Dicen que el arte es el espejo del alma. Si esa afirmación es efectivamente cierta, el alma de Ralexion ya era demasiado madura para su edad en ciertos aspectos. ¿Pero qué es el alma humana si no un despliegue de blancos, negros y matices entre medias?

Era una luminosa mañana en el Bosque de la Hoja. Usando una mentirijilla piadosa -le había dicho a su madre que tenía que realizar un entrenamiento especial- como método para escabullirse lejos de la aldea, el adolescente se había desplazado hasta ese lugar, algo así como su santuario, donde podía hacer lo que quisiera sin que nadie lo interrumpiese. Sorprendentemente, el esfuerzo de ir hasta allí no le molestaba.

Iba vestido con ropas algo más frescas de lo habitual. Solo llevaba un kimono rojo sin adornos y un hakama negro plano bien holgado. Su humor en esos instantes era tan brillante como el mismo sol. De vez en cuando tarareaba una canción.

Se encontraba en el centro del claro, con el vientre en tierra, un cuaderno y una pluma dispuestos frente a él. Ambos utensilios estaban visiblemente desgastados. El joven estaba dibujando algo, o quizás escribiendo, no podía saberse a ciencia cierta a no ser que uno se acercara con la intención de espiarlo.

—Jejejeje... —se río entre dientes sin detener su labor.

Habían sucedido unas cuantas cosas interesantes. Había conocido a dos ninjas de Uzushio, bueno, a dos genin. También había conocido a un chunin, así que eso subía la cuenta de ninjas extranjeros a tres. También había sido víctima de un ataque por un señor de lo más peculiar que decía ser de la Hoja, aunque como más tarde había podido descubrir, la cosa tenía bastante más miga de lo que parecía. Ahora saltaba de árbol en árbol en dirección, de nuevo, a su tierra natal. Ya había tenido suficientes aventuras por ahora.

Ay, si supiera que la cuenta de ninjas extranjeros iba a ascender a cuatro.

Aterrizó a los pies de aquél claro por inercia. Allí estaba: un chaval pelirrojo, sumamente concentrado en algo, aunque como estaba de espaldas no podía ver en qué. Vestía un kimono rojo y un hakama por encima. Estaba tarareando algo cuando Daruu posó los pies en la hierba.

«Oh, no.» Puede que parezca curioso, pero Daruu ya había tenido la suficiente dosis de companía por ahora.

—Esto... ¿hola? —saludó, sin embargo. Uno siempre tiene que mostrar ciertas formalidades, sobretodo si se presenta a espaldas de otro en medio de un bosque. Podrían haber malentendidos desagradables relacionados con cuchillos en la nuca y otras cosas de ninja.

Ralexion estaba tan concentrado en su secreta tarea que no se percató de la presencia del desconocido hasta que el susodicho le dirigió la palabra. Se sobresaltó de forma cómica, y el cuaderno se le fue de las manos. Cayó, desplegado, frente a Daruu. En él se podía observar el dibujo de una voluptuosa mujer, desnuda y en una pose bien indecente; no era una obra de arte de gran habilidad, solo era necesario un rápido vistazo para ser consciente de ello, no obstante, para un aspirante a mangaka hentai tan joven, no estaba nada mal.

El Uzumaki rodó como una croqueta a toda velocidad, agarrando el cuaderno de un manotazo y guardánselo apresuradamente en el interior del kimono. No sabía ni quién era su interlocutor, pero se estaba muriendo de la vergüenza.

—¡B-buenos días...! —articuló con tono vacilante, para después levantar la mirada y observar por primera vez a Daruu, quedándose sorprendido al ver sus ojos— ¡Tus ojos! ¿Qué te ha pasado?

El genin usó su índice para señalar los orbes del desconocido, sin ni siquiera levantarse del suelo.

El desconocido dio un respingo y dejó caer lo que tenía entre manos. El cuaderno de dibujo dio una pirueta en el aire y aterrizó frente a Daruu, revelando su obsceno contenido. Con los ojos desorbitados, observó a la mujer desnuda, que tenía unas proporciones que sólo gritaban "dolor de espalda". A ella no le parecían importar sus proporciones, desde luego.

El pelirrojo dio una voltereta y le propinó un guantazo a la libreta, agarrándosela con fuerza, meneándola metiéndola —la libreta— en el kimono con una presteza digna de un ninja. Quedó frente a él, puro rojo en las mejillas, casi tanto como en su pelo.

—¡B-buenos días...! —balbuceó. Levantó la mirada. Ahora que lo veía más de cerca, resultó que sí era un ninja, y no sólo un dibujante de porno cutre. Tenía la bandana de su aldea, Uzushiogakure, atada firmemente alrededor de la cabeza. Sus ojos, de color avellana, reflejaban sorpresa—. ¡Tus ojos! ¿Qué te ha pasado?

