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9/09/2021, 18:44
(Última modificación: 9/09/2021, 18:49 por Uchiha Akame. Editado 2 veces en total.)
Debió de sentar jodidamente bien. ¿Realmente había sido así? Akame se recostó ligeramente en la arena, sus ojos perdidos por un momento en las llamas de la modesta candela que les alumbraba en aquella noche fría de Invierno.
—Yo enseñé a ese chaval todo lo que sabía sobre el Camino del Ninja. Deberías haberle visto cuando empezó, recién salido de la Academia después de aprobar dos o tres porque a los sensei debió darles pena dejarle un año más haciendo el último curso —replicó—. Fue mi alumno.
Luego miró a Juro mientras se arrebujaba en su capa de viaje. No dijo más sobre el tema.
Mientras el exiliado de Kusa exponía sus propios pensamientos sobre la naturaleza humana y el libre albedrío, Akame se encendía un cigarrillo. No pudo evitar pensar que aquel chico, desde luego, demostraba una inteligencia sobresaliente y una amplitud de miras muy escasa en los tiempos que corrían —sobretodo entre los shinobi—. Sin embargo, para desgracia de ambos, el Uchiha no poseía las respuestas que Juro buscaba... Probablemente su vida habría sido mucho más sencilla, de hacerlo.
—¿Te refieres a lo de matar, intimidar, contrabandear y estar rodeado de cabrones sanguinarios y peligrosos? —preguntó, retórico, mientras dejaba que el humo saliera por su nariz y labios—. Psché, si lo piensas, no suena muy diferente a ser jōnin en una Gran Aldea, ¿no crees?
Soltó otra carcajada con tonadillas de sake.
—¿Que si soy capaz de creer en algo así de nuevo? Compañero, déjame que te diga una cosa: ninguno de nosotros puede hacer algo así —fumó del cigarro otra vez—. Nos hemos tomado la pastilla roja, estamos fuera de la simulación. Bienvenido al mundo real, donde cada acción tiene consecuencias y ya no tenemos una maldita chequera repleta de boletos de quedas libre de la cárcel firmados por el Kage de turno.
Su voz transmitía una mezcla de frustración y abatimiento. Al fin y al cabo, cuando uno observaba el mundo por lo que realmente era, no debiera extrañarle encontrarse con semejantes dilemas. Akame fumó otra calada, muy honda, pero expulsó rápidamente el humo cuando encontró algo que decir.
—Esta vez te preguntaré yo algo: ¿prefieres ser poderoso, o débil? —sonrió—. El poder es tóxico como un veneno ponzoñoso, corrompe hasta a los mejores y atrae a lo peor de cada uno. Pero, ¿es mejor entonces ser irrelevante, limitarse a ir donde las corrientes del río de los fuertes te lleven? ¿Renunciar a navegar la vida y simplemente... ir a la deriva que marca la voluntad de otros?
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Juro no se atrevió a decir nada más sobre la muerte de aquella persona. Apenas logró murmurar un "Lo siento". Se sintió avergonzado. Nuevamente, había juzgado a Akame. Le había dicho lo que creía que él quería oír, en base a la forma en la que se lo había contado, pero la verdadera respuesta era distinta. Matar no era agradable, y menos si esa persona había significado algo para ti en tu vida. Eso el marionetista lo sabía. Incluso si sus sentimientos estuvieran emponzoñados por la rabia y la venganza.
Él también había tenido un alumno, cuando pudo. No quiso imaginar como se habría sentido.
—¿Te refieres a lo de matar, intimidar, contrabandear y estar rodeado de cabrones sanguinarios y peligrosos? Psché, si lo piensas, no suena muy diferente a ser jōnin en una Gran Aldea, ¿no crees?
— Cierto. Siempre estamos metidos en el barro —. Lo único que podía excluir de esa lista era el contrabando. Jamas había tenido que hacer algo semejante, que él recordara. Pero, como siempre, sabía que no era quien para juzgar a nadie.
El muchacho atendió al pequeño discurso del Uchiha, donde le confirmó sus temores: la realidad era tan cruda como él mismo había descubierto, y ya no había vuelta atrás. Aunque Juro fantaseara con regresar a Kusagakure, en el fondo, también tenía dudas. Unas dudas que no podría compartir nunca con sus ex compañeros de villa, claro. Había confiado durante toda su vida en el Morikage, y él le había traicionado. ¿Cómo no sentirse dolido? ¿Cómo no dudar del sistema? ¿Por qué el resto de líderes iban a ser diferentes? Generalizar no estaba bien, pero en algunos momentos, no podía evitar que esos pensamientos invadiesen su cabeza.
Regresar a su antigua vida era ciencia ficción para él. El problema era que la actual no era precisamente atractiva. Más bien, era una mierda. Pero prefería eso a estar muerto.
