"¡ARGH! Abuelo, más te vale que exista una buena explicación para esto." El genin de la Lluvia caminó hasta el borde de la cama, tirándose de planchazo sobre la misma, mientras su rostro se perdía entra las almohadas. Mucha acción en un día y era el primero de muchos. ¿Acaso el encargo estaba relacionado con el festival? "Ese par de Uzijines también fueron una sorpresa. Si en dado caso me toca quedarme aquí, supongo que podré examinarlos de cerca. No voy a volver a cometer el mismo error de prejuzgar cómo me pasó en las Escaleras al Cielo. Quizás pueda divertirme un rato~"

Cerró los ojos, dejándose llevar por el cansancio. No tenía demasiado sueño, pero le bastaría tomar una pequeña siesta antes de que llegara la hora de la cena.

El Uchiha, firme en su promesa interna, mantuvo la boca cerrada a pesar de las preguntas de Riko. No fue hasta que entraron a la habitación, y tras cerrar con llave la puerta, que se permitió el lujo de abrirla.

—Un Genjutsu —le respondió, sincero, mientras se quitaba la túnica y el jersey interior. Se desató las botas y las tiró contra la pared, así como los calcetines. Dios, odiaba aquellas botas. La arena. El eterno calor. Qué ganas tenía de volver a la Villa—. Le hice contemplar el futuro. Le hice ver lo que le pasaría si volvía a atacarme.

Se echó sobre la cama, molido. Pese a que habían ido en camello durante todo el camino, tenía los músculos de las piernas agarrotados.

—Pues tú me dirás que quieres hacer con lo del festival, Riko. Sé que soy tu superior y podría decidir yo, pero en esto me gustaría llegar a un consenso —le reveló. Estaba bien abusar de su poder de vez en cuando, pero no a todas horas. Uno tenía que tener cierta ética—. Si me preguntas a mí, te diré que no me apetece una mierda. Que estoy harto del puto calor, que me pone de una mala leche que no veas. De la arena. De la comida de por aquí. Pasarme cinco días ayudando a estos por algo que ni siquiera debía pagar yo me parece abominable. Y, aunque fuese mi culpa, exagerado. Así te lo digo. Por mí aceptamos la cena y la cama por esta noche, pero nos pegamos el madrugón del siglo y nos largamos antes de que nadie se dé cuenta. Y a tomar por culo.

Datsue, a pesar de estar solos prefirió esperar asta estar en el interior de la habitación para responder a las dudas que le había planteado el Kaguya.

—Un Genjutsu. Le hice contemplar el futuro. Le hice ver lo que le pasaría si volvía a atacarme.

Riko asintió, sin duda alguna, aquel chico era una caja de sorpresas, por lo que ya se esperaba que fuera capaz de utilizar cualquier tipo de técnicas, y también prefirió permanecer en la ignorancia respecto a lo que le había mostrado a aquel tipo.

Después el Uchiha le explicó su punto de vista de toda la situación y lo cierto era que Riko estaba de acuerdo en casi todo con él, además, a él tampoco le apetecía trabajar y retrasar cinco días la vuelta a casa por algo que no deberían estar pagando ellos, por lo que asintió.

—Está bien, tenemos que tener los camellos preparados para cuando queramos salir. — Replicó el muchacho. —Hasta entonces tendremos que actuar normal. — Se encogió de hombros. —¿A qué hora tienes pensado que salgamos mañana?

El Uchiha asintió, conforme. No supo por qué, pero se había esperado algún tipo de protesta por parte de Riko. Quizá, por quedar bien ante los pueblerinos. O simplemente porque veía que tenía posibilidades con la dueña del local —único motivo de peso por el que Datsue se sacrificaría a quedarse—. Pero, por el contrario, en aquel caso eran de ideas parecidas.

—Estupendo —respondió—. Pues… ¿Decidimos hora tras la cena? Seguramente quieran que les ayudemos mañana temprano, así que con levantarnos una horita o dos antes de lo que nos pidan llegará. Debería llegar.

