Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
El paisaje de las tierras del norte, un lugar frío por definición incluso en verano, a la vez que hermoso. A pesar de lo que todos piensan, incluso aquí se llega a derretir la nieve, aunque misteriosamente, la humedad y la altura son tales, que en ocasiones llega a nevar en la estación más calurosa. El paisaje era muy acogedor, y presenciar al horizonte las pequeñas casitas que describían como tal la pequeña ciudad de Yukio, muchas de las cuales él mismo había ayudado a construir, casi hacía emocionarse al joven Yotsuki. Habían pasado dos largos años desde que marchó al sur, en busca de revivir el mito que su familia tanto le había narrado de niño. Llegar a ser tan poderoso como los antiguos Raikage, vencer por sí mismo a hordas de enemigos con el más letal y temible lariat, y llegar a ser recordado, no por su carisma ni por sus dotes de liderazgo, sino por su ímpetu y su empeño en protegerlos a todos. Pero, a pesar de la planta y el aspecto rudo y fuerte del chico, aún le faltaba mucho camino. Los chicos de Amegakure parecían demasiado diferentes a él, a su forma de ver las cosas y no entendían su forma de vida. Le había costado mucho esfuerzo poder ser un ninja, y, ciertamente, aunque algo tarde y sin demasiados resultados, se sentía satisfecho por haber llegado hasta donde se encuentra.
A penas llegaba al pueblo, el mundo cambiaba para él. La gente reconocía al pequeño valor de Eijiro, a ese muchacho que, por sí mismo, logró transformar su chakra en rayos, sin ayuda de ningún adulto ni mucho menos, de ningún maestro, más que las anécdotas que hacían al muchacho temblar de emoción al oír de lo que sus antepasados eran capaces. Raitaro sólo llevaba una mochila pequeña, en la cual llevaba algunos de los platos que servían en la capital, los cuales eran para su familia. El recorrido era corto, desde la entrada al pueblo, tan solo en unos cinco minutos llegaría a casa, pero allí había mucha gente, muchos le conocían, y otros eran ninjas a los que Raitaro, en otra época, habría estado mirando pasar con admiración. Pero, a pesar de reconocerlo, los habitantes de Yukio no parecían estar muy seguros de hablar con el muchacho, saludándolo con simples gestos que confundían al muchacho, ¿qué estaba pasando?
«No sé hasta cuando voy a tener que acceder a este tipo de cosas....» me decía mientras mi pies me llevaban a Yukio, era la primera vez que me encontraba ahí, era la primera vez que viajaba sola tan lejos, y era la primera vez que me montaba en un barco.
*Flashback*
—Piensalo, viajará en barco hasta Coladragón y llegarás a Yukio en un santiamén, no invertirás mucho tiempo y ayudarás a tu padre— insistió, mientras tendía el boleto del barco.
—No lo sé... Creo que no tengo la ropa adecuada para viajar a un lugar tan frío, mi vieja capa ya está algo desgastada...— mencioné haciéndome de rogar un poco mientras me daba media vuelta, a la final sabía que tendría que ir, pero podría comprarme algo adicional y moderno sí todo salía según lo planeado.
—Hagamos algo, piensa que es una misión, vas y buscas algo que necesito y cuando traigas el paquete tendrás tu recompensa.
*Flashback*
«Piensa que estas en una misión... Tendría que haberme comprado una capa más gruesa...» me repetía arrepentida de no haber tomado mejores decisiones.
Mi piel estaba más pálida de lo normal y mi cuerpo tiritando del frío, ¿porqué no gasté mis ahorros para comprar siquiera una bufanda?
Caminé y caminé hasta llegar a la entrada de Yukio.
El joven Raitaro pudo descansar su mirada en el lugar donde había pasado viviendo toda su vida. Su casa, una humilde cabaña de madera entre unos cuatro abetos. Una imagen que podía trasmitir paz a cualquiera que la observase, y más aún al joven de la familia. A lo lejos, cada paso era más rápido que cualquier otro dado por el camino. Su felicidad parecía ser aún mayor llegado a las cercanías de la misma, más aún cuando la amada figura de su madre salir por la puerta. Raitaro esbozó una sincera sonrisa, la cual duró hasta que vió las lágrimas que recorrían su rostro, con los ojos como platos al ver a su pequeño - ¡Raitaro! ¡Alabado sea Raiden! - exclamó mientras corría donde su hijo - ¿Mama ? ¿Qué te ocurre, mama ? - preguntó asustado. Su madre lo abrazó con fuerza, y tras un momento le miró a sus ojos mientras con su blanquecina mano palpaba su rostro - ¡Mama! ¿Qué ocurre? - repitió ante la falta de respuesta.
