—¡Tú sí que me das asco! —le escupió, en un arrebato de rabia—. ¡A los maestros se les respeta, hijo de puta!

Haciendo equipo con Bando, el Uchiha elevó una pierna y la aplastó contra las partes íntimas del enfermero.

—¿¡Vas a empezar a hablar!? ¿¡Cuál es tu propósito en el pueblo, hijo de puta!? ¿¡Por qué mataste a Kawaraga!? ¿¡Qué buscas!?




«¡Bien!» ¡Sello realizado! ¿Qué técnica había sellado? El Fūton Reppūshō, justo en el lomo, para derribar al jinete que llevase en el momento que se activase. ¿Qué condición tenía? Oh, eso, querido lector, ya deberías intuirlo.

Digamos que guardaba relación con cierta carrera que el Uchiha estaba empeñado en ganar.

El caballo se encabritó, elevándose sobre las patas delanteras y haciendo que Datsue perdiese el equilibrio.

—¡M-mier...!

¡Plas!

La coz del caballo pegó de lleno en un tronco de madera, que estampó contra una pared haciéndolo partir en dos.

—Hostia… puta… —farfulló el Uchiha, a varios metros del animal, y con el Sharingan recién activado—. Ey, ey. Tranquilo, tienes mis respetos, compañero. Ya te dejo en paz —dijo, enseñando las palmas de las manos en señal de tregua.

¿Saben cómo cantan los pollitos? Pian, pian muy agudo. Agudo como el lamento que soltó Asobu en cuanto sus partes nobles fueron pisoteadas por el Uchiha. Agudo como la nota más alta de un contratenor, aunque quizás por mera comparación, castrati sería una analogía más adecuada. Los ojos se le fueron hacia atrás, que aquello le había dolido más que todo lo anterior junto.

—Hombre, dudo que pueda hablar luego de eso— se quitó el sombrero, procediendo a rascarse la cabeza.

Y sin embargo, algo proveniente del exterior distrajo a Bandō. Como una mamá ante el llanto de su bebé que desea que le den su biberón, atendió al relincho furioso que su montura resopló.

—¿¡Galante!?— No se lo dudó ni un segundo. El enfermero pasó a segundo plano; comprobar lo que le estaba ocurriendo con el caballo era ahora su prioridad. Así, se echó a correr a las afueras para ver que demonios era lo que estaba inquietando al animal.

Afuera, la bestia no iba a esperar a que Datsue terminase de hablar. Galopó con toda la intención de embestirlo con el pecho, pues no estaría tranquilo hasta que le mostrase sumisión.

Casi al mismo tiempo, el bandolero saldría del consultorio para observar la escena.

—¿Qué ocurre, Bando? —preguntó, cuando le vio salir corriendo de la vivienda.

Luego le dio una patada en el costado a Asobu. Solo por si acaso. ¿Igual había provocado la espantada del bandolero? Improbable, sí, pero un ninja nunca era lo suficiente precavido.

Afuera, Datsue observaba la determinación del caballo. Su orgullo herido. Su fiereza. Su rebeldía. Su porte. Y le gustó. Le gustó mucho lo que vio.

—Quizá… —dijo, pensativo, antes de saltar hacia la pared de la casa y sujetarse a ella gracias a su chakra, quedando fuera del alcance del caballo. Fue entonces cuando vio a Bando—. ¡Ey! ¡¿Este es tu caballo?!

El caballo se quedó observando desde abajo, agitando la cabeza como si quisiera que bajase para darle su bendito merecido. Muchos no lo sabían, pero en algún par de ocasiones el equino había metido en problemas a su propio jinete, como si los propios no fuesen suficientes. Y hablando de Bandō, este no lucía para nada contento con el espectáculo mostrado... En especial al ver ese rojo nuevamente en los ojos del Uchiha.

—¡Serás animal!— Y no se refería a su montura —¡Claro que es mío! Y más te vale que no le pongas tus sucias manos encima— se acercó hacia la fiera.

