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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16
Ante el gran cambio que hubo en el local, el Uzukage pareció bastante complacido. Bueno, quien dice el Uzukage dice "ese señor pelirrojo de gran bigotazo", también es cierto. Pero éste, lejos de querer explorar hasta el último recóndito lugar del Panda Fumado, prefirió rechazar la invitación del Senju a pasar al despacho y optó por bajar las escaleras. Sin premura, avanzó hasta una de las mesas —seguido por Hayato—, y tomó asiento. Tras ello, confirmó lo evidente, que le había pegado una buena remodelación al sitio. E incluso le dio al joven la enhorabuena, que no era poca cosa.

Siete alzó la mano, en lo que buscaba con la mirada a la camarera. Ésta por su parte, al ver que ambos habían tomado asiento, había parado su no demasiado interesante partida de solitario. Para cuando Hayato buscó su atención, la chica no tardó demasiado en acercarse. Era lo propio, ¿no?. Si Datsue había decidido bajar, e incluso tomar asiento, significaba que había aceptado la invitación, ¿no?.

La verdad, Siete dudó bastante de si había hecho bien o no al llamar a la camarera, pues el Uzukage mencionó que ahora tocaba el siguiente paso.

¿A qué se refería?.

Hayato volvió su mirada hacia el tipo de bigote, sin poder ocultar su intriga. —A... ¿a qué se refiere?.
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#17
Datsue sonrió ante la pregunta confusa del muchacho, pero lo primero era lo primero.

Perdón por molestar a estas horas tan impropias —dijo, recuperando su voz falsa, cuando la camarera se acercó—. A mí con una jarra de agua me sirve. Mis tiempos de beber alcohol ya pasaron a mejor vida.

En realidad, era su deber mantenerse sobrio. No había acudido a aquel sitio simplemente para comprobar que Hayato le había hecho caso —si solo fuese eso, hubiese enviado a alguien a comprobarlo—. No, allí, ambos estaban de misión. Pero eso era un trozo del pastel que ya se descubriría. Por el momento…

Ah, a qué me refiero. —Datsue se acarició el amplio bigote. Si no fuese porque le lucía ridículo, se lo dejaría. Era algo sorprendentemente… reconfortante. Le relajaba. Cuando la camarera ya hubo traído su pedido y alejado, continuó:—. Quiero que pienses en la Villa como una familia, Hayato. Y la familia se ayuda entre sí.

»Me gustaría que ahora, tú y un equipo de ninjas se centrasen en cazar al hijoputa de tu padrastro. Lamentablemente, conozco ese tipo de misiones, suelen alargarse. En cualquier otro momento no me importaría lo más mínimo, pero la guerra ha caído sobre nosotros. Estamos jodidos, Hayato, más de lo que quizá te puedas imaginar. Necesito a cada puto ninja, a cada puto efectivo luchando para prevalecer.

»¿Significa eso que quiero que te olvides de tu madre mientras estemos en guerra? No. No. Lo que quiero es proponerte un trato: hoy por ti, mañana por mí. Es decir, irás intercalando misiones. Una enfocada a acabar con tu padrastro; la siguiente en ayudarme con la guerra, y vamos intercalando hasta resolver las dos.

»¿Qué me dices? —preguntó, más bajo, esta vez con su voz real.
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#18
Datsue se disculpó a la camarera por las horas tan impropias, y tras ello pidió una mera jarra de agua. No tardó en aclarar que sus días de bebercio ya habían acabado, con algún motivo que solo él conocía. Por su parte, Hayato tampoco era de beber alcohol, por lo que se podría decir que en esa mesa habían dos personas bastante sanas.

Y para mí lo de siempre, por favor.

El hombre de bigote no titubeó un solo segundo en acariciarlo, obviamente hablamos de su bien más preciado. Hizo un pequeño inciso, pero esperó hasta que la camarera terminó de servir lo pedido y se fue, para continuar hablando. Como era de esperar, no quería que la chica fuese oídos de la conversación. Era algo que podía intuirse.

Inquirió que deseaba que viese a la villa como a una familia, y recalcó que la familia siempre se ayuda entre sí. Dijo que quería que ahora mismo él y un equipo fuesen a por la cabeza de su padrastro, como una misión de caza. Pero no era todo así de sencillo, ese tipo de misiones solía demorarse mucho, y ahora mismo tenían una guerra bien jodida que se cernía sobre ellos. Si disponían de algo, era de todo menos de tiempo. En éstos tiempos, el Uzukage necesitaba a todos y cada uno de sus shinobis; desde el más joven genin, hasta el más viejo jonin. Pero no todo eran malas noticias. El Uzukage le estaba proponiendo un trato: realizar una misión para cada propósito. Incluso cambió su voz, a la que de verdad le correspondía, para preguntar a Hayato si aceptaba.

