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La pelirroja viajaba, de nuevo, como estaba acostumbrando a hacer en pos de encontrar "su hueco" en éste mundo, o qué hacer por el resto de la eternidad dado su condición. No era una tarea simple y llana, mas bien todo lo contrario, le estaba costando demasiado sacar datos concluyentes acerca de su futuro. Pero, tampoco tenía prisas, tenía todo el tiempo del mundo a su disposición, literalmente. Así pues, sin prisa pero sin pausa, sus piernas la llevaron en ésta ocasión a explorar un poco el país de la espiral, lugar del que procedían los shinobis de Uzu, detalle que mas bien importaba poco a la pelirroja.
En su incursión, la chica caminó por una planicie que parecía estar aislada de todo, hasta de la vida. Sobre ella, el cielo tampoco parecía querer tener amigos, pero eso era algo a lo que la chica estaba mas que acostumbrado. Nublado como en un día de invierno, siendo que era verano, la tarde arremetía con una gran ola de calor. El sol, lejos de no causar estragos al estar tapado por las nubes, hacía de éstas como una lupa para irradiar con sus potentes rayos para quemar a los humanos como meras hormigas. Hasta el viento parecía haberse puesto en contra, dejando de mecerse en ligeras brisas como había sucedido algunos kilómetros atrás. Ni un desierto podía ser tan caluroso como ese valle del destierro.
Aiko, que viajaba con quizás menos que lo justo, comenzaba a estar sedienta. Por mas que miraba a su alrededor, lo único que veía era un páramo desierto, ni estructuras ni pueblos, ni animales, ni leches. Nada, mirase por donde mirase, no había nada.
«Quizás debería retroceder... por aquí no parece que haya nada...» Pensó la chica, puesto que enmendarse a cruzar un desierto no era una decisión de lo mas sensata. ¿Qué encontraría tras ese páramo? Mierda, su propia curiosidad la sentenciaba. ¿Cómo iba a irse sin mas?
—¡Tsk! —la chica chasqueó la lengua, cabreada con su propia decisión.
Sin mas remedio, continuó caminando, pues no podía hacer otra cosa. Caminó, caminó y caminó, hasta al fín ver algo que claramente resaltaba con el resto del entorno. Un enorme torreón, así como una estructura que solamente recordaba ver en libros, libros donde una princesa era presa de un dragón y similares.
—¿Un... castillo?
La pregunta sin duda no esperaba respuesta alguna, era retórica. Allí, frente a ella, se alzaba un castillo que a cada paso que daba parecía crecer varios metros. Sin duda, la estructura que se erguía frente a la chica era digna de recordar, y ni de coña iba a irse sin echarle un vistazo...
¿Fantasmas? Era un riesgo que estaba dispuesta a correr, no pensaba irse sin ver ese castillo por dentro.
Continuó su caminar hasta topar de lleno con el enorme portalón de madera que antiguamente seguro ofrecía gran protección al susodicho castillo, pero que hoy día estaba podrido y apenas suponía un problema para cualquier tipo de arma. La vida parecía estar ausente allí también, el lugar parecía haber sido abandonado siglos atrás. Varias grietas daban a entender eso, así como la hiedra subiendo por sus fachadas. El silencio campaba a sus anchas.
—¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!? —vociferó la chica sin tapujo, inquiriendo saber si realmente estaba abandonado.
Por suerte o desgracia, nadie contestó a la chica. Fue entonces, que sin dudarlo siquiera, la chica empujó el portalón. Éste se abrió, sin resistencia alguna, y la pelirroja atravesó el umbral de la puerta. El único ruido que sentenció la maniobra fue el chirrido oxidado de las bisagras, que no dudaron en dar la bienvenida a la chica con ese espeluznante sonido.
Dentro, a primera vista, había un salón enorme desde el cuál comenzaban unas escaleras centrales y se dividían en dos conforme llegaban al extremo de la sala. Cuatro pilares enormes daban base a los numerosos pisos que por encima se hallaban, y una gran cantidad de puertas cerradas y abiertas databan cuán grande era la estructura.
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Los libros de cuentos hablaban sobre un inmenso castillo, un castillo en el que habían sucedido aventuras increíbles tales como samuráis enfrentándose a bestias gigantes, princesas en apuros rescatadas por héroes que conseguían llegar hasta ellas, y, por supuesto, historias de aquellos hombres que, a pesar de intentarlo, no conseguían su objetivo y perecían en el intento.
