Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Si la Kusajin hubiese sido familiar con palabras malsonantes, habría soltado varios improperios. Era su culpa, totalmente su culpa. Si algún civil de Yugakure salía herido, la sangre salpicaría las manos de Ranko, o al menos así lo sentía ella. Apretó los puños.
”Ya te regañarás luego. ¡Harás mil flexiones en el jardín cuando llegues a casa! Ahora tienes que encontrarlo y asegurarte de que no lastime a nadie.”
Agradeció ser capaz de permanecer lo suficientemente calmada para pensar relativamente bien, aunque su respiración estaba más que agitada, y sentía la adrenalina correr ya.Un par de pensamientos volaron por su mente en lo que se ponía en marcha. ¿A dónde podría haber ido? ¿Habría regresado a Cucurbita con sus compañeros? ¿O habría aprovechado el tumulto para colarse entre los Yugakurenses?
”Si fuese yo, iría a ayudar a mis amigos. Pero no soy yo, así que…”
Sus pies la llevaron a la dirección hacia donde había visto correr a la gente. No sabía dónde acabaría, ni si el criminal en realidad había decidido escapar, pero tenía que actuar rápido. Si regresaba a la posada a disculparse y a sentirse mal, perdería mucho tiempo. Aunque dejaba mucho en manos de los dioses, no vio mejor solución. Ni siquiera sabía si podría alcanzar a la muchedumbre que huía.
”¡Aaaah! ¿¡Por qué tenías que ser tan tonta, Ranko?!”
Claramente frustrada por la situación que le tocaba vivir, Ranko dedicó algunos segundos a pensar. ¿Dónde debía buscar al forajido? ¿Habría vuelto a La Cucurbita a servir de refuerzo a sus compañeros? ¿O estaría buscando nuevas víctimas en Yachi?
La kunoichi de Kusagakure se decantó por aquella última opción, y echó a correr en la misma dirección que habían tomado los ciudadanos espantados. Pero las calles estaban completamente desiertas, la voz no había tardado en extenderse como la pólvora, y ahora todos los habitantes de Yachi habían buscado refugio, ya fuera en sus casas, en las de sus vecinos, amigos o familiares; e incluso en locales comerciales. Cualquier cosa con tal de no estar cerca del epicentro de la bomba de relojería.
Pero del bandido no había ningún rastro.
Sin embargo, al cabo de varios largos segundos, escuchó unos pasos acercándose a toda velocidad hacia ella. Apenas una sombra azul y negra que se interpuso frente a la kunoichi.
—Al fin... ¡Al fin te encuentro! —exclamó Ayame, entre respiraciones agitadas—. ¿Dónde está el kamikaze?
Cada vuelta, cada calle que pasaba, todo estaba vacío. En su mente pasaron las opciones, no las que podría tomar, sino las que podría haber tomado.
"Si tan solo lo hubiese sacado de la posada y ya. Habría regresado a ayudar a Ayame-san en un segundo, y no habríamos tardado en retener al de los sellos. ¡O si me hubiese quedado vigilándolo! ¡Atenta a que no escapase! ¡O le hubiese atado las manos y pies con hilo! ¡Por todos los cielos, cómo no pensé eso! ¿Es que traigo el hilo shinobi de adorno en mi equipo o qué? ¡No podrías ser más despistada, Ranko! ¡Ranko tonta! ¡Ranko boba! ¡Ranko…!"
Pero algo interrumpió su monólogo interno y su búsqueda por el terrorista. Alguien se interpuso en su camino. La Kusajin casi se tropezó al detenerse. Un segundo después se dio cuenta de que era Ayame misma quien había ido a buscarla.
"¡Oh, Ayame-san sí es una buena kunoichi!"
—¡A-Ayame-san! —Sintió que el mundo se le caía encima de la vergüenza, y su confianza en sí misma se desplomó por los suelos —. ¡L-lo siento! ¡Q-quise regresar a a-a-ayudar… ayudarle c-con los otros b-bandidos! ¡Pe-pero al regresar él…! ¡Él ya-ya no…!
Ranko se inclinó lo más profundamente que pudo ante Ayame.