— Tienes razón — suspiro el chico. Agradeció la sinceridad de Akame, tan afilada como un cuchillo —. Nos guste o no, esta es la vida que tenemos que vivir si queremos seguir adelante.
Esta vez, fue el turno del Uchiha de hablar, y Juro escuchó, con cierta curiosidad, sus palabras.
—Esta vez te preguntaré yo algo: ¿prefieres ser poderoso, o débil? —sonrió—. El poder es tóxico como un veneno ponzoñoso, corrompe hasta a los mejores y atrae a lo peor de cada uno. Pero, ¿es mejor entonces ser irrelevante, limitarse a ir donde las corrientes del río de los fuertes te lleven? ¿Renunciar a navegar la vida y simplemente... ir a la deriva que marca la voluntad de otros?
El muchacho no pudo evitar sonreír. Menudo dilema le había presentado de golpe.
— Cuando me metí en esto, lo que buscaba no era poder. Supongo que quería reconocimiento, respeto, incluso la aprobación de mi familia. Ayudar a los demás, y esas mierdas — El muchacho suspiró —. Tienes razón en algo. El poder no trae más que problemas. Enemigos, desconfianza, miedos. Antes de ascender y convertirme en jinchuriki, era un don nadie. Ahora, la historia ha cambiado.
» Por mucho que lo maldiga, necesito poder. Y no solo para sobrevivir — admitió el chico —. El ser débil se vincula con la sumisión y la dependencia. Y yo ya no puedo permitirme eso. Si no hubiera ocurrido todo esto, puede que el Juro del pasado hubiera vivido mejor que yo. Quizá hubiera ascendido después de mucho esfuerzo, y quizá hubiera incluso sobrevivido al mundo ninja, como un shinobi mediocre y prescindible, pero con las comodidades y los lujos de la posición. Pero después de comprender la realidad y lo que hay en juego, no quiero simplemente dejarme llevar hacia un destino que no puedo controlar. No quiero ser un peón sacrificable que no entiende lo que ocurre.
Suspiró. El marionetista había decidido abrazar el poder. El mismo poder que había destruido su vida y había asesinado al Morikage. Ya no tenía miedo de usarlo, porque entendía que era parte de él. Que lo necesitaba. Que sin él, nunca llegaría a sus objetivos.
— Supongo que, en este momento, quiero ser lo suficiente poderoso como para vivir por mi mismo y llegar hasta el final del camino que escoja, aunque eso signifique la corrupción — Nada en la vida venía sin un precio, ¿verdad? Ese era el destino que le esperaba.
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12/09/2021, 11:25
(Última modificación: 12/09/2021, 17:54 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Juro parecía tenerlo claro: no sólo quería ser poderoso, sino que sabía que de ello dependía su propia vida. Akame asintió sin decir más, pues la respuesta del jinchūriki le había dejado poco margen para añadir nada. Era tan honesta y certera con un flechazo entre ceja y ceja, una que incluso podría haber dado él mismo años atrás; cuando Zaide y su cuadrilla habían secuestrado a la bella Kageyama Koko, y Dragón Rojo había terminado por asesinarla. En ese momento un joven y confuso Akame se había jurado a sí mismo que se volvería el ninja más poderoso sobre la faz de Ōnindo con tal de no tener que sufrir una pérdida semejante...
— Supongo que, en este momento, quiero ser lo suficiente poderoso como para vivir por mi mismo y llegar hasta el final del camino que escoja, aunque eso signifique la corrupción.
—Eso puedo respetarlo —acabó por sentenciar.
Al fin y al cabo, ¿quién era él para decirle que no, que aquel precio siempre sería más de lo que cualquiera pudiese pagar?
El Uchiha apuró el cigarrillo y lanzó la colilla a la hoguera.
—Sólo te daré una advertencia, compañero —dijo al fin—. Cuando era un joven ninja, mi maestro me dijo una vez: "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Pero mucho tiempo después entendí que no tiene nada que ver con responsabilidades o deberes, sino con una carga. Un gran poder conlleva una gran carga, y cuanto más poderoso se es, más pesada se vuelve. No importa lo que creas o dejes de creer: nadie puede soportar una carga así, no eternamente.
Su rostro demacrado, su olor a sake y los dientes amarillentos por el tabaco parecían darle —muy gráficamente— la razón. Miró a Juro una vez más, arrebujado en su raída manta de viaje.
—Aquel que vive por la espada, muere por la espada. De eso no tengo duda alguna.
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Akame fue parco en palabras, pero no le hizo falta más para hacerse entender. Probablemente, comprendía el razonamiento de Juro. No porque fuera algo lógico, si no porque era algo que todos sentían en algún momento. La diferencia entre la experiencia de ambos, sin embargo, era palpable.
