Iba a responder con total naturalidad y sinceridad, pero esa mirada penetrante e increpante lo había dejado helado. No había hablado ni siquiera más de un minuto y ya sentía que la había cagado muy fuerte.

—N-no no, pero... — Sus manos negaban levemente, buscando explicar su punto.

Rápida y hábilmente, el Uzukage disipó aquella tensión con una risa. Akira también rio, mucho más medido y más sutil. Le alivió bastante saber que estaba bromeando... ¿Lo estaba haciendo? Esperaba que si, de lo contrario, ya sentía que podía ser tomado de punto como alguien que le gustaba mucho la noche y el ocio. No era del todo correcto, pero no quería ser visto así frente a su Kage.

—Lo mencionaba más por ese punto. No digo que los ninjas deban salir y hacer esas cosas, pero no está mal que descansen saliendo a comer algo por ahí. — Marcó al escuchar que pensaría la propuesta.

Aún más alivio sintió cuando le preguntó por su entrenamiento. Todavía más, si era posible, que no pregunte sobre nada físico y si sobre el Senjutsu.

—Creo que estoy un poco verde aún, más con el Senjutsu.

Sabía que no era ni convencional ni fácil el camino del sabio. Tampoco es que lo eligió adrede, sino que su sensei lo estaba guiando sin preguntar. De todos modos, no se arrepentía de nada y confiaba ciegamente en él.

—Igual, ando intentando desarrollar algunas técnicas. No estoy teniendo mucha suerte, pero hace ya semanas que no veo a Ikki para pulir un poco lo que estoy aprendiendo.

»¿Has conocido más usuarios de Senjutsu? Me imagino que, con la cantidad de aventuras que tuviste, tuviste que cruzarte alguno. — Le miró, esperando que tenga algo interesante que contarle.

Capaz, si tenía algo para contarle, podía serle útil para entender más sus propias técnicas.

Datsue se divirtió con el mal trago de Akira. No sería él quien echase la bronca a nadie por salir de tanto en tanto de fiesta. No era algo que hubiese podido hacer desde que había recibido el sombrero en la cabeza. Pero, en sus tiempos de genin y jōnin… Oh, eso había sido otro cantar.

La última pregunta del chico le hizo reflexionar. Quizá se estaba olvidando de alguien, pero que él recordase…

—Que yo sepa no me topé con nadie más que contigo. Aunque, según nuestros informes, Ryū, el integrante de Dragón Rojo que cometió el genocidio en el Torneo de los Dojos, es también un especialista en Senjutsu —dijo, y esta vez su voz sí que no fue fingidamente grave—. Así que inevitablemente estoy interesado en conocer más aspectos sobre ello.

Por si algún día se lo cruzaba.

La vara de la conversación cambiaba a un ritmo rápido. Seriedad, incomodidad, risas y nuevamente seriedad, esta vez mucho más solemne y real. El muchacho no lo tomó tan de sorpresa, esperaba escuchar algo sorprendente relacionado con lo que preguntó. Algo si se le movió cuando escuchó "genocidio", que fue nuevamente cuando no quería parecer irrespetuoso y mantener las formas.

—Entiendo que no es algo común, pero que mala coincidencia que justo sea ese tipo. — Le chocó bastante y se notaba en sus palabras. Es decir, solo conocía a Ikki como un maestro en este tipo de técnicas. Él aún las está practicando. Pero, ¿el otro conocedor de Senjutsu es un genocida? Vaya suerte tenía.

»Puedes preguntarme o puedo intentar explicarte un poco lo que sé pero, sinceramente, aún me falta aprender bastante. — Admitió sin mentir. —Mi sensei sabe mucho más que yo. Está un poco chiflado pero es muy buena persona y muy buen maestro.

Datsue ojeó su expediente de nuevo hasta encontrar el nombre que buscaba.

—Tu maestro Ikki, ¿eh? El ninja que te trajo a la Villa. Quizá le pregunte a él directamente. —Nada mejor que un maestro para resolver ciertas dudas teóricas—. Como ves, te has graduado como ninja de Uzushiogakure en una época complicada. Las generaciones pasadas disfrutaron de paz y relativa comodidad. Hoy en día, en cambio, tenemos a Kurama intentando crear un imperio que domine todo Ōnindo y a Dragón Rojo cometiendo atentados terroristas. Casi nada, ¿eh?

»No pretendo asustarte, Akira, pero el mundo se desmorona bajo nuestros pies y vivimos un momento clave, en el que nuestras decisiones y nuestras acciones decidirán el futuro de Uzu. No, ya no de Uzu, de Ōnindo.

