Datsue se encontraba… vacío. Literalmente vacío. No quedaba un solo gramo en su cuerpo que pudiese expulsar, por una vía u otra, y eso, pensó, le convertía en una persona muy limpia.

También se encontraba débil. Con sudores fríos. Con la garganta tan seca que le daban arcadas. Con el estómago retorciéndose y retorciéndose en su interior. Estaba, para qué engañarnos, en la mierda. Y lo único que quería era subir a su habitación, tumbarse en la cama y no levantarse en una gran, gran temporada.

Así pues, tras mirarse al espejo y comprobar que estaba mínimamente presentable, se abrazó al estómago y arrastró los pies hasta el comedor.

Pero tras llegar nuevamente al comedor, el Uchiha notaría que ningún alma yacía ya en aquel lugar. Quizás alguien podría tomárselo cómo un mal servicio, ya que los encargados no habían recogido los platos sucios, pero también había algunos aún con la comida a medias. Incluso, un plato de frijoles aún humeante estaba abandonado sin que nadie lo degustara. ¿Donde demonios estaban los comensales? La única presencia ahí era la camarera de anteojos que bajaba a toda velocidad por las escaleras con un botiquín de primeros auxilios en mano, pero que tropezó justo cuando pisó la última grada.

—¡Ay, ya, ya yai!— Se sobó el trasero, solo para luego alzar la vista y ver al Uchiha salir de los sanitarios. —¿Q-qué te pasó?— Parpadeó varias veces y se ajustó las gafas al ver la demacrada apariencia del joven uzujin. —¿Acaso te bebiste el agua de los abrevaderos en el camino?— Sin embargo, aquella misma pregunta le hizo recordar que no tenía tiempo para escuchar la respuesta. —¡Ay diablos lo olvidé!— Se llevó ambas manos a la cara y se sonrojó como un tomate, mirando a todos lados en busca de la cajita con los utensilios médicos. —¡Perdónconpermisotengoprisa!— Recogió la cajita y salió corriendo al exterior.

Afuera las cosas se estaban poniendo color de hormiga y la tensión de los combatientes aumentaba. Por increíble que parezca, Mano Cortada pudo ponerse de pie, arrancando sus ropajes superiores en el proceso y dejando a la vista todo su torso, con algunas quemaduras bastante feas eso sí, pero el gigante a pesar de ello seguía en pie de guerra.

—Así que su lenguaje es la violencia... Bien, ¿cuantos golpes en la cabeza debo darte para que entiendas el NO?— Chocó su puño contra la palma de su zurda.

—Ya estoy...

Antes de terminar su frase el hombre hizo gala nuevamente de su velocidad para abalanzarse contra el jefe del trío, el cuál si bien lucía sorprendido, le bastó un simple salto para dejar que el grandulón pasara de largo.

—¡Me tienes harto!— En cuanto su líder se apartó del camino, realizó tres sellos y escupió agua, la cual rápidamente tomó la forma de un tiburón que se abalanzó en su contra y estalló, lanzándolo en dirección contraria, provocando que escupiera sangre en el proceso ante el impacto en su estómago.

A la vez que esto ocurría, el tercero de los renegados se relamía de satisfacción al ver al Kaguya exasperado, pues pese a su esfuerzo para lucir estoico, no lograba esconder sus emociones ante la detallista mirada de su oponente. Sin embargo, el bandolero se cansó que le menospreciaran y rápidamente lanzó una de sus extrañas navajas al shinobi que Riko confrontaba.

—¡Jódete!— Gritó furioso, pero dada su mermada puntería, esta no hizo más que pasarle a un lado de la cara, llevándose algunos cabellos en el proceso.

—¿¡Qué mierda!?— Volteó a ver al rubio, un tanto soprendido. No estaba muy seguro de dejarse al descubierto teniendo a un shinobi tras de sí, pero no podía tolerar la interferencia del otro. —¡Vete al infierno!— De su cintura desenvainó un ninjatō, dando un salto para arremeter contra Bandō con la katana en ristre.

Entre tanto, el clon y el Yotsuki llevaban al herido con Asobu, el cual estaba terminando de vendar al anciano, aunque había algunos otros heridos que por su cuenta se acercaron al médico pidiendo auxilio y este se veía un tanto sobrecargado.