Cabe decir, que aquella bestia no estaba totalmente domesticado, por lo que incluso para el bandolero era muy difícil ponerlo en cintura a veces.

—¡Ho-Ho!— haló de las riendas, pero este seguía dando trotes en el sitio, casi tumbando al bandido. —La puta madre, ¡HO!— tiró con más fuerza, tratando de que el caballo agachara la cabeza. —¿¡Por qué mierda estabas fastidiando a Galante!? Algo le hiciste para que pusiera así— Continuó tirando, hasta que el animal fue disminuyendo su actitud agresiva.

Por un momento, el caballo negro hizo un ademán de cabecear a su dueño, que este en reflejo le soltó y dio un paso para atrás. Justo después de esto, el animal parecía un tanto más sereno, pero seguía con las orejas un poco inclinadas.

—¡Serás animal!— Y no se refería a su montura —¡Claro que es mío! Y más te vale que no le pongas tus sucias manos encima.

—¡Jamás haría daño a un animal! —exclamó, indignado. Datsue podría tener muchos defectos, pero no ese. El sello que le había colocado tan solo haría daño a su jinete, y a nadie más.

—¿¡Por qué mierda estabas fastidiando a Galante!? Algo le hiciste para que pusiera así.

Datsue se dejó caer, flexionando las rodillas al aterrizar en el suelo, tras ver que el caballo empezaba a serenarse.

—Deja de tocarme los huevos, Bando. Ya te dije que no le hice nada.

Se llevó un pulgar a los labios, pensativo. Galante era un caballo fuerte, veloz, con carácter y muy mala uva. En aquel momento, el Uchiha no pensaba en la carrera, sino que…

Sino en que podía ser la semilla perfecta de un Intrépido.

—¡Bando! Quiero que Galante cubra una yegua de mi elección. Quiero un potro suyo —le soltó, sin rodeos ni florituras.

¿Asobu? Asobu podía esperar…

—¿Qué?— El bandido se descolocó ante la pregunta, pues era algo tan repentino y tan fuera de contexto que le mareaba más que el hecho de que hubiera tantos clones de Datsue, como si uno no fuese suficiente. —Ahmm...— Una mecha de cabello se resbaló y se la tuvo que recolocar. —Pues, no se que decirte— parpadeó. —Aunque espero que no creas que te prestaré a Galante de semental así de gratis. De por sí me has subido la bilis para que me pidas eso de repente— Estaba entre confuso y enojado.

—Vamos, vamos. Tenemos algo bueno tú y yo yendo aquí, ¿o no? Codo con codo, erradicando al cáncer que se había colado en este gran pueblo. Como Asobu. ¿Sí o no?

¿Qué le había pegado un puñetazo en la nariz? Sí. ¿Qué le había mostrado su propia muerte con el Sharingan? También. Pero, ¡ellos eran de la calle! Hombres que vivían de estar en el fango. ¡Nada que no se pudiese solucionar con un par de cervezas y un buen brindis!

—Tú piénsatelo, ¿eh? Ahora… ahora toca resolver lo de Asobu.

Le guiñó un ojo, antes de entrar en la vivienda y encontrarse con todo el percal: Asobu, siendo molido a palos por su clon, quien parecía haber sido invadido por el espíritu de Shukaku.

—¿Por qué no empiezas a explicarme…? No, mejor, desaparece y lo sé de una. —Sabía cuánto se podían enrollar sus clones.

¡Pluff!

—La… hostia. ¿En serio, Asobu? ¿En serio? —preguntó, asombrado—. No me esperaba esto de ti. ¿Y Riko? —recordó de pronto. Todos sus clones habían pasado de su Genin—. ¿También le envenenaste?

—Ehhhh...— No sabía si creerle. ¿Podía simplemente dejar todo atrás cómo si nada? Quizás se estaba equivocando con él. "¡No! ¡Mierda no!" Y sin embargo, parecía que el Uchiha era sincero. "Bueno, la tercera es la vencida. Quizás por esta vez, pueda confiar en él, unidos contra un mal mayor." Ay del iluso de Bandō, sin saber que la tercera ya se le había pasado por debajo de sus narices.

