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—Párate y piensa. Si una de éstas espadas cae "accidentalmente" te rebanará la cabeza, el brazo o lo que pille a su paso... por poco afilada que esté. ¿Acaso no es más lógico comprobarlas antes señor cuerdo?
Riko quedó pensativo, a pesar de demostrar que quizás no estaba todo lo cuerda que debería, en aquella ocasión no le faltaba razón, si una de aquellas espadas caía con tan mala suerte que pillaba a uno de los dos debajo, se llevaría cosigo cualquier parte del cuerpo que pillase.
— ¡Joder, vale! Tienes razón, lo siento, ahora mismo no puedo pensar con toda la claridad que debería, aunque para asegurarse que no pase nada, no hace falta mirar el interior de la armadura, ¿eh?
Justo en ese momento, Riko se paró frente a la segunda armadura, analizando con detenimiento cada detalle de esta.
—Yo no corro peligro, pero no creo que tu situación sea la misma...
El peliblanco se volteó, miró a la pelirroja con la ceja derecha alzada, en símbolo de sorpresa, pues no había terminado de entender lo que Aiko le había dicho.
— ¿Cómo dices? Si yo corro peligro, tú también, es lo que tiene estar juntos metidos en este lío. — Definitivamente no estaba cuerda.
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La razón se la llevó la chica, obviamente. Ya de por sí no porque la tuviese o no, que la tenía, si no porque tarde o temprano llevaría la razón si o si, una de las cualidades innatas en cualquier mujer hecha y derecha. Ya podía afirmar que el sol era morado, que si así se le antojaba, así debiere confirmarlo el chico, por su bien. ¿Qué hay peor que una chica cabreada? Ni mil demonios, ni un castillo fantasmagórico, ni el mismo fin de la tierra.
Pese a darle la razón, Riko reconoció que no estaba pensando tan en claro como debía, seguramente a causa del miedo. Detuvo la conversación anotando que, por muy bien que hacía comprobando las armaduras, no tenía porqué comprobar sus interiores. Ésto llevó a la chica a alzar la ceja, claramente en desacuerdo.
—¿Qué sentido tendría no hacerlo? Pueden contener un mecanismo interior que se active por movimientos cercanos, activando la trampa. ¿Cómo si no iba a funcionar el castillo encantado? —escupió la chica. —Mantén la mente fría. Por mucho que ésto te pueda asustar, tan solo tienes que ser precavido.
El chico se adelantó a observar la siguiente armadura, y tras un lapso considerado de tiempo, el chico cayó en cuenta de lo que anteriormente había soltado la chica. La burrada que había soltado. Indignado quizás, y con la ceja mas alta que una bandera, el chico sentenció que estaban en el mismo jaleo ambos, si uno corría peligro la otra también lo hacía.
La chica ladeó los labios, en una mueca fugaz. Dejó caer tras ello un leve suspiro, puso la mano diestra sobre la superficie del filo de la katana esa bien oxidada que tenía la armadura entre manos, y apretó ésta contra el filo hasta que el color carmesí bañó el metal. La sangre corrió con poca delicadeza, manchando todo a su paso, en un pequeño reguero.
—No soy como cualquier otra persona... —anunció a su antagonista. —Yo soy capaz de recuperarme de cualquier corte... por eso digo que no corro el mismo peligro.
Sin mas, levantó la mano del filo de la espada, haciendo inconscientemente que ésta se tambalease un poco. Con apremio, enseñó la palma de la mano a Riko. Ésta estaba sangrando aún, ligeramente, pero entre el color carmesí la herida actuaba un tanto distinto a lo habitual. La carne comenzaba a unirse, poco a poco, dejando paso a una piel totalmente unida, ausente de herida alguna.
—¿Lo ves? —La pelirroja sacudió la mano justo después, deshaciéndose de la sangre que aún calentaba su diestra.
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Aiko continuó con sus suposiciones que, a pesar de tener cierto sentido y parecer lógicas, no terminaban de convencer al peliblanco que, aunque desde muy pequeño había sid escéptico con el tema de los fantasmas, ahora que lo estaba experimentando en sus propias carnes, le parecía mucho más real de lo que había imaginado.