—¡Recuesten a ese hombre aquí y de ser posible con la pierna en alto!— Señaló rápidamente un barandal de madera. —Maldición, aquí no puedo tratarlos como se debe— Bufó molesto.

—Aún faltan algunas personas que si bien no están heridas, si que resultaron afectadas psicológicamente, por lo que no debería ser problema traerlas— Comunicó el de cabellos tricolor.

—¡Asobu-kun!— La camarera castaña que había salido del hotel corrió hacia el médico con el preciado equipo en manos, aunque la pobre muchacha se encontraba sin aliento y se tumbó de rodillas nomás llegar. —Pensé que ibas a necesitar esto— Extendió su brazo. —No podemos quedarnos acá afuera, deberían llevar a los heridos dentro del hotel donde es mas seguro. Se que a la patrona no le molestará, es una emergencia después de todo—. Dijo aún con la respiración agitada.

—Me parece una buena idea, intentaré hacer lo mejor que pueda— Asintió mientras observaba al clon de Riko, esperando que este reaccionara de forma positiva.

Mano Cortada, en un esfuerzo estoico se puso en pie, a pesar de las quemaduras que, a juzgar por su aspecto eran algo más que un simple quemazón, y aún así se abalanzó sobre el jefe de los bandidos, pero haciendo un alarde de velocidad le esquivó sin apenas inmutarse para justo después lanzarle un tiburón formado enteramente de agua que se llevó al gigantón por delante con toda su furia.

Por su parte, Riko sabía que se le notaba la poca seguridad que tenía en esos momentos, y eso le ponía aún más nervioso pero por suerte para él, Bandō decidió llamar la atención suficiente como para que la mirada del malhechor se centrara en él, por lo que el Kaguya pudo respirar ligeramente antes de ver como éste se lanzaba a por Bandō con una katana en ristre dispuesto a pegarle un tajo, pero el golpe nunca llegaría ya que la jatana del hombre se encontraría con una de las muchas espículas óseas que rodeaban ahora a Riko bloqueándola.

—Soy yo el que tienes delante, no te centres en otro. — Y tras soltar aquella frase con la voz más valiente que pudo una gota de sudor rodó por su rostro, estaba demasiado nervioso, pero tenía que aparentar ser capaz de manejar aquella situación.

Rápidamente giró sobre sí mismo tratando de hacer que el malhechor se fuera de allí con unos cuantos tajos de recuerdo.

En el otro lado del conflicto, Roga y el clon de Riko llevaron al herido hasta el médico y justo entonces el clon se deshizo. El Kaguya no era aún muy diestro en el combate y no se podía permitir tener un clon en otros quehaceres, aunque aquello ralentizara el proceso de evacuación de la zona.

A Datsue se le pudieron pasar muchas cosas por la cabeza cuando vio la mesa sin recoger ni clientela, mas hubo una que ensombreció al resto: era su momento de suerte. De aquel modo, nadie sabría lo que le había pasado. Nadie intuiría nada ni vería el aspecto lamentable en el que se encontraba.

De suerte, sí, pero no de milagro. Para eso ya tendría que haber sido perfecto, sin que una camarera bajase por las escaleras y posase sus ojos en él. No obstante, la muchacha parecía tener mucha prisa, porque no había terminado de hacerle una pregunta cuando ya estaba gritando de nuevo y corriendo hacia el exterior.

«¡Es mi momento!» Avanzó torpemente, rodeando la mesa y cogiendo, de paso, un vaso de agua que había por allí. Sabía que a lo largo de la noche necesitaría hidratarse, muy poco a poco para no irritar de nuevo su estómago. Subió por las escaleras de una en una, arrastrando un hombro por la pared, y se tambaleó como un muerto viviente hasta su dormitorio.

«Solo un esfuerzo más…» Cambiarse de cintura para abajo. Darle un sorbito pequeñito al vaso. Y entonces… Entonces se tiraría en la cama y no volvería a levantarse hasta el día siguiente. Pero el jodido ruido proveniente del exterior empezaba a molestarle. ¿Qué demonios estaba pasando para tanto jaleo?