—Estupendo. Pues… ¿Decidimos hora tras la cena? Seguramente quieran que les ayudemos mañana temprano, así que con levantarnos una horita o dos antes de lo que nos pidan llegará. Debería llegar.

Riko asintió mientras se daba la vuelta y se iba hacia la puerta, para salir e ir a su habitación.

—Bueno, pues nos vemos entonces en la cena, voy a darme una ducha, que el viaje por el desierto... — Se olió la axila y puso cara de asco. —Hasta ahora.

Entonces el joven se fue a su propia habitación, donde se daría una ducha y descansaría un rato sobre la cama, antes de volver a prepararse para salir de la habitación y dirigirse al salón donde se suponía que iban a dar la cena, esperando encontrarse con Datsue allí.

Datsue soltó una carcajada, divertido, ante la mueca de asco que compuso Riko al olerse los sobacos. No le costaba nada imaginarse cómo le olerían, porque él no iba mucho mejor en cuanto a higiene. Y ya si alguien acercaba la nariz a sus pies… podía salir bien escaldado.

Así que el Uchiha, pese a que le costó levantarse de la cama, también fue a darse una buena ducha. Luego, pasó el resto del tiempo tumbado en la cama, medio adormilado. Reponiendo fuerzas.

—Ya debe ser la hora…

Se vistió de nuevo, y arrastró los pies hacia las escaleras tras cerrar la puerta con llave. «Por favor, que haya algo rico. No más cucarachas asadas, joder...»

El salón comedor era bastante grande, ubicado en el centro del hotel. Dos pares de escaleras por cada ala del salón permitían a los comensales bajar donde estaban dispuestas varias mesas para hasta cinco personas cada una. Todo el interior era de maderas talladas, siendo el piso de tablas finas de importación. Pese a lo caro de los materiales, el ambiente se antojaba familiar y condescendiente. La pianola sonaba sola, reproduciendo una simple tonada impresa en su rollo. Muchas personas, ya sea en familia o en solitario ya estaban dispuestas a comenzar con la cena.

Se podía ver a Renko la tabernera, repartiendo platos por las mesas. Era una comida sencilla, con huevos de codorniz en salsa ranchera, frijoles negros volteados, nachos y algo de queso. Sólo alguien de buen paladar notaria que los ingredientes empleados en su preparación eran frescos y de altísima calidad. Una taza de café y una copa de jugo de naranja para cada uno era la bebida proporcionada.

El Yotsuki despertó tras el leve descanso, bajando por las gradas mientras usaba la palma de su mano para cubrirse la boca mientras bostezaba. Luego de la cena seguramente dormiría cómo una piedra.

Al descender pudo notar la presencia nuevamente del muchacho del mohicano, quién sabe su compañero también estaba cerca. Lo cierto es que el de cabellos tricolor prefería algo de plática y compañía, siendo que aquel par eran las únicas caras que conocía en ese lugar. No tardó en meterse las manos a los bolsillos y acercarse para preguntar.

—Hello~ Saludó con una sonrisa un tanto apagada. —¿Les molestaría si compartimos mesa? Quizás podríamos continuar con la charla que teníamos en la tarde antes de que nos interrumpiera aquella escoria. En este pueblo no tengo ningún otro conocido con quién compartir—. Se encogió de hombros.

Nada más bajar, el Uchiha no pudo evitar prestar atención en un detalle. Un detalle invisible, que no estaba, pero que resaltaba precisamente por su omisión: ningún pianista estaba tocando el piano. Y, aún así, este sonaba como si lo hiciesen.

—¡Oh, cómo mola! —exclamó, acercándose al piano para inspeccionarlo brevemente—. Había oído de este ingenioso truco, pero nunca había visto uno en persona. ¿Cómo funciona exactamente? —preguntó, a todos y a ninguno en concreto. Su mirada pasó de la tabernera, a Roga, y por una serie de rostros a los que no ponía nombre. Esperaba que alguien saciase su curiosidad y no pasasen todos de él. Sería muy triste.

