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Reiji estaba totalmente metido en el papel, y Katsudon, divertido, parecía seguir el juego. Así, jugó con Reiji a piedra, papel y tijera. Quizás fuera una responsabilidad. Yuuna, que oída los gritos desde allá arriba, resopló y se apoyó en la barandilla. «¿Qué forma es esa de tomar decisiones? Madre mía...»
Pero Reiji salió corriendo y se dirigió a la cabina. Rumbo a la izquierda. Katsudon rio y bajó las escaleras, rodeando la cubierta y viendo desde la proa la diminuta mancha que era la costa. A donde se encontraría el mejor botín. Supuestamente.
—¡Yoho Yoho el peor pirata soy!
¡No se saquear, tampoco robar, ni el barco se frenar!
¡Yoho Yoho el peor pirata soy!
—Vaya, parece que lo llevas perfectamente, muchacho —rio Katsudon.
Reiji manejaba el timón con destreza. No tendrían muchos problemas en llegar a tierra firme. Ahora bien. ¿Y cuando llegasen, qué?
La brújula ahora señalaba que el norte estaba a la derecha.
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—Vaya, parece que lo llevas perfectamente, muchacho —rio Katsudon.
—¡Por supuesto! Soy el capitan Reiji, peor pirata de los cuarenta y siete mares de Oonido.
Quizas había sumado mas mares todavía, pero bueno, no pasaba nada, con mi nivel de piratería, ya podía permitirme añadir mares a todo un continente, y que narices, ya podía permitirme hasta darles nombre a los mares.
—¿Hueles eso Katsudon? Es el olor del tan deseado botín que ansiabamos. —Dije poniendo tono de interesante. —Es el olor de la tierra firme. —Por que ese era el tesoro que buscábamos. —Voy a llamar a este mar que dejamos atrás "El mar de los Pesimistas" por que es capaz de deprimir a los hombres, pero no al peor pirata de Oonido.
Ahora la brújula señalaba que el norte estaba a mi mano derecha. ¿Quería eso decir, suponiendo que el pais del hierro estaba al norte, que nos habíamos acercado al país del Rayo? Yo no tenia ni idea, pero daba igual. Si había tierra firme, había algún pueblo en el que preguntar y Katsudon volvería a ser el de antes.
—¿Nos movemos por la costa en busca de un puerto o prefieres caminar?— Aún así, seguía sin saber parar el barco. —De todos modos, no se parar el barco. Pero confío en ti y tus grandes manos para ponerte delante y pararlo en caso de emergencia, grumete de agua dulce.
Era hora de seguir con la canción ¿No? Aún quedaba un poco hasta llegar a tierra, y un barco pirata no es un barco pirata sin canciones de piratería.
¡Yoho Yoho el peor pirata soy!
¡Ya se navegar, y el barco llevar, pero no lo se frenar!
¡No me se guiar, ni se donde estoy, pero ya puedo preguntar!
!Yoho Yoho el peor pirata soy!
!No saqueare, ni robare, pero el tesoro encontraré!
!Ya no hay pesimistas, con tierra a la vista, yo los vuelvo optimistas!
¡Yoho Yoho el peor pirata soy!
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7/10/2019, 12:11
(Última modificación: 7/10/2019, 12:11 por Amedama Daruu.)
—¡Por supuesto! Soy el capitan Reiji, peor pirata de los cuarenta y siete mares de Oonido.
Katsudon rió. Pero en el fondo estaba preocupado. ¿Sólo estaba interpretando un papel? ¿Sabía acaso lo que hacía a manos del timón? Las náuseas estaban empezando a venirle de nuevo.
—¿Hueles eso Katsudon? Es el olor del tan deseado botín que ansiabamos. Es el olor de la tierra firme. Voy a llamar a este mar que dejamos atrás "El mar de los Pesimistas" por que es capaz de deprimir a los hombres, pero no al peor pirata de Oonido.
— Yo no huelo a tierra, Reiji-kun. —Oh, no. Katsudon se olía algo mucho peor. Que iban a perderse por el océano y acabar en alguna isla perdida de la mano de los dioses.
—¿Nos movemos por la costa en busca de un puerto o prefieres caminar? De todos modos, no se parar el barco. Pero confío en ti y tus grandes manos para ponerte delante y pararlo en caso de emergencia, grumete de agua dulce.
Katsudon tragó saliva.
— Esperemos que no tengamos que llegar a eso. Podemos echar el ancla cuando veamos que podemos llegar caminando sobre el agua a tierra firme —dijo Katsudon—. Lo veo más seguro.
Reiji comenzó de nuevo su canción. Katsudon abandonó la cabina de nuevo, intranquilo, y decidió subir arriba con Yuuna para ver la tierra que tanto olía Reiji algo mejor.
¡Yoho Yoho el peor pirata soy!
¡Ya se navegar, y el barco llevar, pero no lo se frenar!
¡No me se guiar, ni se donde estoy, pero ya puedo preguntar!
!Yoho Yoho el peor pirata soy!
!No saqueare, ni robare, pero el tesoro encontraré!
!Ya no hay pesimistas, con tierra a la vista, yo los vuelvo optimistas!
¡Yoho Yoho el peor pirat...
SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
El estruendo de las olas del mar ahogó cualquier canción posible. Reiji sintió que la cabina se inclinaba hacia un lado. Resbaló, dejando el timón girando a toda velocidad hacia la derecha. Su cabeza dio contra la pared. Eso dejaría un buen chichón.
Escuchó dos golpes secos en la cubierta. Katsudon y Yuuna debían haber caído también, si estaban allá arriba.
— ¡¡Ahhhhhh!! ¿¡QUÉ ES ESA COSA!?
— ¡Tentáculos, son tentáculos!
