Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Oh —musitó, creyéndose más tonta por momentos—. Lo siento Uzukage-sama, no sé en qué estaba pensando... —se rascó la mejilla, nerviosa, y tomó el mapa para ella, observándolo detenidamente—. Entonces sin más demora, partiré hacia Amegakure. Espero estar a la altura de lograr de nuevo la Paz entre las villas.
Hizo una reverencia y esperó por si acaso Hanabi quería añadir algo más, si no, se marcharía a tomar aquel barco que la esperaba, no sin antes pasar por su casa a tomar lo necesario para su viaje y su capa, pues necesitaba pasar lo más desapercibida posible.
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—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Aunque tuvo que recorrer varias veces el puerto a lo largo y ancho, Eri pudo darse cuenta de aquél barco metalizado y medio oxidado. La Nova de Shiona esperaba, con el título prácticamente borrado por la erosión de ultramar. Una metáfora terrible de lo que estaba sucediendo en Uzushiogakure, cabe decir, como ella misma recordó al verlo.
Mientras inspeccionaba, suspicaz, el barco, un viejo gruñón con una pata de palo desembarcó por la pasarela y le dedicó un saludo que prácticamente fue un murmullo casi inaudible.
—¿Vas pa' Coladragón con nosotros o qué? —dijo. Escupió a un lado—. Va, niña, sube ya que ya vamos bien tarde hostia.
El hombre volvió a subir por la pasarela. Toc, toc, toc.
Al despedirse de Hanabi y dirigirse a su casa recordó lo necesario para partir. No hizo falta más que llenar su mochila, tomar su gruesa capa de viaje con capucha de color marrón y modificar sus ropas ligeramente. Guardó el chaleco de Jounin en la mochila pero dejó la chapa identificativa en su hombro derecho, por si lo necesitaba. Ató su bandana al cuello y se decantó por ropas oscuras: una túnica grisácea de mangas anchas y largas con un pequeño cinturón al que se ataba su portaobjetos, sus mallas largas negras y sus botas del mismo color. Se vistió rápidamente y acudió al puerto.
Recorrió el lugar varias veces, sin hallar donde se encontraba el barco que Hanabi le había indicado, hasta que observó un navío de metal y a medio oxidar. Pudo leer, difícilmente; La Nova de Shiona y se sintió terriblemente angustiada al verlo así, pero negó con la cabeza.
Ella tenía que ganar la Paz, por Shiona-sama, por Hanabi-sama.
Por Ayame.
Por ella.
Entre ojeadas encontró a un señor gruñón con una pata de palo bajando por la pasarela.
—¿Vas pa' Coladragón con nosotros o qué? —dijo. Escupió a un lado—. Va, niña, sube ya que ya vamos bien tarde hostia.
—V-voy... —alegó, incapaz de articular una buena palabra. La verdad es que no se lo había esperado para nada. Pero, tras echar una última ojeada a la villa desde el puerto, asintió y subió tras el viejo gruñón.
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El viaje con los pescadores fue duro, pero al menos Eri descubriría que las apariencias a veces engañan. Aunque algo sucios y malhablados, los lobos de mar la trataron con extremada camaradería durante todo el trayecto, que se extendió durante algunos días. El cocinero hacía unos platos exquisitos, si lo que te gustaba era el pescado, y los catres eran cómodos, si bien se quedaban fríos a lo largo de la jornada.
La Nova de Shiona llegó a Coladragón en una mañana brumosa de Kazeyoubi. Eri todavía estaba durmiendo cuando las maderas del barco se sacudieron al echar el ancla en las costas del País de la Tormenta.
—¡¡Niñaaaa!! ¡Ya'stamos aquí eh! —gritó el Capitán desde la otra punta del barco.
Una entrada discreta para su discreta misión.
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Entreabrió los ojos, amodorrada, cuando escuchó algo de ajetreo en el barco. Se desperezó ligeramente, aunque sin saber si levantarse o no pues hacía tiempo que no había descansado tanto. No le había gustado el viaje, pero era su deber.
—¡¡Niñaaaa!! ¡Ya'stamos aquí eh!
Se frotó los ojos con ambas manos y se levantó, tomando todas sus pertenencias y el mapa que había dejado cerca de la mesa para consultarlo antes de dormir. Una vez preparada, salió de la estancia en la que estaba y fue hacia la cubierta.
—¡Gracias! —chilló al Capitán una vez se encontrase fuera. La bruma no le importó en lo absoluto, aunque sí hubiera preferido el clima de Uzushiogakure. Sujetó con fuerza el mapa que había guardado en el bolsillo y se acercó a despedirse—. Muchas gracias por el trayecto Capitán, suerte con lo que os quede por hacer por estos lares.
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—Vender pescao, eso es lo que nos queda —dijo el Capitán, mientras bajaba del barco con una caja llena de estos peces y la colocaba con algo de esfuerzo apilada sobre unas cuantas más—. Pero muchas gracias, niña. Suerte a ti también, en lo que sea que vengas a hacer aquí.