No era la primera vez que a Daruu le decían aquello. La gente que no conocía a los Hyuuga solía malinterpretar los iris sin pupila de los miembros del clan por los ojos de un ciego.

—Son igual que los tuyos, pero de color blanco. Veo perfectamente, no me pasa nada —dijo, quitándole importancia, y dejó escapar una pequeña risilla—. Esas tetas estaban a la altura de la clavícula, macho. Mejora la anatomía.

De pronto, hubo algo en sus ojos que le llamó profundamente la atención, pero no sabía el qué. Entrecerró los suyos y buscó en su interior el recuerdo que no lograba encontrar.

Era como si...

—Oye... —dijo, muy serio—. Tú y yo... ¿nos conocemos de algo?

Ralexion se sonrojó todavía más, una mezcla de ira y vergüenza que tintó su rostro de un tono tomate más intenso que el anterior. Tomó impulso desde la cadera y se alzó con cierta agilidad.

No sabía muy bien qué hacer consigo mismo y ese extraño en una situación así.

—¡S-sé que todavía no se me da bien la anatomía p-pero por algún lado hay que empezar...! —articuló como buenamente pudo, señalando a Daruu con su índice como si se tratara de cierto abogado de cierta historia— ¡Y-ya me gustaría a mí verte a ti dibujando algo así, eh...!

Sus emociones eran un desastre burbujeante. Por un lado deseaba que la tierra se lo tragase, pero por otro quería darle un sopapo a ese tipo de ojos tan extraños.

Y hablando sobre sus ojos, ¿decía que veía bien? «Pues no sé yo si creérmelo... aunque pensándolo bien, vio el dibujo, así que debe de ser verdad. Que cosa más extraña.»

Su frágil atención se desvió hacia la pregunta del joven de Ame. ¿A qué demonios se refería? ¿Conocerse de algo?

—¿Conocerte? No sé, eh, creo que me acordaría de alguien con unos ojos tan raros —afirmó secamente y a la defensiva, cruzándose de brazos.

—¿Conocerte? No sé, eh, creo que me acordaría de alguien con unos ojos tan raros —dijo, casi de forma borde. Daruu lo dejó pasar de pura casualidad.

—¿No te suena el nombre de Daruu, de verdad? Yo... te conozco. Tu nombre... ¿Cómo te llamas? ¿Empieza por erre, verdad? ¿Rareku... Rareshi? —balbuceó, sorprendiéndose a sí mismo.

«¿Qué demonios?»

Era como si Daruu hubiese conocido a aquél chaval de toda la vida, pero como si a la vez no lo hubiera visto en toda su existencia.

—¿No estuvimos una vez en una cantina? —se sorprendió de nuevo diciendo—. Fingiste pagarle al tabernero y le hiciste un genjuts... Espera... ¿Lo he soñado?

«Claro, debe de ser eso, un sueño, ¡seré idiota!»

Apartó la mirada y chasqueó la lengua, avergonzado.

—Igual no dibujo eso como tú, pero seguro que puedo hacerlo con arcilla, o algo así —dijo—. No tiene que ser muy diferente de amasar una masa y darle forma a un pastel. Simplemente se queda dura cuando la metes al horno.

—¿No te suena el nombre de Daruu, de verdad? Yo... te conozco. Tu nombre... ¿Cómo te llamas? ¿Empieza por erre, verdad? ¿Rareku... Rareshi? — divagó.

—¡Qué Rakeshi ni qué hostias! —dijo gesticulando exageradamente, ofendido de que hubieran mancillado así el gran nombre que su madre le había dado— ¡Y claro que no conozco a ningún Daruu! ¡Te digo que es la primera vez que te veo!

¿Estaba frente a un loco? El genin comenzaba a plantearse la posibilidad.

—¿No estuvimos una vez en una cantina? —afirmó, anonadado— Fingiste pagarle al tabernero y le hiciste un genjuts... Espera... ¿Lo he soñado?

—¿Una cantina...? Creo que soy un poco joven como para meterme a sitios así. Además, ¿genjutsus? —Ralexion se carcajeó— Sí, claro, como que sería capaz de utilizar algo tan complicado, ¡JA! Mira, colega, ¿seguro que no has estado leyendo demasiados mangas o algo?

—Igual no dibujo eso como tú, pero seguro que puedo hacerlo con arcilla, o algo así —dijo.— No tiene que ser muy diferente de amasar una masa y darle forma a un pastel. Simplemente se queda dura cuando la metes al horno.