—¿Qué sentido tendría no hacerlo? Pueden contener un mecanismo interior que se active por movimientos cercanos, activando la trampa. ¿Cómo si no iba a funcionar el castillo encantado? Mantén la mente fría. Por mucho que ésto te pueda asustar, tan solo tienes que ser precavido.
El Senju suspiró, no pretendía parecer un miedica, pero aquello no le gustaba ni un pelo.
— Está bien, está bien, lo siento, trataré de ser un poco más tranquilo.
Entonces llegó algo que descuadró severamente al de ojos violáceos, una frase de su acompañante que aseguraba no correr ningún peligro, mientras que el propio peliblanco si podría correrlo, lo cual, a ojos de Riko era toda una contradicción, pues si estaban juntos en eso, lo lógico era que ambos estuvieran en la posición. Pero no, Aiko preocedió a explicárselo, muy por encima, aunque, después, hizo una pequeña demostración.
— ¡¿Pero que hac...?! — La pelirroja echó mano a la katana y empezó a apretar, tras lo cual, comenzó a sangrar bastante, tras lo que Riko, rápidamente se puso a buscar en su bolsa algo con lo que curar aquella estúpida herida.
Riko alzó la cabeza, en el momento justo para ver como su acompañante le mostraba la palma de la mano en que se había hecho el corte que, instantáneamente, comenzó a cerrarse, hasta que la herida desapareció por completo.
— ¡¿Pero que cojones?! ¿Có-Cómo haces eso? — Los ojos de Riko estaban muy abiertos, no conocía a nadie que tuviera tal poder de regeneración, y aquello le intrigaba sobremanera.
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Tras inquerir que el chico retomase la calma, que se tranquilizase ya de una vez por todas, éste admitió tener que hacerlo. Le costaría, estaba claro, pero lo intentaría sin duda. Sin embargo, ésto de los fantasmas no estaba llevándose tanto su atención como lo era el hecho de que Aiko no tuviese miedo, por no hablar de su explicación del porqué no corría ella peligro. A sus ojos, ambos eran iguales, pese a la pobre explicación de la chica. Ésta, ni corta ni perezosa, no tardó en hacer una muestras de su habilidad en pos de que éste lo comprendiese... una imagen vale mas que mil palabras.
El chico no supo ni donde meterse cuando la chica tomó el arma con las manos, y no precisamente por donde se empuña. Cuando comenzó a chorrear la sangre, los ojos casi le salen de la órbita, y vociferó mientras buscaba en su portaobjetos quizás algo para detener la hemorragia. Sin embargo, la chica no precisaba de nada similar.
Tras mostrar que el resultado de cortarse no tardó ni minutos en cicatrizar, el chico quedó aún mas perplejo, si es que cabe. No podía creerlo. La voz le titubeó, casi no podía expresar su asombro, pero lo hizo. Incrédulo, preguntó cómo demonios hacía eso, refiriéndose claramente a esa acelerada capacidad de regeneración.
—Ya te lo he dicho... —insistió. —Soy capaz de recuperarme de cualquier tipo de corte, aunque no tardo lo mismo en regenerarme de un corte así de ligero como de una decapitación, por ejemplo. Por eso mismo insisto en que deberíamos de tener mas cuidado, ya que no todos son inmor-
¡SLASH!
De pronto, la espada de una de las armaduras del final del pasillo se precipitó, cortando el viento y golpeando súbitamente en el suelo tras ello.
¡CLANK!
—Mejor comprobarlas, bien... ¿ves? —inquirió, dejando de lado la palabra que iba a soltar para referirse a sí misma.
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Aquel fenómeno le había descolocado por completo, al menos, lo que le quedaba por descolocar, no podía creer lo que estaba escuchando, no solo era capaz de regenerar un corte mas o menos profundo, si no que podría sobrevivir incluso a una decapitación. Todo aquello se volvía cada vez más raro y una idea le recorrió la cabeza, pero negó rápidamente para olvidarla.