La verdad, me honra y me ilusiona que se me trate así, de verdad. Pero no puedo aceptar un trato así tan fácilmente, lo siento. No me considero un shinobi o una persona tonta, o de pocas ideas. Aunque tampoco soy un genio, ni mucho menos. Y aunque el trato se vea tremendamente beneficioso, tengo una pequeña pega... ¿y si muero?.

»Tal y como pinta la cosa, nos vamos a ver todos en batallas y situaciones que sin duda van a sobrepasar nuestras capacidades, o por lo menos las mías. Si muero, necesito saber que alguien va a tomar mi relevo, y que van a hacer que mi madre esté a salvo. Si ganamos la guerra, y yo no estoy aquí para contarlo, lo que menos deseo es que ese cabronazo de mi padrastro siga jodiendole la vida a mi madre. Para mi, no habría sido un buen negocio... darlo todo, para que ella siga en una vida de sufrimiento.

»Si me asegura que alguien continuará el trabajo, será todo un placer aceptar el trato.

Y dicho ésto, le propinó un trago al refresco de frambuesas, su favorito. La verdad, no era nadie para inquirir al Uzukage nada. Pero después de todo, quien no arriesga no gana. Él no era un mal negociante, y los tratos no eran otra cosa que negocios más encuadrados.
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#19
Tras la propuesta, llegó el momento de negociar. A Datsue le hubiese decepcionado un poco Hayato si no lo hubiese hecho. Aunque, por suerte, las cláusulas que quería añadir a aquel contrato particular no eran nada descabelladas.

Entonces creo que podremos alcanzar el trato, Hayato —Sonrió—. Porque no hubiese dejado en la estacada a tu madre ni aunque no me lo pidieses. Si mueres, alguien tomará tu relevo. El caso de tu padrastro, de hecho, ya está en un pergamino en mi despacho. Y te aseguro que no quedará cogiendo polvo, pase lo que pase contigo. Y eso, es una promesa.

Extendió una mano.

¿Tenemos un trato?
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#20
La propuesta estaba sobre la mesa, y la contrapropuesta no tardó en surcar la misma. Sin embargo, el tipo de bigote no tardó apenas unos segundos en responder, casi ni se lo pensó. Conforme fue explicando sus motivos, quedó sobre la mesa que el Uzukage ya había pensado de antemano en la cláusula que Hayato quería poner al trato. De hecho, según parecía eso ya estaba hasta escrito en un pergamino, y Diosa sabe que esos pergaminos son la ley.

«¡Maldita sea tío! ¡¡Deberías haber pedido un ascenso o una subida de sueldo!! ¡Serás...!»

La verdad, si hubiese sabido que el trato iba a ser tan fácil, quizás se la hubiese jugado un poco más. Después de todo, en los negocios siempre hay que arriesgar. Pero bueno, en realidad tenía en ese trato todo lo que necesitaba. Un seguro de vida, acceso a misiones arriesgadas en las que podría pillar mejores recompensas, y se estaba acercando a una gran influencia: El Uzukage. Hoy día, quien tiene contactos, tiene poder.

Datsue extendió la mano, y ofreció cerrar el trato. Hayato no tardó demasiado en aceptar, lanzando un firme apretón de manos al tipo bigotudo que a veces imitaba la voz del Uzukage. —Tenemos un trato, si señor.

Este trato sí que había sido un buen negocio.

¿Puedo hacerle una pregunta? —Y entre tanto, le propinó otro trago al refresco. —¿Cómo es que ya no bebe? ¿antes bebía? —La verdad, tenía curiosidad. Era algo como el tabaco, la gente se iniciaba, y dejarlo costaba horrores...
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#21
Datsue siempre había sido un mentiroso, un liante y un embaucador. Pero cuando cerraba un trato, lo cumplía. Existían ciertos códigos que no debían romperse. Especialmente cuando querías ganarte la vida haciendo negocios.

Oye, no me trates más de usted. ¡Haces que parezca un viejo! —rio—. Pues… nunca me consideré un bebedor habitual, la verdad. Aunque más de dos borracheras me he pillado, y no siempre de fiesta. Y más de tres y cuatro también, para qué te voy a engañar. —Aunque no de forma lo suficientemente recurrente como para que lo considerase un problema. Además, cada vez le gustaba menos la sensación y odiaba más las resacas. Era un negocio poco rentable—. Una cervecita bien fresca en verano me sigue sabiendo a gloria, pero…

Miró hacia la puerta de la entrada, que acaba de abrirse.