Asobu tosió un poco de sangre mezclada son saliva, algo interno tenía un daño. Harto, finalmente explicó su plan.

—Ya te había dicho que nadie que no se interpusiera en mi camin- bufó de dolor. —saldría lastimado. Fue una mera casualidad que se enfermara cuando Homura estaba compartiendo botana con él, simplemente me aproveché de ello para que fuese una coartada creíble de mi ausencia—. Tomó un respiro después de semejante paliza.

»Báihū Zhāo era mi objetivo. Ya que aquellos renegados habían estado causando problemas con las aguas envenenadas en las cercanías, usé de tapadera mis conocimientos médicos para ayudar a la gente del pueblo aliviando a aquellos que sufrían por las toxinas y que fuese creíble mi subterfugio. No iba a erradicarlos, ya que eran mi seguro para pasar desapercibido. En un inicio, maté a Kawaraga ya que se resistió a darme la clave sobre la preciada arma sagrada y así robar el mapa. Sin embargo, el mapa tenía dos partes y por ende no pude obtener la pista completa, ya que la otra mitad estaba en posesión de King Shishio, o bien, estaba. Rōga se lo entregó a Homura y al parecer ambos lograron descifrarla, pero con Riko cerca no podía acercarme a ella. Uno de esos antiguos ninjas de Ame era un sensor, al cuál tuve que asesinar cuando intentó rastrearme. Pasa lo mismo con el Dr. Hayashi, no podía dejar que me delatara. Sinceramente, sigo sin entender cómo carajos lo salvaron sin aplicar dosis intermitentes de adrenalina.

Explicar su proceder no cambiaba las cosas, ni tampoco el hecho de que supieran que iba tras el arma. Lo verdaderamente comprometedor, aún se lo estaba reservando, pero aquello era algo a lo que no tendrían acceso con facilidad. Eso no dependía de Asobu.

¿Báihū Zhāo? Si mal no recordaba, Bando había mencionado aquel nombre. No tenía muy claro si se refería al templo, a la deidad del templo, o al arma en sí. Bando se le había carcajeado en la cara sin aclararle el tema. De lo que sí estaba seguro, es que estaba relacionado con el arma que todo hijo de la Ribera del Sur quería conseguir para sí. ¿Qué tendría tan de especial?

—Así que los bandidos no tienen nada que ver con esto —farfulló para sí. Eran simples distracciones—. Me estás diciendo, entonces, que tú tienes la mitad del mapa, ¿y Roga la otra mitad? —Eso era interesante. Muy interesante…—. ¿Qué demonios hace esa arma, que tanto la deseáis todos obtener?

Bandō, en su ignorante mentalidad, pasó por alto la primera pregunta por parte del Uchiha, aunque se mostró incómodo con la segunda pregunta. Con Asobu fue al revés; sintió curiosidad con la primera, y una torcida sensación de esperanza con la segunda.

—Robar el mapa tras matar a Kawaraga hubiese levantado las sospechas de sus hijos, así que realicé una copia del mismo para mí uso personal. Respecto a lo otro, el mandadero de Shishio y Homura probablemente ya compaginaron las partes en uno solo— Tosió antes de continuar. Y sin embargo, no sólo por la tos, sino para pensar su siguiente respuesta. No sabía exactamente que era el arma, pero si decía eso sospecharían que trabajaba para alguien. Y sin embargo, creyó notar cierto interés por parte de Datsue, ya que al menos la primera pregunta no sería una prioridad relevante si lo único que deseaba era descubrir la verdad. —El arma, es un tesoro cuyo poder no es imaginable por mí persona.

Y el bandido se cruzó de brazos, incómodo.

—Datsue, deja de dar rodeos con preguntas que no son importantes— taconeó exasperado. —No es relevante ya— remató lo más amenazante posible.

Y entonces, Asobu sonrió.