La joven pelirroja no fue capaz de terminar su frase pues, una de las armaduras dejó caer su espada, como si después de cientos de años sosteniéndola ésta pesara demasiado por una vez, por lo que cayó al suelo, causando un fuerte estruendo que provocó un nuevo susto en el Senju, que no estaba mirando hacia esa dirección.
—Mejor comprobarlas, bien... ¿ves?
Riko asintió enérgicamente.
— Sí, sí, tienes razón. — Y acto seguido se puso a investigar las armaduras, tratando de tener el mayor cuidado posible. — ¿Y si les quitamos las katanas a todas las armaduras y ya está? — Sugirió, dubitativo.
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Riko parecía que no iba a aguantar mucho mas, al menos su corazón no lo haría si no paraban de darle sustos. La chica, que era un claro reflejo de todo lo contrario, tampoco ayudaba en éstos momentos soltando su secreto. Pero, las situaciones no se eligen, si no que se viven cuando te tocan. ¿Qué hacer si todo estaba resultando así? Tampoco era culpa suya todo, aunque buenamente sí que estaba influenciando, de mala manera además si cabe destacar.
Para cuando la espada cayó al suelo empuñada, la chica recalcó la acción y la importancia de investigar las armaduras. Riko no tardó en afirmarlo con un tosco movimiento vertical de cabeza, que rápidamente fue acompañado de una afirmación oral. Pero, en ésta ocasión el chico tuvo una gran idea —quitar las espadas de las armaduras— con lo cual salvarían la situación y no perderían tanto tiempo.
—Pues si, tienes toda la razón. —confirmó la pelirroja.
Sin demora, tomó la espada de la armadura que tenía a su vera, y la lanzó hacia la pared del lado contrario a la armadura. Total, el peligro radicaba en que ésta se soltase y cruzara en vertical la estancia, pillando a alguno de los dos en el camino.
—Yo no pienso cargarlas, total... pesan demasiado como para empuñarlas...
Obviamente, eran unas espadas pesadas y oxidadas... ¿de qué servirían?
Con tranquilidad, se dirigiría hacia la siguiente armadura, pasando la que ya habría quitado Riko. La tercera armadura era la penúltima antes de la puerta, con lo cuál Riko solo tendría que quitar otra mas —2 cada uno— y al fin podrían entrar en la sala donde el fantasma quería que entrasen.
La susodicha sala era un gran salón, con una alfombra roja que cubría todo el suelo. Éste carecía de ventanas, quedando iluminado por una enorme especie de agujero en el techo de la sala, que realmente antaño habría sido una especie de tragaluz. En el presente, carecía de cristal, y casi parecía un mero impacto de cañón en vertical. Un circulo de sillas bien ornamentadas se reunían en el centro de la sala, enfocadas las unas a las otras en un perfecto círculo. Al fondo, proviniendo de donde los chicos, había una puerta de madera como ésta que atravesaban. Hacia la derecha, la sala ascendía unos cuantos centímetros en altura a causa de unos escalones, que terminaban desembocando en un par de sillones de piedra caliza enormes. Éstos mencionados sillones, sin duda alguna eran legado de los dueños de esa fortaleza, incluso había una corona oxidada en el izquierdo. A ambos lados de éstos majestuosos sillones enormes, habían también un par de puertas, que conducían quizás a una sala común tras ésta. Las paredes estaban llenas de cuadros; cuadros en los que no había nada reflejado, tan solo retazos de pintura negra y roja a mansalva.
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—Pues si, tienes toda la razón.
Al menos Riko había aportado una idea que sería útil, por lo que los dos chicos se limitaron a dirigirse a las armaduras, quitar las espadas de sus lugares y dejarlas en el suelo pues era una mala idea cargarlas, ya que pesaban demasiado y, al menos en el caso del Senju, no le servirían para nada en caso de combate, ya que no tenía ni la más ligera idea de empuñar un arma así.
—Yo no pienso cargarlas, total... pesan demasiado como para empuñarlas...