El peliblanco llevaba semanas leyendo e investigando acerca de dicho castillo, partiendo desde el pensamiento de que sería un hecho ficticio, pero... ¿y si no? La duda le carcomía la cabeza por lo que, después de buscar en la biblioteca y de leer por lo menos ocho libros referentes a dicha construcción, en uno de ellos se hablaba de su ubicación aproximada por lo que, después de todas las molestias que se había tomado para descubrir aquello, dirigirse allí en expedición era lo menos que podía hacer.
...
Joder... ¿Quién me mandaría a mi...?
El clima no acompañaba en lo absoluto, a pesar de que el astro rey no azotaba con sus rayos en plenitud debido a las nubes que lo cubrían, su presencia se hacía notar por el terrible calor que desprendía, dándole a la planicie en la que se encontraba el aspecto de un desierto, en el que cualquier incauto que se perdiera sería incapaz de salir, menos mal que Riko se había preparado bien, con su mochila a la espalda, con agua y comida suficientes para vivir el tiempo justo para salir de aquel infierno.
El tiempo pasaba, y el Senju estaba a punto de darse por vencido pero, a lo lejos, una figura comenzó a erguirse, como si de una alucinación se tratase, pero aún así, el genin se dirigió hacia allí, corriendo como alma que lleva el diablo, rezando porque fuera real. Y tanto que lo era, allí se alzaba, imponente, el inmenso castillo, ahora abandonado.
—¿¡HAY ALGUIEN AHÍ!?
Un grito, de repente, le hizo activar todas sus alertas, quedando completamente paralizado, buscando al causante de dicho ruido, no tardando demasiado en encontrarlo, al fin y al cabo, los pelirrojos no son difíciles de diferenciar. Se quedó atrás, evitando que le viera, tratando de averiguar si aquella persona era peligrosa o, si simplemente, era una curiosa más, como él.
La siguió sigilosamente, mientras ésta abría el portón, dejando ver desde el exterior lo que el edificio escondía.
— ¡Guaaaaaaaaala chaval! — Exclamó, tirando por el retrete todo el sigilo que había llevado hasta el momento.
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A cada paso de la chica, se podía sentir mas y mas bajo la mirada de alguien. Los pelos se le erizaban, pero quizás era mas debido a la emoción de explorar un lugar así, que ante la idea de estar siendo observada por un millar de almas torturadas que buscaban venganza ante cualquier humano perdido por sus lares. Si, sin duda sería eso. Pero bueno, tampoco podía dejar de lado esa sensación... ¿Acaso era así la sensación de estar en un lugar embrujado?
Sin temor alguno, la chica siguió avanzando, hasta llegar casi a la mitad de la estancia. Comenzó a mirar a su alrededor, asombrada, pero de pronto su mirada tuvo la necesidad de volver sobre sus pasos. Tras la pelirroja, una segunda voz bastante, tanto que no parecía fantasmagórica, y más aún teniendo en cuenta la expresión. No sonaba muy de alma en pena eso de "Guaaaala chaval".
Para cuando avistó al causante de la expresión, no se llevó decepción alguna... ¿o quizás si? Se trataba de una persona, por llamarlo de alguna manera, que tenía una tez realmente blanca —mucho mas que una persona— así como unos ojos de un tono morado que también daban en qué pensar. Pero, proyectaba sombra... ¿Qué clase de fantasma proyecta sombra? ¿Fantasmas modernos? Diablos, ésto no era buena señal...
—¡Eh! —reclamó la atención de su antagonista. —¿Qué clase de fantasma eres tú? No deberías proyectar sombra... ¿¡qué clase de timo es éste!? Me esperaba algo mas tétrico de ropas, pero lo de los ojos... mola...
»O es que... ¿acaso no eres un fantasma? —Finalmente, terminó medio aceptando la realidad, que éste no fuese un espíritu o ente del mas allá.
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Como era lógico, la sorpresa del Senju sorprendió a la chica, una pelirroja que, así a primera vista, estaba de buen ver, pero al joven Riko, esos temas no le interesaban en lo absoluto por el momento.
—¡Eh! ¿Qué clase de fantasma eres tú? No deberías proyectar sombra... ¿¡qué clase de timo es éste!? Me esperaba algo mas tétrico de ropas, pero lo de los ojos... mola... O es que... ¿acaso no eres un fantasma?