—El ave no puede romper su jaula, ¿pero y si alguien entra a la casa para abrir la reja? Ese alguien debería tener cuidado con el perro de la familia— Y entonces calló, pero no por voluntad propia.

Otra enorme ristra de sellos se hizo presente, pero esta vez se extendieron desde su boca.

—¿No se suponía que sólo necesitabas las esposas? No veo para que lo inmovilizas de nuevo, solo está hablando incoherencias— Afirmó, creyendo que aquello era obra de Datsue.

«Hijos de puta… ¡Y no me han dicho nada!» ¿Querían quedarse con el arma para ellos solos? ¿Por qué razón iban, sino, a dibujar el mapa?

—Calla… Calla, Bando. ¿Es que no lo ves? —preguntó, mirándole a los ojos—. ¡Roga y Homura tienen el jodido mapa que lleva al arma! ¿Para qué crees que iban a tomarse la molestia de elaborarlo si no fuese para robarla? —¿Cómo es que estaba tan tranquilo?—. ¿O es que tú también estás compinchado con ellos?

Pero aquello no era lo importante. Lo importante era que Asobu quería hablar, pero no podía. Había visto aquel sello en un par de ocasiones, y él mismo sabía ejecutarlo. Por eso lo reconoció al instante: era el Sello de la Erradicación de la Lengua Maldita.

Datsue chasqueó la lengua.

—Alguien le ha puesto ese sello, Bando. Alguien que no quiere que hable. Alguien… —Alguien que estaba por encima de él. Alguien que manejaba los hilos. El perro de familia—. Tenemos que romperlo. O matar a quien se lo colocó.

Mejor empezar por lo más sencillo.




Varios minutos más tarde, Datsue había realizado una de las técnicas de sellado más complicadas que conocía. El Fūja Hōin, capaz de inhibir cualquier tipo de sello… si se tenía los conocimientos adecuados.

Ejecutó la larga secuencia de sellos, y los círculos concéntricos que había dibujado sobre el suelo con su propia sangre como si se tratase de un oscuro ritual empezaron a ser arrastrados y absorbidos, poco a poco, por el sello que Asobu tenía colocado en la lengua.

Ahora, solo quedaba ver… si había funcionado.

Bandō se removió ante esa posibilidad.

Era cierto, Kawaraga siempre mantuvo el mapa en secreto, junto a Shishio por la información que ahora se le revelaba. ¿Por qué ahora el mandadero de Shishio y Homura optaron por descifrarla? Para la suerte del bandolero, ni Datsue ni Asobu tenían conocimiento alguno de que él era más cercano a los Reisei que a los Roger. Siempre lo subestimaban o le despreciaban, trayendo con ello ciertas ventajas a la hora de mantener secretos. Pero, ahora tenía dudas en la cabeza, sembradas por Datsue. ¿Debía desconfiar de las intenciones de Homura? Eso tendría que averiguarlo por su cuenta.

Mucho después, cuando Datsue completaba aquel rito demoníaco, el bandolero parecía incómodo ante aquella brujería.

Más aún, con los agónicos gritos de dolor que el falso enfermero soltaba durante el procedimiento, mucho más terribles que toda la tortura sufrida anteriormente. Al inicio no podía emitir sonido alguno, pero conforme la maldición iba siendo contenida poco a poco su voz volvía a ser libre. Tanto así, que casi lloró con una única lágrima mientras intentaba reponerse para hablar. Tardaría varios minutos, respirando agitado hasta que finalmente pudo emitir la voz.

—Gracias~ Sonrió alegre. —Datsue, ¿no? Podemos llegar a un acuerdo, pero... Antes necesito que cierta molestia sea erradicada, o va a estorbar— Ladeó la cabeza, observando al bandido.

—Pedazo de mierda, acaso...— Apretó los puños.