Incluso desde el suelo, Reiji podía ver uno de ellos. Un tentáculo enorme y morado que se balanceaba sinuoso desde la ventana de la cabina. Por cierto, entraba mucho viento.
— ¿¡Pero qué es esto!? ¡Estamos... estamos... AAAAH!
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SSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
El estruendo se las olas del mar tuvo el valor de sobreponerse a mi canción. ¿Como se atrevía? ¿Quien se había creído que era? Ahora que ya casi tenía a Katsudon animado de nuevo.
Pero eso no fue lo peor de todo. No señor. Lo peor vino a continuación. El fuerte oleaje golpeo el barco y lo hizo inclinarse, haciéndome caer y haciendo girar el timón a la derecha. Lejos del ansiado tesoro.
El golpe contra el suelo fue horrible. No por el chichón que me quedaría luego, si no por la herida del pecho, que no estaba curada. Sise cuando el dolor me recorrío todo el cuerpo. Esperaba no caer al agua, por que como la herida entrara en contacto con la sal marina, si que iba a doler pero bien. Tenían que haberla cerrado con la espada.
Yuuna y Katsudon también parecían haber caído al suelo, pero había algo mas.
— ¡¡Ahhhhhh!! ¿¡QUÉ ES ESA COSA!?
— ¡Tentáculos, son tentáculos!
— ¿Pero que cojonoes....?
Desde el suelo de la cabina se podía ver uno de los tentáculos, grande y morado. Por algún motivo, ahora soplaba un viento que antes parecía estar más tranquilo. ¿Que estaba pasando? ¿De verdad había seres tan grandes en Oonido?
— ¿¡Pero qué es esto!? ¡Estamos... estamos... AAAAH!
Me levanté como pude para ver que estaba pasando. Pero si eso era un ser vivo, se le podía matar.
— ¡Seguro que podemos pelear con esa cosa! ¡No perdáis la calma!
Aunque yo no estaba muy en condiciones de pelear... Y Katsudon... Katsudon parecía muy perdido desde que había descubierto que no quedaba nadie para manejar el barco.
Como le había dicho a Datsue, los dioses me odiaban. Por qué, si no eran los dioses ¿Quien había enviado esa jodida criatura? ¿No habían tenido suficiente con joderme mi vida de ninja?
Y el primero que estaba perdiendo la calma, era yo. Herido, prácticamente indefenso, tan cerca y tan lejos de tierra y con dos compañeros tan asustados o más que yo.
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7/10/2019, 13:21
(Última modificación: 7/10/2019, 13:21 por Amedama Daruu.)
Pero cuando Reiji se levantó, algo le heló la sangre. Que permanecían sobre el mar era cosa evidente, al fin y al cabo sobre el mar es un concepto muy amplio. Pero la cuestión, la de verdad, era: ¿a qué altura?
En aquellos momentos casi pareciera que estaban volando. Los tentáculos del monstruo envolvían el casco y levantaban la embarcación al menos veinte metros por encima del nivel del mar.
—¡Seguro que podemos pelear con esa cosa! ¡No perdáis la calma!
—¿¡Seguro, Reiji, seguro!? ¿Pero tú has visto el tamaño de esos tentáculos? —oyó la voz de Katsudon desde fuera.
Si no salía de la cabina, era muy improbable que pudiese ayudar a nadie.
Ese bicho, entretanto, gruñó. Era un rugido extraño. No había escuchado a ningún animal rugir así, y menos a un pulpo.
—Grrrruuuahhhhhhg...
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Cuando conseguí levantarme me di cuenta enseguida de una cosa. Seguía en el mar, si, pero ahora me había convertido en un pirata del aire. Y eso no molaba nada.
Los tentáculos estaban levantando el barco a unos cuantos metros en el aire. Estábamos totalmente perdidos. Aunque lográramos cortar los tentáculos, el barco caería de golpe al mar y se convertiría en preciosás astillas.
—¿¡Seguro, Reiji, seguro!? ¿Pero tú has visto el tamaño de esos tentáculos?
Lo último que me quedaba a esas alturas era seguridad. Salí corriendo, o como pude, de la cabina para reunirme con Katsudon y Yuuna y ver mejor aún el percal.
—Grrrruuuahhhhhhg...
—Eso no es un pulpo eh, yo diría que los pulpos no gruñen así. —Aun que tampoco había visto muchos vivos... —Seguro que es el dios del mar. Vamos a rezarle o algo
>>¡Oh gran dios de los muchos mares de Oonido, dejanos en paz, por favor, solo queremos llegar a tierra tranquilos, le juro que no queríamos molestarlo!
Si es que a eso se le podía llamar rezar en vez de suplicar.
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—Eso no es un pulpo eh, yo diría que los pulpos no gruñen así. —Aun que tampoco había visto muchos vivos... —Seguro que es el dios del mar. Vamos a rezarle o algo
—¡Eso no es un dios, Reiji! —gritó Yuuna, a su lado ahora.
—¡Es un kraken! —añadió Katsudon. El hombretón les rodeó con los brazos para evitar que se deslizaran por la cubierta y cayeran al mar.
—¡Oh gran dios de los muchos mares de Oonido, dejanos en paz, por favor, solo queremos llegar a tierra tranquilos, le juro que no queríamos molestarlo!
Y entonces, el supuesto gran dios de los muchos mares de Oonindo asomó el rostro por la barandilla, emergiendo desde el fondo del océano. Quizás no era el rostro que esperaban. No era el rostro de un pulpo, sino el de un toro gigantesco con la barbilla puntiaguda y unos grandes ojos de color blanco. A través del espacio entre sus dientes, perfectamente rectangulares, dejó escapar sendas nubes de vaho.
—No soy ningún dios, mocoso. ¡Y deja de cantar, por todos los que sí lo son! Se te oye hasta debajo del agua —habló.