Sólo te daré una advertencia, compañero. Cuando era un joven ninja, mi maestro me dijo una vez: "un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Pero mucho tiempo después entendí que no tiene nada que ver con responsabilidades o deberes, sino con una carga. Un gran poder conlleva una gran carga, y cuanto más poderoso se es, más pesada se vuelve. No importa lo que creas o dejes de creer: nadie puede soportar una carga así, no eternamente.
El rostro del Uchiha reflejaba, de cierta manera, aquella carga que le había destrozado. El marionetista sintió un profundo escalofrío al comprender el peso de sus palabras. Akame llevaba mucho tiempo en el exilio. Había sido un ninja poderoso y había recurrido a unas compañías bastante dudables. Pero había sobrevivido. ¿Cuál era el precio para seguir viviendo? ¿Tendría que aliarse con alguien de aquella calaña? ¿Tendría que dejar atrás sus principios e ideales —que, aunque estaban dañados, aún luchaban por subsistir en su mente— para ver un nuevo día?
Por un momento, no vio al Uchiha delante suyo. La persona que estaba delante era el mismo Juro. Apestando a alcohol, demacrado y marcado de por vida. Con unos ojos fríos y sin brillo. Sin esperanza. Sin deseos. Solo viviendo por alguna clase de inercia que le empujaba por un pozo cada vez más profundo.
Las nuevas y deprimentes palabras de Akame le sacaron de la ensoñación, pero el miedo ya había sido implantado en él.
— Lo entiendo. Si detenemos nuestro camino o dejamos de fortalecernos, es muy probable que acabemos muertos. Pero el poder también nos condena, de la misma y de muchas maneras diferentes — suspiró Juro, consciente de que no había mucho que añadir a la reflexión ya hecha —. Menuda mierda, ¿no? Es como un callejón sin salida.
» Gracias por tus consejos. Entiendo a lo que te refieres — No entendía el precio, claro está. No lo había sufrido. Pero entendía que el camino al que le llevaba su vida era oscuro y, probablemente, corto. Entendía que habría un precio que no sería capaz de pagar y que moriría por ello ----. Supongo que en nuestro oficio la muerte está siempre al acecho. Antes, intentaba no prestarle atención, pero desde el exilio, no dejo de pensar en ella y en como ocurrirá. Supongo que es lo lógico. Vivir para ver un nuevo día es muchas veces lo menos probable cuando todo el mundo te quiere muerto. ¿Es así para ti? ¿Hay algo que te perturbe de estas manera?
Quizá el impacto de las últimas palabras de Akame no le hirió tanto como cabría esperar. Al fin y al cabo, Zaide ya le había hecho reflexionar al respecto. O puede que, simplemente, el muchacho ya supiera que su destino iba a ser aquel. Realmente era un destino que todos sellaban cuando acogían la bandana, aunque eran demasiado pequeños para comprenderlo.
No. Lo que Juro sentía con la muerte no era solamente miedo. Quizá había cierta curiosidad y cierto sentido de la causalidad en su pensamiento. No le importaba lo que el Uchiha pensara de él a esas alturas. Temer era algo lógico, aunque fuera a una de las cosas más banales y a la vez más terribles que les asolaban.
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El Uchiha asintió. Aquel chico le gustaba, las cazaba todas al vuelo; era inteligente, sin duda. Debía serlo, se dijo Akame, pues nadie llegaba al rango de jōnin sin ser un individuo de grandes habilidades, y mucho menos era capaz de asesinar a su propio Kage y vivir para contarlo. No debía extrañarse de que pudiera bucear en sus palabras con tal facilidad, ni de que sus ojos —aquellos ojos que de algún modo parecían no haber perdido la inocencia del todo— le resultaran como dos lupas que le escudriñaban el alma.
Supongo que en nuestro oficio la muerte está siempre al acecho. Antes, intentaba no prestarle atención, pero desde el exilio, no dejo de pensar en ella y en como ocurrirá. Supongo que es lo lógico. Vivir para ver un nuevo día es muchas veces lo menos probable cuando todo el mundo te quiere muerto. ¿Es así para ti? ¿Hay algo que te perturbe de estas manera?
Akame se revolvió en su capa de viaje.
—Pienso en la muerte cada día —se sinceró, finalmente. Aunque por su forma de hablar, no quedaba claro si lo decía con tristeza o con alivio—. Quiero creer que cuando ocurra, caminaré por un sendero entre los verdes campos de trigo hasta reunirme con mis seres queridos —no le quedaban muchos a este otro lado del Yomi—, si lo piensas así no suena tan mal, ¿eh?
Su mirada, absorta en las llamas, se dirigió un momento hacia Juro.
