—Hmmm— se llevó los dedos al mentón. —¿Y si vamos a las dos?— Sonrió. —Ya que no los has probado este es tu momento y así te quitas la gana de conocerlos por tu propia cuenta. Además, ¿cuando vas a volver a tener esta oportunidad? Lo peor que puede pasar es que no te guste, pero probablemente no se va a repetir en mucho tiempo. ¡Además yo invito!— Se cubrió la boca con la mano para reír.

»Si te queda espacio luego vamos a la cafetería a por el pastelito. ¿Nos vamos?

Si la respuesta era afirmativa, pronto se encaminarían fuera del hotel y saldrían a la calle principal, donde un carruaje halado por un caballo blanco les esperaba. El cochero vestía de traje y sombrero, quitándose este último para saludar.

—Me tomé la molestia de conseguirnos transporte, porque no planeo cargar las bolsas de compra por media ciudad. Además así podremos pasear sin fatigarnos tanto. ¡Vamos no seas tímida y pasa adelante!— Le invitó.

El conductor se bajó y abrió la puerta, esperando a que alguna de las dos se adentrase.

—¿A los dos?— repetí considerandolo, no era mala idea —¿Por qué no?— dije asintiendo luego de que Kokona afirmase que ella pagaría, ojalá fuera igual de generosa para comprarme algún vestido o bueno quizá pedía mucho, pero algún accesorio único y exótico me bastaba.

—Sí, sí, ¡vamos!— tomé la delantera. Al llegar a la calle mis ojos no pudieron evitar observar aquel carruaje halado por un equino alado, era como en las historia mitológicas, bueno no tan maravilloso como solía ser en mi imaginación, pero no por ello menos especial —Woooaoo— se me escapó mientras me acercaba tímidamente.

—¿En serio? ¿Para nosotras— ¿mis oídos habían oído bien?

«Creo que es más de lo que merezco... Pero bueno, estas oportunidades no pueden desaprovecharse...»

—Eres una caja llena de sorpresa— admití con una sonrisa en mi rostro. Saludé al conductor y me adentré en el transporte.

«Seguramente a mi mamá le encantaría viajar aquí»

—Siempre me guardo un par de secretos para mostrar. En los negocios y en las relaciones públicas el enigma es algo que no puede faltar~ Esperó a que ella pasase primero y luego se introdujo al carruaje.

El cochero cerró la puerta y nuevamente volvió a su asiento para tomar las riendas y empezar el paseo con un trote lento del animal. Afuera, podrían ver en todo su esplendor lo que era el centro cultural y económico de Kasukami: Restaurantes, tiendas, edificios que regentaban otra clases de negocios. Mei podía sentirse cómo era la vida de la crème de la crème de la alta sociedad del País del Agua, mientras la leve brisa se colaba a través de las ventanillas de su transporte.

—Espero que esta vez podamos disfrutar sin contratiempos... Lo de la otra vez fue de miedo. ¿Quién iba a esperarse que asaltaran un casino en medio de una subasta de beneficencia? Y al final ninguna de nosotras logró conseguir el anillo— Se llevó la mano a la mejilla. —Según tengo entendido, las piezas que se salvaron volvieron a sus respectivos dueños. Con lo que nos costó armar el evento para los niños...

Suspiró mientras apoyaba su cabeza en el asiento.

»Pero bueno, sólo hay que ver hacia adelante.

«En los negocios y en las relaciones públicas el enigma es algo que no puede faltar» repetí, parecía un buen consejo, sería bueno recordarlo.

El equino comenzó a caminar y el caruaje a rodar con una parsimonia muy marcada para mi gusto, pero a fin de cuentas de un paseo se trataba, así que no reparé en ello y preferí que mis orbes se posasen en el panorama, los edificios, restaurantes y tiendas no escasiaron, había de todo tipo de negocios, de clase alta, muy alta, hasta clase mediamante alta, y es que por el lugar que transitabamos todo parecía de calidad, dirigido para los de más alta alcurnia. Una tímida ráfaga se atrevió a visitarnos acariciando mi piel, dejando en el interior una frescura efímera.