Aquello le pilló por sorpresa, no sabía como reaccionar, por lo que, quedó paralizado durante unos instantes, pero, cuando se dio cuenta de que no podía seguir así mucho más, hizo lo primero que se le vino a la cabeza.
— ¡UuuuUUUUuuuu! — Comenzó, con un movimiento tambaleante. — Soooooy el fantaaaaaasma de este caaaas... — Pero fue incapaz de seguir, pues la risa le delató, una fuerte carcajada. — Lo... Lo siento, ha sido lo primero que se me ha ocurrido. — Comenzó, una vez paró de reírse.
El peliblanco se acercó a la joven, demostrando amistad, pues no quería tener ningún problema co alguien que no conocía. Extendió la mano diestra.
— Me llamo Riko, encantado
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El chico de orbes espeluznantes calló por unos segundos, pese a haber sido altamente interrogado por la chica. El silencio reinó, y nadie parecía dispuesto a romperlo. Pero, de manera sobrecogedora, el chico manifestó ser un fantasma. Un fantasma de los chungos, de los que verdaderamente dan miedo, pues no sabes si reír o llorar. Con un movimiento tambaleante, como el de una gelatina, el chico comenzó a decir que era el fantasma del castillo. Efectivamente, ni él mismo pudo contener la risa. Partió en una carcajada, una carcajada que casi le impide hablar en pos de aclarar que los nervios le impidieron decir algo más lógico y racional. La chica no tardó en absoluto en reír como éste había hecho. No era para menos, la broma había sido realmente buena.
Ni corto ni perezoso, el peliblanco se acercó hacia la pelirroja. Extendió su mano, y la ofreció a la genin a modo de saludo mientras se presentaba con el nombre de Riko. La chica sonrió antes de devolver el saludo, apretando su mano con fuerza. Un buen saludo debe ser enérgico, al menos eso siempre decía su padre...
—Mi nombre es Aiko. —aclaró. —Encantada igualmente, Riko.
Tras el saludo, soltó la mano del chico. Después de todo, tampoco se la iba a guardar. Se giró de nuevo, y buenamente le volvió a echar un vistazo a ese tremendo salón que les daba la bienvenida. Los detalles escaseaban quizás, pero tampoco era cosa de asombro, habría sido desvalijado en un millar de ocasiones, si no mas. No parecía haber ni tan siquiera un mísero cuadro que diese carácter a la sala, una alfombra que cubriese el paso de las personas importantes, o alguna silla donde compartir con los invitados una agradable charla. Nada, no parecía haber nada.
De pronto, el sonido chirriante de las bisagras de la puerta principal resonó, anunciando un inminente portazo, un tremebundo golpe que no se hizo de rogar.
¡PLAF!
El ruido hizo hasta eco en la estancia, resonando en todo el edificio con una eficacia asombrosa. Ni en los mejores centros de grabación de voz, vamos. La chica se giró, calmada, buscando con la vista al chico. ¿Quién si no iba a cerrar la puerta de esa manera?
—Riko... no des esos porrazos, que vas a desmontar el castillo. —se atrevió a bromear.
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La broma fue todo un éxito, pues no fue solo Riko el que rompió a reír, si no que su interlocutora, la chica pelirroja rió igual que él, lo cual, como era lógico, era una buena forma de empezar una conversación.
—Mi nombre es Aiko. Encantada igualmente, Riko.
La joven respondió a la presentación del peliblanco, y estrechó su mano, con una fuerza que sorprendió al genin, casi sacándole el brazo de su sitio, pero, a pesar de ésto, se mantuvo firme, con una sonrisa en el rostro, aunque si Aiko se fijaba bien, vería que quizás la estaba forzando un poco.
La chica se volvió, de nuevo para admirar la sala en la que se encontraban, y Riko no tardó en seguirla, mirando hacia arriba, contemplando con detenimiento cada pequeño detalle de aquel castillo del que tanto había leído y en que ahora se encontraba. En un momento dado, un sonido de bisagras interrumpió el silencio en el que estaban sumidos los dos jóvenes, y de repente...
¡PLAF!
... un portazo sacudió la sala, un portazo que, si él no había hecho nada por darlo, y tampoco había sido Aiko, entonces...
