucias, pues por el medio del pasillo habían algunas incluso con barro. Pero ésta tenía una mesilla de metal en mitad de la sala, la cuál estaba con sangre reseca y trozos de metal. Tenía unas bandejas sobre un carro de metal justo al lado, donde habían numerosos instrumentos quirúrgicos, la mayoría ensangrentados. El suelo tenía algunas manchas con forma de suelas, y algún que otro pequeño reguero de sangre. Al fondo había una especie de lavadero —Una pila— donde ponía "dejar aquí instrumentos quirúrgicos". Había también un cubo bastante grande, que se sobreentendía que era para todo tipo de desechos.

Momo —Dijo, refiriéndose a la marioneta. —es capaz de hacer todo lo que podría hacer una persona. Aunque con algunas libertades más.

Con un gesto de su diestra, la marioneta se puso frente al chico, en ambas manos llevaba un paño, y dejó caer el spray a los pies del genin. Éste tomó con la zurda el spray, y pulverizó ambos paños con una ingente cantidad del limpiador. Tras ello dejaría el bote en el suelo, y nuevamente manipularía con la diestra los movimientos del títere, haciendo que éste comenzase a limpiar con ambas manos la camilla central. Lo haría sin demasiado cuidado, dejando caer los trozos de metal y algún reguero que otro de sangre, que ahora sí comenzaba a ser algo más líquida que antes. Al terminar de limpiar la camilla, tomaría con la marioneta los trozos de metal, y los dejaría caer al interior del cubil de basura de la entrada.

Algo complicado, pero merece la pena.
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#10
La kunoichi ingresaría en último lugar a la habitación que habían escogido para iniciar la limpieza, esta estaba hecha un chiquero, no había que ser ningún académico para darse cuenta de que una batalla por la vida se había librado en aquel espacio. Con suerte, había resultado en una victoria para quienes estuvieron luchando. De igual manera, la tarea de sanitizarlo estaba en sus manos.

Momo era el nombre de aquel monigote de madera que torpemente se movía con intenciones de asistir a los ninjas. Aunque quizás la torpeza era más un testimonio del nivel de soltura que el usuario de aquel interesante arte ninja tenía en aquel punto de su carrera.

Seguro que merece la pena.

Diría mientras dejaba el trapeador, el cubo con agua y los paños a un lado de la entrada y se aseguraba los guantes. Su mirada no pudo evitar posarse en la cantidad de instrumental repartido por todo el lugar, ese iba a ser su objetivo.

Voy a recolectar todo el instrumental mientras ustedes hacen eso.

Exclamaría reconociendo la marioneta como parte del equipo de aquel día. Sin más, tomaría el receptáculo metálico más a la mano y comenzaría a recorrer la habitación recolectando todo pedazo metálico que fuese preciso limpiar y esterilizar para volver a hacer uso de él, teniendo cuidado de no pisar las partes sucias de la habitación siempre y cuando fuese sensato hacerlo, un poco de mugre quedaría siendo arrastrada de todas formas.
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#11
La chica afirmó en el asunto, aclarando que seguro merecía la pena. Ella entre tanto dejó de lado la mayoría de productos de limpieza, y comenzó a caminar con cuidado en lo que recogía los trozos de metal en un cuenco metálico. Era obvio lo que trataba de hacer: No ensuciarse los zapatos. Y el motivo era sencillo, si pisaba mugre y luego seguía moviéndose por todos lados, terminaría ensuciando más que limpiando. Aunque en realidad para el suelo el chico tenía una idea mejor, limpiar todo el suelo una vez terminasen con el resto. Así no pisarían de nuevo las zonas totalmente limpias. Cerrarían, y ésta habitación quedaría higiénica y aislada.

De acuerdo, yo continúo con la limpieza de la camilla y llevo el material que había sobre ella al lavadero del fondo. —Aclaró.

Conforme lo dicho, ambos continuaron limpiando la sala. La chica podría darse cuenta de que los trozos de metal pertenecían a shurikens o kunais, que en algún momento se habían hecho casi astillas, hiriendo a alguna víctima de manera realmente lesiva. Sin duda alguna, una manera soberbia de provocar bajas en la guerra, buscando heridos antes que muertos. Los muertos se entierran o dejan ahí, y no cuestan más dinero. Los heridos sin embargo requieren de asistencia, medicamentos, e incluso ayuda de otra índole.

