Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Eri estaba especialmente suspicaz, aunque la verdad es que esperaba más conclusiones de mi de las que yo era capaz de sacar, así que ella me contestaba cosas que yo no había preguntado pero suponía que yo había pensado mientras yo pensaba en unicornios de piedra.
—Mi padre era el Uzumaki, mi madre era especializada en el elemento rayo, así que en resumidas cuentas, Kiyomi-san no es mi madre, aunque nos parezcamos . Vives rodeado de personas del clan Uzumaki, ¿y ya por eso piensas que todos somos familia? —
— Es que el numero de pelirrojos y pelirrojas que he visto en mi vida que no sean Uzumaki es cero. Patatero. Además, al final, todos los Uzumakis venis del mismo progenitor, ¿no? Así que, básicamente, somos como primos lejanos. Pero es que tú y la señora esa Uzumaki, tenéis una voz extrañamente parecida.
—Y no, no sé dónde es, así que o bien preguntamos o nos vamos fijando en las placas de las calles. Porque no parece que nadie vaya a salir hoy de casa...
En ese momento tuve un trance donde me vi a mi mismo todas las veces que había intentado pedir indicaciones a alguien, una vez un niño se puso a llorar al verme, otra un gato se lanzó a arañarme la cara, otra una chica pensó que le iba a robar y me dio una patada en la entrepierna... Desde luego, no debía preguntar indicaciones.
— Mejor, pregunta tú, que yo no suelo caerle bien a la gente.
¿Será porque tengo un perro tuerto? Miré a Stuffy para asegurarme de que no fuera él y él me miró para asegurarse de que no fuera yo, pero ninguno de los dos pudo aguantar mucho la vista para que el otro no sospechara.
Debía reconocer que Nabi tenía su punto de razón, pero ya llevaban incontables años allí asentados como para pensar que su tatarabuelo podría ser el padre de la recepcionista del edificio del Uzukage. ¿Y si era su tía lejana? Nunca conoció a la familia de su padre, así que por poder, podía ser. Tampoco es que su madre le hubiese hablado de la vida de su padre.
Tampoco le habló de la familia en general.
— Mejor, pregunta tú, que yo no suelo caerle bien a la gente.
Cuando escuchó eso, la joven kunoichi salió de su trance y asintió, tampoco le importaba preguntar a ella. Miró hacia ambos lados de la calle, la cual estaba bastante desierta, hasta que encontró a un hombre que estaba saliendo de su casa. Más que un hombre era un anciano totalmente calvo y con barba ya crecida, de color blanco. Iba cubierto por una gabardina de color marrón y una bufanda de un tono más claro.
—¡Disculpe, señor! —exclamó la joven, acercándose al anciano —¿Sabe...?
—¡Oh sí, muchacha, el viejo Goro sabe, sabe de todo! —dijo el hombre seguido de una sonora risa —. ¿Qué quieres, qué quieres?
—Esto... —murmuró, buscando su pergamino. Cuando lo tuvo en la mano le señaló el lugar fijado en el papel —. ¿Sabe dónde queda este lugar? Estamos un poco perdidos mi compañero y yo...
Cuando el amable anciano, con la sonrisa ya pintada en su rostro, levantó la mirada para encarar a Eri y, por ende, a Nabi, éste se fijó en el perro que lo acompañaba y rápidamente cambió su semblante.
—¡No, no, no! ¡Ese chucho se orinó en mis plantas! —exclamó, horrirozado —¡Ni en sueños os ayudo! ¡Esta juventud dehoydía, vergüenza...—y el anciano se fue, despotricando sin dar cuartelillo a Nabi.
Eri se quedó confusa, ¿qué acababa de pasar?
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27/01/2018, 23:27 (Última modificación: 27/01/2018, 23:31 por Inuzuka Nabi.)
Como no, al ser Eri y no yo, el primer viejo que pasó resultó ser un viejo amable. Eso es puro especismo, vamos, que me odian solo por ser Inuzuka y ser guay, no como ellos, que son unos humanos normales y corrientes con sus vidas de humanos normales y corrientes. ¡Envidia! es lo que me tienen.
