Cuando la rubia respondió, pareció haber perdido todo el ánimo. Se la veía algo triste y apagada a los ojos de Ren, quien se quedó mirándola por un largo rato mientras ella observaba la salida. ¿Qué podía hacer para animarla? Tampoco tenía mucho tiempo, debía volver a casa y tampoco llevaba mucho efectivo encima como para alargar su estancia. Era temprano, y ni siquiera había desayunado, seguramente Hana tampoco.

— ¿Desayunamos algo? Con todo lo ocurrido no había caído en ello hasta ahora — la abrazó un momento por la espalda, rodeando con los brazos su cuello para darle un beso en la mejilla desde atrás.

Después, deshizo el abrazo dejando que su mano derecha pasara por parte del cuello, la espalda, y todo el brazo de Hana para empezar a buscar entrelazar los finos y alargados dedos de sus manos con los de la rubia.

— ¿Desayunamos algo? Con todo lo ocurrido no había caído en ello hasta ahora

Como si Ren acabase de recordarle que había dejado el horno encendido, Hana saltó hacia la puerta agarrando la mano de su novia y arrastrandola con ella.

— ¡Es verdad! Si cuando te fuiste yo había ido a por el desayuno. ¡Corre, que se van a enfriar! Más.

Y si Ren la seguía, ambas correrían de vuelta a su habitación de la posada.

A Ren se le escapó una pequeña risa cuando Hana tiró de ella. No comprendía ese concepto de estar feliz porque otra persona estuviera feliz hasta ese momento. Tras un breve rato andando alcanzarían la posada. Una vez en su habitación, recogería sus pertenencias y esperaría a Hana antes de bajar a la recepción. Una vez allí, le daría una breve explicación sobre lo acontecido, sobre todo por el problema de la ventana rota y tal, que no le hacía mucha gracia tener que pagar por ella; pero tras la historia, y viendo que ambas portaban la insignia de sus villas, no pidieron más explicaciones. Tras lo acontecido en el valle de los dojos hace ya cerca de medio año, las calles y la gente tanto de allí como de otros lugares seguían bastante alteradas, aunque ahora hubiera perdido su autonomía como país.

Tras ello, se dirigirían a la estación, y pararían en una cafetería cercana una vez Ren hubiera sacado los billetes. Estaban al exterior, bajo unas sombrillas y con algunas macetas al lado que adornaban la zona que pertenecía al local.

— Para mí un café negro solo — dijo a la camarera que las atendió.

— Para mí un café negro solo

— Un zumo de naranja, por favor. — dijo haciendo una leve reverencia con la cabeza.

Una vez la mujer se hubiese marchado con sus comandas, Hana se giraría a Ren. Recordando todo lo sucedido hace un rato, aún tenía muchas preguntas para ella.

— ¿Qué le pasó a tus ojos, Ren? Estaban rojos cuando llegué. — los recordaba nitidamente.

La morena estaba mirando a los alrededores de la cafetería, tenia colores pastel y la mayor parte de su decoración era de madera, aunque seguía teniendo un toque oriental tradicional. La voz de Hana hizo que se girara para mirarla, sin ninguna expresión aparente en su rostro, algo indiferente.

— ¿Mis ojos? — respondió, acariciandose la barbilla e intentando pensar un poco en ello. — Uuhm... Hace tiempo, cuando... Bueno, cuando todavía no nos habíamos reencontrado — hizo entonces una breve pausa, al ver que la chica se acercaba con sus peticiones. — Gracias. El caso... Uuhmm...

No es que no recordara lo que había pasado, tan solo no quería que Hana se culpara más de lo que había ocurrido.

— Un dia no aguanté más, y tuve un fuerte arrebato. Tras días y días llorando por lo mucho que te echaba de menos, no pude aguantarlo más, y lo pague con todo el mobiliario de mi habitación y de la casa que encontré. Me cargué un par de muebles, la puerta de mi habitación, y el espejo del baño. Cuando Nanashi y Oda subieron a ver que me pasaba, tenía varias heridas y cortes por lo que me lleve por delante. También tenia los ojos así, con un carmesí brillante según dijeron. Por un momento pensaron que me había hecho algo bastante grave en los ojos pero cuando me tranquilizaron se fue difuminando poco a poco. — Ren hizo una breve pausa, con algo de pena en su rostro. — P-Pero eso ya es pasado ¿vale? N-No es culpa de ninguna de las dos, fui algo egoista por mi parte y eso...