Atosigada por el llanto y la sorpresa, le costaba articular palabra. Saya era una mujer delgada, en contraposición de su hijo y, en general, la familia de su marido. Además, su piel era clara y sonrosada, con los ojos verdosos y un largo cabello rojizo, heredado por Raitaro - ¡Rai, es tu padre! ¡Unos tipos entraron anoche a robar a la tienda de tu tía Sadala! ¡Tu padre y tu tío han salido con las hachas a buscarlos! ¡Hace dos horas que salieron, y aún no han vuelto del bosque! - decía desesperada - ¿¡Qué!? ¿¡Por dónde han ido!? - exclamó el chico mientras soltaba la mochila en el suelo - ¡Rai, por favor! ¡Ten mucho cuidado! - exclamaba mientras señalaba hacia el norte. Al norte era donde comenzaba a torcerse la cosa. El bosque era una elevación minada de árboles, los cuales desembocaban en las zonas más peligrosas del país. Raitaro besó a su madre en los labios y se marchó corriendo. Las huellas de sus botas se iban alejando hacia la salida norte de Yukio, lleno de determinación, se lanzaba a la búsqueda de su padre y su tío - ¡Rai, ten cuidado! - repitió la preocupada madre del Yotsuki.
Unos minutos más tardes las puertas de la Taza Humeante se abrieron para dar paso a mi persona, quien seguía temblando con la misma o mayor intensidad que antes, a pasos lentos me acerqué a la barra y no dudé en pedir una taza de té para luego sentarme en una mesita mientras me abrazaba a mi misma y frotaba la palma de mis manos contra mis brazos.
«Que frío tan arrecho»
Fue cuestión de segundos para que entre mis manos descansara aquel cálido pocillo de cerámica, lo rodeé con mis manos para sentir su calor y poco después le bebí lentamente, presté atención al lugar, era pequeño, no había mucha gente, no era muy lujoso, pero sí no entraba rápidamente ahí me hubiese convertido en un bloque de hielo probablemente.
«A ver... ¿En dónde es que estaba la casa de Akira?» Desenvolví un trozo de papel medio arrugado, era una especie de mapa dibujado por mi papá que me guiaría hacia mi destino, entonces empecé a trazar el camino con mi dedo.
Las puertas de la Taza Humeante nuevamente dejaron entrar a un par de cliente, esta vez dos hombres gordos y corpulentos, con una pinta no muy agradable, pero conocidos del encargado, rápidamente se pusieron cómodos y hablaron en un tono de voz nada bajo...
«Aparentemente por aquí es más corto» bebí otro trago, «pero por aquí...»
—JAJAJAJAJA ERES TODO UN BRIBÓN— rió uno de ellos, llamando la atención la mayoría que estábamos ahí.
—SShh...— sintió la mirada de todos y su rostro se enrojeció como un tomate.
—Por cierto, ¿saben algo de Sadala-san?— cuestionó el cantinero.
La conversación seguía un curso monótono y trivial para mi, incluso habían moderado su tono de voz, aunque podía escucharlos desde dónde me encontraba, y no me permitían concentrarme, aparentemente habían robado una tienda y aún no encontraban a los culpables.
La campanilla volvió a sonar, al trío se unió un cuarto y se despepitó contando que en el bosque estaba pasando algo inusual, no explicó el qué, pero que iría después de beber algo bien caliente. Mientras tanto el cantinero agregó que aparentemente los familiares de la victima habían ido al bosque a buscar a los maleantes.
«Un robo, cosas raras en el bosque, familiares siguiendo a maleantes... Creo que mi papá puede esperar» llegados a este punto ya ni siquiera estaba viendo el mapa, simplemente escuchaba la conversación que se desarrollaba a escasa distancia de mi.