—¡A-Ayame-san! —exclamó Ranko al verla allí—. ¡L-lo siento! ¡Q-quise regresar a a-a-ayudar… ayudarle c-con los otros b-bandidos! ¡Pe-pero al regresar él…! ¡Él ya-ya no…!
«Oh, no...» Ayame palideció súbitamente. No le hizo falta ni que siguiera hablando para saber lo que estaba a punto de decirle. Y sus peores presentimientos se vieron confirmados al verla inclinarse de aquella manera, pidiendo perdón.
—¡¡F-fue mi culpa que escapase!!
La de Amegakure se quedó momentáneamente en blanco. En aquellos instantes, un hombre con claras tendencias agresivas, y envuelto en sellos explosivos, andaba libre en alguna parte de la ciudad. En el mejor de los casos... En el peor de los casos...
La kunoichi sacudió la cabeza y agarró a Ranko por los hombros.
—Escucha, eso no importa ahora —le dijo, sumamente seria—. Yo soy sólo un clon. Mi yo real sigue en La Cucurbita. La asaltante que quedaba por capturar se ha atrincherado en una de las habitaciones de la primera planta con el tabernero como rehén. Necesito tu ayuda, ve allí, yo intentaré buscar al kamikaze, ¿vale? —Ni siquiera había terminado de hablar cuando una súbita explosión de agua justo en la espalda de Ayame se bifurcó en direcciones opuestas y formó tras ella lo que parecían ser dos alas de agua.
Ayame no habló por un momento. El peso sobre los hombros de Ranko la hundió cinco metros bajo el suelo. Metafóricamente hablando, claro.
A pesar de que la chica de la luna le dijo que no importaba, el estómago de Ranko se retorció de la vergüenza. Ayame le dio la instrucción de regresar a Cucurbita, pues la criminal restante se había atrincherado con el dueño de la posada. Ranko se irguió y asintió profundamente.
—¡E-enseguida!
”¡Es un clon! ¡No sólo sabe ese jutsu, sino que fue capaz de encargarse de la mitad de los malos ella sola!” Ranko se irguió de nuevo, justo cuando algo salía de repente de la espalda de Ayame. La Kusajin pensó que habían herido a la Amejin, hasta que aquella forma se transformó en dos alas de… ”¿Agua? ¡Qué técnica tan genial!”
Ranko contuvo su admiración, pues no era el momento de dejarse llevar por la emoción. Sólo asintió de nuevo y echó a correr una vez más. Cuando se hubo alejado varios metros de la Ayame alada, Ranko dio un saltito y concentró chakra en sus piernas. Al tocar el suelo, Ranko salió disparada, agrietando el suelo bajo sus pies, tal como había pasado unos momentos antes. Aunque el Hitoshin podría cansarla un poco, pasaría el suficiente tiempo corriendo como para recuperarse. No iría a toda velocidad, pues temía llegar exhausta a ayudar a su amiga.
”No seré útil si llego tan cansada…” pensó, mientras bajaba la velocidad a cada esquina, concentrando su energía en recordar la ruta hacia la posada. Unos minutos después, reconoció algún edificio y, luego de dos giros, vio la fachada de Cucurbita a varios metros. Esperaba llegar a tiempo, aunque sus esperanzas de ser útil descendían cada vez más. No tardaría en pasar por el umbral de la recepción.
Ranko llegó en cuestión de minutos a la posada. La puerta de entrada seguía abierta de par en par, por lo que no tuvo problema alguno para regresar a su interior, pero una vez dentro se daría cuenta del denso silencio que inundaba el edificio. No había quedado nadie: los que se hospedaban allí y los trabajadores debían de haber salido huyendo en cuanto tuvieron la oportunidad de hacerlo, y los dos bandidos estaban firmementes atados el uno contra el otro con hilo de alambre. Espalda con espalda y tobillos y muñecas a un mueble cercano, era muy difícil que consiguieran escapar de aquella aunque recobraran la consciencia.
Entonces lo escuchó. Gritos en el primer piso. Ayame gritaba, y alguien parecía responderle, aunque su voz se escuchaba mucho más enlatada, como si estuviera al otro lado de una pared o una puerta:
Los únicos en la recepción de Cucurbita eran los dos maleantes que Ayame había derribado y atado antes. Seguían inconscientes, lo que le hizo preguntarse a Ranko, por un momento, si el bombardero habría huido solo o si lo habrían ayudado.