Hana la escuchó bajando la mirada cada vez más hasta que estuvo en el suelo. Seguramente Ren le diría que no pasaba nada. Puede que incluso se atreviese a decir que la había ayudado a despertar ese poder. Sabía lo que era, lo había visto antes.

— Entonces... ¿despertaste el Sharingan y no me dijiste nada?

Asumió que Oda o Nanashi también sabían que se trataba de ese Dojutsu. No sabía que Ren fuese una Uchiha, por lo que sabía, podía ser una prima lejana del propio Datsue. Pero entonces, ¿por qué no le había dicho nada? Ni siquiera alzó la mirada de nuevo. ¿Es que no quería contarle esa anecdota? No quería que lo que pasó siguiese siendo tabú, pero no podía dejar de dolerle cada vez que lo recordaban.

— Oh si, Sharinflan. Asi es como lo llamaron — dijo con el dedo índice sin apuntar a ningún lado, ligeramente sorprendida y animada. — Tanto como despertarlo... No había vuelto a ocurrir hasta ahora, así que dijeron que tal vez se lo habían imaginado por los nervios y todas las prisas. ¿Sabes algo sobre esos ojos? ¿Son como los de tu kage, no? O eso tengo oído...

Se puso a menear un poco la cucharilla, con la cabeza apoyada sobre una de sus manos, mirándola con curiosidad.

— No es que te lo haya ocultado, es simplemente... Bueno, me dijeron que no pensara demasiado en ello y yo tenía la cabeza en otro lado. ¿Y qué hace? Aparte de brillar en la oscuridad como un animal de caza — dio un sorbo, mirándola a la espera de que despejara algo sus dudas.

Le quitó hierro al asunto rápidamente al ver que Ren no sabía ni cómo se llamaba. Era tremendamente despreocupada para todo lo que tenía que ver con ella y bruscamente preocupada con las cosas que involucraban a Hana. Volvió a suspirar para dedicarle una sonrisa.

— Ya veo que no le has dedicado ni un pensamiento. Pues que yo recuerda, Datsue ha hecho desaparecer una bijuudama, ha sido capaz de domar a su bijuu, usa un montón de Katon y Fuinjutsu, así que algo de eso tendrá que ver con el sharingan. O todo. Diré que por lo menos la mitad.

Dio un sorbo de su zumo mientras miraba a Ren esperando su reaección.

— Ya veo... — Respondió bajando su tono de voz, pensativa por lo que había dicho.

¿Era entonces el sharingan lo que lo convirtió en lo que era ahora Datsue o era Datsue el que subió hasta ese escalafón, aquel doujutsu? Cuanto misterio. No tenía ni idea de lo que tenía entre manos pero según le había dicho Hana, parece que podría llegar a mejorar sus capacidades.

— Uuuhmm... ¿Y si le preguntas la próxima vez? Es que yo sinceramente no se ni por donde empezar — le vino un pensamiento fugaz, de una misión que hizo hace tiempo en una biblioteca. — Oh claro, tal vez podría buscar información en la biblioteca general de Amegakure. Pero igualmente, supongo que la experiencia de una persona seguirá siendo mejor que lo que haya escrito.

Ren terminó de tomar su taza, para apoyar nuevamente sobre una de sus manos una de sus mejillas, desplazándole los labios y el resto de carne de forma algo divertida.

Hana río por lo bajo, ocultándose detrás de su mano para intentar disimularlo.

— No creo que encuentres mucho en la biblioteca. Los clanes suelen guardar con recelo sus secretos. Por eso seguramente no sepamos nada del Sharingan. Pero, claro, le preguntaré a Datsue y seguro que él te ayuda.