Pero hoy tenemos asuntos serios que tratar.

En la entrada, una mujer agachó la cabeza para poder atravesar el umbral. Era fornida, y aunque llevaba ropajes sueltos y cómodos, sus músculos se adivinaban bajo esta, y lucían como esculpidos en tierra allí donde la piel se podía ver —en el trapecio que anclaba el ancho cuello al resto del torso; en los numerosos tendones que cruzaban sus antebrazos—.

La mujer pareció reparar en ellos, y tras recortar distancias, sus ojos parecieron detenerse particularmente en el bigote de Datsue. Después en sus ojos. Los de ella eran castaños, y ahora que la tenían más cerca, podían apreciar alguna cana gris en su cabello negro, y entrever antiguas cicatrices en la piel. El Uchiha sabía que la peor estaba en su corazón.

Senju Hayato, te presento a Tākoizu Nahana. Descendiente directa de uno de los cinco ancestrales Señores del Hierro —dijo, solemne—. Te comentaba recientemente que te tomases la libertad de tutearme…

»Mas a ella, la tratarás de usted.
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#22
Datsue inquirió tras las últimas palabras de Hayato en que no le tratase más de usted. Ésto era algo raro, extraño para el chico, pues si de algo sabía era de modales. Bien que se lo había impuesto ésto su padrastro, a base de golpes. Tratar a un superior de tú, seguramente le costase un poco de asimilarlo, casi seguro se le escapaba algún ustedismo más. Pero el Uchiha asociaba el trato de usted con una avanzada edad, cosa que ni de coña podía decirse. Probablemente era de los Kages más jóvenes que habían ostentado el puesto, si no el que más.

De acuerdo.

Y el Uchiha comenzó a explicar levemente sus aventuras por el sendero de la cebada, pero su leve explicación terminó con un pero. Si, siempre solían haber peros. En ésta ocasión, se trataba de que habían asuntos más importantes a tratar. El Senju lo tenía más que asimilado, hoy día habían demasiados temas de mayor importancia al porqué bebía o no.

De pronto, una mujer entró al local, no sin antes tener hasta que encogerse un poco. La mujer era desmedida, un mastodonte, un mamut, un maldito dinosaurio de esos que podían leerse en los cómics. ¡Por las tetas de Amateratsu! ¡Vaya bestia!. Una bestia que descaradamente analizó a los dos únicos clientes del lugar, especialmente a Datsue, y ando directamente hacia ambos. En lo que la mujer se acercaba, Datsue presentó a la mujer como Tākoizu Nahana, una descendiente directa de uno de los cinco ancestrales Señores del Hierro, ni más ni menos. Y antes de que ningún otro soltase palabra alguna, inquirió encarecidamente que pese a tener permiso para tutearle, no lo tenía para hacerlo con la mujer.

No pensaba hacerlo, y menos aún ahora que sé quién es. —Contestó Siete. —Es todo un placer canocerla, señora Nahana. —Y con las mismas, ofreció asiento a la gigantesca mujer.
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#23
La mujer tomó asiento, con semblante serio. Devolvió el saludo de Hayato con un asentimiento de cabeza, y miró de nuevo el bigote de Datsue.

¿Era necesario?

Prefiero que no se sepa que ando fuera de la villa. Ahora que soy… Ya sabes.

Te queda como el culo.

Gracias. Tú también estás muy guapa. —Para romper el hielo no estaba mal—. Urami me contó que querías hablar conmigo. Que tenías algo importante que decirme.

Nahana dio un vistazo rápido a su alrededor, con expresión ceñuda.

¿Es este un lugar seguro para hablar?
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#24
La mujer, más seria que una tortilla de patatas asomando al tupperware en un caluroso día de playa, tomó asiento junto a los shinobis. Sin poder quitarle el ojo al enorme bigote de Datsue, la mujer preguntó si de verdad era necesario. El Uchiha contestó que dado su reciente ascenso, era mejor que nadie le reconociese. De nuevo la mujer tomó la voz, añadiendo un detalle que el Senju no había querido reflejar: Le quedaba como el culo. Y Datsue no tardó en contestar nuevamente, dejando de lado los asuntos livianos y remarcando que una tal Urami había sido quien le había informado sobre que tenía algo que decirle. Nahana echó un vistazo a su alrededor, y preguntó si el sitio era seguro para hablar.

Un momento. —Apresuró a contestar.