Raitaro caminó durante escasos minutos. Al norte, la nieve hacía mayor acto de presencia, al contrario que en Yukio, aquí parecía ser más consistente incluso en verano. El Yotsuki buscaba entre la arboleda, tratando localizar a su padre y su tío. Ambos debían andar por allí según la madre de Raitaro. No tardó demasiado en encontrar las huellas en la nieve, y solamente debía seguirlas colina arriba. Caminando, pudo ver las rudas espaldas de sus mayores, forradas en el blanco de sus camisetas, las cuales, no por casualidad, eran idénticas a la del ninja de Amegakure. Ropa cómoda que demostraba una gran resistencia al frío. La prenda inferior de su padre era negra, un chándal simple de invierno, mientras su tío portaba un vaquero que llegaba bajo sus rodillas. La otra prenda en común era el par de botas. La vestimenta tan similar parecía formar parte de algún uniforme, aunque simplemente estaban habituados a vestir así. Raitaro acentuó sus pasos, corría un poco para alcanzarles antes, pero la forma de vestir y el apellido no eran lo único que Raitaro había heredado. Un oído bastante bueno pudo detectarlo, aunque como amenaza. Los Yotsuki se giraron al unísono, mostrando en sus manos derechas un par de contundentes hachas que amenazaron al joven a cierta distancia - ¿Rai? ¿Qué haces tú aquí? - preguntó el mayor de los hermanos. Se trataba de Eijiro, padre del muchacho y hermano mayor de Ryuutaro, tío del muchacho. A pesar de ello, Ryuutaro era un tipo ligeramente más anchote con una musculatura que destacaba sobre cualquier otra, además de tener una piel más oscura que el resto de la familia. Eijiro, por su parte, era más alto. A pesar de las diferencias, los dos tenían prácticamente el mismo rostro, al igual que Raitaro, sus rasgos eran llamativos por el tamaño de su nariz y orejas. El cabello de su padre era rapado, rubio y como añadido tenía patillas largas y perilla cerrada, ligeramente larga. Su tío tenía una larga melena, como no, rubia y completamente lisa. Además, su vello facial se limitaba a una barba de chivo.
- ¡Alabado sea Raiden! - rezó Ryuutaro al igual que su cuñada - ¡Rai, estamos buscando a unos cabrones que han robado la armería! ¡Se han llevado de todo! - exclamó furioso - Me lo ha contado mi madre, es una noticia terrible... Tenemos que encontrarles - sentenció firme el ninja. Eijiro, ajeno a aquello que hablaban, miraba a su hijo todo lo contento que cabía en su mirada - ¡Mírate Rai! ¡Eres tan alto como Ryū! - observó el mastodonte, dos metros de puro Yotsuki. Raitaro sonrió, pero inmediatamente el trío volvía a sus trece - Escucha, Rai... Los vecinos nos advirtieron de ruidos en la armería, e inmediatamente cogimos ésto y fuimos a buscarles. Les pudimos ver venir en ésta dirección, pero no tenemos ni idea de dónde han podido ir. Oímos pasos en ésta dirección y vinimos a ver, pero parece que no andan por aquí... - explicó brevemente Eijiro. Raitaro asintió, y cerrando los ojos, tocó el suelo. Trataba encontrar alguna fuente de chakra, aunque no pudo localizar absolutamente nada - Qué va, no hay nada que pueda advertir - dijo frustrado el muchacho.
La realidad era distinta. Un joven, delgado y de edad similar a Raitaro, permanecía totalmente quieto en una situación elevada a 24 metros al sur. Raitaro y compañía no habían llegado a verle, dado que el chico estaba camuflado con algún jutsu al momento de su paso. Sonriente, el muchacho no tenía protector frontal alguno. A pesar de ello, parecía no estar solo - Recibido, Sara - susurró de forma inaudible. Más arriba, un par de muchachas aguardaban. Fuera de la capacidad visual de los Yotsuki, seguramente proponían algún tipo de contraataque. Una de ellas se asomaba con el cuerpo a tierra, teniendo ventaja visual a unos cincuenta metros de elevación. Ésta presentaba un aspecto llamativo, teniendo una talla bastante más grande que sus otros compañeros - ¿Qué dice Sai? ¿Los tiene? - preguntó la chica. Sara, como la había llamado el joven más cercano a la escena, permanecía con los ojos cerrados y un dedo en la frente - Sí, los tiene... Por lo visto, el más pequeño lleva el símbolo de Amegakure, no contábamos con eso... - explicó una chica rubia. Tenía en su mano un pergamino en cuyo interior había un sello, el cual contenía todo el material robado, razón por la cual habían logrado huir rápidamente - Menudo rollo... Sai puede divertirse con ellos, y mientras nosotras guardamos la posición... ¿Es que no puedes volver con el pergamino y dejarme a mí que me encargue? - proponía la más grande - No, Chōta. Sabes que el maestro no quiere que corramos riesgos tan cerca de un lugar poblado... Deja que Sai los inmovilice y nos piramos - amargaba la rubia - Mierda... No sabes lo que me gustaría a veces que pillasen a Sai. Igual, si me dejáseis luchar, podríamos habernos llevado esos martillos de guerra... Pero no... Tenemos que marcharnos porque un par de civiles nos han encontrado -.