—Pero todavía no encuentro la certeza de estar listo para partir. Desde que soy libre he luchado por una causa, por una causa he desafiado a Ōnindo, por una causa he pagado un alto precio —se recostó sobre la duna a su espalda—. Pero aún no se ha terminado... —en su voz se podía intuir que dudaba. Quizás su fe en aquellas ideas que le habían llevado a luchar contra los Daimyō se tambaleaban, o tal vez era simplemente su voluntad, que flaqueaba—. ¿Qué harías tú en mi lugar, Juro? ¿Dejarías de pelear? ¿Serviría para algo el sacrificio de tantas y tantas personas en los Dojos si dejáramos nuestra revolución a medias?
Volvió a mirar al fuego, cuyas llamas anaranjadas danzaban en la oscuridad.
De repente el Uchiha se irguió como un palo. Más allá tras la espalda de Juro, sobre la loma de una duna cercana, sus ojos captaron el brillo titilante de una luz en mitad de la noche, que avanzaba a duras penas... Hasta que se detuvo. Akame entrelazó las manos bajo su manta y al instante una copia idéntica de sí mismo apareció junto a la lumbre con un "puf". Ambos se miraron y el Kage Bunshin abandonó el precario campamento, desapareciendo entre las sombras al salir del alcance lumínico de la candela.
—Probablemente no sea nada. Algún viajero solitario...
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« Con tus seres queridos, ¿eh? » — pensó el marionetista con amargura.
Lo cierto es que no le guardaba mucho aprecio a su padre después de lo que hizo. Y a decir verdad, sus seres queridos habían sido su hermana y su abuela durante toda su vida. Ellas estaban vivas, en Kusagakure. Si existía aquel camino tan precioso que el Uchiha describía, él lo recorrería solo, de principio a fin. O al menos, eso se repetía. En algún rincón de su alma, sin embargo, se asomaba tímidamente un pequeño anhelo. El rencontrarse con la mujer que le dio la vida y que él nunca había podido conocer. Poder pasar tiempo con su madre. El único deseo que se le había arrebatado desde el momento en que vino al mundo.
Pero Juro no se dejó seducir por aquel susurro producto de su mente cansada. Lo que le quedaba por delante era duro, pero inevitable, y no podía flaquear.
El marionetista seguía con vida porque se había convencido de que era lo necesario. Debía sobrevivir para vengarse de Kurama, tal y como prometió. Para enfrentar a la injusticia que iba a asolar el mundo. Para evitar que se repitiera otra tragedia. O simplemente, porque estaba demasiado asustado como para quitarse la vida sin si quiera poder convencerse así mismo —al menos, por un breve periodo de tiempo— de que él era dueño del camino que ahora recorría a hurtadillas.
Sin embargo, entendía la desesperación. El desanimo. El flaqueo. Cuando todo el mundo te quiere muerto, incluso la persona más desalmada termina por ceder ante la presión en algún momento.
¿Qué harías tú en mi lugar, Juro? ¿Dejarías de pelear? ¿Serviría para algo el sacrificio de tantas y tantas personas en los Dojos si dejáramos nuestra revolución a medias? — Lo cierto es que su posición era complicada y Juro tuvo que meditar sus palabras. ¿Qué debía hacer? ¿Animar a Akame a cometer otra masacre? Eso, desde luego, no entraba en sus ideales. Pero también entendía lo que era llegar a un punto de no retorno.
— Habéis dañado el régimen, eso seguro. No sé hasta que punto, ni cuanto tiempo tardará en recuperarse. Pero es cierto que si ahora desaparecéis, lo único que lograreis será reforzar la creencia de que, por mucha presión que se le eche encima, Ōnindo permanecerá igual — suspiró el muchacho —. La única salida que nos queda a los dos es luchar, Akame. Luchar por lo que creemos para no hundirnos en la miseria. Pero también creo que las cosas pueden hacerse de otra manera, sin importar el momento de la partida en el que nos encontremos. Un asesinato no tiene que conducir a otro por necesidad. Una masacre no tiene que llevar a otra. Debemos aprender de nuestros errores y lograr nuestros objetivos sin llevarnos a inocentes de por medio.
» Entiendo que siempre hay un precio a pagar. Pero también creo que solo así podremos honrar a los caídos bajo nuestra mano, y quizá algún día, recorrer ese camino del que hablas en verdadera paz — dijo el marionetista, con seriedad. Aun así, no pudo evitar que al final, asomase una sonrisa por la comisura de sus labios —. Supongo que sigo siendo un idealista, a pesar de todo. No lo puedo evitar...
Akame se irguió y Juro, un poco más tarde y guiado por la mirada del Uchiha, notó la presencia intrusa. Su compañero exiliado reaccionó al instante y mandó un clon que se perdió entre las sombras.
— Probablemente. Pero somos dos personas muy solicitadas. Mejor ser precavidos — susurró el chico, asegurándose de que solo el Uchiha le escuchara.
Juro decidió esperar, aunque imitó a Akame y se arrebujó en su capa, para ocultar su rostro y figura. Disimuladamente, acercó la mano a su portaobjetos bajo la prenda de ropa, en caso de necesitar acceder a alguno de sus venenos en una refriega repentina.