¿Habló?
—¿¡Qué... quién eres!? ¿¡Y qué quieres de nosotros!?
—¡No puede ser... es...!
—¡Oh! ¡Yuuna-chan! ¡Creía que érais hombres de Kurama! —bramó de pronto el monstruo. Los tentáculos se movieron, y el barco se enderezó y se movió con delicadeza hasta que tuvieron la cara de aquél monstruoso animal a apenas tres metros—. Pero estos dos sí son shinobi. ¿¡De qué aldea!?
—¡A-alto! —advirtió Katsudon (honestamente, cagado de miedo)—. ¡Puedo hacerme gigante! ¡Si nos haces daño...! —El hombretón alzó el puño, volviéndolo a hacer crecer de tamaño hasta casi el de la cara del pulpo-toro—. Una vez más, ¿¡quién eres y qué quieres de nosotros!?
—Katsudon-san, ¡no lo llegué a ver nunca, pero creo que es...!
—¡Mi nombre es Gyūki, o como vosotros llamáis a los nuestros, el Hachibi, Ocho Colas! ¡Baja ese puño, humano! ¡O te arrancaré la cabeza de un bocado! Y si te calmas un poco os explicaré qué es lo que quiero.
Katsudon palideció. Yuuna tragó saliva, aunque aparentemente sin mostrar demasiado temor se acercó lentamente a la barandilla.
—¿Gyūki...? ¿Pero cómo...?
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—No soy ningún dios, mocoso. ¡Y deja de cantar, por todos los que sí lo son! Se te oye hasta debajo del agua —habló.
Definitivamente eso no era un pulpo. Y la verdad es que con esa cara que tenia acojona bastante. Pero se estaba burlando de mi forma de cantar. ¿Tan mal lo hacia? Yo creo que no...
—Vale vale, perdona eh, ya no canto mas —Al menos hasta que lo que quiera que fuera aquello estuviera BIIIIIIIIIEN lejos.
—¿¡Qué... quién eres!? ¿¡Y qué quieres de nosotros!?
—¡No puede ser... es...!
—¡Oh! ¡Yuuna-chan! ¡Creía que érais hombres de Kurama! —¿Conocia a Yuuna?¿Nos hania engañado como pensaba Katsudon?—. Pero estos dos sí son shinobi. ¿¡De qué aldea!?
—¡A-alto!¡Puedo hacerme gigante! ¡Si nos haces daño...! —Si si, katsudon era grande, y podia crecer, pero...¿Tanto como el bicho raro aquel?—. Una vez más, ¿¡quién eres y qué quieres de nosotros!?
—Katsudon-san, ¡no lo llegué a ver nunca, pero creo que es...!
—¡Mi nombre es Gyūki, o como vosotros llamáis a los nuestros, el Hachibi, Ocho Colas! ¡Baja ese puño, humano! ¡O te arrancaré la cabeza de un bocado! Y si te calmas un poco os explicaré qué es lo que quiero.
¿Un bijuu? ¿Eso tan grande tenia Datsue metido dentro? ¿No le dolía la barriga o algo? Por que yo con un pulpotoro raro de esos metido entre pecho y espalda, no volvía a comer nada en mi vida.
—No se tu, Katsudon, pero yo quiero volver vivo a casa, así que hazle caso. Ademas, aunque he dudado, creo que podemos confiar en Yuuna, si se conocen, podemos fiarnos de él.
Dije eso, pero me temblaban las piernas. En realidad, me temblaba todo el cuerpo, como si fuera una gelatina. El capitán Gelatina. Peor pirata y cantante de los cincuenta y nueve mares de Oonido.
—O eso creo...
—¿Gyūki...? ¿Pero cómo...?
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—¿Le conoces? —inquirió Katsudon—. Quiero decir... ¿¡a un bijuu!?
—¿Le conoces? ¿A un humano? —se burló Gyūki.
—¡Gyūki! —saltó Yuuna—. ¿Aún no recuerdas lo difícil que fue que los nuestros aceptarán tu relación con padre? —Gyūki gruñó como única respuesta. Yuuna se dio la vuelta y sonrió como si un monstruo gigante no estuviera llevándoles en volandas—. Os dije que mi padre era jinchuuriki. Pero no quería deciros todavía que su bijuu y él mantenían una amistad muy cercana. Colaboraron juntos para proteger el País del Hierro.
Katsudon se puso todo rojo y dio un paso atrás.
—¿¡Colaborar!? —exclamó—. ¿Con un bijuu? ¡Pero si los Guardianes están precisamente para evitar que...! —El fuerte rugido de Gyūki pilló desprevenido a Katsudon, quién dio un fuerte bote en el sitio.
—¡¡Ese es exactamente el tipo de actitud que odian mis hermanos!! ¿¡Para evitar qué, eh, gordo cabrón!?
—¡Eh, a mucha honra!
—¡Para evitar que os aplastemos! ¿Verdad? Lo que no entendéis es de donde nos viene esta mala hostia. ¡Los ninjas de la antigua Kumogakure iniciaron la Gran Guerra que acabó con nuestra muerte! El Raikage me capturó, me manipuló y me utilizó para combatir... ¡contra mis propios hermanos! ¿¡Crees que no tengo derecho a estar un poco cabreado, eh!?
—Bueno, supongo que sí, pero... —Katsudon no podía creérselo. «¿Pero de verdad voy a debatir sobre moral con un... con un bijuu?»
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—¿Le conoces? —El tono de Katsudon era extraño—. Quiero decir... ¿¡a un bijuu!?
¿Que mas daría si era un bijuu o un pulpo? Mi padre le hablaba a las carpas del Jardín, y nadie le decía nada.
—¿Le conoces? ¿A un humano?