Cuando estaba a punto de llamar de un grito a Ayame, pues no la veía cerca, escuchó algo en el piso superior. Cruzó la estancia a zancadas justo cuando escuchaba un fuerte insulto contra la chica de la luna.
"El posadero seguía arriba, ¿Verdad? ¡Debe de tenerlo de rehén!" pensó la de la trenza mientras subía los escalones de a dos o tres, hasta llegar al primer piso.
Allí, avanzaría hasta Ayame, de verla en el pasillo, tan silenciosamente como pudiese. No sabía si era buena idea o no comunicarle a la criminal restante que había más gente a por ella. Tal vez si pensaba que era solamente Ayame, se descuidaría lo suficiente como para permitirles someterla.
Ayame giró la cabeza bruscamente cuando escuchó pasos en las escaleras. Había temido que cualquiera de los dos maleantes hubiese recuperado la conciencia, se hubiese liberado de cualquier manera, y ahora fueran a por ella para reclamar su venganza. Para su alivio se trataba de Ranko, que acudía a ella todo lo rápido que podía.
«Menos mal, ha vuelto...» Suspiró. En aquel instante no le preguntó por el kamikaze, simplemente señaló con la cabeza la puerta que se encontraba frente a ella.
—Tiene de rehén al tabernero, y amenaza con cortarle el cuello como hagamos algo... —le susurró, todo lo bajo que fue capaz, para evitar que la escuchara.
—¡LIBERA A MIS COMPAÑEROS Y MÁRCHATE! ¡TE LO ADVIERTO! —Los alaridos que se escuchaban al otro lado de la puerta, casi hacían temblar la madera.
—¡Ayuda, por favor! —la voz del dueño de la posada sonó llorosa y asfixiada por la angustia.
Y sí, allí estaba Ayame. Y sí, la mujer tenía al dueño de la posada como rehén. Ranko llegó al lugar justo a tiempo para escuchar los gritos de la mujer: o liberaban a sus compañeros o le cortaba el cuello al pobre hombre. Al parecer, también le propinó un golpe para callarlo.
Ranko tragó saliva. Una vez más, las habilidades de la Kusajin eran prácticamente inútiles. ¿De qué servían sus patadas cuando la vida de alguien estaba en riesgo de esa forma? La de la trenza se llevó el dedo al mentón, pensando tan fuertemente como pudiese. Pensó que tal vez podrían buscar entrar por alguna ventana, pero o bien tendrían que ser excepcionalmente rápidas, o se encontrarían en la misma posición.
"¡O incluso una peor! ¡Estaríamos con una criminal alterada con un rehén! ¡El señor estaría en un riesgo mayor!"
Una idea surcó su cabeza. Tal vez era algo arriesgado, pero era mejor consultarlo con Ayame, pues parecía tener más habilidad para la toma de decisiones.
—Si tumbásemos la puerta —susurraría Ranko, tan bajo como pudiese, de manera que solamente la Amejin la escuchara —, ¿qué tan rápido podría Ayame-san hechizar a esta mujer?
No sabía si podría echar abajo la puerta, y tal vez tendría que usar más que una simple patada.
”Sí… Tal vez eso sea suficiente… Siempre que no haya nada que evite que la puerta se abra…” pensaría, sopesando distintos resultados.
—Si tumbásemos la puerta —susurró Ranko—, ¿qué tan rápido podría Ayame-san hechizar a esta mujer?
—Si surte efecto sería inmediato —respondió Ayame, sombría—. Pero... eso sólo será si no es tan fuerte de voluntad como para resistirlo. ¿Crees que es buena idea que nos arriesguemos a ello? —preguntó, con absoluta sinceridad.
Si calculaban mal, y resultaba que la secuestradora era más fuerte mentalmente de lo que esperaban y asaltaban de esa manera la habitación...
Lo bueno era que su Genjutsu sería instantáneo, lo malo era que podría no funcionar. Si la criminal tenía la suficiente fuerza de voluntad, la técnica fallaría, al igual que la estrategia, y ellas no serían quienes lo pagarían, sino el hombre de la posada.
Ranko tragó saliva. El final de ese camino no estaba realmente en sus manos. ¿Pero había otros posibles?
