Hana llevó a la chica hasta la puerta del lugar y esperó a Ren. Siguió esperando mientras Ren seguía golpeando al hombre, pero llegó a un punto que dejó de reaccionar pero ella siguió golepandolo. Apoyó a la herida a una de las paredes y se lanzó a por Ren.

— ¡Ren! ¡Ya está bien! — la abrazó por detrás para apartarla del hombre, le costó pero lo consiguió. — ¡Hay una herida! ¡Vamonos, ya!

Le señaló la puerta y se interpuso entre ella y el hombre, que había caido al suelo ensangrentado e inconsciente. Esperaría a que la morena saliese antes de comprobar el estado del bandido y si necesitaba algún tipo de tratamiento de urgencia. Por suerte, parecía haber intervenido antes de que tuviese que lamentarse. El hombre estaba estable.

Durante el frenesí de golpes, Hana detendria a la morena, quien tenia los puños ensangrentados. La miro, con la misma cara de ira que le estaba dirigiendo hacia el cuerpo y aquellos ojos carmesí brillantes; después, miraria de vuelta el cuerpo insconciente.

Ren se dirigió entonces termino de deshacer el agarre que la rubia había puesto con su goma, valiéndose de sus brazos y algún arma cercana si era necesario. Cargaría entonces su cuerpo a la espalda, dirigiéndose sus ojos a Hana.

Ahora no expresaba esa ira descontrolada, pero se la veía seria y todavía algo molesta junto a algo de sangre que no le pertenecía manchando su rostro y sus brazos. Sus ojos volvían a ser del azul profundo que recordaba a un peligroso y desconocido océano o

— Tienes razón, entregemoslo — y luego no quería ni pensar en que hacer.

Hana miraría a Ren con el ceño fruncido al ver que no se relajaba sino que seguía con esa ira de fondo. Sus ojos se habían vuelto rojos y todo del enfado, por suerte ya le habían vuelto al azul normal. ¡No podía ir descontrolandose así!

Cuando volvió a por la chica, ésta se apartó de Ren instintivamente. Hana la tranquilizó y la ayudó a caminar de nuevo, en dirección a Sendoshi. Una vez hubiesen dejado a la chica en una enfermeria, Hana saldría y se encararía a Ren.

— ¿Qué ha sido eso? ¡Has asustado más a la pobre chica que la puñalada!

Se cruzó de brazos a la espera de una explicación.

Ren estaba cruzada de brazos, medio tumbada en una silla y con un humor de perros. Su pelo estaba algo deshecho y le quedaban todavía restos de sangre por el rostro y la ropa, aunque esa última no de iría con un simple lavado. Alzo la mirada cuando Hana la llamo para echarle un rapapolvo; estaba muy enfadada con la actuación tan brutal que había tenido hacia aquel hombre hasta el punto de dejarlo insconciente, y si no la hubiera llamado en aquel momento, se lo habría llevado arrastrando por el suelo tirando de los pelos de su cabeza.

Ren se incorporo un poco en el asiento, sentándose esta vez bien y suspiro. No sabia que hacer, no sabia como responder al enfado de Hana; quería gritar ella también, quería llorar, quería soltarle todavía un puñetazo o una patada a alguien y también quería un fuerte abrazo que le quitase la respiración.

Cruzo los dedos de sus mano, y se encorvo hacia delante tapando su rostro con sus manos y sus caballos, apretando el agarre contra su frente y dando un larguísimo y pesado suspiro.

Hana esperó y esperó, pero no hubo respuesta por parte de Ren. No hubo una disculpa no había siquiera remordimiento en ella. No estaba dispuesta a quedarse allí esperando para siempre.

Sin soltar una sola palabra más, la rubia se dirigió a la puerta, dispuesta a volver a la posada por su cuenta. Si no tenía nada que decir, no había nada que hacer allí ni nada que ella tuviese que hablar tampoco. Que hiciese lo que quisiera. Si quería ignorarla, la tendría que ignorar de lejos.