—Riko... no des esos porrazos, que vas a desmontar el castillo.
La joven pensó que había sido él, en un nuevo intento por bromear, pero, en cuanto se girara y le mirara, se daría cuenta de que él no había sido, pues su cara lo reflejaba todo, una mezcla de miedo, desconocimiento y curiosidad, con la que se quedó mirando a Aiko.
— Y-yo n-no he sido, se... se habrá cerrado sola... ¡Sí claro! ¿Qué puede haber sido, si no? — Y rió de manera nerviosa.
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Perpleja por la habitación en que se encontraba, la chica alejó su vista lo suficiente como para perder de su marco visual al peliblanco. Para cuando escuchó el portazo, volvió la mirada y se quejó ante el chico de que iba a desmontar el castillo. Cuando ésta localizó al chico, realmente se llevó una sorpresa. Riko se encontraba relativamente cerca suya, demasiado, y por ende alejado de la puerta como para poder dar ese portazo. Por otro lado, su rostro claramente reflejaba su inocencia, así como la culpabilidad de un tercero.
¿Tendría el chico un amigo y le estaban gastando una broma?
Fuese como fuese, la chica era dura de roer, más aún teniendo en cuenta que su integridad física le importaba bien poco, y no tenía miedo a nada. Alzó una ceja ante el comentario del chico, que defendía a duras penas la posibilidad de que se hubiese cerrado sola. Algo insostenible, sobre todo teniendo en cuenta la ausencia de viento que experimentaban.
—Si... claro... el viento... —sentenció con un tono irónico.
»Si lo que intentas es asustarme, has topado con la chica equivocada. No tengo miedo de nada, perdí ese sentimiento inútil hace ya varios años.
Lejos de la realidad, no sabía realmente si éste había tenido algo que ver. Quizás había sido algún tipo de truco, o a saber. En fin, tampoco lo iba a tomar en serio siendo que la otra opción era que hubiese sido un... "fantasma". La chica dejó caer un suspiro, y avanzó por la sala. Caminó con paso firme y seguro, hasta llegar al principio de la escalera. Antepuso su pie izquierdo, y ejerció presión sobre el escalón de piedra. Éste no cedió, dando el detalle de su integridad material. Siendo así, la chica comenzó a subir las escaleras con aplomo.
—Si yo fuese la dueña de éste castillo, seguro que viviría por aquí arriba. ¿estarán por aquí los aposentos principales? —descubrió su objetivo ante el peliblanco.
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—Si... claro... el viento... Si lo que intentas es asustarme, has topado con la chica equivocada. No tengo miedo de nada, perdí ese sentimiento inútil hace ya varios años.
Aquela chica parecía ser muy terca, no se daba cuenta de que, si él no había sido, y ella tampoco, solo queda la opción de que hubiera sido el viento o qué sabía él, cualquier cosa, menos pensar que fuera un tercero, lo cual, con solo pensarlo le ponía los pelos de punta, por lo que prefería evitar esos pensamientos.
— Que no joder, que no intento asustarte, si no ha sido el viento, una de dos, o la puerta tiene un mecanismo para cerrarse sola, o no estamos solos aquí, así que hay que andar con ojo. — Explicó el peliblanco.
Rápidamente, Aiko comenzó a subir las escaleras, no sin antes cerciorarse de la integridad de las mismas, lo cual tranquilizó a Riko un poco, al menos no era una loca que pisaba sin mirar donde lo hacía, por lo que, el Senju siguió a la pelirroja de cerca, no quería quedarse solo allí, no después de lo que acababa de pasar con la puerta.
—Si yo fuese la dueña de éste castillo, seguro que viviría por aquí arriba. ¿estarán por aquí los aposentos principales?
Riko miró a la kunoichi mientras ascendía hacia el piso superior, explicándole al genin de Uzu el motivo que la impulsaba a ello.
— Si... tiene sentido, la verdad, ya lo dicen los cuentos, ''en lo más alto de la más alta torre...'', siempre se alojan ahí las princesas. — Analizó el Senju, poniendo cierto tono épico al mencionar la frase de cuento.
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Para cuando la chica dio el aviso de que no conseguiría asustarla fácilmente, Riko devolvió las palabras con cierta sequedad. Así mismo, el chico aseguró que no había sido cosa suya, que o bien había sido el viento o algún mecanismo de cierre, o bien una tercera persona. Al escucharlo, la chica hizo como quien escucha llover. Ni caso, absolutamente nada.
