Suspiró, viendo que no estaba muy receptiva por sus tonterías y trucos, apartando el rostro un poco de ella. Normalmente, aquella expresión hacía que la mayoría de gente que se encontraba fuera de las calles de Amegakure se echara a temblar por tener la Autoridad de la Tormenta. Pero con Hana no pasó absolutamente nada, ¿había perdido facultades? Imposible, hace un par de días le había funcionado perfectamente y... O tal vez sí, como le había pasado con sus músculos, pensó al recordar la conversación que habían tenido hace unos segundos.

— Bueno entonces... ¿Qué hacemos? — sonrió un poco confusa

— Bueno entonces... ¿Qué hacemos?

Bajó la mirada, dibujando circulos con su dedo en el estomago de Ren.

— No sé, eres tú la que no quiere dormir conmigo.

A ella le había parecido un plan perfecto. Cogen una habitación y hacen una pijamada hasta que una de las dos caiga inconsciente, entonces la otra se acurruca al lado y hasta el día siguiente. La primera que se levante va a por un desayuno bien rico y desayunan juntas antes de ir a la estación. ¡Pero Ren no quería dormir con ella! Así que todo el plan al traste.

Parpadeó un par de veces incrédula, sonriendo levemente sonrojada. Ren no había cazado ni una sola indirecta al vuelo, y si hubieran sido directas todavía dudaría sobre lo que quería pedirle Hana.

— ¡C-Claro que quiero dormir contigo! — respondió un poco nerviosa. — ¡T-Tengo una habitación reservada en El Pequeño Samurai!

Solo lo escogió por el nombre, ni siquiera se fijó en mucho más. Por suerte, para ella, era un edificio pequeño de unas tres plantas, algo estrecho, que más bien era un hostal. La decoración por fuera tenía estilo tradicional, y las paredes exteriores también estaban cubiertas de madera, por lo que la entrada era más parecida a una casa tradicional japonesa.

— No les importará un futon más. Y-Y si no te cuelas a escondidas, por la ventana — añadió completamente convencida y sonriente, queriendo quitarle todo el peso posible al asunto e ignorando los medios si al final del día Hana estaba metida en su cama.

— No les importará un futon más. Y-Y si no te cuelas a escondidas, por la ventana

— No, preguntaremos si puedo y si nos dicen que no, vamos a otro sitio. No está bien engañar a la gente, Ren. Somos kunoichis. Debemos comportarnos de forma ejemplar. — dijo inflando el pecho.

Desde el discurso de Datsue tenía claro que debía ser una buena kunoichi. Debía ser un ejemplo del bien para que el mal no triunfe en este mundo sin ley que era la tierra fuera de Uzushiogakure. La bandana debía ser simbolo de esperanza y de orden.

En su juventud, le hubiese parecido incluso emocionante lo de colarse, pero esa epoca se había acabado. Ahora era una mujer hecha y derecha, una kunoichi que sabía lo que tenía que hacer. Así que esperó a que Ren marcase el rumbo para seguirla.

Ren esperó que le siguiera el juego aunque fuera un poco más, pero la decepcionó enormemente. Volvió a suspirar, y metió una de sus manos dentro de su haori, apoyada a media altura, volteándose.

— Vaaaaaaaale... — La miraría de reojo, ofreciéndole su mano a la espera de que la tomara antes de comenzar la caminata.

La guiaría por las calles, dándola algo de conversación hasta llegar a un estrecho edificio que tenía un cartel con forma de espada y escrito en el "El pequeño Samurai". Tenía cuatro pisos, con un aspecto tradicional en toda la facha y su interior igual, era bastante delgado en comparación con todos los colindantes, pero podían verse ventanas en cada uno de los pisos. Ren tomaría la iniciativa, para hablar con quien estuviera en su momento atendiendo la recepción para pedir una segunda cama en su habitación. Tan solo debía sacar un futón extra de uno de los armarios y pagar por la estancia de esa nueva persona, cosa que hizo antes de que Hana pudiera siquiera cruzar la puerta, antes de decirle que todo estaba en orden.