Tras un breve rato, en un incomodo silencio entre ellas que pareció ser eterno, Hana tomó la iniciativa y no como ella esperaba. Sus pasos hicieron que Ren levantara la cabeza para ver como se alejaba. Estaba allí, Hana estaba bien y ni le había pasado nada, todo había quedado en un susto, pero Ren seguía demasiado conmocionada. Aquella visión momentanea que tuvo de Hana tirada en el suelo, al borde de la muerte mientras aquel hombre se jactaba la ponían enferma.

— Espera Hana — dijo levantándose y buscando recortar la distancia entre ellas. — Perdona... Yo... Estaba demasiado asustada — añadió con la voz un poco quebrada.

— Espera Hana Perdona... Yo... Estaba demasiado asustada

Cuando Hana se giró a encararla estaba preparada para volver a la carga, decirle lo que significa ser una kunoichi, la bandana que ambas portaban. ¡No podía ir por ahí dando palizas a la primera persona que le suponga una amenaza! ¿Qué clase de imagen se iba a quedar aquella mujer de ella? Sabía que en Amegakure se hacían las cosas diferente, pero aquello era demasiado.

Sin embargo, no se encontró a una Ren sin remordimientos, sino a una Ren triste y dolida. Le cogió la mano de inmediato, relajando el ceño de inmediato.

— Eh, yo estoy bien y esa chica también, ¿vale? Todo ha salido bien. Pero puede que hayas matado a ese hombre. Eso no está bien. Lo entiendes, ¿verdad? — empezó a acariciarle su mano con las suyas, lentamente.

Tomo su mano, suave y calida, con las dos suyas, para llevarla hasta su mejilla y que esta se posara sobre el lateral de su rostro. Los ojos cerrado de Ren, y su rostro arrugado asi como los labios temblorosos no aguantaron más. Una lágrima se escapo de uno de sus ojos, y después lo acompañaria desde el ojo contrario otra gota. No era un lloro fuerte y desconsolado, era uno triste, solitario y bastante silencioso.

— Lo se, lo se... Es solo que... No podia controlarme, no podía soportarlo. Por un momento no veía a aquella chica... Eras tu, muriendo entre mis brazos sin poder yo hacer nada para evitarlo y... Yo... No podia soportarlo, no podía. Se me pasaron mil cosas por la cabeza... Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento Hana... — hablaba casi susurrando, y si Hana la abrazaba seguiria hablando sin poder abrazarla de lo que le temblaban las manos, como máximo apoyaríala cabeza sobre su hombro. —Por favor Hana no me odies... No me dejes...

Hana la escuchó hasta el final, para al final agarrar su cabeza y bajarla hasta su pecho, abrazandola con fuerza.

— No te odio, Ren, no te voy a dejar. Solo no quiero que mates a nadie por mi, ¿vale? Porque puede que se lo mereciese, pero ¿y el próximo? ¿Donde trazas la linea? Y habrá gente que quiera hacerme daño, soy una kunoichi. Confía en mí, puedo apañarme sola. No me moriré así como así.

No dejó de abrazarla en ningún momento, y su voz era serena, mucho más que la de Ren. Casi como si consolarla le diese unas fuerzas que normalmente no tenía.

—Solo lo haria por ti... No podría vivir sabiendo que alguien te ha matado

Paso las manos por detrás de Hana, cerrando el abrazo a la altura de su trasero. Después subirá las manos lentamente hasta la parte más alta te su espalda, aferrándose entonces a su ropa mientras Ren suspiraba con fuerza mientras se tranquilizaba lentamente.

— Hace un tiempo me daba un poco igual todo, solo pensaba en mis mangas y practicar con la espada. Pero entonces te conocí y... Cambiaste mi vida, no estaba vacía, había color en ella pero fue... No tengo palabras para definirlo pero sentí que había vuelto a nacer, que estaba viviendo de verdad en ese momento. Y tu eras mi motivo para vivir

— Hace un tiempo me daba un poco igual todo, solo pensaba en mis mangas y practicar con la espada. Pero entonces te conocí y... Cambiaste mi vida, no estaba vacía, había color en ella pero fue... No tengo palabras para definirlo pero sentí que había vuelto a nacer, que estaba viviendo de verdad en ese momento. Y tu eras mi motivo para vivir

De nuevo, como había hecho siempre, Hana escuchó atentamente las palabras de Ren antes de decirle nada. Esta vez fue un error porque cuando la morena acabó, ella ya no tenía palabras. De repente, Ren había hecho un contraataque contra el que no tenía defensa. Colorada como una hortaliza, apretaría el abrazo para que no la viese tan sonrojada.

