Datsue negó con la cabeza ante lo primero.

—¿Morirse en una explosión? No, eso no suena a Uchiha Akame.

Menos cuando tenía el poder de teletransportarse a la otra punta de Ōnindo a la mínima que presintiese peligro. Respecto a lo segundo, tan solo podían hacer conjeturas.

—Pero, ¿por qué iba a causar semejante explosión? Tenéis que comprender algo de él: nunca hace nada sin un buen motivo detrás.

Sí, a Datsue le había estado engañando desde el principio. Pero, aún así, existen rasgos en la personalidad que uno no puede camuflar. Akame era un ser demasiado racional y meticuloso como para que un día se levantase con el pie izquierdo y, simplemente, decidiese provocar un bombazo. Si verdaderamente lo había hecho él, tenía que existir una razón de peso detrás.

A Datsue no se le ocurría ninguna.

—¿Morirse en una explosión? No, eso no suena a Uchiha Akame.

—Puede ser, quizá lo había previsto... No tengo ni idea, la verdad, pero todo apunta a que no se presentó y causó la explosión él

—Pero, ¿por qué iba a causar semejante explosión? Tenéis que comprender algo de él: nunca hace nada sin un buen motivo detrás.

Le era difícil negarles nada a Datsue y Eri, es decir, ellos conocen a Akame, son Jounin, tienen más experiencia en la vida y todas esas cosas. Sin embargo, es que... parecían tener a Akame muy idealizado. No dejaba de ser un fugitivo y una persona de carne y hueso. Vale, tal vez que muriese en la explosión era demasiado optimista, pero podría simplemente haberse visto involucrado y que la explosión le hubiese afectado.

Si estaba herido, podía no haber estado en condiciones de ir, o incluso inconsciente. Pero no, tanto Datsue como Eri estaban convencidos que la explosión era parte del plan supremo de Akame, un plan tan complejo que eran incapaces de ver las piezas que lo componían.

Hana torció el gesto.

— Chicos, sé que yo no sé mucho del tema pero... tal vez Akame tuviese algún imprevisto en el tren y tuviese que improvisar o la explosión le dio de alguna forma y salió herido. No sé, no veo el sentido a hacer tal acto y después no reclamarlo para inspirar miedo ni nada.

No quería meterse demasiado en sacar conclusiones, sobre todo porque Datsue y Eri igual se le lanzaban al cuello por lo que acababa de decir. Ya podía oírles decir "El Gran Akame jamás se equivoca" o "Él no tiene imprevistos, tiene sorpresas solucionables".

Datsue le recriminó que Akame no podría haber hecho algo así sin una razón detrás, y ella solo se encogió de hombros, un poco dolida por su comentario. Quizá se había precipitado en hablar, pero la realidad era que no sabía nada de Akame, y que seguía dolida por haber vuelto con las manos vacías.

— Chicos, sé que yo no sé mucho del tema pero... tal vez Akame tuviese algún imprevisto en el tren y tuviese que improvisar o la explosión le dio de alguna forma y salió herido. No sé, no veo el sentido a hacer tal acto y después no reclamarlo para inspirar miedo ni nada.

—No lo sé —murmuró Eri—. La verdad es que no conozco tanto a Akame como me gustaría.

Datsue volvió a negar con la cabeza ante el comentario de Hana.

—Akame no tiene imprevistos, tiene sorpresas solucionables.

Así era él.

—No lo sé —murmuró Eri—. La verdad es que no conozco tanto a Akame como me gustaría.

—Pues yo le conozco más de lo que me hubiese gustado. —Suspiró—. En fin, que quizá ni estaba en el tren. Quizá no tuvo nada que ver con eso. —Además, meterse de lleno en un vagón a rebosar de gente que podía reconocerle no era muy propio de alguien tan cauto como Uchiha Akame.

—Akame no tiene imprevistos, tiene sorpresas solucionables.

Era por esos momentos que jamás podía estar tranquila con Datsue cerca. ¿Leía la mente? ¿O sencillamente era tremendamente astuto? De alguna forma, el Jounin siempre sabía donde estaba la diana y como acertar de lleno. Transformaba los pensamientos de Hana en palabras de forma mucho más precisa de lo que ella sería capaz de hacerlo. Eso la asustaba y asombraba a partes iguales.

—Pues yo le conozco más de lo que me hubiese gustado.. En fin, que quizá ni estaba en el tren. Quizá no tuvo nada que ver con eso.

Al menos había conseguido que sus palabras calasen levemente en sus superiores.

— Bueno, solo hay una forma de saberlo. Tarde o temprano daran con él y podréis preguntarle. O sacarle información directamente.

Ahora que había carteles con su cara por todas partes, seguro que aparecía más gente como ella, que había sido engañada por aquel malandrín y poco a poco se acercarían a él.

—Akame no tiene imprevistos, tiene sorpresas solucionables.

Eri bajó la mirada. Maldito Akame, siempre que hablaban de él le hervía la sangre, y tampoco es que le recordase del todo. Solo sabía los hechos que le habían contado sobre el tema. Suspiró, odiaba a ese chico. Y el que más conocía a Akame era Uchiha Datsue allí de cuerpo presente, así que, si lo capturaban alguna vez, sería gracias a él.

— Bueno, solo hay una forma de saberlo. Tarde o temprano daran con él y podréis preguntarle. O sacarle información directamente.

«Tarde, temprano... O nunca», pensó amargamente.

—No sé si daremos con él, sinceramente, siento que si no vuelve por cuenta propia nunca podremos traerlo...