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Si su clon no había vuelto todavía con noticias, probablemente no se trataba de ninguna emergencia. Aunque seguía dividiendo su atención entre aquella luz en lo alto de la duna y el joven Juro, Akame parecía definitivamente más relajado.
Prestó atención a lo que le decía el ex-jōnin de Kusa. ¿Recorrer aquel camino en paz? Akame no creía que eso fuese posible; había experimentado, de primera mano, las tentaciones del poder. Aquellos con tanto nunca lo cederían de buena gana, ni siquiera en pos de la más noble de las causas. No, había que arrebatárselo por la fuerza, tal y como Dragón Rojo había hecho en el Valle de los Dojos. La cuestión era, ¿cundiría el ejemplo? El Uchiha no creía que las grandes familias señoriales de Ōnindo fuesen a darse por vencidas tan fácilmente, y sabía que con toda probabilidad los reemplazos de aquellos daimyō asesinados en el Torneo ya estuviesen preparando su relevo.
¿Que habían de hacer ellos, entonces? ¿Matarlos a todos una y otra vez, tal y como había anunciado Zaide, hasta que el miedo pesara más que la codicia?
—Lo de los Dojos nunca debería haber ocurrido así —confesó finalmente—. Ese no era el plan, Juro-san. Pero si algo he aprendido en todos estos años, es que nada sale nunca tal y como lo planeas. Un pequeño precio a pagar por cambiar el mundo —añadió luego, pesaroso.
—El del Bosque salió de una pieza de ese estadio, ¿eh? —comentó, socarrón—. Cuando yo era ninja siempre se hacían muchos chistes sobre los kusajin —"kusareños" les llamábamos, vulgarmente—, pero a la hora de la verdad tengo que admitir que fueron los únicos que supieron reaccionar a tiempo. Supongo que eso hace tu huída todavía más meritoria, parece que Kusagakure no Sato está llena de cabrones habilidosos al fin y al cabo.
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—Lo de los Dojos nunca debería haber ocurrido así. Ese no era el plan, Juro-san. Pero si algo he aprendido en todos estos años, es que nada sale nunca tal y como lo planeas. Un pequeño precio a pagar por cambiar el mundo
Juro digirió la noticia, intentando comprender lo que el Uchiha le decía. Lo cierto era que derrocar al sistema era una cosa, pero causar una masacre, otra. Se había asumido que había sido una estrategia para infundir miedo, quizá, o para que sus palabras ganaran peso. Puede que la gente hubiera supuesto simplemente que era un grupo terrorista y que matar gente era lo que hacía, sin ahondar más en el asunto. Pero, creyendo las palabras de Akame, deducir que fue un accidente tampoco era tan descabellado teniendo en cuenta la cantidad de gente que había y la situación que se organizó.
— Tienes razón en lo de que las cosas nunca salen como uno quiere. Yo mismamente estuve a punto de destruir toda la aldea y generé un odio atroz que ya ha escapado de mi control — admitió también Juro, con cierta amargura. No era algo de lo que se sentía orgulloso. La muerte del Morikage, de hecho, tampoco había entrado en sus planes cuando intentó escapar. No había forma alguna de probar las palabras de Akame, pero ahí, a la luz de la hoguera, decidió no cuestionarlas—. Pero esta clase de apuestas son impredecibles. En especial, si el destino del mundo está en juego.
De cualquier manera, eso no les eximía de la culpa, claro. El daño estaba hecho, y aun así, su objetivo era asesinar a los Señores Feudales, algo con lo que Juro tampoco podía estar del todo de acuerdo.
El resto de la conversación, sin embargo, viró a otro tema de lo más curioso.
— He escuchado esos estúpidos chistes — se limitó a decir el chico, sin poder evitar alzar la cejas. Puede que él fuera un exiliado, pero llevaba demasiado tiempo en la aldea. Tenía un orgullo y se sentía afectado. ¿Qué ganaban riéndose de los demás de aquella forma? Menuda panda de imbéciles —. Pero creo que tienes razón. Es mucho más fácil salirte con la tuya si todo el mundo se empeña en subestimarte. Kusagakure ha sabido montárselo bien. Kenzō incluso logró ocultar mi identidad como jinchūriki a ojos de todo el mundo hasta que no tuvimos más remedio que contarlo. Era muy listo. Aunque debo decir que no sé mucho de la situación actual ni de la Morikage que hay ahora.
No dijo nada más de aquel cumplido, puesto que no le gustaba hablar de aquel asunto. El hecho de que Juro hubiera sobrevivido a aquella batalla, a aquel hombre veterano, poderoso e inteligente, era realmente desconcertante, incluso con un bijuu de su lado. Pero no iba a ser él quien se lo dijera. Sí que sabía lo del Señor Feudal, pero por habladurías populares. Puede que la nueva Morikage fuera extremadamente competente, o puede que hubiera sido un golpe de suerte. De cualquier manera, eso les ponía en una situación que bien podría ser beneficiosa o todo lo contrario, según como jugaran sus cartas.