—¿"Se queda dura cuando la metes al horno"? ¡JAJAJAJA! —su risa descontrolada lo llevó a arquear la espalda hacia el suelo mientras se sostenía el estómago— Esa es buena, jajajaja, ay...

—¿"Se queda dura cuando la metes al horno"? ¡JAJAJAJA! —arqueó la espalda de la risa y se sostuvo el estómago— Esa es buena, jajaja, ay...

—Así que eres joven para meterte en una cantina, pero lo suficientemente mayorcito para dibujar chochos y malinterpretar frases. ¡Pues pareces un viejo verde! —gritó Daruu, encolerizado.

Y le dio un gancho con la diestra al ninja de Uzushio en toda la boca.

A lo mejor fue un error.

Pero es que los de Uzushio ya le habían tocado mucho los huevos aquél día.

Quiso replicar, pero el pelirrojo no tuvo tiempo. Antes de que se le ocurriera algo con lo que devolverle el insulto al ninja de Ame, este le propinó un señor derechazo nada más y nada menos que en la cara. La parte superior del cuerpo de Ralexion se vio arqueada hacia la misma dirección, fruto de la inercia generada por el golpe. Tenía el labo hinchado y sangrante, Daruu se lo había partido.

Durante unos instantes, el Uzumaki se mantuvo impávido, paralizado, sorprendido. Alzó la diestra y se tocó la cara, se acarició los labios, notando las gotas de sangre que habían saltado de la herida. Dolía bastante. No sabía a santo de qué cojones había venido tal asalto sobre su persona pero no pretendía averiguarlo. Tenía otro objetivo en mente.

—¡PUES ESOS "CHOCHOS" ME HARÁN FAMOSO ALGÚN DÍA! —exclamó con tono bordado de ira.

Cerró con toda su fuerza el puño derecho y le quiso devolver el golpe a Daruu en el mismo sitio. Puso todo su empeño en mover el cuerpo, que transportó desde la posición a la que le había llevado el golpe ajeno hasta una más próxima al Hyūga, pasando por la que tenía originalmente.

Daruu derribó al ninja de Uzushio, quien se dobló de nuevo, esta vez en dirección contraria. Levantó la mano derecha y se tocó los labios: rotos por el puñetazo de Daruu. Parecía sorprendido. Daruu se puso en guardia, de todas maneras el muchacho parecía más asustado que otra cosa. Por un momento, se preguntó si se habría pasado.

Descubrió que no.

—¡PUES ESOS "CHOCHOS" ME HARÁN FAMOSO ALGÚN DÍA! —gritó el otro.

«¡Pero qué puto pirado!»

El ninja de Uzushio cerró el puño derecho e intentó propinarle un golpe a Daruu en la cara. Se impulsó y atacó con todas sus fuerzas. Daruu activó su Byakugan, y desvió un poco la cabeza, lo justo para que el brazo del otro shinobi pasase a la izquierda de su cuello. Se agachó, agarró al ninja de la cintura y lo hizo saltar por encima de él con una voltereta, aprovechando la inercia del fallido golpe. Se dio la vuelta, todavía en guardia.

—¡Tú lo que eres es un crío inmaduro y un maleducado! ¡No me conoces de nada como para andar burlándote de mi! —chilló.

Había dado el primer golpe con toda su rabia, y desde luego, estaba enfadado. Pero no era tan tonto como para comprender que una pelea de genin enfurecidos y descontrolados en medio del bosque podía acabar mal.

¿O sí quería pegarle?

Su cuerpo se debatía todo el rato y se mantenía en tensión. No sabía si huir, y que el asunto no fuera a mayores, o por el contrario, pegarle una paliza por gilipollas.

Desde luego, no iba a disculparse por el golpe. Eso desde luego que no.

«Pero es que además estoy seguro de que esto ya lo he vivido... ¿qué me pasa?»

Los ojos de Ralexion se abrieron como platos en aquel efímero instante en el que su extraño contrincante evitó su puñetazo en el último momento, apurando lo máximo posible. Agarró sus ropajes y le realizó una simple llave que aprovechaba la velocidad de su cuerpo al tratar de dar el golpe para mandarlo por los aires. El pelirrojo no pudo evitar esta acción y cayó al suelo rodando a poco más de un metro de Daruu, ligeramente magullado pero sin daños importantes.

Escuchó las palabras del ninja de Ame, lo que le llevó a golpear el suelo con la diestra y puño cerrado.

—¡Eres tú quien se ha burlado de mí, cabrón! —exclamó encolerizado, apuñalándole con los ojos— ¡A ver si te hace gracia que te rompan la cara!

Se levantó de inmediato, usando más en serio su modesta agilidad. A la par que se alzaba del suelo usando su cadera y piernas llevó a cabo unos sellos.