Confiaba en Datsue, claro, pero las circunstancias le decían que iba a estar difícil. A lo mejor haciendo ella de intermediaria podría darle algún consejo pero no estaba segura de que fuese a aceptar. Eran sus preciados secretos. ¿Y si era cierto que todo lo que había hecho hasta ahora era por el Sharingan?

La imagen de su kage se tambaleó un poco. Su gran debilidad era que lo cegasen. ¿Y si lo cegaban y se moría? Tendría que comprarle unas gafas protectoras cuando pudiese. El destino de su villa dependía de ello.

— No creo que encuentres mucho en la biblioteca. Los clanes suelen guardar con recelo sus secretos. Por eso seguramente no sepamos nada del Sharingan. Pero, claro, le preguntaré a Datsue y seguro que él te ayuda.

— ¿¡De verdad!? ¡Gracias, Hana! — respondió casi al momento, cogiéndola de ambas manos y sonriendo casi de oreja a oreja. — ¡Sabía que podía contar contigo! — añadió finalmente con una leve y dulce risa.

Todavía le quedaban alguna que otra hora antes de que el tren que Ren tomaría saliera o siquiera llegara a la estación. Después del ajetreo de aquella mañana, debería tomar uno más tardío, cerca del medio día. Tras acabar de desayunar, Ren le propondría ir igualmente hasta la estación para poder sacar el billete con la poca antelación que pudiera y después hacer lo que Hana quisiera.

— Pero no te puedo asegurar nada. Datsue es un hombre muy ocupado. Ya lo era antes, ahora que es kage, no sé si tendrá tiempo.

¿Estaba comiendo bien?¿Estaba teniendo las horas de sueño que le correspondían? Sobre todo con la guerra a la vuelta de la esquina, seguramente no estaba haciendo ninguna de esas cosas. Era estúpido e irresponsable cuando se trataba de él, pero sorprendentemente opuesto con el resto de la villa.

Lo cual era bueno pero preocupante.

Cuando fuesen a la estación Hana le diría a Ren de pasearse por las tiendas de la estación, sin querer alejarse demasiado pero así hacían algo.

Ren volvería, billete en mano, hasta el lado de su chica algo animada. La idea de que tenía algo posiblemente poderoso entre manos la animó, si tenía un poder similar al de un kage, mínimamente ahí estaba la meta, y quien sabe como de lejos podría llegar. Además, con esas capacidades podría estar más que tranquila si se quedaba junto a Hana. Con todo lo sucedido, tampoco se había percatado que ella tuvo una reacción similar al ver la nota, saliendo corriendo en el momento que vio la nota directa a buscarla. Aquel pensamiento fugaz le hizo dejar escapar la más dulce de las sonrisas mientras sostenía la mano de Hana y la miraba, sin razón aparente.

No tardaría mucho en llegar el tren, más allá de un par de minutos. Ren se sentó en un banco cercano a la espera, y cuando la rubia hiciera lo mismo a su lado, apoyaría la cabeza sobre su hombro. No era la más elegante de los lugares, ni comían los más esquistos manjares, pero cuando estaba junto a ella así, cualquier cosa era lo mejor de lo mejorj.

Ren parecía terriblemente contenta con la idea de tener un arma de destrucción masiva y perturbadora de realidades en sus ojos. Hana no tanto. Ningún poder de ese calibre viene sin consecuencias. Tal vez lo extravagante de Datsue venía precisamente de allí. Sacudió su cabeza para quitarse esos pensamientos. Seguro que su kage estaba completamente cuerdo. No sería kage sino, ¿verdad? Claro que no. ¿Quien haría a un loco kage?

Se olvidó rápido de eso, al ver a Ren volver. Apenas quedaban unos minutos hasta que llegase su tren. Minutos que pasaron simplemente sentadas, apoyada la una en la otra. No necesitaba más y tampoco sabía bien qué decir ahora que se separarían en breves.

Al final, el tren llegó, se despidieron y Ren ya se había ido antes de que pudiese procesarlo. Suspiró, yendo a buscar su propio tren mientras poco a poco se asentaba la ausencia de su mitad buena.