Mientras conversaban, Juro miró de reojo los alrededores, a la espera. La situación parecía estar bajo control, pero aun así, no podía evitar sentirse intranquilo. Aquella luz le había recordado que era de noche, pero estaban a cielo descubierto y sin ninguna clase de escondite o camuflaje más que aquella arena.
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—Pero esta clase de apuestas son impredecibles. En especial, si el destino del mundo está en juego
El Uchiha no pudo más que asentir, solemne, ante tal demostración de verdad. Y es que, al fin y al cabo, grandes acciones exigían grandes sacrificios. Sin embargo, arrugó el rostro cuando Juro alabó la inteligencia de su anterior mandatario por haberle ocultado la existencia de un jinchūriki a las otras Aldeas.
—No estoy seguro de que "inteligente" sea la palabra adecuada —apostilló—. Más bien parece que quiso ser el más listo de la clase, y al final acabó saliéndole el flechazo por la cuerda.
Akame hurgó bajo su capa de viaje durante unos momentos hasta que finalmente sacó otro cigarrillo. Tras colocárselo en los labios y encenderlo de forma idéntica al anterior, aspiró un par de caladas y luego miró a Juro.
—¿Cómo es? —preguntó, sin rodeos. Luego señaló al pecho de Juro, aunque no sabía si su sello estaría ahí. La punta anaranjada del cigarrillo bailó en la oscuridad al compás del movimiento de su brazo—. Ya sabes, tu inquilino. ¿Te deja dormir algunas veces, al menos?
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(Última modificación: 9/10/2021, 11:34 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Juro se encogió de hombros, consciente de que en realidad no podía discutirle nada de lo que había dicho. Kenzō había sido inteligente a su parecer, pero también era cierto que la situación le había superado. Y al final, había pagado el precio. Toda acción tenía su consecuencia.
No le gustaba demasiado pensar en el tema. Por un lado, le traía recuerdos demasiado complejos. Por otro, le recordaba que él ahora también estaba jugando. Bajo sus propias reglas, pero en el mismo tablero que los demás. Y eso quería decir que un paso en falso le haría pagar por sus errores, quizá de una manera peor. Los tiempos que se avecinaban no iban a ser precisamente pacíficos.
El marionetista no se alertó cuando Akame metió la mano bajo su capa, porque suponía que si quisiera hacerle daño, lo habría hecho hace rato. Su pensamiento se confirmó cuando le vio sacar un cigarrillo. Desde luego, las adicciones iban con él.
« ¿Es así como combates contra todo lo que llevas dentro, Akame? » — se preguntó. Después de hablar con él, creía poder entender un poco mejor a Uchiha Akame, pero aun así, estaba seguro de que el exiliado tenía múltiples capas que él ni si quiera podría llegar a comprender. Aunque era lógico. Al fin y al cabo, en muy raras ocasiones puedes afirmar que conoces con exactitud a una persona.
—¿Cómo es? —preguntó, señalando al pecho de Juro—. Ya sabes, tu inquilino. ¿Te deja dormir algunas veces, al menos?
Juro frunció el ceño, sin entender.
— ¿Algunas veces? Pues claro. Los primeros días tuve alguna pesadilla, pero en general, este tema no es algo que me quite el sueño por las noches — Lo que se lo quitaba eran otros problemas—. ¿Por qué lo preguntas?
Desconocía al Shukaku, su aspecto o su personalidad. Así que era normal que el marionetista no entendiera ninguna de las implicaciones de la pregunta.
— Mi inquilino es... bueno, un poco siniestro. Lo primero que supe de él fue su voz, resonando en mi interior, y prometiéndome que me despedazaría si pudiera — Pudo notar como Chōmei se revolvía, quizá un poco incomodo, en su interior. No era un recuerdo agradable para ninguno. Empezaron muy mal. Afortunadamente, eso había acabado —. Se burla de mí, con un tono muy infantil y despreocupado. No suele hacer mucho, pero alguna vez, especialmente cuando se ha sentido aludido, se ha asegurado de recordarme que está ahí. Y su aspecto.... bueno, tiene forma de insecto. Es la criatura más extraña que he visto nunca.
De momento, decidió no decir más y esperar su reacción. Puede que el hecho de que ahora se llevaran bien o de que lo hubiera liberado no le interesara lo más mínimo al Uchiha, pero Juro entendía que no era algo que pudiera soltar así, como si nada. Especialmente sin saber la relación que tenía Akame con los bijuu.
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¡Vaya, eso sí que no se lo esperaba! ¿El bijū no atormentaba a Juro? ¿Era eso siquiera posible? Akame escudriñó el rostro de aquel muchacho en busca de algún signo de falsedad, mas no lo halló. Parecía estar diciendo la verdad. Entonces, ¿qué significaba todo eso?