Riko sonrió, demostrando que, poco a poco, aquel miedo o nerviosismo o lo que fuera iba desapareciendo, siempre y cuando no le dieran muchos más sustos, lo cual, parecía poco probable.
Una vez hubieron terminado el trabajo, ambos se dirigieron a la única sala a la que podrían entrar, ya que la puerta estaba abierta, y ésta les condujo a un enorme salón, probablemente el salón usado para las grandes ocasiones, pues se podía distinguir un conjunto de sillas perfectamente colocado, a pesar del tiempo que había pasado, pero lo más curioso eran la especie de sillones de piedra que se encontraban en el lado derecho de la sala, en los que, seguramente, se sentaran los reyes del castillo. Aparte de ésto, podían observarse un par de puertas y muchos cuadros, sin dibujo alguno, simplemente colores negros y rojos.
— Estos cuadros... — Empezó dubitativo. — no sé mucho de arte, pero desde luego, no les veo como para estar en un castillo como este, ¿tú que crees? — Preguntó el Senju, acercándose a uno de los cuadros más cercanos a su posición y mirándolo con recelo. — Bien, ¿por dónde vamos ahora? Yo voto por mirar primero las puertas de al lado de los sillones. — Dijo ahora, volviéndose hacia Aiko.
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Ambos entraron en el enorme salón, que claramente llamó la atención de la pelirroja. Para Riko no fue menos, aunque el interés de éste radicó principalmente en los cuadros que decoraban el lugar. Éstos, que claramente eran trazos de color negro y rojo sin objetivo alguno, realmente sobresaltaban en una sala con tanta clase como esa. Además, podía apenas distinguirse polvo sobre ellos, lo cual solo indicaba una cosa... Habían sido tocados recientemente.
El peliblanco rápidamente preguntó que si le extrañaban esos cuadros, aunque esa pregunta era bastante retórica... ¿cómo no dejarla extrañada? Lo normal serían retratos de los reyes, de la princesa, del dragón o buenamente de algún paisaje. Pero no esa liada de rayas sin ton ni son, que parecían hechas por un niño de 3 años apenas.
—Claro que son extraños... un niño de 2 años dibuja mejor... —respondió sin titubear.
Sin demora, Riko no tardó en preguntar por donde debían seguir. Ahora, no había ningún camino abierto o indicado, por lo cuál quedaba todo a libre albedrío. La chica dio un último vistazo al sitio, y cuando lo hizo, allí la vio. Sobre el sillón principal, había un tremebundo tesoro —una corona— que aguardaba a su rey o reina. Sin dudar un solo segundo, la chica caminó hacia el trono de piedra caliza, en pos de pillar esa corona oxidada.
—Por aquí mismo, no sé...
No quería asustar de nuevo al chico con su intención, así que optó por lo mas sencillo, una media verdad. Lejos de intencionarse en ir hacia las puertas del final de la sala, la chica se puso como objetivo tomar el metal oxidado. Caminó hacia las puertas del final, pero en última instancia, se giró y tomó la corona, así, sin más.
—Hey... mira que buen hallazgo. —corroboró mostrando la corona a Riko. —Una corona de un castillo encantado... jajajaja.
Pero, lejos de quedar como una mera broma, todas las puertas se cerraron de golpe. De nuevo, el silencio era rey.
Oh-oh... —indicó su culpabilidad. —¿El rey muerto se habrá enfadado?
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—Claro que son extraños... un niño de 2 años dibuja mejor...
Como imaginaba, no se había dado cuenta solo él, aquellos cuadros claramente habían sido tachado a propósito, quizás para que nadie pudiera ver lo que en ellos había dibujado pero, ¿para qué? Aquella era la pregunta clave, ¿qué interés tendría alguien en tachar aquello? A no ser que se tratara de un fantasma de verdad, lo cual, no alegraba en lo absoluto al peliblanco.
—Por aquí mismo, no sé...