Fuese como fuese, decidió sentarse al lado de Riko, y ojeó la comida que estaban repartiendo. «¿Codorniz? Joder, espero que le hayan sacado las tripas». Una vez las había comido en un restaurante, y había dejado el plato hecho un asco.

—Hello~ ¿Les molestaría si compartimos mesa? Quizás podríamos continuar con la charla que teníamos en la tarde antes de que nos interrumpiera aquella escoria. En este pueblo no tengo ningún otro conocido con quién compartir

Riko miró al muchacho y asintió con la cabeza, no era agradable no conocer a nadie en un lugar y tener que apañártelas, por lo que no iba a negarle una charla.

—¡Claro! Sin problema.

Por otro lado Datsue parecía bastante sorprendido con aquel piano que tocaba por sí solo, algo que, siendo realistas sí que era sorprendente, pero Riko tenía la misma idea que él, es decir, ninguna.

—A mi no me mires, los músicos sois vosotros. — Diría encogiéndose de hombros.

Los platos que servían tenían todos una pinta excelente, lo que hacía que agradeciera que les hubieran dejado quedarse allí, aunque fuera solo por aquella noche si todo salía como los uzuneses pensaban.

—Oye Roga, ¿qué es lo que querías del padre de Homura? — Preguntaría justo antes de meterse un puñado de nachos con queso a la boca.

El Yotsuki se sentó en el lado opuesto de la mesa dónde se sentaron los uzijines, quedando frente a frente con ellos mientras les servían sus respectivos platos. Datsue hizo hincapié en la pianola, ante lo cuál rió levemente el de cabellos tricolor. "Ese armatoste no es nada comparada a la verdadera tecnología de Amegakure."

—¿A qué es interesante eh?— Constató la curiosidad del Uchiha. —No es mi tipo de instrumento, pero tengo entendido que tiene unos fuelles de aire que se accionan si alguien pedalea o con algún mecanismo neumático. Quizás tenga una batería o quizás haya que darle cuerda cómo a una caja sorpresa, no estoy seguro de cual será este. El asunto está en que el rollo de papel tiene unos agujeros según las notas, así que cuando el aire pasa a través de ellos de alguna forma ejerce presión y el macillo golpea las cuerdas de las teclas— Movía las manos cómo intentando simular las partes del instrumento, aunque apenas y tenía una idea genérica del asunto. —No sé cómo funciona exactamente, es algo mecánico y científico, pero la idea general es esa.— Su padre probablemente se extendería dando una explicación exageradamente lógica y detallada sobre el funcionamiento de la máquina, pero el joven King no era esa clase de nerd.

Observó su plato y no dudo ni un segundo antes de tomar pan de una canasta que estaba en el centro de la mesa, dándole un mordisco mientras tomaba una porción de frijoles. "Vaya, están tan buenos cómo los de mi mamá." La conversación continuaba, siendo esta vez Riko el que puso el tema en la tabla. Rōga tragó y tomó un poco de jugo antes de contestar, no quería hablar con la boca llena.

—Muy buena pregunta, muy buena pregunta. A mí también me gustaría saber que rayos tengo qué hacer aquí— comentó, socarrón. —Me enviaron acá para entregarle algo a ese señor, con la pena de que al hacerlo debía recibir instrucciones y ayudarle en algo. Pero, well, ya vieron cómo resultó—. Bebió un poco más. —Esperaba que al llegar aquí pudieran explicarme el motivo, pero en estos momentos no me queda más que resignarme. Podría estar aprovechando el tiempo para componer mi siguiente éxito pero noooo, el viejo ya está muy cansando y tenían que mandarme a mí cómo recadero— Rodó los ojos mientras se metía otra cucharada de frijoles a la boca.

"¡Ni siquiera es una misión que me vayan a pagar maldita sea!" Menos de tres meses cómo genin y ya sentía que toda su carrera tanto de shinobi como de ídolo del rock estaban estancadas. Tragó y suspiró, creía que tras resolver las dudas de sus interlocutores era su merecido turno de preguntar algo.