—¡Gyūki! —¿Le estaba echando la bronca a un bicho tan grande? ¿De verdad? —. ¿Aún no recuerdas lo difícil que fue que los nuestros aceptarán tu relación con padre? —Ella parecía la mar de tranquila, pero yo... Y Katsudon no me ayudaba—. Os dije que mi padre era jinchuuriki. Pero no quería deciros todavía que su bijuu y él mantenían una amistad muy cercana. Colaboraron juntos para proteger el País del Hierro.
¿Katsudon se estaba enfadado? ¿Por que? No entendía nada. Parecía que el bicho gigante conocía a Yuuna y no nos iba a comer. Eso debía ser buena noticia. Sobretodo, si era un aliado tan grande, que fijo sabia llevar el barco al pais del hierro.
—¿¡Colaborar!?¿Con un bijuu? ¡Pero si los Guardianes están precisamente para evitar que...!
—Katsudon... Yo creo que...
—¡¡Ese es exactamente el tipo de actitud que odian mis hermanos!! ¿¡Para evitar qué, eh, gordo cabrón!?
—¡Eh, a mucha honra!
—¡Para evitar que os aplastemos! ¿Verdad? Lo que no entendéis es de donde nos viene esta mala hostia. ¡Los ninjas de la antigua Kumogakure iniciaron la Gran Guerra que acabó con nuestra muerte! El Raikage me capturó, me manipuló y me utilizó para combatir... ¡contra mis propios hermanos! ¿¡Crees que no tengo derecho a estar un poco cabreado, eh!?
—Bueno, supongo que sí, pero...
La verdad es que estaba un poco perdido, sobretodo por la actitud tan negativa de Katsudon.
—A ver, que yo me entere... ¿Cual es el problema con que sea un bijuu? Tiene un poco de mal humor y tal, y se ha metido con mis canciones, lo cual me ha ofendido, pero... —De momento solo nos había intentado herir con las palabras —¿Que tiene de malo colaborar con ellos? ¿No es mejor que tenerlos como enemigos?
Si ese ser quisiera matarnos, ya lo habría hecho. De verdad que no entendía nada. Vale que era grande, y daba un poco de miedo. Tenia forma de varios animales, si, pero podía hablar, y parecía tener sentimientos. Por fuera éramos obviamente diferentes pero por dentro...
Yo también estaba cabreado. Con los dioses por mi condición. Con mis antiguos compañeros de clase, que se reían y burlaban de mi, que me decían que jamás llegaría a ser un shinobi. Cada vez que recordaba que ese tipo de personas llevaban la misma bandana que yo, me hervía la sangre.
Pero no podía ni imaginar el nivel de cabreo que tenia Gyūki dentro de si mismo. Los ninjas, los humanos, le habían encerrado y obligado a pelear contra sus hermanos y todo por que ¿Para ver quien la tenia mas grande?
Y aún así... El se había hecho amigo de un humano, y le había ayudado a proteger a los suyos. Yo no se si seria capaz de colaborar con aquellos que hicieron de mi paso por la academia un infierno.
—Ahora mismo, Katsudon, me recuerdas a los niños de la academia que no querían juntarse conmigo solo por que yo no era como ellos. Solo por que yo era diferente. Y no sabes lo mucho que me duele el corazón al tener que compararte con ellos.
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—A ver, que yo me entere... ¿Cual es el problema con que sea un bijuu? Tiene un poco de mal humor y tal, y se ha metido con mis canciones, lo cual me ha ofendido, pero... —De momento solo nos había intentado herir con las palabras —¿Que tiene de malo colaborar con ellos? ¿No es mejor que tenerlos como enemigos?
—¡Eso es, joder, eso es! —rio Gyūki—. ¡Esa es la actitud!
—¡Yo...! —Katsudon quiso encontrar algo que contestarle. Pero no salió nada.
—Ahora mismo, Katsudon, me recuerdas a los niños de la academia que no querían juntarse conmigo solo por que yo no era como ellos. Solo por que yo era diferente. Y no sabes lo mucho que me duele el corazón al tener que compararte con ellos.
Ahora, el hombretón parecía casi ofendido.
—¡Reiji, es injusto que me compares con...! Reiji-kun, por favor, no. Pero... ¡Ah, joder, vale, vale! ¡Hachibi, aún no has contestado qué quieres de nosotros!
—Preferiría que me llamases Gyūki. Y también que me tratases con un poco de educación.
—¡Tú me llamaste gordo cabrón! ¿¡Dónde estaba tu educación entonces!?
Yuuna rio.
—Está bien, está bien, perdona.
Katsudon se llevó la mano a la frente, para ver si tenía fiebre o algo. ¿Estaba alucinando? ¡Un bijuu acababa de pedirle disculpas! ¡Un... puto... bijuu!
—Oye, Gyūki, perdona que te interrumpa, pero en serio —dijo Yuuna—. ¿Cómo es que estás...?
—Esta resurrección ha sido más rápida que la de la última vez, y prefiero interpretarlo como una oportunidad del destino. Siento mucho lo de Hagane-kun.
—No... no importa... ¿Qué...?
—Sí, sí. Cuanto antes mejor. Aparte de que os acabo de salvar la vida...
—¿Levantándonos por los aires? —saltó Katsudon.
Gyūki giró su enorme cabezón cornudo hacia Katsudon.
—¡Vuestro pirata os estaba llevando directos a la Costa de las Olas Rompientes. No hay navío que soporte el temporal allí. Habríais naufragado. —Miró a Reiji—. ¿Hacia dónde se supone que íbais?
—Hacia el lado contrario, a casa —rio Yuuna.
—Ay... En fin. Dejad que os cuente un momento. Normalmente, entre nosotros los bijuu nos podemos comunicar telepáticamente. Hacemos reuniones periódicas en las que nos contamos qué tal nos va. Incluso los que están dentro de un jinchuuriki, claro.