»Cada ninja cuenta. Cada Genin cuenta. Por eso, te pregunto: ¿serás mi espada, cuando lo necesite? ¿Estarás afilado cuando Uzu necesite que lo estés?

—Vale. — Respondió en corto ante su decisión. Era mucho más sensato preguntarle al maestro antes que al pupilo. Ikki puede ser algo escurridizo y bastante extraño en sus formas, pero seguramente el Uzukage iba a poder lidiar con él.

Fue luego cuando Datsue tomó todo el contexto que los rodeaba a ellos dos, a todos los uzujines y a todo Ōonindo, y lo explayaba y explicaba con detalles. Si pretendía no asustarlo, mal lo hacía. A pesar de estar al tanto de muchas cosas, sentía una leve incomodidad. Le molestaba salir de la burbuja en la que vivía. Solo trabajaba, entrenaba, ocasionalmente salía, conocía gente. No le gustaba escuchar la cruda realidad. No quería escuchar ninguna de las palabras que estaba pronunciando.

Lo que en gran parte le convencía era el lema que venía trabajando el Uchiha desde que asumió. Perdón, El lema. También se estaba preparando para eso, para salir al mundo y el momento lo estaba pidiendo a gritos. Aunque, no sabía si era el mejor escenario y de la forma que quería hacerlo.

—Sé que te debes a Uzu, yo también me debo a ella. Pero, a pesar de eso, te debe ser un poco molesto escuchar los problemas o los temas de cada uno de los que estás entrevistando. Ni me imagino muchachitos más chicos que yo, con otro tipo de problemas. Y ya mucho menos con los realmente revoltosos e irreverentes. — Sonrió un poco y desvió la mirada, sabía bien lo que era atender a la gente. En su caso eran simplemente clientes. En el caso de la persona que tenía en frente, debía escuchar problemas mucho más serios y sus consejos tenían mucho más peso.

»Acepté la propuesta de Ikki años atrás, casi sin pensarlo, porque tenía hambre de aventura. Aún la tengo, quiero salir y conocer todo el mundo. Todo. — Nuevamente le miró, con decisión. —Quiero conocer a mucha gente y todas sus culturas. No preguntes porqué, sea por simple curiosidad o por formar un nombre y sentir una estúpida sensación de trascendencia. Pero quiero vivir todo tipo de aventuras. No podré hacerlo si Kurama y todos los demás se cargan todo este hermoso lugar. — Suspirando, intentaba sacarse una carga. —Sé que solo soy un grano de arena y no me gustaría morir como uno más. Porque eso es lo que soy ahora, uno más... Pero, también sé que en este momento debo aportar ese grano.

»Uchiha Datsue. Soy tu espada. Y defenderé con honor el nombre de todo Uzushiogakure.

—Y yo soy tu escudo, Hirai Akira —dijo, dándole otra promesa a cambio de la suya—. Y juro dar mi vida para que no mueras como uno más.

En el fondo de su corazón, Datsue todavía seguía siendo un comerciante. Y un trato de negocios era más sagrado que cuestiones más volátiles como el honor o el orgullo.

—Cuando la guerra acabe, haré que puedas cumplir tu sueño. Te daré misiones que te hagan viajar a todos los rincones de Ōnindo, disfrutarás de todo tipo de aventuras. Hasta entonces… a entrenar duro, a prepararse.

»Y no pienses que eres un grano de arena. Entre tú y yo, eso, en todo caso —dijo, bajando la voz e inclinándose hacia él para contarle un secreto—, son los kusareños. Los uzujines somos más que eso. Somos la horma del zapato de los malvados. Somos cada piedra que conforma la muralla que mantiene a los criminales y el caos al otro lado de la civilización de Ōnindo. Y, si acaso, somos las partículas que componen la luz de esperanza por un mundo mejor.

La paz de Shiona. La República de Hanabi. Todas las generaciones de Uzushiogakure habían conseguido grandes hitos en la historia de Ōnindo. Ellos no podían ser menos.

—Le agradezco. Eso haré.

Cuando el Uzukage bajó el volumen de voz y se inclinó, Akira se acercó para entenderlo bien. No esperó para nada la comparativa con los kusareños. Por como lo estaba diciendo, no creyó para nada que fuera un chiste, parecía estar hablando en serio. Poco pudo disimular la sonrisa al escuchar la opinión que tenía sobre su propio pueblo.

—Asombroso. — Admitió, con sorpresa y fascinación. —En ese caso, me fío de tus palabras y me corresponde actuar como tal. Tarde o temprano, seremos los encargados de que esa luz impacte en todo Ōnindo.

Sacando sus palabras, no hizo alguna formalidad más, tampoco quería quedar como el alumno que le lleva la manzana al profesor. Simplemente, estaba de acuerdo con lo que decía, y su forma de expresárselo le pareció sublime.