—Lo de esta tarde fue de miedo...— Cerró los ojos y negó lentamente con la cabeza, para luego alzar la vista hacia Datsue. —¿Qué pretendías respondiéndole así a ese matón?— Arqueó las cejas. —¿No crees que fue demasiado drástico ponerse en ese plan? Una cosa es agarrarse a puñetazos y otra sacar una espada. Alguien pudo salir herido o incluso muerto— lucía acongojado, no tenía interés en ocultarlo. Deseaba confrontar la opinión del Uchiha, saber si este realmente estaba dispuesto a asesinar a alguien sólo por hablarle en mal tono. "Sin mencionar que él le hizo algo. La actitud neurótica del bandido fue anormal incluso dentro de los estándares de la anormalidad."

Datsue escuchó como un genin a su Kage la explicación de Roga sobre el mecanismo del piano. Era increíble el ingenio que tenía la gente para crear semejantes maravillas.

—Claro, claro. Comprendo. Una idea tenía yo ya… —No tenía ni la más pajolera idea.

«Bueno, hora de probar esas codornices». Mientras Riko y Roga hablaban, él comía. Primero probó la codorniz, con las manos —quizá alguno emplease los cubiertos, pero a él le parecía una pérdida de tiempo—. Luego, los frijoles. Descubrió que no le gustaban. Rápidamente pasó a los nachos, y aquello era otra cosa. Tuvo que repetir de lo ricos que estaban.

—Lo de esta tarde fue de miedo... ¿Qué pretendías respondiéndole así a ese matón? ¿No crees que fue demasiado drástico ponerse en ese plan? Una cosa es agarrarse a puñetazos y otra sacar una espada. Alguien pudo salir herido o incluso muerto.

Datsue dio un trago a su vaso de agua.

—Solo era para asustarle un poco. No iba a ponerme a matar a nadie —le respondió, franco. Atacó de nuevo a los nachos—. Como ninjas que eres —dijo con la boca llena—, sabrás que estos matones de tres al cuarto suelen achantarse ante un ninja de verdad.

El Uchiha había tirado un farol. Había asegurado su profesión ninja, dándolo por hecho con la misma seguridad de que el cielo era azul. ¿Realmente la tenía? No, pero casi. ¿Qué tipo de chaval de once años —no aparentaba más— se cruzaba el desierto del País del Viento para cumplir con un encargo? ¿Totalmente solo? «Un ninja… o un suicida». Incluso para un shinobi era un viaje duro y peligroso por las inclementes temperaturas y la falta de agua.

Pero la prueba definitiva la había tenido antes, mucho antes. En el momento no le había prestado demasiada atención, teniendo en frente problemas mayores, pero su Sharingan había visto la cantidad de chakra de Roga, así como lo que él llamaba su poder —lo concentrado y brillante que estaba el chakra de una persona—. Ni lo uno ni lo otro eran gran cosa, eso estaba claro, pero superaban al de cualquier civil.

Así que no, Datsue no se había tirado un farol cualquiera. Él tenía las cartas marcadas.

Riko, al igual que su compañero Datsue escuchó con atención la explicación de Roga sobre el funcionamiento de aquel instrumento y, desde luego, había parte que el Kaguya no había entendido, pero prefirió no darle más vueltas, tampoco era algo que le interesase en demasía, se le daban mal todos los instrumentos que había intentado tocar en su vida, como para ponerse con un piano.

—Lo de esta tarde fue de miedo... ¿Qué pretendías respondiéndole así a ese matón? ¿No crees que fue demasiado drástico ponerse en ese plan? Una cosa es agarrarse a puñetazos y otra sacar una espada. Alguien pudo salir herido o incluso muerto.