»Desde que Kurama se apropió del cuerpo de su jinchuuriki y comenzó su vil proyecto, nosotros los bijuu no hemos siquiera sentido su chakra en la conexión telepática. Ergo, creíamos que su nueva condición en un cuerpo humano le había impedido acceder a dicha conexión.
»No obstante, yo recuerdo haber comunicado a mis demás hermanos mi decisión de colaborar plenamente con Hagane después de que él se fuera. Y cuando vino para tratar de hacer lo que él llama liberarnos —el tono de burla de Gyūki daba a entender que le parecía poco más que ridículo—, hizo varios comentarios que me convencieron de que... sí tiene acceso a esas reuniones. Y lo que es peor, únicamente para espiarnos a los demás.
El Hachibi se acercó, dejando su morro a apenas medio metro de ellos.
—No se lo he dicho a los demás, pero decidí colaborar con Hagane precisamente por lo que está tratando de hacer Kurama. Antes de morir, nuestro Padre nos advirtió de que un mal amenazaría a Oonindo, y que estaba relacionado con la ambición que crece entre seres que se creen bondadosos. Todo este tiempo lo hemos relacionado con los humanos. Pero las profecías son algo complicado, ¿sabéis?
»Creo firmemente que Kurama se ha convertido en ese mal, malinterpretando las palabras de Padre. Y como Padre nos instruyó, decidí colaborar codo con codo junto a los humanos para proteger cuanto pudiera este mundo.
—Cuando hablas de Padre, te refieres a... ¿Rikudou-sennin? —preguntó Katsudon, pálido como la cera.
—¿¡De quién si no!?
—Pero no lo entiendo, Gyūki. ¿Qué tenemos que ver nosotros en esto?
—Kurama ha sucumbido a la misma ambición que los líderes de las antiguas Cinco Grandes Aldeas, y está cometiendo los mismos errores. Quiere conquistar todo Oonindo. Cree que así logrará la paz definitiva, pero está cayendo en la misma tendencia expansionista que llevó a los humanos a utilizarnos.
—¡Morirán miles! —exclamó Katsudon.
Gyūki asintió.
—Cuando traté de mostrarle cual era su error y descubrió que colaboraba con Hagane-kun, enloqueció por completo. Le dijimos que le pararíamos los pies y fue mucho peor. Trató de vencer a Hagane para, según sus palabras, revertir el sello y hacerme ver la verdad. Claro, su verdad, no te jode. Pero mi jinchuuriki se practicó el seppuku justo antes de que pudiera hacerlo —explicó el bijuu—. Justo antes de que yo muriese, amenazó con buscarme y vengarse de mi. Imagino que sellándome en algún lugar remoto en una puta vasija.
»Así que viajo por los mares, refugiándome y permaneciéndome oculto, siempre vigilando por si veo algún barco con sus ninjas para matarlos antes de que se acerquen lo suficiente a mi como para descubrirme y avisar a ese puto zorro. Antes vi en el agua flotando algunos cadáveres suyos. Seguí un rastro de espuma y os encontré. Creí que habría más.
—Nos atacaron —dijo Yuuna—. Así que los matamos. Pero acabaron también con la tripulación.
—El por qué es un misterio, quizás Kurama siga queriéndose vengar del Hierro cortando los suministros de comida del continente —atinó el Hachibi—. Pero no cambiemos de tema. A ver, ninjas. No puedo comunicarme telepáticamente con mis hermanos, porque Kurama descubriría que estoy vivo, y no pararía hasta encontrarme —explicó—. Necesito que habléis con ellos y les mandéis un mensaje de mi parte.
»Contadles mi historia. Decidles que es el momento de colaborar con sus jinchuuriki, de unir fuerzas con todos los humanos. Decidles que no tengan miedo y hablen, que hablen y que convenzan. Y que esta vez se dejen convencer por mi advertencia:
»Kurama se ha convertido en la amenaza de la que nos advirtió Padre, y más pronto que tarde, tendremos que detenerlo. O todos perderemos. —Gyūki resopló algo de vaho—. Imagino que os costará convencer a alguno de ellos. Especialmente a Kokuō. No creo que haga falta decir mucho para convencer a Shukaku de pelear contra Kurama —rio.
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—¡Reiji, es injusto que me compares con...! Reiji-kun, por favor, no. Pero... ¡Ah, joder, vale, vale! ¡Hachibi, aún no has contestado qué quieres de nosotros!
No era injusto. Era la verdad. Y debería darles vergüenza a ambos, un bijuu gigante y hombre adulto que se hacia gigante, pelearse como dos niños recién entrados a la academia.
—Preferiría que me llamases Gyūki. Y también que me tratases con un poco de educación.
—¡Tú me llamaste gordo cabrón! ¿¡Dónde estaba tu educación entonces!?
—Está bien, está bien, perdona.
¡Por fin! Un poco de calma. Estaban entrandome unas ganas terribles de saltar por la borda y nadar lejos. Y allí se quedarían esos dos peleándose por tonterías.
—Oye, Gyūki, perdona que te interrumpa, pero en serio —Hablo por fin, la única que se estaba comportando—. ¿Cómo es que estás...?
—Esta resurrección ha sido más rápida que la de la última vez, y prefiero interpretarlo como una oportunidad del destino. Siento mucho lo de Hagane-kun.
¿Resurrección? De que estaban hablando. Me había perdió mas que un pingüino en el desierto del pais del viento.
—No... no importa... ¿Qué...?
—Sí, sí. Cuanto antes mejor. Aparte de que os acabo de salvar la vida...
¿Que? ¡Pero si íbamos por el camino correcto! Directos al tesoro.