—¿Qué otra opción tenemos? —susurró de nuevo la Kusajin. No quería evadir la pregunta de Ayame, solo quería saber si ella conocía algo más. La chica de la luna parecía tener más madera de ninja táctica que Ranko, después de todo.
18/11/2019, 21:25 (Última modificación: 18/11/2019, 21:26 por Aotsuki Ayame.)
Ranko tragó saliva, con la indecisión titilando en sus ojos. No era para menos, y no era la única que estaba aterrada. Ayame también, por muy fuerte que intentara mostrarse de manera externa.
—¿Qué otra opción tenemos? —preguntó la de Kusagakure.
Y la de Amegakure suspiró. Ninguna. No tenían ninguna otra opción. Ayame alzó las manos y sus dedos se entrelazaron en el sello del Pájaro, la Serpiente...
—Prepárate...
Y, de nuevo, Pájaro.
Y Ayame comenzó a cantar.
Al otro lado de la puerta, silencio. Hasta que...
—¡¿Qué cojones estáis haciendo?! ¡EH, TÚ, DÓNDE TE CREES QUE VAS! —bramó la voz de la asaltante.
Y Ayame entrecerró los ojos. No había funcionado. Pero no dejó de cantar. En su lugar, le hizo una señal con la cabeza a Ranko para que derribara la puerta igual.
Fuerza: 40 Voluntad: 60
¤ Seidō: Ningyo no Uta ¤ Camino de la Voz: Canto de la Sirena - Tipo: Apoyo (Genjutsu auditivo) - Rango: A - Requisitos: Genjutsu 40 - Gastos:
30 CK (impide regeneración de chakra)
15 CK por objetivo adicional (máximo 1 por cada 20 puntos en Genjutsu)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Embelesa el sentido auditivo del objetivo, dejándole parado en el sitio
(Genjutsu 60) El usuario puede potenciar el efecto de la técnica para incitar al objetivo a acercarse a ella
(Genjutsu 100) El usuario puede moverse mientras ejecuta la técnica (ver descripción)
- Sellos: Pájaro → Serpiente → Pájaro (mantenido) - Velocidad: Muy Rápida - Alcance y dimensiones: 8 metros a la redonda del usuario
La cuarta de las técnicas de voz de Ayame.
Con el sello del Pájaro mantenido, Ayame comienza a cantar. Su voz, empapada de su propio chakra, se extiende a su alrededor y a oídos del objetivo va adquiriendo una belleza y un magnetismo sin igual que, tras unos breves instantes, embelesa sus sentidos, dejándole parado en el sitio. Con un mayor dominio de las artes ilusorias, Ayame puede potenciar el efecto de la ilusión hasta el punto en el que esta crea una fuerte sugestión en su cerebro que le provoca el irresistible deseo de acercarse a ella.
Pese a todo, el canto sólo afectará a aquellos cuya Voluntad sea inferior a la Inteligencia de Ayame. Además, en caso de ser afectado, el objetivo saldrá de la ilusión en el momento en el que él o la realizadora de la técnica sufra cualquier daño (o pierda la concentración y deje de cantar en el caso de la última).
Esta técnica requiere de una gran concentración y crea una notable fatiga en sus cuerdas vocales, no podrá utilizarse hasta haber pasado como mínimo dos turnos y no podrá usarla si, por cualquier razón, se ha quedado afónica. En su versión más básica, Ayame será incapaz de moverse mientras la ejecuta. Sólo con un experto dominio de las artes ilusorias será capaz de hacerlo, y aún así lo hará muy lentamente con Inteligencia < 40; de forma lenta con Inteligencia entre 40 y 80, y con normalidad con Inteligencia > 80.
«¡Cuidaos de las sirenas! ¡Escucharlas será...!» — Conversación a bordo del último barco naufragado cerca de Coladragón.
Ranko asintió, tragándose los nervios y la duda, pues sólo le estorbaban. A pesar de ello, su corazón latía con suma preocupación. La Kusajin adoptó una pose ofensiva mientras concentraba chakra en su pierna, de la misma manera que contra el criminal. A pesar de su fuerza, Ranko no sabía si una patada sencilla sería suficiente para deshacerse de la puerta. Pero diez patadas era otra cosa. Pensó por un instante, llevándose la mano al portaobjetos, aunque desistió.
