7/08/2018, 01:41
Como cabía de esperar, el abuelo —una persona con un dojo tan importante, e influencia— no podía faltar a un acontecimiento tan importante como bien era un examen de chunin. Era un acontecimiento muy importante, cualquier persona en todo Onindo lo podía saber. Si bien era algo íntimo, exclusivo para los participantes y sus familiares, cualquier persona con renombre perteneciente a alguna de las tres grandes aldeas podía asistir, como mero espectador. Después de todo, allí estaban a punto de salir a relucir los nuevos talentos de la siguiente generación.
Por suerte o por desgracia, Etsu aún no cumplía los requisitos para poder presentarse, y lejos de librarse de ir, tuvo que acompañar a su abuelo y al séquito de aprendices del dojo. No había nada que le diese mas rabia, ese viaje se podía deducir en falta de entrenamiento. Por mucha experiencia que pudiese adquirir viendo los combates y pruebas, era tiempo que perdería de entrenamiento puro y duro, e incluso de misiones.
Para tirarse de los pelos.
Hacía no demasiado tiempo había tenido un enfrentamiento con un Uchiha, y estaba mas que seguro de que sus habilidades necesitaban un buen repaso. Había saboreado el agrio sabor de la derrota, y casi el de la muerte. Había sufrido sintiéndose inferior a un oponente, tanto que no era posible describirlo sin mas que un gruñido.
¿Cómo podía permitirse perder tanto tiempo en esa chorrada en la que ni iba a participar?
Pero, quisiera o no, la palabra de su abuelo iba a misa. Era imposible llevarle la contraria, y lo mas peligroso, no solo era difícil convencerlo de tomar otra decisión, si no que era peligroso. No era ni la primera ni la última vez que se iba a llevar un golpetazo en la cabeza, eso si es que era suave. Normalmente no era así.
Así pues, emprendió el viaje. Un ferri enorme fue su medio de transporte hasta el destino, donde iban embarcados no solo ellos. En la embarcación había gente de todos lados de Kusagakure. Ricos, pobres, altos, bajos... hasta pelirrojos ¿pelirrojos? si, exactamente, pelirrojos habían y todo. Había tanta ente allí, que apenas se podía estar cómodo para estar, mucho menos entrenar. La meditación y el kata en la habitación fue su única esperanza durante el trayecto. Akane estaba en las mismas, angustiado incluso por el estrés de Etsu.
«Mis movimientos son toscos y lentos... ese hijo de puta era capaz de adelantarse a todos los golpes que intentaba... necesito ser más rápido, y mas imprevisible... la fuerza da igual, lo importante es la velocidad.»
Esos pensamientos eran algo que consumía al Inuzuka. Después de la experiencia tan desastrosa con Datsue, no era para menos. Por eso mismo, debía entrenar, y mucho. No podía permitirse el lujo de sufrir de nuevo esa sensación en su piel. Debía entrenar, entrenar, y entrenar. Ese era su día a día, desde que despertaba hasta que dormía. Las únicas pausas eran para comer o recuperar un poco el aliento, pero ésto último apenas ocurría.
El abuelo estaba mas que contento con la actitud de su joven nieto, aunque no quisiese admitirlo. Aunque no sabía a qué se debía, pues era mucho mas intenso que de costumbre.
Para cuando llegaron a esas tierras extranjeras, Etsu y Akane lo primero que hicieron fue buscar un parque de buenas proporciones, donde pudieron mantener una buena pelea entre ambos, buscando liberar tensiones y soltar los músculos. Ésta si era una pelea con buenas intenciones, y no lo sufrido con el maldito de ojos rojos. Lucharon y entrenaron por toda la tarde, o lo que quedaba de ella. Al acabar, fueron a reunirse con su abuelo. Tras una ducha y un cambio de ropajes, salieron con el anciano a cenar.
Fue esa misma noche, mientras comían en aquél lujoso restaurante, que el abuelo lo preguntó. El hombre no dejaba escapar una, era audaz como él mismo. Lanzó la pregunta de porqué entrenaba tanto últimamente, que si le había pasado algo. Pero éste no podía decirle la verdad, al menos no toda. Etsu se limitó a informar al hombre que andaba buscando perfeccionar su estilo de pelea, buscar su propia versión. Informó que había encontrado a un oponente de taijutsu al que no había podido superar, porque se le adelantaba en todos los movimientos, como si pudiese leer perfectamente en sus ojos qué planeaba hacer.