Eri estaba a una pregunta de conseguir que ese amable anciano sacado de cuento de hadas le indicase como llegar a nuestro destino. Destino de lugar, eh, no de realización personal ni de acabar casados y con tres hijos y cuatro perros. Sin embargo, cuando miró a Stuffy y Stuffy le miró, todo acabó.
Empezó a despotricar de él y se marchó por donde había venido, con la consiguiente mirada de Eri pidiendo explicaciones. Me masajee los parpados lentamente, antes de dejar que un acceso de rabia se apoderase de mi. Agarré a Stuffy y lo levanté, zarandeandolo en el proceso.
— ¡Pero, quieres, dejar, de poner, a toda, la villa, en nuestra contra!
El can gruñía y ladraba al son de los zarandeos quejandose de que no era culpa suya que la gente dejase las plantas a alturas meables. Lo dejé en el suelo, suspirando pesadamente y repetidamente, varias veces y con inquina.
Eri miraba como si de un partido de tenis se tratara a aquellos dos. Era un par singular, la verdad, no había visto nunca tal compenetración, la cuál se limitaba a que Nabi regañaba al perro, y el can le contestaba con un sinfín de ladridos que a Eri le sonaban a eso, a ladridos, pero el Inuzuka lo comprendía totalmente. Anonadada, simplemente se cruzó de brazos, metiendo las manos debajo de sus axilas para guardarlas del frío.
—En vez de shinobi, deberíais haberos metido a cómicos, ¿no creéis? —sugirió la chica, acercándose a ellos —. No debe estar lejos, venga, vamos a andar un poco por aquí y si vemos a alguien más vuelvo a preguntar, no te preocupes.
La joven sonrió, más para calmar los ánimos que para otra cosa. Tiró de Nabi para que la siguiese y los tres caminaron por la calle.
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Eri nos regañó elegantemente como hacía ella cuando nuestro retraso afloraba y entonces tuve una iluminación, Shiona-sama bajó del cielo para enseñarme el camino al bienestar y a la concordia pasando por la paz y la tranquilidad y mi mente fue capaz de entender su mensaje divino.
— Espera, Eri-chan. Tengo la solución.
La detuve y me giré a Stuffy.
— Stuffy, vuelvete Nabuffy.
Hice el sello del tigre y Stuffy se convirtió en mi, solo que en un yo con un mal día. Algo más perruno que de costumbre. Por suerte, dada mi falta de cuidado de la imagen, nadie sospecharía siempre y cuando mantuviese la lengua dentro de la boca. Mi rostro interpretado por Stuffy, estaba con el ceño fruncido y concentrado en el simple hecho de mantener la boca cerrada y la lengua dentro.
Yo mismo, hice una sucesión de sellos larga y compleja y despues de una pequeña cortina de humo y mucho, mucho, mucho esfuerzo mental y emocional. Donde antes estaba la divina imagen de mi cuerpo sensual y mi rostro angelical, ahora estaba el comecacas de Uchiha Datsue.
— Hala, ya está. Nadie sospechará nada. ¿Y esta voz? Dios, sueno horrible. De repente quiero sacar ojos a gente y no sé porqué.
Me llevé la mano a la garganta mientras yo me miraba con cara de enfado, igual tanto no disimulabamos.
— ¿Como lo ves, Eri-chan?
Entonces me di cuenta que no estaba actuando como Datsue, craso error. Debía concentrarme y ser más... más... ¿creido? Sí, como si el mundo existiese solo para darme dinero, vale, venga, va. Cambie el rostro a uno confiado y vacilón.
— Perdona, ahora, que estoy metido en el papel. ¿Como lo ves, chorba?
28/01/2018, 00:37 (Última modificación: 28/01/2018, 00:37 por Uzumaki Eri.)
Eri se llevó una mano a la cara, claramente sin dar coherencia a lo que acababa de ver. Stuffy acababa de convertirse en Nabi, un Nabi creíble si no fuera por la cara de enfado que llevaba. ¡Parecía que se acababa de discutir por un filete! Y no decir del Datsue que había sacado. No emanaba la esencia de Datsue, él era más... Datsue. Nabi solo era Nabi, con otra apariencia, pero seguía siendo Nabi igual.