—¿Levantándonos por los aires? —Eso, eso. Esta vez si estaba con Katsudon. Mi manejo del barco era inigualable.
—¡Vuestro pirata os estaba llevando directos a la Costa de las Olas Rompientes. No hay navío que soporte el temporal allí. Habríais naufragado.
—Eh, eh. Quietos. Ninguno se vosotros ha tenido el valor para ponerse a manejar el barco, ahora no me miréis así.
¡Encima! Si no fuera por mi, el barco iría perdido por mitad de alguno de los setenta y cuatro mares de Oonido.
—¿Hacia dónde se supone que íbais?
—Hacia el lado contrario, a casa.
—Si sabías para donde había que ir, haberlo dicho. Ni que yo supiera leer un mapa. Solo me guiaba por mi olfato de marinero novato. Ya sabes, la suerte del principiante.
—Ay... En fin. Dejad que os cuente un momento. Normalmente, entre nosotros los bijuu nos podemos comunicar telepáticamente. Hacemos reuniones periódicas en las que nos contamos qué tal nos va. Incluso los que están dentro de un jinchuuriki, claro.
»Desde que Kurama se apropió del cuerpo de su jinchuuriki y comenzó su vil proyecto, nosotros los bijuu no hemos siquiera sentido su chakra en la conexión telepática. Ergo, creíamos que su nueva condición en un cuerpo humano le había impedido acceder a dicha conexión.
»No obstante, yo recuerdo haber comunicado a mis demás hermanos mi decisión de colaborar plenamente con Hagane después de que él se fuera. Y cuando vino para tratar de hacer lo que él llama liberarnos, hizo varios comentarios que me convencieron de que... sí tiene acceso a esas reuniones. Y lo que es peor, únicamente para espiarnos a los demás.
Estaban hablando de cosas muy complicadas para mí y no me estaba enterando de la mitad de la conversación. Pero yo hacía como que le estaba siguiendo todo lo que decía.
—No se lo he dicho a los demás, pero decidí colaborar con Hagane precisamente por lo que está tratando de hacer Kurama. Antes de morir, nuestro Padre nos advirtió de que un mal amenazaría a Oonindo, y que estaba relacionado con la ambición que crece entre seres que se creen bondadosos. Todo este tiempo lo hemos relacionado con los humanos. Pero las profecías son algo complicado, ¿sabéis?
Pues no, no lo sabia. De barcos y de piratas torpes, si, pero de profecías... Ni la mas minima idea.
»Creo firmemente que Kurama se ha convertido en ese mal, malinterpretando las palabras de Padre. Y como Padre nos instruyó, decidí colaborar codo con codo junto a los humanos para proteger cuanto pudiera este mundo.
—Cuando hablas de Padre, te refieres a... ¿Rikudou-sennin?
¿Ves? si es que al final yo tenía razón. No eramos tan diferentes. Si los ninjas descendían se Rikudou y los bijuus también... Entonces eramos como hermanos. Aunque unos le habían salido un poco mas grandes e intimidantes... Y quizás se le había ido la mano dándoles poder...
Y otros... Le habíamos salido muy mal. Un poco de mimo no me habria venido nada mal.
—¿¡De quién si no!?
—Pero no lo entiendo, Gyūki. ¿Qué tenemos que ver nosotros en esto?
—Kurama ha sucumbido a la misma ambición que los líderes de las antiguas Cinco Grandes Aldeas, y está cometiendo los mismos errores. Quiere conquistar todo Oonindo. Cree que así logrará la paz definitiva, pero está cayendo en la misma tendencia expansionista que llevó a los humanos a utilizarnos.
—¡Morirán miles! —exclamó Katsudon.
—!Entonces hay que detenerlo cuanto antes!
—Cuando traté de mostrarle cual era su error y descubrió que colaboraba con Hagane-kun, enloqueció por completo. Le dijimos que le pararíamos los pies y fue mucho peor. Trató de vencer a Hagane para, según sus palabras, revertir el sello y hacerme ver la verdad. Claro, su verdad, no te jode. Pero mi jinchuuriki se practicó el seppuku justo antes de que pudiera hacerlo. Justo antes de que yo muriese, amenazó con buscarme y vengarse de mi. Imagino que sellándome en algún lugar remoto en una puta vasija.
Su hermano estaba un poco mal de la cabeza, la verdad.
»Así que viajo por los mares, refugiándome y permaneciéndome oculto, siempre vigilando por si veo algún barco con sus ninjas para matarlos antes de que se acerquen lo suficiente a mi como para descubrirme y avisar a ese puto zorro. Antes vi en el agua flotando algunos cadáveres suyos. Seguí un rastro de espuma y os encontré. Creí que habría más.
—Nos atacaron. Así que los matamos. Pero acabaron también con la tripulación.
Así que los del copo de nieve... Eran ninjas que servían a un bijuu. Bueno, esa información si que la entendía ¡Por fin!
—Pero... Esos ninjas eran humanos...¿por que sirven a alguien que les odia?
—El por qué es un misterio, quizás Kurama siga queriéndose vengar del Hierro cortando los suministros de comida del continente —si al final iba yo a tener razón y todo...—. Pero no cambiemos de tema. A ver, ninjas. No puedo comunicarme telepáticamente con mis hermanos, porque Kurama descubriría que estoy vivo, y no pararía hasta encontrarme —explicó—. Necesito que habléis con ellos y les mandéis un mensaje de mi parte.
»Contadles mi historia. Decidles que es el momento de colaborar con sus jinchuuriki, de unir fuerzas con todos los humanos. Decidles que no tengan miedo y hablen, que hablen y que convenzan. Y que esta vez se dejen convencer por mi advertencia:
A mi no terminaba de encajarse alguna cosa. Quizás, por que no había entendido la mitad de su discurso. O quizás, por que lo que había entendido, lo había entendido mal.