¿Fantasmas?
El chico no tenía ni idea... no la iba a sacar de sus casillas, ni a infundirle miedo —no podía— y no sería la chica quien lo volviese a repetir, no hacía falta. Sin mas, comenzó a subir las escaleras, explicando al chico el motivo que impulsaba a la pelirroja a subir. El chico, bien informado, hizo una referencia a los libros clásicos, recalcando que los aposentos de las princesas siempre solían estar en lo mas alto de la mas alta torre. Razón no le faltaba al chico, pero, no era allí donde se dirigía la reina.
—Pero yo no busco la habitación de la princesa... mas bien la habitación de los reyes. ¿Acaso no es mas interesante? —inquirió la chica.
Con su talante paso, la chica continuó avanzando por las escaleras hasta llegar al final de la primera fase, donde ahora se dividían hacia izquierda y derecha, en base con una pequeña explanada. De pronto, casi todas las puertas se cerraron de golpe —hasta las que apenas estaban integras.— en una sucesión de portazos que claramente eliminó de raíz el silencio. La chica detuvo su paso incluso, observando a su alrededor. No se oían pasos, ni voces, nada a salvedad de la orquesta de puertas en do menor.
—¿Qué leches... está pasando aquí?
La chica no tenía miedo, pero ciertamente la situación era algo insostenible. Alguien, o algo, estaba haciendo de las suyas... y por cercanía, estaba casi segura de que Riko no tenía nada que ver.
¿Fantasmas?
Las opciones eran pocas... ¿Quizás un grupo de gente estaban haciendo parecer que el castillo estaba embrujado para echarlos de su casa? Sonaba hasta ridícula esa opción, y teniendo en cuenta las opciones restantes... la situación daba realmente un quebradero de cabeza.
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—Pero yo no busco la habitación de la princesa... mas bien la habitación de los reyes. ¿Acaso no es mas interesante?
La muchacha mostraba ser menos obvia que el resto de la gente y, a fin de cuentas, bastante lógica, en la habitación de los reyes se supone que habría cosas mucho más interesantes que en la de la princesa o el príncipe, por simple jerarquía. El genin rió ante el comentario.
— Sí claro, debería ser más interesante, desde luego.
Ambos jóvenes siguieron avanzando escaleras arriba, contemplando con admiración cada pequeño detalle del castillo, cada cuadro, cada baldosa, cada rincón, y Riko avanzaba a un paso constante, pero con la cabeza desconectada, ensimismado, al menos hasta que, de repente, un ruido estruendoso le sacó de este estado. Todas las puertas del lugar comenzaron a cerrarse, aparentemente solas, provocando una sensación de miedo en el peliblanco que nunca antes había sentido.
—¿Qué leches... está pasando aquí?
Riko miró a la pelirroja.
— ¡Me cago en la puta! Esto es cosa de fantasmas, este castillo esta encantado, ¡seguro! — El Senju no tenía reparo en mostrar su miedo, a fin y al cabo era algo que todos sentían. — Mala idea, mala idea... Deberíamos tratar de salir de aquí, he visto demasiadas pelis de miedo como para saber que esto no acaba bien.
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En el transcurso de la búsqueda del aposento principal, y bajo la información brindada a Riko por la chica, éste pareció coincidir en que buscar la habitación de los reyes sin duda sería mas interesante a buscar la de la princesa. Razón no le faltaba, pues allí sin duda habrían de haber estado en algún momento dado los mayores tesoros y privilegios del legado. Siendo así, ambos siguieron por la siguiente escalera, en pos de encontrarlo.
La sorpresa llegó cuando la sinfonía de portazos dio lugar, haciendo que los nervios del chico se pusieran a flor de piel, resaltando ante la calma de la chica. Ésta, mas curiosa que miedica, se preguntaba qué era lo que sucedía. En su contra, Riko acusó al castillo de estar encantado, y declaró que debían salir de allí cuanto antes.
—¡Y un jamón! —replicó la pelirroja a Riko. —Yo no me voy de aquí sin ver qué hay por aquí... Piensa en la de miedicas que se habrán asustado y no han explorado éste castillo... seguro que guarda tesoros de incalculable valor...
»Total... seguro que son algunos canallas intentado mantener su hogar a salvo. Los fantasmas no existen.