Para cuando se quisieran dar cuenta, ya habrían limpiado ésta primera sala. A decir verdad, ésta no tenía demasiado trabajo. El chico pasaría de nuevo a su pelele por su vera, y tomaría un par mopas nuevas, que mojaría en el agua del cubo que había traído la chica.

Salgamos, Momo se encarga del suelo a nuestro paso.

Y tal y como indicó, para cuando saliesen la marioneta comenzaría a dar vueltas a ras del suelo, con las manos —Más bien las mopas— limpiando el suelo allá por donde levitaba. En un abrir y cerrar de ojos, el títere habría acabado con la suciedad del suelo, y con ello habrían terminado la primera sala. Ahora... tocaba posiblemente la peor.
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#12
Su compañero marionetista se encargaría de la limpieza de la camilla y llevar los restos al lavadero. El plan de acción se podía desarrollar sin mayor problema entonces.

No pudo evitar dedicarle un instante de reflexión a lo que estaba viendo, los restos de armas arrojadizas, las esquirlas de metal que alguna vez constituyeron un arma en su totalidad.

Esta no es una manera honorable de luchar...

Concluyó para si misma dejando escapar un ligero suspiro. Pero realmente las guerras no eran un escenario en el que el honor fuese moneda corriente.

Habiendo dejado pasar el trago amargo de aquella situación y centrando su atención en la tarea que se había cargado al hombro, casi tratando de competir con el monigote de madera, terminarían por organizar todo para darle una buena trapeada al suelo.

Sería en ese momento en que Arata propondría salir de la habitación y dejar esa tarea en manos de Momo.

¿Seguro?


Consultó apartándose. Acto seguido se dedicaría a ver con atención los movimientos del tercer integrante del equipo.

Realmente es muy variado el abanico de movimientos que puedes hacer con Momo... ¿Has aprendido tu solo?

No podría evitar sentir curiosidad por saber más sobre eso.
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#13
La chica en un principio no parecía completamente segura de las capacidades de la marioneta, pero verla en acción seguramente la hizo cambiar de parecer. Ésta comentó que el set de movimientos de la marioneta en realidad era de lo más variado. Y en realidad, no tenía ni idea de hasta cuanto, era un auténtico hito andante. Aunque tampoco es que fuese tarea sencilla manejarla con mucha precisión; era realmente por ello que había pedido practicar en lo que realizaban la tarea. Así mismo, la chica no pudo evitar preguntar si había aprendido él solo a manejarla así.

Bueno, en gran parte sí, he aprendido solo. Quitando las bases de ninjutsu que nos enseñaron, fui desarrollando mi propio estilo, y el tema de las marionetas me resulta incluso fácil... Aunque solo hasta cierto punto. Mantener la conexión de chakra con la marioneta, así como que los movimientos sean precisos, no es sencillo del todo. Pero me gusta bastante, y lo veo como un arte.

Y con un par de movimientos más, el títere terminó la tarea. El chico apresuró a tomar los útiles de limpieza que habían cerca de la puerta, y conforme ello acabaría cerrando la puerta del habitáculo. La siguiente sala era la del barreño de sangre podrida. No sería cosa fácil, pero tenían un as bajo la manga: La marioneta.

¿Te importaría abrir el grifo del cuarto de limpieza? Momo llevará el balde de sangre o lo que sea eso que tanto huele, y puedes apartarte para no respirar esa cosa... incluso con la mascarilla seguro que es asqueroso.

Si la chica aceptaba, Arata se apartaría hasta topar con su espalda con la puerta de la sala que habían limpiado. Con la zurda se taparía la nariz, obviamente por fuera de la mascarilla. Con la diestra, haría que Momo tomase el pomo de la puerta y la abriese, tras ello entraría en la sala y agarraría el balde. Con el balde cargado, tomaría camino hacia el cuarto de limpieza, donde tiraría el liquido en el desagüe por el que corría el agua. La intención era dejar correr el agua por un rato, para que matase ese intenso olor.

Por favor, deja el agua corriendo un rato, luego cerramos el grifo. —Aclaró el chico.

La marioneta volvería a su vera rápidamente, con el balde vacío. Incluso vacío, olía a mil demonios, era casi vomitivo. El chico no tardó en enviar a la marioneta con el balde al fondo de la sala de cirugía, donde como en la anterior había un lavadero. Allí, el títere se pondría a limpiar el balde con agua y mucho, mucho jabón y desinfectante. Tanto era así, que no tardarían en notar que se había pasado tres pueblos, pues la espuma comenzaría a brotar a borbotones de la pila, llenando incluso el suelo.