»Kurama se ha convertido en la amenaza de la que nos advirtió Padre, y más pronto que tarde, tendremos que detenerlo. O todos perderemos. Imagino que os costará convencer a alguno de ellos. Especialmente a Kokuō. No creo que haga falta decir mucho para convencer a Shukaku de pelear contra Kurama
—¿Imaginas que nos costará? Dejame hacerte un par de preguntas. ¿Por que tus hermanos iban a querer unirse a los humanos para pelear contra Kurama y el resto de hermanos tuyos que se le unan? Si tu mismo has dicho antes que, todavía estabas cabreado por qué los humanos te habían utilizado para que pelearas con tus hermanos.
»Y, siguiendo por esa linea, ¿Por que iban a creernos a nosotros? ¿Quienes somos para que nos crean? Un Jounin que parece que no le gusta la idea de colaborar con vosotros y un ninja que no se atreve a llamarse a si mismo ninja. Menudos mensajeros eliges colega, y tu te reías de mi forma de llevar el barco.
»Y por ultimo... ¿Qué harás tu mientras tus hermanos pelean contra Kurama y salva el mundo? No puedes pedirle a nadie que de la cara y luche si tu no das ejemplo. Te van a contestar algo como: "¿Por que tengo que pelear yo mientras tu te escondes?"
Aunque lo pareciera, no le estaba llamando cobarde. Solo expresaba mi punto de vista. Yo seria incapaz de exigirle a nadie que peleara, sin unirme yo mismo a la pelea.
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—¿¡Aaaahh!? —Gyūki se echó hacia atrás, mostrándole aquella barbilla puntiaguda. Parecía algo indignado—. ¿Crees que no me merezco algo de respiro después de morir tratando de acabar con él, eh? —protestó—. Que resucitemos no significa que el proceso sea agradable. Además, —El monstruo agachó la cabeza y le miró desde muy cerca—. no he dicho que no vaya a hacer nada. Pero mi mejor amigo acaba de morir, y me gustaría guardar el duelo un tiempo hasta volver a encontrar al compañero adecuado.
—Creía que los bijuu érais muy... poderosos. ¿No podrías hacerle frente tú sólo... y con tus hermanos? —inquirió Yuuna.
—Oh, somos poderosos, por supuesto —respondió Gyūki—. Kurama el que más. Aunque me moleste admitirlo. Es lo que le dio esa maldita soberbia.
»No obstante, lo que muchos de mis hermanos se niegan a reconocer, y lo que sabe hasta el propio Kurama, es que nuestras habilidades son más bien limitadas. Poderosos, sí. Destructivos, desde luego. Limitados, no obstante.
—¿Cómo puede algo tan... alguien tan grande considerarse "limitado"? —intervino Katsudon.
—Tú deberías entenderme mejor que ninguno de los tres. ¿Acaso no encuentras limitaciones cuando te haces tan grande? ¿Eres capaz de tener controlado a tu objetivo de la misma manera? Ahora imagínate que a por ti no viene un sólo ninja, sino cientos.
—Eres el blanco fácil —asintió Katsudon.
—Y los ninjas sabéis moldear el chakra de mil formas distintas. Y tenéis técnicas de sellado que pueden reducirnos con relativa facilidad. Puede que acabemos con decenas de vosotros. Puede que destruyamos pueblos, ciudades, montañas. Pero tarde o temprano, nuestro destino será acabar en una vasija. Por eso Padre quería que colaborásemos bijuu y humanos. Mis hermanos son unos ilusos, pero es la única manera. Un humano es escurridizo, rápido y discreto. Una bestia gigante es ruidosa y torpe. —Gyūki miró de nuevo a Reiji—. Y puede pasar desapercibido entre otros humanos. Nosotros somos nueve, y vosotros, millones.
»Pero pequeño amigo espadachín. No lo dudes, si alguna vez mis hermanos necesitan ayuda, acudiré el primero de todos. Palabra de pulpo. Palabra de toro.
»Me caes bien, pequeño amigo espadachín. Eres el único que me ha tratado como un igual —miró a Katsudon—, incluso me has cuestionado como a uno de los tuyos. —Miró a Yuuna, y luego, volvió a mirarle a él—. ¿Cual es tu nombre, pequeño amigo espadachín?
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9/10/2019, 21:03
(Última modificación: 9/10/2019, 21:18 por Sasaki Reiji. Editado 1 vez en total.)
—¿¡Aaaahh!? ¿Crees que no me merezco algo de respiro después de morir tratando de acabar con él, eh? —No. Se estaba equivocando. Eso no era lo que pasaba por mi cabeza.—. Que resucitemos no significa que el proceso sea agradable. Además,no he dicho que no vaya a hacer nada. Pero mi mejor amigo acaba de morir, y me gustaría guardar el duelo un tiempo hasta volver a encontrar al compañero adecuado.
—No he dicho que no merezcas descansar, he dicho que no puedes pedirle a alguien que luche si tu mismo no estas dispuesto a hacerlo. Pero no lo he dicho para ofenderte, es solo que, si yo me viera en tu situación, me negaría a descansar hasta que la sangre del asesino de mi amigo manchara mi espada.
Oonido no seria lo suficientemente grande para esconderse, si alguien se atrevía a ponerle la mano encima a mi familia, a sakura o a mi único amigo, Datsue. Aunque este último sabía defenderse bien el solito. Pero si por algún casual, alguien lo llegará a matar, sentiría el acero de los Sasaki en su gaznate.
—Creía que los bijuu érais muy... poderosos. ¿No podrías hacerle frente tú sólo... y con tus hermanos?