— Sí, es algo insólito...— respondí casi por inercia —. Cierto, ¿qué habrá pasado con el anillos?— después de pasar la emoción del asalto, recordé la pieza de joyeria y me preguntaba, cada vez que me acordaba, en dónde habría parado —. No me digas... ¿Eras una de la organizadora del evento? pregunté boquiabierta al deducir aquello.

Nada más recordar la decoración, los detalles de como estaba el casino, de la champaña que sirvieron y del buen gusto del ambiente; eso solo me hacía pensar en que, seguramente, lo había elegido todo Kokona.

—Ánimo, el próximo evento que hagan ya saben... Un poco más de seguridad, imagino que ya debes tener algo en mente, ¿no?

Cuando Mei reparó en que Kokona estuviese involucrada, ella calló por unos momentos agachando la mirada. Sin embargo, tras unos segundos de silencio levantó la mirada con su afable sonrisa.

—Oh, es verdad. Creo que no te he mencionado mi apellido, ¿verdad'— Se llevó la mano al pecho. —Mi nombre completo es Hakaze Kokona, soy la representante legal de la Fundación Hakaze. Mi hermano es Hakaze Konda, dueño de la fundación.— Dijo con mucho orgullo. —La fundación opera con distintos orfanatos a o largo de muchos países de Ōnindo para proteger a niños desamparados. Para sostenernos, solemos invertir en propiedades culturales y artísticas. Los fondos de piezas de arte y demás solemos venderlas para sufragar los gastos además de las donaciones de los contribuyentes. Por suerte, las piezas que se donaron en la subasta estaban aseguradas y se logró obtener una remuneración económica a cambio de el cuadro de las Montañas Dragón que fue robado, pero el resto de nuestros patrocinadores decidieron retirar sus piezas de nuestro programa, así que últimamente hemos tenido que movernos e invertir en otro tipo de negocios para mantener nuestras operaciones a flote— Observó por la ventana. —Normalmente yo me encargo de todos los trámites y demás asuntos burocráticos, mi hermano sólo da la cara al público en ocasiones realmente especiales y excepcionales. Se ha forjado su fama como hombre de negocios sigiloso.

La mujer suavizó su expresión con gesto un poco triste cuando Mei preguntó por un futuro evento.

»A nivel corporativo es difícil trabajar con las personas. Muchos suelen ser cerrados a las opciones, aunque nuestra fundación al ser de beneficencia somos todo lo contrario y tenemos una responsabilidad muy grande al tener el destino de muchas criaturitas desamparadas. Creo que, cuando eres bendecido en esta vida, te corresponde ser agradecido y devolver una parte de esa felicidad al destino. Y la mejor manera de hacerlo, es ayudar a quienes no tienen las mismas oportunidades que tú.

—¿Hakaze?— repetí, por más que el apellido fuese famoso, o no, no me sonaba de nada; por lo que preferí no hacer ningún comentario y decidí escuchar la explicación de todo el meollo —. Vaya... Cada minuto que pasa me haces saber que eres una gran persona, digo... Mirate... Una mujer emprendedora, que es parte de una organización que apoya causas sociales, que promueve a las donaciones por parte de grandes familias o empresas, eres todo un ejemplo a seguir— dije complacida.

«Criaturas desamparadas...» retumbó en mi cabeza, un terminó poco agradable, no hice mucho caso a ello y entonces asentí a lo que decía.

—Bueno, no pertenezco a una gran familia adinerada, pero me encantaria poder colaborar en alguno de sus eventos— dije animada —. O por lo menos volver a asistir.

Miré por la ventana, habíamos llegado a una zona que no conocía, pero seguía siendo de alta alcurnia —¿En dónde estamos?

—Y a mí me encantaría tenerte ahí dulzura— Asintió con una leve sonrisa. —Además, si el propósito es ayudar, tenemos que organizarlo al alcance de los demás. No tendría mucho sentido si solo un montón de ricachones pudiesen participar— Pasó el peso de una pierna a la otra.

Afuera, la calle se volvía más concurrida. La gente se aglomeraba e iba de un lado a otro.

—Este es la La Avenida del Océano.— Dijo mientras ella misma se asomaba por la misma ventana que Mei y señalaba con su dedo un negocio. —Esta es una famosa avenida donde se encuentran las tiendas y comercios de mayor prestigio en Kasukami. ¡Mira! Allá adelante está la Heladería Gourmet— Se regresó al interior y buscó su bolso. —Pronto nos bajaremos.