Suspiró, aquello iba a ser muy largo.
—Vale, Datsue, vayamos a preguntar de nuevo —sugirió ella antes de que a Nabi se le ocurriese alguna otra idea fantástica.
Al no encontrar a nadie por aquella calle, siguieron caminando hasta encontrarse con una encrucijada en la que había dos señoras hablando con bolsas en las manos. Parecían enfrascadas en su conversación por lo que Eri no estaba muy convencida de actuar. Miró a Nabi, luego al otro Nabi, y se fue directa.
Carraspeó.
—Disculpad... —empezó la chica con las manos en la espalda y con cara de no haber roto un plato en su vida —. Nos preguntábamos si sabíais dónde quedaba esta calle, si no es molestia... —preguntó, sacando el pergamino y tendiéndoselo a una de las mujeres.
—¡Uy! Pero si aquí es donde vive Hiro-chan... ¿No, Kaede?
—Sí, sí, hija... —contestó la otra mujer —. Ah, no, calla, Mikoto, Hiro-chan se mudó, ¿no te acuerdas? Con esa pelandrusca...
—¿No me digas? ¿Con Mika? —preguntó Mikoto, interesadísima por el tema.
—Sí, y la pobre Miaru sufriendo... ¡Ay! Con lo buen chico que era nuestro Hiro-chan...
—Señoras... —carraspeó la kunoichi, comenzando a desesperarse —. ¿Me pueden decir cómo llegar, por favor?
—Ay sí cielo, perdona, está por... —pero paró al notar al chico que estaba detrás de ella, concretamente al que tenía cara de no haber ido al baño en tres días —. ¿Y tú de quién eres, joven? Me suena mucho tu cara...
—¡Mikoto, no seas cotilla! —exclamó su acompañante —. Sigue esta calle todo recto y gira a la derecha, esa es la dirección, jóvenes.
«¡Por fin!» Celebró en su interior, mientras asentía sin parar y guardaba el pergamino de nuevo.
—¡Muchas gracias señoras! —exclamó la kunoichi, tomando a ambos Nabi para salir de aquella encrucijada lo antes posible —. ¡Que pasen buen día! —una vez alejados de aquella pareja, suspiraría dejando salir todo el aire que guardaban sus pulmones —. Ya sabemos donde es... —murmuró, optimista.
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28/01/2018, 01:21 (Última modificación: 28/01/2018, 01:21 por Inuzuka Nabi.)
—¡Muchas gracias señoras! ¡Que pasen buen día! Ya sabemos donde es...
Tras un leve debate verbal con dos señoras en el que yo me dediqué a mantener mi expresión vacilona y superior en todo momento, vaya a ser que en algún momento volviese a parecer humano. Finalmente, Eri decidió darse a la fuga cogiendonos a Stuffy y a mi y arrastrandonos en la dirección correcta.
— Vaya, Eri-chan, al final pensaré que te has colado por el gran Datsue, el intrepido, eh. Que no te culpo porque soy todo sensualidad.
Dicho eso le lanzaría un beso a la pelirroja con la mano y la miraría sensualmente. Mientras mi yo perruno se mantenía con el ceño fruncido y empezaba a sudar de esfuerzo más por tener la lengua quieta que por la transformación. Igual la cosa se me estaba yendo de las manos, pero ahora que ya habíamos conseguido la información...
— ¿Deshacemos esto ya? ¿O crees que el cliente también puede tener algo en contra de Stuffy?
— Vaya, Eri-chan, al final pensaré que te has colado por el gran Datsue, el intrepido, eh. Que no te culpo porque soy todo sensualidad.
—He actuado como si estuviera contigo o como si estuviera con Datsue —respondió ella, con el dedo índice levantado —. Además... ¿Y si el que tiene algo con Datsue eres tú? Después de todo, erais íntimos en la academia... —dijo con malicia la kunoichi.
De los tres, normalmente la que se quedaba rezagada era ella, así que donde las daban, las tomaban.