—Oh, somos poderosos, por supuesto —Eso se podía notar solo con lo imponente de su tamaño.—. Kurama el que más. Aunque me moleste admitirlo. Es lo que le dio esa maldita soberbia.
»No obstante, lo que muchos de mis hermanos se niegan a reconocer, y lo que sabe hasta el propio Kurama, es que nuestras habilidades son más bien limitadas. Poderosos, sí. Destructivos, desde luego. Limitados, no obstante.
—¿Cómo puede algo tan... alguien tan grande considerarse "limitado"?
¿Y eso lo preguntaba el que podía hacerse gigante? La respuesta era fácil. Algo tan grande era muy difícil de esconder. Esa la sabia hasta yo, Reiji, el capitan menos listo de los ciento cuarenta y cuatro mares de Oonido.
—Tú deberías entenderme mejor que ninguno de los tres. ¿Acaso no encuentras limitaciones cuando te haces tan grande? ¿Eres capaz de tener controlado a tu objetivo de la misma manera? Ahora imagínate que a por ti no viene un sólo ninja, sino cientos.
—Eres el blanco fácil
Una maldita diana de muchos metros de alto. Si.
—Y los ninjas sabéis moldear el chakra de mil formas distintas. Y tenéis técnicas de sellado que pueden reducirnos con relativa facilidad. Puede que acabemos con decenas de vosotros. Puede que destruyamos pueblos, ciudades, montañas. Pero tarde o temprano, nuestro destino será acabar en una vasija. Por eso Padre quería que colaborásemos bijuu y humanos. Mis hermanos son unos ilusos, pero es la única manera. Un humano es escurridizo, rápido y discreto. Una bestia gigante es ruidosa y torpe. —Pues yo era ruidoso y torpe, pero desde luego todavía no era una bestia gigante.—. Y puede pasar desapercibido entre otros humanos. Nosotros somos nueve, y vosotros, millones.
»Pero pequeño amigo espadachín. No lo dudes, si alguna vez mis hermanos necesitan ayuda, acudiré el primero de todos. Palabra de pulpo. Palabra de toro.
Esperaba que eso solo fuera cierto si ese hermano del que hablaba no era Kurama o uno se sus aliados, por que, siendo realistas, no todos los bijuus serían como Gyūky. No todos estarían en contra de Kurama.
»Me caes bien, pequeño amigo espadachín. Eres el único que me ha tratado como un igual
En el fondo, eramos todos iguales, incluso Kurama. Como un humano, tenia sentimiento. Odio, ira... Como un humano, cometia asesinatos, tenia delirios de poder. Como un humano, tenia una razón para hacer lo que hacía.
—, incluso me has cuestionado como a uno de los tuyos.¿Cual es tu nombre, pequeño amigo espadachín?
—Sasaki Reiji y quizás ahora no, pero cuando mi padre se jubile y yo herede la forja, mi nombre será conocido en todo Oonido. Seré un buen espadachín quizás, pero seguro que me convertiré en un herrero legendario.
Y aunque los samuráis fueran Cabezones y tozudos, dijera lo que dijera Katsudon, acabarían por admitir que mis espadas serán las mejores de todo Oonido.
Y hablando de samuráis... Habia una cosa que me revoloteaba por la cabeza como una mosca desde hacia un rato.
—¿Has dicho que necesitas encontrar al compañero adecuado? —Dije mirándolo a él, luego a Yuuna y luego a él de nuevo. —¿No sería ella perfecta? Es fuerte, seguramente será más que su padre, y encima, podrías honrar su memoria protegiéndola, es un dos por uno.
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—Sasaki Reiji y quizás ahora no, pero cuando mi padre se jubile y yo herede la forja, mi nombre será conocido en todo Oonido. Seré un buen espadachín quizás, pero seguro que me convertiré en un herrero legendario.
El Hachibi dejó escapar una risotada gutural. Casi se parecía a la de Katsudon, pero claro, mucho más grave.
—¡Ja! Tienes agallas. Cuando te conviertas en ese herrero, te encargaré una espada. Una espada gigantesca, digna de mi tamaño. Veremos si estás a la altura, pequeño amigo espadachín.
—¿Has dicho que necesitas encontrar al compañero adecuado? —Dije mirándolo a él, luego a Yuuna y luego a él de nuevo. —¿No sería ella perfecta? Es fuerte, seguramente será más que su padre, y encima, podrías honrar su memoria protegiéndola, es un dos por uno.
Gyūki miró a Yuuna, meditativo. La joven apartó la mirada, y suspiró.
—Yo...
—A veces no es cuestión de fuerza, ni de sangre, ni de honrar memorias. Aunque no dudo que es una buena persona, igual que tú, e igual que vuestro amigo el grandullón probablemente —a Katsudon le ofendió visiblemente ese probablemente. Le dio la espalda a Gyūki y se cruzó de brazos—, encontrar al compañero adecuado es una elección... bien hecha. Ya que tengo la libertad que mis hermanos no tuvieron, permíteme tomarme mi tiempo. Y si en el futuro lo reconsidero, tal vez os haga una visita. A alguno de los tres. —Katsudon tembló con cierto nerviosismo. Para él, la simple idea de volver a ver a aquél bicho de cerca debía de ser aterradora—. No obstante, Sasaki Reiji, tengo un regalo especial para ti, aunque conlleva una pequeña carga sobre tus hombros. —Gyūki extendió una mano gigantesca, que hasta ahora había tenido sumergida bajo el agua. Era una mano grande y casi humana. Cerró el puño y lo colocó a apenas medio metro del herrero—. Chócala.
»Te daré un poco de mi chakra. No lo suficiente como para que lo detecten mis Hermanos si tú no lo manifiestas, lo que te mantendrá a salvo de Kurama. Sí lo suficiente para que tu testimonio adquiera credibilidad. Te escucharán.
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