— Y-yo... t-tú... — es que directamente no tenía palabras.

¿Cómo podía soltar Ren esas cosas sin inmutarse? Para ella también era terriblemente importante, por eso no quería que fuese por ahí haciendo locuras. Quería que todos la viesen como ella la veía, y ella no veía una psicopata agresiva. Pero nada de eso saldría de ella, tendría que cerrar los ojos con fuerza para intentar calmarse antes de poder hablar.

— Tú también eres lo más importante para mí, por eso no quiero que vayas asustando a nadie. Quiero que todos te vean como yo.

— Tú también eres lo más importante para mí, por eso no quiero que vayas asustando a nadie. Quiero que todos te vean como yo.

— ¡A mi me da igual como me vean el resto! — replico casi en un grito, separándola para mirarla a los ojos, sin quitarle las manos de los hombros, apretando con fuerza.

Se la veía ligeramente enfadada, pero luego empezó a ruborizarse lentamente. Desvio la mirada un par de veces, y luego la volvería a conectar.

— C-Con que tu me vas asi es suficiente... Me da igual como me vea el resto si a tus ojos soy lo que quieres...

Sin duda, Amegakure se pasaba endureciendo a sus kunoichis. ¿Cómo podía darle igual cómo le viese la gente? La gente debía confiar en ellas, debían ser la esperanza del mundo, que cuando apareciesen los malos huyesen y los buenos suspirasen aliviados.

¡No podía ir por ahí siendo una bestia descontrolada y asustando a todo el mundo!

— A mí no. ¡No puedes ir por ahí asustando así a las víctimas! ¿Por qué no puedes ser algo más comedida? Sobre todo ahora que estás recuperando tu fuerza, tienes que controlarte.

Volvió a fruncir el ceño mientras la miraba fijamente esperando que esta vez entendiese el mensaje.

Parpadeó un poco ante su nueva réplica, y desvió un poco la mirada durante unos segundos. Hana tenía razón, aunque no se comportara como un modelo ejemplar, tampoco debía de ir de un lado a otro arramblando y siendo una bárbara para cuando al final se la encontrara, ser tan sumisa como un gato hasta arriba de hierba gatera.

— D-De acuerdo... Lo haré. Pero por ti — respondió de forma seria, mirando a una de las manos de Hana, la cual estaba sujetando con las dos suyas.

Después, se la llevo hasta su boca, para besarle el dorso de la mano sin dejar de usar ambas manos para sostenerla. Ren estaba sonrojada, y con el ceño algo fruncido. ¿Qué más le daba lo que pensaba el resto mientras pudiera estar con ella?

— Y ahora... ¿Qué hacemos? La chica ya está siendo atendida y fuera de peligro, y aquel hombre entre rejas — miró a uno de los pasillos, al interior del edificio, con todavía un suave rubor en sus mejillas.

— D-De acuerdo... Lo haré. Pero por ti

Soltó un largo suspiro para finalmente mirar con ternura a Ren. No era la mejor respuesta, pero estaba cerca del top. Sonrió hasta que Ren sacó de nuevo el tema problematico.

— Y ahora... ¿Qué hacemos? La chica ya está siendo atendida y fuera de peligro, y aquel hombre entre rejas —

Apartó la mirada hacia la puerta, desdibujando su sonrisa.

— Pues ir a casa, supongo.

Realmente no quería, pero debía. No tenía el tiempo ni el dinero para quedarse. Y aún así, su mente estaba haciendo peripecias mentales para ver cómo podía hacer para quedarse con ella un par de días. Pero en el fondo sabía que no debía.