Obligándose a hacerlo, abrió la ventana y asomó la cabeza. Y, lo que allí se encontró…

...Y lo que allí encontró fue una escena al más puro estilo de las películas del oeste. Criminales, mujeres llorando, fogatas ardientes. El único problema era que no se trataba de una actuación, sino de una crisis. La luna se escandalizó con el incidente y levantó las faldas del cielo para cubrirse con las nubes. Los que hacían de héroes eran Riko y Rōga, con las dificultades que aquello conllevaba.

—¡Fuu!— No pudo decir nada más al ver al clon de huesos deshacerse y desaparecer. —Demonios— Ladeó la cabeza para buscar al ejecutor y creyó localizarlo en medio de un combate con uno de los criminales. —Al diablo. Lamento no poder ayudarles más, pero otras cosas necesitan de mi atención, y por cosas me refiero a esos rufianes— Aseveró.

—¿Estás seg-? Pero antes de poder preguntar algo el muchacho ya se había lanzado a correr en medio de la trifulca.

—No nos distraigamos, debemos llevar a estas personas adentro. ¡Vamos, vamos!— Apremió el médico a la muchacha para transportar a los heridos.

Lejos de ahí, Riko se interpuso entre el renegado y el bandido.

—Oye, no soy damisela en peligro para necesitar tu ayuda— Intervino Bandō.

—¿De qué circo te sacaron...?— Inquirió al ver los huesos del uzujin brotar hacia afuera. Apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando el Kaguya empezó a rotar, recibiendo algunos cuantos cortes superficiales antes de saltar para atrás con tal de evadir la fuerza centrífuga del ataque. El tipo no sólo era perspicaz, sino bastante diestro también. Al menos, en eso le superaba. —Creí que solo habían dos shinobis en la zona—. Realizó un simple sello con una mano y escupió otra nube de polvo, esta vez no tan densa ni tan grande cómo la primera pero que de todas formas era molesta. —La consistencia de tu chakra es tan lamentable que no pude percatarme de tu presencia antes, aunque no tengo ningún interés en alargar esto más de lo necesario—. Justo al terminar de decir aquello, una bala de aire comprimido de no más de ochenta centímetros de diámetro se dirigiría de frente hacia Riko, que de impactar le empujaría con bastante fuerza hacia atrás.

El Youtsuki no podía llegar hasta su posición, pues el paso se le vio cortado por los otros dos criminales que amenazaban con rematar al gigantón que se retorcía en el suelo.

—¡Métanse con alguien de su tamaño!— Nunca antes esa frase había sonado tan fuera de lugar, aunque el mensaje era lo que menos importaba. Lo importante era cómo se sacaba dos shuriken de su chaqueta con la mano derecha y las lanzaba en dirección al líder, aunque estas estaban bastante separadas entre sí y parecía que iban a pasarle a los lados. Mientras, el chakra chillaba y brillaba en su zurda, realizando un movimiento semi circular para disparar varias agujas en contra del de los ojos vendados.

—Sadao volvió a equivocarse de nuevo— Las agujas aparentemente se clavaron en su cuerpo, pero de inmediato una nube de humo lo cubrió y en su lugar sólo quedó un tonel para agua vacío y con varios agujeros.

—¡No me jodan!— Exclamó molesto mientras volteaba a ver al otro sujeto.

Para su sorpresa, el hombre estaba de pie, con una wakizashi en mano, en la cual yacían enredadas colgando las dos shurikens, pendiendo de un hilo.

"Ay no. Ahora quedé cómo un idiota."

AO Revelada: Atar hilo en medio de 2 shurikens.

El tipo, haciendo un alarde de su velocidad y destreza, esquivó con demasiada facilidad el ataque del Kaguya, lo cual no hizo más que agudizar las precauciones que el genin tomaría a partir de ese momento.

—Creí que solo habían dos shinobis en la zona—.

Riko escuchó al malhechor sin quitarle la vista de encima, lo cual le permitió ver el sello que realizó con una mano justo antes de escupir una nube de humo bastante menos densa que la que había realizado apenas unos momentos antes, por lo que el uzujin sabía que no podía quedarse quieto esperando un ataque que no podría ver venir.

—La consistencia de tu chakra es tan lamentable que no pude percatarme de tu presencia antes, aunque no tengo ningún interés en alargar esto más de lo necesario—.