—Alguien más me envió a robar el arma, y ese alguien es peligroso. Oh, pero me gustaría que no se diese el lujo de poseer a Báihū Zhāo. Pero este maldito paranoico es una molestia— Miró de nuevo al rubio —¿No vas a dejar que nadie se la quede verdad? Iba a sacarte yo mismo de la jugada, pero has tenido la suerte que la dama de la fortuna contradijera lo que el destino te esperaba.

—No estarás escuchando a este pelmazo, ¿cierto?— Retrocedió dos pasos mientras miraba de reojo al Uchiha

Asobu desvió la mirada hacia el bandido, y Datsue giró la cabeza en la misma dirección, muy lentamente. Entonces, lo comprendió: sí quería la ayuda de Asobu para hacerse con el arma, tendría que eliminar aquel obstáculo.

Se produjo un silencio sepulcral.

—Pedazo de mierda, acaso...

Sí, efectivamente. Asobu estaba sugiriendo exactamente eso que Bando estaba pensando. Y Datsue… Datsue se lo pensó. Aquel cabrón le había estado provocando desde el principio. Llamándole crío, vacilándole, riéndose en su cara. Era un cabrón.

Era un estorbo.

—No estarás escuchando a este pelmazo, ¿cierto?

Miró a Asobu. Miró a Bando. Suspiró, y el filo de su ninjato siendo desenvainado habló por él.

De un movimiento seco y rápido como un hacha al partir un leño, la hoja de su katana cercenó la cabeza de Bando, que cayó rodando en el suelo. Su cuello, chorreando sangre, se sacudió junto a su cuerpo por unos agónicos instantes antes de desplomarse, inerte.

—Tu turno, Asobu. Háblame de ese acuerdo —dijo, con voz sombría, mientras se limpiaba la hoja en la chaqueta del bandido—. Y sé rápido.

























Sí, Bando era un cabronazo. Pero era un cabronazo de los buenos. Y Datsue, por mucho que tuviese sus momentos de locura —muchos de ellos potenciados por las pesadillas de Shukaku—, jamás mataría a alguien así por pura codicia.

Había líneas que ni él se atrevía a cruzar.

Por eso, cuando Bando preguntó si Datsue estaba escuchando, lo único que vio fue al Uchiha mirar a los ojos a Asobu y quedar los dos inmóviles, sin mover un músculo.

Asobu sonrío con una malicia que contrastaba enormemente con el aspecto que le vendió a todo mundo. Ese, ese era su verdadero yo. Alguien que le gustaba llevarse a la gente por delante, alguien que creía que las lealtades y las familias podían romperse con la conveniencia. Tan acostumbrado a apuñalar espaldas estaba, que creía en su cabeza que todos podían ser comprados con el premio correcto. Creyó entonces, encontrar a alguien así.

—Ho~ Eso no fue muy discreto, pero tienes razón, alguien podría venir— Canturreó. —Dejaré que te quedes con Báihū Zhāo. Véndela, y te darán un buen precio en el mercado negro. Quizás quieras quedártela de colección, o usarla para tus propios fines. Como sea, yo me encargaré de facilitarte el mapa eliminando a Rōga de en medio. Yo, necesito desaparecer, pero no puedo hacerlo hasta quitarme a un perro de encima. Ese alguien, es mi cómplice, o mejor dicho, mi puto guardia. Dígamos, que yo no le inspiraba mucha confianza al jefe. Cada cierto tiempo, debía hacer contacto con el perro, pero si nota que no respondo quizás venga a cerciorarse el mismo, aunque, debo decir que es un reverendo idiota. También te brindaré las facilidades para que acabes con él. Si yo no me reporto esta misma noche, vendrá. Elimínalo y déjame libre, mientras yo dejo que el tesoro sea todo tuyo— sonrío cínico. —Sólo debes asegurarte, que luego de esto me crean muerto a mí también—. remató.

Datsue se demoró unos largos segundos en responder.

—Está bien —dijo, asintiendo—. Este jefe tuyo, ¿a dónde acudirá a buscarte si ve que no respondes? ¿Tu casa? Me vendría bien que me describieses su aspecto y sus habilidades como ninja, por si se me complica la cosa.