Siguieron caminando un poco más, lo suficiente para divisar el cambio que les había indicado la señora, cuando Nabi preguntó si era mejor que deshiciese el henge ya, tanto de él como de Stuffy.
—Deberías presentarte como Nabi, y Stuffy como Stuffy, eres un ninja, y si cumples la misión bajo la apariencia de Datsue pensarán que ha sido él el que hizo el trabajo y no tú, por lo cual... —hizo una pausa dramática —. ¡El dinero se lo darán a él!
»Así que sí, deshazlo.
Dijo antes de ir a la calle donde se encontraba el sitio indicado, para, por fin, comenzar la misión.
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—He actuado como si estuviera contigo o como si estuviera con Datsue. Además... ¿Y si el que tiene algo con Datsue eres tú? Después de todo, erais íntimos en la academia...
Aún era Datsue, así que tendría que contestar como Datsue. Hice un esfuerzo mental supremo para averiguar qué respondería el Uchiha si le insinuasen que tiene algo consigo mismo. ¿Qué otra opción tenía aparte de aceptarlo?
— Querida chorba mía, está claro que estoy coladito por Datsue, es decir, mira qué sexy soy. Si hubiera otro yo, obviamente seríamos como uña y carne, como un amenio y la lluvia, como un kuseño y la derrota o como el dinero y mi bolsillo. ¡Inseparables! Pero, por desgracia, solo hay un Datsue en este mundo. Siento ser yo el que te traiga tan malas noticias.
Si no lo había clavado, iba a dejar de ser Inuzuka. Pero como lo había clavado, podía seguir teniendo un perro mea felpudos y un olfato capaz de localizar una chuleta a kilómetros.
—Deberías presentarte como Nabi, y Stuffy como Stuffy, eres un ninja, y si cumples la misión bajo la apariencia de Datsue pensarán que ha sido él el que hizo el trabajo y no tú, por lo cual... ¡El dinero se lo darán a él!
»Así que sí, deshazlo.
Con un suave pof, ambas transformaciones se habían deshecho. Dejando a Stuffy con la lengua casi tocando el suelo de todo el rato que había mantenido la boca cerrada y a Datsue de vuelta en su casa.
— Pues no lo había pensado, pero es verdad. ¡Y es Datsue el que me debe dinero a mi, así que ni los buenos dias le voy a dar! El muy moroso.
Después del discursito que había pegado intentando sonar como Datsue, la joven no pudo evitar reír ante el vano intento que debía reconocer había sido muy convincente, si no se lo hubiera soltado a ella y no hubiese dicho chorba, pero bueno, aquello no lo iba a reconocer en voz alta.
—Venga, casanova, hay una misión por cumplir —dijo la joven.
Y con un suave pof, Nabi y Stuffy volvieron a ser ellos.
—Si esta es la calle Provenzal... —murmuró ella, tomando de nuevo el pergamino mientras se disponía a entrar en la calle —. Tenemos que buscar el número tres... —volvió a murmurar, mirando el pergamino para no equivocarse de lugar —. Tiene que estar aquí cerca, venga Nabi, no hagamos esperar a Aikito-san —alentó la Uzumaki guardando de nuevo el rollo de papel.
Después de unos cuantos pasos más y mirar fijamente las placas donde estaban los números escritos encima de las casas y los locales, ambos se pararon frente a un restaurante de estilo tradicional, con fachada de piedra clara, a juego con los locales que allí se arremolinaban, puerta de madera corrediza y una tolda de color rojo donde rezaba el nombre del local: Fideos Aikito.
—Tiene que ser aquí —pensó en voz alta. Tomó aire y miró a Nabi antes de añadir —, ¿preparado? —preguntó con una pequeña sonrisa.
Luego corrió la puerta.
—¡Buenos días!
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28/01/2018, 17:16 (Última modificación: 28/01/2018, 17:17 por Inuzuka Nabi.)
Dejé a Eri guiarnos en nuestra ardua tarea de hacer "algo" totalmente indefinido por el señor que acababa de abrir un negocio que tampoco nos habían dicho de qué era. Desde luego, estábamos en la era de la desinformación. De ahí venía la D de las misiones.