La sala en sí, quitando el balde, estaba exactamente igual y en las mismas condiciones que la anterior. Aunque en ésta no habían trozos de metal, eso era algo en lo que habían ahorrado.
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#14
Arata había aprendido prácticamente por su cuenta, era un autodidacta. Había tomado el entrenamiento base que se le impartía a todos los aspirantes de la aldea y había armado su propio estilo. Moguko asintió con un gesto de su cabeza repetidas veces, aprobaba esa manera de manejarse en la vida.

Sin duda es un estilo interesante.

Y con un par de movimientos más, el títere terminó la tarea. El chico apresuró a tomar los útiles de limpieza que habían cerca de la puerta, y conforme ello acabaría cerrando la puerta del habitáculo. La siguiente sala era la del barreño de sangre podrida. No sería cosa fácil, pero tenían un as bajo la manga: La marioneta.

La marioneta terminaría el trabajo, y los chicos podrían sellar el recinto una vez se lo pudiese etiquetar de limpio. Con eso, el 5% de la tarea estaría completada. Ahora les tocaba enfrentarse a la sala nefasta, la del balde de sangre.

Si, yo me encargo de ese grifo.

Accedería a su plan, el balde sería transportado por Momo hasta el drenaje y la putrefacción sería barrida con agua limpia. Sin perder el tiempo y mientras el muchacho se posicionaba para realizar su operación, la kunoichi esprintaría hasta la sala de limpieza y abriría el grifo de agua, dejándola correr con ganas.

Se apartaría del camino al ver avanzar por el pasillo el balde de sangre, le guardaba cierto respeto despues de que casi le derrotaba. No tenía intenciones de enfrentarse nuevamente ese día.

Por favor que no se caiga.

Arata sugirió dejar correr el agua un rato, lo cual era sensato, pero un pensamiento no pudo evitar inundar su mente.

Vigilaré un momento el grifo por si acaso hay algo que pueda llegar a estancar el desagüe.

Le advertiría desde su posición, para montar guardia y añadiendo una capa extra de protección a sus fosas nasales agarrándose la nariz con una de sus manos.
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#15
Arata vertió el contenido del balde, y la kunoichi en vez de dejar que eso siguiese su curso, prefirió propinarle un poco de vigilancia. Por lo que pudiese pasar, pues nunca se sabía. Por suerte o por desgracia, no vería lo que sucedió entonces en la sala del fondo, donde el chico trataba de limpiar el contenedor para eliminar por completo ese asqueroso y nauseabundo olor. Si, todo ese estropicio de jabón saliendo a borbotones del lavabo fue sin duda dantesco, una cosa que jamás hubiese esperado. Pero por otro lado, le daría tiempo a limpiarlo, pues la chica mantenía su atención en el grifo, con la nariz aún tapada.

Tras unos intensos segundos, o minutos, el chico habría podido solucionar el embrollo, eliminando por completo el rastro de jabón a base de mopear todo lo que la marioneta encontraba a su paso. Casi parecía una centrifugadora con paños, que hacía brillar todo por donde pasaba. Poco a poco terminaría con la sala, con o sin ayuda de la kunoichi, pues tampoco había demasiado trabajo en ésta. Lo fastidioso ya lo habían hecho, librarse de esa asquerosa sangre.

A ésta sala no le queda mucho, señorita Moguko.

En realidad, solo faltaba por dejar los útiles de cirugía en el lavabo, y fregar el suelo. No más que eso, pues la marioneta y su marionetista habían dado un mopeado a fondo con desinfectante, con tal de eliminar la espuma y la sangre. En cuanto estuviesen los útiles de operación recogidos, el chico nuevamente inquiriría a la kunoichi que saliese, para darle el último repaso al suelo con el títere.

Otra habitación menos.

Ahora tocan un par de salas con barro si mal no recuerdo.

Estás tendrían algo más de suciedad, y seguramente tendrían que cambiar ya el cubo de agua, así como tendrían que hacerlo unas cuantas veces por culpa del fango. Pero bueno, por suerte todas las salas parecían tener un lavabo al fondo, por lo que no tendrían que dar vueltas muy largas para cambiar el agua. El chico cerraría la sala del fondo a la derecha: La que recién terminaron. Tras ello, pondría rumbo a la siguiente, y abriría la puerta.

Ésta sala de operaciones tenía la misma configuración que las otras, salvo que apenas había sangre. En lugar de sangre, la mayor parte de la sala estaba recubierta de barro, ramitas y alguna que otra hoja. A saber qué clase de operación tuvieron que hacer allí...
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