Aunque, desde luego, la bestia sí parecía guardar algún tipo de resentimiento hacia Juro. Al menos en sus primeros días, aunque desde luego nada en comparación a lo que Shukaku les hacía a los Hermanos del Desierto. Sólo de pensarlo se le erizó el vello de la nuca.
—¿Quieres decir que no te manda visiones de muerte, dolor y destrucción? ¿No te tortura con tus peores miedos en cuanto cierras los ojos? —preguntó, desconcertado—. Hay que joderse. Sé de buena tinta que otros jinchūriki han tenido que recurrir a medidas bastante extremas para conservar la cordura, pues la bestia les torturaba a la mínima oportunidad, amenazando con volverles locos. Y sin embargo ahora me dices que este no es tu caso... ¿Cómo puede ser eso?
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13/10/2021, 23:44
(Última modificación: 13/10/2021, 23:47 por Eikyuu Juro. Editado 2 veces en total.)
Juro no pudo evitar alzar las cejas, con un gesto de sorpresa. ¿De qué estaba hablando? ¿Pesadillas, tortura y visiones? Siempre había pensado que tener una voz en su interior amenazando con matarle cada vez que se le presentaba la oportunidad era una mierda, pero visto lo visto, no tenía derecho a quejarse.
« ¿De qué diablos está hablando? »
« Algunos de mis hermanos pueden ser... más persuasivos que otros,
Tienes suerte de que el destino decidiera unirnos y no enfrentarnos,
¡Jejeje!»
El marionetista no supo qué contestar a eso.
Sin embargo, sí que recordaba ciertas cosas. Como, por ejemplo, que Ayame había sido poseída por Kokuō varias veces hasta lograr su amistad. Y Datsue, probablemente, tampoco lo había pasado bien. Deducir que cada Bijū poseía su personalidad no era complicado, así que entender que cada uno tenía su particular forma de atormentar a sus enemigos, en realidad, era lógico. No es que fuera culpa de los Bijū precisamente. Simplemente, era su mecanismo de defensa ante ellos, los invasores en los que habían sido encerrados.
Chōmei disfrutaba burlándose de él, pero en el fondo, era alguien muy despreocupado. Incluso cuando estaban enfrentados, no se molestó por tratar de tentarlo o romper su espíritu. Más bien, esperó y observó, hasta encontrar un momento donde su presencia pudiera inclinar la balanza hacia un lado o hacia otro. Y escogió su bando. En realidad, había sido algo inteligente. Algo que él mismo haría.
Aun así, también era probable que, sin la amenaza de Kurama, su relación hubiera acabado mal, y Chōmei habría acabado haciendo todo lo posible por acabar con Juro, tal y como le prometió en sus inicios.
— No sé que decirte. Cuando sellaron el Bijū en mí, me aseguraron que estaba ante una criatura sin raciocinio y que no debía de preocuparme. Y después, escuché su voz en mi cabeza. Pensé que el sello estaba defectuoso o que mi imaginación me había jugado una mala pasada. Y aunque me equivocaba, a mi no me ha atormentado, ni he acabado poseído por él, como le pasó a Ayame — Juro se encogió de hombros. No había ninguna mentira en su rostro porque no tenía ninguna razon para decirla: antes incluso de que Chōmei y él fueran amigos, nunca le atormentó —. Pero tú me hablas de algo real y cercano. Imagino que del Shukaku, ¿verdad?
Deducirlo no había sido muy difícil, teniendo en cuenta la procedencia de Akame y el vínculo que había escuchado que tenía con Uchiha Datsue, antes de su exilio. Akame debía de saber de primera mano lo mal que lo debía de haber pasado Datsue. La verdad es que cuanto más oía de ese Bijū en concreto, menos ganas tenía de conocerlo.
— Es un hecho que los Bijū tienen conciencia propia, y también que tienen diferentes modos de operar. Un buen ejemplo de eso es Kurama — siseó el marionetista, sin saber muy bien qué opinaría Akame de todo aquello —. Pero, incluso entre los Bijū , no todos están a favor de él. Por eso, se me ocurre una buena razón por la que a mí no me atormentó. Porque no le interesaba en ese momento.
Quizá también influenció el hecho de que Juro no se viera en ninguna situación de vida o muerte donde sus defensas estuvieran más débiles, o el que fuera el Jinchūriki más tardío y más cercano a la aparición de Kurama de todos. De cualquier forma, nunca se había molestado en preguntarle a su compañero, puesto que había preferido dejar el pasado atrás.
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Akame asintió.
—Así es. Ese... monstruo —escupió aquella palabra—. Y sí, desde luego el ejemplo de Kurama es bastante ilustrativo, aunque comparado con el Ichibi, no son tan diferentes. Ambos nos consideran a todos poco menos que ignorantes atrevidos que osamos ponerles cadenas a su infinitamente superior presencia.