El carruaje se detendría justamente enfrente del local, donde nuevamente el conductor se bajó para abrir la puerta y permitir que ambas féminas descendieran sin contratiempos.

Más que paredes, toda la entrada era de cristalería pura pudiendo observar a los comensales en el interior así como la blanquecina pulcritud del lugar alumbrada con luces de tono ligeramente amarillo. No había olor alguno en el sitio pese a ser un local alimenticio, sino que se esforzaban por mantener el ambiente lo más estéril posible.

—Existen muchos sabores exóticos aquí~

«La idea es que los ricachones pongan la plata, ¿no?» pensé, alo mejor lo estaba viendo desde otro punto de vista, diferente a la de su organización.

La Avenida del Océano, ahí nos encontrabamos, la calle estaba practicamente abarrotada de transehuntes, bueno quizá no tanto como para llamarle abarrotada, pero sí bastante llena, y no era mera coincidencia, eso sí que no; esa avenida era conocida por la fama de sus tiendas y locales.

—¿Dónde?— busqué con la mirada la heladeria y en efecto, no estabamos lejos, la fachada parecía normal, una gran pared de cristal transparente que dejaba ver el interior del de la tiena, tenía una buena presencia, nada que envidiar a las tiendas de sus alrededores, el carruaje no tardó en detenerse.

Tomé la calavera y me descendí después de Kokona —. Muchas gracias— dije al chofer.

—Existen muchos sabores exóticos aquí~

—¿Cual me recomiendas? A lo mejor hay alguno mejor que el de camaron y sea buena idea probarlo— indagué mientras caminaba directo a la puerta de vidrio, en el interior el ambiente era fresco e inoloro con un ligero tono amarillento, incluso parecia estéril, por un momento pensé que era un clínica, pero no, estaban los comensales disfrutando de las maravillosas bolas cremosas —. Se siente un buen ambiente aquí adentro— miré hacia todos lados detallando todo.

La mujer asintió y cuando ambas se adentraron la mayor tomó al iniciativa de guiar la a Mei hasta el mostrador donde podía verse el interior de los congeladores con distintos recipientes de distintos colores y texturas.

—Pues no sé que se te antoja, la verdad no soy una fanática de los postres— sonrió tímida. —Hmm. Mira, hay de semilla de sésamo, palomitas de maíz dulces...— Se frenó por un instante mientras alzaba la ceja al leer una etiqueta. —¿Eso es tequila con limón?— Incluso ella parecía sorprendida. —Ay, como te digo, no soy muy de venir a este sitio. Suelo llevar dieta y esto es un poco de lujo para mí, lastimosamente la figura se pelea con los antojos, es una lástima— se llevó la mano a la mejilla.

»Mira, ahí hay de caviar, y, espera, ¿ese está brillando?

Uno de los dependientes sonrió al ver a las dos indecisas muchachas.

—Sean bienvenidas. Ese que pueden observar a su izquierda es helado con proteínas de medusa, las cuales le dan ese brillo, así que no deben porqué preocuparse, es completamente natural y sin químicos nocivos como todos nuestros productos.

—Vaya, eso es nuevo incluso para mí— parpadeó. —¿Qué dices Mei-chan?

Avancé con calma hacia el mostrador, una gama de colores en todasla tonalidades se presentaba frente a mi, cada uno con un letrero que especificaba el sabor, algunos de pulpo, otro calamar, cangrejo, todos exóticos, muy exóticos, por un momento dudé de sí serían de mi gusto. Kokona quien decía no decantarse por los postres me señaló que no solo vendían helados, sino otros snack, cotufas acarameladas y semillas de sésamo, algunos cereales y téquila con limon, un momento...

—¿Téquila con limon?— repetí dubitativa, claro que sabía lo que era el téquila con limon, lo sabía sí, pero nunca lo había probado, así que me acerqué movida por la curiosidad.

»Mira, ahí hay de caviar, y, espera, ¿ese está brillando?

—Sí, sí, brilla— asentí absorta por el fulgor entre purpura y fucsia fluorescente.