Y en cuanto terminó de hablar una bala de aire comprimido hubiera impactado en Riko de no ser porque éste había comenzado a moverse un instante antes de que terminara de hablar, corriendo hacia un costado.

—Bueno... La consistencia del chakra no es lo más importante, ¿no?

Y de nuevo empezó a correr hacia su oponente, recortando distancia para poder ponerse nuevamente a cuerpo a cuerpo para poder explotar su potencial.

—La madre que les parió…

Pero, ¿qué coño había pasado en su ausencia? Les dejaba cinco minutos solos y ya se mataban a palos. Aquello era un caos absoluto. Gente luchando entre sí; corriendo de un lado para otro, histéricos; chillidos; fuego…

—Joooodeeeeeeeer… —activó el Sharingan y refrenó sus ganas de ejecutar su técnica ígnea estrella y cortar con todo por lo sano. Se llevó una mano al estómago. Lo había vomitado todo, pero o la adrenalina hacía milagros, o no se sentía ni al cincuenta por ciento—. Sí… Mejor anestesiarme primero.

Tras una corta secuencia de sellos, se implantó en el cuello el Sello del Dolor. Ahora su cuerpo se había convertido en una jodida máquina. Adiós malestar, adiós debilidades. Aunque sabía que tan solo contaba con seis minutos para solucionar aquello.

La pupila de su Sharingan se movió entre el gentío. A un lado, a otro, hasta localizar a su objetivo. «¡Ahí!» Saltó por la ventana y descendió corriendo por la pared en vertical.

—¡Eh, Riko! —llamó, alerta por posibles ataques desde cualquier frente—. ¿Qué coño está pasando? ¡Informe inmediato!

—¡No de nuevo!— El bandolero empezó a correr para salir de la polvareda. Demasiada desventaja tenía en esa pelea. "Si tan sólo las manos dejaran de temblarme otro gallo cantaría." Se alejaría del sitio, al darse cuenta que no estaba en posición de pelea. Si querían perdirle cuentas, ya sería luego.

En el centro de la trifulca, el malherido Mano Cortada intentaba resistir el dolor, pero el ardor de la piel desprendiéndose y el hilo de sangre que manaba de sus comisuras demostraban que no estaba en condición para ello. Aún así, hizo lo posible para sostenerse sobre sus rodillas y sobre sus codos, alzando la vista contra el jefe del trío de renegados, el cual se mantenía impasible y silencioso en medio de tanto caos, enigmático respecto a las cosas que pasaban por su cabeza. Este último, sacudió su espada, tirando las shuriken enredadas al piso y guardando el arma tras ello, sólo para girar sobre sus talones y caminar hasta le grandulón en el suelo.

—¡Epa!— El Yotsuki dio un par de saltos largos para interponerse entre el herido y el criminal. —Mira, que soy el héroe al rescate, así que no puedo permitir que me dejes ignorado en una esquina— Curvó un poco las rodillas y mantenía los brazos medianamente extendidos en caso de necesitar realizar alguna acción.

Pese a que su guardia se mostraba segura, no tenía intenciones de ir a un mano a mano. Desconocía el nivel de habilidad de su oponente, así que era mejor fanfarronear para intentar persuadir al atacante.

—No, no te metas. Es mi pelea— Dijo el gigantón, aún el suelo y llevándose la mano al estómago. —Los extranjeros no tienen porque inmiscuirse en nuestros asuntos. Si yo no pude, tú menos.

—¡¿De qué hablas?! ¡Acaban de apalearte!— Bufó molesto.

Y aún con todo lo que estaba viendo, el jefe mantenía su silencio, observando estoico y sin prisas para actuar. Fue entonces que hubo dos pequeñas explosiones de humo a cada uno de sus costados. Riko no podría encontrar a su enemigo entre el polvo, porque este ahora había aparecido al lado derecho del jefe. Mientras, el que había desaparecido tras el kawarimi nuevamente estaba parado a la izquierda.

—Lo arruinaste— El de ojos vendados movió la mano y giró su cabeza a la derecha para intentar llamar la atención de su compañero que estaba del otro lado, de forma que pudiera verle de frente. —Dijiste que sólo había dos ninjas de los cuales preocuparnos, y ahora tenemos a otros dos niñatos interfiriendo.