El pelinegro se atragantó con uno de los puñados de nachos que se metió a la boca y se vio forzado a dar un gran trago de agua para ayudar a que pasara, dándose ligeros toquecitos en el pecho

—Solo era para asustarle un poco. No iba a ponerme a matar a nadie. Como ninjas que eres, sabrás que estos matones de tres al cuarto suelen achantarse ante un ninja de verdad.

Y el genin se quedó con una única parte de toda la respuesta de Datsue.

«¿Es ninja? ¿Cómo lo sabe?»

Miró a su camarada con gesto de sorpresa, pero rápidamente se encogió de hombros y siguió con la comida, probando los frijoles, que le gustaron bastante, si el Uchiha afirmaba que Roga era shinobi, algo habría visto.

Rōga continuó masticando su comida con tranquilidad. ¿Para qué iba a exaltarse? "Je, ¿con que así vamos a jugar?" Así de fácil cómo dieron por sentados sus nombres sin presentarse, así de fácil dedujeron que eran shinobis. "¿Qué harás lobo? ¿Sacrificarás la poca ventaja de información que posees para presumir?, ¿o continuarás el duelo de apariencias?" Terminó de masticar lo que tenía en la boca y después de tragar sonrío levemente.

—Ese bastardito no parecía tenerte miedo, al menos no al inicio— Sus palabras no confirmaban ni negaban la afirmación del Uchiha, sino que siguieron el rumbo que trazó el Yotsuki originalmente con su pregunta. No le gustaba que le cambiaran de tema, además que consideraba innecesario rebatir. "¿Decir no? Quién sabe que tanto serviría. ¿Decir sí? Que se esfuerce él por salir de la duda." Aún mostraba en su rostro aquel semblante alicaído que cuando lanzó la interrogante original, aunque se permitió sonreír levemente. —¿De verdad crees que es tan fácil imponer respeto de esa forma?— La última vez que estuvo en una situación similar, ni siquiera a palos logró aplacar a aquellos cazadores furtivos. —Es que parecía que ibas muy en serio, a mi no me gusta estar en un ambiente tenso como ese—. Se sinceró, por no decir que nunca ha estado en una situación donde sintiese peligro real en el aire.

"Sea la madre. Por mucho que se nos enseñe a contener las emociones es que me niego a que se le de menos valor a una vida sólo por que tal persona hizo tal cosa." No se trataba de ser un novato, ni de ser genin. Su problema es que Él en específico aún era muy niño. Sólo rezaba por que el día en que de verdad le tocara tener que segar una vida, fuese por un motivo donde no quedase otra opción o fuese estrictamente necesario.

Roga ni desmintió ni confirmó el farol de Datsue, lo cual no hacía otra cosa que fortalecerlo. Si no lo fuese, ¿acaso no lo negaría en el momento? Callarse solo era una opción si lo era, pero no quería revelarlo. Se preguntó si pertenecía a alguna villa —imaginaba que Uzu no, o no tendría reparo en decir quién era—. Datsue y Riko no habían dicho de qué Villa eran, pero el nombre del primero era lo suficientemente conocido dentro de la aldea como para que un compatriota supiese que era él.

Es lo que tenía ser un jinchuuriki, para lo bueno y para lo malo.

—No, Roga, no creo que sea tan fácil imponer respeto. Pero hay cierto tipo de gente que no razona con palabras. Su mundo es el de la violencia. Créeme que a mí me gustaría resolverlo todo hablando, pero ya he aprendido que no siempre se puede.

El Kaguya atendía a una charla que, en el fondo no llevaba a ningún sitio, hablaban del pasado, de lo que había sucedido con los bandidos y eso era algo que no iba a cambiar por más que hablasen del tema, por lo que el genin de Uzu se limitó a seguir comiendo, y, de vez en cuando, lanzaba una mirada a su alrededor, esperando ver algo que les sacara de aquella conversación.

El pelinegro alzó el brazo, llamando a la camarera y esperó a que ésta se acercara.

—¿Podrías traerme otro plato de nachos, por favor? — Pidió educadamente. —Y felicita al cocinero de mi parte, ¡está todo buenísimo!