La chica estaba totalmente convencida de lo que decía, y el miedo no se apoderó de ella. Quizás, solo quizás, su actitud inspirase un poco a su antagonista. Igualmente, quizás su ausencia de miedo se debía a que no temía a las posibles represalias de un muerto... ¿Qué iba a hacer? ¿matarla? El mero pensar de esa situación le daba risa.
—¿¡Señor fantasma!? —vociferó a todo pulmón. —¿¡Dónde está el dormitorio principal!?
Su petición era absurda, surrealista, atroz, absurdo... pero parecía que predestinado a cumplirse. Lo que había sido lanzado como una broma, se convirtió en una situación que salía de los manuales. Una puerta que había al final del pasillo en el que se encontraban se abrió, así, sin mas.
La chica alzó una ceja, incrédula. Pero, no se achantó. Sin duda, seguiría su camino hacia esa puerta recién abierta, al menos por ver qué había allí. ¿Cómo luchar contra su curiosidad? Era peor que un gato...
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—¡Y un jamón!Yo no me voy de aquí sin ver qué hay por aquí... Piensa en la de miedicas que se habrán asustado y no han explorado éste castillo... seguro que guarda tesoros de incalculable valor... Total... seguro que son algunos canallas intentado mantener su hogar a salvo. Los fantasmas no existen.
Aquella chica estaba loca, parecía no tener miedo a las consecuencias de lo que pudieran hacer allí, pero Riko, Riko era otro cantar, el miedo se había apoderado de él, y el seguir avanzando le parecía poco más que una locura pero, teniendo en cuenta que si quería salir de allí tendría que dar media vuelta y hacerlo solo, prefirió quedarse junto a Aiko, que al menos parecía tener bastante confianza.
—¿¡Señor fantasma!? ¿¡Dónde está el dormitorio principal!?
— ¡VALE, VALE! Ya lo pillo, no tienes miedo alguno, está bien, te acompaño, pero por poco miedo que tengas, al menos intenta no provocar a un posible fantasma, ¿vale? — El tono de Riko delataba el miedo que atesoraba, pero se sobrepuso.
Al menos, hasta que, de repente una de las puertas se abrió, igual de súbitamente que se había cerrado, y el Senju dio un pequeño respingo, pero, esta vez, trató de demostrar que, a pesar de todo era un shinobi y era capaz de controlar sus sentimientos.
— ¡Se acabó! ¡Te vas a reír de tu padre! — Quizás fue un poco forzado, pero se adelantó a la chica y entro al lugar que guardaba la puerta recién abierta, con el pecho por delante.
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Riko miró a la pelirroja como si ésta fuese una loca que arroja gatos al azar gritando cosas que ni son inteligibles, pero lejos de ser así, la chica estaba realmente en sus cabales. Al menos eso le dijo el médico una vez. El chico sin embargo no respondió ante la valentía de la chica, no al menos hasta que ésta irónicamente preguntó al fantasma por dónde podía llegar al dormitorio principal. Riko se sobresaltó, aún mas, inquiriendo a la chica que estaba claro que ella no tenía miedo, pero que no debía provocar mas al posible ente que había en ese castillo.
La chica mostró la mas sincera de sus sonrisas, queriendo darle la razón en parte al chico. Pero, no todo es tan fácil a veces. Ante la provocación de la pelirroja, el fantasma abrió de golpe un camino que antes estaba cerrado. Riko, sobresaltado de nuevo, pareció enfurecerse. Bramó a los vientos que se iba a reír de su padre, y con las mismas, se adelantó a la chica y entró por la única puerta abierta.
—Riko... espera... —solicitó la chica, pero éste ya estaba mas que decidido.
Éste entró por la puerta, seguido a escaso metro de distancia por la chica. Se encontraron ante ellos un enorme pasillo, un pasillo de techo realmente alto y ausencia de luces artificiales como lámparas o antorchas, y que únicamente estaba iluminado por un gran ventanal central. Éste hecho implicaba que había bastante penumbra tanto al inicio como al final del mismo pasillo. Frente a la gran ventana abierta, también había una puerta abierta. Al final del pasillo, una puerta, en ésta ocasión cerrada —a cal y canto— que posiblemente no podrían abrir ni queriendo. El camino parecía marcado. A lo largo del pasillo, al lado izquierdo, se sucedían a cada dos metros apenas una armadura de samurai, que mantenían a una altura media —frente al pecho— una espada blandida a dos manos. Todas las armaduras eran diferentes, algo oxidadas, y con rasgos característicos y exclusivos que las diferenciaban la una de la otra. Para llegar hasta la puerta, tendrían que pasar de largo por cuatro de éstas armaduras. Hasta el final del pasillo habían un total de ocho. Si por alguna casualidad del mundo las armaduras blandiesen el arma en vertical, la espada sin duda llegaría hasta casi el otro extremo del pasillo.