"Pues no se lo digas, es sencillo."
Con esas palabras, el abuelo reveló una gran cosa. No era culpa del estilo familiar, si no de él. Su forma de usarlo revelaba sus intenciones, y aunque antes no se había encontrado a un oponente capaz de hacerlo, no le restaba culpa. Debí aprender a ocultar sus intenciones en plena pelea, debía aprender a moverse de manera totalmente imprevisible.
Tras apremiar que había dado un gran paso en su avance, reconocer sus fallos, el hombre llamó al mesero y se pidió una bebida con un ligero toque de alcohol. Al llegar, la puso frente a su nieto. Etsu lo miró, sin saber muy bien porqué lo había hecho. Entonces, el sabio guerrero le dijo que lo primero para aprender a despejar la mente, es dejar de lado los pensamientos que nos atormentas. Razón no le faltaba, aunque quizás esa no era la mejor manera...
Después de 3 copas de la misma índole, el chico estaba tan "contento" que ni se acordaba del maldito Uchiha. Cualquier palabra por parte de su abuelo le hacía gracia, y eso que el hombre no tenía don de gentes para causar gracia. Tras salir del restaurante, en vez de ir directos a dormir, nieto y abuelo fueron a un parque cercano. El mayor, incitó al rastas a que intentase golpear. No pudo acertar ni un solo golpe, de hecho a penas se mantenía en pié.
Sin embargo, fue la ocasión perfecta para el anciano para enseñar al chico un poco de un estilo de peleas peculiar, uno que normalmente nunca usaba. El mono borracho.
Ésta sería la primera toma de contacto de Etsu con éste peculiar estilo de combate, uno con el que no llegaba a encontrarse del todo cómodo, pero que si llegaba a acomodar a su estilo, podría llevar a ser interesante. Una combinación entre el estilo familiar y ese... sin duda sería genial. Quizás no muy vistoso para el público, ni digno para enseñar... pero sería perfecto para batir a ese Uchiha. Al menos para poder golpearle con algo mas de facilidad.
Fuese como fuese, ese era el inicio en una nueva rama del taijutsu a investigar.
Por suerte o por desgracia, Etsu aún no cumplía los requisitos para poder presentarse, y lejos de librarse de ir, tuvo que acompañar a su abuelo y al séquito de aprendices del dojo. No había nada que le diese mas rabia, ese viaje se podía deducir en falta de entrenamiento. Por mucha experiencia que pudiese adquirir viendo los combates y pruebas, era tiempo que perdería de entrenamiento puro y duro, e incluso de misiones.
Para tirarse de los pelos.
Hacía no demasiado tiempo había tenido un enfrentamiento con un Uchiha, y estaba mas que seguro de que sus habilidades necesitaban un buen repaso. Había saboreado el agrio sabor de la derrota, y casi el de la muerte. Había sufrido sintiéndose inferior a un oponente, tanto que no era posible describirlo sin mas que un gruñido.
¿Cómo podía permitirse perder tanto tiempo en esa chorrada en la que ni iba a participar?
Pero, quisiera o no, la palabra de su abuelo iba a misa. Era imposible llevarle la contraria, y lo mas peligroso, no solo era difícil convencerlo de tomar otra decisión, si no que era peligroso. No era ni la primera ni la última vez que se iba a llevar un golpetazo en la cabeza, eso si es que era suave. Normalmente no era así.
Así pues, emprendió el viaje. Un ferri enorme fue su medio de transporte hasta el destino, donde iban embarcados no solo ellos. En la embarcación había gente de todos lados de Kusagakure. Ricos, pobres, altos, bajos... hasta pelirrojos ¿pelirrojos? si, exactamente, pelirrojos habían y todo. Había tanta ente allí, que apenas se podía estar cómodo para estar, mucho menos entrenar. La meditación y el kata en la habitación fue su única esperanza durante el trayecto. Akane estaba en las mismas, angustiado incluso por el estrés de Etsu.