—¡Raiton: Kangekiha! —enunció, dejando escapar varias descargas eléctricas de tono azulado desde sus manos, ya en pie.

El ninja de Uzushiogakure golpeó el suelo con el puño cerrado, en un alarde de masculinidad propia de tribus poco civilizadas, a gusto de Daruu. Lo que ocurría en realidad es que Daruu había tenido muy mal día relacionado con gente de Uzushiogakure, y ahora estaba estallando con un pobre idiota.

—¡Eres tú quien se ha burlado de mí, cabrón! ¡A ver si te hace gracia que te rompan la cara!

Se levantó, más rápido de lo que había previsto.

—Buah, tío, ahora sí que te vas a llevar una buena por imbécil. —Las conciencias de Daruu se habían decidido ya por un objetivo, y no era muy pacifista.

—¡Raiton: Kangekiha! —Por desgracia, las manos de su adversario se habían decidido mucho más rápido, y no conocía esa técnica. Hizo lo que pudo para defenderse cruzando los brazos delante de él. Con eso bloqueó los rayos para que no le dieran en la cara, pero recibió un calambrazo que le recorrió entero y le hizo caer hacia atrás.

—¡Agh, hijo de...!

Parecía que Daruu estaba derrotado, pero después de un par de segundos, le envolvió una nube de humo que se extendió rápidamente por casi la totalidad del claro, a excepción del ninja de Uzushio y de un par de metros delante suya.

Daruu salió disparado de la nube de humo en pleno salto, dispuesto a golpear al ninja con el puño derecho. Un embite directo a la cara, de nuevo. Sin embargo, un instante después de que el Uzureño pudiera verle salir, tres agujas de tamaño casi imperceptibles volaron como una saeta a través de esta falsa imagen y fueron a clavarse, con suerte, en el estómago del pelirrojo.

Ver como su técnica impactaba le llevó a sonreír, pero ese no era el final del combate, ni mucho menos. De pronto, sin motivo aparente, una nube de humo se generó alrededor del Hyūga, proveniente de una bomba, lo más probable. A través del humo pudo vislumbrar la figura de Daruu en el aire, que quería golpearle de nuevo. Ralexion se preparó para devolver el golpe, y esta vez acertar, pero cuando su puño cerrado se encontraba cerca de tocar el cuerpo de su contrincante este se desvaneció en humo y a través de él volaron 3 proyectiles que le impactaron de lleno en el estómago.

—¡Agh..! —soltó un gemido ahogado, mirando a las agujas— ¡Serás cabrón...!

Necesitaba replantarse su estrategia. No podía ver a su oponente y en consecuencia el susodicho ostentaba una peligrosa ventaja sobre el Uzumaki. Miró a ambos lados con rapidez. Echó a correr, no hacia el humo, si no en dirección contraria, saliendo del claro. Se subió al primer árbol que encontró, saltando de rama en rama hasta quedarse cerca de la copa. Se encontraba a uno dos metros de distancia de la nube de humo y unos 3 de altura.

Trató de recuperar el aliento respirando hondo.

Cuando el ninja de Uzushio se dio la vuelta para refugiarse en el árbol más cercano, fue recibido por sorpresa por cinco senbon más, que provenían precisamente desde arriba del árbol directamente frente a él. Tres de ellos irían a impactar al pecho, aunque con toda probabilidad lo harían en los hombros porque el chico había empezado a moverse. Otros dos de ellos iban hacia las piernas, así que volverían a apuntar al vientre.

—¡No eres rival para mi, Uzureño! —le gritó una voz desde el árbol.

Cambió a la rama de al lado, por si acaso, pero procurando ocultarse entre la maleza.

Su retirada se vio truncada de una forma de lo más traicionera. Él quería subirse a uno de los árboles, pero su enemigo se le había adelantado. Al no prever un ataque desde tal ángulo, Ralexion encajó de pleno los 5 senbons. El dolor era extenuante. Notaba que estaba en las últimas, pero por el momento lograba mantenerse en pie -aunque a duras penas-.

—Me llamo Ralexion, cabrón... —masculló, arracando la aguja que se le había clavado en el hombro derecho— ¡Ven aquí y para de esconderte como una rata!

Introdujo ambas manos en el interior de su kimono. De él sacó un shuriken con la siniestra y su baikunai con la diestra. Lanzó el arma arrojadiza hacia donde creía haber visto venir las agujas. Alzó el baikunai aproximadamente hasta la altura de su pecho, listo para utilizarlo.

Sus ojos se mantuvieron atentos a los árboles frente a él y a los cercanos, a la par que hacía lo imposible en tal de regular su jadeante respiración.