La chica decidió el camino a seguir, por lo que Riko fue tras ella, dejando una leve distancia, permitiéndose observar aquel gran salón con detenimiento, lo que, desafortunadamente, le impidió ver como la pelirroja se abalanzaba sobre una corona que había allí situada.
—Hey... mira que buen hallazgo. Una corona de un castillo encantado... jajajaja.
Riko la miro, algo molesto.
— ¡Venga hombre! No creo que sea buena idea coger las cosas que nos vayamos encon...
Y las puertas se cerraron de golpe, dejando un silencio que era hasta molesto, un silencio que solo pudo romperse con la intervención de Aiko.
— ¿Il rii miirti si hibrí infididi? ¡Pues claro! En el caso de que el fantasma sea real, no le haría ninguna gracia que toquen su corona, ¿no lo habías pensado? — Riko volvía a ponerse nervioso. — Está bien, Riko, mantén la calma — Se dijo a sí mismo. — Ahora que hacemos, ¿in-intentamos echar abajo una puerta?
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Riko, que seguía a la pelirroja a corta distancia, intentó advertir a la chica de que no era buena idea tomar las cosas que se fuesen encontrando por el camino. Apenas había terminado de expresarse, las puertas golpearon súbitamente al cerrarse al unísono. El silencio reinó por un instante, hasta que la chica bromeó con la pregunta de si el rey muerto se habría enfadado. Riko, lejos de mantener la calma, explotó en una mofa típica de niño pequeño, cambiando el tono y vocales de la frase de la chica. No tardó en reiterar que había sido una mala idea, que a ningún fantasma —real o ficticio— le habría hecho gracia que le roben sus pertenencias.
—S-si... puede ser.
El peliblanco intentaba relajarse, haciéndolo público incluso. Casi le faltaba sentarse con las piernas cruzadas y tocarse las orejas al cántico ancestral de "Ohm". Pero, pareció que ésto le ayudo en suficiente medida, incluso se atrevió a preguntar qué debían hacer ahora. Su sugerencia fue rápida y simple, derribar una de las puertas.
Aiko se encogió de hombros, con una mueca de no saber muy bien qué decir ante esa intención. —Pues no sé. —confirmó. —[color]Miremos si están cerradas, que yo haya visto no tienen cerrojos. Quizás solo ha sido un portazo y ya está.[/color]
La chica se dirigió con parsimonia hacia la puerta que tenía justo a su derecha, la mas cercana al sillón donde anteriormente se encontraba la corona. Entre tanto, sacudió del polvo un par de veces el metal, y se atrevió a ponersela en la cabeza. Tan entusiasmada como una niña chica, la kunoichi terminó de recortar las distancias hasta la puerta.
—En realidad necesito un espejo para poder mirarme... —confesó la genin. —¿Me sienta bien?
En última instancia, preguntó al chico si la corona le sentaba bien, en lo que incluso puso morritos y sacó un poco pecho. A todo ésto, tenía la mano en el picaporte, el cuál giraría sin recelo. La puerta, efectivamente, no estaba cerrada por ningún pestillo. Sin mas, tiraría de ésta y la misma cedería.
La siguiente sala, a pesar de lo aparente, era un dormitorio individual. Una sala algo extensa, que sin embargo se expandía hacia el lado contiguo, en vez de juntarse tras la pared venidera a los sillones majestuosos. En ésta estancia, tan solo había una enorme cama, libre de sabanas y edredones, que se situaba a mitad de la sala curiosamente. Las paredes, conformadas por ladrillos —como la mayor parte del castillo— tenían manchas de zapato en vertical, que llegaban a marcar varios itinerarios por las paredes y techo. Al fondo, un ventanal roto.
—No creo que éste sea el dormitorio del rey... ¿no?
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Riko había demostrdo poca madurez en aquella ocasión, la reacción que tuvo fue casi instintiva y, prácticamente al momento de hacer la ''burla'' se dio cuenta de que no tenía ningún motivo de peso, aparte del nerviosismo que aquel lugar le causaba. Dejando esto aparte, el peliblanco preguntó qué hacer en ese momento, proponiendo algo que, en caso de haber sido apoyado por la pelirroja, no podría cumplir.