”Si supiera exactamente dónde está parada la mujer, y si tiene apresado al señor, podría entrar y lanzar un shuriken. Pero estamos a ciegas…”
Entonces, aquel hermoso canto de Ayame comenzó de nuevo. Y la de la trenza no esperó más.
”¡Shunjukkyaku!”
La ráfaga de patadas fue más que suficiente para romper la madera alrededor de la cerradura, logrando que la puerta se abriera de par en par, aunque le dejaba una fea área astillada. Justo después del impacto, Ranko escucharía a la criminal:
—¡EH, TÚ, DÓNDE TE CREES QUE VAS!
”Lo ha soltado” pensó al instante la de la trenza.
En el momento en que se abriera la puerta, Ranko daría un salto hacia adentro, ligeramente hacia un lado, buscando no chocar contra el posadero, si es que éste estaba caminando o sin restricciones. Luego, calculando que el espacio en el cuarto fuese similar a aquel que le habían dado, daría un salto más hacia la mujer, mientras desenvainaba su wakizashi. Buscaría bloquear su arma, pues según su amenaza de degollar al hombre, tenía empuñado algo de filo.
Esperaba ser lo suficientemente rápida, o tomarla con la suficiente sorpresa. Realmente lo esperaba.
¤ Hakuto no Shunjukkyaku ¤ Diez Patadas Instantáneas del Conejo Blanco - Tipo: Ofensiva - Rango: B - Requisitos: Taijutsu 50 - Gastos: 60 CK - Daños: 100 PV - Efectos adicionales: La pierna usada se acalambra durante el siguiente turno, por lo que no se puede lanzar patadas con ella. - Sellos: - - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
El usuario concentra una enorme cantidad de chakra en una pierna y la libera en una ráfaga de diez patadas que se ejecutan en sucesión en extremo rápida, al punto que se dan en un segundo y medio. Aunque cada patada por sí misma no es tan fuerte, la ventaja del Shunjukkyaku es la velocidad a la cual las propina. El usuario tiene que estar sobre terreno firme para ejecutar esta técnica.
21/11/2019, 20:43 (Última modificación: 21/11/2019, 20:46 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Las patadas de la Kusajin acuchillaron la puerta sin piedad, que terminó cediendo a la fuerza de sus piernas y, rindiéndose ante su superioridad, se abrió de par en par con un sonoro golpetazo. Y la escena se representó frente a sus ojos: El tabernero había conseguido refugiarse en un rincón de la habitación, y ahora temblaba aterrorizado, hecho un ovillo. Mientras tanto, la criminal había abandonado la atención sobre el hombre y se había vuelto inmediatamente hacia Ranko, sorprendida por la intromisión. Entre las manos llevaba una navaja, una insignificante navaja que nada tuvo que hacer frente a la wakizashi de la kunoichi y se vio bloqueada con insultante facilidad. Pero la mujer era rápida y escurridiza como una cobra y, aprovechando la cercanía, intentó dar un paso a un lado y arremetió con una nueva puñalada contra el abdomen de Ranko.
Ayame se había adentrado en la habitación, pero había preferido confiar a la mujer a Ranko y se había acercado a socorrer al aterrorizado tabernero. Pasó su brazo por detrás de su cuello y le ayudó a abandonar la habitación para escapar.
¡Lo habían logrado! Parcialmente, al menos, pues el señor de la posada estaba siendo extraído de la habitación por Ayame. Ranko, por su parte, había bloqueado exitosamente el navajazo de la criminal.
La mujer no perdió tiempo y atacó de nuevo. Algo que alegraba a Ranko era que, a pesar de que sus piernas no eran demasiado rápidas, sus manos sí lo eran. No debería entonces costarle mucho bloquear de nuevo la pequeña hoja de su oponente al empuñar a Higanbana con ambas manos. Aprovecharía el bloqueo para lanzar un golpe con la empuñadura de su espada directo al rostro de la mujer. Si conectaba, continuaría con una patada también a su rostro. No quería dejarle tiempo para reaccionar, y cuanto más pronto pudiese noquearla, mejor.
Ranko, por supuesto, no pensó en utilizar el filo para acabar con la mujer.