—Meh. Estos mocosos sólo sirven para estorbar. El problema es que el peso pesado acaba de venir y esto se terminaría alargando más de lo necesario—. Se cruzó de brazos. —El otro sigue manteniéndose a raya.

—Cómo les gusta hablar de más a ustedes, ¿eh?

El ataque del Kaguya se vio frustrado dado que no encontró enemigo alguno en la posición en la que debía estar, por lo que retrajo sus espículas óseas volviendo a una apariencia normal justo antes de que una voz conocida hiciera acto de aparición.

—¡Eh, Riko!¿Qué coño está pasando? ¡Informe inmediato!

El uzujin volvió su mirada para encontrarse con la de su colega Datsue, y nunca se había alegrado tanto de ver al Uchiha como en aquella ocasión, pero rápidamente obedeció la orden del chico, que no dejaba de ser su superior.

—Aquellos tres tipos... — Empezó buscando con la mirada a los malhechores y señalándoles una vez los encontró. —... Están atacando el pueblo y a toda persona que se ponga por su camino, civil o no, con no se qué fin. — Explicó rápidamente y saltándose muchos detalles.

Entonces cayó en la cuenta de que el Uchiha no debía de estar en sus mejores condiciones dado el ataque que acababa de sufrir en el estómago.

—¿Estás bien como para meterte en esto, Datsue?

Entonces miró a los que eran su objetivo en aquel momento y, a pesar de no poder oírles del todo, sabía que estaban hablando de ellos y que no parecían del todo contentos con la situación y aquello, a pesar de ser una tontería, le hacía sentirse orgulloso, habían frenado el ataque que, de otro modo, habría podido acabar muy mal.

¿Qué si estaba bien para meterse en problemas?

—No —respondió, en voz baja, sincero—. Por eso hay que acabar con esto cuanto antes.

Miró a los tipos que señaló Riko. Dos estaban juntos, frente a Roga y un gigantón tirado en el suelo. Otro, a la izquierda de Riko, más alejado, y sin posibles inocentes alrededor que saliesen malparados de su furia.

De su fuego.

—¡Cúbreme! —ordenó a Riko, haciendo una señal con los ojos a su diestra, hacia la pareja de ninjas. Realizó entonces una rápida secuencia de sellos. Tomó aire. Hinchó su estómago. Y vomitó las entrañas de Amateratsu en aquel tipo—. ¡Toma, hijo de puta!

Una pequeña esfera flamígera pasaría por detrás de Riko, volando como un halcón sobre su presa hacia el de ojos vendados. Iría directo hacia sus rodillas, con trayectoria descendente, para impactar en el suelo dos metros más adelante —para que no alcanzase la explosión a Riko— y estallando entonces en una violenta tormenta de llamas en ocho metros a la redonda.

Comprobaría si su técnica había dado en la diana y enfilaría la mirada hacia los otros, llevándose una píldora de soldado a la boca. Iba a necesitar hasta la más mínima gota de chakra si quería acabar con aquello pronto.

—¡SADAO!— El de ojos vendados tal vez no pudiese ver el ataque venir, pero eso no me impedía escuchar que se aproximaba.

No necesitó que el avisaran, antes de que los labios empezaran a moverse el ya había saltado fuera del camino, aunque sabía que su colega no iba a ser tan ágil cómo él.

"¡Qué dem-!" Apenas y pudo darse cuenta de lo que ocurría. Debía sacar del camino al gigantón, pero con su tamaño y sus fuerzas apenas e iba a poder lograr salvarse él mismo.

—¡Suiton: Suijinheki!— Apenas y le había dado tiempo a realizar lo sellos para poder escupir agua pa defenderse. Sin embargo, aquel fuego era tan potente que no sólo avanzó por los laterales del cilindro, sino que terminó evaporando el agua e impactando de todas formas al sujeto. —¡AHHHHHHHHH!— Se vio totalmente envuelto por las llamas, aún cuando intentó defenderse. La explosión lo terminó empujando algunos metros más atrás y comenzó a rodar por el dolor. De no haber mitigado parte del impacto, probablemente hubiese terminado muerto.