El exiliado se recostó de nuevo sobre la loma de arena, fumando con extraña tranquilidad.
—Si lo piensas, tiene hasta sentido, ¿eh? —inquirió con cierta amargura—. Esos condenados demonios son más poderosos que nosotros, más inteligentes que nosotros, viven más que nosotros... —dejó escapar un bufido—. No me extraña que ese zorro tenga seguidores.
Fumó otra calada.
—Joder, qué mierda, ¡já! Todo Ōnindo está preocupado de lo que gente como nosotros hace o deja de hacer, pero por las tetas de Amaterasu que el verdadero Fin del Mundo vendrá de la mano del monstruo de Nueve Colas... Y ese no distingue ninjas de civiles, Remolino de Lluvia o Hierba —soltó una risilla—. Mierda, ¿de verdad es así como nos vamos a ir todos al infierno? ¿Desintegrados por una bijūdama del zorro?
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22/10/2021, 19:30
(Última modificación: 22/10/2021, 19:35 por Eikyuu Juro. Editado 1 vez en total.)
Juro escuchó, con creciente interés, la opinión del Uchiha sobre el tema. Su encuentro con Zaide había sido útil para él, y además, bastante revelador. Si la información que le había dado era cierta, él nunca había visto a Kurama, pero sí que había escuchado sobre él de manos de un compañero. Juro se preguntó si Akame tendría la misma información, o le podría revelar otra clase de cosas.
« Su desprecio es auténtico y tendrá una razón. Pero dudo que haya intentado ponerse en el lugar de los bijuu » — reflexionó, para sí. No conocía al Shukaku ni sabía si de verdad era tan cruel como Kurama, pero recordaba su último encuentro con Datsue y sabía que habían llegado a una tregua. Fuera lo que fuera que hubiera visto Akame, probablemente ahora no fuera igual. Pero el dolor del pasado a veces impedía ver la realidad del presente, supuso.
La reflexión de Akame, sin embargo, no fue del agrado del marionetista. No pudo evitar verse así mismo, en aquella cueva, a merced de Kurama. Sí, era poderoso y tenía gente poderosa a su lado. Pero aquello no debía desmoralizarle.
— Al principio, no podía creer que hubiera humanos que le sirvieran de forma voluntaria. Reconozco que es una criatura intimidante, pero si todo acaba y él es ganador, la humanidad se puede dar por jodida — admitió el chico, acongojado. Puede que hubiera convencido a la gente con promesas de poder, protección o riquezas. Pero, ¿qué garantía había de que cumpliera algo de eso?
No todo el mundo era igual. Aunque le costara admitirlo, también existían seres humanos que querían ver el mundo arder, aunque a veces las cosas no fueran tan simples.
— Me niego a acabar así. Prefiero que me ejecuten en mitad de Kusagakure — bufó Juro, claramente indignado —. Los seguidores de Kurama intentaron atraparme antes de que me exiliara y fallaron. Él y sus generales son poderosos, pero no invencibles. Las aldeas deberían de mover el culo y hacer su trabajo. Si encontraran donde se esconde y atacaran, antes de que su séquito se haga más fuerte, quizá tendrían una oportunidad.
» Claro que si ya es demasiado tarde y su imperio es demasiado grande... entonces solo se avecina un derramamiento de sangre — murmuró Juro, con un escalofrío —. ¿Qué harías entonces, Akame? Si se formara una batalla entre las aldeas y el imperio de Kurama, una en la que el control del mundo estuviera en juego, ¿Intervendrías en ella?
Ellos eran dos exiliados sin rumbo. Una carta en blanco con la que nadie contaba. Las aldeas querían matarlos y habían cometido crímenes imperdonables, pero... ¿Cuál era la otra opción? ¿De verdad el Uchiha podría llegar a planteársela? Juro tenía clara su respuesta, pero esperó, paciente, para ver la de su compañero.
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El exiliado se encogió de hombros. Era una buena pregunta, desde luego.
—Eso sería como decidir entre perder un brazo o una pierna. Vaya jodienda —admitió, molesto—. No lo sé. Sekiryū también está en el punto de mira de Kurama, como supongo que lo estará cualquier grupo de ninjas lo suficientemente poderosos como para darle problemas... Ese zorro no quiere cabos sueltos.
Apuró el cigarro y lo lanzó a la hoguera. Kurama, los bijū, las Aldeas... Toda aquella conversación estaba empezando a darle dolor de estómago. ¿O sería el sake?
—Al menos eso sí pareces tenerlo claro. Te envidio, camarada. ¿Yo? Si pudiera me iría a una isla desierta, a beber zumo de coco y tostarme al Sol el resto de mis días. Pero algo me dice que no va a caer esa breva.
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