»Cuidao con los amejin, son... algo difíciles.
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—Vender pescao, eso es lo que nos queda —dijo el Capitán, y ella asintió mientras veía como bajaba con una caja entre sus manos. Eri bajó tras él—. Pero muchas gracias, niña. Suerte a ti también, en lo que sea que vengas a hacer aquí.
Pero antes de que Eri comenzase su corto trayecto hasta donde quisiera que estuviese Amegakure, el Capitán añadió algo:
—Cuidao con los amejin, son... algo difíciles.
Evitó rodar los ojos o quejarse, simplemente asintió en señal de que había escuchado al hombre. ¿Qué les ocurría con los amejin? En serio, no lo entendía.
—Entonces marcho ya, muchas gracias por todo de nuevo —inclinó la cabeza a modo de agradecimiento y, tras consultar su mapa e intentar orientarse lo mejor posible, partió hacia Amegakure.
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18/11/2018, 14:08 (Última modificación: 21/11/2018, 19:17 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Eri se despidió de los marineros, y, emprendiendo la misión más difícil de su corta vida, partió hacia Amegakure. Encontrar el camino hacia allá no fue difícil, gracias a su pericia y al fiel mapa que la acompañaba. Otra cosa fue transitarlo. El País de la Tormenta demostró ser un enemigo implacable para todo aquél que no llevase algún tipo de protección para la lluvia. Su ropa, empapada, le calaba hasta los huesos, y el frío viento la hizo estremecerse y tiritar hasta el punto en el que comenzó a darse cuenta de que...
...moriría si no le ponía algún remedio.
En aquél momento se encontraba cruzando un paraje de acantilados rocosos, con hendiduras y alguna que otra cueva. La hierba era alta, y el suelo, encharcado, hacía que el agua entrase también por las suelas de sus botas.
Puesto que esta trama va a ir lenta y lo conocemos todos, he pedido permiso al resto del Staff para pasarlo a Huecos de Narrador. Así pues... eso voy a hacer, jajaja.
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Emprendió su camino dando lo mejor de ella, sin embargo vio que el problema no sería localizar la entrada al lugar, sino llegar sin morir de hipotermia antes. Tiritaba muy a menudo, y aunque su capa de viaje intentaba taparla parcialmente taparla y prevenir una posible enfermedad, ella seguía empapada de pies a cabeza. Rechinando los dientes e intentando conseguir que el poco calor que emanaba su cuerpo se retuviese entre sus mojados ropajes, se dio cuenta de que si no hacía nada podría acabar allí, sin haber cumplido la misión y probablemente muerta.
Inquieta por descubrir lo que podría pasar si no hacía nada por evitarlo, rebuscó entre aquel paraje lleno de charcos y hierba alta una pequeña cueva aislada de la lluvia y el frío para intentar hacer algo de fuego y recuperar el calor corporal a la vez que sus ropas secaban.
Si la encontrase, probablemente se quedaría allí hasta hacer aquello que tenía en mente, y luego, poniéndose su chaleco de jounin —para conseguir algo más de ropa—, volvería a la carga, esta vez dándose algo más de prisa por llegar.
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Eri se refugió en el interior de una solitaria cueva, a medio camino entre Coladragón y Amegakure. Allí, no encontró medios para encender fuego alguno. Había piedras, sí, quizás algo de pedernal. Pero, ¿de dónde iba a sacar algo que pudiera prender? No había madera en kilómetros a la redonda. Y sus ropas estaban todas empapadas. Al menos pudo acurrucarse en un rincón. Se dio cuenta de que se encontraba a gusto. Muy a gusto. Helada, pero extremadamente a...
...Eri perdió el conocimiento y entró en hipotermia.
· · ·
—Era sólo cuestión de tiempo que uno de esos uzujin intentara entrar en el país para espiarnos. —La voz de un hombre la despertó. Si abría los párpados, se vería en una amplia celda. Estaba tirada en el catre con nada más que un uwagi y unos pantalones negros. Sintió las muñecas atadas por una especie de esposas.
Lo comprendió entonces: era prisionera. Pero al menos estaba viva. Y caliente.
—¿Y de verdad teníamos que traerla aquí? Podríamos haberle rajado el cuello. Traerla a la aldea ha sido una muy mala idea. Los uzujin no han traído nada bueno desde hace un tiempo. ¿Oíste lo que hicieron en el examen?
—Idiota, ¿vas a desobedecer una orden directa de Shanise-sama?
—Shanise no es Yui-sama, Koichi.
—Shanise es la parte racional de Yui-sama. Escucha, si no fuera por ella... ¡Basta! ¿No oyes lo que cuentan que les hace a los que hablan mal de ella?
—Bah. Eres un cobarde. Yo creo que Shanise le pone muchos palos en las ruedas a Yui-sama. Bajo su mandato, esta aldea sería gloriosa.
—Te queda mucho por vivir, Yato-kun.