Tras ello, subieron varias escaleras hasta llegar a una puerta de madera, como el resto del edificio. Abrió, dejando mostrar una pequeña habitación con una ventana al exterior, un suelo con un tatami de cuatro rectángulos con un cuadrado en medio y una puerta adicional. Esta llevaba a un pequeño baño y en el lado contrario había la puerta de un armario.

Hana cogió la mano de Ren y se dejó guiar por la ciudad. Hablar con Ren era tan sencillo y natural que se le olvidó por completo que le ocultaba el peor de los secretos. Que en verdad, ella era la justiciera enmascarada contra la que se había enfrentado hace unos minutos.

Al llegar al lugar, Ren se adelantó y Hana esperó detrás suya, intentando no ser demasiado pegajosa con ella. Aunque con al tonteria de los secretitos estaba actuando más distante que nunca. Tenía que decirselo, pero soltarselo ahora sería raro. Cuando le soltó lo de su padre tendría que haberselo dicho pero le dio cosa y Ren rápidamente pasó a otro tema y ahora sería raro volver a soltarle algo así.

Mientras ella se inundaba en sus problemas imaginarios, Ren solucionó lo de la habitación y la llevó hasta ella. Hana se quedó ahí parada y la miró y entonces miró las camas.

— B-bueno, querrás ducharte, ¿no? Decías que venías de una misión y eso. — realmente eso no era lo que quería decirle, pero fue lo que le salió

Ren se tapó el pecho cogiendo los lados de interior del haori y desvió la mirada avergonzada, y ruborizada montando una escenita.

— V-Vaya... Q-Qué atrevida... P-Pero bueno, si insistes... — dijo haciendo que sonará de la peor forma posible. — Y-Yo quería esperar hasta el matrimonio y entonces... Bueno... Pero si tantas ganas tienes de verme así...

Posteriormente bajo el haori solo de un hombro sin perder el gesto de vergüenza en su rostro, y poco a poco desvestirse de forma ligeramente sensual.

— V-Vaya... Q-Qué atrevida... P-Pero bueno, si insistes... Y-Yo quería esperar hasta el matrimonio y entonces... Bueno... Pero si tantas ganas tienes de verme así...

Hana se enrojeció al instante y levanto las manos ante ella.

— ¡No me refería a eso! ¡Vete al baño a desnudarte! — no solo tenía el rostro completamente vermellón, tenía un calor infernal en las mejillas.

Se dedicaría entonces a empujarla hasta el baño sin mirarla, con la cabeza girada en dirección contraria. A veces no se podía creer lo directa y descarada que era Ren, ella estaba siempre intentando ser una buena chica y ella siempre haciendola de rabiar o avergonzandola.

Ren se dejó llevar hasta el interior riendo, y cerrando la puerta tras ella. Después la abrió un poco, Hana tal vez pensaría que se le había olvidado algo que necesitaba en el baño, pero esta solo le hizo un gesto con la mano para pedirle que se acercara, cuando lo hiciera, simplemente le daría un suave beso en los labios y rio. La puerta se cerró, y hasta un rato largo Ren no volvería a salir de esta. Si Hana le gritaba un poco, podría hablar con ella, aunque ella sí que tendría que hablar más alto y no era ni mucho menos la hora para algo así.

Cuando la puerta se abrió, salió bastante vapor pese a que había una pequeña ventana abierta en todo momento en el cuarto de baño. Ren llevaba una camisa blanca que le quedaba grande y estaba algo dada de sí, que le definía bien algunas curvas de su cuerpo. Debajo, llevaba un pantalón corto negro. Tenía todavía alguna gota de vapor por su rostro, a la vez que una toalla en enrollada en su cabeza.

— Que pocas ganas de que se acerque el calor... Voy a volver a echar de menos el agua tan caliente, ¿quieres ducharte tú? — añadió.

Hana se sentó en la cama en cuanto Ren se metió definitivamente en la ducha, con los mofletes inflados en señal de queja por sus constantes abusos de autoridad. Ahora que estaba relativamente sola su cabeza volvía a recordarle lo sucedido. Aún no le había dicho eso a Ren.

Tenía que hacerlo y tenia que hacerlo ya. Sí se esperaba a cualquier otro momento acabaría olvidándose porque Ren tenía ese efecto en ella. No, debía mantenerse firme.

— Que pocas ganas de que se acerque el calor... Voy a volver a echar de menos el agua tan caliente, ¿quieres ducharte tú?