—La puta que me parió...— Se quedó petrificado al ver a su colega retorciéndose cómo un pez fuera del agua. Era el mejor usuario de ninjutsu entre ellos y aún así Datsue lo había machacado. Había sentido su chakra, pero no es lo mismo sentirlo a distancia que verlo en acción. —Jejjejejejeje...— Río nervioso. —Creí que los tres íbamos a poder con él, pero aún sin la interferencia de los dos mocosos estamos condenados sin un plan.

Por su lado, Rōga apenas pudo jalar un par de metros al grandulón y tirarse al suelo. Si bien la explosión no los alcanzó, al Yotsuki no le parecía la idea de usar una técnica tan potente en una calle tan cerrada.

—¡OYE QUE ESTÁBAMOS AQUÍ!— Se levantó de un salto refunfuñando con el puño en alto y mostrando los dientes. —La verga...— Ladeó la cabeza. Estaba más que claro que el Chunin podría acabar con ellos tres, pero no le hacía la gracia que le quitaran el mérito y la gloria de acabar con esos sujetos.

El jefe de los bandidos abrió la boca; al fin le habían hecho mostrar algo de emoción. De inmediato, sacó un frasco de su bolsillo, el cuál estalló en el suelo liberando un extraño líquido que al contacto con el aire pareció esparcirse cómo polutas brillantes que... ¿olían muy bien? Pronto, el aire se inundó de un aroma similar a un perfume, bastante agradable y relajante.

"Esto obviamente no es bueno."

La sinceridad de Datsue le pilló por sorpresa en un principio, aunque no dijo nada, simplemente obedeció y se acercó a él para cubrirle de un posible ataque que le llegara mientras preparaba su técnica, una técnica que, sin lugar a dudas, dejó ver todo el poder que el Uchiha poseía, una bola de fuego recorrió la distancia que le separaba de su objetivo y, cuando llegó, explotó en un mar de llamas.

«¡HOSTIAAAAAAAAAAAAAAA!»

Riko miró a su camarada con los ojos desorbitados, la explosión no había quedado muy lejos de ellos y las técnicas de los malhechores para frenarla había sido en vano.

—¡OYE QUE ESTÁBAMOS AQUÍ!

La voz de Roga llegó a sus oídos, y efectivamente podía haberle dado, pero por suerte nadie inocente parecía haber sufrido daños a causa de la técnica de Datsue.

—Sí que querías acabarlo rápido, sí...

Y entonces vio como el jefe de los bandidos tiraba un frasco al suelo y como de inmediato comenzó a salir un gas que inundó el ambiente, dejando un buen olor, pero rápidamente el Kaguya se llevó el brazo a la cara, tapando de forma efectiva su boca y nariz.

—No creo que debamos respirar eso, hay que dispersarlo cuanto antes. — Informó el genin, aunque suponía que su superior ya habría pensado en ello.

Datsue se sorprendió de su propia fuerza. Recordó cómo, hacía no menos de un año, aquella técnica no producía ni la mitad de explosión. Ahora, tras unos ajustes y mejoras, su Katon provocaba una auténtica tormenta de llamas. Y aún con todo, el de ojos vendados había sobrevivido.

No había mejorado lo suficiente.

—¡OYE QUE ESTÁBAMOS AQUÍ!

—¡Estaba todo calculado! —exclamó apresuradamente, a la defensiva.

¿Cuánto tiempo le quedaba? ¿Cinco minutos antes de que el sello dejase de hacer efecto? No podía perder ni un solo segundo. Su Sharingan centelleó hasta el que parecía ser el jefe, quien justo tiró un frasco al suelo. ¿Un jodido veneno? Se le erizó el vello. Datsue siempre lo había pasado especialmente mal con los venenos. Mezclarlo con una indigestión por huevo era muy, muy mala idea.

Riko opinaba lo mismo.

Saltó hacia atrás mientras encadenaba una rápida secuencia de sellos y aguantaba la respiración. Su diestra voló hasta su portaobjetos, lanzando al poco un kunai con sello explosivo pegado al mango, justo al mismo tiempo que con la zurda daba una palmada hacia adelante, generando un poderoso vendaval que triplicaría la velocidad del arma arrojadiza —que voló directo al pecho de su enemigo— y, esperaba, dispersase aquellas polutas tan sospechosas.