Datsue coincidía con Eri. Akame era una serpiente escurridiza, una rata que podía esconderse en cualquier rincón de Ōnindo y a cualquier momento. Si no era él quien se acercaba a ellos, lo iban a tener muy difícil ya no para capturarle, sino para encontrarle siquiera. No obstante...

—Volverá —dijo, con más seguridad de la que realmente tenía—. Ya lo ha hecho dos veces, después de todo, ¿no?

Primero, para matar a Chokichi. Después, para concertar una cita con Yume a través de Hana. Datsue estaba convencido de que habría una tercera.

De repente, la puerta se abrió y una mujer en bata blanco entró con confianza.

— Buenos días, Hana-cha... — entraba revisando los papeles que llevaba en las manos y al alzar la mirada buscando a Hana vio que no estaba sola. — Oh, tienes visita. Bueno, era solo para decirte que todo parece estar bien, puedes irte. Asegúrate de no forzarte y de que no te vuelvan a apuñalar en el mismo sitio, por lo demás, todo correcto.

Dicho eso, retrocedió hasta la puerta y se marchó por donde había venido. Hana miró a Eri, esperando que comprendiese lo que le intentaba decir con la mirada. Por si no lo entendía lo verbalizaría igual.

— Eri-sensei, ¿me ayudas a vestirme?

El mensaje era para Datsue, a quien creía suficientemente inteligente para entenderlo sin necesidad de que se lo dijese directamente.

Akame volvería. De eso estaban todos seguros.

Y ella estaría preparada.

La puerta se abrió repentinamente, dando paso a una mujer vestida con una bata. Pareció inspeccionar a Hana, dándole el visto bueno para poder marcharse del hospital. Eri sonrió a su pupila. Todo estaba bien.

Luego, la mujer se marchó.

— Eri-sensei, ¿me ayudas a vestirme?

—Claro —asintió Eri, levantándose, luego miró a Datsue—. Luego nos vemos, Datsue, quiero comentarte algo acerca de una cosilla... —explicó antes de que el Uchiha se fuera.

Y esperó a que se marchara para ayudar a Hana.

No hizo falta más para que Datsue captase la indirecta.

—Bueno, ¡para la próxima os toca a vosotras visitarme a mí! —exclamó, divertido, mientras se asomaba por el hueco de la ventana—. ¡Sayonara, girls!

Y se dejó caer al vacío.


Datsue se encontraba en la zona común, tirado en el sofá, con las sandalias en el suelo y la vista perdida en el techo. ¿De qué querría hablarle Eri? Habían quedado allí a través del sello comunicador, así que esperaba descubrirlo pronto.

Eri se deshizo de su túnica mientras entraba a la zona común, llevándola en la mano. Odiaba el verano y su estúpido calor. Buscó a Datsue con la mirada, encontrándolo en uno de los sofás que había allí para descansar. No tardó en acercarse y tomar asiento en uno próximo, saludándolo con una mano.

—No daré rodeos, tenemos que capturar a Akame —fue directa al grano—. Y, quizá, entre los dos, con nuestros conocimientos de Fūinjutsu, podemos tenderle una trampa en cuanto entre por los portones de Uzushiogakure.

¡Bam! Directa y al jodido grano, como un kunai surcando el aire con un sello explosivo atado al mango. Datsue casi se cae del sofá de la sorpresa, y tuvo que reincorporarse como mediamente pudo.

¿Cuánto hacía que no había visto a Eri tan decidida y contundente?

—Joder… Esto… Sí, claro. ¡Claro que sí, coño! —exclamó, dejándose llevar por el ímpetu de la kunoichi—. Fūinjutsu, ¿hmm? ¿Estás pensando en algo en concreto?

—Pues, verás... —empezó Eri, apoyándose sobre sus rodillas—. Quizá podríamos hacer algún sello que lo detecte, como que conociera su rastro... Algo, para alertarnos de que entra en la villa —explicó como pudo—. Podría activar algo que lo inmovilizase, o, al menos, impedir que se teletransportase... ¿Me sigues?

Miraba a Datsue directamente, esperando que dijera algo sobre su idea. Él era el de las ocurrencias, ella solo seguía, así que solo necesitaba de su mente privilegiada para tirar aquello hacia delante.

Datsue se mesó la barbilla, pensativo.

—Pero es que para hacer un sello que reconociese su chakra, previamente deberíamos tener una muestra de dicho chakra. —No veía posible que un fūinjutsu fuese capaz de reconocer una energía en concreto sin conocerla de antes. Porque si no la conocía, ¿cómo iba a reconocerla?—. Y eso es un problema.

Uno de complicada solución.

—Pero me gusta la idea de impedir que se teletransporte. Necesitaríamos algún fūinjutsu de área que le impida utilizar su Mangekyō. Suena… Bueno, suena jodido.

Era un problema, pero podrían intentarlo. Akame seguía ahí fuera, y solo necesitaban un poco de su chakra...

—Pero me gusta la idea de impedir que se teletransporte. Necesitaríamos algún fūinjutsu de área que le impida utilizar su Mangekyō. Suena… Bueno, suena jodido.

—Jodido, pero no imposible —corrigió ella. Aunque Datsue estaba en lo cierto. Quizá estaba siendo demasiado optimista con ese tema—. Iré pensando, pero podemos verlo poco a poco, de momento, voy a buscar libros y técnicas de Fūinjutsu a ver si encuentro alguna idea, ¿vale? —propuso.