Volvió su mirada a la camarera, y alzó la mano para captar nuevamente su atención. —Hoshi, por favor cierra la puerta y sube al despacho.

La chica con presteza asombrosa dejó de lado las cartas —nuevamente— y se deslizó por la sala hasta llegar a la puerta principal, la cual acerrojó desde el interior. Tras ello, tomó nuevamente movimiento hasta las escaleras de caracol, las cuales subiría rápidamente y se dirigiría al despacho. Cumplió sin titubear la orden, como solía hacer.

Ahora sí, señora Nahana —Resolvió en lo que devolvía su mirada a la mujer. —, puede decir lo que deba sin temor alguno: Nadie nos escucha. El sitio es seguro.
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#25
Nahana esperó a que el primer piso se hubiese vaciado y escuchar la señal de aprobación de Hayato antes de empezar. Aún así, lo hizo en voz baja. Había aprendido por las malas que, el mundo, así en genérico, no era un lugar del que pudiese fiarse.

Como bien sabes, hay alguien que conocemos ambos —Con ese alguien, Datsue supo que se refería a la hija mayor de Nahana, quien buscaba desesperadamente a su padre y quería venganza contra el Daimyō—, en el País de la Tierra. Hace unas cuantas mañanas, me llegó un mensaje suyo… que te interesará.

Datsue contuvo el aliento. Acaso… ¿Acaso le había encontrado? ¿Había encontrado a Soroku?

El palacio del Señor Feudal ha caído. Notsuba ya no está en manos del Daimyō. De hecho, la cabeza de Kurawa Kaikei cuelga de una pica para la satisfacción de muchos.

¿¡Qué!? Pero… ¿Cómo? ¿Quién narices…? ¿¡Ivvatsumi!? —preguntó, intuitivamente.

Ivvatsumi, la legítima heredera al Daimyō de no ser porque su padre la exilió por no cumplir con una boda concertada —o eso dicen—, llevaba tiempo en las sombras preparando un golpe de estado. Datsue lo sabía bien, y Nahana aún más. Después de todo, Nahana había estado fabricando un cargamento de armas para Ivvatsumi, y Datsue, sin saberlo en su momento, también.

Sin embargo, Nahana negó con la cabeza. De sus labios salió una única palabra que lo explicó todo:

Kurama.
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#26
Pese a que el lugar era técnicamente seguro, la mujer no se atrevió a alzar demasiado la voz. En lo que casi parecía un susurro, ésta contó a los dos viajeros que alguien del País de la Tierra le había pasado información importante para el Uzukage. No demoró demasiado en revelar de que se trataba, el palacio del Señor Feudal había caído. Había caído y bien. La cabeza de Kurawa Kaikei, el Daimyō, colgaba de una pica. Datsue no pudo esconder su sorpresa, acusando a una tal Ivvatsumi en lo que Hayato simplemente pensaba en cómo podían haber hecho algo así... ¿colgar una cabeza de una pica? ¿acaso no era clavarlas en una pica? ¿qué clase de malhechores más extraños eran esos?.

«Buffff... estamos jodidos si tenemos guerras entre nosotros y encima contra Kurama...»

Pero la sorpresa fue mayor cuando la mujer reveló que la tiparraca a la que acusó Datsue no había sido culpable, al menos no del todo. La autora, o el autor en éste caso, no había sido otro si no Kurama. Ese maldito zorro se había abalanzado sobre el mundo como una plaga, y no pensaba dejar títere con cabeza. Nunca mejor dicho.

¿Está... está diciendo que Kurama ya está casi por la mitad del mapa? —preguntó, anonadado.

Apenas sabía sobre los movimientos que el gran enemigo de la humanidad estaba realizando, pero sin duda le sorprendía que hubiesen dejado que llegase ya hasta la mitad del continente. Sin duda alguna, se había centralizado y ahora podía expandir sus fuerzas en un solo golpe. Rápido y audaz, rotundo y efímero. Una estrategia que sin duda planteaba derrocar a una aún confundida muchedumbre, que para cuando se quisieran dar cuenta... estarían ya fuera del tablero de juego.

Kurama era brillante, y a la vez espeluznante.
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#27
Anonadado, Datsue parpadeó varias veces. Joder, en qué momento había decidido ser Kage. O, bueno, ¡en qué momento le habían pasado el sombrero! No podía haber sido en una época de paz y prosperidad, donde sus únicas preocupaciones fuesen cómo hacer la villa más rica. No, tenía que ser con el jodido Kurama y Dragón Rojo dando por culo.

Reza porque solo sea la mitad —dijo, sombrío, a Hayato—. Soroku… Tras esto… ¿Averiguasteis algo de él?