—Y tú eres un viejo cobarde.
—Veremos quién vive más de los dos...
Las voces mantenían una tensa discusión, por las palabras. Por el tono, una animada discusión. Eri podía oír las voces a la izquierda de su celda, pero desde su posición sólo veía una mesa y una percha con las llaves. En la mesa había una vela, que alumbraba lo justo como para que los objetos a su alrededor proyectasen sombras inquietantes.
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Pensó que buscar refugio ayudaría a calmar el frío que sentía calándole hasta los huesos, pero no encontró nada más allí que la soledad de la cueva, y aunque buscó y rebuscó por cada recoveco de la cueva, nada pudo subir su baja temperatura. Cansada, se acurrucó y en poco tiempo pareció abandonar aquel lugar para adentrarse en otro un poco mejor.
• • •
Sus ojos le pesaban, pero aún así decidió abrirlos lentamente mientras escuchaba una voz cercana. Apretó los ojos varias veces y los abrió de golpe, acostumbrándose; aunque le dolía todo el cuerpo, sentía como el calor inundaba cada parte de su ser, así que, intentando incorporarse, siguió escuchando la conversación entre dos hombres que dialogaban cerca de ella.
Justo en aquel momento decidió sintonizar con las voces, cuando se dio cuenta que no tenía nada más que ropas simples y estaba atada; era una prisionera, y nada más y nada menos que de Amegakure. Se asustó, sintiendo su pulso acelerarse por momentos. «Oh, no» pensó, «tenía que llegar a Amegakure con la carta de Hanabi... Tenía que hablar con Yui... Ahora piensan que soy una espía.»
—Shanise es la parte racional de Yui-sama. Escucha, si no fuera por ella... ¡Basta! ¿No oyes lo que cuentan que les hace a los que hablan mal de ella?
«Shanise...» La recordaba, era la segunda al mando de Amegakure, al parecer... Ella era la que había ordenado que la encerrasen en vez de decapitarla. Se llevó poco a poco las manos al cuello y tragó grueso, dando por unos segundos las gracias a la mujer.
—Veremos quién vive más de los dos...
Seguían discutiendo, pero ella no sabía si lo mejor sería preguntar, aunque, de perdidos al río, no podía quedarse allí de brazos cruzados.
—P-perdonad... —llamó desde su posición, notando su garganta reseca—. ¿P-pueden oírme? —llamó otra vez.
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Entre gritos y risotadas, Eri se hizo oír. Entonces se forjó un silencio más duro que el acero. Unos segundos después, dos pares de botas caminaban hacia ella. Los dos hombres, chuunin, uno con el pelo de color violeta pálido y el otro moreno con barba rala, se plantaron delante de ella. El del pelo de color violeta hizo un ademán de escupirla, pero su amigo le apartó de un empujón y terminó por no hacerlo y tragarse su propia saliva.
—¡Eh! ¿¡Qué haces!? —se quejó el aludido.
—¡Pírate, chaval! Ve a informar arriba de que la prisionera ha despertado. —ordenó el moreno. Sus ojos azules, claros e intensos, estaban clavados en la uzujin como puñales. Pero parecía más razonable que su compañero.
—¿Y por qué no vas tú? —protestó Yato.
—Porque me han designado a mí como custodia y como líder de la pareja, y con buen criterio, por lo visto. ¡Vamos! No tienes más tiempo que perder. ¿O quieres que le diga a Shanise-sama que me estás desafiando?
—Psché. —El del pelo morado se dio la vuelta, y molesto, apartó las puertas metálicas del calabozo, ya entreabiertas, de una patada.
El moreno cogió una silla que quedaba fuera del rango de visión de Eri y la arrastró frente a la puerta de la celda. Le dio la vuelta y se sentó del revés, apoyando los antebrazos en la parte superior del respaldo.
—Bienvenida a Amegakure, uzujin —dijo—. Supongo que ya has conseguido lo que estabas buscando. ¡Enhorabuena! ¡Ya has conseguido infiltrarte! —Sonrió. Disfrutaba de la situación como un niño—. Encantado. Me llamo Garou. Myousechi Garou. Dime, ¿cómo te llamas tú, pequeña espía?
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Esta trama queda cancelada por la despedida de Eri. Puesto que se trata de una trama importante con acontecimientos que traerían consecuencias, es mejor que la cancelemos de raíz y pautemos ciertos sucesos que sí han ocurrido, por no andar borrando y editando mensajes:
—Eri entregó la carta de disculpa de Aotsuki Ayame a Sarutobi Hanabi, quien agradeció su labor en pos de tender puentes y sentenció que la muchacha le recordaba a Uzumaki Shiona.
—Hanabi despidió a Eri y le dijo que quizás un día, con más tiempo, le enseñaría a utilizar el Rasengan.
—Hanabi guardó la carta y la tendrá en cuenta en el futuro. No se ordena a Eri viajar a Amegakure. No viaja a Amegakure.
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