"Ah no señor, que no voy a dejar que me quiten el protagonismo" Que él y Riko fueron los primeros en saltar a la acción, dejar que Datsue se llevara el crédito del trabajo sería de muy mala educación. "Se acabaron las sutilezas."

El jefe no era el jefe por que sí; podía notársele mucho más avispado y diestro que sus otros dos secuaces. Era justamente por eso, que podía preveer las intenciones del Uchiha al ver la secuencia de sellos, que por lago uno de los suyos era usuario del fuuton. Justo cuando el arma arrojadiza estaba por salir en su contra, lanzó una mirada fugaz al lacayo que aún estaba en pie.

—Ya lo sé...— Dijo con desgano mientras intentaba interponerse en el camino, cómo una barrera humana a la vez que realizaba la misma secuencia, aunque sus manos parecían ser mucho más torpes que las del Uchiha, por lo que terminó bastante más tarde, cuando el ataque venía de frente. —¡La-!— Una shuriken iba con su propia palma de viento, pero dada su lentitud de todas formas terminó por comerse parte del estallido. —!raarg...!— Se le puso escuchar decir entre el humo de la explosión, aunque cuando este se dispersara, el tipo estaría tirado de rodillas en el piso, sangrando desde la mitad del rostro y con las ropas dañadas por le lateral izquierdo.

Atrás seguía el jefe, quién sonrío satisfecho al ver que sus peones al menos eran útiles para protegerle.

En cuanto a las polutas brillantes, estas habían volado en dirección a los maleantes, pero este no hizo amago alguno en evitar respirarlas, lo cuál le pareció extraño al joven Yotsuki.

"Alto. ¿No son tóxicas? Si no es veneno, ¿qué son entonces?" Sin embargo, quizás no era buena idea averiguarlo.

—Oye, al menos deja uno para que yo me divierta— Le recriminó a Datsue por dejar fuera a los dos maleantes.

El bandido entonces extendió su capa mostrando lo que tenía en ella... Un montón de frascos iguales, con el mismo líquido adentro.

—¡Ni de broma!— no hubo sellos ni nada, simplemente, su mano empezó a rodearse con electricidad y el sonido de varias aves interrumpió el ambiente. —¡Chidori Senbon!— Agitó su mano y una oleada de agujas fue disparada contra el sujeto.

Este entonces tomó su capa y la batió cómo si intentara desviar el ataque con ella, deshaciéndose de ella mientras todos los frascos estallaban al impacto, expandiéndose con violencia en todo el ambiente.

—Ups...

«Hmm… Interesante. Pero, si no es veneno, ¿entonces qué?» Aquello le tenía muy pero que muy intrigado. Mejor seguir actuando con cautela, si bien no con lentitud. La cuenta atrás para que volviese el malestar a su cuerpo seguía su curso, y entre una cosa y otra, ya había consumido la mitad de tiempo que le quedaba.

Roga, por su parte, que no quería quedarse atrás, ejecutó un jutsu que pasó a ser uno de los favoritos del Uchiha. A Datsue siempre le había gustado el Raiton, y había visto varios de sus jutsus ejecutados por Koko. Su belleza, su letalidad y el hecho de que muchos de ellos no necesitasen sellos lo convertían en un elemento digno de admirar por él. Casi podía decirse que era su favorito, aun cuando jamás lo había dominado.

Si bien cabe decir que el ataque no fue todo lo bien que se podía esperar. El contrincante se defendió con la capa, donde llevaba más frascos que desperdigaron su contenido por el ambiente.

—¡Roga, cuidado con eso, joder! —protestó, mientras formaba el sello de clonación y un Kage Bunshin aparecía a su diestra. Datsue se llevó una mano al bolsillo de su chaleco y le pasó un objeto al clon, con la manera cerrada para que no se viese.

El clon se lo guardó en un bolsillo, y justo en ese momento, ejecutó el Sunshin no Jutsu para plantarse a centímetros del que parecía ser el jefe.

—¡Sorpresa! —exclamó el clon, agarrándole por el cuello para estamparle un sonoro cabezazo en la nariz.