—Ps... sí que se están currando la broma ésta, ¿no? —confesó la chica tan tranquila.
Ésta se acercó hasta la primera de las armaduras, y asomó parcialmente en busca de su rostro. El rostro estaba ausente, no parecía estar ocupada por nadie. Con curiosidad, la chica observaría la armadura desde distintos puntos de vista, mas interesada que otra cosa en lo hermosa que era.
—Que bonita armadura...
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—Riko... espera...
El Senju hizo caso omiso a las palabras de la pelirroja, estaba intentando no salir corriendo de allí, y eso le ocupaba gran parte del cerebro, por lo que prefirió seguir avanzando, con decisión, hacia la puerta que se había abierto mágicamente tras el reto de Aiko al supuesto fantasma.
Y un pasillo, un pasillo larguísimo, demasiado incluso, apenas podían ver el final, también porque solo estaba iluminado por un ventanal situado en el centro del mismo, por lo que el final del pasillo estaba a oscuras casi por completo. Y, por lo que parecía, el fantasma quería guiarlos hacia un lugar en concreto, pues, justo frente a la ventana podrían vislumbrar una puerta que se encontraba abierta, invitándoles a pasar por ahí. ¿Y qué decir de las armaduras de samurais que se encontraban en el lado izquierdo del pasillo? Típicas armaduras que cobraban vida cuando pasabas y te pillaban desprevenido.
—Ps... sí que se están currando la broma ésta, ¿no?
Definitivamente, aquella chica no tenía miedo, y, aunque a veces eso es bueno, otras veces es difícil distinguir entre valientes e insensatos.
— Los pasillos largos, estrechos, mal iluminados y con armaduras a los lados, déjame decirte, que no me dan buena espina, y menos teniendo en cuenta lo que está pasando aquí... — Y cuando miró a la chica, vio que estaba encaramada a una de las armaduras, mirando su interior. — ¡Pero deja eso! ¿Estás loca o qué? Sigamos hacia delante y ya, no quiero que alguna de estas... cosas cobre vida.
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Para la chica, no era algo normal lo que sucedía en ése castillo, pero tampoco era algo que realmente resaltase tanto como para sobrecogerla. Las historias de miedo, de fantasmas, de vampiros... todas se inspiraban en las demencia de alguien que había escrito un libro, fantaseando. ¿Qué diablos había que temer? Pero, para el chico era justo lo contrario, y no dudó en demostrarlo de nuevo. Al ver el pasillo, se achantó. Su valentía fue algo efímero, un sentimiento que no perduró apenas. Inspirado por las películas de terror seguro, Riko recalcó la seriedad del asunto en esas escenografías.
Aiko sin embargo no prestaba demasiada atención, su atención estaba totalmente volcada en la armadura que tenía a su vera. La miró y remiró, hasta que el joven llamó de nuevo su atención. Riko impuso que dejase en paz la armadura, recurrió incluso a preguntar si estaba loca, y solicitó en última instancia que siguiesen el camino antes de que una de esas armaduras cobrase vida.
La pelirroja miró de reojo al albino, y dejó caer un suspiro pesado y tendido. —Párate y piensa.
»Si una de éstas espadas cae "accidentalmente" te rebanará la cabeza, el brazo o lo que pille a su paso... por poco afilada que esté. ¿Acaso no es más lógico comprobarlas antes señor cuerdo?
Pese a estar fascinada de la belleza de la armadura, quizás razón tampoco le faltaba. Perder unos segundos comprobando la armadura no era nada en comparación a tener que esperar un día entero en regenerarse un corte que la decapitase... por no hablar de lo angustioso que debía ser...
—Yo no corro peligro, pero no creo que tu situación sea la misma... —aclaró la kunoichi, enfrentándose parcialmente a su miedo racial, desvelar su secreto.
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