Nahana frunció los labios, afligida, y Datsue obtuvo el silencio como respuesta. Eso lo decía todo.

Ya veo…
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#28
El Uchiha respondió a Siete que rezase porque Kurama solo hubiese llegado a la mitad del continente, seguramente conocedor de muchos más datos a los que Hayato había tenido acceso. Y sombrío como la cueva de un pantano, porque el resto de cuevas no tanto, el Uchiha preguntó por un tal Soroku. Pero su pregunta no halló respuesta, al menos no verbal. El silencio reinó, anunciando un fatídico final para esa persona.

¿Darle su pesar? Si, quizás sería lo propio en éste tipo de situaciones, ¿no?. Pero, tal y como estaba la cosa —mucho peor de lo que esperaba—, dar su pesar al Uzukage quizás no hacía más que hundir un poco el dedo en la llaga. Pero por otro lado, ser frío y distante... era algo a lo que estaba acostumbrado Hayato, y a como acostumbraba que le tratasen. Si buscaba de verdad un cambio en su vida, lo mínimo que podía hacer es tratar a quien se interesaba mínimamente por él tal y como se merecía. Lo que se venía llamando intercambio equivalente, vamos.

Lo siento mucho. —Dijo tímidamente, a ambos, pues según entendía la pérdida no era solo de Datsue.

»¿Puedo preguntar... quién era Soroku?.
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#29
Tema espinoso, aquel. Era el padre de las hijas de Nahana, aunque eso muy poca gente lo sabía. Habían sido amantes a pesar de la distancia, y siempre habían velado el uno por el otro. Para Datsue, en cambio, había sido un socio. Un colega. Alguien a quien respetaba, al que había hecho numerosas misiones, y al que le tenía cariño.

Me hizo esto —respondió, al ver que Nahana optaba por el silencio nuevamente. Se apartó el cuello de la camisa para que Hayato pudiese verle el hombro. En él estaba la Marca del Hierro: un hacha sobre un escudo—. Con hierro, al rojo vivo. Fue… Fue un gran amigo. Un socio, también. Nutría mi pequeña tienda de armas con todo tipo de katanas y una firma persona y única para mí en las hojas del acero. Me hizo favores que no creo que te cuente nunca, y yo le hice a él favores que por el bien de la villa, no contaré jamás.

Datsue siempre había sido un bocazas en el pasado, al que le gustaba contar todas y cada una de sus proezas aún a pesar de que algunas estaban mejor guardadas con llave bajo el fondo del mar. Pero ahora portaba un sombrero, y, lo tuviese encima de la cabeza o no, sentía su peso. Siempre.
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#30
Hubo silencio, amargo silencio. La pregunta de Hayato, inocente, quizás había tocado un poco de sangre reciente... nunca mejor dicho. Y no fue la mujer quien contestó, si no Datsue. El Uzukage dijo que había sido quien le había hecho una marca, con hierro al rojo vivo. Que ese tal Soroku había sido un gran amigo, y socio. Hasta le había proveído para su tienda con numerosos metales, katanas de todo tipo. Le había hecho grandes favores, y éste le había correspondido con favores que hasta prefería guardarse. Sin duda una amistad de lo más singular...

«¿Qué clase de amigos salen de fiesta y se dicen: No hay huevos de marcarse con un hierro ardiendo? Amistades raras...»

Un detalle importante, y que el Senju no dejó escapar, era sobre la supuesta tienda de armas del Uzukage. Jamás había escuchado de ella, aunque ciertamente Siete se manejaba bien poco con ellas, él era más de quemar cosas. Pero bueno, lo importante: Una tienda. Quizás a eso se refería con que tenían cosas en común, ¿no?. Tal vez, y solo tal vez, comenzaba a entender un poco a su superior.

Pues lo siento mucho... —Respondió con pesar. —Tenemos que acabar con ese puto zorro, para que éste tipo de cosas no sea tan común como mirar la hora... Lo siento mucho por vuestra pérdida, de verdad.

Siendo un poco empático, la sensación de perder a un ser querido cercano —como podría ser su madre—, no era para nada agradable. No le gustaba la idea de ir a la guerra, ¿a quién en su sano juicio le gustaría?. Pero dejar que Kurama campara a sus anchas era como firmar la muerte de todos. De todos y cada uno de los habitantes de Onindo. Le gustase o no, fuese buen negocio o no, no había elección posible. O combatías hasta morir, o simplemente esperabas a la muerte cruzado de brazos. El riesgo de muerte era la única certeza.
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