«Mis movimientos son toscos y lentos... ese hijo de puta era capaz de adelantarse a todos los golpes que intentaba... necesito ser más rápido, y mas imprevisible... la fuerza da igual, lo importante es la velocidad.»
Esos pensamientos eran algo que consumía al Inuzuka. Después de la experiencia tan desastrosa con Datsue, no era para menos. Por eso mismo, debía entrenar, y mucho. No podía permitirse el lujo de sufrir de nuevo esa sensación en su piel. Debía entrenar, entrenar, y entrenar. Ese era su día a día, desde que despertaba hasta que dormía. Las únicas pausas eran para comer o recuperar un poco el aliento, pero ésto último apenas ocurría.
El abuelo estaba mas que contento con la actitud de su joven nieto, aunque no quisiese admitirlo. Aunque no sabía a qué se debía, pues era mucho mas intenso que de costumbre.
Para cuando llegaron a esas tierras extranjeras, Etsu y Akane lo primero que hicieron fue buscar un parque de buenas proporciones, donde pudieron mantener una buena pelea entre ambos, buscando liberar tensiones y soltar los músculos. Ésta si era una pelea con buenas intenciones, y no lo sufrido con el maldito de ojos rojos. Lucharon y entrenaron por toda la tarde, o lo que quedaba de ella. Al acabar, fueron a reunirse con su abuelo. Tras una ducha y un cambio de ropajes, salieron con el anciano a cenar.
Fue esa misma noche, mientras comían en aquél lujoso restaurante, que el abuelo lo preguntó. El hombre no dejaba escapar una, era audaz como él mismo. Lanzó la pregunta de porqué entrenaba tanto últimamente, que si le había pasado algo. Pero éste no podía decirle la verdad, al menos no toda. Etsu se limitó a informar al hombre que andaba buscando perfeccionar su estilo de pelea, buscar su propia versión. Informó que había encontrado a un oponente de taijutsu al que no había podido superar, porque se le adelantaba en todos los movimientos, como si pudiese leer perfectamente en sus ojos qué planeaba hacer.
"Pues no se lo digas, es sencillo."
Con esas palabras, el abuelo reveló una gran cosa. No era culpa del estilo familiar, si no de él. Su forma de usarlo revelaba sus intenciones, y aunque antes no se había encontrado a un oponente capaz de hacerlo, no le restaba culpa. Debí aprender a ocultar sus intenciones en plena pelea, debía aprender a moverse de manera totalmente imprevisible.
Tras apremiar que había dado un gran paso en su avance, reconocer sus fallos, el hombre llamó al mesero y se pidió una bebida con un ligero toque de alcohol. Al llegar, la puso frente a su nieto. Etsu lo miró, sin saber muy bien porqué lo había hecho. Entonces, el sabio guerrero le dijo que lo primero para aprender a despejar la mente, es dejar de lado los pensamientos que nos atormentas. Razón no le faltaba, aunque quizás esa no era la mejor manera...
Después de 3 copas de la misma índole, el chico estaba tan "contento" que ni se acordaba del maldito Uchiha. Cualquier palabra por parte de su abuelo le hacía gracia, y eso que el hombre no tenía don de gentes para causar gracia. Tras salir del restaurante, en vez de ir directos a dormir, nieto y abuelo fueron a un parque cercano. El mayor, incitó al rastas a que intentase golpear. No pudo acertar ni un solo golpe, de hecho a penas se mantenía en pié.
Sin embargo, fue la ocasión perfecta para el anciano para enseñar al chico un poco de un estilo de peleas peculiar, uno que normalmente nunca usaba. El mono borracho.
Ésta sería la primera toma de contacto de Etsu con éste peculiar estilo de combate, uno con el que no llegaba a encontrarse del todo cómodo, pero que si llegaba a acomodar a su estilo, podría llevar a ser interesante. Una combinación entre el estilo familiar y ese... sin duda sería genial. Quizás no muy vistoso para el público, ni digno para enseñar... pero sería perfecto para batir a ese Uchiha. Al menos para poder golpearle con algo mas de facilidad.
Fuese como fuese, ese era el inicio en una nueva rama del taijutsu a investigar.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~