En breves llegamos a un restaurante de fideos de aspecto tradicional, como casi todos los que había por la villa, no se lo habían currado mucho con la temática. Nuevamente, decidí dar buena imagen y dejar que la hermosa y amable Eri-hime pasase primero y ya después cuando estuviesen distraídos con su belleza divina entraría yo, disimuladamente.
Por dentro, el local era más o menos tan pequeño como esperabas al verlo desde fuera. Al entrar se veía una barrera de madera barnizada y pulida que separaba el local en dos secciones, una a la derecha, donde estaba la cocina y el propietario y en la izquierda había una serie de taburetes para los clientes. Al fondo, había un espacio con algunas mesas separado del primero por un par de biombos de bambú para dar intimidad.
Pero lo importante eran los dueños, que estaban cocinando para el par de clientes que estaban allí, aunque aún era pronto supongo que hay gente que come a la hora que le apetece. Un hombre con bigote prominente pero sin barba y entrado en años, con gorro tipico de chef, se giró para encarar a sus nuevos clientes. Sus ropas eran blancas y también típicas de cocinero.
— Joisjois, una parejita de jóvenes que viene a tener una comida romántica. Pasad al fondo, hijos, y no os preocupéis por el chucho, que podéis pasarlo con vosotros tambien, en Fideos Aikito no discriminamos por raza, pero si se mea lo fregáis vosotros.
Fruncí el ceño como si fuera Stuffy intentando controlar sus instintos más primitivos. ¿Acababa de llamar chucho a Stuffy? Si se pensaba que lo más peligroso que podía hacer era mearse en el suelo se iba a enterar cuando le colase una mierda en su caldo. Con mi hermano perruno no se mete nadie. Por eso esperé a que hablase Eri, porque yo no iba a poder reprimirme de sermonearle, y siempre que intentaba sermonear a alguien todo se iba al garete.
— Joisjois, una parejita de jóvenes que viene a tener una comida romántica...
Eri se sorprendió al recibir tal trato, y rápidamente corrió a corregir al peticionario, o a algún empleado que tuviese allí contratado.
—No, señor, nosotr-
— Pasad al fondo, hijos, y no os preocupéis por el chucho, que podéis pasarlo con vosotros tambien, en Fideos Aikito no discriminamos por raza, pero si se mea lo fregáis vosotros.
—Discúlpenos, señor —paró de golpe la kunoichi, posando ambas manos sobre sus caderas y con un semblante serio surcando su rostro —. Somos los shinobi que pidió que acudieran a su recinto para ayudarle, mi nombre es Uzumaki Eri, y mi compañero es Inuzuka Nabi —explicó, relajando el rostro poco a poco hasta que dejó caer ambos brazos a los lados de su cuerpo.
»Estamos a su completo servicio.
Esperaba que con aquellas palabras quedase claro que eran ninjas y no clientes, sobre todo teniendo en cuenta que stuffy era un perro ninja que también estaba dispuesto a ayudar en la misión, o eso era lo que esperaba del can.
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—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—. Somos los shinobi que pidió que acudieran a su recinto para ayudarle, mi nombre es Uzumaki Eri, y mi compañero es Inuzuka Nabi
El vacío más frio y desolador. Eso era lo que sentía Stuffy en su corazón, apuñalado repetidas veces durante el breve transcurso de esa conversación. Sin embargo, sacó un temple que ni siquiera yo sabía que tenía y simplemente, se sentó mientras una lagrima se escapaba de su único ojo, pero sin hacer sonido alguno, aguantando la completa ignoración que le profesaba la pelirroja.
Por suerte, el dueño pilló las directas de Eri y no tardó en cambiar la cara a una más serie y menos sonriente y explicarnos su misión.
— Bien, bien. Pasad por aquí y os daré algo para que repartáis en nombre del restaurante. — empezó a caminar desplazándose hasta la zona entre las mesas y la barra sin dejar de hablar — Abrimos hace realmente poco, y no es que seamos nuevos, solo que nos tuvimos que cambiar de local y de nombre y de temática. Es la maldición de las modas, van y vienen, por eso decidimos coger una temática más firme y segura, pero claro, ahora no nos conoce ni el Tato. Por eso necesitamos una pequeña campaña publicitaria.