Ahí realmente entendió el respeto que daba el Uchiha.

—¿Hay algo más que deba saber? — Preguntó, dándole pie por si le quería decir algo más, por si tenía alguna otra pregunta o, simplemente, dé por terminada la entrevista. Sabía que el tiempo en un cargo como el suyo valía oro, no quería distraerlo mucho más.

Datsue negó con la cabeza.

—Nada más, Akira. Solamente que, si necesitas cualquiera cosa, que sepas que la puerta de mi despacho siempre estará abierta. Bueno… metafóricamente hablando, quiero decir.

»Enhorabuena por tu graduación como ninja y buena suerte en tus próximas misiones —añadió, a modo de despedida.

—Tendré en cuenta lo del despacho. Muchas gracias por todo. — Luego de pararse, dio una leve reverencia en señal de saludo.

Terminada ya la entrevista, dio media vuelta y se marchó. Tenía mucho de lo que pensar y que entrenar también, si es que quería cumplir cono todo lo que dijo durante la charla. Con una vuelta mucho más apurada que la ida, debía ponerse al día lo más rápido posible. Probablemente, agendándose algunos días para ver a su sensei.

Después del click que le generó ese día, no quería perder más tiempo.

Parecía que todo estaba tranquilo para Datsue, parecía que su día había vuelto a la normalidad cuando un enorme perro negro tuerto entró por la puerta de su despacho y se subió con total normalidad a la silla de los invitados. Sentandose sobre ella como pudo, apretandose como podía para sentarse debidamente.

— Hey, ¿qué pasa, Uzukage-san? Me dijo mi benefactor que nos necesitabas por la villa y he venido primero para ver de qué se trataba. ¿Te falta colonia? ¿Te echo una poca? — habló el perro en un perfecto idioma humano.

Pero su voz sonaba rara. No parecía para nada la de Stuffy. Aunque nunca le había oído hablar. Iba a ser eso. Incluso gesticulaba con las patas delanteras mientras hablaba, luchando por mantener su culo sobre la silla de lo enana que era.

Si pensaba que los sucesos surrealistas habían terminado para él en aquel despacho —y, la verdad, lo había pensado—, no podía estar más lejos de la acertar. Después de escuchar de uno de sus ninjas que poco más era un narcotraficante, de encajar un puñetazo de una de sus kunoichis y aguantar la lengua candente de una surfista, a Datsue todavía le quedaban sorpresas por recibir. Concretamente, la de un perro tuerto que se le sentó en la silla con toda la pachorra del mundo.

Por suerte para él, reconoció aquel perro al instante. ¿Desde cuando Stuffy podía hablar? ¿Acaso existían perros Inuzukas que pudiesen hacerlo? El Uchiha no tenía ni idea, pero de haberlos, dudaba que fuese el caso de Stuffy. Después de todo, los perros se asemejan a sus dueños, y su dueño no podía ser más gilipollas.

—¿Y por qué no le dices a tu benefactor que muestre su fea cara? —le replicó, mitad con sorna, mitad indignado—. ¿O es que se avergüenza demasiado por haberme dejado tirado durante… dos… putos… años?

Rectificación: diez por ciento con sorna, noventa por ciento con indignación.

—¿Y por qué no le dices a tu benefactor que muestre su fea cara? ¿O es que se avergüenza demasiado por haberme dejado tirado durante… dos… putos… años?

El perro pasó de cruzarse de brazos a señalarle con una pata de forma igualmente indignada.

— ¡Eh! No te deje tirado, te dejé en buenas y capaces manos. Además, ¿de qué tienes que quejarte? Te tiré del nido para que aprendieses a volar y mirate, volando bien alto. ¡Algún día tendrás hijos y sabrás las duras decisiones que se tienen que tomar para que puedan dar lo mejor de sí! Y no han sido dos años, siempre exagerando. Hará... — empezó a contar con una pata sobre las pezuñas de la otra. — Uno, dos, tres...

Pronto se quedó sin pezuñas.

— Pues eso, año y poco. Año y medio mes.

La voz del perro se volvió definitivamente la de Nabi con su nueva respuesta. Probablemente los nervios le habían jugado una mala pasada. Cosa normal, teniendo la figura imponente de Datsue al frente.

—¿Qué me dejaste en buenas manos? ¿En cuáles? —quiso saber, inquisitivo—. Nos dejas tirados a mí y a la Villa durante más de un año, con todo lo que ha pasado, ¿y tu forma de volver es como un perro, pedazo de perro? No estuviste cuando Yui entregó a Aiko, y sabes lo importante que era para mí. No estuviste cuando nos masacraron en el Valle de los Dojos. Decidiste abrir un orfanato para perros en Rai no Kuni que perfectamente podías tener aquí. Vamos, no me jodas. Dame un buen motivo, Nabi. O al menos, dime, ¿por qué volver ahora?