Hana la escuchó, la vio y dejó de procesar. Ren había crecido. Era consciente de ello, a diferencia de ella, Ren ahora tenía curvas, tenía altura, tenía cuerpo de mujer. Ahora era testigo de ello. Y entonces le dijo de ducharse despues de ella, por algún motivo, eso sonaba pervertido para Hana. Estar donde Ren había estado frotándose , desnuda.

Estaba tan roja que Ren podría jurar que le salía vapor de la cabeza.

— N-no, sí, luego. Si-sientate, Ren, tenemos que hablar.

Se paró frente a ella, revolviéndose el pelo con la toalla, para cuando escuchó aquellas palabras sentarse a su lado con la toalla cayendo ahora por sus hombros. Tenía el pelo muy desordenado, con algunos mechones todavía húmedos por alguna hora, cayendo por su rostro o el resto de su torso.

— U-Uhm... Claro... — respondió algo asustada y extrañada, pero quiso no darle más vueltas de las necesarias en su mente.

— U-Uhm... Claro...

Decía claro, pero coge y se sienta a su lado. Hana se levantó de inmediato, si Ren se acercaba demasiado volvería a perderse y eso no era lo que quería. Bueno, sí, un poco, ¡pero no era lo que debía hacer! Por suerte, la diferencia en altura hacía que incluso estando de pie, Hana no estaba demasiado alta para Ren y podía mirarla a los ojos sin dejarse el cuello.

Empezó a jugar con sus dedos, bajando la mirada y poniendose más nerviosa con cada segundo que pasaba.

— Yo, bueno, el favor que le he hecho a mi padre, ya sabes, el que te he dicho antes que tal y que cual. Pues ese favor, verás, yo, es que... era... capturar a un maleante... disfrazada de negro y tal... — cada vez hablaba más bajo hasta que directamente paró de hablar a la espera de que Ren atase cabos por sí sola y no tener que decirlo todo ella.

La morena tan solo se dedicó a seguirla con la mirada, y cuando esta se levantó solo para ponerse frente a ella, sentía que sus preocupaciones iban en aumento. No sabía si estaba segura de lo que quería escuchar, y mucho menos de si estaba capacitada para oírlo. Sentía que estaba tambaleándose en una especie de cuerda floja, y no le gustaba el resultado que barajaba en su mente. Hana llevaba todo el rato algo distante, como si algo le preocupara; normalmente sería ella la que no querría despegarse de Ren y querer arrastrarla a hacer lo primero que se le ocurriera. Pero la quería, la quería mucho, y si Hana no quería estar más con ella no le quedaba otra opción que aceptarlo. Tragó saliva una única vez, y pudo sentir como se desplazaba todo en su interior de forma pesada y lenta hasta el estómago.

— Yo, bueno, el favor que le he hecho a mi padre, ya sabes, el que te he dicho antes que tal y que cuál. Pues ese favor, verás, yo, es que... era... capturar a un maleante... disfrazada de negro y tal...

Se sintió ligeramente aliviada, pero bastante confundida ante aquellas palabras. No terminaba de haber entendido a que se refería tras haber tartamudeado y dudado tanto al hablar.

— ¿El Vigilante Nocturno? ¿Tenías que capturarlo? — dijo extrañada, pero manteniendo una expresión seria.

— ¿El Vigilante Nocturno? ¿Tenías que capturarlo?

Con lo clara que había sido y aún estaba Ren obligandola a decirlo claramente, a veces se olvidaba de lo densa que podía ser. Tragó saliva y volvió a hablar, intentando ser clara, pero no demasiado porque decirlo abiertamente sería decirlo abiertamente.

— N-no... Yo era el Vigilante Nocturno. — se quedó helada ella misma al decirlo, eso había sido más que claro.

— N-no... Yo era el Vigilante Nocturno.

¿Qué? ¿Como que era el Vigilante Nocturno? ¿Y que su padre encima había sido quien se lo había pedido?

— Espera un momento, ¿entonces hace unos días, cuando estuve en Shinogi-To por aquel asesinato, era a ti a quien te incriminaban? ¿¡Y por qué perseguiste al hombre de hoy!? — protestó algo alterada, sin entender que estbaa pasando.