—Sean bienvenidas. Ese que pueden observar a su izquierda es helado con proteínas de medusa, las cuales le dan ese brillo, así que no deben porqué preocuparse, es completamente natural y sin químicos nocivos como todos nuestros productos.

—Vaya, eso es nuevo incluso para mí ¿Qué dices Mei-chan?

Miré a Kokona con una sonrisa en mi rostro y asentí —. Puede ser una oportunidad única, ¿cómo decirle que no? y un tequilita no nos vendría mal también, ¿te animas? Hay que romper la dieta de vez en cuando y bueno esto no es todos los días— dije sonsacandola.

—Bueno... Si es por una vez creo que puedo hacer una excepción, además yo misma fui la que dije que era una ocasión especial al poder reunirnos. Sería descortés de mi parte... ¡Mesero! Dos porciones del helado flourescente y dos tequilas en las rocas, por favor— Dijo entusiasmada.

—Anotado. Si desean, pueden tomar asiento en alguna de nuestras mesas mientras les entregamos su orden— Señaló una de las mesas desocupadas que estaba pegada a uno de los muros. —Se las llevaremos de inmediato— Hizo una breve reverencia.

—Gracias~ Dijo coqueta mientras se encaminaba para tomar asiento. Oye, ¿ese muchacho no te recuerda a alguien? Se parece a uno que atendía aquella vez en el casino, o al menos su voz me resultó familiar, ¿serán alucinaciones mías?— Comentó mientras avanzaba a la mesa.

Los asientos eran aterciopelados y acolchonados, mientras las mesas poseían manteles blancos adornados con servilleteros en el centro.

—Pediré algo para llevar después, Baraki-san siempre hace demasiado por mí al llevarme a todos lados y luego me espera sin rechistar— Dijo sentarse.

Kokona no fue un hueso duro de roer, sino todo lo contrario, un par de palabras y ella misma fue quien hizo la solicitud del servicio, sonreí con cierta satisfación y luego le dije —. Vaya, ¿dónde guardas toda esa energia?— comenté jocosa.

—Con gusto, como no— seguí los pasos de mi compañera y me puse cómoda en el asiento —. Me encantan estas sillas, estan exquisitas— dije nada más al sentarme y pasar la mano por el tapiz —. ¿Él?— dudé un momento, a ciencia cierta no había reparado en lo absoluto en su imagen, entonces me propuse analizarlo más a fondo.

—Sí mal no recuerdo, uno de los muchachos que me invitó era rubio y vestía muy elegantemente— musité, ¿sería esta persona la misma? —¿Crees que sea casualidad?

Algunos decían que las casualidades no existen, y ciertamente yo creía lo mismo, pero estaba empezando a sospechar, porque sería la tercera persona que me encontraba con la que tuve relación en el problema de Tanzaku Gai, y eso ya era mucho coincidencia...

«Deben ser alucionaciones, sí, seguramente»

—Un buen gesto, sí. ¿Qué le llevaras?

—¡Hay que ser positiva! Realmente suelen decir que reír y pasarlo bien es una de las mejores formas de mantenerse saludable, ¡cuestión de actitud!— Respondió a la kunoichi. —Y realmente no sé, quizá sólo fue una remembranza... Pero su voz es similar, es extraño.— Sin embargo, la última pregunta le hizo cambiar de tema. —Pues ahora que lo pienso no sé, que si le llevo helado no creo que pueda disfrutarlo mientras nos lleva— Lucía apenada. —Quiz-

PUM. De pronto un sonoro golpe se escuchó en todo el negocio, los clientes dejaron sus conversaciones de lado y voltearon de inmediato hasta la fuente del sonido: Se trataba de un hombre anciano y moreno en una mesa. Ciertamente, su aspecto desencajaba totalmente con el resto de los presentes.

Rastas amarradas en una coleta, un saco bastante grande ne color marrón. Portaba diez anillos de oro, uno en cada dedo de la mano. Su propia dentadura estaba chapada de dorado y portaba una suerte de botas similares a las sandalias ninja. le remataban al menos tres cadenas más de oro en el cuello, las cuales lucían bastante pesadas para ser un mero adorno para lucir.