Abrió una puerta que había entre que se acababa la barra y donde estaba colocado el biombo, parecía ser un almacén. Entró y sacó a rastras una caja. Abrió la caja y el olor penetró mi nariz como si fuera la primera vez, a pesar de ser la numero un millón. Entre esas cinco superficies de cartón se encontraba una cantidad anormal de cebollas. Antes de que pudiesemos preguntarle qué coño se suponía que teníamos que hacer con una jodida caja llena de cebollas y viendo que yo me había tapado la nariz, empezó a explicarse.
— A ver, que no somos un restaurante innovador de cinco estrellas ni va a venir el mismo Hanabi-sama aquí a desayunar todos los días. Así que buscamos una campaña de impacto. De que la gente tenga nuestro nombre en mente aunque sea por aquella vez que le dieron una cebolla con nuestra etiqueta en la calle. Además, mi hijo la ha liado haciendo el pedido y tenemos cien más de las que deberíamos.
Le pasó a Eri una bolsa con un montón de papeles con pegatinas con el nombre del restaurante y un fideo con bigote por logo.
— Ya sabéis, una etiqueta por cebolla y a repartirlas por toda la villa, podéis usar las mesas de detrás de los biombos pero daros prisa, eh, la clave es que hayáis acabado antes de comer.
Mi rostro era la incomprensión y el desconcierto máximo que podía expresar con mi nula expresividad, lo cual tenía que ser muy parecido a la cara de un perro cuando intenta comerse algo sin entender que solo es un dibujo. ¿En qué clase de mundo alternativo me había metido? Para hacer publicidad de un local de fideos, ¿íbamos a repartir cebollas?
Eri escuchó al hombre explicar un poco de dónde venía todo aquello de montar una tienda de fideos, y ella escuchaba, atentamente, mientras seguía al hombre detrás de un biombo, que seguramente era el almacén improvisado que habían hecho. De entre lo que había allí sacó una caja y de la misma un olor conocido y a su vez no tan agradable inundó sus fosas nasales, poniendo una cara de asco no porque no le gustase aquello, sino porque... Bueno, porque eran cebollas y siempre terminaban por repetirle cuando las comía.
Luego tendió a Eri unos papeles con pegatinas donde encontraban a un enigmático fideo con bigote por logo. Aquello era, sin duda, el trabajo que menos se esperaba hacer.
— Ya sabéis, una etiqueta por cebolla y a repartirlas por toda la villa, podéis usar las mesas de detrás de los biombos pero daros prisa, eh, la clave es que hayáis acabado antes de comer.
—¿Tenemos que etiquetar... Todas las cebollas? —preguntó sin dejar de mirar la bolsa —. Vale, cuanto antes empecemos... Nabi, toma la caja, vamos a la mesa, ¡gracias! —exclamó eso último para el hombre y tomó rumbo hacia la mesa, sentándose y dejando la bolsa a un lado para que ambos pudieran llegar a ella.
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—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—¿Tenemos que etiquetar... Todas las cebollas? Vale, cuanto antes empecemos... Nabi, toma la caja, vamos a la mesa, ¡gracias!
Desganado pero servicial, fui hasta la caja para agarrarla y llevarla con cuidado hasta la sección de las mesas, la puse sobre una silla y me senté en la de al lado, ahora solo era cuestión de coger una cebollas, una pegatina y hacer magia. Suspiré con gran pesar, sobretodo en el corazón, no por mi, sino por Stuffy. El can, viendo que tampoco tenía nada que hacer en esa misión, como en su vida en general, porque todo el mundo le ignoraba, se tumbó en un rincón, viendo pasar la vida sin interés.
— ¿Cuanto crees que tardaremos?
Comenté, por decir algo. Algunas cebollas estaban aún sucias, por lo que había que limpiarlas un poco para que se pegase la pegatina. Y así íbamos, poco a poco, paso a paso, cebolla a cebolla.