—¿Qué me dejaste en buenas manos? ¿En cuáles? . Nos dejas tirados a mí y a la Villa durante más de un año, con todo lo que ha pasado, ¿y tu forma de volver es como un perro, pedazo de perro? No estuviste cuando Yui entregó a Aiko, y sabes lo importante que era para mí. No estuviste cuando nos masacraron en el Valle de los Dojos. Decidiste abrir un orfanato para perros en Rai no Kuni que perfectamente podías tener aquí. Vamos, no me jodas. Dame un buen motivo, Nabi. O al menos, dime, ¿por qué volver ahora?

El animal se puso ambas patas delanteras delante del morro y por primera vez, Datsue recibiría una mirada completamente seria por parte de su shinobi. Aún sin deshacer la transformación, solo hacía más rara toda la situación.

— ¿Qué esperabas que hiciese? Eri y tú erais las grandes promesas, tú cada vez más gilipollas y ella cada vez más distante. ¿No era tu mano derecha? ¿Qué otras manos van a ser? ¡Ninguno de vosotros necesitaba una mierda de mí! Solo me necesitas porque lo de Aiko te salió de pena, sino estarías casado y con hijos y a mí que me den. Y no me vengas con mierdas del Valle de los Dojos, la cagada en seguridad seguro que no fue mía. ¡Te dije que te estabas relajando! ¿Y qué pasa en cuanto me voy? ¡Que todo explota! Y cuando la cagabas, Datsue, no venías a mí a por consejo ni a por ayuda, solo venías a llorar. ¡Y eso podías hacerlo por el sello!

Se paró un momento para tomar el aliento, haciendo un gesto de colocarse bien la ropa que no tenía, pues seguía siendo Stuffy. Al darse cuenta de esto, procedió a sacudirse un poco el pelaje.

— Y me fui al País del Rayo porque mis abuelos tienen propiedades allí. ¿Crees que podría permitirme montarlo aquí? Que yo sigo siendo genin y pobre, Datsue. Dos días y se te ha subido el gorro a la cabeza. A ver cuando le echas huevos y tiras abajo este sistema economico opresor. Y estoy aquí, Datsue, porque sé lo que se avecina y siguen viviendo aquí mis padres y mis hermanas. Y cuando los listillos de arriba la cagueis, tendré que estar yo abajo para aguantar los cimientos. Como siempre.

Y volvió a hacer el gesto de arreglarse la ropa indignado.

Aquello era indignante. No solo desaparecía por más de un año, no solo volvía transformado en un chucho, ¡sino que aún por encima no paraba de soltar excusas! Excusas, excusas y más excusas. Hubiese preferido que le fuese franco, que le dijese que había puesto por delante a un grupo de perros por encima de su Villa o Datsue mismo. Que necesitaba aire, que le había quedado grande todo aquel embrollo de la guerra. ¡Lo que fuese a aquella sarta de estupideces!

—Eres imbécil. Qué coño vas a saber si no estoy casado y con hijos, ¿eh? ¡Das mucho cosas por hecho, cuando hace eones que el sello de comunicación no funciona y no pisaste la Villa en más de un año! —le espetó, dolido—. ¡Ni siquiera viniste a ver cómo estábamos después del atentado! Joder, ¡pensé que al menos habrías madurado, y lo que me encuentro es un chucho ladrando excusas!

»Y ahora me sueltas lo de Eri cuando… Joder, si es que ni siquiera lo sabes —dijo, y el ímpetu de gresca y la rabia se vieron sujetadas por el dolor de la noticia que tenía que darle—. No es que se distanciase solo contigo… Fue con todos. En un año apenas la vi un par de veces, y porque estábamos de misión. Ella… Las oposiciones la absorbieron por completo. Se encerró en su casa, días tras día a estudiar para ANBU. Dicen que la parte teórica es una locura. Dejó de hablar con todo el mundo. Y luego... aprobó el examen teórico, pero en el práctico…

Joder, mierda. ¿Por qué tenía que ser él quien le contase la noticia? ¡Había sucedido meses atrás, tendría que saberlo ya!

—Falló en una prueba. Fracturó el cráneo. Está inducida en un coma desde hace meses, postrada en una cama. Los médicos han hecho todo lo posible. Incluso hablamos con especialistas de Amegakure y Kusagakure. Todos dicen que… Todos dicen que aunque podamos seguir manteniendo su cuerpo con vida, hace tiempo que su mente ya está… —trago saliva—, muerta.