Más abajo, los tres Yotsuki terminaron su puesta en común - ... en ese caso, igual deberíamos separarnos. Yo podría ir sobre los árboles y buscar, aunque me quedaría algo atrás... Vosotros seguid buscando como hasta ahora - ultimaba el más joven. Pero su plan sería predicar en el desierto, cuando de pronto, y de manera incomprensible para los tres, comenzaron a surgir del tronco de los árboles una especie de sombras, las cuales, para mayor horror de la situación, iban armados. Espalda con espalda, los tres se posicionaron para defenderse, cubriendo todos los rincones de los cuales salían - ¿¡Qué cojones significa ésto!? - exclamó Ryuutaro con rostro agitado - ¡Tened cuidado! ¡No dejéis que se acerquen! - advirtió Raitaro con los ojos demasiado abiertos. Su padre, con rostro más sereno, empuñó su arma con fuerza - ¡No me importa quiénes seáis! ¡¡PERO NADIE COMETE EL ERROR DE ATACAR A TRES YOTSUKI AL MISMO TIEMPO!! - exclamó. Semejante grito pudo alzar el sentimiento de valentía más profundo que todos pudieran sentir - ¡Sin miedo! ¡¡AL ATAQUE!! - exclamó de nuevo, haciendo que sus familiares, ahora aliados, se disparasen con todo a aquéllas sombras de procedencia desconocida.
¤ Kasumi Jūsha no Jutsu ¤ Técnica de los Sirvientes de la Niebla - Tipo: Apoyo (Genjutsu ambiental) - Rango: D - Requisitos: Genjutsu 20 - Gastos: 25 CK (impide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: (ver descripción) - Sellos: Buey → Jabalí → Caballo → Rata → Palmada - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: 30 metros
Este genjutsu crea una serie de réplicas ilusorias del usuario, vestidas completamente de negro y armadas con kunais también ilusorios, que aparecen uno por uno desde los árboles, las rocas u otros obstáculos del entorno (incluso del suelo) para arrinconar al enemigo. Sus movimientos son más lentos de lo normal, pero cuando son atacados se multiplican, por lo que en este sentido parecen fantasmas que habitan en la niebla.
Mis pasos tardarían unos largos minutos en llevarme al bosque puesto que una nueva onda de fría atacó mi cuerpo y me negaba rotundamente en adentrarme hacia las profundidades de las montañas. Ubiqué una tienda de ropa que estaba a punto de cerrar, me atrevía a decir que fui yo su última clienta y me hice con una capa más gruesa de color vinotinto y un par de guantes rosados, los únicos de mi talla, un color lamentable y que no me gustaba, pero no había más.
Ya con la túnica azul en mi mochila y la vinotinto cubriendo mi cuerpo me sentía más a gusto, estaba lista para dar un paseo por el bosque y toparme con algo interesante, algún dato, algo sospechoso o simplemente perder el tiempo y regresar a lo que realmente venía.
Una gruesa alfombra nívea me recibió con un saludo nada caluroso, me puse la capucha y caminé sin saber que dirección seguir con exactitud, iría directamente en línea recta hacia el centro el bosque, sonaba lo más lógico.
«Bueno, nos damos una vuelta y sí no hay nada no te vas a distraer más»
- Pe... ¡¿Pero qué locura es ésta?! - exclamaba desesperado el fornido Ryuutaro. Su hermano y su sobrino estaban tan impresionados como él, viendo como cada golpe, no hacía más que multiplicar los enemigos como si se tratase de una broma. La batalla no era más que una mentira, una ilusión tejida por un tipo que, de todas todas, tenía el control de la situación. Ninguno de los tres hubiera sufrido antes los efectos del genjutsu, por lo que era una situación tan novedosa como confusa. Para colmo, Sai aún guardaba algún as en la manga - Paciencia Sara, en seguida acabo - susurraba el ninja delgaducho. Entonces, entre tanto, realizaba un sólo sello, el cuál hizo que su sombra se alargase y alcanzara al ninja de Amegakure - ¡Papa, no me puedo mover! - exclamaba con rabia Raitaro, el cual, presa del pánico, parecía resistirse al jutsu de sombras del reconocido clan de Konoha.