—¿Pero qué mierda es esta?— El hombre se levantó de golpe y escupió directo sobre el mantel blanco. —Helado de mariscos, por favor, que asco...— Se removió el cabello mientras giraba su cuello. —No pienso pagar por algo tan vomitivo, ahí se quedan con su basura— Se dio la vuelta con aires de grandeza.

El joven mesero no tenía las fuerzas suficientes para decirle que pagara la cuenta, ya que el hombre era alto e intimidante. Y aparentemente nadie más estaba dispuesto a defender al pobre empleado... Hasta que Kokona se levantó de la mesa y gritó al hombre que estaba a punto de cruzar la puerta.

—Si este fuera mi negocio, ¡no habría permitido que dejaran entrar a alguien como tú desde un inicio!— vociferó en rabia.

El encanto y energía de Kokona me había abrumado, ¿cual sería su secreto? Seguramente haría una rutina especial de ejercicio, o bebia una pócima mágica que le ayudase a deslumbrar cada vez más...

«Creo que tomaré unas vitaminas, a lo mejor es eso» me dije después de desechar todas las absurdas ideas que vinieron a mi mente con anterioridad.

—Bueno, le pondré más atención cuando vuelva...— comenté, pero tampoco le di mucha importancia al asunto —. Quizás algunas galletas, una bebida fría, un pedazo de tarta... Hay tantas opciones— recordé todo lo que ofrecían y se me hacía agua la boca.

PUM.

Volteé instantaneamente mi rostro hacia dónde todos miraban, mis orbes chocaron con una persona que no encajaba en el ambiente en que estabamos, era una inmensa mole, un viejo moreno, con rastas atadas con una coleta, se denotaba su extravagancia vulgar con un anillo dorado en cada dedo, cadenas de oro adornaban su cuello, incluso su dentadura brillaba con el mismo color, algo grotesto a mi parecer.

—¿Qué le sucede a este sujeto?— dije al aire tras ver como escupía al mantel y tras armar el escandalo. El empleado de la heladería se había quedado helado e intimidado ante el sujeto, era aproximadamente cuatro veces más grnade que él, o quizá exageraba un poco, lo cierto era que no había nadie quien dignase a exigir el pago de la cuenta, incluso los otros empleados brillaban por su ausencia.

«¿Es que aquí no hay personas del seguridad?» busqué con la mirada algún indicio de ello, pero no encontré nada.

—Si este fuera mi negocio, ¡no habría permitido que dejaran entrar a alguien como tú desde un inicio!— vociferó con rabia.

—Ay... no— murmuré.

Me levanté de la silla haciendo apoyo a mi compañera y miré directo a la mole.

«Espero que no se torne violento, aún me duele el estómago del golpe de temprano...» me quejé internamente.

*Kikaichuu no Jutsu Activo

—¡JAJAJAJAJA!— carcajeó fuertemente el hombre mientras aplaudía. —Pero vamos a ver. Tanto supuesto "caballero" en este sitio y al final la que ha saltado es una mujer. ¿No les da vergüenza?— Se cruzó de brazos y observó a los alrededores. —A ver nena, que si bien tienes más huevos que muchos de los de mi tipo, sinceramente no estás en posición de discutir— Negó con la cabeza. —te has de creer la gran mamasota por nacer de cuna de oro, pero a mí me importan tres hectáreas de verga si eres de alcurnia o lo que sea. ¿Que sigue? ¿Tu discurso criticando mi aspecto? Esas cosas no funcionan conmigo, así que mejor siéntate de nuevo, que no soy de los que les pegan a las damas— Resopló como buey

El resto de los comensales estaban tensos, al punto que algunos empezaron a levantarse de sus asientos para dirigirse a la salida. El pobre mesero estiró la mano, cómo si quisiera detenerlos y retener a la clientela, pero estaba tan asustado que no podía hablar nada, la situación estaba fuera de su control.

—Pero que tipo más pedante... Aún así, no puedes irte sin pagarle a ese hombre. Discúlpate ahora mismo— Dio un taconazo al suelo y señaló al de los anillos de oro.

—¿Y quién me va a obligar? ¿Tú y cuantos más?— Carcajeó el moreno.