Claro que sí, como si pudieras tirar abajo una puerta, fortachón. Se recriminó.
—Pues no sé. Miremos si están cerradas, que yo haya visto no tienen cerrojos. Quizás solo ha sido un portazo y ya está.
Y voilá, Riko, gracias a los nervios que tenía no se había fijado en que las puertas no disponían de un cerrojo, por lo que, quizás, les fuera posible abrirlas simplemente accionando el pomo, por lo que Aiko fue la primera en acercarse a la puerta, mientras jugueteaba con la corona que acababa de tomar, poniéndosela incluso.
—¿Me sienta bien?
La kunoichi, lejos de mostrar preocupación alguna, seguía mostrando aquella actitud que, quizás en otra ocasión hubiera gustado al Senju, pero, en ese momento no le parecía la más adecuada.
— ¿Eh? Sí, sí, la verdad que te queda bien. — Respondió, sonriendo ligeramente debido a la pose que tomó la pelirroja.
Aiko abrió la puerta y entraron a una sala que, en principio creía que sería el dormitorio del rey, pero que, en cuato entraron, no parecía serlo, al menos, no estaba tan decorada como el Senju se imaginaba. La habitación parecía algo normal, pero, lo que sí llamo su atención fueron las marcas de zapatos en las paredes.
—No creo que éste sea el dormitorio del rey... ¿no?
El peliblanco miró a su interlocutora.
— Pues no lo sé, la verdad, no creo. Pero, ¿te has fijado en esas huellas en las paredes? ¿no te parece raro? — Preguntó Riko curioso. — Además, no tienen que ser muy antiguas, ¿no? O si lo son, se conservan muy bien.
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La chica, casi segura de que las puertas cerradas no supondrían un problema, sugirió probar a abrirlas sin más. Éstas no parecían tener cerrojo, al menos las que antes habían visto, y por ende difícilmente se mantendrían selladas. Un fantasma no tiene peso, tampoco podría presionarla para evitar que saliesen o entrasen, o quizás la chica se equivocaba. Fuese como fuese, lo importante era saber si aquella oxidada corona le quedaba suficientemente bien. Con su absurda pose, preguntó al peliblanco. Éste, curiosamente respondió sin prestarle demasiada atención, quizás aún tenso a causa del miedo que estaba viviendo. Aunque, afirmó que le quedaba bien..
¿Le daba la razón como a una tonta?
La verdad es que no podía estar segura, pero tampoco le importaba un bledo. Era guapa, con o sin corona, y eso era algo que ya había asumido. La opinión del chico de orbes violáceos era tan solo eso, una opinión, que curiosamente no importaba en el sondeo.
«En fin, sigamos mejor...»
Sin apuro, la chica se adentró en el habitáculo, al igual que el chico, y se llevaron una pequeña gran decepción. La habitación, pequeña y desdichada, no tenía nada interesante a su ver. Sin duda, la mayor decepción era que no tenía pinta de ser el aposento de un rey, que era justo lo que la kunoichi buscaba.
Riko sin embargo si que se quedó extrañado con algo de la habitación —las huellas— esas manchas de zapato que cubrían gran parte de las paredes, así como del techo. Mencionó que de ser antiguas, se conservaban demasiado bien, pero que posiblemente eran recientes. La pelirroja no supo realmente interpretar a qué se refería el chico con que era raro aquello, si al hecho de que fuesen recientes, o al hecho de que cubriesen las paredes y techo.
—Pues... tampoco es tan raro. Cualquiera que sepa manipular el chakra es capaz de andar por las paredes, o incluso con un palo y un zapato puedes marcar de esa manera las huellas... no me parece raro. —sentenció la chica, cruzándose de brazos mientras observaba las del techo.
De pronto, un sonido de cadenas golpeando con el suelo repetidamente resonó de fuera, concretamente de la sala anterior. Pero, el sonido era realmente liviano, como si procediese de algún lugar un tanto mas lejano, pero la anterior sala estaba entre medio de ésta otra estancia.