Entonces, presa de la técnica y sin posibilidad de evitarlo, tres sombras se agolparon sobre él, recibiendo tres hojas en el tórax. Irremediable dolor que hizo a Raitaro gritar hasta rasgar su garganta. Al menos, no era más que una dolorosa pesadilla - ¡¡RAI, NO!! - exclamó su padre - ¡Han alcanzado a Rai! ¡Tenemos que hacer algo! - pero irremediablemente, seguía habiendo cada vez más enemigos.
PV: 100 - 20 = 80 PV
¤ Kagemane no Jutsu ¤ Técnica de Imitación de Sombras - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Nara 10 - Gastos:
5 CK alargar sombra
15 CK activar parálisis (divide regen. de chakra)
- Daños: - - Efectos adicionales: Atrapa a uno o más oponentes durante 5 turnos - Sellos: Rata - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones:
15 metros
+10 metros si se conecta con otra sombra y se extiende a partir de ella
+10 metros con un fuerte destello de luz (el rango total calculado de la sombra se reduce a la mitad si es de noche o se está en una habitación mal iluminada)
El Kagemane no Jutsu es la técnica más característica del clan Nara y permite al usuario manipular su sombra a su voluntad.
El Nara es capaz de extender su sombra sobre cualquier superficie (incluso sobre el agua) y a una considerable distancia. Una vez que esta entra en contacto con la del objetivo, ambas se fusionan y el adversario se ve forzado a imitar todos los movimientos del usuario. Sin embargo, parece que no afecta al rostro del objetivo, por lo que puede seguir hablando libremente.
Si el oponente está fuera de alcance, el usuario puede intentar producir una fuente de luz más potente para incrementar el alcance de la técnica. Además, si su sombra toca otra sombra del ambiente, puede conectar la técnica con esta sombra y volverla a hacer surgir desde cualquier sombra adyacente, incrementando también el rango de acción de la técnica desde el momento en el que sale de esa sombra. Es posible dividir la sombra en varias partes (restando 2 metros al alcance de la técnica por cada división) para atrapar a varios oponentes a la vez, o para crear una distracción.
La mayor desventaja de la técnica es que cansa usarla repetidamente, pues como máximo puede mantenerse 5 turnos. Aún así es una duración considerable, teniendo en cuenta que en un combate en equipo, quedar atrapado por una de las sombras puede significar la muerte. Una luz insuficiente hará esta técnica menos efectiva, por lo que, de noche, el rango de acción se reduce a la mitad. Si el oponente está dentro de una masa de humo, puesto que el interior del humo es todo sombras, quedará atrapado al mínimo contacto de la sombra con la masa de humo.
Un oponente con mayor fuerza que la inteligencia del usuario puede resistirse a la técnica y liberarse de ella. La técnica también se deshará si cualquiera de los dos sufre algún tipo de daño.
«Oh! Allá como que hay algo» agilicé mis pasos hacia un destello dorado que me llamaba sobre el cúmulo níveo, removí la nieve y encontré una cadena, no muy larga, posiblemente para la muñeca, tenía una placa en forma de corazón y tallada en ella una R, seguramente se le habría perdido a alguien, miré nuevamente alrededor y no logré encontrar a nadie, por lo que resguardé la joya en mi bolsillo.
Caminé y caminé, no había nada más, más que nieve grandes árboles cubiertos por más nieve...
«Un momento...»
Agudicé mi vista, juraba que acababa de ver una sombra a poco metros, y entonces me acerqué en silencio y con calma, sí, ahora lo podía percibir mejor, no eran una sombras, eran sujetos con túnicas negras, arremolinándose sobre unos hombres.
«Parece que es aquí en dónde está la acción, veré como se desarrolla todo»
Salté a la rama del árbol más cercano, y escalé unos cuantos metros más, quería tener un buen panorama de la situación, por lo menos analizarlo todo desde otro punto de vista.
«No les está yendo nada bien... ¿Debería ayudarlos?» Dudé. «Les daré un poco más de tiempo»