La chica volvió la mirada, aunque no terminó de moverse, y su gesto tornó a una mueca de intriga. «¿Donde están las sillas?»
Efectivamente, las sillas parecían haber desaparecido, como por arte de magia. La chica, mantuvo el silencio, al menos por unos segundos mas. Soltó un suspiro, y volvió su mirada hacia Riko.
—Ni se te ocurra decirlo. —inquirió. —No - hay - fantasmas. NO existen, ¿vale?
A primera vista no se podía distinguir, pero, las sillas estaban en el techo, con las espalderas pegadas a la superficie. Sólo con una mirada intencionada se podía ver.
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La pelirroja buscó una explicación factible para las huellas que había por la estancia tratando de obviar el cualquier tema que no fuera posible de ser contrastado por la ciencia, por lo que, a pesar de que aquello no terminaba de convencer del todo al Senju, prefirió dejarlo pasar.
Riko se sobresaltó, nuevamente, ahora debido a un sonido de cadenas que golpeaban el suelo y que sin duda, venían de la habitación de la que acababan de salir, por lo que, sin dudarlo un momento, el peliblanco volvió su mirada hacia la sala anterior.
—Ni se te ocurra decirlo. No - hay - fantasmas. NO existen, ¿vale?
La pelirroja parecía tratar de autoconvencerse a sí misma, y no tenía del todo claro que lo estuviera consiguiendo.
— Vale, los fantasmas no existen, te lo compro, ¿quién ha hecho desaparecer las sillas entonces? — Preguntó, tratando de poner fin a todo aquello que, desde el minuto uno no tenía demasiada buena pinta. — Y más importante, ¿dónde narices están? — Dijo mientras volvía a internarse en la sala, mirando hacia todos lados, menos hacia arriba.
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La chica dio un par de pasos mas adentrandose en la sala que posteriormente habían cruzado, sobrepasando relativamente el par de sillones reales. Riko, que la seguía de cerca, no parecía tan tranquilo como ella; sus ánimos en pos de relajarse no cundían, mucho menos al ver que las sillas había desaparecido. No tuvo tapujo alguno en imponer su querella, quejándose de que si no había sido cosa de fantasmas, ¿donde estaban las sillas?
La pelirroja no tenía una respuesta para tal pregunta, ni mucho menos. Pero, tampoco le importaba demasiado.
Se encogió de hombros, y dejó caer un suspiro tendido y relajado. —Yo qué se... estarán pastando por ahí fuera...
Si, quizás una contestación algo irónica y brusca, pero es que ya comenzaba a tenerla hasta el moño... y eso que no tenía moño. Sin prisa, pero sin pausa, la chica continuó andando, en ésta ocasión hacia la habitación contigua a la ya explorada. No tenía en mente hacer pausa alguna, era la reina del castillo, pero lejos de ser Riko quien la detuviese en sus labores, los antiguos reyes se volvieron a manifestar.
¡PLAF! ¡PLAAF! ¡PLAF!
Casi a la par que el sustento de las cadenas golpear el suelo, las sillas cayendo desde el techo hicieron mella en el silencio, rompiéndolo de golpe. La chica, ni corta ni perezosa, alzó los puños, encarando al coro de sillas que acababan de desplomarse desde algún lado. Al ver que no había ningún enemigo, no tardaría en alzar una ceja, y no mucho mas en bajar los puños y retomar la tranquilidad. Alzó la vista, buscando la procedencia, y claramente no podía ser desde el cielo, pues el techo estaba integro.
¿Fantasmas?
A cada segundo que pasaban allí, la sensación, el placer de descubrir lo prohibido, la seducía mas y mas. La gran verdad, es que para una curiosa de su nivel, ésto no era mas que un gran juguete envuelto en papel de regalo.
—Hey Riko... no te rayes, ya terminaron de pastar...
Una broma quizás bastante atrevida.
Sin mas, continuaría dirección a la siguiente habitación, en pos de seguir su tour turístico por la sede fantasmagórica.
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